Isabel, la hermana deseada.

Isabel cuenta como los deseos de su hermano la llevan a vivir una experiencia llena de perversión, culpa, tabú y placer

No tengo ni idea del por qué me he animado a contar este relato al mundo. Algo tan vergonzoso y humillante como lo que me ha pasado debería de ser sepultado en el olvido, pero al mismo tiempo, si no busco la forma de desahogarme sé que terminaré volviéndome loca; si no es que ya lo estoy en este momento. Como sea no me cabe la menor duda que las depravaciones que acabo de vivir, y los actos degenerados a los que me he prestado me dejarán marcada para siempre, Solo espero que quien lea esto me comprenda y acepte que lo que pasó ha sido hasta cierto punto inevitable y yo más que nadie soy responsable.

Comenzaré por contarles que mi nombre es Isabel. Tengo 40 años y estoy divorciada desde hace 15 años. Después de divorciarme fui con mis dos hijos a vivir de regreso con mi madre. Si les interesa saber cómo soy físicamente, les diré que mido 1.67, tengo piel clara, cabello negro corto y un poco ondulado y me mantengo en forma por lo que, modestia aparte, tengo un cuerpo muy sensual para mi edad. Mis pechos no son la gran cosa, pero son firmes y bien formados, mi trasero puede que sea mi mejor atributo y desde que era joven los hombres no se han cansado de recordármelo.

Pasando a los hechos que me han ocurrido creo que primero tengo que contarles acerca de mi hermano Jorge. No puedo negar que lo quiero con toda mi alma, es mi pequeño hermano menor y le saco 5 años de ventaja. Sin embargo y a pesar del amor que nos tenemos como hermanos hay algo más en sus sentimientos hacia mí. No sé si llamarlo algo pervertido, algo enfermo, algo raro, pero definitivamente es algo de lo que no podría hablar en la mesa con mi familia o en la oficina. Desde que comenzó su despertar sexual pude darme cuenta de que la forma y la insistencia como me miraba, ahora me arrepiento de no haber tomado medidas al respecto, pero la vergüenza y el temor a desencadenar un drama me convencieron de callar lo que sabía.

No pasó mucho tiempo después de que Jorge entro a la pubertad cuando noté que mis pantaletas comenzaban a desaparecer de su lugar, mi cajón donde guardaba la ropa íntima repentinamente estaba un poco desordenado y en una que otra ocasión pude descubrir que algunas de mis bragas usadas tenían extrañas manchas blancas que no debían de estar ahí. Pero opté por ignorar todas esas señales y consideré que el despertar sexual de mi hermano era algo normal y que seguramente era una etapa que les ocurría a todos los adolescentes con hermanas mayores. Hasta cierto punto yo también pecaba de inocente.

Él se volvió más intrépido conforme pasaban los años. Ya no se conformaba con hurgar en mi ropa íntima, sino que aparte de todo pude descubrirlo en muchas ocasiones espiándome mientras me bañaba o me cambiaba de ropa. Lo veía de reojo o reflejado en el espejo, pero nuevamente mi infinita paciencia me hizo callar al respecto. Nunca consideré siquiera hacerle un reclamo o acusarlo. Incluso hubo momentos en los que me sentí un poco halagada al pensar en mi hermano masturbándose en mi honor con alguna de mis prendas íntimas. Pero eran pensamientos que apartaba de mi mente casi tan rápido como los formaba.

Pero mi hermano evolucionaba peligrosamente, pues en un par de ocasiones mientras dormía pude sentir que alguien me removía las cobijas y tocaba suavemente. Mi sueño es pesado hasta el día de hoy, así que despertarme de esa forma me alarmaba un poco, sobre todo porque al despertar por completo solo veía mi cuerpo medio descubierto y la puerta de mi cuarto entreabierta; para finalmente escuchar la puerta del cuarto de mi hermano cerrándose abruptamente. Me daba miedo lo que pasaba, pero era un miedo que a la vez me daba una acometida de adrenalina, y me producía un placer que yo calificaba de enfermo y al que incluso me llegué a acostumbrar.

A pesar de este comportamiento extraño de mi hermano, ante el mundo él y yo éramos los hermanos más unidos del mundo. Nadie sospechaba porque evitaba estar a solas con él, o que consideraba ponerle candado al cajón de mi ropa interior y esconder mi ropa sucia de él. Frente a todos mi querido hermano y yo éramos los hermanos más tradicionales y cotidianos del mundo. Y debo ser sincera con ustedes, siempre sentí un gran amor por él hasta el día de hoy, motivo por el que seguramente siempre soporte sus arranques de depravación hacia mi persona

Las cosas se salieron de control una noche en la que yo me quedé sola en casa. Mi hermano andaba de fiesta y nuestros padres habían ido a visitar a unos parientes fuera de la ciudad. Yo dormía plácidamente y seguramente tenía los sueños más bellos del mundo cuando sentí una mano acariciando mi bajo vientre con firmeza y frenesí. Al abrir los ojos vi a mi Jorge parado frente a mí. No grité por algún milagro inexplicable, su joven rostro era el de un hombre completamente fuera de sí. Se notaba no solo por el olor que estaba bastante alcoholizado y sus ojos lujuriosos delataban sus intenciones. Al final tomé su mano una fracción de segundo antes de que la metiera entre mis piernas para revelar mis partes íntimas.

Le pregunté algo alarmada que qué hacía y él me contestó que quería hablar conmigo seriamente. Se dio media vuelta y después de componerme lo seguí hacia la cocina para hablar con él, asustada y preocupada. Pero al mismo tiempo esperanzada de que esta plática arreglara las cosas entre los dos.

Él no se andaba por las ramas. Es cuanto me senté frente a él me confesó sin rodeos que me deseaba como mujer, ¡que quería hacer el amor conmigo!

Yo le contesté lo más obvio, que eso no podía ser pues éramos hermanos, no me detuve a razonar que a él no le importaba ese detalle y que incluso tal vez esa era la razón por la que me deseaba de una forma tan morbosa y desenfrenada.

Me confesó que me había espiado infinidad de ocasiones en el baño, que me miraba mientras estaba desnuda y me dijo que estaba bien al tanto de que yo lo había descubierto en más de una ocasión. Me preguntó que por qué nunca había dicho nada si tanto me molestaba la idea de que él me deseara de esta forma.

No podía evitar pensar que mi hermano que estaba sentado frente a mí con una mirada como de lobo a punto de arrojarse sobre una oveja indefensa, seguramente tendría una tremenda erección en ese mismo momento. Con cualquier otro hombre habría considerado entregarme a él ahí mismo, pues no soy ninguna santurrona, pero este era mi propio hermano y no me cuadraba la idea de hacer algo así.

Le dije que si no había dicho nada era por evitar problemas, que a él le iría terriblemente mal si alguien se enteraba de sus intenciones hacia mí y que yo no deseaba perjudicarlo. En cierto modo yo me sentía responsable por parte de lo que pasaba, pero eso nunca se lo dije.

De repente sonrió y me preguntó sin más ni más el color de mis pantaletas. Pude sentir la sangre subiéndome al rostro, seguramente me debí de sonrojar más que nunca en mi vida. Obviamente me negué a contestarle y eso lo impulsó a querer levantarme la falda para averiguarlo el mismo, cosa que yo impedí un poco alarmada.

De repente al ver mi rechazo repentino él se levantó y me dijo que iba al baño, que no me fuera todavía. Lo que pasó después me dejo fría pues mi hermano regresó en unos segundos a la cocina con la bragueta del pantalón abierta y su enorme verga bien parada totalmente fuera del pantalón. Yo no pude quitar la mirada inmediatamente y pude apreciar las generosas dimensiones del miembro de mi hermano. El me pidió que lo ayudara con su problema y lo único que pude exclamar fue un leve “ho” de sorpresa e indignación. Fueron unos segundos que para mí fueron horas.

Después de eso me levanté como rayo y me regresé a mi recamara sin decir una palabra más. No necesito decir que no pude dormir en toda la noche, pero también debo confesar que si no dormí no fue a causa del temor o la preocupación. En realidad estaba emocionada, algo excitada y muy mojada de mi entrepierna. Me pase la noche tocándome y pensando en lo que hubiera pasado si en lugar de huir de la cocina me hubiera quedado con Jorge y hubiera cedido a sus deseos incestuosos. Esos pensamientos agobiaron mi mente y me alejaron de los brazos del sueño.

Al día siguiente me preparé para irme a trabajar. Salí sin hablar con mi hermano ni una palabra, pero a medio camino me arrepentí de haber salido tan apresuradamente pues en mi prisa había dejado mi ropa de dormir tirada en medio de la recamara, incluyendo mis bragas que había humedecido buena parte de la noche pensando en las depravaciones de mi hermanito.

Más tarde Jorge me llamó para pedir disculpas por lo de anoche, me explicó que había sido el alcohol el causante de esa escena tan anormal y yo obviamente acepté sus disculpas a cambio de la promesa de que jamás hablaríamos del tema nuevamente y de que algo así no se repetiría nunca. Él aceptó mis términos y colgó. Al colgar no pude evitar imaginarme a Jorge masturbándose mientras hablaba conmigo por teléfono, probablemente usando mis pantaletas azul cielo que había dejado tiradas en el piso para que él la encontrara. Por un momento pensé que no había sido un accidente que yo dejará mis prendas de dormir tiradas, que en realidad lo había hecho a propósito para que él las encontrara ¡Me estaba empezando a volver loca!

Mis preocupaciones se esfumaron una vez que me casé y me fui de la casa de mis padres, fueron unos años en que mi hermano salió de mi mente para siempre. Mi hermano también se casó y me alegré de que al fin los dos viviéramos vidas “normales”. Pero la normalidad no duró para siempre. Yo fui la primera en divorciarse y mi hermano no estaba muy atrás. Mi maldición a partir de mi matrimonio fue mi falta de control al usar la tarjeta de crédito. Mi mal uso de las finanzas arruinó mi matrimonio y terminó por acabar con mi vida tranquila. Tuve que regresar a casa de mi madre con todas mis deudas y a pesar de estar yo consciente de los problemas que me acarreaban, no podía evitar que siguieran creciendo. Me había vuelto una compradora compulsiva, nada me detenía para comprar todo tipo de cosas para mí, mis hijos o mi familia en general. Las llamadas telefónicas para cobrarme eran agobiantes, he cambiado número telefónico por lo menos tres veces en los últimos años para evadir a los acreedores. Pero siempre dan conmigo, eso me lleva al punto de quiebre, oportunidad para que mi hermano me pusiera la trampa más vil de todas.

Internet es una herramienta muy poderosa, mi hermano puede dar testimonio de lo útil que puede ser estar conectado con el mundo entero. Ahora desconozco los detalles de cómo se dieron las cosas que pasaron recientemente, casi 20 años después de que mi hermano Jorge me confesara su deseo incestuoso por mí. Pero supongo que eventualmente sabré como mi hermano logró que esa pasión lujuriosa y prohibida por su propia hermana resucitara después de dos décadas y nos llevara a los hechos que voy a relatarles.

Mi desesperación económica me tenía al borde del abismo. Todo mi dinero se me iba en pagar deudas a medias, lo que provocara que me endeudara todavía más cada día. Mi hermano vivía solo desde su divorcio y nos visitaba de vez en cuando. Ya no daba signos de desearme de la forma como lo hacía antes, pero un par de veces pude sentir su mirada que me recordaba al adolecente que en alguna ocasión hurgara en mis pantaletas usadas y me espiara mientras me bañaba.

Jorge estaba al tanto de mis problemas económicos, aunque evitaba tocar el tema en mi presencia. Incluso trató de ayudarme de alguna forma y aunque su ayuda no era suficiente para sacarme del agujero financiero en el que me encontraba, yo le agradecía infinitamente su disponibilidad para ayudarme en mis momentos más precarios.

Fue por eso que cuando se acercó a mí y me dijo que había una forma de resolver mis problemas por completo, sentí como si el espíritu me volviera al cuerpo después de muchos años. Sin embargo la solución era un poco “delicada” y era mejor tratar el tema a solas para que nadie ajeno escuchara y estropeara la oportunidad que se me presentaba. Por este motivo Jorge me invitó a cenar a un restaurante cercano a su casa para que pudiéramos hablar de “negocios” sin preocupaciones.

Durante la cena yo quería ir directo al grano y saber de qué se trataban los negocios de mi hermano para ayudarme a solventar mis deudas. Él en cambio le daba vueltas y vueltas al asunto, pasamos varios minutos hablando de temas triviales, de la familia, del trabajo, de cuando éramos jóvenes. A pesar de que la conversación era bastante amena mi cabeza estaba enfocada en una sola cuestión y era esa milagrosa solución a mis problemas de dinero, pero por algún motivo Jorge evitaba el tema cada que trataba de dirigirlo a él. Ya casi terminábamos el postre cuando por fin se animó a hablar de esa cuestión. Ahora me arrepiento de haber sido tan insistente, pero en ese momento no sabía lo que él tramaba.

Estábamos hablando de mi ex esposo y de porque había decidido divorciarse de mí, eso nos llevó a hablar de mi problema con el manejo del dinero y mis deudas, por fin las cosas se ponían interesantes; extrañas; pero interesante e intensas.

Primero que nada Jorge me pidió perdón pues sabía qué hacía años había jurado no tocar de nuevo el tema de su deseo incestuoso hacia mi persona. Pero por una oportunidad como esta valía la pena romper su juramento. Yo me puse pálida y sentí que me bajaba la presión. Estuve a punto de levantarme de la mesa e irme despavorida a casa de mi madre para no volver a hablar con mi hermano jamás, pero la necesidad fue lo primero que me hizo quedarme y escuchar la propuesta de mi hermano. Lo segundo fue la curiosidad por saber que me iba a proponer.

Jorge me confesó que todos estos años había luchado por olvidar lo que sentía por mí. Pero que era imposible, que me seguía deseando igual que cuando era un adolecente. Que en cambio había optado por desahogarse en internet, de forma anónima. Que había descubierto que existían miles de personas que como él tenían deseos incestuosos pero los ocultaban al mundo. Que entre ellos conoció a un empresario adinerado que tenía un morboso deseo por su propia madre, pero que en general estaba fascinado con el incesto. El tipo se llamaba Mauricio y había entablado una fuerte amistad con mi hermano. Unidos por sus deseos y frustraciones se habían confesado hasta el último detalle de sus vidas y sus ocultos deseos y depravaciones. No quise preguntar el tipo de depravaciones con las que mi hermano me fantaseaba. Incluso llegó a confesarme que ambos habían intercambiado bragas usadas de sus mujeres deseadas “¡¿Qué?!”  Fue lo único que alcancé a gritarle en la mesa del restaurante al escuchar esa confesión. Mi hermano había intercambiado mis calzones con los de la madre de un perfecto desconocido para compartir sus perversiones. Eso era asqueroso, obsceno, enfermo. Me quería desmayar pero una fuerza mayor a mi sentido común me hizo quedarme sentada y escuchar el resto de la historia. Debí ser más sensata y huir es ese momento. Ahora lo sé.

El tal Mauricio había quedado encantado con mis pantaletas. Era unas pantaletas negras, casi transparentes que habían desaparecido hace años de mi cajón y no eran las únicas. Estaba tan fascinado con ellas que estaba dispuesto a todo con tal de conocerme en persona y tenerme a su disposición. A todo, incluso a saldar todas mis deudas y darme mucho más dinero del que jamás pudiera gastar. A cambio de pasar un fin de semana en su casa y entregarme por completo a él y sus caprichos.

Miré a mi hermano con una cara de furia. Acaso pensaba el estúpido que yo era una prostituta que vendía su cuerpo a cambio de dinero. Pero mi hermano sonreía plácidamente, me conocía perfectamente y sabía que si seguía ahí sentada con él era porque en el fondo me interesaba la propuesta indecorosa. Con toda la vergüenza del mundo le pregunté si hablaba en serio, pues entre más tiempo pensaba en esa propuesta, menos desagradable me parecía. Después de todo solo serían un par de días en los que  me entregaría a un hombre a cambio de recuperar la tranquilidad por el resto de mi vida. No podía creer que estaba pidiendo los detalles del negocio a mi hermano. Medio millón de pesos era lo que ese tal Mauricio me ofrecía, por un fin de semana completo de viernes a domingo, estaría a su entera disposición, él haría conmigo lo que quisiera, cuando y como él lo quisiera. Así de simple y sencillo.

Cometí la peor locura de mi vida al decirle a mi hermano que lo pensaría, la sonrisa de mi hermano abarcaba su cara entera, no podía evitar su satisfacción. Tonta de mí no imaginaba ni la mitad de lo que tenía planeado hacerme.

Conocí a Mauricio una semana después. El hombre no era nada feo, aunque para ser un millonario no lo aparentaba de ninguna manera, su forma de vestir era de lo más ordinario y su carro deportivo estaba impecable, pero no delataba que fuera un magnate. Debía tener entre 35 y 40 años, un cuerpo moreno, atlético, robusto, para nada desagradable. Nos conocimos en persona para platicar y conocernos antes de aceptar cualquier negocio. En general me repitió todas las condiciones que mi hermano me había explicado anteriormente. No había letras pequeñas, yo me hacía suya 3 días y el me daba suficiente dinero para pagar mis deudas y aparte tener un colchón, si todo salía bien él podría buscarme nuevamente en el futuro y hacer un nuevo trato conmigo. ¿Por qué? Porque estaba fascinado con las historias que le contaba de mí mi hermano y eso lo había convencido de tenerme a toda costa. Me susurró al oído “Quiero tener lo que tu hermano nunca podrá tener y que él sepa de mi parte la hembra que eres”.

Acepté sin pensarlo demasiado, no había ningún contrato, solo nuestra palabra, el dinero a cambio de mi cuerpo, así de simple. No creí que me arrepentiría de esta decisión. No sabía lo que me esperaba.

Otra semana después Mauricio me recogió en casa de mi madre y me llevó a su lujoso departamento. Yo decidí vestirme lo mejor posible para la ocasión, con tacones altos y medias negras, un vestido negro corto, un poco por arriba de la rodilla con una sobrefalda y mis pocas joyas que aún me quedaban fuera de la casa de empeño. Apenas cerró la puerta de su departamento tras de sí me tomó por la espalda y me empezó a besar el cuello. Sus labios fueron acercándose a mi oído el cual besaba y lamía con frenesí, no tardé en ponerme de lo más cachonda al sentir sus labios en mi oído  y sus manos recorriendo mi cuerpo estrepitosamente. Me preguntó que bragas tría puestas y le contesté que traía una tanga negra de encaje. Se sacó mis viejas bragas robadas del bolsillo de su pantalón, las que mi hermano le había obsequiado a cambio de las de su madre,  y me pidió que me las cambiara por esas. Yo sabía que debía acceder a todos sus caprichos, pero me sentía abochornada al saber que esas bragas habían sido objeto de numerosas pajas de mi hermano y suyas. Esa prenda había estado entre las manos de mi hermano muchas veces y habías acariciado su verga y seguramente recibido sus eyaculaciones infinidad de ocasiones. Aun así acepté y me las cambié frente a Mauricio, lo cual le complació mucho.

Tras servir un par de tragos me dio a beber y me pidió que le hiciera un “strip tease”. Él se sentó frente a mí con el vaso de wiski en la mano y yo comencé a bailar lentamente al ritmo de Undenied de Portishead . Algo dentro de mí me pedía que me detuviera, pero una fuerza mayor me motivaba a entregarme a la pasión desenfrenada de mi benefactor. Bailaba suavemente pero de la forma más erótica que pudiera mi cuerpo, mi mirada era provocativa, mi entrepierna poco a poco comenzaba a humedecerse y sentía como mis jugos empapaban la prenda íntima que mi hermano había ocultado por tanto tiempo y ahora era posesión de un tipo tan depravado o más que mi propio hermano.

Me detuve un segundo poco antes de que terminara la canción, le pedí a Mauricio que desabotonara mi vestido, cuando lo hizo la canción ya había terminado. El regresó a su asiento, tomó un control remoto y antes de poner la siguiente canción me dijo “Subamos un poco de intensidad ¿quieres?”

Comenzó a sonar la canción Start Me Up de los Rolling Stones . Yo solo dejé caer mi vestido al suelo y comencé a bailar al ritmo frenético de la canción, revelando así mis pechos desnudos y quedándome solo con las zapatillas, las medias y las bragas que mi amo me había entregado. Algo en el ambiente me poseía, hacía años que no me sentía así, sensual, hermosa, deseada, lujuriosa. Cuando la canción terminó me abalancé sobre mi amo, lo rodeé con mis brazos y le susurré al oído “Hazme tuya”. Él parecía una estatua, sin expresar la más mínima emoción me contestó: “Ruégame que te coja, suplícamelo”.

Yo me puse de rodillas frente a él y obedecí, implorando que me hiciera suya, que me cogiera, que me penetrara. Él se puso de pie lentamente, sacó su enorme verga de su pantalón, era un hermoso trozo de carne dura y caliente, me ordeno mamárselo y yo lo hice sin decir una sola palabra, simplemente acerqué mis labios a la cabeza de esa verga enhiesta y la comencé a besar como si fuera el objeto más sagrado del universo. No tardé en comenzar a lamerle todo su miembro completo, desde los huevos hasta la punta. En un par de minutos él me ordenó tragármela toda completa, cosa que me pareció una proeza inalcanzable, pero igual hice todo lo posible por complacer a mi amo. Ya no había marcha atrás, él era mi amo y yo su sumisa que haría todo lo que se me ordenara. Poco a poco fui introduciendo más y más la verga de Mauricio en mi boca hasta tragar más de la mitad. La metía y sacaba suavemente tragando un par de milímetros más en cada estocada. Pero entonces él me tomó del cabello y me obligó a tragarme toda de un solo golpe. Sentí que su enorme verga me entraba hasta la garganta y sentí algo de miedo al principio, pero también mucho placer. Tras sacarla completa y volverla a meter un par de veces comenzó a cogerme por la boca, yo apenas podía respirar pero no me oponía al trato que me daba, sentía mucho placer al ser usada de esta forma. Pero entonces al introducirme su miembro a la boca una vez más decidió dejarla dentro de mí un largo momento, para después con su mano tapar mis orificios nasales. Una mano suya sujetaba mi cabeza y la otra mi nariz, yo no podía respirar, rápidamente entré en desesperación y traté de zafarme, pero su fuerza era mayor a la mía, sentí que me asfixiaba y comencé a golpear su vientre con mis manos, estaba aterrada, nunca había pasado por algo así. Unos momentos después el sacó su verga de mi boca seguida por un gran chorro de mi saliva. Yo estaba confundida y él sonreía satisfecho de su “travesura”.

Mauricio continuó usando mi boca varios minutos más. Tratando de asfixiarme por lo menos tres veces más, yo ya no me espantaba, estaba excitada de entregarme a un hombre que me usara como nadie me había usado nunca.

Entonces mi amo me tomó de la garganta y con sus enormes manos me levantó en vilo y me hizo recargarme dándole la espalda sobre el asiento de su sofá, dejando mis nalgas a su entera disposición. Acto seguido me bajó las bragas al piso y se acercó a penetrarme por atrás.

La enorme verga de mi amo me llenaba de placer. Estaba dura y caliente, sentía como rozaba cada centímetro de mi interior. Mi placer era infinito teniéndolo dentro de mí. Me había excitado tanto que me vine casi de inmediato, y luego otra vez, y otra más. Entonces mis piernas se quedaron sin fuerzas y comenzaron a temblar hasta que me fallaron y caí de rosillas al suelo. Él me tomó de la cintura y me hizo levantarme nuevamente. Me dijo “Aún no termino contigo perra” y volvió a introducir su enorme verga de un solo golpe. Mi vista se nubló pocos segundos después, los oídos me zumbaban como si fueran a reventar y podía sentir como de mis labios escurrían chorros de baba espesa. No recuerdo en que momento Mauricio me puso una correa de perro en la garganta. Pero de repente sentí un tirón de mi cuello y él me ordeno seguirlo. Comencé a caminar y el me dio una tremenda bofetada que casi me noquea. “En cuatro patas perrita” fue la explicación que salió de sus labios.

Obedecí, seguí a mi amo gateando hasta su recamara donde había una enorme cama lista para ser el altar donde me terminaría de sacrificar a mi amo. Me ordenó subir a la cama y yo obedecí. Me quedé en cuatro patas esperando recibir su deliciosa verga nuevamente en esa posición, pero primero me vendó los ojos con un pañuelo de seda negro. Todo eso me emocionaba como no se imaginan, a pesar de que mi vista seguía nublada y mis oídos seguían zumbando estaba emocionada de estar en esa situación.

Sentí la verga de mi amo rozando mis labios vaginales, a diferencia de cómo me penetró en la sala, esta vez me la metió suavemente, con cariño, con delicadeza. El cambio de ritmo no me pareció extraño pues creí que en la recamara se tomaría su tiempo para gozarme y aprovechar los días que aún nos quedaban juntos. Notaba algo distinto pero no imaginaba que, sentía el mismo placer pero diferente ahora. Tal vez era el hecho de tener los ojos vendados, o cualquier otra cosa. La verdad no imaginaba lo atroz de mi situación, hasta que sentí como algo se recargaba en mi boca. Un trozo de carne tibia y dura se posaba sobre mis labios y una mano me tomaba del cabello. Al mismo tiempo la verga que yo imaginaba era de mi amo me seguía cogiendo de a perrito, y podía sentir sus dos manos sombre mis nalgas ¡Por lo tanto la mano sobre mi cabeza y la verga en mi boca tenían que ser de alguien más!

Quise quitarme la venda de los ojos, pero las manos que tenía enfrente de mí me lo impidieron. La voz de mi amo proveniente de esa dirección me ordeno quedarme quieta y yo obedecí como hipnotizada. Si era mi amo el que ponía su verga en mi boca entonces no quería imaginar quien era el hombre que me cogía con tanta delicadeza hasta ese momento. Mi amo me ordenó abrir la boca y yo hice exactamente eso, dejándolo nuevamente usar mi boca para darle placer. El hombre que me cogía por atrás subía la intensidad de sus estocadas, yo estaba como drogada o hipnotizada. Solo quería continuar hasta el final.

Unos minutos después mi amo y su secuaz se detuvieron. Intercambiaron lugares pero mi amo en lugar de cogerme por la vagina me empezó a penetrar por el culo. Quise resistirme pero no pude, hacía mucho que nadie me la metía por ahí, pero sabía que eso no le importaría a Mauricio. Al principio sentí un leve dolor al ser penetrada por el ano, pero a pesar de su enorme tamaño mi amo supo acomodar su hermoso miembro dentro de mí. Los minutos pasaban y yo seguía atendiendo a los dos hombres y sus depravaciones. Me levantaron un momento y sentí como mi amo se movía y se acostaba boca arriba, me ordenó montarme en su verga y yo obedecí todavía con los ojos vendados. Comencé a montar la verga de Mauricio pero este me detuvo casi al instante, me detuvo para darle oportunidad a su compañero de penetrarme por atrás. Nunca me habían penetrado dos hombres a la vez y estaba temblando de emoción, no solo por la experiencia de tener mis dos agujeros ocupados por dos enormes vergas tiesas. Sino porque ya presentía la identidad del hombre que acompañaba a mi dueño.

No tardé en descubrirlo, pues segundos después de sentir la segunda verga penetrándome el culo Mauricio removió la venda de mis ojos. Lo primero que hice después de ver la cara de alegría de mi amo fue voltear para descubrir finalmente a mi segundo amante. Ustedes ya deben de imaginar que no era otro que mi hermano el que me poseía en ese momento.

No me enojé ni me espanté. Lo primero que pensé fue: “Bravo hermano, después de tantos años lograste lo que deseabas”. Sí, estaba feliz por mi hermano, y no me importa si me estaba volviendo loca, lo único que deseaba era que Mauricio desapareciera para poderme entregar a mi hermano exclusivamente.

Al pensar que mi hermanito ya había podido usar mis tres agujeros me dio cierta satisfacción, y lo primero en lo que pensé fue en preguntarle en donde quería venirse ¡Quería ser la puta de mi hermano!

El momento en el que al final mis dos amantes se vinieron fue apoteósico. Jorge sacó su verga primero y después Mauricio me levantó y me puso de rodillas en el piso a un lado de la cama. Los dos tomaron sus vergas y las apuntaron en mi dirección, yo tomé las dos entre mis manos y las comencé a frotar con vigor para hacerlas venir. El primero en venirse fue Mauricio, traté de tragarme toda su leche y no dejé caer casi nada, en cuanto me tragué la última gota de leche tibia y espesa sentí el chorro de mi hermano salpicaba sobre mi cara, reaccioné tan rápido como pude para tragarme también tanto semen como fuera posible, era delicioso, espeso, caliente, divino.

Mi hermano tomó mi tanga que había traído consigo al entrar a la recamara y me limpio los restos de leche de la boca, yo seguía besando las dos vergas una a la vez, cuando por fin mi hermano habló. “Te amo Isabel, siempre te he amado de esta forma”.

Fue como si un balde de agua helada cayera sobre mi cabeza. Por fin salí del trance sexual en el que me encontraba y ahí de rodillas con las dos vergas aún en mis manos comencé a llorar. Las solté de inmediato y trate de cubrir mi cuerpo desnudo. Mauricio salió de la habitación y me dejó sola con mi hermano, él me dio la mano y me levantó del piso. Tomó la colcha de la cama y me la dio para cubrirme, parecía sentir un poco de culpa, pero no demasiada. “Esto era inevitable Isabel, Iba a pasar tarde o temprano” Fue lo que me dijo.

Yo no hablé, estaba resignada, había caído en las trampas de mi hermano, no podía vencer un plan que llevaba más de veinte años gestándose, por lo que dejé que metiera la mano dentro de la cobija y tocara mi cuerpo a su antojo. No protesté cuando Mauricio entró nuevamente con una botella y tres vasos limpios. Bebí, dos vasos de un jalón queriendo perderme en el alcohol, pero Mauricio evitó que siguiera tomando, la noche era joven dijo él y comenzaron a cogerme nuevamente entre los dos. La noche era joven y ellos se encargaron de prolongarla hasta el amanecer.

Desperté por ahí de medio día, con la cara, el cabello y el cuerpo bañados en leche. Adolorida de todos mis agujeros y sumamente hambrienta y cansada. Estaba sola en la recamara lo cual me tranquilizó un poco. Me puse las bragas sucias pues era la única prenda que tenía a la mano y pensé en escabullirme al baño y a la sala para buscar mi ropa, con la esperanza de que los hombres que me habían usado la noche anterior estuvieran fuera.

Pero apenas abrí la puerta vi a los dos a la mesa tomando un café. Ni siquiera pensé en cubrir mi desnudez frente a ellos, ya había hecho con mi cuerpo todo lo imaginable así que ya no me importaba ninguna humillación. Mauricio me dijo que le daba gusto verme levantada y que el baño ya estaba listo para que entre ellos dos me ayudaran a quedar bien limpiecita. Yo me negué con voz claramente molesta, diciendo que yo podía hacerlo sola, pero como respuesta ambos se levantaron y me llevaron de la mano al baño. Yo sabía de sobra que no podía resistirme pues todavía estaba sometida a la voluntad de Mauricio. Ni loca daría marcha atrás para perder mi recompensa después de lo que había sucedido la noche anterior. Tendría que soportar todavía más.

Seguí a los dos hombres a la regadera como una autómata, mientras que mi hermano se ponía de rodillas para bajarme nuevamente las bragas Mauricio acariciaba mis pechos. “Hermanita, me fascina quitarte los calzones y no me canso de verte toda encuerada” fueron las palabras que mi sucio hermano me dijo entre risas de Mauricio. Después sentí como mi hermano me besaba las nalgas y el culo y se levantaba triunfante con mi tanga entre sus manos.

Una vez me tenían lista ellos procedieron a desnudarse frente a mí. Sus tremendas erecciones no me sorprendían, y el increíble tamaño de sus vergas era algo de lo más natural para mí, después de una noche en la que esas vergas estuvieron dentro de mí por horas y horas. Esas vergas me habían hecho pujar y gemir toda la noche, e incluso soltar uno que otro grito de placer. No podía mentirme a mí misma, me encantaban ambas, pero más la verga de mi hermano, no por ser más grande o más hermosa, sino por ser la verga de mi propia sangre.

Me pusieron en medio de los dos y Mauricio procedió a abrir las llaves de la regadera liberando un chorro de agua tibia sobre nuestras cabezas. Mi hermano tomó mis bragas y las enjabonó para usarlas como estropajo sobre mi cuerpo. Podía ver lo mucho que gozaba mi hermano haciendo eso, y sinceramente a mí me parecía un detalle muy rico y morboso. Mauricio enjabonada mi cabello y estrujaba mis pechos, mordía mi cuello y mis oídos al tiempo que Jorge usaba mi tanga para lavarme el trasero y la entrepierna. Las cosas pasaron a mayores en poco tiempo pues cuando me di cuenta ambos introducían sus vergas en mis agujeros, así de pie volvían a hacerme su puta de los dos, esta vez bajo la regadera.

Ya no tenía fuerzas para negarlo, me encantaba ser tratada de esa forma, sobre todo por mi hermano y lamentaba profundamente no haberme sometido a su voluntad hacía tantos años. Pensar que él podría haber sido el padre de mis hijos me cachondeaba locamente. Imaginarme preñada de mi hermano me fascinaba. No me importaba estarme volviendo loca, pues cuando lo sentía dentro de mí me olvidaba de toda decencia y de todo pudor, solo quería ser cogida por mi hermano. Aunque me resistiera un poco él sabía que cuando me penetraba lo recibía de buena gana, que gemía de placer y no de dolor o vergüenza. El fin de semana terminó demasiado rápido, un día entero mis machos se encargaron de dejarme harta de leche y verga.

El domingo ninguno de los dos hombres podía ni siquiera dar un paso. Yo también estaba rendida. Pero aun así nos echamos un último palo antes de despedirnos. Mauricio nos pidió volverlo a visitarlo pronto, a lo que yo con gusto prometí volver pronto. Me despidió con un enorme maletín de piel que abrió sobre la mesa antes de entregármelo, me negué a contar el dinero frente a él y le agradecí infinitamente su ayuda. Lo abracé y le di un largo beso en la boca. En el fondo lo amaba y no estaba agradecida solamente por el dinero sino por la bella experiencia a la que me había sometido. Sin él mi nuevo romance con mi hermano hubiera sido imposible.

Jorge se despidió de Mauricio con un fuerte abrazo y me tomó de la mano como si fuéramos novios. “Ya nunca me sentiré sola” le dije al oído, pude ver como debajo de su pantalón se notaba su erección. Yo empapada de la entrepierna me moría de ganas por llegar a su casa.