Iván y Edgar: Decisiones equivocadas.
Iván se ha dado cuenta de que asistir a esa fiesta no fue la mejor decisión... mientras tanto, Bruno se da cuenta de que sus malas decisiones comienzan a tener consecuencias irreversibles.
IVÁN Y EDGAR.
DECISIONES EQUIVOCADAS.
JUNIO 2006.
MAURO.
Después de la cena me sentí bastante cómodo con Andrés; hace tiempo que no me siento así con un chico y ahora que tengo la oportunidad, no puedo desaprovecharla; sinceramente Andrés es bastante guapo y, además, es muy sencillo y carismático.
Caminamos un rato hasta llegar a un parque, el cual se veía bastante tranquilo y muy limpio; en el lugar sólo había dos parejas disfrutando la noche; Andrés y yo nos sentamos en una banca para poder platicar un rato.
- Es una noche muy bonita – dijo - ¿te gusta el lugar?
- Sí – respondí – es muy bonito.
Andrés me veía con ternura, mientras acariciaba mis mejillas; empecé a sentir cómo se acercaba lentamente a mí para darme un beso en los labios; me sentía tranquilo, embriagado por su aroma y el roce de sus labios suaves.
- ¿Sabes por qué te traje aquí? – me preguntó mientras se separaba un poco.
- No – respondí - ¿Por qué?
- Este lugar es muy tranquilo – empezó a decir – y quería que hoy estuviésemos solos tú y yo.
No dije nada más, tan solo me acerqué a él y volvimos a fundirnos en un cálido beso, que me hacía olvidarme de todo; para mí en ese instante no existía el tiempo, ni las demás personas… nada, sólo estaba él, disfrutando de mi compañía; en ese momento sólo sabía una cosa, y es que era el hombre más feliz de la tierra por estar a su lado.
LIZET.
La fiesta está en su mejor momento, mis amigas me dieron una gran sorpresa con ese chico gigoló que me contrataron, aunque tengo en meta a una sola persona: Iván; planeo que hoy sea el día en que él y Edgar terminen su relación, y para eso tengo el apoyo de Antonio.
Después de bailar un poco con el gigoló, me acerqué a Antonio para que me indicara el lugar en donde se encontraban el par de bobos, pues no desaprovecharía la oportunidad para hacerles daño y, si tenía algo de suerte, también podría separarlos de una buena vez… aunque sé que para eso necesito tiempo… y también saber jugar muy bien las cartas, aunque para mi sorpresa aún no habían llegado.
LAURA
Estaba en el centro comercial, muy nerviosa, primero, porque el tonto de Iván no había llegado aún, y segundo, porque era mi primera cita con Tania; sí, lo sé, debería haber sido sólo entre ella y yo, pero Iván es mi mejor amigo, y me gustaría saber su opinión; en cuanto llegó, me sentí un poco aliviada, pero aún estaba nerviosa.
Iván estaba revisando su móvil mientras yo veía las prendas de cada local de ropa que pasábamos, sinceramente jamás en mi vida me había sentido así por alguien… lo que me hace pensar que Tania es la chica indicada, aunque estar esperando tanto tiempo no sé si podía soportarlo más.
- Relájate – dijo Iván – no va a pasar nada.
- Es que no sé – dije nerviosa - ¿y si no le gusto?
- ¿En serio? – preguntó Iván en tono burlón - ¿tú, tan segura de ti misma, haciendo ese tipo de preguntas?
- No te burles – dije – ay no, me muero de los nervios.
- Ya amiga – me dijo – ya ni yo me puse así.
En ese momento apareció Tania, vestida de forma casual, con su cabello castaño suelto, una blusa rosa y unos jeans azules de moda… se veía bellísima; en cuanto la vi me acerqué y le di un beso en la mejilla, y ella, después de corresponderme, saludó a Iván.
En el centro comercial había un cine, y de pronto Iván mencionó que podríamos ver alguna película, por lo que nos acercamos a ver las reseñas de las películas para poder elegir una; de pronto el móvil de Iván sonó y éste se alejó un poco para contestar.
IVÁN.
Sinceramente me sentía demasiado nervioso, no me gusta hacer mal tercio, y mucho menos si se trata de mi mejor amiga, por lo que decidí buscar una salida rápida para esta situación y dejar que ambas se conozcan y pasen el día solas; de repente mi móvil sonó y vi que era Edgar «que oportuno eres, mi escape perfecto» pensé y me alejé para contestar.
- Amor – dijo - ¿cómo estás?
- Pensando en ti – respondí - ¿Qué haces?
- Yo también pensaba en ti – empezó a decir – y pensé que quizás me podrías acompañar al centro comercial a realizar una compra.
- Por supuesto – respondí – estoy en el centro comercial cercano a mi casa, ahora mismo voy para tu casa.
- No – respondió – espérame en la entrada, no tardo en llegar.
- Muy bien – dije – no tardes.
- Lo prometo – dijo y finalizó la llamada.
Me acerqué a Laura y a Tania para disculparme, explicándoles la llamada y demás, y me fui a la entrada del centro comercial para esperar a Edgar; cuando lo vi llegar, estaba tan guapo, con vestimenta formal… en serio, no sé qué tiene este chico que me enamora.
Apenas nos vimos, me abrazó y nos dimos un largo beso en los labios, sin importarnos quién nos mirase o juzgase, era sólo nuestro momento, sentir que nos pertenecemos el uno al otro no tiene precio, y menos cuando sabes que esa persona a quien amas se lo juega todo por ti.
- Amor – dijo – me estaba preparando para ir a la fiesta de Lizet, pensé que ya estabas allí.
- Laura me pidió que la acompañase aquí – dije – se hizo tarde y ya no pude asistir.
- Si quieres vamos un rato – comenzó a decir - ¿qué dices?
- No me apetece ir – dije – tengo un mal presentimiento de esa fiesta.
- No pasará nada – respondió – vamos.
- No, en serio – dije - ¿por qué no mejor vamos a un parque o a un museo? – pregunté – quiero estar un rato a solas contigo.
- Tengo una idea – dijo con rapidez - ¿te gustan los monumentos?
- Si – dije – ¿tienes en mente uno?
- Acertaste – respondió – acompáñame.
- ¿A cuál iremos? – pregunté.
- Tú sólo ven conmigo – dijo.
El trayecto fue un poco largo, y más en el transporte público de la ciudad; durante el trayecto sólo sus pasos me iban guiando, me sentía como un bebé o un niño, al que sólo llevan sin que éste tenga conocimiento del lugar.
En cuanto llegamos, me di cuenta de que estábamos frente al monumento a la revolución; Edgar me tomó de la mano y juntos caminamos hasta la entrada del edificio, en donde él pagó las entradas y pudimos subir las escaleras para poder llegar a un espacio más privado, en donde podíamos ver a la ciudad desde allí.
EDGAR.
Vi cómo Iván se quedaba observando todo a través de una de las ventanas del monumento, así que me dediqué a abrazarlo y mirar hacia donde él veía, pues para mí no existe sitio más hermoso que aquel en donde él esté completamente cómodo.
- ¿En qué piensas? – le pregunté al oído.
- Pienso que soy el chico más feliz del planeta – respondió.
- ¿Ah sí? – pregunté - ¿Y eso por qué?
- Por esto – dijo mientras se volteaba para vernos frente a frente – por ti, por mí, por estar viviendo esto junto a alguien que valga la pena.
- Y todavía falta mucho más – dije – pero ya tendremos tiempo de sobra para ello.
En aquel momento sentí que el tiempo se detuvo; no existía nada ni nadie excepto Iván y yo ahí, juntos; es como vivir el mejor sueño de toda tu vida y sentir al mismo tiempo la adrenalina de saber que lo que estás viviendo es algo real.
El resto de la tarde nos la pasamos caminando por los alrededores, comimos en un puesto ambulante, visitamos algunas tiendas de libros y después emprendimos el regreso a su casa; adoro a Iván, pues es un chico que da todo a cambio de nada.
BRUNO.
Hola a todos, mi nombre es Bruno Mejía, tengo 17 años, y soy compañero de Iván; la verdad no le hablo porque soy muy tímido, no me gusta socializar mucho con la gente; además, soy gay.
Quizás si fuera un chico extrovertido me hubiese declarado a Iván como cualquier chico lo hace, pero mis inseguridades siempre me impiden hacer las cosas por impulso y, en cierto modo, me detienen para lograr lo que me proponga… o evitar que me dañen; quizás por eso es que estoy aquí, solo otra vez, y no junto a él, a quien amé profundamente.
- Hola Bruno – me saludó Jéssica, mi mejor amiga.
- Hola Jess – saludé sin ganas - ¿qué tal te va?
- A mi bien – dije fingiendo una sonrisa – ya sabes, todo normal.
- Sabes que no me engañas – respondió mirándome a los ojos – es por él ¿verdad?
- No te puedo engañar – suspiré – me escribió un mensaje hace rato.
- ¿Y qué te prometió ahora, eh? – dijo enojada – Que te ama, que quiere hacer las cosas bien, que lo va a dejar por ti ¿Eso te dijo? – escuché mientras mis ojos se llenaban de lágrimas – No puedo creer que sigas creyendo sus mentiras después de…
- ¡No lo digas! – la interrumpí – A pesar de todo lo que pasó no me importa seguir así, sé que él me ama.
- En serio no te entiendo, Bruno – dijo bastante molesta – si quieres seguirte deprimiendo por alguien como él que no te valora, es tu problema, ya me cansé de estarte sosteniendo cada vez que caes por su culpa.
Tras decir esto, se levantó furiosa sin siquiera voltearme a ver, caminó hacia la puerta y salió de mi habitación, dejándome completamente solo… mientras que él ahora está con su familia… con su esposo, a quien me juró que dejaría por mi. Me recosté en mi cama y cerré los ojos mientras sentía un gran dolor en el pecho… lo sentí profundo hasta que me quedé dormido.
JÉSSICA MIRANDA.
Al llegar a mi casa me encerré en mi habitación y me recosté en mi cama mientras pensaba en las palabras de Bruno «A pesar de todo sé que él me ama» ¿Cómo puede pensar tal cosa? Si desde que se conocieron él y Osvaldo Ventura éste último no ha hecho más que romperle el corazón una y otra vez… sobre todo con sus falsas promesas que sé muy bien no cumplirá.
Se preguntarán por qué estoy tan segura de eso… pues bien; esto está así. Osvaldo es nada más y nada menos que un chico adinerado cuya fama de patán se ha extendido por toda la escuela… y es que a él no le importa tener sexo con quien se le ponga enfrente, aunque fuese el mismísimo director… sí, lo sé, éste chico jamás tomará en cuenta a Bruno… pero él lo sabe y acepta esta situación, y yo no puedo hacer más nada que estar ahí para levantarlo cuando él le destroce el corazón de nuevo… y es que no tengo corazón como para dejarlo solo, pues al fin de cuentas soy la que siempre lo termina animando en sus peores momentos.
BRUNO.
Aún sigo pensando en las palabras de Jess… y es que tiene razón; ya una vez intenté algo serio con Osvaldo… y éste solo me utilizó hasta obtener lo que quería… después de acostarse conmigo, me botó como si hubiese sido un trapo viejo.
Aún no entiendo cómo es que tengo esa facilidad de complicarme tanto la vida al punto de hacerme daño… cuando conocí a Bruno me enredó con sus palabras, me prometió una vida juntos… y al final todo fue mentira… así como todo lo que él me dice cada vez que me busca, pero a pesar de eso me siento incapaz de vivir sin su presencia, aunque ello implique que me duela hasta el alma su trato hacia mí.
Me sorprendí y di un salto cuando escuché el sonido de mi móvil; cuando observé la pantalla, no podía creer que él me estuviese llamando «quizás esté pensando en mí» pensé tontamente, pero su llamada no fue para nada grata… lo que me enteraría a continuación me dejaría con el alma destrozada.
- Hola – respondí con una felicidad que no podía ocultar - ¿cómo has estado?
- No te llamo para saber de ti – respondió fríamente – sólo considero que es importante que lo sepas.
- ¿Saber qué? – pregunté inquieto - ¿pasa algo malo?
- En efecto – dijo y calló por unos instantes – Bruno, me acaban de diagnosticar VIH.
«VIH»… esa palabra comenzó a resonar una y otra vez en mi cabeza «¡No puede ser!, ¡Está mintiendo!» En ese instante todo comenzó a dar vueltas, me sentí mareado y sentí que me faltaba el aire… me sentía flotar, como si no estuviese ahí… hasta que su voz me devolvió a la realidad.
- Bruno, escúchame – dijo – no me busques más ¿quieres? – tosió – no me compliques más mi vida.
- Eres un maldito – le dije mientras sentía mi cara arder – ¡me juraste que no pasaría nada! ¡Yo creí en ti! ¿Cómo puedes decirme esto así sin más?
- Eres tan iluso como siempre – dijo – todo lo que te dije me lo creías… por eso siempre fue tan fácil tener sexo contigo.
- ¡Me acabas de arruinar la vida! – exclamé mientras intentaba ahogar el llanto - ¡Eres un imbécil!
- El imbécil en este caso fuiste tú – dijo con cinismo – debiste haberte cuidado… en fin, hasta nunca, cariño. Después de esto por fin espero jamás volver a verte.
- Osvaldo me las vas a… - dije pero callé al escuchar que él había finalizado la llamada.
Me quedé mirando mi móvil por unos instantes que se me hicieron eternos, mientras mis manos y mi cuerpo entero temblaba… tenía miedo, pero al mismo tiempo sentía rabia por lo sucedido «Imbécil» me repetía «Creí ciegamente en la persona que me acaba de arruinar mi mundo».
Me recosté en la cama y las lágrimas comenzaron a salir; hundí mi rostro en la almohada para ahogar mis sollozos, pues no quería que nadie me escuchase así… y menos por un tipo que no vale la pena… «Dios mío ¿qué voy a hacer a partir de hoy?» me pregunté sabiendo que no tenía la respuesta «Yo solo arruiné mi propia vida» me repetía una y otra vez hasta que el cansancio me venció.
JÉSSICA MIRANDA.
Bajé del taxi y me dirigí a la puerta principal de la casa; sinceramente ya me estaba preocupando que Bruno no me contestase ni mis mensajes ni mis llamadas… eso es raro en él; a pesar de estar enojados siempre contesta aunque sólo sea con un seco ‘Hola’ y algunas respuestas cortas… y el hecho de que me esté ignorando no es para nada una buena señal… pues conociéndolo, al menos unas cinco veces ya me hubiera insultado por teléfono.
Después de apretar el interruptor del timbre, escuché unos pasos al otro lado de la puerta, lo que me hizo suponer que era él, pues a esta hora por lo regular es el único que está en casa; no podía dejar las cosas así, y mucho menos en estos momentos en los que está tan débil por culpa del estúpido de Osvaldo.
- Hola – me saludó sin ánimos.
- ¿Puedo pasar? – le pregunté.
- Adelante – dijo mientras me cedía el paso.
Apenas entré, lo abracé y él hundió su rostro mientras rompía en llanto; me molestaba verlo así cuando sabía perfectamente la causa; en serio, es que en estos momentos de no ser por su estado, ya hubiese ido a la casa de Osvaldo para golpearle molerlo a golpes hasta dejarlo inconsciente.
- Bruno – le dije mientras lo separaba con cuidado de mí – escúchame, debes de estar tranquilo.
- No puedo – dijo entre sollozos – mucho menos después de lo que me dijo.
- Lo que él te haya dicho no tiene importancia – le dije mientras alzaba su cara – es un imbécil que no te merece.
- Ayúdame – me suplicó – necesito ir a una clínica, es urgente.
- ¿Por qué? – pregunté angustiada - ¿te sientes mal?
- Osvaldo tiene – empezó a decir con la voz entrecortada, mientras evitaba romper de nuevo en llanto – tiene… tiene… ¡VIH!
Al escucharlo decir eso, un escalofrío me recorrió el cuerpo mientras me quedaba en shock por la noticia… y es que ahora sí que lo mato… «¿Cómo se atrevió a hacerle esto a Bruno?» Arruinarle la vida a una persona de este modo no tiene el más mínimo perdón, y menos si esa persona ha sido capaz de humillarse por él.
JULIO 2006.
IVÁN.
Me divertí como nunca todo el día en la playa, y es que ahora que tenemos vacaciones, he decidido disfrutarlas al máximo junto a Edgar. La gente aquí se la pasa de lujo, y además, son muy amables. Hoy en la mañana mientras daba un paseo por la playa, me encontré a un chico que me saludó mientras esperaba mi turno en la barra de alimentos; su nombre es William Rosas García, un chico moreno de ojos miel, con quien hice amistad de inmediato, al punto de pasarnos nuestros números móviles para estar en contacto.
Nunca imaginé que mis vacaciones las terminaría pasando aquí, pues todo sucedió tan rápido que apenas me dio tiempo de asimilarlo. Apenas hace dos días Edgar me dijo que tenía una sorpresa que seguro me encantaría… y vaya que lo logró, pues estas vacaciones están resultando lo más agradable posible.
- Mi amor – me dijo Edgar mientras me abrazaba por detrás – vamos a comer, muero de hambre.
- Sí – respondí – yo también.
Caminamos rumbo al hotel para cambiarnos de ropa e ir al restaurante; después de todo, no pretendía pasar todo el día tostándome la piel bajo el sol en la playa. Justo cuando entramos al restaurante, nos encontramos cara a cara con Antonio, quien de muy buen modo nos saludó e incluso se quedó platicando con nosotros un rato en la mesa.
- Chicos, en serio – dijo – admito que me equivoqué. Perdónenme por todas las molestias que les causé.
- No te preocupes – dije – cuéntame ¿qué tal te ha ido?
- No muy bien – respondió desganado – encontré un empleo de medio tiempo pero la paga no es muy buena.
- ¿Y por qué no seguiste en donde estábamos? – preguntó Edgar – La paga ahí era buena.
- Lo sé – respondió – pero me ofrecieron otro empleo con más sueldo y acepté.
- ¿Y por qué no seguiste ahí? – pregunté inquieto.
- Porque al final no me pagaron lo que me correspondía – dijo – y decidí renunciar al no obtener respuesta por parte de Recursos Humanos.
La plática con Antonio siguió sin contratiempos; sinceramente me agradó conocer este lado de él, pues no se nota que nos guarde rencor ni nada por el estilo… aunque a Edgar no le haya parecido nada volver a verlo… y es que, aunque esté fingiendo, a mí no me engaña, y sé que en el fondo aún le quedan ganas de golpearlo por todo lo que pasó.
EDGAR.
Después de una larga plática, Antonio nos invitó a una fiesta en donde celebraría el cumpleaños de un amigo suyo; algo que a mí no me agradó en lo absoluto, pero después de tanta insistencia por parte de Iván, terminé cediendo, aunque con algo de recelo.
Estábamos en la habitación Iván y yo, mientras yo me peinaba, él terminaba de ducharse; miré el reloj y ya era algo tarde; en cuanto terminamos de arreglarnos, salimos del hotel y abordamos un taxi para no demorarnos tanto en llegar; una vez en nuestro destino, pagué el servicio y descendimos del vehículo con rapidez y nos acercamos hasta Antonio.
IVÁN.
Me desperté con un tremendo dolor de cabeza; al intentar levantarme, mi cuerpo me dolió bastante, y me di cuenta de que estaba desnudo en una cama, y a ambos lados de la cama estaban dos chicos desnudos que no pude reconocer.
Me levanté de esa cama lo más rápido que pude y comencé a buscar mi ropa en esa habitación; en cuanto la encontré, me vestí con rapidez y me dispuse a salir lo antes posible de aquel cuarto mientras me disponía a buscar a Edgar, con quien casi choco apenas al abrir la puerta de la habitación.
- No puedo creer que lo hicieras – me dijo enfurecido mientras me empujó con fuerza dentro de la habitación – ¿para esto querías venir?
- Edgar – comencé a decir – yo… no entiendo nada…
- Después de esto – dijo – me queda claro que sólo jugabas conmigo.
- ¿Qué pasó ayer? – le pregunté - ¿Por qué amanecí aquí con estos tipos? ¿En dónde estabas tú?
- No te hagas el inocente – dijo - ¿acaso ya olvidaste que anoche me rechazaste? Ahora entiendo por qué no quisiste estar conmigo – dijo apretando los puños de sus manos – dime Iván ¿ellos te satisfacen más que yo?
Escuchar esas palabras era lo peor que me haya pasado, las sentía clavarse en mi pecho como si fueran cuchillos que lastimaban sin piedad mi corazón; no pude contenerme y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos; sabía que con esto todo había terminado… pero no podía rendirme tan fácil, no puedo perderlo… debe haber una explicación para esto.
Edgar se me quedó viendo con desprecio… había odio en su mirada, luchaba por controlarse, pero su cuerpo temblaba bastante «está muy dolido… lo peor es que ni yo mismo me puedo explicar lo que ha sucedido aquí» Edgar hizo un movimiento brusco con la intención de golpearme, pero una persona lo detuvo y agradecí enormemente que esa persona, quien fuese, haya llegado muy a tiempo.
- ¡Suéltame! – gritó Edgar mientras se intentaba zafar de aquellos brazos.
- Te soltaré hasta que estés más tranquilo – dijo aquella voz que de inmediato reconocí… ahora veía todo con claridad.
- Antonio – dije – suéltalo.
- No lo haré, Iván – dijo - ¿qué no ves que te quiere hacer daño?
- Edgar – dije intentando calmarlo – entiendo tu enojo, perdóname ¿podemos hablar sin golpes? Podemos arreglar esto.
- No hay nada que hablar – dijo más calmado – me retiro.
- Edgar – dije intentando sujetar su brazo, pero él se soltó de inmediato – por favor ¿podemos hablar?
- No – dijo fríamente – y por favor, no me busques más.
- Edgar ¡espera! – empecé a decir, pero Antonio me detuvo.
- Es mejor que lo dejes ir – dijo – no es momento de hablar… deja pasar un tiempo y podrás arreglar las cosas con él.
UNA SEMANA DESPUÉS.
BRUNO.
Me levanté temprano para poder ducharme con rapidez, pues Jéssica no tarda en venir a mi casa; sinceramente me siento bastante nervioso, además de que apenas ayer comencé a sentir los síntomas de gripe, pero no pude tomar ningún medicamento debido a los estudios que me practicarán.
Apenas bajaba las escaleras cuando escuché el sonido del timbre, lo cual me hizo apresurar mi andar y abrir la puerta con rapidez, encontrándome con Jéssica, quien apenas me vio, me saludó y me dio un abrazo.
- Tengo miedo – dije.
- Bruno – me miró – todo saldrá bien, ya verás.
- Eso espero – respondí mientras temblaba involuntariamente.
El trayecto hasta el centro de salud se me hizo eterno; Jéssica intentaba distraerme con cualquier cosa, pero mi cabeza no dejaba de pensar en el posible resultado… en cuanto llegamos, una de las enfermeras me atendió amablemente, me tomó la muestra de sangre y me dio cita para recoger los resultados; ya sólo faltaba lo más difícil: esperar.
Jéssica me llevó a un restaurante para que almorzara algo, además de que me serviría como distracción para no pensar más en los resultados; cuando llegamos, Iván estaba sentado solo en una de las mesas y en cuanto nos vio nos hizo señas para que nos sentásemos con él.
- Hola chicos – sonrió - ¿cómo han estado?
- Bien – respondió Jéssica – gracias ¿y tú?
- De maravilla – dijo – ya eran justas las vacaciones ¿no?
- Sí – respondí - ¿cómo vas con Edgar?
- Terminamos la semana pasada – dijo triste – desde entonces no lo he visto.
- Lo siento – dije – no quise ser inoportuno.
- No te preocupes – sonrió – la vida sigue.
Apenas nos acomodamos, comencé a sentir un mareo horrible y me disculpé con la intención de salir corriendo hacia el sanitario para mojarme un poco el rostro; sin embargo, al levantarme, de repente todo se tornó oscuro y dejé de escuchar los sonidos del ambiente hasta que comencé a escuchar muy leve la voz de Jéssica llamándome.
- ¡Bruno! ¡Bruno! – decía con nerviosismo - ¡Despierta!
- Bruno – dijo Iván - ¿puedes escucharnos?
- No responde – oí decir a Jéssica – Voy a llamar a una ambulancia.
- Bruno – decía Iván – escúchame, no te duermas – me decía mientras me sujetaba en sus brazos – Jéss está pidiendo ayuda, vendrán pronto y un médico te revisará.
Quise responderle, en verdad quería, pero en ese momento era imposible, como si algo me impidiese pronunciar palabra alguna… es desesperante sentir tantas cosas y no poder expresarlas; intenté aferrarme a él pero de pronto volví a sentir que todo desaparecía a mi alrededor.
Poco a poco comencé a abrir los ojos, mientras escuchaba ruidos raros; en cuanto los pude abrir bien, lo primero que vi fue un techo diferente al de mi cuarto, y también se escuchaba el sonido de un extraño aparato, y me asusté en cuanto escuché la voz de Jéssica llamándole a un doctor, quien no tardó en llegar y comenzar a inspeccionarme.
- ¿Qué sucedió? – pregunté - ¿En dónde estoy?
- Bruno – escuché decir a Jéssica – estás en un hospital.
- Joven – dijo el médico – me alegra que haya despertado – voy a presentar un informe y regreso en seguida – dijo mientras lo veía salir de la habitación.
- Bruno – dijo Jéssica mientras se acercaba – me asustaste mucho.
- ¿Por qué? – pregunté - ¿A qué hora me trajeron hasta aquí?
- Bruno – dijo Jéssica con nerviosismo – tienes una semana aquí.
En cuanto dijo eso, todo comenzó a darme vueltas «una semana en este hospital» sea lo que sea, no es una buena señal si me la pasé inconsciente durante toda una semana… supongo que lo que me pasó ha de ser… ¡Maldición! Ahora sí se ha arruinado mi vida.
Bueno, aquí les dejo el siguiente capítulo de esta historia; perdónenme si no lo subí antes pero apenas voy completando este capítulo, debido a que tuve que atender algunos asuntos personales. Espero que les guste; recuerden que pueden dejarme comentarios o bien, contactarme mediante mi correo electrónico lupecito24@gmail.com. ¡Saludos mis queridos lectores! Nos estamos leyendo pronto.
Guadalupe.