Ivan 1

El encuerntro con un rico bisexual igual que yo, estuvo muy rico...

IVÁN I

Un buen día tuve ganas de ir al cine a ver una película caliente y buscar alguna aventura bisexual, por lo tanto fui a un cine en donde la función era, precisamente, de ese tema, además que me habían comentado que en ese lugar se podía hallar acción, compré mi boleto e ingresé a la sala cuando las luces se apagaban, busqué un asiento en la parte alta y casi al fondo (como me habían sugerido que lo hiciera), comenzó la proyección de los episodios sexuales de una pareja con varias personas más; a poco rato, se sentó cerca de mí un muchacho, a unos 5 lugares en la fila en donde me hallaba, lo pude ver claramente cuando la pantalla se iluminó con un campo soleado, como de unos 25 años, bien parecido y vestido impecablemente con ropa informal, en cuanto iniciaron los escarceos amorosos, inmediatamente mi mano se posó en mi bulto, pude apreciar cómo iba aumentando de tamaño, motivado por lo que en pantalla se desarrollaba, me concentré en lo que veía y no me di cuenta que él se cambió de lugar, acercándose a mí, al voltear, lo vi más cerca y estaba también tocándose el pene, eso me calentó más, entonces, me saqué el miembro para ver su reacción, al verlo se acercó hasta el asiento contiguo, y me tocó suavemente la hinchada cabeza de mi caramelo, me lo acarició de arriba abajo y luego me preguntó con voz tenue:

  • ¿Te gustaría que te lo mamara?

¡Precisamente eso era lo que andaba buscando!, alguien que me lo chupara y me hiciera vibrar de gozo, asentí levemente con la cabeza y miré mi parado instrumento, él solamente se inclinó en mi regazo e inició las lamidas y mamadas en mi tronco, me recosté un poco más para dejar que alcanzara a meterlo totalmente en su boca, cosa que inmediatamente logró, mi parada verga desapareció por completo en aquella húmeda cueva, su lengua se paseaba por todo lo largo y ancho de mi caramelo, haciéndome temblar ligeramente por tan placentera chupada, de repente se levantó, como si hubiera escuchado algún ruido y me preguntó:

  • ¿También te gusta mamar vergas?

Pensando el lo que podría suceder, le respondí:

  • ¡Sí!, también me gusta dar y recibir – mi tono era definitivamente insinuante.

  • Si gustas podemos continuar esto al rato, vamos a calentarnos viendo la película, ¿estás de acuerdo?

  • Siempre y cuando tengas algún lugar en donde hacerlo – respondí deseando una respuesta afirmativa.

  • Mira, en casa no saben que soy así, por lo tanto ahí no se puede, si deseas lo podemos hacer en mi camioneta, es grande y con los cristales oscuros, me gusta tu cosota y me la quiero comer mientras te comes la mía.

Su respuesta no me agradó, pero la calentura ya era bastante así que acepté:

  • De acuerdo, pero tenemos que calentarnos mucho hasta que acabe la proyección, en cuanto salgan los créditos nos vamos, ¿vale?

  • Correcto – su expresión cambió radicalmente, de ruego a satisfacción.

Continuamos viendo el filme sin dejar de acariciarnos mutuamente las erguidas reatas, al finalizar la cinta, guardamos como pudimos nuestros respectivos miembros, me acarició las nalgas mientras bajábamos las escaleras rumbo a la salida.

Su camioneta estaba en el mismo estacionamiento que mi auto, así que le dije:

  • Vamos a algún lado que esté oscuro, te sigo

No me contestó simplemente sonrió y se dirigió a la salida, lo seguí por algunos minutos esperando que se detuviera pronto, como si me hubiera escuchado, giró en una oscura calle y detuvo la marcha de su vehículo, me estacioné detrás suyo, bajé de mi auto y caminé hasta la puerta del asiento del acompañante, abrí y, para sorpresa mía, ya se hallaba desnudo, solo permanecía en su lugar una minúscula prenda que cubría su garrote.

  • ¿A qué hora te desnudaste? – pregunté aún sin salir de mi asombro.

  • Mientras manejaba – respondió tranquilamente -, ahora es tu turno de hacer lo mismo.

Sin pérdida de tiempo, me despojé de mi vestimenta, cuidando de dejar cubierto lo mismo que él, nos pasamos al último asiente de la amplia camioneta y pude constatar lo que me aseveró, los cristales apenas permitían ver hacia el exterior, nadie podía darse cuenta que nos encontrábamos dentro, nos besamos largamente mientras muestras manos buscaban los lugares íntimos para reiniciar la excitación, su manos se posó sobre mi pecho, acariciándolo por todos lados, atrapó una de mis tetillas y la pellizcó con suavidad, por mi parte, había encontrado sus nalgas y las apretaba entre mis dedos, logrando que la calentura subiera a cada instante, como sin querer, dejé caer mi mano sobre su rígido pene y noté que estaba mucho más grande que antes, quizá más que en el cine, eso no me quitó las ganas, al contrario, me hizo desear que me dejara saborearlo plenamente:

  • Vamos a ver si podemos hacer un "69" – le dije con la respiración entrecortada por la excitación.

  • ¿Prefieres arriba o abajo? –contestó agitado.

  • Como sea lo que importa es gozar – respondí impaciente.

Se acomodó boca arriba acostado en el asiento, me puse sobre él y le metí el candente miembro en la boca, al tiempo en que metía el suyo en la mía haciendo un perfecto 69, las mamadas que me propinaba eran deliciosas, aún más que las que me había dado unos minutos antes, tratando de hacerlo sentir el mismo placer que yo, inicié un recorrido por todo el tronco de carne que tenía dentro de mi boca, subía hasta casi sacarlo por completo, dejaba solo la abultada cabecita entre mis labios para luego hacerla deslizar lentamente hasta el fondo de mi garganta, mientras, mi lanza desaparecía una y otra vez en la boca de él, me mordisqueaba suavemente a todo lo largo de mi pene, los sacaba para lamerlo y morderlo transversalmente, metía la punta de la lengua en la abertura del pene, una mamada deliciosa.

  • Para, para, - dijo sacándose de la boca mi miembro -, necesito algo más.

¿Qué es lo que te hace falta? – pregunté dejando de mamar el suyo.

  • Ardo en deseos de sentirme penetrado, dame tu candente hierro y quítame la calentura - pidió jadeante.

Invadido lo mismo que él por la excitación, sugerí:

  • Vamos a darnos mutuamente lo que nuestros culos quieren, tú a mí y yo a ti.

  • Si papacito, soy tu puta y tu mi macho – comentó ansioso.

Sin mayor preámbulo se puso de perrito y abrió su trasero mostrándome un rico anillo que esperaba ser penetrado, lo lamí para lubricarlo mientras me ponía la infaltable funda de látex, me dispuse a clavar mi arma entre las montañas de carne que se postraban ante mí, coloqué mi camote sobre el culo de mi víctima y presioné levemente hasta meterle la cabecita, su reacción resultó inmediata:

  • ¡Ay papacito!, que rico lo tienes – el tono de voz se parecía ahora al de una mujer -, ¡dámelo todo!

  • Apriétame rico, como si fueras señorita, quiero gozar este rico culo que tienes – le dije deseoso.

  • ¿Así papito? – Preguntó mientras apretaba su esfínter haciéndome gozar -, dime si te gusta mi agujero.

  • Lo tienes delicioso, me estás apretando muy rico – contesté mientras el placer invadía mi cuerpo.

  • Hoy vamos a gozar de lo lindo – respondió mientras emprendía un movimiento de nalgas que me transportó al paraíso.

  • No me voy a venir hasta que me des por detrás – le dije -, quiero sentir cómo me abres la cola y me clavas tu rica verga.

  • Yo tampoco quiero derramar mi leche aún, ando tan caliente que quiero sentir tu culo en mi garrote – pidió.

Para complacerlo saqué lentamente mi pistola de tan fabulosa funda, cambiamos de lugar y puse mis nalgas a su alcance.

  • ¡Mira que rico estás! – Comentó como para él mismo -, tienes un hoyo que se antoja nada más de verlo.

  • Pues no desperdicies la oportunidad de clavar ese rico palo que tienes, ¡hazme gozar con él! – comenté con voz entrecortada por la excitación.

  • Espera un poco – dijo mientras se colocaba el condón-, te lo voy a hacer despacio para que sientas que rico está.

Se puso la funda plástica y lubricó mi estrecho orificio con su saliva, luego, antes de penetrarme, me dio unas nalgadas que, seguramente, enrojecieron mi trasero, luego me expresó:

  • Tus nalgas se agitan en forma deliciosa cuando te pego, tiemblan como pidiendo que me las coja – finalizó.

  • ¡Dámelo ya! – Casi grité -, necesito sentir cómo te deslizas dentro de mí, ¡cógeme!

Evitando todo preámbulo, me insertó su ardiente cañón en un solo movimiento, sentí que iba a partir mi culo en dos, pero no deseaba que me lo sacara, apreté mi ano con todas mis fuerzas haciéndolo gemir de placer, moví mi trasero en forma circular para que su pene recorriera hasta el más recóndito lugar de mis entrañas, haciendo, con esto, que los gemidos de ambos aumentaran de volumen, su candente hierro me acercó al tan ansiado orgasmo, para evitar derramar mi torrente de semen inútilmente, le dije:

  • Ya casi me vengo, ¿en dónde quieres que te dé mi leche?

  • ¡Aguanta un poco, estoy a punto de inundarte por dentro! – Dijo mientras aumentaba el ritmo de las embestidas que perforaban mi ano -, te voy a llenar el agujero con mis jugos.

El pistón que tenía insertado en mi trasero entraba y salía a una velocidad que indicaba que pronto se vendría, unos segundos después, me tomó fuertemente por la cadera y clavó hasta el fondo su rica herramienta, los espasmos hicieron presa de mi cogedor, hasta que, jadeante me dijo:

  • ¡Qué rico me vine!, tienes uno de los mejores culos que he probado, de seguro el condón está inundado.

  • Ahora es mi turno de llenarte las entrañas de carne, muéstrame tu apetitoso trasero.

Se quitó el condón lleno de semen, luego se dispuso a recibirme dentro de su ser, alzándole las nalgas, apunté mi pistola a la entrada de su culo, al igual que me lo hizo, la enterré de un solo golpe arrancándole un largo y placentero suspiro, nuevamente me apretó con el orificio para que disfrutara de la ensartada que le estaba dando, también movió su trasero rápidamente, haciendo que mi pene recibiera placer máximo, con tal tratamiento no podría contener por mucho tiempo mi orgasmo, así que saqué totalmente mi garrote, lo tomé de la cadera y se lo metí hasta la empuñadura, estando así, me vine en torrentes hasta que quedé vacío, cayendo segundos después sobre su espalda.

Recobré el aliento al cabo de unos minutos, mi pene todavía seguía enfundado en el condón que había quedado lleno por mis salados néctares, voltee a verlo y suavemente lo besé disfrutando de su inquieta lengua, por fin pude articular palabra y le pregunté:

  • ¿Cómo te llamas? – en medio de la excitación provocada por la aventura no había tenido la curiosidad de saberlo.

  • El nombre es lo de menos, lo que importa en que hayas quedado tan satisfecho como yo – respondió con una enigmática sonrisa.

  • Lo que pasa en que me gustaría volver a verte – dije apresuradamente -, me gustó tanto cómo me cogiste y cómo te dejaste coger que quisiera tenerte en una cama para hacerlo mejor y cómodamente.

  • A mi también me agradó como eres en el sexo, lo haces y dejas que te lo hagan muy rico, ¿te gustaría repetir la experiencia? – preguntó.

  • No solo me gustaría, me encantaría hacerlo de nuevo contigo, te prometo que la siguiente vez será en una cama, ¿aceptas mi propuesta? – terminé preguntando.

  • Se ve que te encantan las relaciones bisexuales – dijo después de una pausa -, a mí también me gustan bastante, hasta puedo a veces acostarme con un pareja y metérsela a los dos.

  • Somos prácticamente iguales – respondí -, solo que mi esposa no lo sabe, prefiero tener mis aventuras fuera de casa.

  • Pues si gustas podemos irnos a unos baños o un hotel para que sea mucho mejor, ¿aceptas? – dijo.

De mil amores acepto – contesté alegremente -, me llamo M… ¿cuál es tu nombre?

  • Mi nombre es Iván, te doy mi tarjeta para que me puedas localizar fácilmente.

  • Toma la mía – agregué mientras le entregaba la propia -, me puedes llamar cuando gustes.

Nuevamente nos besamos con pasión y, después de vestirme, salí para tomar mi auto.

La siguiente vez que nos vimos se las describiré en un nuevo relato, queridos lectores.

Espero sus comentarios en mi correo.

Don Pato

fotografo7@yahoo.com.mx