Iván y Edgar: Dudas

Iván intenta seguir con su vida, pero aún le duele haberse separado de Edgar, y Edmundo no soporta más ser "el otro" en la vida de Iván, y se lo va a dejar muy claro.

IVÁN Y EDGAR.

DUDAS.

ENERO 2007.

IVÁN.

Después de despedirme de Laura, me apresuré para llegar al hospital, pues me quedé pensando en qué podría decirme la madre de Edgar y espero que sean buenas noticias o, por lo menos, que no empeore su situación; tomé un autobús que me dejó a una cuadra del hospital, al llegar a la recepción, le solicité a la enfermera que llamase a la señora López para preguntar por el estado de Edgar, y no tardó mucho en bajar para explicarme las cosas.

A grandes rasgos, Edgar no ha tenido mejorías, aún está estable, pero sigue inconsciente, y el médico no tiene ni la más mínima idea de cuándo podrá despertar, y eso me preocupa mucho, pues lo extraño tanto y me gustaría que él sepa que estoy aquí por él, como siempre debió ser, porque Edgar es quien, a pesar de todo, me sigue causando sensaciones bonitas cada que lo pienso o lo veo… pero, ¿si despierta, qué le diré? ¿Cómo podré tener el valor de romperle el corazón al decirle que me casaré con alguien que no es él? O peor aún, si me caso antes de que él despierte, ¿qué le responderé cuando se entere de que me casé con alguien más?

-      ¿Puedo pasar? – pregunté al asomarme desde la puerta.

-      Pasa, Iván – me respondió su madre, que estaba sentada al lado de la cama de Edgar – me alegra que hayas venido a ver a mi hijo.

-      ¿Qué han dicho los médicos? – pregunté inquieto – ¿Cómo se encuentra Edgar?

-      Igual – suspiró – no presenta mejorías – me dijo mientras volteaba a ver a Edgar – vino Andrés hace rato y me preguntó lo mismo, pero el médico dice que, aunque está estable, mientras no despierte, no pueden evaluar el daño que podría haberle causado el accidente.

Ver a su madre ahí, angustiada por la salud de su hijo, me dolió bastante, y es que, cómo no le va a doler Edgar, si es todo lo que ella tiene… y tan solo pensar en la idea de que Edgar nos deje… daría lo que fuera por verlo despierto, aunque me reclame, no me importaría, con tal de verlo despierto, daría cualquier cosa para que así fuera… aunque sé que sólo el tiempo nos dirá si se salva o no; y espero que se salve, pues tengo que arreglar las cosas con él sin importar las consecuencias.

FEBRERO 2007.

IVÁN.

Me desperté temprano aquella mañana de lunes, ya no tenía ánimo para nada; como pude, tomé una ducha, bajé a desayunar algo ligero y me dispuse a ir a trabajar para poder despejar mi mente un rato… en estos momentos lo mejor será no pensar en nada; siento que estoy traicionando a Edgar, pero no puedo quedarme esperando algo que quizás ya nunca sea.

-      Iván – dijo mi madre - ¿ya pensaste bien las cosas?

-      Mamá – dije – amo a Edgar, pero no sé si él esté para mí si llega a recuperarse.

-      Y por eso te casarás con Edmundo – suspiró – no creas que no me preocupa esta situación, Iván; ¿ya consideraste que Edgar puede recuperarse?

-      No sabes cuánto deseo poder verlo despierto otra vez – dije cabizbajo – pero se me haría difícil dejar a Edmundo por él.

Mi madre ya no me dijo nada más, aunque sé que no está de acuerdo con mi decisión… y es que tiene razón, yo no había considerado que Edgar puede despertar en cualquier momento… y si aún siente algo por mí va a querer buscarme… y ya no estaría para él… no puedo hacer esto; necesito pensar… tomar la mejor decisión posible.

LAURA.

Cuando Iván me contó por teléfono sus planes de boda, quise hablar de ello en persona con él, pues me parece una decisión torpe y apresurada… y tengo que ayudar a mi mejor amigo en esto para que no cometa el peor error de su vida. Me senté en el banco del parque a esperar a que Iván llegase, pues aún faltaban dos minutos para las 3 de la tarde, la hora pactada del encuentro.

-      Hola Laura – dijo Iván – llegaste antes.

-      Hola Iván – respondí – ¿cómo te sientes?

-      Con dudas – dijo – pero si me caso espero que todo mejore.

-      No Iván – dije – este matrimonio sólo es un escape de tu realidad.

-      ¿Por qué piensas eso? – preguntó - ¿No me crees que estoy enamorado de Edmundo?

-      Iván – dije – tú sabes cómo te afectó saber lo que pasó con Edgar, es obvio que aún sientes algo por él – suspiré – ya pensaste en qué dirá él cuando despierte y se entere de tu matrimonio con Edmundo?

-      No había pensado en eso – suspiró – si él despertase, cancelaría todo por él.

-      ¿Y por qué no lo haces de una vez? – pregunté – En lugar de crearle falsas esperanzas a Edmundo, deberías hablar con él y aclarar tus sentimientos.

Me quedé observando a Iván por unos momentos, y en verdad se le ve completamente confundido; sólo espero que se dé realmente el tiempo necesario para tomar la mejor decisión para que después no se arrepienta de sus acciones… aunque cabe la posibilidad de que siga adelante con sus planes de boda a pesar de todo lo que eso implica en un futuro; sin embargo, son decisiones que él mismo debe tomar, yo lo puedo aconsejar, e incluso hacerlo dudar para que reconsidere los hechos, pero lo que nunca podré hacer es tomar la decisión por él.

IVÁN.

Después de todo lo que me dijo Laura, decidí no pensar en nada el resto del día, pues ya bastante confusión tengo en mi mente que me siento como una olla exprés a punto de explotar. Decidí hablarle a Edmundo para platicar con él un rato, y terminamos quedando en su casa, por lo cual me despedí de mi mamá y le dije que iría a ver a Edmundo para aclarar algunas cosas; es tiempo de hablar bien con él, y sinceramente no sé cuál sea el resultado después de todo.

-      ¿Puedo pasar? – pregunté cuando Edmundo abrió la puerta.

-      Claro, pasa – sonrió – Estaba viendo algunas revistas de bodas, quizás quieras verlas conmigo para nuestra boda.

-      Ed – suspiré – no puedo más… perdóname.

-      ¿Qué sucede, amor? – sonrió – sé que esto de la boda pone de nervios a cualquiera, pero…

-      No es eso – le interrumpí, por alguna razón mi corazón arde de dolor – no podemos engañarnos más, Ed.

-      Despertó, ¿no es así? – me dijo golpeando bruscamente la pared – me dejarás por él… lo sabía.

-      Ed, perdón… - dije acercándome a él, pero me apartó bruscamente de su lado.

-      ¿Qué mal te hice? ¿eh? – preguntó furioso - ¿te maltraté, te humillé, te obligué a estar conmigo? – dijo viéndome fijamente a los ojos.

-      Sabes que siempre te has comportado como un caballero – suspiré – nunca has hecho nada que me lastime.

-      ¿Entonces? – me miró con dolor - ¿No es suficiente para ti? – dijo mientras se sentaba en el sillón con pesadez, hundiendo su cara entre sus manos - ¿No soy lo suficiente para ti?

«¿No soy lo suficiente para ti?» esa pregunta duele, y Dios, sabes que duele hasta el alma, peor que mil cuchillos desgarrando tu cuerpo… me siento como una basura estar frente al hombre que es capaz de darlo todo por mi… por mí que no puedo corresponder ni la mitad de lo que me da, mucho menos ahora que Edgar de algún modo ha vuelto a mi vida… ¿Por qué es tan difícil olvidar a quien tanto daño te ha hecho en el pasado? ¿Por qué me sigo aferrando a algo que Edgar con su propia actitud destruyó hasta dejar sólo fragmentos de lo que un día fuimos y un enorme vacío en mí?

Me quedé viendo la expresión de dolor en el rostro de Edmundo, decidí que quizás sería el momento de estar con él de la forma en la que él quiere, entregarme a él por fin; por lo cual lo abracé rodeando mis brazos en su cuello mientras comenzaba la sesión de besos que poco a poco fueron subiendo de intensidad, pasando de besar sólo sus labios a ir recorriendo con delicadeza su cuello con la intención de ir bajando más y más.

La respiración de Edmundo se agitó rápidamente «no sabes cuánto he ansiado este momento» susurraba mientras tomaba mi mano con ternura para llevarme hasta su habitación en el primer piso; al entrar, con delicadeza fue despojándome de la ropa que traía puesta mientras me arrinconaba contra su armario, al mismo tiempo que yo me dejaba llevar por el deseo, podía sentir el calor intenso que producía su cuerpo y como éste temblaba de deseo por poseer mi cuerpo por primera vez.

-      Ed – susurré mientras él me besaba el cuello con suavidad – yo ya había estado con Edgar… él fue mi primera vez.

-      ¡Edgar! – gritó molesto - ¡Edgar, Edgar, EDGAR! – golpeó la cama enfurecido y se levantó como alma que lleva el diablo, para quedarse parado en el marco de la puerta de la habitación.

-      Ed, tranquilo – susurré mientras me aceraba, pero él dio la vuelta y me empujó con brusquedad haciendo que cayera de nuevo sobre su cama - ¡Qué te pasa!

-      He sido paciente contigo – comenzó a decir mientras se empezaba a desvestir – te he pasado muchas cosas, jamás te he prohibido que pienses en él, te he procurado, te he dado detalles, me he portado de la mejor manera – decía agitado mientras sus ojos se llenaban de rabia y dolor – y lo único que tú has hecho todo este tiempo es pensar en el estúpido que no te ama y que te abandonó sin creer en ti.

-      Edmundo – dije asustado mientras me acorralaba con su cuerpo - ¿qué haces? – respiré mostrando evidente temor – mejor me voy…

-      ¡Tú no te irás de aquí hasta que yo quiera! – gritó mientras me abofeteaba – tú serás mío hoy, te enseñaré que Edgar no es nadie en tu vida, sólo yo soy tu vida ahora ¿Entiendes?

Edmundo se abalanzó de un segundo a otro sobre mi despojándome con brusquedad de toda mi ropa, yo intenté zafarme pero su agarre y su fuerza eran insuperables; Edmundo me volteó boca abajo en la cama y se colocó encima, y comencé a sentir cómo su pene entraba con brusquedad en mi ano, me sentí humillado y comencé a llorar e implorarle que me dejara en paz, pero él perdió toda cordura y comenzó a usarme como si fuese cualquier objeto «serás mío hasta que yo quiera» me decía mientras seguía penetrándome una y otra vez con fuerza y mordía mi espalda; yo estaba desesperado y me sentía impotente ante semejante humillación; al final, terminó depositando su semen en mi interior y se levantó de la cama para acercarse a mi cara.

-      ¿Te ha quedado claro que si no eres mío por voluntad, lo serás de cualquier modo? – dijo con cinismo.

-      ¡Eres un maldito! – le grité mientras me trataba de levantar, pero no pude porque el dolor en mi interior dolió bastante, ese maldito me partió por dentro.

-      Te casarás conmigo lo quieras o no – comenzó a decir con tanta tranquilidad que sólo me causaba miedo – los planes seguirán igual, yo personalmente me encargaré de todos los detalles que faltan para la boda – suspiró mientras me volteaba a ver, clavando sus fríos ojos en mí – y no se te ocurra rechazarme ante el juez, porque si fui capaz de esto, imagínate todo lo que puedo ser capaz de hacerte si no aceptas.

-      Yo solo quería arreglar las cosas contigo – dije llorando – vine aquí porque quería estar contigo, pero por voluntad, no forzado.

EDMUNDO.

Me quedé observando su cara enrojecida por el dolor y el odio que sentía en ese momento; soy un monstruo… lo sé, y quizás esto me haya hecho perder la última posibilidad de ganarme su amor… porque, claro, ¿quién en su sano juicio amaría a alguien que dice amarlo, pero lo violó? Pero no estoy dispuesto a perderlo para que salga corriendo a los brazos de Edgar… antes muerto que verlo con ese tipo.

Decidí quedarme observando a la nada en la habitación hasta que, sin decir nada, me vestí con rapidez y salí lo antes posible de ahí, dejando a Iván aún entre sollozos; sé que esto podría cambiar por completo todas las cosas entre nosotros… me dejé llevar por la ira, por el dolor y ahora no sé qué rayos podría hacer para que Iván no me odie por el resto de su vida, pero no puedo enfrentarlo en este momento; tomé mi llave y salí a la calle sin decir nada, necesitaba despejar mi mente.

IVÁN.

Me levanté de la cama con mucho dolor; porque sí, me dolía la violación, pero me dolía más el corazón… jamás creí que Edmundo fuese capaz de esto. Decidí salir lo antes posible de su casa, pues no quería estar aquí cuando él regresase, no ahora; no quiero enfrentarlo, necesito tomar fuerzas y descansar… ya después ajustaré cuentas con él y juro por Dios que se acordará de cada segundo de lo que me hizo porque lo pagará muy caro.

-      Buenos días, madre – saludé en cuanto entré a la casa – estaré en mi habitación.

-      Iván – dijo – hablaron de la universidad, tu examen de ingreso es el mes que viene.

-      ¿Tan rápido? – pregunté – eso significa que, si entro, tendré que irme un tiempo fuera de la ciudad.

-      Es tu decisión, hijo – sonrió mi madre – yo te apoyaré como siempre lo he hecho, pero debes pensar muy bien las cosas.

No recordaba la solicitud de ingreso a la universidad; el tener que irme de la ciudad por cuatro años me parecerán una eternidad; me sentía sumergido en mis pensamientos cuando se escuchó el sonido del timbre sonar, así que decidí apresurarme a abrir la puerta… «juro por Dios que si es Edmundo, soy capaz de soltar todo lo que me hizo para que se vaya de una vez por todas de mi vida».

Abrí la puerta y lo que vi me dejó sin palabras; si no es porque sé que Edgar está hospitalizado y sin despertar aún, juraría que es él quien está parado justo frente a la puerta de mi casa, con una canasta en la mano. «¿Qué rayos es esto? ¿Una mala broma del destino que sólo me quiere hacer recordar lo mucho que me duele todo lo que pasó?» me quedé pensando cuando ¿Edgar?, sí, Edgar, me sacó de mis pensamientos, aunque lo veía un poco distinto, como si nunca me hubiese visto.

-      Disculpa – sonrió – mi padre y yo nos acabamos de mudar a la casa que está justo aquí al lado – comenzó a decir – y quise conocer a mis nuevos vecinos – dijo – soy Esteban, mucho gusto.

-      Hola… Este… Esteban – dije con dificultad mientras tomaba la canasta entre mis manos y me quedaba petrificado sin poderme mover.

-      ¿Pasa algo? – preguntó amablemente.

-      No, para nada – dije.

-      Iván, ¿Quién es? – preguntaba mi madre desde la cocina.

-      Es… es… e… e… el nuevo vecino, mamá – dije – Esteban.

Escuché a mi madre que se acercaba con rapidez a la puerta hacia donde estaba yo, y justo cuando apareció por el pasillo volteé a verla para hacerle señas de que no dijese nada por el momento; cuando pasó frente a mí le susurré «No es él, es el nuevo vecino», mi madre quedó perpleja al verlo, y Esteban se presentó con amabilidad; en verdad no sé si esto es una broma, o una mala jugada del destino, pero cuando pensé que las cosas no podían empeorar más, siempre me sorprende con algo nuevo. Mi madre quedó tan sorprendida como yo, y cuando el chico se fue y cerró la puerta, nos quedamos viendo fijamente.

ESTEBAN.

Después de presentarme con los nuevos vecinos, decidí regresar a casa, pues mi padre ya me ha de estar esperando para la cena; en verdad no sé porqué se empeñó en quererse mudar a este lugar, según él, ha estado tratando de localizar a unas personas de su pasado y por lo que me enteré cuando hablaba por teléfono, aquí están esas personas.

Entré a la casa y saludé a mi padre, quien ya tenía todo listo para cenar; lo ayudé a colocar la comida en la mesa para poder sentarnos a disfrutar de los alimentos; a veces me quedo pensando en quién sería mi madre y por qué mi padre no me habla de ella; espero que algún día se decida a decírmelo, pues siempre que le preguntaba, él me decía que era mejor dejar el pasado atrás.

-      ¿En dónde andabas, hijo? – preguntó mi padre con amabilidad.

-      Sólo decidí dar un paseo cerca – dije – en realidad fui a conocer a los vecinos de al lado.

-      Es verdad – respondió – no nos hemos presentado, con todo lo que tuvimos que viajar no me acordé de eso.

-      Son personas amables, papá – sonreí – me recibió un chico, se llama Iván. Es muy simpático.

-      Veo que no pierdes el tiempo, eh – sonrió mi padre – no sé por qué presiento que lo conoceré muy pronto.

-      ¿Crees que le guste? – pregunté – es que me vio como si ya me conociese, y sentí algo lindo cuando lo vi, y sus ojos… por Dios, sus ojos son maravillosos… encierran más de lo que se ve en el exterior.

-      Primero lo tienes que conocer bien, Esteban – dijo – no quiero que te vuelvan a romper el corazón, hijo: ten cuidado.

-      Está bien – sonreí – tendré cuidado, pero no quitaré el dedo del renglón.

La cena transcurrió sin inconvenientes, terminamos hablando de cosas simples, y al final, después de lavar los utensilios de cocina, decidí a revisar una de las cajas de mudanza, para sacar mi pijama y mi cepillo de dientes, pues ya es tarde y no quiero desvelarme, mañana entro a la escuela y quiero ir lo mejor descansado posible, además de que ya tengo entrevista de trabajo, en una tienda muy cerca de aquí, si todo va bien, podré estudiar y trabajar al mismo tiempo.


Buenas tardes a todos, sé que el relato es corto a comparación de los anteriores, pero lo importante es que lo pude terminar, y sí, sé que me estoy tardando un poco más de lo que acostumbraba a publicar pero continuaré haciéndolo.

Nos vemos en el próximo capítulo de esta historia, que aún le queda mucho por contar.