Ivanna y su mamá (1: Mi hermana Cristina)
Un reencuentro caliente con mi hermana mayor, bastante necesitada de sexo. Con el estreno de su duro culito.
Ivanna y su mamá 1° parte (Mi hermana Cristina)
Esta no es una historia real (aunque me hubiera gustado que lo fuera), pero está basada en situaciones y personajes verdaderos, a los que sólo les cambié los nombres y algunos lugares, como para guardar el secreto...
Para ponerlos en situación, les diré que me llamo Guillermo, aunque desde que nací todos me conocen por Billy (hay muchos Guillermo en la familia); estoy pisando los 40 y, a decir verdad, físicamente no me mantengo muy bien, la vida sedentaria me agregó un montón de kilos con los años.
Estoy casado y con varios hijos. Desde hace unos años que nos fuimos de Buenos Aires, estamos radicados en la ciudad de Neuquén. Allí trabajo en una empresa internacional, por lo que viajo mucho, tanto al exterior, como dentro del país (a veces a Buenos Aires).
En mi familia éramos varios hermanos (hombres y mujeres), siendo yo el del medio. Para no hacer larga la introducción, sólo les comento que la mayor de todos es Cristina.
El caso es que con el tiempo, todos nos fuimos yendo de Buenos Aires; tanto mis hermanos, como mi madre, ya que mi padre falleció hace mucho. Entre todos, la que se fue más lejos fue Cristina, porque a su esposo lo trasladaron a Centroamérica, y allá se fueron con él mi hermana y su entonces pequeña hija Ivanna, que para aquella época debía rondar los siete años.
Luego de varios años de vivir bien en Costa Rica, los problemas que siempre tuvo Cristina con su esposo se agudizaron, hasta llegar al punto de volverse ella sola con la niña, dejando a su marido, con sus amantes y sus deportes, lejos.
A los pocos meses de estar ellas instaladas nuevamente en Argentina, en pleno mes de enero, se dio la necesidad de hacer un viaje a Buenos Aires. Me pareció una buena oportunidad para volver a ver a mi hermana, cosa que no pasaba desde hacía casi cinco años. Así que la llamé y le conté que iba a estar el siguiente viernes por Buenos Aires, y que me gustaría que nos encontráramos para almorzar en el centro, ya que ella vivía en el Gran Buenos Aires, cerca de donde vivimos todos de chicos.
Cristina tuvo una idea mejor, y me propuso que en vez de volver a Neuquén el mismo viernes a la noche, me quedara en su casa el fin de semana y regresara el domingo. De esta forma podríamos estar más tiempo juntos y de paso pasear por Buenos Aires, cosa que hacía mucho que yo no realizaba. La idea me pareció bárbara, y como mi esposa no opuso mucha resistencia, cambié mi pasaje de vuelta para el domingo a la noche.
El viernes, después de un agotador día de trabajo, y todo pegoteado por el calor húmedo de Buenos Aires en pleno verano, me subí a un remise y partí hacia lo de Cristina. Llevaba conmigo una botella de vino blanco bien helado, porque no creía que hubieran cambiado sus gustos al respecto.
Llegué casi a las once de la noche y Cris (así la llamé siempre yo) salió a recibirme en la puerta del departamento, con un fuerte abrazo y un gran beso en mi mejilla. Debo reconocer que realmente me impactó. Llevaba puestos unos pantaloncitos tipo deportivos, muy cavados en las piernas, que se le metían por todos lados, e inclusive dejaban ver un poco del lateral de su bombachita blanca.
Arriba, tenía puesto un top, de esos sin breteles, que no le llegaba a tapar el ombligo; y por lo caídos que se veían sus pechos, se notaba que no llevaba nada debajo.
Pero lo más impactante no era su ropa, si no ella misma. Su cuerpo parecía más joven que como lo recordaba yo de antes que se fuera. Las piernas se veían firmes y bien contorneadas; la cola paradita (un espectáculo) y sus pechos bien formados aunque, como dije, no muy derechos. El vientre, que quedaba a la vista, era totalmente plano.
Si a eso le sumamos que siempre fue una morocha muy bonita, y que estaba recontra bronceada, el conjunto era espectacular. Cuando se separó de mí, pude mirarla y admirarla un poco más, y no pude contenerme de decirle un dulce piropo.
Entramos y me comentó que ya Ivanna estaba dormida. Se había acostado a mirar la televisión para tratar de mantenerse despierta, pero el sueño fue más fuerte que ella y la venció. De todas maneras, pasé a su habitación a darle un beso, y ahí estaba ella, con sus 18 años (según me dijo más tarde Cris) toda despatarrada, boca abajo en la cama.
Me llamó la atención, y se lo dije a Cris, lo alta que estaba para su edad. Pero claro, como bien me dijo ella, en muchas cosas salió al padre; mi ex cuñado mide algo más de 1,90. No sólo en la altura se parece al padre, ya que es muy rubia, y con unos hermosos ojos grises que ninguno en mi familia hemos tenido.
Le di un beso dormida como estaba, mientras le comentaba a la madre que se había convertido en una hermosa niña; a lo que Cris respondió que lo de hermosa sí, pero no tan niña. Y agregó una sonrisita que me dejó pensando.
Regresamos al living y volví a la carga sobre lo bien "conservada" que estaba Cris. Con toda sinceridad le expresé mi convencimiento de que estaba mucho mejor que la última vez que nos habíamos visto. Ella me dio varias explicaciones al respecto, sobretodo referidas a las horas que se pasaba en el gimnasio en San José, ya que no tenía mucho más que hacer, y para no aburrirse se dedicó a cuidarse a sí misma. Pasaba horas por semana con distintos tipos de gimnasia; varios largos de pileta por día; y sesiones periódicas de masajes.
A esto, dijo que le sumaba una dieta natural, había dejado el cigarrillo y no tenía mucho entretenimiento como para tener una vida disipada. Esto último lo dijo con una mueca que quiso ser sonrisa pero no pudo.
Cuando le hice un comentario sobre lo bien tostada que estaba, y que no se le notaban marcas blancas en los hombros, me dijo que allá acostumbraba tomar sol sin la parte de arriba del bikini, y ahora lo mantenía igual en la terraza del edificio. Dicho esto, tomó los costados del top, y de un tirón se lo bajo hasta la cintura.
Ves, no sólo no tengo marcas de breteles, si no que me bronceo los pechos completos.
Yo casi me desmayo del shock, ahí la tenía a Cris mostrándome sus hermosas tetas, de un color parejito, en el cual apenas se distinguían las aureolas de los pezones, por ser casi del mismo tono. Las que sí se notaban bien eran las puntas de los pezones, que eran largas y filosas, pareciendo que me apuntaban directamente de lo erguidas que estaban.
Además me dijo aunque no he podido volverlos a levantar como antes de tenerla a Ivanna, con la gimnasia los mantengo bien duros y con la piel tersa. ¡Fíjate!
Dicho esto me tomo una de mis manos y la llevo a su pecho, para que notara lo suave que era al tacto, pero a la vez firme en su carne. A mí a esta altura ya me temblaba todo, pero ella pareció no darse cuenta, e insistió en que lo acariciara.
Ya para entonces yo tenía una erección descomunal (bueno, al menos para el tamaño de mi pene, que no es mucho, con toda la furia no pasa de los 15 cm.). Para peor, el pantalón del traje que tenía puesto era de una fina tela de verano, y ya se notaba la carpa que se iba formando. De esto tampoco hizo comentario alguno, aunque creo que era más que evidente.
Mi calentura iba en aumento, y no me paré a pensar que se trataba de mi hermana; inclusive retuve mi mano en su teta algo más de lo necesario, no sólo tanteando su textura, si no realmente acariciándola. Cuando al retirar mi mano roce suavemente su pezón, se le escapó un leve gemido.
Con la cola no te has quedado atrás le dije sin parar a pensar Se nota que también está durita, pero no se te ha caído como los pechos.
En realidad con ella no tuve el problema de la parte alta, es que la guacha de Ivannita tomó la teta hasta que tuvo casi tres años fue su respuesta Pero, como vos decís, también está dura, aunque su piel no tan suave, ¿ves?
Y ahí nomás casi me desmayo, ya que de repente se había bajado el pantaloncito hasta las rodillas, y dándose vuelta me mostraba sus nalgas, que apenas tenían tapada la raya por una fina tanguita blanca. Esta vez me recuperé más rápido, y no esperé a que me invitara. Directamente puse mis manos sobre su cola y comencé a acariciarla.
¿Viste que está un poco rugosa? Es que ya a esta edad no puedo combatir del todo la celulitis, pero la mantengo bastante bien.
No había terminado de decir esto que mientras tanto se había desprendido de los shorts con sólo el movimiento de sus piernas. Y entonces tenía a semejante mina (aunque fuera mi hermana), ante mí, con una tanguita como única prenda.
Mis manos siguieron acariciando, y era evidente que ya no para constatar el grado de tersura de su piel. En un momento que rocé la tira central de su tanga, volvió a escucharse un gemido, esta vez bastante más fuerte y prolongado.
Esto me animó a seguir, aunque creo que ni siquiera lo pensé. Mis manos fueron moviéndose hacia delante, primero por la parte externa de sus muslos, y luego hacia adentro. Cuando llegaron a la parte delantera de su bombachita, los gemidos de Cris ya eran continuos, y me di cuenta que la tela estaba totalmente mojada.
Mientras tanto, y a fin de poder rodearla con mis brazos, yo me había apoyado contra su espalda, con lo cual (teniendo en cuenta la diferencia de estatura) mi pene totalmente parado se apoyaba en parte contra la zona alta de su raya, y parte en su espalda. Obviamente ella no podía no darse cuenta de mi estado, como yo no podía ignorar el suyo.
Viendo que no había ningún signo de rechazo, fui acariciando su pubis; primero por encima de la tanga, y luego metiendo las manos por los elásticos de los bordes. Sentir sus pelos en mis dedos ya me estaba llevando casi al éxtasis, pero sabía que me tenía que aguantar, pues soy de los que tardo mucho en recuperarse después de un orgasmo.
A continuación fui bajando mis manos, hasta que llegué a su vagina, y de a poco fui moviendo mi dedo hasta alcanzar su clítoris sin esfuerzo, porque estaba totalmente empapada en sus propios jugos. Bastó rozarlo una sola vez, para que Cris estallara en un fenomenal orgasmo. Fue tal el grito que pegó que calculo que se debe haber escuchado en todo el edificio.
No la dejé recuperarse y la seguí masturbando, no sólo en el clítoris, si no también por toda su vagina. Mis dedos resbalaban sin ningún obstáculo, e inclusive se oía el chapoteo, de tan mojada que estaba. Tubo otro orgasmo más, o tal vez fueron dos o tres encadenados; no lo sé. Esta vez fueron menos salvajes, pero no por ello los disfrutó menos. Su cara estaba desencajada, y yo no daba más.
De un solo manotazo le arranqué la bombacha (por suerte no resistió el tirón) y la apoye contra el asiento de una silla. Abrirme el cierre del pantalón, sacar afuera mi enhiesta pija y ponérsela desde atrás en su conchita, fue un solo movimiento. Realmente ni me di cuenta cómo lo hice, pero de repente me encontré cogiendo a mi hermana (y recién ahí me acordé que Cris lo era), con unas ganas como no sentía desde hacía mucho tiempo. Bastaron unas cuantas embestidas para que le descargase toda mi leche, con tanta fuerza que calculo que le debe haber llegado hasta la garganta.
Tal era mi calentura, que cuando se la saqué y la di vuelta para mirarnos, ya tenía la pija parada de nuevo. Nos miramos a los ojos, y sin decir palabra nos fundimos en un abrazo y nos besamos apasionadamente. Nuestro beso pareció eterno, las lenguas se cruzaban, se buscaban y volvían a tocarse. Cuando abrí los ojos Cris estaba como en otro mundo, totalmente entregada al placer.
Pero esto no terminaba así nomás. Si mi aparato todavía quería más (y yo también), ni hablar de Cristina. Sin casi despegarse de mí, me fue besando en el cuello, aflojó mi corbata y desabrochando uno a uno los botones de la camisa, fue besando mi pecho. Jugaba con el vello que lo cubre en abundancia y luego paso a besar mis tetillas. ¡Qué placer cuando mordisqueó una de ellas! Pensé que estallaba de nuevo.
Enseguida volvió a tomar el camino descendente, hasta que llegó a desabrochar mi cinturón y tirar los pantalones para abajo. Antes que estos llegaran a los tobillos, ella sin molestarse en bajar mis bóxer, tomó la pija entre sus manos y comenzó a acariciarla.
Al principio usó sus dedos, para luego agregar su boca, sus labios, su lengua a la tarea. Mientras acariciaba mis bolas con una mano, primero se dedicó a lamer todo el tronco de mi pija, que si bien no es muy larga, sí tiene un buen grosor. Una vez que tuvo tirada para atrás la piel, se dedicó a la cabeza. Pasó su lengua por el glande con una suavidad que me ponía a mil; la lamía, la chupaba, y yo estaba en el séptimo cielo.
Después pasó a ponérsela dentro de la boca. A medida que se la tragaba la seguía lamiendo con su lengua. Era como si recibiera un doble tratamiento; y ya no pude más. Comencé a largar chorros de semen, que primero se fue tragando, pero cuando ya se estaba atragantando corrió su cabeza para atrás y al salirse mi pija de la boca, los últimos chorros los recibió en su cara, dejándosela toda manchada y con un ojo pegoteado.
Nunca había tenido una acabada tan grande, y menos en la segunda vuelta tan seguida de la anterior. Evidentemente nunca había llegado a ese nivel de calentura.
Ahí nomás caímos los dos al piso, rendidos de momento. Cuando ella quiso decir algo, le puse un dedo sobre su boca, para que callara y pudiéramos disfrutar del momento. Ya tendríamos tiempo para las preguntas sin respuesta. Como no podía quedarse quieta, se dedicó a limpiar toda mi pija con su boca, mientras yo le acariciaba tiernamente su espalda.
Cuando me quise dar cuenta, estaba al palo de nuevo. Cris seguía lamiéndome y yo la moví un poco de forma que quedara encima de mí en un buen 69. Mientras ella empezaba a acelerar el ritmo de la mamada que me hacía, yo me entregué a lamer toda su entrepierna. Comencé por la vagina, sin tocar de entrada su clítoris, como para hacer durar un poco más la cosa. Llegó un momento que la estaba cogiendo literalmente con mi lengua. La entraba y la sacaba como si fuera una pija, mientras me iba tomando los jugos que fluían de su conchita.
Después de unos minutos así, pasé a encargarme de su "botoncito mágico" (qué cursi que soy). Las piernas de ella temblaban y no por la posición en que estaba. Fui rodeando su clítoris con mi lengua, dándole chupones con mis labios, y por último algunos mordiscos suaves. Para ella fue el acabose. Empezó a sacudirse como poseída; gritaba como si la estuvieran pelando con agua hirviendo; y comenzó a largar una cantidad de flujo que por poco me atraganto. Me bañó literalmente la cara.
Una vez que se calmó, retomó la tarea sobre mi pija. Cada vez le ponía un poco más de fuerza. Sentir su lengua que subía y bajaba por todo el tronco, mientras me sobaba las bolas con la mano, me volvía loco. Enseguida bajó un poco más la cabeza y comenzó a lamerme los huevos, se los metía uno a uno en la boca y los chupaba como si fuera una pastilla.
Aunque el hecho de que me chupen los huevos me gusta tanto o más que se dediquen a la pija, sobretodo porque pocas mujeres saben hacerlo; al detener la masturbación directa me dio un respiro, como para no acabar enseguida.
Mientras yo me puse a lamerle la zona que está entre la vagina y el ano, lo que produjo que Cris comenzara a gemir nuevamente. De ahí pasé al agujerito precioso, y en el caso de Cris, más que nunca. Era oscurito y estrecho, le fui bombeando saliva con mi boca y luego la empecé a penetrar con la lengua.
A esta altura Cris ya estaba totalmente loca de nuevo, ya que mientras le besaba el culo, le acariciaba el clítoris con mis dedos. Después fui poniendo uno de los dedos en su cola, poco a poco y sacándolo hasta el principio, y vuelta a empezar. La resistencia era mucha, a pesar de que no usaba mi pulgar, si no el índice que no es muy grueso.
Cada vez que sacaba el dedo, volvía a echar saliva en el agujero, como para irlo lubricando. Nunca me gustó usar cremas, manteca u otros elementos, creo que la saliva es el mejor lubricante, y el más natural.
Para poder distenderla lo más posible, retomé las caricias en su clítoris con una mano, mientras trabajaba su culito con la otra; y así, a medida que volvía a encenderse, fue relajando sus esfínteres y mi dedo terminó de entrar por completo. A partir de allí todo fue una tarea de dilatación. Logré cambiar mi dedo por el pulgar, y luego inclusive por dos dedos; y seguía agrandándose.
De a poco me fui escurriendo de debajo de ella, hasta situarme de rodillas por detrás. Volví a la carga con su clítoris, a fin de tenerla totalmente entregada antes de comenzar a sodomizarla. Cuando apoyé la punta de mi pija en el agujero del ano, hizo algún comentario sobre que tuviera cuidado, porque nunca lo había hecho así. A mí esto me extrañó, pero por otra parte me elevó la temperatura otros 40 grados.
Se la metí por la concha para que se lubricara con sus jugos, y le volví a meter saliva por el culo. A partir de allí comencé a presionar con la cabeza sobre su agujerito. Primero logré meter el glande, y Cris sólo emitió un pequeño gemido. Esto me animó a seguir adelante, y con un movimiento de pone y saca, aunque sin retirarla nunca del todo, fui metiendo mi pija hasta más de la mitad. Ella no se quejaba mucho, así que de un solo saque se la mandé hasta los huevos.
Ahí el grito que pegó fue de dolor, pero enseguida pasó a ser de placer. Una vez calmada de la primera impresión, empecé a bombear lentamente en su culo. Mientras trataba de acariciarle el clítoris y con otra mano alcanzaba uno de sus pechos que colgaban bamboleándose para todos lados. A medida que fui incrementando el ritmo de la cogida, y estando ella ya totalmente ida (creo que iba por su cuarto o quinto orgasmo, en esta parte de la noche), empecé a apretar sus pezones y a retorcérselos. Como se podrán imaginar, no tardé mucho en acabar en su cola. Creo que la llené de leche hasta más allá del estomago.
Cuando se fue achicando se salió sola, de tan lubricado que estaba el agujero, por mi saliva y mi semen. Me recosté a su lado y nos besamos tiernamente, muy suave, con todo el amor posible. Luego de volver a limpiarme la pija con su boca (por lo visto esto le gusta mucho, a pesar de que había estado en su culo), nos dispusimos a charlar un poco sobre lo acontecido.
Así fue como me comentó que llevaba meses sin coger, sin sentir una buena pija dentro de ella, y que estaba pensando incluso en pagarle a alguien por un servicio. No estaba dispuesta a salir de levante por ahí, y el poder solucionar el tema conmigo le había venido bárbaro.
Claro que esto fue al principio me dijo porque una vez que empezamos a coger, me di cuenta que lo iba a disfrutar como nunca. Sumado al morbo que me daba pensar que sos mi hermano, me agarré una calentura como nunca finalizó.
Le dije que a mí me había pasado algo por el estilo, y que ahora me daba cuenta que siempre la había tenido en mente, inclusive desde chicos, cuando andábamos desnudos sin ningún problema, jugando a la mamá y el papá, o al doctor, entre todos los hermanos.
No tuvimos que esforzarnos demasiado para quedar de acuerdo en que la experiencia había sido maravillosa, y que la repetiríamos tantas veces como fuera posible.
Vos serás mi único macho, a partir de ahora afirmó y mi cuerpo será sólo para vos, especialmente mi cola, ya que fuiste quien la desvirgó, tendrás su exclusividad para siempre.
Nos fuimos para su dormitorio y volvimos a besarnos, ya sin tanta pasión, pero con mucho amor. Así nos quedamos dormidos los dos, hasta la mañana siguiente. Cuando me desperté, me encontré desnudo sobre una cama ajena, con la cabeza de Cris apoyada sobre mi vientre; totalmente desnuda ella también.
Al terminar de abrir los ojos, me pegué uno de los más grandes sustos de mi vida: en la puerta de la habitación, y observándonos atentamente, estaba Ivanna. Tenía puesto sólo su camisón, que dejaba traslucir todas las formas de su cuerpo, y esto a mí, una vez que se me pasó el susto, lo que produjo fue una tremenda erección, que no alcancé a disimular con las sábanas.
Pero esto ya formará pare de una continuación de esta historia ...
Por ello les digo hasta pronto, con la segunda parte.
Un abrazo,
Billy billyarg@yahoo.com