Iván y Edgar: Reencuentro

«Un amor como el que él te tuvo, no se olvida tan fácilmente»

IVÁN Y EDGAR.

REENCUENTRO.

ENERO 2007.

IVÁN.

Me levanté con mucha pesadez aquella tarde del sábado, sin ánimos de hacer algo; tan sólo me seguía dando vueltas lo que me dijo Jéssica... miré mi móvil y vi que marcaban diez minutos antes de las 3 «Vaya día… necesito salir a despejar mi mente»

Apenas salí de mi casa, los rayos del sol brillaban tal cual oro, mientras que el cantar de los pájaros se escuchaba apacible… era como estar en un sueño, en donde todo alrededor es felicidad y tranquilidad… aunque muy en el fondo mi corazón se encontraba más confundido que nunca.

Me dispuse a caminar con calma, pues no tenía prisa por empezar mi rutina de ejercicio, ya que en estos momentos mi mente estaba intentando librar una lucha interna por la reaparición de Edgar en mi vida.

-      ¡Iván! – escuché el grito acercándose hacia mí – te estaba llamando, andas distraído hoy.

-      Ah, hola – sonreí - ¿Cómo te has sentido, Bruno?

-      Pues ya sabes… - sonrió con un toque de tristeza – sobrellevando mis “errores”.

-      Esta semana casi no hemos podido hablar – dije – has de pensar que ya no te quiero ni ver.

-      Para nada – respondió – sé que tu amistad es sincera – sonrió – llegaste como un ángel en el momento en el que más lo necesité.

Lo observé unos instantes más mientras le sonreía; en verdad este chico me asombra bastante… antes éramos compañeros de clase, pero… bueno, lamento que haya instituciones que aún discriminen a las personas.

BRUNO.

Encontrarme con Iván me alegró bastante; estoy muy feliz de que seamos amigos, ya que antes yo lo veía pero nunca habíamos hecho el intento por iniciar una conversación, y ahora que lo pienso, no entiendo por qué; digo, es muy agradable y amable con la gente a su alrededor; sin embargo, me sentía tan poca cosa para poder ser su amigo… quizás era por la influencia del tonto de... mejor ni mencionarlo; lo cierto es que ahora él y yo tenemos una linda amistad que no cambiaría por nada.

-        ¿Ya te sientes mejor? – me preguntó.

-        Claro – dije – los medicamentos me han ayudado bastante.

-        ¿Y no te molestan en tu nuevo instituto? – preguntó mientras me rodeaba con su brazo en forma amistosa.

-        No – respondí – las terapias con mi psicólogo me han hecho entender lo que yo valgo como persona y ahora me valoro más y procuro defender mi integridad.

-        Me da mucho gusto – dijo – me alegro de que por fin te hayas dado cuenta de que ese estúpido sólo te estaba tratando como si fueras alguien desechable.

-        Lo sé – dije con tristeza – pero ya lo perdoné, el psicólogo dice que es malo guardar rencores porque no nos dejan avanzar y crecer como personas.

Iván y yo seguimos caminando un largo rato mientras nos poníamos al día de las novedades; después de unas cuantas horas decidimos pasar a tomar un café en un nuevo lugar llamado “El auténtico café de México”, una cafetería con la mejor variedad de los mejores productos cafeteros mexicanos que orgullosamente nuestra gente produce, no por algo tenemos a los mejores expertos en el cultivo del mismo.

Iván me acompañó en silencio durante todo el trayecto, era evidente que algo le había pasado; al entrar en la cafetería, me senté frente a él mientras una chica se acercaba para tomar nuestra orden y retirarse; el establecimiento tenía un diseño antiguo como de la época colonial, e incluso los chicos que trabajan aquí siempre tienen un distintivo tricolor típico que nos recuerda nuestras raíces mexicanas; además, sus paredes estilo colonial daban un aspecto de estar viviendo en otra época.

-      Hace rato que nos encontramos – empecé a decirle – te vi un poco deprimido. ¿Te sucedió algo grave?

-      No es grave – dijo titubeante – bueno… no sé – suspiró – estoy hecho un lío.

-      ¿Problemas con tu novio? – pregunté con cautela, pues no sabía si me estaba entrometiendo en algo delicado – digo, sabes que estás en tu derecho de reservarte, si así lo decides.

-      ¡No, no! – exclamó – te considero un buen amigo, y sinceramente en este momento no me caería nada mal un buen consejo.

-      Supongo que te pasó algo grave – comencé a decir – sin embargo, no quiero que te sientas incómodo conmigo.

-      ¿Por qué a mí? – preguntó – había más gente a tu alrededor a quien pudiste haberte acercado.

-      Pero me interesas tú – respondí – sabes, te he visto antes, pero no me atreví a acercarme porque te veía con un chico moreno.

-      Edgar… - dijo molesto.

-      Bien – dije – supuse que estaban juntos, así que…

-      Ya no lo estamos – me interrumpió – es un tonto.

Me sentí muy mal de hablar de ello, pues Iván de inmediato se tensó y unas lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas «Bien hecho, Edmundo, apenas lo conoces y ya lo hiciste llorar» pensé mientras me acercaba a él para limpiarle las lágrimas.

-      No llores – le dije – si él te dejó es porque no te supo valorar.

-      Pero me duele – respondió – lo amo y lo he perdido.

-      Nadie merece que le llores – dije – tú te mereces lo mejor del mundo.

Iván no dijo más, tan sólo se aferró a mí en un abrazo y rompió en un profundo llanto «no te guardes nada, llora todo lo que puedas, sólo así estarás más tranquilo» le aconsejé mientras lo rodeaba con ambos brazos.

EDGAR.

Miré mi móvil por enésima vez, esperando algún mensaje o una llamada… pero nada, en este mes no me ha buscado y me muero de la angustia de no saber nada de él… quisiera verlo, pedirle perdón y regresar… pero aún me duele todo lo que pasó y no sé si pueda superarlo.

Me senté en mi escritorio y tomé una hoja de papel, en donde empecé a escribir todo lo que siento por Iván «cuánto me gustaría regresar con él» pensé mientras recordaba los momentos que he vivido a su lado; sin embargo, he decidido poner distancia, pues necesito que las cosas sigan su curso y prepararme para poder estar juntos de nuevo… y para ello, tengo pensado viajar a Coahuila, por un tiempo.

Al terminar la carta, quise romperla, pero no pude, así que la guardé en el bolsillo de mi camisa, tomé mi móvil, mi cartera y mi llave, y me apresuré a salir de la casa con dirección a la de Iván, para poderme despedir de él, pues mi autobús sale mañana a las 8 am.

Cuando estaba frente a su casa, me puse nervioso, pues tenía sentimientos encontrados, quería verlo y al mismo tiempo no, pero si quería hacer las cosas bien, por lo menos nos merecemos una despedida digna… además, quería, ansiaba ver su rostro una última vez antes de partir… y justo en ese preciso momento, él abrió la puerta y se sorprendió de mi presencia.

-      ¡Edgar! – exclamó mientras intentaba abrazarme, hecho que rechacé rotundamente.

-      No me toques – dije mientras lo apartaba con brusquedad – sólo vengo a despedirme.

-      ¿Te vas de la ciudad? – me preguntó confundido – creí que…

-      Si llegaste a pensar que vine a disculparme y arreglar las cosas – comencé a decir – estás muy equivocado, no me arrepiento de nada. Mi autobús sale mañana a las 8 am.

Justo terminaba de decir esas palabras, cuando Iván rompió en llanto, lo que hizo que me arrepintiese de haberle dicho eso «soy un imbécil, en vez de remediar las cosas, las empeoro aún más» pensé mientras le tomaba su mano para dejarle la carta «Esto es para ti, no tengo nada más que hacer aquí» dije sin atreverme a mirarlo siquiera, tan sólo di media vuelta y me marché de ese lugar.

Desperté con un tremendo dolor de cuerpo, pues no pude descansar, aún me duele todo lo que ha ocurrido con Iván, pero no puedo cancelar mi viaje, es lo mejor para ambos, si realmente quiero estar de nuevo con él… aunque no sé por qué tengo la sensación de que después me arrepentiré de todo esto que estoy haciendo.

Llegué apresurado a la terminal, pues ansiaba verlo; en el trayecto hacia allá, me detuve en un puesto en donde compré un ramo de rosas rojas para Iván, pues no quería que se quedara con una mala impresión mía… si realmente iba a hacer bien las cosas, debía decirle todo, aunque perdí todas esperanzas cuando anunciaron que mi autobús partiría en unos minutos, lo que me hizo abordarlo de inmediato.

Mi móvil sonó, lo que supuse que era Iván seguramente pidiendo disculpas por llegar tarde… supuse que estaría aquí en unos minutos y podría verlo aunque fuera desde la ventana; sin embargo, al leer el mensaje, mi corazón se quebró, y el destino me estaba restregando en mi cara mi más grande error: “Espero que te vaya bien, Edgar; no fui porque después de lo de ayer me quedó claro que no quieres saber nada más de mí, así que aunque duela seguiré mi camino y es mejor no verte, ojalá seas feliz con alguien más, es evidente que yo sobro en tu vida. Adiós. Iván”.

DICIEMBRE 2006.

BRUNO.

Me desperté sin ánimos de nada, tan sólo quería seguir durmiendo, pero tengo que seguir enfrentando mi nueva realidad aunque me cueste; pues sólo estoy pagando el precio por mis errores… y es lo que más duele en esta vida, saber que arruinaste tu vida por alguien que no vale la pena. Como ya era costumbre, me puse lo primero que encontré y asistí a mis consultas, pues hoy tenía cita con mi médico para revisar que los medicamentos estén controlando el VIH, y también tenía consulta con mi psicólogo.

Al salir de mi consulta, lo primero que hice fue llamarle a Jéssica, pues a pesar de que siempre me acompaña a mis consultas, en esta ocasión tuvo un problema personal que la obligó a dejarme solo en este día, aunque me hizo prometerle que la mantendría al tanto de todo.

ANTONIO.

Me dirigí a casa de Iván con una caja de chocolates, pues no pienso hacerme a un lado, mucho menos ahora que me enteré que Edgar ya no está en la ciudad… eso me facilita mucho las cosas, pues ya no hay nadie que se pueda interponer entre él y yo; sin embargo, al acercarme, vi que Iván estaba hablando con un chico moreno y de cuerpo marcado por el ejercicio, lo que me molestó demasiado, así que me acerqué con la firme intención de alejarlo de Iván.

-      Hola Iván – saludé - ¿cómo sigues?

-      Mejor – dijo – te presento a Edmundo.

-      Hola – dijo el tipo extendiendo su mano – mucho gusto.

-      El gusto es mío – respondí – Iván te traje estos chocolates, espero que te gusten – dije mientras le entregaba la caja.

-      No te hubieras molestado – respondió – no era necesario.

-      Claro que lo era – respondí – no estás bien y quería alegrarte el día… pero por lo visto alguien más ya lo está intentando por mí – dije lanzando una mirada acusadora hacia el tipo.

-      ¡Hey! – dijo éste – en primer lugar, no te he faltado al respeto para que tú me trates de esa forma – se acercó a mí señalándome con un dedo – ¿qué eres de él? ¿su novio?

-      No lo es – respondió Iván – por favor, Edmundo, no tengo ganas de escuchar una pelea.

-      Vaya, pero mira que suerte tienes – dije sarcástico – por lo visto ya no te hace falta Edgar, pues ya tienes a alguien más que te defienda.

-      ¿A qué viene todo esto, eh? – preguntó Iván molesto – ¿estás celoso de algo? Porque no deberías, pues hasta donde yo sé, sólo somos amigos.

-      ¡Es el colmo, Iván! – grité enfurecido – después de todo lo que he hecho por ti me pagas con tu mal trato.

-      Antonio – dijo Iván – entiendo que estés preocupado por mí, y te lo agradezco, pero…

-      No, Iván – respondí sin pensar en mis palabras – no lo entiendes – dije empezando a perder el control – es que de nada sirvió alejarte de Edgar si siempre va a existir alguien entre nosotros ¿no lo entiendes? Sólo debes ser mío ¡mío! Por eso planeé todo en esa fiesta, ¡para que Edgar se decepcionara tanto de ti al grado de no querer verte nunca más en su maldita vida!

En esos instantes Iván se abalanzó sobre mí tumbándome en el suelo, mientras me golpeaba salvajemente y con una fuerza extraordinaria; no sabía que era capaz de golpear así; intenté forcejear con él para zafarme hasta que el tipo que lo acompañaba me lo quitó de encima. Cuando me incorporé, vi su cara de enojo y su mirada profunda; jamás lo había visto mirar de esa forma con tanto odio.

-      Felicidades, Antonio – dijo Iván, sarcástico – Edgar ya no está, pero jamás seré algo tuyo – sonrió amargamente – lo único que ganaste es mi desprecio hacia ti.

EDGAR.

Aún no entiendo por qué no llegó a la terminal aquel día… aunque sospecho que si no lo hizo es porque tiró la carta o la rompió antes de leerla… solo así me explico que él no hubiese hecho lo posible por alcanzarme; sin embargo, ya no es tiempo de llorar, sólo espero poder ordenar pronto mis ideas y regresar a buscarlo.

-      ¿Pensando en él? – me interrumpió Andrés, mi mejor amigo de toda la vida.

-      Sí – dije – él no me buscó en la terminal el día que me fui.

-      ¿Por qué no le escribes otra carta? – sugirió – quizás al momento no la lea, pero si tú sigues insistiendo y envías más cartas, puede ser que en una de esas te responda.

-      No – respondí – es hora de remediar esto – suspiré – como se debe hacer: frente a frente.

-      ¿Piensas ir hasta allá? – preguntó sorprendido.

-      Sí – dije – lo antes posible – tomé mi abrigo y me dispuse a salir.

-      ¿A dónde vas? – preguntó inquieto.

-      A comprar mi pasaje – respondí – no perderé más tiempo, no puedo perderlo.

-      ¿Ahora? – pregunté sorprendido.

-      No, mañana lo compraré – respondió sarcástico – obvio que ahora mismo.

-      No puedes irte así – respondió – vamos, te llevaré con él.

Andrés tomó las llaves de su automóvil y me dijo que no permitiría que fuera solo, así que él mismo me llevaría, por lo cual, pasamos primero a una gasolinera, pues tenía que cerciorarse de tener el suficiente combustible para salir a carretera; y cuando llevábamos una hora de trayecto, una curva lo hizo perder el control… y no supe nada más… todo pasó tan rápido que no supe ni lo que pasó después.

ENERO 2007.

IVÁN.

Me levanté con bastante emoción en la mañana, pues hoy será el día en que Edmundo me presentará de manera formal como su novio ante su familia… hecho que me emociona tanto como me aterra; pero si él estaba decidido a dar ese paso, pues no tenía más remedio que arreglarme lo mejor que podía para dar una buena impresión.

Ya pasó un mes desde que decidimos pasar de ser amigos a “novios”, aunque no me ha pedido ni presionado para tener intimidad, hecho que agradezco enormemente, pues no me siento preparado aún para dar ese paso; aunque es un hecho que me trata como nadie antes lo había hecho… y bueno, el que me presente con su familia, es un gesto que agradezco enormemente.

Considerando lo correcto, desde que Edgar me envió ese último mensaje de texto, decidí cambiar mi número telefónico, pues ya había decidido a seguir adelante sin él, y si quería superarlo, la mejor manera era cortar toda relación, de modo que no supiese nada de él… por lo menos, hasta que ya no me duela escuchar su nombre.

WILLIAM.

Me levanté sin ánimos de nada; mi cabeza daba vueltas y me dolía todo el cuerpo… el cliente de anoche tiene unos gustos sexuales bastante… extravagantes, por decirlo así, aunque no puedo quejarme pues es el único ingreso económico que tengo en este momento.

Sé muy bien que todo lo que me pasa es culpa mía… pasé de tenerlo todo, casa, familia, al mejor hombre a mi lado… a estar en este mundo de porquería… todo por mi estupidez de no ser lo bastante valiente para haberle defendido.

Daniel Pérez… mi Dan, el único hombre que me ha hecho sentir amor… y lo tuve que dejar por culpa de Chris… en serio que lo odio a más no poder por haberme quitado mi felicidad… pero era esto o… sufrir las consecuencias… no entiendo la actitud de Chris… me obligó y ahora… estoy solo.

Estaba sumido en mis pensamientos cuando alguien llamó a la puerta, por lo que decidí a abrirla lo antes posible, encontrándome con Gerardo Gómez, un chico de mi edad que también está en el “Servicio de acompañantes”.

-      Hola Will – me saludó apenas abrir la puerta - ¿Puedo pasar?

-      Adelante – respondí.

Gerardo se acomodó en el viejo sofá que estaba en la sala; es un chico bastante apuesto, moreno, ojos negros, delgado, cuerpo marcado, brazos fuertes… por lo menos él sí gana lo suficientemente bien como para vivir cómodamente. Me senté en el sofá que quedaba frente a él, mientras le extendía un vaso con agua.

-      Willy – dijo - ¿cómo te encuentras?

-      Adolorido – respondí – después de anoche…

-      ¿Fue un cliente rudo? – preguntó.

-      Algo así – suspiré – creo que nunca me acostumbraré a esta “vida”… si es que se le puede llamar así.

-      ¿Y él no te ha buscado? – me preguntó.

-      ¿Quién? ¿Dan? – pregunté.

-      No… - suspiró – tu novio Chris.

-      Ese idiota – suspiré – me obligó a dejar a Dan para “estar juntos”… y mira… ¿En dónde está él ahora, eh? Huyó como todo un cobarde.

-      ¿Por qué no buscas a Dan? – preguntó – Quizás él te pueda ayudar… por lo que me contaste, no es mala persona.

-      Sí claro – dije molesto - ¿y qué le diré? “Hola Dan, ¿cómo estás? Sé que te fallé, te humillé, te herí… pero ¿podrás ayudarme? – respondí con ironía – no tengo cara para verlo.

Gerardo no dijo nada, pues sabe la historia que hubo entre Dan y yo, y sé que esto no es nada fácil de vivir, pero estas son las consecuencias de mis actos… si tan sólo hubiese sido honesto con él… quizás ya hasta nos hubiéramos casado… aunque eso ya sé que es imposible.

ANDRÉS.

Desperté malhumorado, pues me dolía aún todo el cuerpo; presioné un botón para que una enfermera acudiera de inmediato a mi habitación, pues no quería estar todo el día en cama, aunque aún debo estar en este hospital una semana más por indicaciones médicas.

-      Buenos días joven Andy – me saludó la enfermera - ¿Cómo se encuentra hoy?

-      Mal – respondí – me duele todo el cuerpo.

-      No se preocupe – sonrió – es normal por el impacto, pero ya en unos días podrá dejar este hospital.

-      ¿Cómo está Edgar? – le pregunté – No he sabido nada de él desde que me dijeron que estaba en terapia intensiva.

-      Lamentablemente su amigo sigue en estado de coma – suspiró la enfermera – no ha reaccionado a ningún estímulo y eso tiene preocupados a los médicos.

-      ¿Puedo verlo? – pregunté.

-      No puede pasar – comenzó a decir, pero yo la interrumpí.

-      ¡Por favor! – supliqué – es mi mejor amigo, necesito estar junto a él en estos momentos.

-      ¿Conoce a algún familiar que pueda venir a verlo? – preguntó la enfermera.

-      Sé de alguien que me puede comunicar con su familia – dije esperanzado - ¿en dónde están mis cosas?

-      Están resguardadas – dijo la enfermera – cuando llegó hasta aquí, los paramédicos entregaron todas sus pertenencias y las de su amigo.

-      ¿Podrá facilitarme mi móvil? – pregunté.

-      Claro – sonrió – déjeme voy a solicitarlo.

-      Muchas gracias – sonreí.

La enfermera salió del cuarto y yo me quedé recostado; cerré los ojos y suspiré, esperando que todo esto pase pronto, pues necesito que Edgar reaccione rápido… me siento culpable por lo que pasó, pero si no hubiese tomado la decisión de viajar con él en el automóvil, él hubiera encontrado el modo de viajar… y quizás las cosas pudieran haber sido más graves.

Intenté realizar una llamada al móvil de Iván, pero no contestó en todos los intentos que hice para comunicarme con él; supongo que aún sigue dolido por lo que pasó entre él y Edgar; así que decidí hablarle a Jéssica, la cual, por suerte, me contestó casi de forma inmediata, lo que me hizo sentir que aún hay esperanzas para mi amigo.

-      Hola Jess – saludé - ¿cómo has estado?

-      ¿Quién habla? – preguntó.

-      Soy Andrés – respondí – el mejor amigo de Edgar. ¿Tú eres amiga de Iván, verdad?

-      Sí – dijo – soy su amiga. ¿Qué necesitas? ¿Por qué tienes mi número?

-      Perdón – me disculpe – lo que pasa es que lo obtuve del móvil de Edgar, quería hablar con Iván, pero no contesta mi llamada y pensé que tú podrías ayudarme.

-      ¿Qué tienes que hablar tú con Iván? – preguntó molesta - ¿Acaso Edgar no tiene los suficientes pantalones como para buscarlo él mismo?

-      Sí los tiene – suspiré – mira, ahora mismo Edgar no puede hablar porque está en un hospital… él sigue en estado de coma.

-      ¡¿Edgar?! – exclamó sorprendida - ¡¿Pero cómo… cuándo pasó… qué sucedió?! – preguntaba nerviosa.

-      El mes pasado – respondí – Edgar decidió arreglar las cosas con Iván, me pidió que regresáramos a la ciudad y… tuvimos un accidente en automóvil cuando apenas salíamos en carretera.

-      ¿La familia de Edgar lo sabe? – preguntó Jess.

-      No – respondí – también por eso te llamo – suspiré – quiero ver si me puedes apoyar dando el aviso a su familia.

-      Está bien – dijo – no te preocupes, yo les aviso – suspiró - ¿En qué hospital está?

-      Te enviaré todos los detalles por mensaje – dije – muchas gracias y espero que pronto pase todo esto.

IVÁN.

Me puse a realizar limpieza en mi cuarto, pues aprovechando el sábado por la mañana, consideré que no tenía algo mejor que hacer… hasta que mi móvil sonó, indicando en la pantalla que se trataba de Jess.

-      Bueno – respondí - ¿cómo estás amiga? ¿Hay algún plan para hoy?

-      No… bueno, sí – respondió no tan convencida – Iván ¿puedo pasar a tu casa?

-      ¿Ahora? – pregunté.

-      Si te encuentras muy ocupado… - comenzó a decirme, pero la interrumpí.

-      No te preocupes – respondí – puedes venir ahora mismo, sólo dame unos minutos para arreglarme.

-      De acuerdo – dijo – no tardo.

-      Te espero – dije para finalizar la llamada.

Me arreglé lo mejor que pude y me preparé un desayuno exprés, pues no tenía considerada ninguna visita hoy… justo cuando Edmundo me llevará a conocer a su familia… «¡Qué emoción!» pensé «Por fin un chico me toma en serio» suspiré y me apresuré a terminar mi desayuno para limpiarme la boca antes de que llegue Jess; justo cuando bajaba de nuevo las escaleras rumbo a la sala, se escuchó el timbre de mi casa, a lo cual me apresuré hacia la puerta para abrirla.

-      Hola – la saludé mientras le cedía el paso hacia el interior de la casa - ¿Cómo estás?

-      Preocupada – me dijo – Hay Iván, en serio dudé en venir.

-      ¿Por qué? – le pregunté – Sabes que siempre eres bienvenida aquí.

-      Sí – suspiró – pero vengo por un motivo muy específico… y dudo mucho que quieras saberlo… aun así considero correcto informártelo.

-      ¿Informarme, qué? – le pregunté confundido - ¿Pasa algo grave?

-      Iván… - comenzó a decir – lo que pasa es que…

JÉSSICA.

No pude terminar la frase porque el sonido del timbre se escuchó e Iván se disculpó para apresurarse a abrir la puerta, a lo cual lo único que pude hacer fue acompañarlo a recibir a la persona que llamaba a la puerta. En cuanto la abrió, me sentí demasiado incómoda, pues tener a Edmundo en casa de Iván no me ponía las cosas fáciles; Iván me presentó a Edmundo como su novio y posteriormente nos invitó a ambos a acomodarnos en la sala.

-      Y bien – comenzó a decir Iván - ¿qué me venías a decir?

-      Creo que no es buen momento – dije – mejor los dejo solos, no sabía que tenían planes.

-      No te preocupes – respondió Edmundo – Iván sabía que vendría, lo llevaré a conocer a mi familia.

-      ¿Ustedes son novios? – pregunté confundida.

-      Sí – dijeron al unísono, lo que sinceramente me tomó por sorpresa.

-      Jess – dijo Iván – no te lo había querido decir antes porque primero debía asegurarme de que esto va en serio – sonrió – pero ya que estás aquí, es mejor que lo sepas de una vez… por cierto ¿que tenías que decirme?

-      No es el momento – empecé a decir – no quiero…

-      Por favor – me interrumpió – lo que sea, es mejor saberlo ahora y no esperar a después.

-      Pero Iván… - dije – no es correcto ahora.

-      No te preocupes – me respondió – dímelo.

Lo observé detenidamente y supe que cometería un error… pero la súplica de Iván a través de sus ojos me obligó a contarlo todo, aún sabiendo que Edmundo, su novio, estaba presente… sólo espero que Iván no tenga problemas con él por mi culpa… «¿Cómo se me ocurrió venir aquí justo hoy?» pensaba.

-      Escucha Iván – comencé a decir – no quiero incomodarlos – suspiré – lo que vine a decirte es que Edgar está hospitalizado.

-      ¿Edgar? – preguntó Iván – Supongo que algo le pasó para que esté en un hospital – dijo como si hablara de cualquier otra persona.

-      Tuvo un accidente – le dije – y está en coma.

-      Lo lamento – dijo Iván – pero no puedo hacer nada; si quieres envíame la dirección del hospital y en cuanto tenga tiempo lo visitaré.

-      Iván, espera… - comencé a decir, pero me interrumpió.

-      No te preocupes, Jess – dijo – espero que se recupere pronto… ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer.

-      ¡Pero Edgar venía a verte cuando tuvo el accidente! – solté de golpe.

IVÁN.

La miré fijamente a los ojos, completamente sorprendido por sus palabras; buscaba en su mirada alguna señal que me indicara que estaba mintiendo, pero no encontré nada, lo que me hizo sentir terriblemente mal… «No es correcto, pero todo lo que él haga y/o diga aún me afecta».

-      ¿Estás segura de eso? – pregunté con miedo a saber lo ocurrido.

-      Él quería aclarar las cosas contigo – comenzó a decir – Iván, sé que te dolió mucho lo que él hizo… - suspiró – pero él también sentía dolor, estaba destrozado… creyó que alejarse era lo mejor para ambos.

-      ¿Y le pareció correcto insultarme? – comencé a gritarle - ¿Acaso él te dijo que antes de irse vino a mi casa a decirme un seco ‘adiós’?

-      Iván, yo no… - empezó a decir, pero no la dejé continuar.

-      Me dolió mucho todo lo que él hizo – me dijo – él dijo que no estaba arrepentido de nada… y me dejó una carta – suspiré – evidentemente no la leí y la tiré a la basura en cuanto él se fue de mi casa.

-      Pero Iván – comenzó a decir Jess.

-      No hay marcha atrás – le dije – él eligió su propio camino – suspiré – aunque me duela, seguiré el mío como hasta ahora.

-      Está bien, Iván – dijo Jess – sólo espero que no te hayas equivocado de decisión – suspiró – pero, si Edgar tuvo un accidente es porque venía a buscarte… ¿por algo será, no crees?

En cuanto terminó de decir esto, se levantó del sofá y se dirigió hacia la entrada de la casa, pero yo la detuve en seco cuando ella abrió la puerta, haciendo que volteara a verme bastante molesta.

-      ¿En qué momento te dije que no lo iré a ver? – le pregunté – No recuerdo haberlo dicho.

-      ¿Entonces irás? – me preguntó con asombro.

-      Siempre es bueno aclarar las cosas – le sonreí con melancolía – y también cerrar ciclos.

Jess no me dijo nada, tan sólo se volvió a acercar a mí para abrazarme y susurrarme al oído «No pierdes nada con escuchar sus razones» me empezó a decir «Un amor como el que él te tuvo, no se olvida tan fácilmente».


¡Hola de nuevo! Espero que aún me recuerden, ya que no había podido entrar y escribir. Si se preguntan ¿por qué otra vez este relato? Bueno, encontré un pequeño error en la redacción que ya he corregido, por lo que el anterior lo eliminé y en cambio les dejo éste. Un aviso para ustedes mis queridos lectores: Pronto estaré de regreso, ya estoy preparando el siguiente capítuo y espero que en estos días pueda subirlo aquí, mientras tanto, espero que les agrade volver a leer este capítulo y, como siempre, espero sus comentarios tanto aquí como en mi dirección de correo electrónico lupecito24@gmail.com. Sin más por el momento, me despido y espero leerlos pronto.

¡Saludos desde México!

Guadalupe