Iván y Edgar: Una fiesta... nuevos caminos.

«¡Ouch!» gritó de dolor «Joder ¡cómo duele!» me dijo mientras yo me quedaba atontado por el golpe… «lo lamento – exclamé con rapidez, pues no me había dado cuenta de que había caído justo encima suyo»

IVÁN Y EDGAR. EL COMIENZO.

MAYO 2006.

IVÁN

¡Hola! Mi nombre es Iván Rosales, actualmente tengo 17 años, estoy a nada de terminar la preparatoria y me siento muy emocionado por poder ingresar a la universidad en donde podré conocer gente nueva y profesores de los que seguro podré adquirir grandes experiencias. Podría decirse que estoy en el mejor momento de mi vida, puesto que tengo el mejor promedio de mi clase, trabajo por las tardes en una tienda de ropa vendiendo playeras para adultos, que es lo que más me gusta de mi trabajo, pues la mayoría de mis clientes son hombres de edades entre 19 y 27 años, y más de uno me ha robado algún suspiro… aunque siempre es lo mismo, pues son chicos inalcanzables para mí.

Debo admitir que, además de mi personalidad un poco “rara” por así decirlo, pues no soy tan efusivo que digamos, pero sé demostrarle a mi manera a las personas que las quiero y que son importantes en mi vida; no tengo tan mal aspecto físico, ya que me esfuerzo todos los días por mantener mi peso, aunque no pueda tener un cuerpo escultural como los modelos famosos… o como mi novio el guapísimo William Levy… en fin, no pretendo tener nunca un cuerpo así, pero por lo menos soy delgado pero no al grado de aparentar un estado de desnutrición, como le dicen a los chicos que se ven extremadamente delgados.

Una de las cosas que odio de mí es que siempre ando fantaseando con chicos que sólo son mis “novios” en mis sueños, pero que en realidad son chicos que mi propia mente genera… es lo malo de ser soltero, aunque no pierdo la esperanza de encontrar al “chico de mis sueños” algún día. Estaba acomodando las playeras en exhibición cuando de pronto llega Laura García, mi compañera de trabajo y también una de mis mejores amigas.

-       Hola Iván – me dijo mientras me daba un beso en la mejilla – si no vengo a verte, ni te acordarías de mí – exclamó y enseguida cruzó sus brazos e hizo una mueca triste – qué malo eres.

-       Pero si tú me ganaste – exclamé – ya estaba por ir a buscarte, en cuanto terminara de acomodar las playeras – dije para no hacerla sentir mal, pues con los ojos de mi jefe puestos en mí constantemente, se me hacía cada vez más difícil poder salir del departamento.

-       Bueno, no importa – me sonrió – adivina cuáles son las novedades – dijo entusiasmada.

-       ¡Ya sé! – exclamé – Me vas a decir que lo pensaste mejor y como eres muy buena amiga, has decidido dejar a Fernando para que yo lo pueda seducir – dije en tono burlón.

-       Eso quisieras, menso – respondió mientras me sacaba la lengua a modo de juego al mismo tiempo que me daba un ligero pellizco en mis mejillas – sé que estás tan enamorado de él que mueres por tenerlo, pero qué lástima, yo te lo gané – dijo en tono triunfal.

-       Obvio no – exclamé con rapidez – es tan infantil que ni en un millón de años podría gustarme – le dije mientras tomaba otra playera para acomodarla – por cierto ¿cómo vas con Tania?

-       ¿Tania Bernal? – preguntó rápidamente – no entiendo a qué te refieres.

-       No te hagas – le sonreí – el sábado no le quitabas los ojos de encima.

-       ¿Yo? – exclamó sorprendida – ¡Obvio no! Es “x” para mí… además, no es mi tipo.

-       Si claro – le dije en tono irónico – ya veremos.

Después de nuestra charla, Laura vio que su jefe estaba cerca de nosotros, así que decidió despedirse y regresar a su departamento, no sin antes decirme que en la salida del trabajo quería invitarme a tomar un café para platicar con más tranquilidad de todo lo que quisiéramos; sinceramente, Laura es mi mejor amiga, compañera y confidente, y no sé qué podría hacer yo sin ella; aunque algunas veces tengamos diferencias y peleemos, el cariño que nos tenemos siempre termina uniéndonos.

ANTONIO.

Hola a todos, mi nombre es Antonio Ramos, actualmente tengo 18 años, y por si se lo están preguntando, soy compañero de trabajo de Iván. Debo admitir que no soy el típico chico modelo que deja atontados a todos a su alrededor por lo guapo, pero me considero bastante coqueto; tengo piel morena, ojos miel, cabello oscuro ondulado y nariz refinada que combinan con mis labios gruesos y, lo mejor de todo, aunque no tengo un cuerpo de modelo, por lo menos estoy delgado pero no con la piel pegada al hueso.

Me siento privilegiado con la vida que he llevado hasta el momento, siempre obtengo lo que quiero en el momento que más me convenga, y por lo regular todo me sale bien… excepto una cosa… y es que, digamos, mi relación con Iván no es como yo lo había planeado desde que él empezó a trabajar aquí… y en parte, ha sido por mi propia culpa.

Tengo la buena suerte de trabajar vendiendo trajes para caballeros, y bueno, también debo admitir que la mayoría de mis clientes son hombres de una edad entre los 25 y 35 años, que, para ser sincero, son bastante guapos… aunque eso sí, odio cuando Luis viene por mí, ya que según él, coqueteo con quien se deje.

-       Hola Antonio – me saludó Iván – disculpa ¿de casualidad no tendrás grapas?

-       ¿Y por qué me preguntas a mí? – le dije molesto – Deberías de pedirlas en el almacén.

-       ¡Huy! Lo siento – dijo molesto – lamento molestarte, con permiso.

-       No, espera – dije con rapidez mientras él volteaba a verme sorprendido – perdón, he tenido un mal día – dije mientras buscaba un paquete – aquí están las grapas.

-       Gracias – me dijo – me tengo que ir – estaba por irse cuando volteó a verme de nuevo – sabes, deberías tratar mejor a las personas, todos aquí somos compañeros ¿o no?

-       Sí, tienes razón – dije apenado – y te pido una disculpa, sé que desde que llegaste no te he tratado para nada bien – suspiré – y me gustaría que empecemos de nuevo ¿te parece?

-       ¿Es en serio? – preguntó confundido – ¿o sólo estás jugando?

-       Es en serio – sonreí – bueno, mi nombre es Antonio Ramos, mucho gusto.

-       Iván – dijo algo serio – Iván Rosales.

-       ¿Quieres ir a una fiesta? – pregunté – tengo entendido que tú y yo tenemos el mismo día de descanso y, bueno, no sé, me gustaría conocerte – le dije – quizás podamos ser buenos amigos ¿qué dices?

-       ¿Descansas el viernes? – me preguntó.

-       Sí, exacto – confirmé – no es algo grande que digamos, es más que nada una tarde noche entre amigos, ya sabes, hablar, bailar un poco, tendremos botanas y algo de bebidas.

-       Si – me dijo – por lo regular no voy a fiestas pero… una vez que vaya no me sentará mal, supongo…

-       No te preocupes – sonreí – te lo aseguro que te divertirás como nunca.

Iván se dio media vuelta y regresó a su lugar, mientras que mi compañero Arturo Hernández se me acercó con cara de sorpresa y confusión, supongo que era por lo que acababa de pasar… de todas formas, no entiendo… ¿por qué lo invité? No sé, a veces hago cosas sin pensar y… bueno, creo que esto fue una de esas veces.

Estaba a punto de retomar mis actividades cuando me llegó un mensaje a mi móvil, por lo que decidí entrar en la bodega y revisar mi celular; era Gabriel… como me molesta que me escriba tonterías, y mucho más molesto es que sabe que estoy trabajando y aun así lo hace; por lo que decidí realizar una llamada telefónica.

-       ¿Qué pasó, Gabriel? – pregunté molesto – Estoy trabajando.

-       Sólo quería saber si ya se te pasó el coraje de anoche – respondió – mira, sé que estuvo fuera de lugar y quería saber…

-       Mira – respondí cortante – no tengo tiempo de platicar ahora – empecé a decirle – además, ya habíamos quedado que iría a la fiesta ¿o no? No te entiendo, ¿qué te preocupa, Gabriel? No cancelaré eso – dije – pero después de tu fiesta – suspiré – olvídate de mí para siempre.

-       Idiota – me respondió molesto – haz lo que quieras, por mí no hay problema – dijo – sólo recuerda que tenemos una plática pendiente y tarde o temprano la tendremos que hacer.

-       Está bien – dije – espero terminar todo en la fiesta, así ya no tendré ningún tipo de relación contigo.

Después de finalizar la llamada, sinceramente me quedé pensando en todo lo ocurrido «¿en qué estaba pensando cuando decidí ser su novio?»; luego empecé a recordar algunas cosas que, de algún modo, me llevaron a tomar la decisión de la cual, sinceramente, en estos momentos considero que fue la peor de todas.

GABRIEL.

Me quedé pensando en la conversación que tuve con Antonio; sinceramente en esta ocasión sí está bastante enfadado… aunque tengo la certeza de que en unos días todo regresará a la normalidad.

Me estaba terminando de vestir cuando me llegó el mensaje de David Ramos «me encanta vivir situaciones extremas contigo, lástima que en ese momento nos vio tu novio» No entiendo cómo ocurrió, pues siempre he procurado que Antonio no se entere de lo que pasa con otros chicos… fue mala suerte, supongo, nada que no se arregle en unos días… Antonio es tan imbécil que me perdonará de nuevo. Decidí realizar una llamada telefónica justo cuando terminé de arreglarme.

-       Hola – saludé tranquilamente – ¿qué pasó?

-       Sólo quería saber… ¿Qué pasó con Antonio?

-       Nada que no se pueda arreglar – contesté – ya sabes cómo es.

-       Pues te diré – me empezó a decir – creo que ya empieza a cansarse de tus actitudes.

-       ¿Cuáles actitudes? – pregunté sorprendido – además, te recuerdo que no soy el único que lo traiciona ¿o acaso no lo haces tú también?

Me quedé viendo fijamente su cara, su expresión tan sínica… aunque no estoy en condiciones de quejarme, pues de algún modo tiene razón, pues ¿qué amigo le jugaría chueco a su “mejor amigo” y más tratándose del novio del amigo?

EDGAR.

¡Hola a todos! ¿Cómo están? Se preguntarán por qué les hablo con tanta familiaridad si ni siquiera me conocen ni saben nada de mí… bueno, ésa pregunta es muy fácil de responder.

Antes que nada empezaré contándoles un poco de mi vida, actualmente tengo 17 años, estoy en el último grado de prepa y mi sueño es entrar a la universidad, conocer nuevos amigos, y bueno, también amigos con derechos y, por qué no, quizás encuentre al amor de mi vida… en fin, mientras llega ese chico especial, pues ¿por qué no disfrutar la vida? Aunque, si les soy sincero, no me veo en una relación formal… eso de tener un novio, como que no me va… prefiero disfrutar la vida, como dije antes, aunque quién sabe y conozca a ese chico que me haga cambiar eso… bueno, si sí, pues bienvenido, y si no, pues no pasa nada.

Bueno amigos, ¿qué más les puedo contar? Pues soy un chico de tez morena, ojos cafés, nariz chata y labios gruesos, delgado y bueno, ahora que he empezado a hacer ejercicio, empiezo a moldear mi cuerpo como siempre lo he querido tener… por cierto ¿qué hora es? ¡Dios mío! Es tardísimo, tenía que estar hace cinco minutos en la entrada del instituto… bueno, espero que los profesores sean más tolerantes que los de mi escuela anterior, es mi primer y último grado que tomaré en esta escuela, aunque como siempre me exigen puntualidad, como dice el profesor Diego Arias de mi escuela anterior “muchacho, si quieres progresar y entrar a la universidad, debes procurar llegar temprano, no todos los profesores somos tan flexibles” bueno… ya veré qué hacer con eso.

Me preparé un desayuno ligero como todas las mañanas, puesto que mi madre trabaja desde muy temprano y no tiene tiempo para preparármelo… en fin, aun así estoy feliz, pues mi madre dice que mi padre era un tipo homofóbico… agradezco que nunca lo conocí, pues murió cuando aún era niño. Cuando terminé de desayunar, me apresuré en dejar todo limpio y tomar mi mochila para ir a mi nuevo colegio.

¿Por qué mi nuevo colegio? Es muy fácil; hasta apenas la semana pasada mi madre y yo vivíamos en un pequeño apartamento del estado de Coahuila, al norte de México, un país que amo por sus costumbres y sus monumentos; en fin, allí estaba estudiando en un instituto y me dolió despedirme de mis compañeros y mis amigos pero, sobre todo, me dolió despedirme de Andrés, mi mejor amigo desde la infancia… cómo quisiera que estuviese aquí, mi día en el nuevo instituto sería muy divertido.

Al llegar al instituto, lo primero que hice fue revisar mi horario para saber en dónde me tocaría estar; me apresuré a observarlo, pues no tenía mucho tiempo para que diera inicio la primera hora de clase; busqué el salón y entré esperando que el profesor no estuviese aún allí, y por suerte, fue así.

Al entrar saludé a todos en general, y me dispuse a sentarme en las últimas bancas del salón, pues nunca me ha gustado estar enfrente de los profesores… ya saben, soy inquieto por naturaleza y bueno, ya se imaginarán el resto; apenas me senté, llegó una chica de pelo rubio, alta y delgada, la cual muy amablemente me pidió que le cediera el lugar puesto que ella siempre se ha sentado allí.

-       Disculpa, no sabía que… - empecé a decirle, completamente apenado.

-       No te preocupes – dijo con una sonrisa – y bienvenido.

-       Muchas gracias – sonreí y me dispuse a buscar otro lugar en donde poder quedarme.

De repente vi a ese chico sentado solo en un asiento de la primera fila del salón… para mi mala suerte, el asiento que está a su lado es el único que queda desocupado. «Odio sentarme en la primera fila» pensé mientras me acercaba apresuradamente hacia él.

“Buenos días – le sonreí amablemente – disculpa ¿me puedo sentar aquí?” le pregunté con amabilidad; mientras que él estaba revisando sus notas; de repente cerró su libreta, me observó fijamente y le echó un vistazo rápido al salón para comprobar si habían lugares vacíos, lo cual evidentemente no era así.

-       Está bien – dijo un poco molesto – adelante, siéntate.

-       Muchas gracias – le respondí mientras tomaba asiento – por cierto, me llamo Edgar López.

-       Iván Rosales – me dijo – mucho gusto.

El día transcurrió sin novedades y entre cada cambio de clases procuraba entablar alguna conversación con mi nuevo compañero Edgar… aunque es muy difícil, puesto que es muy callado y reservado… sinceramente le hablo porque me cae bien, porque normalmente evito a este tipo de personas, pero Edgar… no sé, tiene algo especial que no me permite apartarme de él.

Al finalizar la clase sólo bastaba una hora más… y por fin podría salir de la escuela «necesito dinero, necesito trabajar… pero ¿en dónde puedo empezar?» me preguntaba mientras se acercaba una morena que desde que empezó la última clase se me quedaba viendo con insistencia.

-       Hola – me dijo – me llamo Cinthya Martínez, mucho gusto.

-       Hola – respondí – soy Edgar, el gusto es mío.

-       ¿Eres nuevo por aquí verdad? – me preguntó – digo, porque no recuerdo haberte visto antes por aquí.

-       Sí, bueno… - empecé a decir – ya ves, ando un poco desorientado, supongo.

-       Jajaja – sonrió carismáticamente – tranquilo, todos pasamos alguna vez por lo mismo. ¿A qué te dedicas aparte de estudiar?

-       ¡Yo! – exclamé sorprendido – bueno, eh… mmm… pues por el momento a nada.

-       Y supongo que necesitas dinero, no es así – preguntó cortésmente.

-       Bueno, pues… si – dije – apenas estoy buscando empleo.

Cinthya me comentó que su amiga Tania Bernal la recomendó en un empleo muy bueno de medio tiempo, en donde podrá tener ingresos sin descuidar sus estudios, además le comentó que el ambiente es muy grato, pues la mayoría de los empleados son jóvenes.

-       ¿Por qué no me acompañas a dejar una solicitud? – me preguntó – digo, si estás interesado.

-       Bueno – respondí - ¿por qué no?

-       Muy bien – sonrió – ¿podrás esta tarde después de clases?

-       ¡Sí, claro! – respondí – me parece una magnífica idea.

Como acordé con ella, saliendo de clases fuimos a dejar mi solicitud y, después de una breve entrevista, terminé fijando mi fecha de ingreso y mi sueldo, lo cual me tenía bastante emocionado, pues sería mi primer empleo con el que yo pueda tener ingresos económicos sin depender de nadie.

EL VIERNES DE LA FIESTA.

IVÁN.

Me arreglé lo mejor que pude mientras esperaba ansiosamente la llamada de Laura, pues me comentó que pasaría por mí junto con unos amigos de ella que al final decidieron ir; me senté en mi cama mientras observaba mi móvil con ansiedad, cuando de pronto me entró una llamada.

-       Hola Iván – me saludó Laura - ¿ya estás listo?

-       Desde hace una hora estoy esperándote – respondí – ya es tarde.

-       Ya no tardamos – dijo – estoy a cinco minutos de tu casa.

-       ¿No tardamos? – pregunté sorprendido - ¿con quién vienes?

-       Ya lo sabrás – me dijo – ya estoy llegando, baja.

Me quedé impaciente afuera de mi casa esperando unos minutos que se me hicieron como dos horas; de pronto un auto se acercó lentamente mientras se escuchaba el claxon, a lo que de inmediato me acerqué a él.

-       Hola Lau – la saludé - ¿todo listo?

-       Sí Iván – respondió – entra, vámonos.

En el momento en el que abrí la puerta me di cuenta de que Edgar estaba ahí, lo cual fue una tremenda sorpresa para mí, pues todo me esperaba menos tener que verlo hasta en mi día de descanso «vaya día, justo cuando pensé que descansaría de verlo por lo menos hoy… lo veo aquí».

Edgar se hizo a un lado para que yo pudiera sentarme, y apenas cerré la puerta del automóvil, Laura avanzó con bastante rapidez para que pudiésemos llegar lo antes posible a la fiesta, en donde ya se escuchaba la música a todo volumen.

En cuanto abrí la puerta del auto, no dudé ni un segundo en acercarme hasta donde estaba Laura para evitar estar al lado de Edgar; y todos nos dirigimos al interior de la casa donde estaba la fiesta, en donde ya se encontraba Gabriel platicando con unos amigos suyos; en cuanto nos vio entrar se acercó con rapidez.

-       Hola chicos – saludó – me da gusto que estén aquí, pasen ¿les sirvo algo de tomar? O quieren algún aperitivo – dijo – con confianza, pasen por favor.

ANTONIO.

Estaba revisando mi móvil para ver si no tenía algún mensaje o llamada, cuando llega Arturo para decirme «adivina quién acaba de llegar» mientras yo lo veía sin poder entender a qué se refería con esa pregunta.

-       Iván está aquí – dijo - ¿no recuerdas que lo invitaste a la fiesta?

-       Es verdad – respondí – bueno, ahora voy.

Ambos nos dirigimos a donde estaban los chicos y saludé a Laura, mientras Iván me veía sin apartar la mirada; posteriormente empezamos a hablar de temas sin importancia y a reír como locos, cuando de pronto vi que Iván se sentó en una silla que estaba apartada de nosotros… se veía algo incómodo, así que decidí acercarme a él y platicar un poco.

-       Hola Iván – lo saludé - ¿qué haces aquí solo?

-       Pues no me siento cómodo aún – dijo – no los conozco a todos.

-       Sí – respondí – sé lo que se siente. Oye, lamento la forma en la que te traté cuando nos conocimos en la empresa – empecé a decir – has de creer que soy un pesado.

-       No te preocupes – sonrió – quizás podamos llegar a ser buenos amigos como dijiste.

-       Así es – respondí – Por cierto, acabo de recordar que tenía que ir a comprar una bolsa de hielo ¿Quieres acompañarme?

-       ¿Yo? – preguntó asombrado – E… está bien – dijo con timidez – vamos.

Me disculpé con los chicos y les dije que no tardábamos, pues sólo íbamos a ir al centro comercial cercano a comprar un par de bolsas de hielo; ambos salimos y me acerqué a mi carro para quitar el seguro y abrirle la puerta; él quería irse en los asientos traseros pero le dije que no había ningún problema, que por favor se sentara enfrente.

Nos dirigimos al centro comercial y realizamos las compras con rapidez, posteriormente llegamos al carro y mientras estaba acomodando la bolsa de hielo que yo llevaba, sin querer a Iván se le cayó la otra bolsa de hielo, a lo que de inmediato me apresuré a ayudarle a levantarla y, sin saberlo, nuestras manos rozaron, mientras nos veíamos lentamente.

-       Discúlpame – le dije – no fue mi intención.

-       No hay problema – respondió apenado.

Entramos al auto y nos dirigimos de nuevo a la fiesta; el trayecto se tornó incómodo, pues había un silencio total, y ninguno de los dos nos atrevíamos a decir algo, hasta que yo decidí romper ese molesto silencio.

-       Lo lamento – dije – no pienses mal de mí.

-       Lo sé – respondió – tienes novio.

-       ¿Entonces quieres decir que podría pasar algo entre nosotros – empecé a decir con rapidez – si yo no tuviese novio? – pregunté lo más rápido que pude «Por Dios, ¿por qué pregunte eso?»

Justo en ese momento estábamos llegando, así que me estacioné y lo ayudé a bajar para posteriormente entrar con las compras «está decidido» pensé «ahora mismo termino mi relación con Gabriel… no entiendo en qué pensaba cuando comencé a ser su novio… si es un completo idiota»

Apenas me desocupé, me dirigí hacia donde estaba Gabriel, quien ya se encontraba coqueteándole descaradamente a uno de sus amigos «vaya tipo, y en mi propia fiesta lo hace… es el colmo, ¿cómo le he podido aguantar tanto?» me acerqué lo más rápido posible y le pedí hablar a solas un segundo.

-       ¿Qué sucede? – me preguntó mientras nos acercábamos a un rincón para hablar - ¿Por qué me interrumpes si ves que estoy con mis amigos?

-       ¡¿Es en serio?! – exclamé molesto – ya me hartaste; no sé cómo te pude pasar todo esto – empecé a decir – nunca me has dado mi lugar.

-       Ay por favor – dijo – no seas dramático… además, siempre me terminas perdonando.

En el momento en que escuché esas palabras, entendí que mi relación con él ya no era posible «¿en serio, todo esto se lo perdonaba una y otra vez?» Sentía tanta rabia que en ese momento me abalancé sobre él mientras le pegaba fuertemente… sí, ahí mismo, en esa fiesta... y obvio, él también me empezó a golpear.

Mi coraje era tan fuerte que no sentí dolor alguno, tan sólo quería golpear algo (o a alguien) para sacar toda la frustración, la rabia, la desesperación… habían bastantes emociones negativas rondándome en ese momento… hasta que sentí que alguien me jalaba del cuerpo para intentar separarnos.

-       Antonio, ven – dijo la voz con tono de preocupación – no tiene caso que se estén pelando… ¡ay por Dios, mira cómo quedaste! – me dijo mientras observaba quién era él… y vaya sorpresa que me llevé, al ver que se trataba de Iván.

Me apoyé en su hombro mientras me ayudaba a sentarme en un sillón «mira cómo estás, mejor pedimos un taxi y te llevo a tu casa, no te puedes quedar así» Se levantó y volvió en pocos minutos con algunas servilletas con las que me ayudó a limpiarme la sangre.

«No te preocupes» le respondí «Estaré bien, no pasa nada» le dije pero, al intentar levantarme, un dolor tremendo en el costado derecho me hizo caer de lo fuerte que se sentía «¡Joder, qué dolor!» Exclamé mientras caminábamos hacia el exterior de la casa.

Como era de esperarse, la fiesta terminó en ese momento, y todos los presentes empezaron a despedirse; Laura se acercó a mí para desearme que pasara una buena noche y despedirse, al mismo tiempo que le decía a Iván que lo esperaba en el auto, a lo que él respondió que sólo le diera unos minutos, para cerciorase de que estuviese más tranquilo; no supe cuándo pasó, pero llegó un momento en el que el ambiente se quedó en silencio.

-       Vaya fiesta – me dijo mientras me observaba sentado desde un sillón justo frente a mí – ¿En dónde está el alcohol y algunas gasas para curarte la herida de tu frente?

-       No te preocupes – le dije – se te hace tarde, te están esperando.

-       Si me preocupo – me dijo – apenas te conozco, pero sé que puedes ser un gran nov… - pausó su voz al sentir que iba a decirlo, tosió y terminó la frase – un gran amigo.

Me quedé en silencio unos segundos, cerré los ojos y le pedí que por favor me ayudara a subir hasta mi cuarto, y que por el traslado no se preocupara «¿sabes manejar?» le pregunté «si quieres puedes irte a casa en mi coche, ya después te llamo para ir por él»

IVÁN.

Cuando me ofreció su coche, me sentí demasiado apenado «no lo puedo aceptar» pensé «además, apenas lo conozco y…» «no, no es prudente hacer esto» exclamé en voz alta sin querer, pero él me intentó convencer de llevármelo.

-       No puedo – le dije – en serio, sería un abuso de mi parte.

-       No es un abuso – respondió – te lo estoy ofreciendo de todo corazón.

-       Pero no sé manejar – le dije – además, no tienes mi número.

-       Del número no hay problema – sonrió mientras abría la puerta de su habitación – ahora mismo lo escribo en un papel para dártelo.

Al entrar, intentó encender la luz, pero como su cuarto estaba demasiado oscuro, tropezó con algo y se sujetó de mi brazo para evitar caerse, lo cual lo único que provocó es que cayésemos los dos al piso.

«¡Ouch!» gritó de dolor «Joder ¡cómo duele!» me dijo mientras yo me quedaba atontado por el golpe… «lo lamento – exclamé con rapidez, pues no me había dado cuenta de que había caído justo encima suyo»

Intenté levantarme pero él me agarró con fuerza y, sin esperarlo, me robó un beso… el primer beso de mi vida con un hombre... «Esto no está bien» pensé mientras me intentaba zafarme de sus labios.

-       Lo lamento – dije mientras me incorporaba y buscaba el interruptor – esto es un error… no puede volver a pasar.

-       Claro que no es un error – dijo justo cuando se apoyaba del suelo para levantarse – sólo pasó porque debía ser así.

-       No te levantes aún – dije mientras me acercaba lo más rápido posible para ayudarlo a levantarse – con tanto golpe, no estás bien.

Lo ayudé a llegar hasta su cama, y justo cuando recargó su cabeza sobre la almohada, me jaló del brazo hasta que alcancé sus labios «no sé qué tienes, pero como sea, me vuelves loco» me dije mientras me abrazaba y empezaba a conocer mi aroma, mi cuerpo… «¡Dios santo! Qué bien hueles…» exclamó.

Poco a poco nos fuimos envolviendo, dejándonos llevar por el momento, hasta que lo intenté detener con timidez «jamás lo he hecho con nadie… y no estoy seguro de esto ahora» dije mientras sentía cómo mi cuerpo temblaba involuntariamente… no sabía si de placer o de miedo.

«No te preocupes» me susurró al oído «prometo no lastimarte» dijo mientras seguía acariciando mi cuerpo, mi piel, y poco a poco nos fuimos quitando la ropa hasta que sentimos nuestra piel desnuda, una sobre la otra… su calor era inigualable.

ANTONIO.

«Este chico es único» pensé. De pronto, él me detuvo para que poco a poco fuese recorriendo mi cuerpo, besándolo con delicadeza, como si fuese una parte frágil que pudiese romperse con el más leve movimiento… «¡Dios! – exclamé – con cuidado» le dije mientras él comenzaba a saborear mi pene… me sentí en la gloria.

Poco después, se incorporó y se acostó a mi lado, mientras yo lo besaba despacio una y otra vez… tan sólo podía escuchar nuestros latidos tan acelerados «tengo unos cuantos preservativos en la mesita de noche» le dije «no te preocupes, no pasará nada que tú no quieras».

-       Sé que te dije que no estaba seguro – me dijo – pero ahora mismo quiero experimentar… sólo que ten cuidado, es mi primera vez.

-       Entonces no creo que sea el momento adecuado – le dije – la primera vez debe ser algo especial para ti… no quiero hacerte daño.

-       Estoy consciente de los riesgos – dijo – es mi cuerpo, y aun así he decidido hacerlo justo aquí, ahora… y contigo.

-       ¿Por qué yo? – le pregunté; sin embargo, no hubo respuesta, pues él me colocó el preservativo y poco a poco fue moviéndose para que mi pene entrara con bastante cuidado dentro de él, al mismo tiempo que temblaba todo su cuerpo.

Él se movía despacio, estaba temblando y sudando, mientras me besaba con suavidad… en ese momento todo el dolor y el coraje se esfumaron de mi cabeza… tan sólo estaba él, entregándome su ser sin esperar nada a cambio. «Porque sencillamente, creo que me estoy enamorando de ti» susurró, al mismo tiempo que ambos quedábamos rendidos y terminamos dormidos, juntos… abrazados… «Esto fue incomparable» pensé mientras cerraba los ojos y todo comenzaba a quedar a oscuras.


Bueno, antes que nada, espero que la historia les agrade... hace tiempo que no paso por aquí, por cuestiones de trabajo y estudios; sin embargo, me había quedado con las ganas de publicar una historia más hasta que por fin está aquí, justo ante ustedes, y espero la disfruten mucho.

Reitero mi correo electrónico, lupecito24@gmail.com para los que gusten escribirme, aunque a veces pueda tardar en contestar, de todos modos siempre me doy tiempo para leer mis correos. También les dejo el link de mi perfil en Facebook.

Saludos.

Lupecito.

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