Isabelita (1)

Después de diez años el amor de juventud se convierte en una tórrida aventura.

Isabel, es el nombre de la hermana de mi mejor amigo. Hace unos años estuve perdidamente enamorado de ella. Todos lo sabían aunque yo trataba de mantenerlo en secreto. Ella nunca me hizo el más mínimo caso y esto me hizo sufrir mucho. Después de tres años de seguirle los pasos y oler la brisa para encontrar su rastro, ella empezó a salir con otro chico y en cosa de unos meses se casó con él.

El día de su boda fue el más triste para mí, y por suerte para mí fue el inicio de una separación forzosa, ya que se fue a vivir a la capital. En estos últimos diez años solo la he visto dos veces, en la boda de su hermano y ayer mismo.

Ha venido con su propia familia a pasar unos días de vacaciones en su pueblo, ya que aquí tenemos una buena playa.

Ha pasado el tiempo y la sigo encontrando maravillosamente atractiva, quizás con unos kilitos de más, pero me sigue gustando mucho. La he visto pasar con su marido y dos niños hacia la playa. Vestía un pareo anudado a la cintura, unas chanclas de plástico adornadas con flores y una graciosa pamela.

Me ha vuelto a parecer maravillosa. ¡Lástima que ella no esta sola, ni yo tampoco!. Mi familia esta pasando el verano en el apartamento que hay justo delante de la playa, aunque yo sigo trabajando en mi negocio.

A media tarde, salí a hacer una gestión y la encontré en la calle. Nos saludamos muy efusivamente y la invite e tomar un café. En pocos minutos revivimos las antiguas aventuras olvidándonos de la vida real.

No he tenido inconveniente en confesarle mi antiguo amor tras haber expuesto cada uno la estabilidad y felicidad de nuestra vida actual. A modo de chiste y para hacerle ver la intensidad de mi viejo amor, le confieso que por aquella época me hice muchas, muchísimas pajas pesando en ella. Isabel, permanece en silencio un instante, y luego ríe muy complacida.

Ella me confiesa que conocía mi amor por ella, y que también me encontraba atractivo, pero entonces no podía imaginar salir con el amigo de su hermano, que además era un par de años menor que ella.

Una vez recordados con detalle aquellos días, volvemos a nuestra edad adulta dejando atrás nuestras frustradas ilusiones. Después de un baño mutuo de elogios, pongo sobre la mesa la siguiente propuesta:

-       "Que te parece sin dejamos de quejarnos de las oportunidades perdidas, nos comportamos como adultos y nos vamos los dos a pasar un buen rato... tal y como habríamos deseado hace diez años?"

Isabel abre los ojos sorprendida, hace ese mohín con los labios que tanto me gustaba, cierra un ojo con mucha picardía y termina diciendo:

-       "¡a que estamos esperando...vamos ya!".

Para una ocasión tan especial la llevo hasta una pequeña casita junto al mar. En el trayecto la miro de reojo y me parece imposible que pueda llevar a cabo ese sueño que tuve tantas veces.

En cuanto llegamos y nos ponemos a salvo de posibles miradas indiscretas nos unimos en un beso largo, profundo, apasionado, un beso esperado largo tiempo

Nos desnudamos mutuamente con impaciencia. Por fin, puedo gozar del contacto de su tibia y suave piel. Nos besamos, nos acariciamos y nos entregamos a paladear de este placer largamente anhelado.

Quedo momentáneamente tumbado sobre la cama, ella de pie, se desprende lentamente del sostén. Se tapa los pechos durante un instante con los brazos y las manos, luego se descubre y me los ofrece para mi contemplación.

Igual hace con las braguitas, se las quita lentamente dejando que disfrute de la visión de su cuerpo, para luego tirármelas a la cara en un gesto simpático.

Todavía con un cierto pudor me quito los calzoncillos y le muestro mi miembro totalmente erecto e impaciente por dar y recibir placer. Isabel se tumba a mi lado para fundirnos en otro apasionado beso.

Nuestros cuerpos se entrelazan y nos hacemos uno solo. Empujado por el instinto y el deseo de darle el placer que le guardaba durante tantos años, me monto encima y la penetro con fuerza.

Isabel gime con fuerte, y me doy cuenta que mi emoción me ha hecho olvidarme de ella.

La trato de compensar dándole mil besos. Ella se acomoda, relaja las piernas y me espera con paciencia. Empiezo a bombear lentamente tratando de echar el polvo de mi vida.

Las neuronas me juegan una mala pasada y sin poder retrasarlo ni evitarlo, me corro como un animal. Resoplo con fuerza, mi respiración es entrecortada y mi cuerpo cae en un tembleque que no puedo detener. En cuanto tomo consciencia de lo sucedido, me siento atrapado por un sentimiento de culpabilidad extraordinario.

El placer se convierte en frustración y miro lleno de inseguridad a los ojos de Isabel. Ella me abraza con fuerza y me besa comprensiva, mientras siento cierta rabia y desasosiego por fallar de esta manera.

Trato de continuar empujando con la media erección que me queda, pero es imposible.

Me dejo caer al lado de Isabel. Su reacción, es a primera vista sorprendente, se muestra sumamente excitada y complacida, por el efecto fulminante que ha producido en mí, aun a costa del daño causado sobre mi ego.

Llena de ternura, se vuelca en besos y caricias, sin dar aparentemente importancia a lo sucedido. Esto me devuelve la confianza y la posibilidad de recobrar una erección total.

El segundo intento es algo menos apasionado pero mucho más fácil de conducir.

Isabel me da todas las facilidades, su sexo está preparado, jugoso, ardiente y deseoso de ser penetrado.

Ahora sí que domino el ritmo y la cadencia. Hacemos el amor como siempre soñé, alternando momentos de movimientos lentos y profundos, llenos de intensidad e intención, con otros momentos de ritmo vivo, alegre y rápido. Isabel se acomoda enseguida a mi forma de amarla, aferrándose a mi cuerpo cuando empujo ó soltándome cuando la hago gozar solamente con el movimiento de mi cadera.

Nuestros cuerpos empiezan a vibrar como si fuesen uno solo, hasta que un colosal orgasmo nos sacude de pies a cabeza.

¡Han merecido la pena los años de espera!

Llamo por teléfono a casa de Isabel.

-       "hola... puedes hablar?... estas sola?

-       "no..no...el vestido rojo lo tengo en la tintorería", responde ella disimulando

-       "comprendo...¿nos encontramos esta tarde en el mismo sitio?", le pregunto entendiendo que ahora no puede hablar.

-       "Si... estupendo... ya te llamare yo...hasta luego... adiós querida... adioooos ", dice Isabel fingiendo que habla con una amiga.

Isabel y yo repetimos un encuentro similar al que tuvimos ayer. Ya en la casita, nos enlazamos en un largo beso, hasta que ella me empuja sobre la cama y se dispone a quitarse la ropa ante mis narices para hacerme disfrutar de un improvisado striptease.

-       "Hacía mucho tiempo que tenía intención de comprarme un conjunto así, y no había tenido oportunidad hasta ahora", me dice mientras se va desnudando hasta quedar solamente con unas hermosas braguitas llenas de encajes y un sujetador que realza sus pechos, todo ello en color rojo intenso.

Con unos movimientos muy teatrales, Isabel se exhibe haciendo que me suba la temperatura. Las posturas que adopta realzan todavía más su aspecto mas sexy, al tiempo que la sorpresa me ha encantado.

Como respuesta a su juego me desnudo, quedándome en calzoncillos y me siento en el borde la de la cama convirtiéndome en un su sumiso espectador. Isabel, se instala cómodamente en el papel elegido y con movimientos cada vez más provocativos, se dispone a llevar a cabo su juego.

-       "Me han dicho que estas coladito por mí... ¿qué es lo que te atrae más?... es quizás ¿mi pelo?... o quizás ¿mis ojos, mi boca, mis piernas?", me pregunta mientras se insinúa.

-       "estoy enamorado de ti... y toda tu me gustas... aunque tu culito es lo que más me atrae... me pone a cien... ", le confieso con mucha convicción.

-       "así... ¿te gusta así?...", dice poniéndose de medio lado al alcance de mi mano.

-       "¿no prefieres unas buenas tetas para empezar?... dicen que las tengo muy ricas... si quieres, las puedes probar...son para ti... las he guardado mucho tiempo... pero ahora, aquí las tienes".

-       "Durante mucho tiempo, solo podía ver tu cuerpo... pero ahora ya he conocido otras alternativas y me tendrás que conquistar de nuevo", le digo planteándole un reto a su capacidad de seducción.

-       "Uy... creo que eso será fácil... si tan coladito estuviste por mí... ahora no será difícil volver a encender la llama de la pasión", dice mientras se cimbrea delante de mí, al tiempo que se apretuja los pechos de forma muy provocadora.

Poco a poco se va quitando la sexy ropa interior para quedarse totalmente desnuda delante de mí.

Sabe cómo quitarse la ropa de manera que cada movimiento sea intensamente deseado antes de realizarlo.

Tiene un cuerpo estupendo, un poco entradito en carnes, pero con una sensualidad a flor de piel; además se sabe mover muy bien, enseñando y tapando sus rincones haciéndolos cada vez más deseables para mi.

-       "Sabes... nunca me hubiese imaginado haciendo esto... pero contigo me siento cómoda, me gusta y me excita mucho", me dice mientras se mete la mano entre las piernas.

-       "Me pasa lo mismo... es como encontrar un tesoro escondido... para mi solo, pero que no me puedo llevar conmigo... lo debo disfrutar aquí, sin compartirlo con nadie, en secreto.... y me encanta", le digo.

-       "hagamos hoy aquello que soñamos en aquellos días y que no nos atrevemos a confesar tan siquiera a nuestras parejas... será nuestro secreto y nuestro amor perdido", le propongo.

Isabel sorbe su labio inferior y aspira una bocanada de aire hinchando sus pulmones. Deja caer los párpados, y al abrirlos exige una amplia sonrisa que confirma su aprobación a mi propuesta. Se relame los labios y toma posición delante de mí. Yo me quito los calzoncillos de un tirón y le muestro mi bien armado miembro.

Fijadas las reglas de nuestro encuentro, nos unimos en un fuerte abrazo, sellado con un apasionado beso. A partir de ese momento, aparecen dos seres que se aman sin ningún prejuicio, dándose y recibiendo al otro completamente. Yo siempre soñé en mordisquear su culito, besarlo, chupetearlo y acariciarlo.

A continuación ella me deja que le coma su coñito, se lo chupe, la lama y le saque sus flujos entre gemidos y hondos suspiros. Parece que le gusta mucho, y a mí me encanta tenerla despatarrada delante, gozando de mis lametazos. Me retiro hacia atrás para poder disfrutar de la visión de su hermoso sexo.

Isabel me reclama con sus gemidos que continúe con mis caricias. Le pongo la yema de los dedos en su ingle, y la deslizo desde aquí hacia el interior de su muslo, para luego volver hacia los labios de su dilatada y jugosa vulva.

Le meto un dedo y después dos, frotando delicadamente pero con intensidad arrancando una serie interminable de gemidos de placer, hasta que con ambas manos me sujeta la mía, aprieta las piernas y me mantiene inmóvil mientras disfruta de su orgasmo.

-       "Me gusta tanto verte temblar de placer, oírte gemir mientras te corres que apenas puedo contenerme.", le digo mientras ella todavía degusta su placer con los ojos cerrados.

Al poco tiempo, ella se acomoda en la cama abre los ojos y me confiesa que le gustan mucho estos comentarios y se siente muy halagada al conocer la sensaciones que me provoca.

Le gusta oírme comentar sus atributos mientras la acaricio, mis piropos regalan sus oídos.

Una vez recuperada, Isabel me da unos besos y se pone a cuatro patas ofreciéndome sumisa sus nalgas, que sabe son mi debilidad. Su actitud de sumisión se ve incrementada cuando apoyada solamente con los hombros, se pone las manos hacia atrás y las coloca sobre ambos cachetes y los abre de par en par para enseñarme su conejito.

No puedo rechazar la invitación , y la enculo con firmeza en muy pocas empujones.

¡Qué delicia mas enorme!, mi polla se desliza en su interior envuelta por una funda de flujos calientes que me facilitan la penetración.

Isabel culea de forma muy sensual, haciendo que la suave piel de su culo frote con la de mis muslos y bajo vientre. Le paso las manos por la espalda, arañándole ligeramente con las uñas. Luego la tomo por las caderas y bombeo con fuerza haciendo chasquear nuestra piel mojada a cada embestida.

Me inclino un poco, para alcanzar sus pechos. Sus pezones están endurecidos e erizados, los aprieto suavemente para luego volver empujar fuerte contra sus nalgas.

Mi vehemencia es tal, que no puedo evitar una corrida explosiva pocos empujones después.

Isabel pone una mano por debajo de su cuerpo, por en medio de sus piernas, hasta alcanzar mis huevos. Los acaricia, también las ingles y los muslos, completando así una sensación de placer como hacía tiempo no tenía.

Isabel y yo hemos hecho el amor durante largo rato, alternando momentos de frenético ardor con momentos de pausadas caricias, que nos ha proporcionado muchos momentos de placer a recordar durante largo tiempo.

Ahora, los dos juntos, paladeamos de los momentos posteriores, apretujándonos y acariciando con delicadeza nuestros cuerpos.

Estoy tumbado boca arriba sobre la cama, recostada la cabeza sobre las dos almohadas. Isabel apoya la cabeza sobre mi pecho y pega su cuerpo apoyado sobre el costado al mío. Tiene puesta una pierna sobre la mía, y yo le pongo la mano sobre la nalga.

-       "Ahora recuerdo aquel día...", le digo "... que en las fiestas del pueblo te pusiste aquel vestido rojo tan sexy... durante el baile no pude apartar la mirada de ti. También, me vienen a la cabeza aquellos días que íbamos a la playa con el grupo; aquel bikini azul tan ajustado... "

-       "Me gustaba mucho verte bailar... la samba era tu ritmo... te movías muy, muy bien..."

-       "No te puedes imaginar cuantas pajas me llegue a hacer pensando en ti..."

-       "¿recuerdas aquella persiana de tu habitación que bajabas con cuidado antes de cambiarte?... pues con la complicidad de tu hermano le hicimos una agujerito para poder verte aun estando bajada... cuando volvíamos de la piscina o de la playa siempre me las ingeniaba para poder disfrutar de la visión de tu hermoso cuerpo"

-       "¡qué sinvergüenza!", me recrimina medio en broma medio en serio, al tiempo que me pellizca cariñosamente.

Pone su mano encima de mi picha. Esta blanda y pequeña, rendida por el largo polvete anterior. La acaricia con cuidado, mientras yo me estremezco complacido.

-       "Cuéntame... por favor, cuéntame más cosas, me gusta y estimula oírte decir lo mucho que yo te atraía, lo enamorado que estabas de mí... me halaga mucho... hazlo por mi cariño", me pide mimosa.

Poco a poco, voy recordando aquellos días, relatando a Isabel mis íntimas sensaciones y como de una manera consciente buscaba, su contacto, sus aromas, la visión de su cuerpo, y como siempre terminaba en algún rincón, cerraba los ojos, evocaba ese detalle maravilloso de mi amada y me masturbaba muy a gusto.

Mientras se lo cuento, Isabel va jugueteando con mi miembro, consiguiendo llevar de nuevo la sangre caliente que le da volumen y firmeza.

En un gesto inesperado, me besa el labio inferior al tiempo que lo sorbe. Luego me llena de besos bajando por la barbilla y el cuello. Me chupa el pezón. Me mira a los ojos, para luego girar la cabeza hacia mi picha bien hinchada.

Acerca su boca y pone sus labios en el lateral pegados como una ventosa. Luego con la lengua humedece la puntita del capullo, mientras con la mano amasa ligeramente los testículos.

Me siento transportar hacia el paraíso. El amor de mi juventud me acaricia con dulzura obteniendo una fantástica erección.

Isabel se sienta a horcajadas sobre mis muslos. Me regala la vista con la visión de su hermosa expresión, sus lindos pechos y la suave piel de sus muslos.

Mientras toma mi polla en su mano me dice:

-       "déjame que sea yo quien te la menee mientras recordamos juntos aquellos momentos, vamos... vamos... empieza... que me encanta..." dice al tiempo que empieza a subir el pellejo, ó a frotar con la palma de la mano por todo mi capullo enrojecido.

Se humedece la mano varias veces con saliva y luego la lleva hasta mojar mi miembro haciendo que se deslice muy suavemente.

Le pido a Isabel que repita aquellos gestos tan graciosos y sexy que hacía años atrás con su boca. Que se recoja el pelo en la nuca con las manos o que lo sacuda dejándolo revuelto delante de la cara.

Luego le acompaño la mano libre hasta su pecho, con la intención que se acaricie su pezón para mí, mientras me sigue frotando. ¡qué maravilla!.

Alargo las manos para acariciar la piel de sus muslos, de su vientre y sus caderas.La atraigo hacia mí y recompenso su actitud con un beso en los labios.

Su rajita ha quedado encima de mi polla, que ha recobrado todo su vigor e ímpetu, gracias a las caricias de Isabel. Pongo las manos por debajo de las nalgas y hago que ella se incorpore levemente sobre sus rodillas; lo suficiente para que pueda poner mi polla vertical dirigida hacia la entrada de su vagina.

Froto durante unos instantes el capullo con sus labios y luego la conduzco para que se deje caer, clavándose mi miembro hasta las mismas bolas.

-       "Venga Isabel... súbete al caballito... cabalga... trota... galopa... así... así...", le pido mientras con ambas manos le separo los cachetes del culo para incrementar la penetración y ayudar en el movimiento de sube y baja.

Creo que nunca había disfrutado tanto viendo la cara de satisfacción y placer de una mujer haciendo el amor. Se mezcla el gusto que me proporciona ver deshacer su pasión encima de mí, junto al que me supone ver la mujer de mis sueños gozando junto a mí.

Con esta avalancha de sensaciones placenteras no voy a poder retener durante mucho tiempo más mi corrida, así que anímo y ayudo a Isabel a cabalgar cada vez con más ritmo e intensidad. Los dos gemimos y jadeamos sudorosos. Contemplando la cara del otro para tratar de adivinar cuando le llega en orgasmo para poder dejarnos ir nosotros mismos.

No lo puedo aguantar por más tiempo y siento como una nueva andanada de leche brota desde el fondo de mis testículos subiendo caliente por el interior de mi pene hasta descargar en el interior del coñito de Isabel.

Ella en cuanto nota mi eyaculación, se mueve en círculo sobre mí, haciendo frotar mi miembro con las paredes de su conchita hasta obtener un nuevo orgasmo para ella.

Aplastamos nuestras bocas en un agradecido beso, y hago que Isabel se vuelva a recostar a mi lado, mientras recobramos nuestra agitada respiración y nuestros corazones ralentizan su rápido galope.

¡¡¡¡¡querida Isabel!!!!

Deverano.