Iván y Edgar: Andrés

Hola a todos, aquí les dejo el siguiente capítulo, en el cual introduzco a un nuevo personaje. Espero que les guste. ¡Saludos!

IVÁN Y EDGAR.

ANDRÉS.

MAYO 2006.

ANTONIO.

Me apresuré a ponerme la colonia mientras le daba un último vistazo al espejo «”Qué guapo me veo”» pensé. En aquel momento supuse que mi atuendo sería de lo más apropiado, una camisa azul y un pantalón de mezclilla, con zapatos negros, y mi peinado formal. Tomé mi móvil de mi mesita de noche junto con mi cartera, la verdad es que me costó bastante trabajo investigar el domicilio de Iván, aunque fue gracias a mi amiga Carolina, quien pudo extraer esa información de Laura, la mejor amiga de Iván. Me dispuse a salir de mi habitación mientras le decía a mi madre que saldría con unos amigos.

Al salir de mi casa, tomé un taxi y le di al chofer las instrucciones para llegar al domicilio de Iván, pues está como a una hora de mi casa; al llegar, le pagué por su servicio y salí del vehículo, mientras contemplaba la casa de Iván «ya estoy aquí» respiré profundamente y me acerqué para llamar a la puerta. No escuchaba ruido al interior del hogar «por favor que esté» pensaba cuando de pronto escuché unos pasos aproximarse con rapidez hacia la puerta principal; de pronto, la puerta se abrió y allí estaba él, tan guapo como siempre, vestido de forma casual, con una playera Wilson y unos jeans de mezclilla.

  • Hola Antonio – me saludó – ¿Qué se te ofrece?

  • ¿Puedo pasar? – le pregunté tímidamente.

  • Claro – dijo – pasa, estás en tu casa.

Al entrar, me ofreció algo de beber mientras me sentaba en un sillón; me sentía muy bien al estar ahí, su hogar era muy acogedor; Iván me entregó el vaso y posteriormente se sentó en el sillón que estaba frente a mí; los nervios los sentía demasiado fuertes.

  • Vamos al grano – dijo mientras colocaba su vaso en la mesita de centro – tú no estás aquí por casualidad – mencionó con rapidez – tú estás aquí por algo.

  • Tienes razón – respondí mientras le bebía un poco – si hay un interés… y eres tú.

  • No te creo – respondió – la última vez que hablamos me dejaste bien claro que no buscas nada serio ¿o es que acaso tengo que recordarte lo que me dijiste?

  • Lo sé, y te entiendo – dije – estás en todo tu derecho de dudar, pero créeme, tú eres diferente a los demás.

  • Antonio – empezó a decir – no juegues conmigo, no otra vez porque…

Iván no pudo terminar de hablar, pues para ese momento ya lo había empezado a besar; Dios mío, que ricos labios; en serio no sé qué tiene pero me atrapa, me atonta, me jala hacia él como moscas a la luz; no pude contenerme y lo pegué lo más que pude a mi cuerpo; podía sentir cómo temblaba por la sensación que experimentaba en ese momento. Estaba tan contento de tenerlo entre mis brazos, que quise volver a sentir su piel, así que lo traté de dirigir hasta su habitación y, ya una vez dentro, lo empezaba a desvestir cuando de pronto me detuvo «Vete, no caeré en tu mismo juego otra vez» dijo amargamente; por lo que me molesté, me levanté y salí de la habitación bastante enojado, sin siquiera atreverme a voltear y verlo.

IVÁN.

Después de un buen rato recostado en mi cama, estaba pensando en todo lo que me ha ocurrido últimamente. No sé qué me pasa cada que lo veo… no puedo dejar de pensar en Edgar, pero Antonio… Dios bendito, me siento confundido, me encantan los besos de Antonio… a pesar de todo lo que pasó, él fue el primero… y eso no se olvida. Justamente en ese preciso momento mi celular sonó y vi de inmediato la pantalla para comprobar quién me estaba llamando por teléfono: era Antonio, así que de inmediato contesté sin siquiera detenerme a pensar en qué le podría decir.

  • Hola – saludé - ¿Qué pasó?

  • Sólo quiero que platiquemos – dijo – hay cosas que debes saber.

  • Sabes – dije molesto – ya te había dejado claro que no quiero saber nada de ti.

  • Lo sé – dijo – pero escúchame, dame al menos la oportunidad de explicarlo todo ¿Podrías?

  • No lo sé Antonio – respondí desorientado – después de lo que me dijiste…

  • Lo sé y estuvo mal – respondió – sólo dame esta oportunidad, te prometo que después de que hablemos, si así lo deseas, no te volveré a molestar.

  • Está bien – respondí – sólo espero que cumplas.

  • ¿En dónde nos vemos para platicar? – me preguntó – Tú decides el lugar y yo voy a la hora que digas.

  • ¿Te parece ahora mismo en la cafetería cerca de mi casa? – pregunté – te puedo mandar la ubicación.

  • De acuerdo – me dijo – envíamela y yo te aviso cuando esté por llegar.

Después de eso nos despedimos y, tal cual quedamos, le envié mi ubicación a través del móvil; me asomé a la ventana de mi cuarto, el clima había cambiado un poco, se sentía algo de frío y el cielo repentinamente se tornó gris «lloverá dentro de poco, qué mala suerte tengo» pensé. Tomé mi móvil y empecé a escribir un mensaje para Antonio «mejor nos vemos otro día, ya no tarda en llover» estaba a punto de enviarlo, pero me arrepentí «mientras más pronto lo vea, podré ponerle punto final a este asunto» pensé, así que borré lo que había escrito y guardé mi móvil en el bolsillo derecho de mi pantalón.

Al bajar a la sala de estar me di cuenta de que la televisión estaba prendida «se me olvidó apagarla» pensé mientras me dirigía hasta allí para apagarla. Al final, tomé mi chamarra azul que estaba en el perchero cercano de la entrada y me dispuse a salir lo antes posible. Comencé a caminar en dirección a la cafetería, cuando de pronto me encontré con Andrés Ortega, un gran amigo y compañero que sólo estuvo en mi grupo en primer grado de bachillerato hasta que se cambió de escuela y no había vuelto a saber de él.

  • Hola Iván – me saludó - ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo has estado amigo?

  • ¡Andy! – exclamé con sorpresa mientras lo abrazaba efusivamente - ¡Qué sorpresa! ¡He estado bien, te extrañé tanto!

  • Yo también – dijo mientras me acariciaba el pelo - ¡Cuánto has crecido!

  • Pero si tú no te quedas atrás – objeté – mírate, se nota que has hecho bastante ejercicio.

  • Sí verdad – sonrió – sólo que no te emociones – dijo guiñándome un ojo – no vaya a ser que te enamores de mí.

  • ¡Jajaja! – sonreí – menso – dije mientras le daba un ligero empujón y le sacaba la lengua – ya sabes que a los amigos se les respeta – dijo - ¿Y ya tienes novia o novio?

  • Aún no – respondió – porque te sigo esperando ¡Jajaja!

  • Menso – le dije mientras le volvía a sacar la lengua – ya enserio ¿tienes novia… o novio?

  • Digamos que aún no llega la indicada, aunque un novio no me caería mal, jejeje – dijo mientras volvía a reír - y menos si ese alguien eres tú.

Verlo de nuevo en serio me cambió el día; Andrés Ortega, cómo lo extraño en las clases; cuando nos conocimos él me inspiró confianza y es, además de Laura, el único que sabe que soy gay, pues nuestra amistad va más allá de cualquier prejuicio. Andrés Ortega es el típico chico popular de nuestra edad, es güero, de ojos azules, cabello lacio, corto y rubio; es delgado, muy amable, buena onda, siempre anda con una actitud positiva ante la vida y, además de todo, siempre hace que todas las chicas (y uno que otro chico) mueran perdidamente por él.

Cuando iniciamos el primer grado, yo estaba sentado en mi lugar dentro del salón, sumido en mis pensamientos, cuando él llegó casi barriendo el límite de tolerancia para la asistencia a clases, y el profesor lo sentó a mi lado, pues era el único lugar disponible; cuando se acercó, me saludó amablemente con una sonrisa y se sentó en silencio.

Nadie en nuestra clase supo entender cómo es que él y yo terminamos siendo tan buenos amigos, pues él terminó siendo todo lo opuesto a mí: rebelde, desastroso, nunca saca buenas notas, llega tarde a clases, no hace tareas… en fin; ni yo mismo sé cómo terminamos formando una sólida amistad. Él y yo convivimos mucho tiempo, mi familia lo conoce muy bien, siempre me la pasaba con él, hasta mi propia familia y la suya llegaron a creer que éramos novios.

Andrés es un chico que él mismo considera ser bisexual, y ha tenido tantos novios y novias que seguro no lleva la cuenta, aunque al final sus relaciones no son lo más estables que digamos, pues cambia de pareja como si se cambiase de ropa, aunque su aspecto físico le da bastante ventaja.

ANDRÉS.

Volver a encontrar a Iván no tiene precio; de todos los amigos que tengo, él es el único con el que podría pasar días enteros sin aburrirme. Cómo lo extraño al canijo, sobre todo desde que me cambié de escuela, pues ya no he tenido mucho tiempo disponible para poder vernos. Nos pusimos a platicar un rato, hasta que él se disculpó y me dijo que se le hacía tarde para ir a ver a una persona, así que quise indagar para saber de quién se trataba, hasta que logré convencerlo de dejarme acompañarlo.

Cuando llegamos a la cafetería, de inmediato se acercó a un chico que, supongo, es con quien había quedado; y no me equivoqué, pues me pidió que me acercase para presentarnos «Él es Antonio» dijo, mientras lo saludaba con la mano y, de inmediato, los tres tomamos asiento.

ANTONIO.

Ver llegar a Iván con ese chico me tomó por sorpresa, y de inmediato me dieron celos, pero en este momento lo único que quiero es recuperarlo, por lo que montar toda una escena de celos ahora mismo no sería lo más prudente y sólo empeoraría las cosas.

  • Iván – comencé a decir – he estado pensando muy bien las cosas y…

  • Si me vas a volver a decir que yo tuve la culpa – me interrumpió molesto – mejor me voy.

  • ¡No te vayas! – le pedí – escúchame, por favor, no es eso lo que quiero decirte.

  • Bueno, dime rápido – dijo – que mi amigo me pidió que lo acompañara a realizar algunas compras y por acompañarme hasta aquí está sacrificando un poco de su tiempo.

  • Quiero que seamos novios – le pedí – por favor. Estoy dispuesto a todo lo que me pidas, con tal de que me aceptes.

  • ¿No crees que ya es un poco tarde para eso? – me cuestionó con fastidio – Tu oportunidad ya pasó. Yo no ando con un tipo al que sólo le gusta jugar con los sentimientos de los demás.

  • Si claro – respondí – ahora me dices eso cuando que tú y este tipo le ponen los cuernos a Edgar ¿no?

  • ¿Y tú cómo sabes eso? – me preguntó – que yo sepa nadie sabe de mi relación con Edgar.

  • Lo sé porque ayer Edgar y yo nos encontramos en la calle y me pidió que no me acerque a “su novio” – dije – pero ya le dejé bien claro de que antes de ser suyo, ya fuiste mío.

  • ¡Eres un desgraciado! – dijo mientras se me abalanzaba soltándome todos los golpes que podía, lo que hizo que su amigo de inmediato nos tratase de separar.

IVÁN.

Escuchar tanta estupidez de su parte me hacía rabiar, y traté de comportarme lo mejor que podía para no partirle la cara ahí mismo… pero lo último que dijo fue la gota que derramó el vaso; no pude más y me abalancé sobre él, hasta que Andrés nos trató de separar.

  • ¡Iván, Iván! – gritó Andrés mientras se metía entre los dos – Calmados los dos – dijo – es mejor que te vayas – le dijo a Antonio.

Antonio respiraba agitadamente, al igual que yo; a Antonio no le quedó más remedio que darse la vuelta e irse, mientras que Andrés me abrazaba y me acariciaba el pelo «tranquilo, ya pasó todo» dijo. No pude evitar abrazarme a él y llorar profundamente; Andrés lo único que hizo fue sujetarme con fuerza y esperar hasta que estuviese más calmado; cuando me sentí mejor, él limpió mis lágrimas y me pidió que lo acompañase.

Le pedí que me llevara a mi casa, pero él prefirió llevarme a la suya, pues quería que yo supiese en dónde vive ahora para que después pueda visitarlo; en cuanto llegamos, saludamos a su madre, quien me recibió muy emotivamente, y después me llevó a su habitación en la planta alta.

ANDRÉS.

Abrí la puerta de mi habitación y lo invité a pasar, en cuanto estuvimos dentro cerré la puerta y le puse el seguro, pues no quería que mi madre nos interrumpiese; Iván se sentó sobre mi cama mientras rompía de nuevo en llanto. Me senté a su lado y él se recostó sobre mis piernas sin parar de llorar; no me gusta verlo así, y mucho menos por culpa de un idiota.

  • ¿Por qué lo hizo? – dijo amargamente - ¿Por qué hay chicos que sólo juegan con los demás?

  • Tranquilízate, Iván – le pedí – Mejor cuéntame todo lo que pasó.

Iván se me quedó viendo fijamente y comenzó a contarme la historia entre él y ese tal Antonio; mientras hablaba, temblaba de coraje y volvía a llorar; después de contarme todo, el silencio reinó en mi habitación, hasta que decidí romperlo.

  • Iván – dije – sé que te duele, pero también él tiene la razón – suspiré – él lo sabía y te preguntó antes de seguir.

  • Aun así – dijo – me arruinó la vida.

  • Cariño – acaricié su pelo – si él te preguntó, fue porque no quería hacerlo sin tu consentimiento, más sabiendo que se trataba de tu primera vez.

  • Sólo estás justificándolo – me reprochó - ¿acaso tú haces lo mismo con los chicos y las chicas? ¿Sólo juegas con ellos?

  • Mira, sé que no estuvo bien – comencé a decir – pero de algún modo lo quiere corregir al pedirte que seas su novio ¿o no?

Iván me observó detenidamente, mientras yo no paraba de acariciar su cabello; después de un rato, se sentó en la cama y suspiró profundamente «Aceptaré ser su novio» me dijo «Será la mejor solución a esto». En ese momento se levantó demasiado rápido, mientras decía una y otra vez “ay no, ¿qué haré con Edgar?” a lo cual yo le pregunté por ese tal Edgar, y me contó toda la historia entre ellos dos.

Después de platicar un buen rato, y comprobar que Iván estaba más calmado, decidí llevarlo a su casa, por lo que agarré las llaves de mi auto y le pedí que me acompañase para que nos fuéramos. Ya habíamos avanzado un buen tramo cuando él me dijo «espera, cambié de opinión» así que, sin pensarlo dos veces, encendí mis intermitentes y me acerqué a una banqueta para estacionar el auto, pero él me dijo que siguiera avanzando, y me dio las instrucciones, pues quería ir a otro lugar, pero no me dijo cuál. Cuando llegamos, nos bajamos del auto y él se acercó al timbre; después de un rato, alguien bajó corriendo las escaleras del edificio y, al ver a Iván, de inmediato abrió la puerta.

  • Amor ¿qué haces aquí? – le preguntó a Iván – Buenas tardes, pasen por favor.

  • Edgar – dijo Iván – tenemos que hablar.

  • ¿Edgar? – preguntó confundido - ¿sucede algo?

Iván no contestó, tan sólo se limitó a subir las escaleras mientras yo los seguía detrás; al entrar, Edgar nos pidió que de favor nos sentáramos para poder platicar un rato. Iván me presentó con Edgar y comenzamos a platicar un buen rato acerca de nuestras vidas; por su parte, Edgar me contó cómo fue que él e Iván empezaron a ser novios, mientras que yo le contaba cómo fue que Iván y yo nos conocimos; la verdad es que Edgar es un buen tipo, además de estar bastante guapo.

El tiempo transcurrió muy rápido, y Edgar nos invitó a un bar, aprovechando que su novio lo había ido a visitar, a lo que yo de inmediato asentí; Iván no estaba muy convencido de ir, pero entre Edgar y yo lo animamos y nos fuimos en mi auto; Edgar se fue en la parte trasera e Iván no quiso ir con él, justificando que quería ir adelante conmigo en compensación por todo el tiempo que no nos habíamos visto.

Cuando llegamos, había demasiada gente; nos acercamos y entramos lo más rápido posible para poder buscar un lugar donde estar; Edgar habló con uno de los empleados del bar y pidió una cubeta de cervezas, mientras Iván y yo nos acomodábamos en una de las mesas; al fondo del lugar, habían tres chicos en ropa interior bailando, dando así su espectáculo, mientras los demás chicos les ponían billetes en su ropa interior. Evidentemente aquí no se preocupan por la edad de sus clientes, mientras tengan para pagar su consumo, son bien recibidos.

Iván se disculpó con Edgar y me pidió que de favor lo acompañara al sanitario, a lo cual yo también me disculpé y lo seguí a la brevedad; al entrar, habían dos muchachos besándose pero, al vernos, salieron de inmediato, dejándonos solos a Iván y a mí.

  • ¿Qué dudas tienes? – le pregunté directamente.

  • Quiero que seas sincero – dijo.

  • Adelante – respondí – pregunta lo que quieras.

  • ¿Debo seguir con él – comenzó – o finalizar la relación para estar con Antonio?

  • Iván – comencé a decir – ese tipo de preguntas no te las puedo responder – suspiré – sólo tú tienes las respuestas.

  • Estoy confundido – dijo bajando la mirada – me gusta Edgar, lo amo… pero Antonio fue el primero.

  • ¿Edgar sabe que Antonio y tu…? – comencé a preguntar.

  • Sí – dijo, esta vez mirándome a los ojos – lo sabe, y aun así me aceptó.

  • ¿Sabes qué significa eso? – le pregunté.

Iván no me respondió, tan sólo se me quedó viendo fijamente, mientras respiraba con rapidez; a lo que yo de inmediato le di la respuesta “Significa que Edgar te ama tanto que no le importa tu pasado, tan sólo quiere que tú seas su presente” suspiré “Creo que un chico así vale más que 10 chicos guapos”. Después de escucharme, se acercó a mí y me abrazó tan fuerte que caímos al suelo, y él quedó encima de mí, mientras nos empezábamos a reír tal cual niños que acaban de realizar una travesura «Eres un tonto» le dije, mientras lo rodeaba con mis brazos «Te quiero mucho, chamaco, no tienes idea de cuánto te extrañaba».

Después de reincorporarnos, salimos tranquilamente del sanitario y nos dirigimos hacia Edgar, quien se encontraba revisando su celular; en cuanto nos acercamos, lo guardó y se acercó a Iván para pedirle que lo acompañara a la pista de baile.

EDGAR.

Disfrutaba cada momento que pasaba con Iván; conocer a este chico ha sido lo mejor que me ha pasado hasta el momento. Después de bailar tanto, nos acercamos de nuevo a la mesa donde se encontraba Andrés, quien ya se estaba besando con un chico moreno de estatura baja.

  • ¿Se están divirtiendo? – nos preguntó mientras nos veía directamente.

  • Por supuesto – sonreí – y por lo visto, tú también.

  • No puedo desaprovechar las oportunidades – sonrió – mientras volvía a besarlo.

El tiempo pasó entre risas y pláticas, al final el chico se despidió y se fue, a lo cual decidí ver mi reloj y comprobé que ya se hacía tarde, así que le mostré a Iván el reloj y de inmediato nos levantamos, indicándole a Andrés que ya era tiempo de retirarnos.

ANDRÉS.

El chico y yo nos pasamos nuestros números antes de retirarnos del lugar; durante el trayecto nos la pasamos platicando Edgar, Iván y yo; debo reconocer que Edgar es un tipazo, muy amable, se nota que ama a Iván y, además de todo, sabe divertirse.

  • Espero que se la hayan pasado muy bien hoy – les dije.

  • Fue perfecto – dijo Edgar – Espero que podamos salir así otro día.

  • Cuando gusten – empecé a decir – conozco muchos lugares, ustedes sólo díganme y yo los llevaré. Por cierto, préstame tu teléfono, Iván.

  • ¿Para qué? – me preguntó.

  • Tú sólo dámelo – dije – te lo devuelvo enseguida.

Iván me dio su móvil y de inmediato abrí la agenda para guardar mi número como contacto «Listo» le dije, mientras le devolvía el móvil, cuando gustes, me puedes llamar o mandarme mensajes.

JUNIO 2006.

ANTONIO.

Me levanté muy temprano, pues debía prepararme para ir a mi primer día de mi curso de lengua extranjera; aunque era sábado podía soportarlo, pues sólo iría un rato; así que decidí desayunar algo ligero y vestirme para poder ir a prisa al instituto. Cuando llegué, me sorprendí al verlos; estaban los dos muy abrazados besándose… estaban tan acaramelados que no se habían dado cuenta de que los estaba viendo, así que decidí pasar muy cerca de ellos para que me vieran.

La clase transcurrió sin novedades, ellos evidentemente notaron mi presencia y, al no haber lugares disponibles, se tuvieron que quedar ahí. Cuando llego la hora del descanso, me acerqué a ellos para saludarlos, haciendo que ambos se sintieran incómodos… y bueno, ahora que los tengo aquí, haré lo posible por separarlos, pues no dejaré que Edgar se salga con la suya.

  • Hola – dije – perdón por acercarme a ustedes…

  • ¿Qué quieres? – me preguntó Iván, evidentemente molesto.

  • Sabes, yo… - empecé a decir mientras pensaba en algo que me hiciera ganar su confianza – quiero disculparme por todo lo que pasó antes.

  • No nos interesa – dijo Edgar – por favor, déjanos en paz.

  • Entiendo tu actitud, Edgar – dije – sé que me equivoqué y quiero empezar de nuevo con ustedes… no sé, podríamos ser amigos.

  • No te creo – dijo Edgar - ¿Qué pretendes?

  • Ya les dije – sonreí – sólo quiero ser su amigo.

  • Estás loco – dijo Edgar – vámonos, amor.

  • Espera – le dijo Iván – Antonio, ¿cómo sé que estás diciendo la verdad?

  • Iván – en ese momento se me ocurrió una idea – tú me conoces, y sabes que no estoy mintiendo, por favor, denme una oportunidad.

  • Está bien – dijo Iván – comencemos de nuevo.

  • Muchas gracias – les dije - ¿Y bien, vamos a almorzar algo?

Mi plan comenzaba a surtir efecto «este par de bobos se tragaron el cuento, jajaja» me dirigí con ellos hacia la cafetería y cada quien compró su desayuno; después nos sentamos en una mesa desocupada y terminamos platicando tranquilamente.

LIZET.

Hola a todos, mi nombre es Lizet Hernández, tengo 17 años, soy morena, de pelo largo negro y ondulado, tengo cuerpo delgado pero con forma, ya que me gusta ir al gym todas las mañanas antes de clases; adicionalmente, los sábados me inscribí a mis clases de lengua extranjera gracias a mi mejor amigo Antonio. Después de la clase, presencié toda la conversación que Antonio tuvo con esos dos chicos; era evidente que busca hacerles la vida imposible, y si hay algo que más me gusta, es hacerle la vida imposible a las personas, así que esos dos me podrían alegrar el día.

  • Hola – saludé a Antonio – ¿Quiénes son esos dos? – pregunté con bastante curiosidad.

  • Iván y Edgar – me respondió – no soporto a Edgar.

  • Para que les guardes resentimiento es porque debieron haberte hecho algo fuerte – comenté - ¿a qué se debe tu molestia hacia ellos?

  • ¿No los ves? – me preguntó – Son los “novios perfectos”.

  • Ya veo – respondí – a ver, dime, alguno de ellos te gusta y como no lo tienes, los quieres fastidiar ¿cierto?

  • Sí – respondí – quiero a Edgar como novio y haría cualquier cosa para hacerlo mi novio.

  • No te preocupes – le dije – te ayudaré a crear un plan para separar a esos dos.

  • Tiene que ser rápido – dijo – porque ya quiero recuperarlo.

  • Tranquilo – le dije – los mejores planes son los que se planean bastante bien – sonreí – y por lo regular se lleva tiempo en prepararlos.

  • Tienes razón – contesté – tenemos que dar un golpe duro pero definitivo.

Nos quedamos mirando a Iván y a Edgar y decidí acercarme a ellos para saludarlos; Antonio quiso acercarse conmigo pero lo detuve «Es mejor que no se enteren que tú y yo somos amigos» le dije «Vete, yo manejaré la situación, después te aviso qué tal salió todo» Me acerqué lentamente a los chicos mientras los saludaba con bastante familiaridad; después de conversar un rato, les propuse ir a mi casa a festejar mi cumpleaños, puesto que ya tenía todo listo previamente para festejarlo… y aprovecharía  el momento para irme ganando su confianza… cuando me propongo algo, no paro hasta conseguir mi objetivo… y a esos dos los quiero destruir lo más que pueda, hasta que no tengan fuerzas para reponerse.

ANDRÉS.

Me vestí con el mejor traje que tenía, pues hoy lo vería de nuevo. Sí, sé que se preguntan quién es, pues la respuesta es muy sencilla: hablo de Mauro Torres, el chico que conocí en el bar. Tomé mi cartera y me dirigí al restaurante en donde habíamos quedado, por lo que tomé un taxi y le di las indicaciones para llegar a mi destino; una vez ahí, entré lo antes posible al lugar, en donde él ya se encontraba sentado en una de las mesas del fondo; se veía tan guapo y tan elegante que no pude evitar sonreír al verlo.

  • Hola Mauro – lo saludé – Llegaste temprano ¿verdad?

  • En realidad acabo de llegar – me dijo – pensé que no vendrías.

  • ¿Por qué? – pregunté.

  • Bueno – dijo – porque ya es tarde, te llamé por teléfono y no me contestaste.

  • Lo lamento – respondí – se me hizo tarde y con la premura olvidé mi móvil en casa.

El mesero se acercó para entregarnos la carta, después de unos instantes terminamos pidiendo nuestro menú. Durante la cena, estuvimos platicando a gusto de todo, para irnos conociendo más.

MAURO.

Hola a todos, soy Mauro, el chico que Andrés conoció en el bar; no me considero guapo ni todo eso, pero siempre procuro tener un buen aspecto; aunque eso sí, mis amigos siempre me dicen que soy bastante guapo. Cuando conocí a Andrés, algo me dijo que él podría ser el chico indicado para tener una relación formal; sinceramente ya me estoy cansando de los encuentros casuales… necesito algo más, algo fijo, algo estable.

Estar aquí en esta cena, me hace creer que voy por buen camino, pues no es lo mismo encontrar un ligue en el bar y después verse para tener sexo en un hotel, que quedarse de ver para cenar y conocerse más a fondo.

  • Así que el chico con el que ibas es tu mejor amigo – le dije – cuando los vi llegar pensé que eran pareja.

  • Sí – respondió – en ocasiones la gente llega a creer eso, pero sólo somos muy buenos amigos.

  • Cuéntame ¿tienes novio? – empecé a preguntar - ¿O estas soltero?

  • Estoy soltero – respondió – aunque ya me hacía falta conocer a alguien.

  • Lo mismo digo – afirmé – eso de ir de bar en bar y platicar con chicos para no volverlos a ver, ya no es lo mío.

El tiempo transcurrió sin ningún problema, platicamos de todo un poco, de nuestros gustos, familia, amigos, etcétera; sinceramente este chico es muy interesante, y estar aquí así me hace creer que podemos llegar a algo formal. Durante todo el tiempo que estuvimos en el restaurante, en ningún momento nos quedamos callados, pues siempre tuvimos tema de conversación; después de cenar, nos dirigimos hacia la parada del autobús.


¡Hola a todos! Una vez más ando por aquí para dejarles este nuevo capítulo; espero que les guste. Si quieren contactarme lo pueden hacer por medio de mi correo electrónico, es lupecito24@gmail.com. Espero sus comentarios y nos estamos viendo pronto en el siguiente capítulo de "Iván y Edgar".

Saludos.

Guadalupe.