Isabel
Relato de la aventura de un adolescente con su empleada domestica.
Isabel
Meterle mano a la criada pronto se convirtió en una cotidiana afición, al principio ella poniendo cara de sorprendida esquivaba inmediatamente aquella mano que trataba de agarrarle las nalgas, volteaba y ponía cara de enojada, hasta llegó a decirme "te voy a acusar con tus hermanas", pero nunca lo hizo. Al paso de los días ya me dejaba que mis manos le apretaran los cachetes de sus nalgotas varias veces, si dejar por ello de lavar los trastes, hasta que luego, cuando intentaba alzarle el vestido se volteaba y me decía "no, ya no, te van a ver, ya déjame!".
Aquella señora seguía estando buena, pese a sus ya cuarenta y tantos años y a los kilitos de más sus nalgas --llenas y redondas-- desafiaban el paso del tiempo y se mantenían firmes y con la forma que ya quisieran chamaquitas de 20, y por lo visto, los avances de un chamaco de 17 años tratando de fajársela le estaban causando que renacieran sus emociones sexuales, pues al paso de los días ya me dejaba meter mis manos bajo su falda y hasta agarrarle las redondas tetas mientras refregaba mi erección en sus nalgas, pero siempre decía "ya estate quieto!, nos van a ver", hasta que sucedió lo que tenía que suceder.
Una tarde estábamos solos en la casa, yo leía sobre la cama una revista, cuando ella entró para avisarme que ya se iba para su casa, me levanté inmediatamente y la alcancé justo en la puerta de la habitación, la tomé de la mano pero ella trató de escapar, "anda, déjate tantito", le dije, "no!", contestó, pero yo seguía sin soltarla mientras ya la otra mano vagaba bajo su vestido acariciando sus nalgas sobre su pantaleta, mientras hacía intentos por llevarla a la cama, forcejeamos un poco hasta que la tuve de espaldas apoyando sus manos sobre el colchón, su vestido ya estaba hacia arriba y mi mano había logrado bajar un poco su calzón descubriendo los grandes cachetes de esas nalgas firmes y suculentas, con aquel surco oscuro enmedio.
Me saqué la verga parada y se la apunté entre los cachetes de las nalgas, al sentir mi palo ella trató de quitarse "no, no lo hagas, mira que puede venir alguien", pero no, ya la tenía atenazada por la cintura, mientras mi verga iba y venía enmedio de sus nalgas, busqué el mejor ángulo para sepultarle la verga en la pucha presionando un poco sobre su espalda, Isa pegó un poco su pecho sobre el colchón y con las piernas más abiertas sus rodillas se apoyaron sobre la orilla de la cama--, con los ojos miré hacia abajo sus nalgas abiertas y el negro y apretado conjunto de pliegues de su culo se me quedó viendo, con aquellos rizos de pelos largos e hirsutos alrededor, más abajo había más pelos, una mata de pelos y aquella carne requemada de su panochota.
Apenas puse la punta del miembro entre los labios y ella protestó "no, por favor, no me cojas, no la metas por lo que más quieras", sordo a sus suplicas se la fui metiendo poco a poco mirando como la cabeza de la verga era rodeada por aquellos labios renegridos de la pucha, esa larga, extraña, larga y morena carne; los labios internos crecidos, como apéndices muy desarrollados de los labios internos.
Ahí me detuve, recreándome con la calidez y humedad del interior, era curioso pero al presionar un poco los labios que rodeaban el garrote se retraían, se replegaban sobre el pito, como tratando de no soltarse y en el movimiento inverso, cuando sólo la punta de la verga estaba adentro, la carne seguía aferrada al tronco, pegada, desplagándose hacia afuera, y al empujar adentro!, que rico apretaba, presioné más, poco a poco y toda mi verga entró en Isabel, que con un apagado "hummmmm", me suplicó "por lo que más quieras, no termines adentro, anda apúrate".
Pero no, ya la tenía bien cogida y la tenía que disfrutar. Moví una y otra vez mi verga, metiendo y sacando el tronco, todo, con lo que ahora su verija se mostraba abierta, chorreando jugos viscosos y llenando el cuarto de aquel olor de hembra, olor a sexo de mujer; los labios, soltando de mala gana el miembro se quedaban abiertos, hasta el hoyo de la vagina estaba abierto, lustroso, concentrándose ahí la fuente de aquel delicioso aroma, ahí donde al poner la cabeza algo me atraía, me succionaba, me jalaba hacía el interior, entonces la complacía y de un violento arrempujón se la sepultaba, haciendo que las nalgas brincaran al chocar nuestros cuerpos. Poco a poco Isa se transformó, ya no era una mujer tratando de esquivar los avances de un chamaco caliente, sino una dócil y caliente hembra disfrutando de las arremetidas de la verga, su rostro con un gesto de placidez seguía cada cogida, sus "hummmm", aaaahhh" acompañaban cada arremetida.
Aceleré las metidas, fuertes, violentas, rápidas, una y otra vez entraba y salía de aquel cuerpo dispuesto al disfrute de la carne, nuestros cuerpos brincaban, chocaban, se removían, el culo de la criada ahora iba al encuentro de aquella tranca que la estaba haciendo renacer las apaciguadas ganas de sentirse mujer, haciendo crujir el colchón, hasta que la mujer con un hondo y apagado grito "ayyyyy me vengo", anunció su orgasmo; aceleré mis arremetidas, sacándole más "ayyyy, más, aaayy, hummm", dos o tres metidas más y mi verga palpitó anunciando la inminente eyaculación y entonces Isa, sintiendo también que estaba a punto de llenar de mocos su panocha se movió sacando de su rico albergue a mi verga, que cuando estuvo sobre los labios abiertos empezó a echar chorros y chorros de semen. Agarré mi verga para restregar la leche sobre los pelos de la panocha y sobre sus nalgas, en especial en su culito. Los chorros y palpitaciones de mi pito amainaron, pero ni aún así solté a la mujer, la mantenía agarrada de las nalgas, disfrutando hasta el final de esa rica cogida, hasta que ella, volteando a mirarme desde su postrada posición me dijo "ya quítate, cochino!", me hice a un lado y apurada agarrándose las faldas y el calzón salió buscando la puerta del baño. Al salir miré como por sus piernas escurrían mis jugos y los de ella.
II
Al siguiente día con sólo recordar la cogida de la tarde anterior, ya me urgía quedarme a solas con la criada, pero ella al notar mis intenciones de inmediato huía, hasta que la acorralé en la cocina, cerrando la puerta, "ya estate en paz!, ya te di lo que querías, ¿qué más quieres?", me dijo en tono enojado. "Quiero más Isa, quiero volver a hacerlo", le dije, "estas loco!, ¿qué no entiendes?, soy una vieja y tu apenas un chamaco cabrón y caliente, si sigues así me voy a ir de tu casa y te voy a acusar con tus hermanas, ya vete y déjame en paz!, si estás pensando que por ser tu criada, además voy a ser tu puta, la vieja donde hagas tus cochinadas, estas loco!". Estaba enojada, un poco desconsolado salí de la cocina.
Más tarde, antes de irse, Isabel me buscó en mi cuarto. "Oye, ya no quiero que me hagas enojar, yo entiendo que andas inquieto por las mujeres, pero yo casi podría ser tu madre, ¿entiendes?, además piensa un poco en mí, no soy un animal, también siento, tengo sentimientos, a ver, qué tal y seguimos, cualquier día me embarazas, ¿te imaginas hacerme un hijo?, soy una mujer que vive sola, tengo hijos también, ¿te imaginas que me descubrieran embarazada de ti?, no tienes idea del problema que me metes, todo por dejar que el señorito desquite sus ganas de mujer conmigo".
No pude contestar, ella tenía razón, pero seguía teniendo ganas, ella lo entendió, "además me estás volviendo a remover cosas que ya tenía enterradas, soy mujer, todavía se me despiertan las ganas a veces, me voy a encariñar contigo y luego me va a dar mucho coraje verte con tu novia, o saber que ya te vas a casar, piénsalo y ten un poco de consideración conmigo", argumentó. "Si Isa, discúlpame, pero nomás te veo y me entran unas ganas locas de hacerte el amor", le dije, "pues si, pero cuando menos podrías preguntarme si yo también quiero, no soy un animal que cualquiera puede montar y ya, desde que me abandonó mi marido no he vuelto a acostarme con nadie y ahora vienes tu con tus cosas... ¿y si me embarazas?, al menos podrías usar algo para no empanzonarme, piensa..., mira voy a comprar unas inyecciones para evitar eso, pero eso si chiquito tu las pagas, ¿quedamos?, si voy a ser tu mujer hasta que te canses de mi, al menos te vas a ser cargo de algunas cosas mías y veremos que nadie nos descubra, no andes por toda tu casa agarrándome las caderas, no seas imprudente, tus hermanas podrían descubrirnos, bueno ya me voy, mañana te paso la cuenta de la farmacia", así puso final a su reclamo, pero al menos ya tenía verija, huummm, pensé.
Ya en la puerta se volteó para despedirse, la llamé "Isa..., ven tantito", con pasitos llegó hasta la cama, "¿ahora qué quieres?", dijo, entonces desabotoné mi pantalón y me saque mi ya erecta verga, "eres un cabrón bien hecho!", dijo al verme en ese estado. Se sentó en la orilla y con delicadeza tomó con su gorda mano mi garrote "la tienes bien buena!, por eso me gustas", "¿te gusta?, ¿te llena", "Si!, sabes coger muy bien, ¿quien te viera?", "anda Isa, dame panochita...", "no, ya te dije que no, hasta que me inyecte", "anda mamacita sácame la lechita...", "ay que necio eres y que caliente papacito!, déjame ir tantito al baño y regreso".
Cuando regresó ya la esperaba impaciente, Isa, antes de subirse a la cama, se sacó el vestido por la cabeza, mostrándome todas sus redondeces, los grandísimos pechos que un desgastado brasier apenas lograba abarcar, y sus calzonsotes de algodón. Su prominente vientre y sus gruesas y gordas piernas. Yo me quité el pantalón y los calzones y la esperé acostado; ya arriba de la cama la criada se quitó los calzones descubriendo la tupida mata de pelos hirsutos, se acercó lentamente a mi diciendo "te voy a montar papacito y tu te vas a aguantar, ¿lo prometes?, me quiero venir dos veces, luego te voy a dar una sorpresita, algo que creo nadie te ha dado".
Lentamente Isa se montó a horcadas sobre mi, sus piernas muy abiertas mostraban abajo aquel conjunto tupido de pelos; con su mano tomó delicadamente el grueso tronco erecto y lo dirigió a su sexo, sentí en la punta de la verga como ella lentamente recorrió con la verga su panocha abierta, arriba y abajo, lentamente, desde el nacimiento de los largos pelos negros hasta abajo, donde entraba por momentos en su agujero apretado; por fin lo dejó ahí, en la entrada, se levantó un poco y mientras aguantaba la respiración fue bajando, poco a poco, empalándose en la verga, comiéndose mi pito erecto.
Conforme fue tragándose el pito un hondo suspiro de satisfacción modificó la expresión de su rostro hasta que la tuvo toda adentro, "ya chiquito, la tengo toda, te comí entero, siénteme papito, siente como te aprieta mi gatita prieta, tu tranquilo chiquito, déjame a mí".
Entonces se reclinó un poco, hasta hacer que sus tetas rozaran mi cara, se apoyó con sus manos sobre el colchón e inició el suave balanceo de sus caderas, de su pelvis, yendo y viniendo sobre el pito, haciendo que su pucha se comiera y vomitara poco a poco todo el garrote, todo menos la punta que mantenía siempre dentro de si.
Ante el incitante panorama de su rostro congestionado y aquel par de tetas que se balanceaban sobre mi, no tuve más remedio que aferrarme con ambas manos a aquellos grandes melones, huuuy que ricura cuando los liberé del viejo sostén, dos enormes chiches, pesadas, colgando sobre mi cara, con aquellos pezones rosados y enormes!, pues parecía que cada pezón cubría casi la mitad de la chiche, hummmm, a mamar!, me dije y como niño hambriento me pegué a la teta izquierda mientras la otra era sometida a furiosas caricias.
Todo aquello aceleró el primer orgasmo de Isa, al sentirme mamarle las tetas y arremeter con mi verga cuando ella iba hacia adelante empezó a gemir. Liberé sus tetas para verlas bailar frente a mi cara y me agarré a sus nalgotas, tratándola de clavar más en mi estaca, ella se enderezó un poco, ahora casi formaba un ángulo recto sobre mi pito, su suave balanceo se transformó en un violento ir y venir, bajando y subiendo sobre el palo erecto, ahora sus enormes melones bailaban y brincaban, mientras su boca abierta dejaba ir un placentero "ayyyyyy, ya, ya, ayyyy, ya, ya chiquito me vengoooooo!", yo seguí arremetiendo con el garrote dentro y fuera de su viscosa pucha.
El metisaca hacia que su rostro siguiera cada arremetida en gestos y muecas, hasta que ya cuando su orgasmo amainaba se desplomó sobre mi, sofocándome con su peso, la sostuve dejándola recuperar; un suave suspiro me indicó que estaba lista para el siguiente, "ya papy, estoy lista, cansada, pero quiero más, quiero más verga, lo prometiste, debes aguantarte, pero ¿sabes?, déjame acostar ahora a mi".
Se zafó del pito y se acostó a mi lado, abriendo inmediatamente sus gordos muslos y levantándolos hasta que sus pies apuntaron al techo, en esa posición me llamó "anda chiquito, ven y cómete todo esto, todo tuyo papito, anda ven y clávame tu verga". La visión de aquella vieja así, abierta de patas hacia arriba y mostrando toda su intimidad abierta, distendida, desfigurada en una amplia rajada abierta, carne desplegada, chorreante, lustrosa, los pelos pegados entre si a consecuencia de sus jugos hizo que me transformara. Me fui sobre ella, sepultándole inmediatamente todo el pito, sus pantorrillas fueron a parar a mis hombros mientras entraba y salía de ese sexo ahora guango, flojo, pero caliente y mojado, parecía que con cada metida de verga su pucha expulsaba chorros de líquido.
Cuando la tenía bien cogida y con todo el garrote, se me ocurrió algo, removerle el pito dentro de la verija, huyyy, eso puso como loca a Isabel "así, así chiquillo lindo, hazlo así, muévelo adentro, más, más, ayyyy así papacito de mi vida que me llevas al cielo, pica más, fuerte papy!, ayyyy, santo cielo que cogida me estás dando niño malo, malo, malísimo que se coge a esta vieja, así, anda papy comete las tetas, así, así, hummmm, eres divino, nadie..., nadie me cogió así, nunca, muévelo, así, a los lados, arriba, fuerte, aaaayyyyyy, huuuuuujjjjummmmm, yyaaaaaa!, chiquittooooooo!". Todavía arremetí dos o tres veces, llevando a la criada hasta más allá del cielo, por fin terminó y sus piernas cayeron a mis lados y me atenazaron por la cintura, nos abrazamos y por fin me dio un beso, golosa buscó mi boca y sus labios se abrieron para recibir mi lengua.
--"Ya eres mi hombre, todo mío, no sé cuanto dure, pero eres sólo mío y yo soy tuya, nada que me pidas te podré negar, ahora chiquito te voy a dar tu premio por portarte tan bien, quítate tantito, déjame cambiar de posición", me dijo la mujer esa.
Me bajé de la cama mirando cómo Isa se ponía a cuatro patas en la orilla de la cama, caramba!, cuánta carne, me dije cuando ví aquellos hemisferios carnosos de sus nalgas. La criada se abrió más de piernas, haciendo que su cuerpo quedara más pegado al colchón --ella sabía lo que tenía que hacer para cumplir sus propósitos--, cuando su glorioso culo quedó parado y su pecho pegado al colchón pasó una de sus manos entre sus piernas para embarrar con sus jugos su culo!, el renegrido conjunto de pliegues y pelos de su conducto anal. Cuando hubo embarrado su culito hasta pasó un dedito enmedio, haciendo circulitos sobre el ojete apretado, entonces con ambas manos se abrió las nalgas y mostrándome en toda su gloriosa visión su cola me llamó "anda chiquito, aquí esta tu regalo, te voy a dar algo que nadie ha probado, quiero tu verga en la cola, méteme tu rico garrote en el culo y échame tus mocos ahí, quiero sentir como te vienes en mi cola, anda ya papy, cógeme así", casi gimió al decirlo.
Como atraído por aquella carne me fui sobre ella, agarrando la verga apunté sobre el ojete apretado, la cabeza ya estaba sobre él, ella aflojó su cuerpo, presioné más, ella ayudó reculando, pero la cabeza resbaló, volví a apuntar sobre el culo, fuerte, muy fuerte, mantuve la presión mientras Isa con un "aayyyyyy", anunciaba que la cabeza de la verga entraba en ella y en ese momento sentí como si algo filoso tratara de cortarme el glande, eso me causó dolor, el culo parecía resistirse, pero apreté más y poco a poco el tronco fue comido por aquel agujero negro, "ayyyy me destrozas niñito, me partes en dos chiquito, ayyyy", dijo Isa. La base de mi verga pegaba a la carne requemada de los cachetes de las nalgas, hummmm, nunca había sentido algo igual, aquella apretadísima pero a la vez deliciosa presión. Parecía como si la criada tuviera fuego dentro de su culo, como si el interior se ajustara totalmente al grueso y largo de mi pito; por minutos estuve ahí disfrutando de ese enorme placer: cogerme a Isabel por el culo.
Así estaba, pegado a ella por detrás, hasta que la mujer empezó a apretarme con su culo, eran palpitaciones, delicados apretoncitos, como si aquel conducto caliente tuviera vida propia y me succionara el pene; entonces me aferré con fuerza a sus nalgotas y lentamente se la fui sacando, poco a poco, ahora el agujero estaba ya distendido pero seguía apretando; saqué todo el tronco menos la cabeza, que en la entrada del culo parecía a punto de ser cortada. De nuevo fui hacía adelante metiendo todo el miembro; con mirada ansiosa seguí ese delicioso trajín, el ir y venir de mi pene dentro de esa mujer, ahora ya el miembro salía con facilidad, por ello aceleré las arremetidas sintiendo como el culo renegrido me succionaba, como aferrándose a ese palo; Isa se empezó a mover, a contrapunto, yendo a mi encuentro con sincronía, fuerte cuando yo arremetía rápido, lento cuando le extraía la verga, entonces empezó a gemir, quedo, muy bajito, apenas logré escucharla "ya papito lindo, me estoy viniendo, dame tu leche, quiero tu leche, ya chiquito lindo", la complací en el acto, fuertes empujones, furiosos y sin poderme contener eyaculé, mi verga echaba su leche, transmitiendo cada palpitación al culo de la vieja, a todo su cuerpo, pues cada chorro era recibido por Isa con un "aaahhhhh, más", seis o siete chorros más y caí desfallecido sobre la mujer, los dos quedamos clavados, yo arriba, ella abajo con mi pene aún en sus entrañas.
--"Ya quítate, que siento que se me sale todo, déjame ir al baño, siento que me gana del dos...", dijo ella. Le saqué la verga y aún siguió el culo distendido por unos momentos, luego se retrajo poco a poco, como el guiño de un ojo. Apurada se levantó y se metió al baño, ahí estuvo unos minutos, luego escuché su voz "ven cochinón, lávate la polla, no puedes quedarte así, anda ven ya".
Cuando regresamos al cuarto a vestirnos Isa me enseñó su viejo brasier "si algún día quieres regalarme algo, que sea un brasier nuevo, talla 36 copa C, ¿sale?".