Isabela (II): Fóllame por favor
Comienza la sumisión y suplico placer a quien antes he rechazado
LEER RELATO ANTERIOR: Isabela (I) Le necesitaba a él, pero me Apaño sola
… a la mañana siguiente me quedé dormida, desperté sobresaltada, y tras darme una ducha express, me marché corriendo a la reunión de las 11:00. estuve todo el día fuera y no pude regresar a almorzar a mi hotel… era un día repleto de reuniones y más reuniones.
Por fin a las 21:00 salí de mi última y agotadora reunión; de vuelta al hotel, ni si quiera subí a mi habitación a dejar las cosas, directa al restaurante… tenía tanta hambre que ni si quiera fui a por mi “juguetito” ¿o era que estaba impaciente por ver si me encontraba de nuevo con el hombre enchaquetado del día anterior? al cruzarse este pensamiento por mi mente me sentí excitada al tiempo que un poco culpable… pero en seguida me justifiqué a mi misma… ¿Qué hay de malo en sentirse bien por gustar a los hombres? Aquel hombre de la noche anterior no dejaba de mirarme… le gustaba sin duda…
Entré en el restaurante y con disimulo lo busqué con la mirada… no estaba… aún. Busqué una mesa estratégicamente situada para poder verlo cuando llegara, y me dispuse a repasar mis notas mientras esperaba que me sirvieran la cena… me había dejado mi portátil en la habitación y lo tenía todo liado en papeles… de todas formas tampoco lograba concentrarme, sólo pensaba en el hombre enchaquetado, que anoche me sirvió, en mis ejercicios de autosatisfacción, como fantasía de apoyo para tener aquel fantástico orgasmo. Terminé el primer plato y mi ejecutivo no llegaba, en el segundo “mi ejecutivo” seguía sin aparecer, decepcionada, decidí pedir una copa y retirarme a mi habitación.
Casi acabando mi copa, lo vi aparecer, impecable a pesar de las horas, su sonrisa misteriosa y amable… nuestras miradas se encontraron, pero hoy, fui yo quien tuvo que apartar la mirada, él se acercaba en la dirección de mi mesa, el salón estaba casi vacío, y se detuvo junto a mi.
-Buenas noches.
Tardé en reaccionar.
-Buenas noches.
-Disculpe mi atrevimiento, ayer me quedé con las ganas, y hoy pensé en no dejar pasar la oportunidad si se repetía ocasión de poder disfrutar de su compañía, y siempre que usted me lo permite claro.
Su frase acabó con una sonrisa, un silencio, que esperaba mi repuesta, y unas terribles cosquillas en la boca de mi estómago. Entonces comencé a acordarme de mi marido y a sentirme culpable y muy nerviosa… no ha pasado nada malo… te gusta gustar a lo hombres… eso es todo, me dije a mi misma, ya has comprobado lo que querías, es el momento de retirarse.
-No quiero parecer descortés pero ya he cenado.
-Yo también, pero podemos tomar una copa juntos…
-Creo que también para eso llagaste hoy tarde.
Y queriendo cortar opciones a nuevas propuestas, me levanté de la mesa dispuesta a marchar, le dije al camarero que me lo apuntara a la cuenta de mi habitación.
-Habitación 262
-Estamos en la misma planta - dijo él,
-Al menos deje que le acompañe. - Me dijo mientras cogía mi maleta. Su arrebatadora sonrisa me hizo rendirme.
-Si me vas a llevarme la maleta, al menos tutéame…
Volvió a sonreír.
-Me llamo Carlo.
-Isabela
El trayecto hasta el ascensor se me hizo eterno, mil sentimientos me abordaban, nervios, miedo, remordimientos, luego me calmaba a mi misma, nervios de nuevo, miedo, intranquilidad y más y más nervios, todo a velocidades tremendas, pero me daba cuenta que por encima de todos los sentimientos había uno que prevalecía: ¡excitación!, una vez que lo detecté, quedó instalado en mi cabeza, él no dejaba de hablar, mientras yo estaba inmersa en mis pensamientos.
Dios mío, estoy excitada, pero conserva la calma, no pasa nada, me repetía a mi misma, sólo estás charlando con un desconocido en un hotel, a cientos de kilómetros de tu casa, no hay nada malo, es sólo charlar; en el ascensor él no dejaba de conversar, llegamos a la segunda planta, caminamos hasta la mitad de aquel infinito pasillo de moqueta hasta la puerta de mi habitación, a la que deseaba y temía llegar.
Él se quedó quieto frente a mi, por primera vez callado, mirándome y esperando que fuera yo quien resolviera la situación… que dominios! no hay nada malo en tomar una copa pensé.
-De acuerdo - dije - te invito a una copa del minibar.
Sonrió
Abrí la puerta y entonces me empezaron a temblar la piernas ¿pero qué haces? no es sólo una copa, ¿qué crees que pensará él?, una desconocida que le invita a pasar a su habitación de hotel, sin duda pensará que quieres sexo, entonces fue cuando por primera vez me hice la pregunta a mi misma, Isabela: ¿tu qué es lo que quieres? ¿es una simple copa o eres tú la que busca sexo?¡Saltaron mis alarmas internas!
Él se había sentado en la silla que hay frente a la cama, junto a la mesa auxiliar, sobre la que reposaba mi portátil, en el espejo me veía reflejada mientras sacaba las botellitas del minibar y servía sendas copas… ya has comprobado lo que querías Isabela, me decía a mi misma, te desea, eres apetecible, queda demostrado, así pues, te tomas la copa y que se marche; este pensamiento me devolvió la tranquilidad y el control de la situación.
Pero de pronto me quedé helada: esta mañana con las prisas me fui sin recoger… pude ver mi neceser con la cremallera abierta, en él está guardado mi huevo vibrador y algunos de mis juguetes íntimos de viaje, entre ellos mi dildo de cristal; una buena porción de él sobresalía y era claramente visible.
Ahora si que estaba nerviosa… quería que se fuera cuanto antes, me tome mi ron en dos sorbos.
-Vaya! tenías sed eh?
-Un poco - logré decir forzando una sonrisa poco convincente.
Pretendía que Carlo entendiera mi prisa y acabara rápidamente su copa; en su lugar, se dedicó a saborear con tranquilidad su whisky, y a charlar sin prisa alguna; yo ya no sabía qué hacer.
No paraba de pensar en alguna forma para tapar el neceser, quizás poner con disimulo alguna prenda encima, ¿una toalla quizás? en este pensamiento estaba cuando, se me heló la sangre aún más, Carlo, distraídamente, tocó mi portátil haciendo que saliera del reposo, vi reflejado en aquel maldito espejo otra de las huellas de mi pequeña fiesta en soledad de anoche, la galería de fotos eróticas que uso habitualmente para masturbarme…
Carlo miró la pantalla y sonrió pícaramente.
-www.laisladegreta.com - Dijo él alargando las vocales con una sonrisa burlona.
Yo me había derrumbado de vergüenza en el borde de la cama mientras me tapaba la cara con las manos…
-No te apures mujer… tienes muy buen gusto para el erotismo, y no eres la única que consume pornografía… - Comentaba mientras curioseaba la galería de imágenes…
Estaba a punto de llorar por la gran vergüenza sentía cuando me sobresalté al notar la cama hundirse por el peso de Carlo que se sentó a mi lado, me agarró suavemente pero con firmeza las manos y las separó de mi rostro.
-No seas tonta… somos adultos… - Desvié la mirada de su rostro y vi reflejada en el espejo la pantalla del portátil con la imágenes que anoche me llevaron al orgasmo.
Notaba la respiración de Carlo en mi rostro, bajó mis manos y las dejó reposar en mi regazo entre las suyas, notaba su calor en mis muslos a través de la tela de mi falda. Comencé a tomar conciencia de mi cuerpo, notaba como subía un hormigueo por mi vientre hasta la aureola de mis pechos, sabía que pocos instantes nos separaban de que pasara algo entre nosotros… mis pezones reaccionaban a este sentimiento, se estaban endureciendo tanto que me resultaba doloroso, mi la respiración se volvió agitada, era mi cuerpo avisando de cuánto deseaba que sucediera algo, pero mi mente luchaba por mantener la cordura.
De pronto mi discurso mental había cambiado, mi marido no se va a enterar, y esto no quiere decir que no lo ame, la mano de Carlo se movió recorriendo mi muslo para posarse en mi cintura, y luego lentamente fue ascendiendo, podía notar mi pulso en los pezones, parecía que mis pechos emitieran ondas de invisibles que atrajeran a las manos de Carlo, fue su beso lo que de nuevo me devolvió a la realidad, me separé de él.
-Lo siento Carlo, si ha podido parecerte otra cosa, te invité a pasar para charlar un rato, nada más...
Él, por primera vez serio, se levantó y sin brusquedad, quedó frente a mi, de pie con una más que evidente erección a la altura de mi cara.
-¿Quieres que me marche?
Quedé callada, esperando que entendiera mi respuesta en aquel silencio: lo hizo, y se dispuso a marchar, el sonido aquella puerta al abrirse me hizo sentir alivio durante un instante, pero luego sentí deseo, un intenso deseo, volví a ser consciente los latidos en mis pezones, y me entró pánico ante la posibilidad de que se fuera, no estoy haciendo nada malo, es sólo charlar, pensaba.
-No… - Dije
-¿No? - Se detuvo.
- ¿no qué?
No sé ni de donde salió esa voz, pero mi boca pronunció aquella palabra casi sin pedir permiso.
- … no te vayas. - y luego aclaré - me apetece charlar.
Yo seguía sentada en la cama, la puerta se cerró de nuevo, y volvió a estar de pie junto a mi, la excitación de aquel momento no me dejaba pensar, quería que pasara algo y a la vez no quería que pasara nada… Él fue quien tomó la iniciativa, con su mano bajo mi barbilla, me obligo a alzar la vista y encontrarme con su mirada.
Había vuelto su sonrisa cálida.
-Isabela, no va a pasar nada que tú no quieras. - y se sentó a mi lado de nuevo posando la mano en mi cintura.
Durante unos segundos permaneció mirándome a los ojos, y sin mucho convencimiento le retiré la mano.
-No se toca ¿vale?, sólo charlar.
-Te doy mi palabra - se recreó mirándome unos segundos como quien contempla algo hermoso, me hizo sentir bien.
-Cuéntame qué hacías anoche mirando laisladegreta.com -Me miraba seriamente.
Esto era una montaña rusa de emociones, pensé que estábamos fuera de peligro y de pronto estaba otra vez sintiéndome como una niña pequeña sorprendida en una travesura, bloqueada por la vergüenza y al mismo tiempo aquella extraña excitación que me invadía…
-¡Contesta! - Espetó
Me sobresaltó su voz, que sin llegar a ser del todo un grito, tenía un tono tan autoritario que se me hizo casi imposible no obedecer contestando algo inmediatamente.
-Me toqué.
-Te tocaste!? vamos Isabela, charlemos como adultos.
-Me masturbé.
-¿y qué más?
- y me corrí - dije esta vez alzando mi voz en un alarde de dignidad y valentía, pretendiendo ser yo la que tenía el control de la situación.
-Qué sientes ahora, charlando de esto con un desconocido?
Nunca había hablado así con nadie de sexo, era algo nuevo para mi, pensé un momento en las sensaciones que estaba teniendo.
-Excitada y liberada también - añadí; me di cuenta de que me sentía libre, empecé a recuperar algo de confianza y decidí atacar yo…
-¿Qué pasa? ¿tú no te masturbas?
Él me sonrió, pero esta vez yo no aparté mi mirada, estaba confiada, sabía que no me tocaría, intuía que es la clase de hombres que cumple con su palabra. Carlo se levantó de la cama; a través del espejo vi cómo cogía el neceser con mis juguetes y volvía a sentarse a mi lado.
-Claro que lo hago Isabela, pero no me excito fácilmente, soy muy exigente; anoche sin embargo cuando te vi en el restaurante, sin buscarlo, me encontré con una imperiosa necesidad de hacerlo, simplemente viéndote cenar se me puso la polla dura, dura como el cristal. - al decirlo, acarició mi mejilla con mi dildo de cristal.
Se acercó a mi oído y siguió hablándome en susurros
-Igual de dura que la tengo ahora mismo Isabela, te lo cuento porque es la única forma de que lo sepas, porque sólo vamos a charlar.
Mi cuerpo entero temblaba de excitación, trataba de ocultarlo inútilmente, mi respiración entrecortada lo hacía bastante evidente. Carlo seguía acariciado con el dildo mi mejilla al tiempo que seguían sus susurros en mi oído.
-No tuve más opción que ir al wc del restaurante, y allí, de pie, frente al urinario de pared, me saqué la polla, sin importarme que pudiera entrar alguien; cerré los ojos y comencé a masturbarme suavemente, imaginando tu desnudez, adivinando como sería cada una de las partes de tu cuerpo: el tamaño de tus pechos, su textura y peso exacto, el color de pezones que concuerda con el tono de tu piel, si serían grandes o pequeños, qué forma tendrían, cuál sería tu olor, cuánto vello púbico tienes, la consistencia exacta de tu culo, el sonido de tus gemidos… si eres de las que se abandona y tiembla cuando se le acaricia el clítoris, o de las que controla y me agarra la mano de su amante para dirigir el ritmo de las caricias que quiere, si serías de las que se le mueven instintivamente las caderas, o si echas tu cuello hacia atrás buscando con tu mirada el cielo o clavas tus ojos en los de tu amante, o si te gusta observar cómo se te entierra una buena polla en tus adentros mientras gimes… tuve que esperar muy poco para que se acercara mi orgasmo, entonces me detuve para volver al restaurante, pero tú ya no estabas…
Sin tocarme, aquel hombre me estaba haciendo sentir la experiencia más excitante de mi vida.
-En aquel wc, con la polla en mi mano, me di cuenta que no sabía cómo te llamabas, y me di cuenta que no quería eyacular si no era pronunciando tu nombre, Isabela -
Con el dildo comenzó a acariciar la comisura de mis labios, mientras repetía mi nombre - Isabela… Isabela - Casi sin darme cuenta yo iba sacando la lengua para poder rozar el dildo cada vez que pasaba por mis comisuras
-También me di cuenta mientras acariciaba mi polla que no quería eyacular si no era en tu boca Isabela.
Tras decir esto, posó suavemente el dildo en el centro de mi boca; yo estaba como loca, no pude evitar que se abriera sola y comencé a succionar tímidamente…
-Lo haces justo como imaginaba, Isabela. Te imaginaba justo así ayer, sabía que eras de las que se rinde a su placer…
Carlo comenzó muy sutilmente una acción de entrada y salida del dildo en mi boca, no tan rápida como yo empezaba a desear con todas mis fuerzas, así que a penas pasados unos segundo era yo quien sin poder evitarlo movía con decisión mi cabeza para tragar aquel falo transparente.
Carlo comenzó a separarlo de mi boca pero yo le seguía para no dejar se succionar, era tan humillante. Pero estaba completamente rendida ante mi excitación. Carlo seguía alejando el dildo de mi, hasta que en esta particular persecución, me tuve que levantar de la cama; Carlo por fin lo detuvo en una posición que para seguir con mi actividad me vi obligada a arrodillarme en la moqueta frente a Carlo. Mis succiones eran ya decididas. Babeaba de modo que la saliva se descolgaba por mi barbilla y caía en mi pecho. Pronto caí en la cuenta de que era ya era yo la que sostenía el juguete succionándolo frente a Carlo, que estaba sentado en el sillón frente a mi, lentamente sin dejar de mirarme comenzó a bajar su cremallera, el corazón me golpeaba el pecho com un tambor fuera de control.
Por fin su polla quedó libre asomándose hermosa y brillante, yo aceleraba mi succión y respiración que empezaban a ser gemidos, a pesar de asomar parcialmente, aquel era un pene digno de un dios mitológico griego, me moría por verlo entero, me moría por ver sus huevos.
Carlo lo acariciaba con suavidad recorriendo orgulloso toda su extensión, cuando se dirigía a la base echaba hacia atrás la tela del pantalón descubriendo por unos instantes algunos de los centímetros que aún quedaban ocultos, era de veras enorme…
-Así es como imaginaba que mamarías las pollas Isabela.
Oír de su boca en esos instantes mi nombre era un potente afrodisiaco para mi, que me llevaba al borde mismo del orgasmo.
-Y así es como imaginaba que te masturbas, seguro que también he acertado al imaginar el resto de tu cuerpo…
De pronto me di cuenta!, era cierto! no sé en que momento había sucedido, pero mi mano estaba bajo mi falda, dentro de mis bragas, y dos de mis dedos hurgaban mi entrada… había perdido el control de la situación, traté de pensar con un poco de lucidez en todo aquello; me estaba masturbando delante de un desconocido que yo misma había llevado a mi habitación!! y me gustaba mucho!! no recordaba en mi vida una situación más morbosa que esta.
Carlo volvió a sacarme de mis pensamientos…
-Isabela, quiero ver tus pechos…
Obedecía como autómata, pero yo también quería mostrárselos, me costó retirar la mano de mis bragas y dejar de acariciarme, con ansias, traté de desabrochar la camisa, pero no podía con una mano sola, la otra mantenía el dildo en mi boca, Carlo acudió en mi ayuda, se levantó de su sillón y sostuvo el dildo en mi boca. Su polla estaba tan cerca de mi cara que podía olerla, podría tocarla si sacara mi lengua, Carlo empezó el movimiento de entrada y salida en mi boca con mi juguete y retomé mi mamada.
Me desabroché los botones y dejé caer la camisa al suelo, Carlo retomó su paja junto a mi cara, yo demoraba los momentos por temor a que él se alejara de nuevo, muy despacio, con una mano a la espalda solté el cierre mientras con la otra agarraba el sujetador para demorar mostrar mis pechos, al bajarme el sujetador, el roce de la tela en mis pezones me arrancó un gemido…
Carlo sacó el dildo, quedé desconcertada, notaba una gran ausencia en mi boca y tuve un impulso, meterme la polla en la boca; me acerqué…
-¡NO! - Carlo me detuvo - Sólo charlar, no se toca.
Carlo bajó el falo cristalino a mis pechos y empezó a frotar mis pezones
-Eres preciosa Isabela -
Yo volví a masturbarme con una mano y con la otra quise acariciarme los pechos, pero Carlo me lo impedía retirándome las manos con el cristal… en aquel instante comprendía de verdad lo que quiere decir estar caliente, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por calmar mi deseo… empecé a mamar los dedos de la manos que me quedada libre.
De pronto me paré, decidí tomar la iniciativa. Abrí el cierre de mi falda, me puse de pié cara a cara frente a Carlo, bajé mis bragas un poco y luego las dejé caer al suelo.
Le miré a los ojos, y por primera vez, sin que me temblara la voz, me dirigí a él… en tono desafiante.
-Puedes follarme si quieres
-¿Quieres tú que lo haga?
-Folláme ya Carlo!
-Me encantaría - me dijo mientras con una mano no dejaba de masturbar su polla; con la otra fue subiendo el dildo hasta llevarlo a la entrada de mi se sexo
-Pero te di mi palabra y no voy a tocarte. - dijo al tiempo que me metía, de un brusco empujón, al menos un tercio de la extensión del dildo.
-AHHH! - gemí y me retorcí de placer volviendo mi cara al techo.
-Te tendrás que conformar con esto
Empezó a follarme con el dildo; me retorcía de placer, él me miraba y seguía masturbándose, acompasó su paja con las penetraciones; comencé a controlarme y pude por fin quedar de pie de un modo estable.
Solté un chorro de líquido que cayó a la alfombra.
-Me hago pis… - dije avergonzada.
-Muchas mujeres creen que es pis, estás eyaculando.
Dejaba caer el peso de mi cuerpo hasta casi sentarme sostenida sobre la mano fuerte de Carlo que seguí penetrándome a ritmo constante. Aquello era estar en el cielo… me arrodillé interrumpiendo la follada, y agarré su polla para mamarla, que dura! y caliente! y gorda! deliciosa! fueron sólo unos instantes… Carlo se retiró bruscamente haciéndome caer al suelo y quedar a gatas.
Sin esperármelo, Carlo se puso tras de mi y aprovechando que estaba a gatas me volvió a penetrar la vagina con el dildo.
-Mmmmm- el ritmo de la follada ahora era frenético, el dildo entraba y salía sin detenerse, estaba tan lubricada que el movimiento era fluido y sin resistencia, con una mano me separé los labios vaginales para que la penetración fuera lo más fácil y profunda posible, y con la otra acariciaba rabiosamente mi clítoris, jadeaba como nunca, mis caderas se movían con voluntad propia en dirección contraria a las penetraciones, buscando una mayor profundidad y fiereza en las entradas de aquel dildo en mi interior, estaba al borde del éxtasis, con mis pezones buscaba la fricción de la rugosidad de la moqueta, todo mi cuerpo vibraba al antojo de los embates de Carlo.
Yo me frotaba contra el suelo en aquella cabalgada diabólica, mis gemidos ya comenzaban a ser gritos intermitentes más y más elevados, con frecuencia cada vez más acelerada, me acercaba por fin a un orgasmo intenso que me empezaba a hacer temblar las piernas, levanté mi cara del suelo para mirar al techo y por fin comenzar a gritar auténticamente, miré a Carlo, quería ver su rostro en el momento de correrme… y de pronto, frenó en seco, el dildo quedó inerte en mi interior, la respiración agitada, aumenté la intensidad de mi masturbación frotando con fiereza mi clítoris procurando no perder la cercanía al éxtasis, clavé mi mirada en su rostro tratando de averiguar qué le hacía detenerse, él sonreía… se levantó sacando el dildo de mi interior y se sentó en su sillón, mi vagina se contraía notando la ausencia de mi falo de cristal.
-Si vuelves a tocarme me iré y no volverás a verme nunca- Dijo poniéndose serio.
Mi mano, aún se empeñaba en no permitir que me alejara de la proximidad del orgasmo frotando con insistencia mi clítoris, mientras la otra mano pasó a tratar de sustituir, con todos los dedos que podía, el lugar del juguete de cristal.
La cara de Carlo era de auténtica satisfacción oliendo el juguete y observando mi sufrimiento, el orgasmo se alejaba mientras yo seguía resistiéndome furiosamente.
Nuevamente se levantó del sillón y me acercó el falo artificial a la boca, comencé a succionarlo con ansia. Carlo seguía impecable, con su corbata perfectamente colocada y sin despeinarse un solo pelo, volvió a atender su abandonada polla retomando la paja, mostrando su miembro duro, nada me apetecía más que mamarlo, sin embargo lo que penetraba mi boca era mi juguete, mientras él acariciaba egoístamente aquella fantástica polla a escasos centímetros de mi cara, me moría por ver sus testículos y aquel miembro en su total extensión, pero sólo una parte asomaba, lo bastante grande para satisfacer a la más insaciable de las mujeres, como yo en aquel momento.
Carlo, retiró parcialmente el dildo e hizo presión con él de modo que forzaba que la boca me quedara abierta, acercó su pene tanto que casi pude tocarlo con la punta de mi lengua, entonces comenzó a eyacular, cerró los ojos un momento y expulsó un chorro enorme de semen que fue a parar a mi pelo, abrió los ojos para mirarme, ahora si tenía cara de perder el control, apunto su miembro a mi boca y volvió a soltar una nueva descarga de semen en ella, lo saboreé y me relamí mientras seguía frotándome mi clítoris, me excitaba cada vez más y más verlo, saqué la lengua demandando más; pero él intencionadamente desvió el tiro para hacer caer el siguiente chorro en mi mejilla, cerca de la boca, forzándome a sacar la lengua para alcanzar a recogerlo y degustarlo, Carlo empezó a gemir… casi me llevó al orgasmo solamente su sonido…
En aquel momento, al llevarla hacia su pene, pude darme cuenta de que además del dildo tenía en su mano mis bragas, mientras seguía corriéndose abundantemente se envolvió con ella la polla, sus gemidos de éxtasis iban disminuyendo mientras me miraba a los ojos, estaba siendo una corrida monumental.
Yo seguía tan excitada que me dolía mantenerme en aquel estado al borde de un placer que no acababa de resolverse, mis dedos seguían insistiendo en no dejar escapar mi orgasmo y seguía frotando mi clítoris furiosamente y penetrándome con los dedos.
Frente a mi cara, retiró las bragas, desenvolviendo como un regalo, aquella polla perfecta que aún no había comenzado a declinar su dureza, un último chorro salió del glande, escurriéndose por la extensión del tronco y cayendo a la moqueta, mientras, Carlo envolvía el dildo de cristal con las bragas abundantemente empapadas en semen.
Se acercó a mi parte trasera… y, esta vez con delicadeza, comenzó a introducir en la entrada de mi vagina el juguete de cristal…
-Ahhhh!!, caí derrotada de placer, apoyando mi cara en el suelo, con las dos manos junto a mi cara, sujetando uno de mis dedos entre los dientes para no gritar más fuerte de lo que ya lo hacía, usaba los otros dedos para acariciar la mancha de semen de la moqueta.
La aspereza del encaje de las bragas que envolvía el dildo, me provocaba una intensa excitación que me arrancaba un alarido.
La penetración seguía su avance por mi vagina, lento pero constante. No sé si era el placer de la penetración, la necesidad de correrme, la humillación o todo junto lo que me provocaba aquel estado, pero estaba poseída por el placer, el dildo tocó fondo en mi vagina, pero eso no hizo que Carlo detuviera su empuje, yo no paraba de gritar… el orgasmo al fin estaba aquí…
Llegaban las contracciones previas al final, y cuando creía que el placer había llegado a sus cotas más altas, Carlo tiró de las bragas con rapidez, extrayendo de mi el dildo, justo en el momento en que me sobrevenía el orgasmo… caí sobre un costado en la moqueta, sin poder detener espasmos y temblores de placer, Carlo tomó su vaso de whisky y lo acabó de un trago.
-Mi número es el 200, mañana cenamos en mi habitación pero quizás no charlemos tanto… te espero a las 22:00, se puntual, o no vengas…
Desde que oí cerrarse la puerta al marcharse, hasta que pude levantarme no sé con seguridad cuanto tiempo pasó, lo suficiente para que se apagaran casi todos los sonidos de la calle.
Al incorporarme pude ver mi cara en el espejo, estaba pegajosa y tenía el pelo lleno de semen reseco, me arrastré hasta la cama y me acosté sin ducharme entre los olores intensos de aquella increíble sesión de sexo.
Ahora en frío no dejaba de pensar en lo sucedido y no me parecía tan buena idea aceptar la invitación de Carlo ¿iría? ¿Podía elegir?