Ivana: abusada en la oficina
Me bajó el pantalón hasta mis tobillos, la tanga roja que usaba, me la arrancó con facilidad. Se sacó el cinturón y con este empezó a golpearme la cola, fueron varios latigazos, uno tras otro, se hacía insoportable el dolor, el ardor que me generaba.
Me desempeño como gerenta en una empresa de servicios. El cargo lo conseguí porque mi padre es el dueño de la empresa, quien esta casi retirado, solo viene en pocas ocasiones.
Siempre tuve una excelente situación económica, y fui malcriada por mis padres. Y por culpa de esto lo llevé a la práctica en la empresa.
Soy rubia, pelo largo, mido 1.71 metros, ojos marrones, tengo 33 años, cuerpo trabajado de gimnasio, me realicé cirugías estéticas en mi nariz y pechos. Siempre le di importancia a lo físico.
Era el mes de enero, casi los primeros días. La mayoría del personal estaba de vacaciones, y varias cosas no estaban saliendo de lo mejor manera. Sumado a mi terrible temperamento, estaba prácticamente desquiciada.
La persona que recibió todo el maltrato junto fue Ricardo, era mi asistente, lo había contratado un par de meses atrás. Era mayor que yo por unos pocos años. Era respetuoso, puntual, se esforzaba por cumplir con las tareas, mucho mas de lo que merecía. Esa semana al estar una de las secretarias de vacaciones, todos mis pedidos cayeron a Ricardo. Desde comprarme un yogurt para desayunar, pagarme los impuestos, sacarme turno con el médico, de todo le pedí.
Mi humor estaba fatal y el jueves estalló todo.
Ese día lo volví loco a mi asistente, se me juntaron varias cosas, y lo mandé de aca para allá todo el día, lo llamaba constantemente para saber donde estaba. Estaba furiosa con el, le grité varias veces, y hasta lo insulté en una ocasión.
Eran casi las 18:45 hs, la empresa ya había cerrado a las 18:00 hs. No quedaba nadie. Llamaba a Ricardo, pero ya ni me contestaba. Me tenía que ir, para juntarme con unas amigas. Lo vi entrar con el sobre que esperaba en la mano. Entró a mi oficina. Y me lo dio sin decirme nada.
Ricardo, ya se marchaba sin decirme nada, con cara de agotado, y molesto a la vez. Le empecé a gritar furiosa preguntándole porque no me atendía. Al no contestarme seguí gritándole mas fuerte.
Se giró, su expresión furiosa, me dejó muda. Y gritó:
- Hija de re mil puta, me saturaste, que mas necesitas?, que mas necesitas?, que mas necesitas?..............
Quedé inmóvil, jamás me esperé esa reacción que realmente me merecía.
Se me acercó bruscamente, con su mano derecha, me sujetó por el cuello y me empujó contra una pared. Su mano me estaba ahorcando, pero no me resistí, estaba paralizada.
No se, si vio mi reacción que estaba por desmayarme o que, pero me soltó y me desplomé en el suelo, tosiendo, tratando de recuperar el aire.
No me dio tiempo para recuperarme, que me sujetó del cabello y me arrastró varios metros por la oficina. Quería gritar pero no podía, me había lastimado seriamente la garganta.
Me levantó de mis cabellos y me tiró contra un escritorio, el mio.
Traté de defenderme, pero me abofeteó, repetidas veces. Hasta que una de las bofetadas fue realmente fuerte, que me dejó atontada y dejé de resistirme.
Me puso de la cintura para arriba contra el escritorio, boca abajo. Con mis pies en el suelo.
Me bajó el pantalón hasta mis tobillos, la tanga roja que usaba, me la arrancó con facilidad. Se sacó el cinturón y con este empezó a golpearme la cola, fueron varios latigazos, uno tras otro, se hacía insoportable el dolor, el ardor que me generaba.
Los latigazos terminaron, pero con el cinto me sujetó el cuello, y apoyó su miembro contra mi cola. Sin penetrarme.
Me decía constantemente, que era una hija de puta, que había provocado todo esto.
Sentí la cabeza de su pene entre mis nalgas, buscando mi ano virgen. Nunca lo había entregado, y ahora por actuar como una desgraciada, me lo iban a romper.
Escupió su mano varias veces, pasó la saliva por la cabeza de su pene. Su cabeza se acomodó en la entrada de mi ano, tiró el cinto hacia atrás, mi espalda se arqueó y simultáneamente, la cabeza de su pene me penetró, grité de dolor, fue un grito corto. Sin dejar de tirar el cinto hacia atrás, seguía metiendo su miembro dentro de mi cola.
Traté de resistir su miembro, pero fue en vano, su pene fue entrando bruscamente, centímetro a centímetro.
Casi con todo su pene en mi cola, emepzó a embestir mi cola una y otra vez, con cada embestida, su pene avanzaba, cada vez mas profundo, hasta que logró penetrarme completamente.
De repente soltó el cinto que me sujetaba por el cuello, y mi cara cayó de golpe contra el escritorio.
La palma de su mano derecha, golpeó mi nalga derecha, y lo hizo 3 o 4 veces, sin dejar de penetrarme, me provocó bastante dolor, ya la tenía muy sensible por los latigazos del cinto que había recibido.
Sus dos manos me tomaron de la cintura, y la penetración fue mas dura y veloz, podía sentir el odio con el que me penetraba, me parecía increíble, que mi cola que era virgen hace unos minutos, fuese penetrada de esa manera. Por su puesto dolía, pero era soportable. Una vez que la cabeza entró, se hizo mas fácil.
-Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, hija de puta, tomala toda. Gritó.
Y se corrió dentro de mi cola.
Se tomó unos instantes, sentía su respiración agitada.
Hasta que finalmente sacó su pene de mi cola.
Sin su cuerpo presionando mi cuerpo contra el escritorio, me dejé caer sobre el suelo. Me quedé sentada con mi espalda contra el escritorio de madera.
- Abrí la boca, abrí la boca, puta de mierda.
No entendía que me pedía pero obedecí.
Sujetó su miembro y lo apuntó a mi boca y largó su orina.
Corrí la cara hacia un costado, había tragado orina, pero me sujetó del cabello nuevamente, y levantó mi cabeza, para orinarme bien de frente, su orina me mojó todo el cabello, cara, pecho, y sentía como me bañaba hacia abajo, me sentía tan denigrada y sucia como nunca en mi vida.
Se limpió su miembro con lo que quedaba de mi tanga, y se subió el pantalón.
Yo miraba hacia el suelo, pero podía sentir como me miraba.
Se puso el cinturón.
Se estaba yendo de la oficina.
- Yo ......Yo.... Quiso decir.
Sentí que era como una disculpa. Que con el pasar del tiempo de calmó y se dio cuenta que había cruzado todo límite.
Pero se fue, y me quedé sola en la empresa.
Tuve mucho tiempo de pensar. No podía moverme de la posición que estaba. Estaba en shock. Por un lado sentía que me había pasado algo terrible, pero el fondo sabía que fui una desgraciada y me lo había ganado. No todos reciben su merecido, pero yo si.
Casi una hora después me levanté y fui a mi baño de la oficina.
Mi cara estaba roja de los cachetazos, mi maquillaje todo corrido. Me limpié con una toalla húmeda. Me acomodé la ropa. Me maquillé lo mejor que pude para disimular los golpes de mi cara. Y fui al garaje a buscar el auto.
Por supuesto, no me encontré con mis amigas. Recibí varios mensajes y llamados, que no respondí. Apagué el celular y fui a mi casa.
Ya en mi casa, me duché por mas de una hora, no podía dejar de sentir el olor a la orina, me pasé la esponja una y otra vez.
No podía dejar de pensar en que hacer, si denunciarlo, despedirlo, hacer como si nada pasó. Esa noche casi no pude dormir, solo concilié el sueño un par de horas.
A las 07:00 am, sonó el despertador. Me sentía un despojo, por la falta de sueño, el stress que sufrí y claro, los golpes.
Me duché, fue una ducha mas larga de lo habitual. Pensaba en el día anterior y me costaba creer que realmente pasó. Mientras me peinaba vi las marcas de dedos en mi cara y observé las marcas de mi cola que habían dejado los latigazos, era la prueba que no lo había soñado. Me maquille mas de lo común para cubrir las marcas. Desayuné. Y fui al trabajo.
Había tomado una decisión. Iba a hacer como que nada había pasado. Por su puesto, Ricardo no seguiría siendo mi asistente. Lo ubicaría en un lugar que no tendría contacto conmigo. Pensé en que no quería quedar como una mujer violada, y por otro lado, no justificaba su reacción pero estoy segura, que ayudé a que lo haga. Pensé en también si tenía familia, y no quería estropear su vida, por una reacción desmedida de un momento, y además había sentido que estaba arrepentido.
Llegué al trabajo, estaba temblando. Si bien, ya tenía resuelto todo, me costaba enfrentarme a cruzarlo.
Pregunté a la secretaria si había novedades. Me dijo varias cosas que no pude procesarlas, hasta que en un momento escucho el nombre Ricardo.
Le pregunté que pasaba con Ricardo.
Me dijo que no se había presentado, y no había llamado para avisar.
Me despedí de la secretaría y fui a encerrarme a mi oficina.
Ese día hice lo mínimo e indispensable. No atendí clientes y rechacé todas las llamadas.
Pasaron los días y Ricardo nunca apareció.
La oficina de legales le mandó una carta documento, para que se presente a trabajar o lo consideraban despedido.
La cual nunca respondió.
Contratamos un reemplazo para Ricardo, y claro, ya nada fue igual para mi.
Desde ese día fui una mejor empleadora y cambié lo mejor que pude la atención con mis empleados.
Fue una experiencia rara, como un sueño, que a veces creo que me la imaginé, mas por el hecho que hice como que nada sucedió y seguí con mi vida.