Ivette, mi princesa árabe
Marius cuenta, en su aportación al Ejercicio, como conoció a su exnovia Ivette y la maravillosa noche en que finalmente conquistó su agujero trasero.
Hola, soy Azrael, tengo 27 años y soy mexicano. Esta historia es sobre mi exnovia Ivette, con quien estuve hace ya varios años cuando estudiaba mi carrera.
Empezamos por internet para después pasar a hablar por teléfono, todo aderezado con sexo por supuesto. Lo que más me fascinaba cuando teníamos ciber-sexo o sexo por teléfono era que comentaba mucho su afición por leer a Sade, por lo que le gustaba mucho la estimulación anal, Por ese entonces mi experiencia sexual era muy poca así que el conocer esa versión del sexo me resultó algo muy novedoso y atractivo, tanto así que el sexo anal fue el protagonista de nuestras ardientes conversaciones.
Cuando nos decidimos a conocernos quedamos de vernos en un café y en cuanto nos reconocimos no hubo palabras, simplemente besos y caricias hasta donde nos permitía el hecho de estar rodeados de gente. Tomamos transporte a mi departamento y en cuanto entramos a mi recámara la ropa voló por los aires. Era la primera vez que veía su cuerpo en vivo y la primera vez que me lo iba a comer (como me encanta la emoción de la novedad) Ella tenía pocas caderas pero unas nalgas paraditas, suaves y firmes sin ser muy grandes, mientras sus senos eran pequeños pero muy firmes, así que básicamente era de cuerpo atlético. Sus pezones eran pequeños pero duros como rocas y su areola pequeña y muy obscura, de tal forma que desde que los vi realmente deseaba chuparlos. Finalmente lo que más loco me volvió loco de ella: su piel. Era suave y tersa aún para una joven de 18 años, firme, sin ninguna estría ni celulitis y de un color moreno delicioso. No era un moreno bronce o barro sino ligeramente más claro y de otra tonalidad, más bien canela como el color de la raza árabe. Sus rasgos correspondían con su piel: labios pequeños pero bien definidos, una nariz ligeramente pronunciada y curva con unos ojos enormes, almendrados y obscuros con enormes y espesas pestañas. Nunca hasta entonces me parecieron tan llamativos los ojos de una mujer.
Después de contemplarla le comí el sexo con desesperación y ella después a mí. Realmente era y sigue siendo la mejor mamadora que he conocido en mi vida, se metía y sacaba todo mi pene rápidamente sin hacer arcadas y me masturbaba hasta casi hacer que me viniera. La detuve y me subí en ella, la abrí como pollo y de misionero se la metí de golpe en la vagina hasta el fondo. La verdad es que con la emoción hasta se me olvidó ponerme condón. Ella dio un grito pero le encantó y ahí supe que le gustaba el sexo rudo. Le di con desesperación pero tratando de no acabar de inmediato. Ahí fue cuando descubrí lo expresiva que es en el sexo. Hasta la fecha no he conocido una mujer que mueva tanto la cara durante el sexo. Movía las cejas, volteaba los ojos, contraía la boca, se pasaba la lengua por los labios, en fin, su rostro era un remolino. Después la puse de perrito pero con la cabeza y los brazos pegados a la cama, simplemente con las nalgas paradas. Esa fue mi posición favorita con ella durante todo el tiempo que salimos juntos. Me encantaba ver su trasero y piernas perfectos totalmente dispuestos hacia mí y al tener la cabeza agachada sus nalgas se abrían como las puertas del cielo dejando ver por completo su vagina y ano. Esa es una imagen con la que todavía me masturbo de vez en cuando. Como decía le estaba dando a esas nalgas de diosa viendo encantado mi pene entrando y saliendo de su vagina y entonces sin ninguna delicadez por mi inexperiencia de entonces le metí un dedo su ano. Por suerte ella estaba tan excitada como yo y me dejó hacer. Después de un rato comencé a sentir remordimiento por lo de la falta de condón y se la saqué. Ella me la chupó de nuevo con toda su experiencia hasta que me vine en su boca y se tragó hasta la última gota con una sonrisa. Esa fue la primera vez que eyaculé en la boca de alguien y hasta la fecha es una de las cosas que más me gusta de la vida.
Nuestra relación duró más o menos un año y medio y fue muy sexual. Ella a pesar de ser un par de años más joven que yo tenía mucha más experiencia y me enseñó muchas cosas. Fue la primera que no sólo comió sino hasta se paladeó mi semen, la primera con quien lo hice sin condón y por lo tanto la primera que llené de mi lechita caliente por todos sus huecos.
A las pocas semanas de salir juntos ella fue quien me pidió penetrar su ano. Mi inexperiencia y el hecho de que ella tenía mucho tiempo sin hacerlo por ahí hicieron que al principio fuera algo difícil pero ya que ella era un poco masoquista pude metérsela con ella gritando como poseída. Lo hicimos varias veces y en distintas posiciones pero nunca hasta terminar pues ella en algún momento se detenía por el dolor. Fue una noche después de varios meses de intentar que una vez empezamos de perrito por la vagina. Ella tuvo su primer orgasmo y entonces decidí que estaba lista para recibirme en su ano. Después de lubricarlo y dedearlo un rato comencé a penetrarla. Esta vez ambos estábamos decididos a llegar hasta el final. Una vez adentro ella suspiró para relajarse. Después de una rato comenzó a jugar apretando y relajando su ano con lo cual sentí un placer indescriptible. Entonces se la saqué hasta sólo dejar la cabeza adentro y luego violentamente volví a entrar. Ella dio un largo alarido que empezó como un grito de dolor pero a los pocos segundos se convirtió en un gemido de placer terminando en un excitante ronroneo. Me moví con furor entrando y saliendo tan rápido como podía y ella gritó de dolor pero me pidió que continuara. Fue una media hora de gritos y placer dionisiaco en los que ella se vino como tres veces, según me dijo después, cuando por fin me eyaculé dentro de ese estrecho y cálido agujerito ¡Dios, qué delicia! Caímos rendidos, acostados boca abajo, yo encima de ella y poco a poco sentí mi pene hacerse cada vez más pequeño y su ano tratando de echar al intruso que acababa de ultrajarlo. Lo más extraño de venirse en un ano es la sensación de éste empujándote hacia afuera, es como una exprimida final. Ella echó fuera mi pene como si lo estuviera defecando y fue uno de los mejores orgasmos que he tenido en mi vida. Con el tiempo llegaron más experiencias como ésta con Ivette, algunas rayando en lo sadomasoquista, pero esas se las contaré en otra ocasión.
Al llegar el tiempo cada uno tomó su camino quedando ambos en buenos términos. Ahora vivimos en ciudades distantes por lo que solo nos contactamos muy esporádicamente por internet deseándonos la mejor de las suertes.