Jaime, un maduro lleno de sorpresas

Un chico de 28 años descubre los placeres que un hombre maduro puede darle.

Todo sucedió una noche que volvía de fiesta con los amigos. Por supuesto, iba algo borracho y bastante caliente. Una noche más me volvía sin haber conseguido irme a la cama con ninguna chica.

Cuando estaba llegando a la parada del autobús vi como éste se alejaba, así que decidí volver andando. Me vendría bien el fresco de la noche. Cuando llevaba unos diez minutos andando observé como un coche se paraba bruscamente al pasar a mi lado y bajaba la ventanilla del copiloto. Me quedé parado, sin saber que hacer. Entonces escuche mi nombre, y la voz me resultaba familiar. Me acerqué al coche y resultó ser un amigo de mi padre.

  • ¿A dónde vas a estas horas? – Me preguntó.
  • Me voy a casa, a dormir. – Balbuceé.
  • Sube, te acerco en un momento. Y no vayas a decir que no, con el pedo que llevas será mejor que te deje en la puerta de tu casa. Si no, a saber dónde puedes acabar hoy. – Me dijo con una sonrisa burlona mientras abría la puerta del copiloto.

Accedí a subir sin rechistar. Jaime era un viejo amigo de mi padre que siempre me ha provocado sentimientos contradictorios. Por un lado, el afecto que se siente por alguien al que has visto desde tu más tierna infancia. Por otro, me costaba acercarme a él debido a su carácter seco. Por eso me confundió el hecho de que sonriera al sermonearme mientras subía al coche. Pero tampoco le di mucha importancia, así que me acomodé en el asiento y me dispuse a dormitar hasta que me dejaran en la puerta de mi casa. ¡No sabía lo equivocado que estaba!

En cuanto me abroché el cinturón de seguridad arrancamos y Jaime bajó el volumen de la radio. Escuchaba música clásica.

  • ¿Cómo se ha dado la noche, Juanito? ¿No te importa que te siga llamando así, verdad?- La verdad es que me jodía un poco que me llamara Juanito. Tenía 28 años y además había cierto tono de pitorreo en su voz.
  • Como siempre. Unas cervezas con los amigos y a casa.- Respondí secamente.
  • ¿Con los amigos? ¿Qué pasa, no te gustan las chavalas? – Volvía a emplear el tono jocoso.
  • Si, claro que me gustan. – Me revolví. – Pero son ellas las que no parecen muy interesadas, ¡joder! – Se me escapó la confesión.
  • No te preocupes. Todos hemos tenido malas rachas. Es cuestión de paciencia y estrategia. En el mundo del sexo hay que saber adaptarse para llevarse un buen premio. Ya verás como dentro de nada estás disfrutando como nunca. – La última frase la dijo con especial énfasis y mirándome con una sonrisa, amable esta vez, en los ojos.
  • Si tu lo dices… no me cuesta nada creerte. Menos no se puede follar, ¡ja, ja, ja! – Repliqué riéndome. La verdad es que con el pedo que llevo, no me extraña nada que las tías ni se me acerquen. – Ahora nos reímos los dos, y el palmeó mi rodilla.
  • ¿Te apetece tomarte la última copa? – Me preguntó de repente. – Te he visto crecer desde que eras un bebe, y siempre hemos mantenido una relación muy fría y distante. Déjame que te invite a una copa, que tengo algo en casa que te va a gustar. Estoy seguro. – Volvió la sonrisa jocosa, aunque ahora tenía cierto carácter pícaro.

Jaime vivía muy cerca de la casa de mis padres en un chalet bastante grande. Vivía solo y que yo supiera, no tenía pareja conocida. Entramos directamente desde la cochera a la casa y pasamos al salón. Nunca había estado allí dentro, y me quedé impactado por el tamaño de aquel sitio. Ya lo parecía desde fuera, pero por dentro era increíble. Me invitó a sentarme en un sillón.

  • ¿Te apetece un whiskey con hielo? Es un scotch de 12 años, me lo trajo de Edimburgo un amigo la semana pasada.
  • Claro, ponme una buena copa. No todos los días se bebe algo así, al menos yo. – Nos reímos los dos.

Se dirigió hacia el mueble bar y mientras me estuvo preguntando el tipo de música que me gustaba y demás gustos como la literatura o el cine. Estuvimos hablando durante un buen rato mientras nos tomábamos el whiskey que, por cierto, estaba muy rico. De repente, pareció acordarse de algo y disculpándose subió al piso de arriba y volvió con una cajita y una sonrisa enorme en los labios.

  • Mira que regalo tengo para ti.
  • ¿Para mi? – Le respondí extrañado. No tenía ni idea de qué era lo que me podía estar ofreciendo.

Se sentó a mi lado y abrió la cajita. Dentro había una bolsa con marihuana y un librillo de papel de fumar. Me quedé alucinado. Jaime era la última persona en el mundo a la que esperaba ver con algo así entre las manos, pero esta no iba a ser la última sorpresa de la noche. Abrió la bolsa y empezó a liarse un porro mientras yo le miraba con los ojos bien abiertos. ¡Alucinando! Yo he fumado alguna vez en alguna fiesta, y no me parece mal. Simplemente no me lo imaginaba a él y se me hacía difícil de asimilar. El caso es que se lo encendió y me lo ofreció. Lo acepté y continuamos charlando como si nada.

Al poco rato empecé a notar los efectos del cigarrito y todo empezó a hacerme mucha gracia. Entonces Jaime salió del salón. Dijo que tenía que hacer una llamada a EEUU, que pusiera la televisión si me apetecía. Encendí el televisor, que debía tener al menos 47 pulgadas y lo primero que apareció en escena fue una enorme polla entrando en un culo muy peludo. ¡Zas! Me quedé ojiplático viendo aquellas imágenes y oyendo los gemidos y gruñidos. Agarré el vaso y me tomé todo el whiskey de un solo trago mientras la imagen se abría y pude observar a un hombre mayor, bastante corpulento y velludo dándole por el culo a un tío de unos 30 años. Los dos parecía bastante varoniles, pero ¡estaban follando entre si! Nunca he tenido ningún prejuicio contra los homosexuales, simplemente eran escenas que nunca me había imaginado, y me tenían completamente atrapado. Sin darme cuenta, Jaime volvió al salón y se colocó detrás del sillón en el que yo estaba sentado.

  • Vaya, vaya
  • No he sido yo… - acerté a decir.- Encendí la tele y salió esto.- dije señalando la pantalla en la que ahora había tres individuos en acción.
  • No te preocupes, no se lo voy a contar a nadie. Pero ya que estás aquí, podríamos masturbarnos juntos. Ya verás como te gusta.
  • ¿¡Qué!? – Respondí mientras tenía una erección involuntaria de la que él se percató.
  • Que podemos pasarlo muy bien tú y yo. Di que sí y no te arrepentirás. – Me dijo mientras acariciaba mi pierna y acercaba su cara a la mía.

Yo estaba borracho, caliente y algo fumado. No me voy a excusar. Me dejé inundar por una sensación cálida de nerviosismo morboso y me dejé llevar. Abrí mis labios y le rodeé con mis brazos. Sintiendo su cuerpo ardiente a través de nuestra ropa. Sus manos recorrían mi piel por debajo de la camiseta y yo tocaba su espalda y buscaba su paquete entre los pliegues de su pantalón. Se desabrochó la camisa con una mano, con la otra acariciaba mi cuello mientras me besaba apasionadamente. Una vez abierta la camisa pude ver que tenía mucho vello en el pecho y parte del abdomen o barriga cervecera. Acaricié su vello y me gustó. Me encantaba el olor que desprendía de su cuerpo, y mientras besaba sus enormes pezones el se bajó los pantalones dejando a la vista una polla de unos 18 cm completamente erecta y lista para la acción. Entonces me agarró con fuerza del cuello y me dijo:

  • Chupa Juanito. Siempre he querido meter mi polla en tu deliciosa boca, y darte mucho placer. Chupa cariño, chúpala.- La voz era un susurro lleno de lujuria y deseo.

Yo no ofrecí ninguna resistencia y agaché mi cabeza, pero él me detuvo y se puso de pié y me dijo que me desnudara y me pusiera de rodillas. Obedecí y al instante ya estaba con su polla entre mis labios, acariciando sus testículos y sintiendo sus caricias en mi cabeza. Llevando el ritmo La polla entraba y salía de mi boca despacio y acompasadamente.

  • Saboréala Juanito, disfruta del regalo que te hace tu tío Jaime. Disfruta del placer que puede darte un hombre y ya verás que bien lo pasamos juntitos.

Yo no podía decir nada. Tenía una enorme polla metida en la boca y sólo podía gemir y disfrutar. Si, disfrutar de una sensación indescriptible. No era solo su enorme pene entrando en mi boca y lo que me gustaba. Era el olor de su cuerpo. Su voz, como un mantra embriagador. Mis manos aferradas a sus nalgas y cintura, para que no se escapara y las suyas aprisionando suavemente mi cabeza, al compás de su enorme batuta. No sabría decir el tiempo que estuvimos así hasta que me agarró del pelo y tiró de mi hacia arriba.

  • Para gatito, ¿no querrás que se acabe la fiesta tan pronto? – Me dijo justo antes me besarme en la boca y atraerme hacia si mismo con un enorme abrazo.

Podía sentir su miembro entre nosotros, al lado del mío. Sus manos bajaron hasta mis nalgas y empezó a magrearlas. Parecía que estuviera amasando pan. Sus dedos rozaban mi ano, y cada vez sentía más placer. Con ganas de que el próximo dedo entrara un poco más, y un poco más. Estaba muy caliente, fuera de control y entonces:

  • ¡Fóllame! Quiero que me folles, por favor.
  • Tranquilo nene, todo a su tiempo. Quiero que me la sigas chupando un ratito mientras te preparo el culito.

Se sentó en el sillón indicándome que me pusiera de rodillas a su lado, y mientras le chupaba la polla empezó a meterme sus enorme dedos en el culo. Despacio y bien untados en vaselina. Muy despacio, empujando suavemente y venciendo la resistencia inicial. Se me escapó un gritito.

  • ¡Cómo te gusta gatita! Mira que eres puta. – Era la primera vez que se dirigía a mi en femenino.
  • Mmmmm. – Fue todo lo que dije mientras le miraba con cara de vicio.

Entonces empezó a meter su segundo dedo dentro de mi culo. ¡Joder! Menuda sensación, no podía esperar a que fuera su polla en vez de los dedos. Se lo dije. Sacó sus dedos de mi culo y me dio una palmada en las nalgas.

  • Ponte a 4 patas y abre bien tus piernas gatita. Te voy a dar lo que quieres.

Y colocándome así en el sillón, con el culo en pompa me dispuse a ser follado por primera vez. Sentí sus manos apoyarse sobre mi cintura y espalda y su polla golpear levemente mis nalgas, jugando con ellas. Entonces sentí el frío de la vaselina en mi ano y dentro de él, mientras me restregaba bien su dedo pulgar y acariciaba mis testículos. De repente se apartó un poco hacia atrás y colocó la cabeza de su polla en el ano y empezó a empujar muy despacio. Cuando la cabeza entró casi me desmayo del dolor, un dolor completamente desconocido para mi. Un dolor acompañado de una extraña sensación de placer que me subía por la espina dorsal hasta incrustarse en mi cerebro. Se me escaparon varios gritos de queja, pero a Jaime parecía no importarle. Seguía empujando y penetrando mi dolorido culo mientras yo arañaba el sillón y ahogaba mis quejidos en un cojín. Empezó a acariciarme la espalda y el cuello y a decirme obscenidades. Yo notaba como su polla se había puesto un poco más dura todavía y el dolor parecía replegarse para dejar paso a sucesivas oleadas de placer, cada cual más intensa. Por fin me la clavó entera. Sentí su vello púbico en mis nalgas y su barriga sobre mi espalda. Ahora empezaba a sacarla y acariciaba mi cuerpo. Cada vez más rápido, magreando mi tripa y mi pecho. Agarrando mi polla y ordeñándola como si fuera la ubre de una vaca. Yo no podía hacer ni decir nada. Estaba completamente extasiado. Él cada vez se movía con mayor energía, entrando y saliendo de mi culo a placer y sin previo aviso sentí el mayor placer que había sentido hasta entonces en toda mi vida. Una gigantesca y cálida sensación desconocida me invadió por completo. Me ardía el culo y tenía convulsiones. De mi boca solo salía un débil gemido de placer y de mi polla un chorro enorme de semen que fue a parar al sillón. No tenía fuerzas para sostenerme sobre mis brazos. Jaime seguí dándome por el culo con sus manos clavadas en mis caderas y

  • ¡¡Aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhghgg!! Joderrrrrrr, que me corro en tu culo zorra. ¡¡Siiiiiiiiiii!! ¡Toma niñata, ahí tienes tu regalo!

Sentí un algo que se derramaba en mi interior, los espasmos de su polla y sus últimos empujones. Me abrazó por la espalda, con su polla todavía dentro de mi, y me besó el cuello y acarició mi polla.

  • ¿Te ha gustado? La próxima vez tendré algo nuevo que sé te gustará, ahora será mejor que te vistas y te vayas a casa. Va a salir el sol y tenemos que ser muy discretos.

Se despidió de mi dándome un morreo enorme y una palmada en el culo antes de salir de su casa.

  • Pronto volveremos a jugar gatita.