Isabel y su marido

Continuación de relato

Hola soy José el marido de Isabel esta es la continuación del relato de “Unos ladrones entraron en mi casa”. Pues bien desde aquel día y habiendo visto lo que paso y sin decirles nada a mi hijo ni a su hermana, me convertí en un cornudo, ya que mi mujer a partir de aquella noche deseaba que la follaran bien follada cosa que no podía yo.

Ella echaba de menos la polla de un tal Roberto de aquella misma noche, y como le dieron su teléfono lo llamo, quedo con él en su pueblo que está a unos 70 km de nuestra ciudad, aprovechando que yo tenía que salir de viaje unos días antes de que cerrarán la Ciudades y pueblos por motivos de la pandemia..

Entonces mi mujer y yo iniciamos el viaje corto para dejarla en casa de Roberto, allí estaría para no levantar sospechas como un familiar de Roberto yo conducía atento al camino, sumido en mis pensamientos. Ella  se veía hermosa con ese vestido negro con estampados blancos, ligeramente largo, por debajo de sus rodillas, nada especial así lo había decidido ella misma.

Solo tenía tiempo suficiente para llevarla a casa de Roberto, y volver a la ciudad para llegar antes de la media noche, pues por la mañana debería salir de viaje de trabajo, dejaría a mi mujer el fin de semana en casa de Roberto; eran las 3 de la tarde cuando llegamos a nuestro destino, Roberto nos recibió con efusividad, nos invitó a pasar a la sala y mientras servía un par de copas dijo a Isabel.

Él le dijo, Isabel si quieres que sube a la habitación y te duchas, después… ponte las prendas que hay sobre la cama y las zapatillas, cuando estés lista baja para que despidas a tu marido.

La curiosidad me hizo darme tiempo para esperar, mientras charlábamos de cosas comunes y bebíamos nuestras copas, los minutos pasaron rápidamente y cuando Isabel asomó en las escaleras, sentí que una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo. Unas zapatillas rojas con tacón alto de aguja, un picardías rojo, y un hermoso tanga rojo de hilo tan pequeño que apenas lograba cubrir los vellos  de su coño.

Descendió lentamente, mirándonos a ambos, quizá esperando ver nuestra reacción, Roberto se puso de pié y fue a esperarla al inicio de las escaleras, le extendió la mano y caminaron juntos hacia la sala, se sentaron juntos en el sofá mientras yo estaba en el sillón individual, ¿cómo evitar la excitación? No pude evitar apretar con fuerza mi polla.

Y él me dijo, ¡Pues deseo que tengas un buen viaje! Yo mismo llevaré de vuelta a  tu mujer el lunes por la mañana, ¡es una pena no puedas quedarte! Para que veas como disfruta de una buena polla.

Si… ¡también me entristece no poder quedarme! Pero el trabajo es primero, de cualquier forma, ya habrá otra oportunidad, ¡disfruten mucho el fin de semana!, cuídamela y hazla disfrutar.lo que yo ya no puedo.

Mi mujer se puso de pie y me acompaño a la salida, caminaba sin pudor alguno, sin preocuparle que alguien pudiera mirarla en esa situación tan morbosa, me dio un beso y se apartó, en un minuto recorrí con la mirada su cuerpo semidesnudo, deseaba llevar conmigo grabada esa imagen de mi esposa tan sugestiva.

El regreso a casa fue muy complicado, no dejaba de pensar en ella, me preguntaba si ya estaban follando ,o si solo deseaba tenerla vestida de esa forma como preámbulo al acto sexual, en ese momento nada de lo que yo imaginaba se aproximaba a lo que una semana más tarde ella me contaría.

El lunes por la tarde llamé a mi mujer, para preguntar si ya había llegado a casa, la respuesta fue desconcertante.

¡Hola Isabel! ¿Ya estás en casa?

No, ¡aún estoy en casa de Roberto! El desea hablar contigo, para darte una explicación.

Sentí un poco de coraje y de celos al saber que no se había cumplido lo pactado, pero después de escuchar a Roberto comprendí la situación.

¡Hola! ¿Sabes? Quiero disculparme por no llevar a Isabel, pero de verdad, quiero que le permitas pasar el resto de la semana conmigo, hay algunas cosas que deseo hacer, enseñarle cosas nuevas, puedo llevarla de regreso, justo el sábado cuando tú ya estés en casa… ¿Qué opinas?

__ ¡Bueno…no es lo que esperaba! Pero… no hay problema, solo quiero que el sábado llegue a casa antes de anochecer.

Los siguientes días los pasé verdaderamente estresado, imaginando lo que pasaría durante toda esa semana, me preguntaba si Roberto aún sería capaz de darle sexo diario a una mujer joven como mi esposa.

El  sábado por la mañana, ,si todo salía bien, llegaría a casa a eso de las 6 de la tarde, no había tráfico, consecuencia del inicio de la cuarentena.

Todo parecía diferente, pocas personas se atrevían a salir de sus casas, la calle donde vivimos, siempre llena de adolescentes jugando ahora estaban desiertas, todo era silencio en casa, Isabel no estaba, y justo cuando pensaba llamarle, mi teléfono sonó.

¡Hola!, ¡Hola! Ya estamos en la ciudad, en una hora estoy en casa chao…

No tuve tiempo de contestar, visiblemente molesto fui a bañarme y después me deje caer en  sofá, estaba agotado después de conducir todo el día, el cansancio me venció y me quede profundamente dormido, solo desperté cuando escuche que abrían la puerta, era mi mujer, miré mi reloj, ya eran las 12 de la noche, la miré interrogante y con el rostro molesto, pero ella se encargó de hacerme cambiar de actitud.

Llevaba puesta una chaqueta negra tipo cazadora, ligeramente larga, sin dejar de mirarme, bajó el cierre y se despojó de la prenda, tragué saliva al ver que estaba completamente desnuda, no había ropa bajo la chaqueta, solo llevaba las zapatillas rojas y nada más… se aproximó y rodeó mi cuello con sus pequeñas manos, me dio un beso en la boca, pude aspirar el olor a sexo que de ella emanaba, su cuerpo estaba caliente y sus vellos púbicos embadurnados de leche aún fresca.

¡Hace unos cuantos minutos…volvió a follarme en una calle solitaria! ¡Estoy muy excitada! ¡Fueron los días más placenteros que he pasado! ¿Quieres que me bañe?

No. ¡Así como estás quiero verte! ¡Siéntate a mi lado y cuéntame que habéis hecho durante estos días!

Con toda naturalidad se acomodó a mi lado, separando las piernas para dejar completamente expuesto el chocho mojado, no pude evitar llevar mi mano a su coño y acariciar sus labios vaginales hinchados.

El día sábado después de que te fuiste, no pasó nada, solo bebimos, bailamos y charlamos de cosas, solo deseaba mirarme, aunque a decir verdad, yo deseaba que me follara y me atreví a suplicárselo.

¡Por favor Roberto! ¡Quiero que me folles…estoy muy cachonda ya tengo el coño encharcado!

Esta noche no, solo deseo mirarte, tenerte así como estas, admirar tu cuerpo joven y fresco; mañana, recibirás tu recompensa. ¡Seas impaciente!

Pasaba de la media noche cuando me llevó al dormitorio, me beso apasionadamente y me dejo sola para descansar, yo, estaba muy caliente, mientras bailábamos… él acariciaba mis nalgas, mis tetas y ocasionalmente tocaba mi chocho mojado, pero lo que más me puso caliente esa noche fue todo lo que me dijo mientras bailábamos, cosas que… aún me tienen cachonda.

¿Sabes? si tú fueras mi mujer, te convertiría en una buena amante y una excelente “puta” vivirás solo para complacer a los hombres, claro está, siempre y cuando tú lo desees, nada sería por fuerza.

En ese momento. Cuando me llamó…”puta” sentí algo extraño, en otro momento me habría molestado, pero en ese momento, fue algo inexplicable, sentí que me gustaba ser llamada de esa forma, volví a suplicarle me follara, pero no accedió, cuando fui a la cama, no lograba conciliar el sueño, estaba muy caliente, yo misma acaricié mis tetas apretándolas con fuerza y pasé mis dedos por mi chocho, pero lejos de calmar mis deseos, mi calentura aumento considerablemente.

Por fin logre dormir un par de horas, por la mañana, fui a bañarme y me puse mi vestido, pero cuando Roberto me vio me reprendió.

Vuelve a desnudarte y a ponerte las ropas que te compre, así pasaras los siguientes días mientras estés en mi casa. Un poco contrariada fui devuelta al dormitorio, me quité el vestido y me puse el picardías y el tanga rojo, volví a su lado y rió satisfecho.

¡Así está mejor! Tomamos un desayuno ligero en la mesa del jardín, yo… me sentía incomoda estando casi desnuda, pero no me atreví a protestar.

¿Sabes Isabel? Esta tarde, vendrán unos amigos, quiero que los atiendas bien, al final de la noche, si alguno de ellos desea follar contigo, ¡complácelos!

¡Entonces podre ponerme mi vestido! ¿Verdad?, No.

Las horas pasaron lentamente, estaba muriendo de nervios, cuando el timbre de la puerta se escuchó, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando Roberto me dijo.

¡Son ellos, sal a recibirlos y se amable!

Caminaba lentamente, las piernas parecían quererse doblar sin fuerzas, al abrir la puerta ahí estaban, 3 hombres altos, dos de similar edad a Roberto y otro, más joven, no debía pasar de los 40 años, me saludaron amistosamente, camine delante de ellos, imaginé que miraban mis nalgas bajo la delgada tela del picardías.

Los cuatro se acomodaron en torno a una mesa de madera de forma redonda, comenzaron a jugar a las cartas, mientras yo… les servía copas y les encendía cigarros, ni siquiera se molestaban en mirarme, yo estaba sentada en un banco alto de madera, ahí esperaba cuando alguien pedía algo y me apresuraba a atenderlos.

Por fin el juego terminó, Roberto puso música y comenzamos a bailar, cada uno tomaba su turno, el más atrevido era el joven, quien no perdía oportunidad de acariciar mis nalgas y apretar mis tetas, yo había bebido algunas copas, ya me sentía un poco mareada, no sé… quien fue el que me despojó del picardías solo estaba desnuda, llevando la tanga como única prenda sobre mi cuerpo, pero no tardó en ser apartada de mi cuerpo, seguí bailando, siendo acariciada, siendo llevada al clímax de la excitación…

De repente, estaba recostada en el piso, abierta de piernas, con un hombre mamando mi chocho, haciéndome jadear y gemir como una puta de verdad, en cada una de mis manos… tenía una polla y mi boca disfrutaba de la polla de Roberto, todo mi cuerpo temblaba por la excitación, los cuatro cambiaban de lugar y disfrutaban de mi chocho y de mi boca.

Fue el más joven quien me folló primero, me hizo sentarme sobre él y cabalgarlo, yo me movía como enajenada, su polla era larga pero delgada, aun así… la estaba disfrutando, mi cuerpo estaba empapado por el sudor, no podía dejar de temblar, no dejé de moverme hasta que sentí su leche correr por mis entrañas, no me importaba que los otros hombres estuvieran mirando a escasos centímetros.

El joven se apresuró a levantarme, me puso en cuatro patas y volvió a metérmela, sentía su polla llegar a lo más profundo de mi coño, arremetía con fuerza y en pocos minutos volvió a inundarme con un chorro de leche, caí tendida sin fuerzas sobre el piso, se notaba que era el más joven dos polvos casi sin sacarla.

No me había recuperado cuando otro de los amigos de Roberto me tomó en brazos y me llevó al sofá, ahí se sentó y me hizo sentarme sobre él, no le importaba que tuviera puestas las zapatillas, traté de quitármelas, pero no me lo permitió, me hizo poner los tacones sobre sus piernas, su polla entró lentamente por mi mojado chocho, sentí como mis paredes se ensanchaban pues su polla era demasiado gorda, sentí un poco de dolor, empezó a meter y sacar lentamente, yo seguía temblando de pies a cabeza…

Sus manos apretaban con fuerza mis tetas, me dolían, pero también me gustaba, poco a poco fue aumentando las envestidas, sentí que perdía las fuerzas, él me tenía tomada con fuerza de mi cintura y me subía y bajaba, sentí como se ponía tenso, y en minutos su leche salió inundándome las entrañas, parecía lava hirviendo, sentía que me quemaba, que alivio y que gusto era que me follarán así, yo con este era la segunda corrida que tenía, pero quería más leche en mi coño.

Solo me dejé caer a su lado sobre del sofá. Ya no tenía fuerzas, pero miré al tercer hombre ponerse de pie y caminar hacía mi lado, mis labios estaban resecos, sentí temor al ver su polla, demasiado larga y también muy gorda. Me puso boca abajo, me metió la polla y la empujo con fuerza, bombeo un par de ocasiones y la sacó.

Estaba llena de leche de los dos hombres que ya me habían follado, y tres polvos que llevaba aun así… me hizo que con mi mano la mojara en mi coño, y que saboree la mezcla de leche y mis propios jugos vaginales, minutos después, volvió a ponerme boca abajo, abrió mis piernas y sentí morir cuando su polla quedó en la entrada de mi  agujero del culo.

Ahogue un grito de dolor, la polla se abrió paso sentí mi esfínter dilatarse, traté de zafarme, pero no lo logre, se quedó quieto por unos minutos, después … ¡empezó a bombear! Paso el dolor y llegó el placer, sentía las gotas de su sudor caer en mi espalda, bufaba como un toro, por fin… sentí su leche correr ano adentro.

No tenía nada de fuerzas, escuche cuando los hombres se despedían de Roberto, quien el acompaño a la entrada, al volver, me tomó en sus brazos y me llevó al dormitorio.

¡Te has portado muy bien princesa! Esto… es solo el principio, los siguientes días… recibirás toda la leche que desees.

Ya no tenía fuerzas para seguir follando. Pero aún faltaba Roberto, quien a propósito tomo el último turno, recostada sobre la cama, separó mis piernas, con suavidad me quitó las zapatillas, miré avergonzada como se disponía a mamar mi chocho, sin importarle que aún estuviera fresca la leche de sus amigos…

¡No…por favor…deja que me bañe!

Sin hacerme caso, se acomodó y empezó a mamar, relamía con suavidad mis labios vaginales, haciendo que me estremeciera de pies a cabeza, ponía la punta de su lengua en mi adolorido clítoris y lo relamía, rápidamente mi excitación se disparó, no le importaba la leche de sus amigos y a mí dejó de importarme.

Me llevó al máximo estado de excitación, su forma de follarme era completamente diferente, el parecía disfrutar de cada caricia, cuando comprendió que me tenía al punto… me pidió ponerme de pie. Me tomé de su cuello y el pasó sus manos por mis piernas para levantarme con facilidad, yo lo abrace con mi piernas por la cintura y me metió su polla en el coño entrando con facilidad ya que tenía todavía leche de los cuatros polvos recibidos, yo subía y bajaba de su polla, y la apretaba con los músculos de mi coño, no sé lo que me pasaba con su polla que era la que más me gustaba y más gusto me daba, enseguida empecé a correrme y Roberto enseguida también empezó a echarme su leche que buen polvo echamos joder.

Volvimos a sentarnos los dos en la cama, y empezamos hablar, y me dijo:

¿Te ha gustado la sorpresa de hoy? ¡Si fue muy placentero! Y más como estaba ya de no haberme tú follado la noche que llegue con mi marido. Y a ti… ¿te gusto cómo me comporté?

Por supuesto, pero solo ha sido el principio, esta misma semana voy a poner a prueba tu disponibilidad… ¡como ya te dije…quiero que te conviertas en una buena puta! ¿Quieres hacerlo para mí? ¿Serás una buena puta?

¡Si…lo seré… seré una puta de verdad para complacerte! ¡ no quiero perderte me encanta tú me follas peor que Roberto  pero me has hecho dos hijos. Haré todo lo que me pidas!.

Seguimos hablando de cosas morbosas, que tenía planeado para mí. ¡Espera, y no sigas, estoy muy cachondo con lo que me has contado, quiero follar y mañana seguirás contándome

De verdad había terminado muy excitado, ya no la dejé continuar, ya habría tiempo de escuchar lo que sucedió en los días siguientes, en ese momento, me desnude y la penetre, aún estaba mojada con la leche de Roberto, no me importo el asunto, fue una noche deliciosa follarme a mi mujer con ella mojada y oliendo a sexo, parece que a mí me entraba más ganas sabiendo que ella follaba con Roberto y otros.

Ella se convirtió en una sumisa de Roberto, este se había hecho su chulo y venía a veces a casa, con más de 10 polvos en un día Isabel se había convertido en una máquina de follar.