Iván y Edgar: Sentimientos encontrados.

Iván se siente entre la espada y la pared, pues en estos momentos su mente y su corazón se deben dividir en dos... por un lado, Edmundo le ofrece una vida en pareja... pero, por otro lado, sólo piensa que debería hacer lo que esté en sus manos por esperar a que Edgar se mejore y poder decidir.

IVÁN Y EDGAR.

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS.

ENERO 2007.

EDGAR.

Me acerqué con cautela a la puerta y toqué el timbre, esperando con ansias poder verlo de nuevo… y ¡oh, sorpresa! Allí estaba, tan tranquilo y con su toque de inocencia que lo caracteriza; apenas lo vi, mi corazón comenzó a palpitar y sentí que en ese momento el tiempo se detuvo por completo, apartando todo lo que había alrededor nuestro… sólo él y yo, como siempre debió ser.

-      ¿Edgar? – preguntó casi en sollozos – No sabes cuánto esperé este momento, pensé que me habías olvidado, que ya no era nadie en tu vida.

-      Tonto – respondí mientras lo abrazaba – sabes que me equivoqué porque estuve a punto de dejarte ir para siempre, pero te amo tanto que no pude ni jamás podré hacerlo.

-      Lo lamento – dijo apartándose de mi – pero ya es tarde… para ti, para mí… para lo nuestro.

-      ¿Qué quieres decir? – pregunté - ¿acaso ya no me amas?

-      Más que a nadie – respondió – pero tardaste tanto… me he casado con alguien más.

En ese momento sentí cómo mi corazón se partía en un montón de trozos al saber que ya había perdido al chico de mis sueños… no sabía qué hacer, ni qué decir, tan sólo podía verlo mientras el dolor invadía mi cuerpo entero y comencé a sollozar…

IVÁN.

Apenas llegamos al hospital, Jess y yo nos dirigimos al mostrador y preguntamos por Edgar, cuando vi a una señora sentada en la sala de espera, la reconocí de inmediato; era su madre, a quien me acerqué con cautela.

-      Buenas tardes – saludé con cierta reserva – soy Iván Rosales.

-      Hola Iván – respondió – Edgar sigue inconsciente.

-      ¿Qué han dicho los médicos? – pregunté ansioso – Se recuperará pronto ¿verdad?

-      Me gustaría que así fuera – sollozó – pero está grave – dijo mientras pasaba al llanto – los médicos no me han dicho nada.

-      Edgar es fuerte – le respondí – más que usted, que yo y que todos los que lo queremos – dije mientras intentaba contener mi llanto – él pronto estará de nuevo con usted, él no nos puede abandonar – dije mientras rompía en llanto – soy tan estúpido… por mi culpa él está así.

-      No es tu culpa – dijo – a pesar de que no nos conocíamos, Edgar hablaba mucho de ti.

No dije nada más, tan sólo me senté a su lado y ella tomó mis manos entre las suyas, mientras me agradecía todo el cariño que demostraba tener por su hijo, sobre todo en esos momentos, y que le hubiera gustado conocerme en otras circunstancias.

WILLIAM.

Me desperté sin ánimos de nada, cada día que pasaba era una tortura para mí, pues sin Dan siento que todo mi “mundo perfecto” que había construido, se desmoronó en tan sólo un segundo, como si hubiese sido un castillo de arena destruido de repente con las olas del mar, pues, sin él, ya nada tenía sentido para mí. Me quedé observando el techo sin pensar en nadie más que en él, hasta que una voz me devolvió a la realidad… aquella que tanto odio y de la que no puedo salir por más que intente.

-      Aquí tienes tu pago – me dijo el cliente en turno – espero que nos veamos de nuevo.

-      Por supuesto – respondí desanimado – es lo más probable.

-      Supongo que guardaste mi número cuando te contacté – dijo – me gustaría quedar de nuevo.

-      Mientras la paga sea buena – respondí – no tengo ningún problema.

Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño mientras mi cliente se quedaba en cama un rato más; tomé una ducha, guardé el dinero que me entregó en mi pantalón y salí de aquella fría habitación de hotel que estaba igual de vacía que mi alma y mi vida, mientras mi pecho me dolía al añorar aquellos momentos que pasé con él.

Durante el trayecto en el autobús, comencé a recordar aquellos momentos que pasé con Dan… y es que aun no entiendo cómo pude ser tan estúpido al hacerle tanto daño a la persona con la que tenía todo lo que pude desear y más… y lo eché a perder todo por alguien que buscó destruir lo nuestro para que al final… ya no esté conmigo.

Apenas entré a mi departamento, me dejé caer sobre el sillón con desánimo y me disponía a ver TV cuando llamaron a la puerta, a lo que decidí atender lo antes posible a quien me visitaba, pues no estaba en el mejor momento para recibir visitas… lo único que deseaba era hacer cualquier cosa… lo que fuera para poder olvidarme de él y que no me duela tanto el corazón por ser un estúpido al perderlo de la peor manera.

-      Hola – me saludó Gerardo con una sonrisa radiante - ¿cómo te encuentras?

-      Pésimo – respondí – estoy harto de esta vida.

-      ¿No te ha buscado él? – preguntó.

-      Para nada – suspiré – Dan ya ni se ha de acordar de mí.

-      ¿Y Chris no te ha buscado? – preguntó de golpe.

-      Que ni lo intente – respondí enfurecido – todo esto es por su culpa… - golpeé la pared – me hizo perder lo más valioso de mi vida.

Gerardo no hizo más comentarios al verme tan molesto; tan sólo suspiró, se acomodó en el sofá y me dijo que tenía información importante sobre nuevos posibles empleos, para que pudiera cambiar un poco mi miserable vida que llevo ahora... aunque, siendo sincero, el tipo de trabajo sigue siendo la misma basura de siempre… un cliente con mucho dinero dispuesto a pagar una valiosa suma por estar con alguien joven.

IVÁN.

Después de intentarlo varias veces, mi “suegra” pudo obtener un permiso para que yo pudiese ver a Edgar… aunque no estoy seguro de hacerlo, pues no quiero verlo así, sin siquiera saber que yo estoy ahí para él; pero lo amo y estaré con él pase lo que pase. Una vez que obtuve el permiso, entré a la habitación y lo primero que hice fue titubear en entrar o no, pero me armé de valor y lo hice; me senté en la silla que había al lado y lo miré fijamente.

-      De nuevo estamos frente a frente – dije intentando aparentar tranquilidad – no puedes dejarme, tonto… tú no me puedes abandonar, más sabiendo que venías a verme.

Me levanté y tomé su mano entre las mías, acariciándola, mientras las lágrimas comenzaban a salir… «si pudiese cambiar mi lugar por el tuyo, sin duda lo haría… jamás amé a nadie como te amo a ti» de pronto, sentí cómo su débil mano intentaba apretar la mía, y lo primero que hice fue llamar al médico para que lo examinara.

Después de un rato, el médico nos informó que sus signos vitales siguen débiles, pero aún lucha por seguir con vida… y mientras luche, tendrá oportunidades de salvarse. Su madre y yo decidimos ir a descansar un rato, ya que el tiempo de visitas se había terminado; además, debo hablar con Edmundo, ya que desde aquel día que quedamos de vernos y me disculpé por no poder ir, le debo una explicación.

EDMUNDO.

Estaba en mi habitación buscando un empleo cuando mi celular sonó; en cuanto lo vi abrí el mensaje que Iván me había enviado «Perdón por no haberte dicho nada más, pero me gustaría hablar contigo para explicarte la situación por la que estoy pasando en este momento ¿podemos vernos? Tú dime la hora y el lugar, y ahí estaré, para responderte todas tus dudas».

Tal como él me pidió, le respondí el mensaje con la hora y lugar, y me preparé para que pudiera estar listo para encontrarme con él… espero que todo salga a la perfección, pues no sé por qué tengo un extraño presentimiento de que puedo perderlo.

Me observé al espejo para comprobar que todo estaba bien, me vestí con una camisa a rayas y unos jeans, tomé mi chamarra y me apresuré a llegar al lugar acordado; durante el camino, pasé junto a un puesto que vendía rosas y decidí comprar una para regalársela al amor de mi vida. En cuanto llegué a mi destino, Iván estaba sentado en una de las bancas del parque, con una expresión de duda, algo que me hizo sentir una punzada extraña en el corazón.

-      Hola – saludé con entusiasmo - ¿cómo estás?

-      No lo sé – respondió – todo esto es tan confuso…

-      ¿A qué te refieres? – le pregunté mientras me sentaba a su lado para rodearlo con mi brazo - ¿pasó algo con Edgar?

-      Nada – dijo sollozando – no ha reaccionado.

-      ¿Lo viste? – le pregunté mientras lo acercaba a mi pecho y le acariciaba el cabello.

-      No se merece esto – dijo – a pesar de lo que pasó, aún sigo sintiendo algo por él.

Al escucharlo decir eso, sentí tanta rabia que lo aparté de golpe y me levanté mientras arrojaba al suelo la rosa que había comprado, mientras comenzaba a caminar sin rumbo. Escuché a Iván llamarme varias veces, pero no hice caso, tenía que aclarar mi mente, pensar en todo lo que hemos pasado hasta ahora y decidir el mejor camino… ¿podré seguir al lado de alguien que sigue amando a otro? Eran tantas mis dudas en ese momento que decidí no mirar atrás y alejarme lo antes posible de ese lugar… y de él.

BRUNO

He decidido no deprimirme por mi situación actual, aunque confieso que este mes, desde que me han diagnosticado VIH, ha sido de lo más complicado en mi vida, pues he tenido fuertes depresiones que no me han dejado ánimos de hacer nada… por lo menos tengo a Jéssica para animarme todo lo que puede.

Era sábado por la tarde, y había quedado con Jess para salir de fiesta, después de un rato que no lo hago… lo mejor es que no iremos solos, sino también nos acompañará Iván; aunque sinceramente no sé cómo es que Jess lo convenció de ir con nosotros en el estado de depresión que lo he visto; en fin, de algo nos servirá a ambos salir un rato.

Me estaba terminando de acomodar mi sweater cuando escuché el sonido del timbre, por lo cual me apresuré a bajar las escaleras para abrir la puerta, encontrándome con Iván, vestido con un pantalón de mezclilla y un sweater café; la verdad es que se veía atractivo; lo saludé y lo invité a pasar a la sala de estar.

-      Me alegro de verte dispuesto a ir – dije sonriendo – ya verás que te hará bien.

-      Aún no estoy seguro – respondió cabizbajo – he estado pensando mucho en él.

-      Iván – suspiré – creo que lo mejor en estos momentos es que no lo busques.

-      ¿Por qué? – preguntó - ¿Acaso esto es el final de todo?

-      Mira, lo que ha pasado es muy difícil – comencé a decir – para ambos… lo mejor es que él esté alejado de todo para pensar con claridad y analizar la situación.

-      No sé qué hacer – dijo – Edmundo me hace sentir bien… y no se me hace correcto esto.

-      ¿Quién es Edmundo? – pregunté sorprendido – No me habías hablado de él.

Iván me contó todo lo que ha pasado desde que Edgar lo dejó, de cómo conoció a Edmundo, su trato y lo que ha empezado a sentir por él. Sinceramente no me gustaría estar en su situación, pues siento que me volvería loco; pero creo que, con todo lo que ha pasado, es mejor que lleve las cosas con calma y se dé un espacio para reflexionar qué es lo que realmente necesita en su vida, y así se lo externé.

Al final, Jess llegó y encontró a un Iván un poco mejorado, por lo menos ya no le costaba tanto sonreír, y eso me hizo sentir bien pues, pude ayudar a un amigo a sentirse mejor… además, se lo debo, pues cuando me enteré de mi situación, él estuvo ahí para apoyarme, así que el sentimiento es recíproco. Después de saludar a Jess, tomé mi chamarra de piel y salimos los tres rumbo a la parada del autobús para dirigirnos a una discoteca nueva que, según nos explicó Jess, es la sensación del momento.

EDGAR.

No sé porqué siento que vivo el mismo día una y otra vez… además, me siento como en un sueño; a veces lo veo todo tan irreal… en fin, apenas desperté y no quiero levantarme de esta cama… por alguna razón mi despertador no sonó para nada, quizás lo olvidé configurarlo anoche… por cierto ¿qué hice anoche? Sólo recuerdo que quería ir a ver a Iván, pero no recuerdo nada.

En fin, me levanté sin ánimo para poder ir a la escuela, pero al querer levantarme, me dieron náuseas y apenas tuve tiempo de llegar y agacharme sobre el excusado… lo sé, es horrible tener esa sensación, pero no entiendo por qué, y presiento que mi día aún puede ser peor de lo que de por sí ya está siendo, ya que he empezado a sentir que todo el ambiente está muy raro.

-      ¿Edgar? – escuché a mi madre llamarme desde la escalera - ¿Te encuentras bien?

-      Sí – respondí mientras bajaba la escalera – sólo tengo un poco de náuseas, es todo.

-      Bueno – suspiró – se te hace tarde para ir a la escuela.

-      Ya lo sé – le dije mientras le daba un beso – me apuraré para irme lo más pronto posible.

-      Invita a Iván a comer hoy – me dijo – ya no lo he visto.

-      Pero mamá – comencé a decir, pero ella de inmediato me interrumpió.

-      Pero nada, lo traes y punto – suspiró – además, pronto será tu esposo ¿no lo recuerdas?

-      ¿Cómo? – pregunté sorprendido - ¿Mi qué?

-      Edgar – suspiró – se nota que todo esto de la boda y los exámenes finales te tienen en otro mundo.

-      Pero si él y yo… - comencé a decir pero me percaté del anillo que tenía en mi dedo ¿en qué momento me comprometí con él? ¿Por qué no recuerdo nada? – no entiendo nada – murmuré.

-      Luego hablamos – me dijo mientras me daba un ligero empujón – ahora desayuna, que no te irás sin comer algo.

-      Sí mamá – dije malhumorado – ya voy.

Después del desayuno, me apresuré a tomar el autobús que me llevaría directo a la escuela; durante el trayecto estuve intentando recordar algo que me llevara al origen de este anillo que tengo, pero por más que lo intenté, no obtuve respuestas… «¿Qué se supone que pasará ahora con Iván? Seguramente él sabe lo que está pasando; en cuanto llegue a la escuela, hablaré con él» pensaba mientras el autobús avanzaba con rapidez a mi destino.

UNA SEMANA DESPUÉS

IVÁN

No sé por qué ha reaccionado así, y más aún que no me conteste los mensajes ni las llamadas; no puedo seguir así pero ¿qué puedo hacer? No lo entiendo ¿por qué se pone así? Me puse mi chamarra roja, tomé mi llave, y me dirigí al exterior de mi casa, mientras me despedía de mi madre «vuelvo en un rato, voy a comprar objetos personales en el centro comercial» le dije al salir, ella tan sólo me dijo que no tardara, pues no tardaba en preparar la cena.

Al salir, pude sentir el aire frío que soplaba en esta noche, una noche que, a mi gusto, tiene un toque “deprimente”, me sentía sin ánimos de nada, así que decidí alejarme y buscar un sitio solitario y seguro donde pudiera despejarme de todos aquellos pensamientos que tanto me están atormentando en estos momentos. Llegué a un parque, en donde me senté en un banco cercano a una cancha de fútbol; el sitio estaba solo, y podía sentirme un poco más tranquilo.

Me recosté sobre mis rodillas y hundí mi cara para ocultar las lágrimas que comenzaban a caer, pues eran muchas cosas las que había estado guardando, que si no lloraba sentía que el corazón explotaría en cualquier momento; odiaba aquella sensación de duda, tristeza, remordimientos y demás sentimientos encontrados que no podía describirlos todos; por un momento me sentí tan solo y vacío que esas sensaciones me provocaban ira, tristeza y dolor a partes iguales.

-      ¿Iván? – preguntó una voz detrás de mí - ¿Sucede algo?

Levanté mi rostro y ahí estaba Edmundo, observándome detenidamente; en ese momento sentí vergüenza del estado en el que me encontraba, pensando que él me iba a despreciar o algo por el estilo «adelante» le dije «soy un asco, es lo que piensas» mientras intentaba levantarme lo más rápido que podía para huir de ahí; sin embargo, él me detuvo del brazo y yo intenté forcejear, pero ejercía bastante presión en su mano como para que pudiera zafarme.

-      Escúchame – dijo mientras me giraba hacia él – debemos hablar.

-      ¿Para qué? – respondí – Todo lo dejaste claro cuando te alejaste de mí la última vez que hablamos.

-      Lo lamento – dijo – es sólo que… no quiero perderte.

-      Perdón – respondí – no sé ni lo que siento en estos momentos.

-      No quiero perderte – volvió a decir mientras se sentaba a mi lado para abrazarme – en tan poco tiempo has marcado mi vida… y saber que existe Edgar, me hace sentir celoso.

-      Él significó mucho en mi vida – dije – fue un gran amigo y…

-      ¡Cásate conmigo! – me interrumpió – aún podemos ser felices.

Al escucharlo pedirme matrimonio, me hizo sentir un nudo en el pecho, pues aún no estoy preparado para algo así y, siendo sincero, aún si Edgar me lo hubiese pedido, también tendría las mismas dudas… pero al verlo triste me hizo dudar en decirle no, y terminé aceptando «por el bien de ambos espero que esté tomando la mejor decisión de mi vida» pensaba mientras lo veía y lo besaba mientras lo abrazaba y me pegaba lo más que podía a él.

El día transcurrió con normalidad, él me trajo a casa, estuvo platicando un rato con mi madre y no habíamos mencionado nada hasta que ella se dio cuenta del anillo y fue que tuvimos que decirle; mi madre me miró de forma extraña pero no dijo nada mientras Edmundo estuvo en casa, pero apenas irse, mi madre comenzó con su gran interrogatorio… como si no tuviese suficiente con sentir esta enorme duda al respecto.

-      Iván ¿estás completamente seguro de esto? – me preguntó sin apartarme la vista ni un segundo.

-      Sí – respondí dudoso – estoy seguro.

-      No mientas – replicó – sabes que no es verdad.

-      Bueno… - comencé a decir - …no estoy tan seguro pero…

-      ¿Y entonces – me interrumpió – cómo se te ocurrió aceptar? ¿Sabías que se están engañando?

-      Él no me está engañando – respondí molesto.

-      Pero tú a él si – dijo molesta – soy tu madre y sé que tienes muchas dudas.

-      Será lo mejor para todos – dije – así me olvidaré de Edgar.

Me sentía tan molesto que no seguí escuchando a mi madre, tan solo me fui a mi habitación y le puse seguro, pues no quería que me siguiese molestando con esto… sinceramente no sé ni qué hacer ni qué pensar, pero no se me hace justo que lo deje por alguien que dudó de mí y encima me trató tan mal... simplemente no podía; sí, es verdad que aún siento algo por Edgar, pero él tomó su camino, me apartó de su lado, no confió en mí… ya nada tengo que ver con él.

Me disponía a descansar sobre mi cama cuando mi móvil sonó, sinceramente no tenía ganas de hablar con nadie, pero después de dejarlo sonar tres veces, supuse que debía tratarse de algo importante, por lo que cogí el móvil para ver la pantalla y saber quién me llamaba y vi el número de Edgar, que en ese momento entraba su llamada, así que por impulso contesté, esperando con ansias que él haya despertado y se encuentre bien.

-      ¿Edgar? – respondí apresurado - ¿Cómo te sientes?

-      Iván – dijo una voz femenina – soy la madre de Edgar.

-      Buen día señora – respondí amablemente, sin dejar de sentir decepción - ¿Pasó algo con Edgar?

-      ¿Podrías venir al hospital ahora mismo? – preguntó – es mejor que hablemos en persona.

-      No hay problema – dije – ahora mismo voy para allá.

-      Muchas gracias – respondió – nos vemos.

Apenas finalizó la llamada, me apresuré a tomar mi llave y mi chamarra para salir a la calle; al abrir la puerta, me encontré con Laura, quien apenas me vio, se alegró tanto que me abrazó con bastante entusiasmo hasta el punto de que me hizo perder el equilibrio y ambos terminamos en el piso riéndonos. Sinceramente necesitaba que alguien me hiciese reír un poco, y qué mejor que mi mejor amiga para ello. Me incorporé y la ayudé a levantarse para poder devolverle el abrazo, claro, moderadamente, pues no quería volver a estar sobre el frío suelo.

LAURA

Sé que está mal haber tirado a mi mejor amigo, pero es que no habíamos platicado y en cuanto lo vi fue tanta mi emoción que actué sin pensar, pero en fin, lo bueno es que lo encontré en su casa, pues supongo que si estaba afuera es porque iba a dirigirse a algún lado, así que llegué justo a tiempo para poder verlo o incluso acompañarlo a donde sea que esté a punto de ir.

-      Iván, qué bueno que te encuentro – sonreí – tenemos que platicar.

-      Sí claro – respondió – pasa.

-      Espera – lo tomé del brazo - ¿vas a algún lado? Si quieres te acompaño.

-      Sí, vamos – dijo – iba al hospital.

-      De acuerdo – sonreí – vamos.

El día estaba demasiado tranquilo, apenas soplaba el viento, los pájaros cantaban desde los árboles y el sol resplandecía como un gran disco dorado en el cielo, pero aún con toda la tranquilidad que pudiese brindar la tarde, Iván se veía deprimido, evidentemente le hacía falta Edgar, su complemento para ser feliz.

Le sonreí y busqué un sitio con sombra para sentarnos un rato y platicar, pues no me gustaba ver a mi amigo tan deprimido como lo está en estos momentos, así que tenía que hacer todo lo mejor posible para que su ánimo cambiara un poco, y para eso tenía un plan perfecto que seguro no se negará por muy deprimido que esté.

-      Tengo que ver a mi tía en un rato – mentí – y pues a esta hora está Alan.

-      ¿Alan? – preguntó sorprendido - ¿tu primo guapo?

-      Veo que no lo has olvidado – sonreí – sí, él mismo.

-      ¡Voy contigo! – exclamó – no tengo nada que hacer el resto de la tarde.

Ver a Iván así me daba gusto, pues cambia totalmente cuando está deprimido, y distraerse un poco en estos momentos es lo que más necesita, y si puedo ayudarlo, con mucho gusto lo haré sin pensarlo. Nos levantamos y caminamos en dirección a la casa de mi tía, aunque tenía que inventar una excusa para estar ahí a esta hora, pues realmente mi madre no me había encargado nada… aunque, bueno, sé qué puedo hacer.

En cuanto llegamos, el automóvil de mi tía estaba estacionado enfrente de la puerta, así que me acerqué a la ventana y toqué para que pudiesen atendernos; espero que mi tía nos ofrezca algo de comida, pues me muero de hambre y seguramente Iván estará igual o peor que yo.

En cuanto escuché la voz de Alan, agarré a Iván y lo puse frente a mí y justo cuando se iba a mover, mi primo abrió la puerta, haciendo que Iván se pusiese colorado por la emoción que sentía al verlo de nuevo… espero que Edgar no me mate por esto, y que entienda que sólo lo hago para que Iván no se la pase deprimido todo el día por el resto de su vida.

IVÁN.

Cuando Alan abrió la puerta, no pude evitar sentir asombro al verlo tan guapo y arreglado como acostumbra a estar. Alan es un chico moreno, de baja estatura, pero lo compensa con unos ojos marrones y unas pestañas largas que parecen de muñeco, un cuerpo atlético y una sonrisa que trae a todas las chicas suspirando por él… y cómo no hacerlo, con este semidiós habitando entre nosotros los mortales.

-      ¡Hola, Alan! – lo saludó Laura efusivamente y lo abrazó con mucha fuerza - ¡Cuánto tiempo sin vernos!

-      ¡Hola, Laurita! – sonrió - ¿Estás lista para irnos al antro esta noche?

-      ¡Es una excelente idea ¿no crees, Iván? – preguntó muy animada.

-      No lo sé – respondí – creo que mejor me quedo en casa, me duele un poco la cabeza.

-      ¿Estás seguro? – preguntó Laura – Te veía muy seguro de ir.

-      Sí, lo sé y lo siento – dije – pero necesito pensar algunas cosas. Perdón, será otro día.

Laura se me quedó viendo fijamente unos instantes, pero al verme supo que aún no estaba preparado para seguir con mi vida, y que no podía soltar a Edgar así como así… tengo tanto por resolver en mi vida que sinceramente me volveré loco algún día. Laura comprendió mi mirada y sólo se dedicó a despedirse y abrazarme. Los tres salimos de la casa de Alan y nos separamos para ir cada uno a su destino. «Te extraño tanto, Edgar… y aún después de tanto, te sigo amando incluso más que la última vez que estuvimos juntos como pareja… si tan sólo pudiera regresar el tiempo corregiría todo lo que ocurrió… no hubiese aceptado ir a esa fiesta y ahorita todo estaría bien».


¡Hola a todos! De nuevo estoy por aquí; sé que me ausenté tanto tiempo (años), pero por fin puedo estar de regreso, y espero que les guste esta continuación de la serie "Iván y Edgar", espero verlos (leerlos) pronto. Saludos a todos mis queridos lectores que tanto tiempo los tuve abandonados. Mi correo sigue siendo el mismo, se los dejo a continuación: lupecito24@gmail.com.

Saludos.