Jaime, un maduro lleno de sorpresas (2)

Segundo encuentro con Jaime que de nuevo tiene una sorpresita preparada para su joven e inexperto amigo.

Recuerdo que al día siguiente no podía levantarme de la cama. Tenía una resaca monstruosa y el culo me ardía impidiendo que me relajara. Tenía todo el cuerpo pringoso y un persistente y desconocido hasta entonces gusto a semen en mi boca. Las imágenes de la noche con Jaime no paraban de pasar por mi mente: Su cara pegada a la mía besándome; su pubis golpeando mi nariz mientras su polla entra en mi boca; su rostro lleno de lujuria mientras me penetraba aferrado a mis caderas… tampoco podía olvidar las sensaciones tan placenteras que me habían inundado y el ansia de polla que me poseyó e hizo perder el control. Me empalmé. No pude evitarlo y tampoco quise hacerlo. Empecé a masturbarme recordando cada instante, cada gemido, cada caricia… y me corrí. Pero noté que me faltaba algo, tenía una sensación de vacío que no podía llenar con una simple paja. Quería ver a Jaime. Tenía ganas de "comer" algo. Con esos pensamientos rondando mi confusa cabeza me quedé dormido.

Me desperté cerca de las 4 de la tarde. Mi cabeza estaba bastante más relajada y la resaca parecía sólo el recuerdo de un mal sueño. Me levanté, me di una ducha y comí algo. No había nadie en casa. De repente sonó el teléfono:

  • ¿Diga?
  • Buenos días bella durmiente. – Sonó la voz varonil y sugerente de Jaime. – Por fin te levantas, he llamado ya varias veces y nadie contestaba.
  • Si… bueno, es que no hay nadie y acabo de despertarme. ¿Qué tal estás? – Dije con la voz temblorosa.
  • ¿Quieres saber cómo estoy? – dijo en tono burlón. – Estoy muy cachondo y con ganas de volver a verte. ¿Te apetece guarrilla? Anda, date prisa que te tengo muchas ganas. – Colgó sin darme tiempo a decir nada.

Ni siquiera me cambié, me puse unas zapatillas de deporte salí a la calle con el pantalón de chándal que me pongo para andar por casa y una camiseta vieja. Según me iba acercando a mi destino caminaba más deprisa. Al doblar la esquina allí estaba mi destino, la casa donde me habían hecho disfrutar del sexo como nunca. Se me erizaron los vellos de los brazos y un cosquilleo subió por mi columna. Eché a correr hacia la puerta y llamé al timbre. Al poco tiempo se abrió la puerta y apareció Jaime. Llevaba puesta un batín corto que le quedaba a la altura de los muslos. No llevaba nada debajo y se le veían unas piernas con los músculos marcados y cubiertas de vello y un enorme bulto en la zona de la entrepierna. Me miró a los ojos y se quedó allí, bloqueando la entrada.

  • Hola, ya estoy aquí. ¿Me dejas pasar?
  • Claro que si, adelante. – Se apartó mínimamente hacia un lado y al pasar se apretó contra mi cuerpo haciéndome sentir su enorme paquete contra mi cuerpo y su penetrante olor varonil.
  • Parece que te alegras mucho de verme.
  • Esto no es nada, ya verás la fiesta que te tengo preparada. – Me palmeó en el culo y cerro la puerta de golpe. Yo me encaminé hacia el salón, pero el me sujetó del brazo con fuerza. – No, hoy vamos al dormitorio, no hay nada como una buena cama para follar, pero primero desnúdate.

Obedientemente me quité la camiseta dándole la espalda y la deje caer al suelo. Entonces sentí sus manos acariciando mi costado muy despacio, poniéndome la piel de gallina. De repente, sus manos sujetaron mi pantalón por la cintura y los bajaron de golpe, dejándomelos justo debajo de las nalgas. Me moví un poco hacia atrás hasta notar su cuerpo caliente y velludo contra mi espalda. Había abierto su batín y me envolvió con él en un abrazo como un vampiro hace con su víctima.

  • ¡Aahhhh! – Se me escapó un gemido al sentir sus dientes cerrándose suavemente sobre mi cuello mientras sus manos acariciaban mi pecho, pellizcando mis pezones y provocando una enorme erección en mi sexo. Entonces, mientras mordisqueaba mis orejas y pasaba uno de sus dedos por la raja de mi tembloroso culo y presionaba en mi ano me susurró:
  • Vamos nene, que quiero empezar cuanto antes. – Deshizo su abrazo y agarrándome del brazo tiró de mi en dirección a una de las habitaciones de la casa.

Nada más entrar en la habitación dio un fuerte tirón del brazo por el que me tenía sujeto, me lanzó sobre la cama y caí boca abajo, él se abalanzó sobre mí y empezó a sobarme por todo mi cuerpo. ¡Parecía un pulpo! También parecía tener varias bocas, al poco rato tenía todo mi cuerpo cubierto de su saliva y estaba completamente poseído por el placer, de mi boca sólo salían gemidos y palabras sueltas e inconexas. Una vez que me tenía otra vez a su completa disposición me agarró de los tobillos y levantándolos mientras agachaba su cabeza empezó a lamer mi culo. Restregaba su cara contra mis huevos y mi peludita raja del culo y me penetraba con su lengua húmeda y carnosa. No sé cuánto tiempo estuvo trabajándome el culo, pero de repente una sensación eléctrica se apoderó de todo mi cuerpo y me corrí. Jaime se detuvo y dejó caer mis piernas y empezó a mirarme.

  • Vaya, vaya, vaya. ¡Estás hecha toda una putilla! Te has corrido sólo de comerte el coñito. Seguro que no sabías que eras tan guarra ¿verdad?
  • ¡Joder tío! No sé qué es lo que me haces, pero me vuelves loco. ¡Mira como me he puesto! – dije señalando todo el semen que cubría mi pecho.
  • No te preocupes por eso cielo, te lo vas a comer todo.

Según decía estas palabras empezó a pasar sus dedos por mi corrida y a llevarlos hacia mi boca. Me hizo tragarlo todo y cuando aun no había sacado el último dedo colocó su enorme polla en mis labios y empujó con fuerza introduciéndola en mi boca. Yo no podía moverme, estaba arrodillado sobre mi follándome la boca con muchas ganas, así que una vez más me dejé inundar la lujuria y el deseo transmitidos por el aroma que desprendía su cuerpo, por su calor y el contacto de su piel sudorosa y peluda. Empecé a acariciar sus muslos, sus huevos, su culo… ¿quién me lo iba a decir hace 3 días? Jaime, un hombre mayor, serio, varonil y gran amigo de mi padre, me había convirtiendo en su amante y estaba disfrutando de cada centímetro de mi. Su enorme polla dentro de mi boca era una de las sensaciones más placenteras y excitantes que había tenido jamás, eso si, dentro de mi culo me había transportado al infinito, y al pensar en ello salió de mis labios un gemido desesperado entre pollazo y pollazo:

  • ¡Fóllame por el culo! Mmmpff. No me hagas esperar más, ¡Joder! Fóllame, por favor, quiero sentirte dentro de mi culo. Quiero tener tu pollón bien dentro de mi.
  • Si mi perrita, ahora mismo te la clavo en ese agujerito hambriento que tienes. Date la vuelta y abre bien el culito.
  • ¡Siiii! - exclamé lleno de alegría y rápidamente me coloqué a 4 patas con el culo en pompa, moviendo mis caderas haciendo círculos y gimiendo excitado.

Se colocó detrás de mi y sentí un líquido frío que caía sobre mi raja, era el lubricante. Empezó a masajear mis glúteos introduciendo de vez en cuando alguno de sus dedos de forma que poco a poco fue trabajándome el ano. Yo tenía una erección de caballo y había empezado a gritar de gusto. Estaba a punto de perder el control y sentía como mi cuerpo empezaba a vibrar y convulsionarse. Jaime me agarró del pelo y tirando fuerte me clavó su polla del tirón. Me quedé mudo y me apreté fuerte contra él. Tiró más de mí hacia él, levantándome sin sacar la polla de mi culo y empezó a decirme obscenidades al oído. Me mordía y metía su lengua en mi oreja. Empezó a moverse dentro de mí y me volvió a empujar hacia delante. Me follaba despacio. Sacando casi del todo su verga de mi culo y volviendo a entrar y yo, a cada uno de sus movimientos alcanzaba cotas de placer más y más indescriptibles.

Entonces, se abrió la puerta de la habitación y apareció un tío bastante mayor y gordo. Estaba completamente desnudo y estaba acariciándose la polla con una mano mientra que con la otra sujetaba una copa. Se acercó a la cama y me colocó la copa en la boca vertiendo su contenido. Era ginebra con hielo. Me sujetó la cara con una de sus enormes manazas y sin mediar palabra acercó su polla, que aun no estaba en su apogeo, a mis labios. Los abrí y besé su cabeza que reaccionó engordando y endureciéndose. Abrí la boca del todo y me la tragué despacito. El tipo era bastante barrigón, y a pesar de que tenía una buena polla me golpeaba la frente con la tripa. Jaime seguía a lo suyo. Cada vez más rápido, dándome palmadas en el culo y acariciando mis huevos.

  • Vamos a cambiar de postura. – Dijo el viejo. - Quiero probar la polla del chaval.

Jaime salió de mi culo y el viejo salió de mi boca. Se pusieron a hablar entre ellos y de vez en cuando me miraban y señalaban. Yo, de repente, había pasado de estar siendo follado por dos enormes pollas a tener mis orificios vacíos y me sentía desorientado. Me incorporé y fui caminando a gatas hasta los dos hombres y agarrando sus pollas, que habían perdido algo de su erección, empecé a chuparlas.

  • ¿Has visto que zorra es? – Le preguntó Jaime a su amigo.
  • Si, me sorprende que hasta anoche no tuviera su primera ración de rabo. ¿Estás seguro? … uffff… sigue nene, sigue… es que la chupa muy bien.
  • Pues ya ves. Se ve que era una puta y no lo sabía el pobre. Todo el tiempo que hemos perdido pudiendo haber follado todos lo días pequeño. Pero tu suerte ha cambiado y a partir de ahora no te va a faltar una buena polla ningún día. ¡Ya verás!

Entre los dos me levantaron en volandas y me llevaron a la cama. El gordo se tumbó boca arriba y me dijo que me colocase encima para hacer un 69. Obedientemente me subí a su enorme tripa y colocándole la polla sobre su boca empecé a sus muslos y sus huevos mientras le masturbaba con una mano. Luis, que así se llamaba el amigo de Jaime, me levantó un poco y se movió, colocándose de manera que empezó a comerme el culo. Cada cierto tiempo pasaba del culo a mi polla y viceversa. Me tenía loco y en una de sus chupadas me corrí gimiendo y aullando. Él, viendo el orgasmo tan grande que estaba teniendo me quitó de encima suya y girándose me agarró de los tobillos y empezó a follarme el culo de una forma salvaje. Su polla era más gorda que la de Jaime y eso se notaba. Era como si me estuviera montando un semental, un martilleo constante y el golpeteo incesante de sus pelotas al rebotar contra mi culo … No recuerdo más de aquella tarde. Sólo que me desperté en aquella misma cama con el cuerpo pegajoso y el culo dolorido, una sensación a la que pronto terminaría acostumbrándome. La casa estaba en silencio y no había nadie, pero Jaime me había dejado una nota pegada en el espejo del baño. "Mañana más", era todo lo que ponía. Me duché, me vestí y me fui a casa de mis padres a descansar y a pensar a cerca de las sorpresas que me traería Jaime al día siguiente.

Espero que les haya gustado y no duden en ponerse en contacto conmigo. Acepto sugerencias y amistades nuevas. Un beso enorme para todos.