Isa y Juan (Parte I)
La historia de Isa
Buenas tardes soy “otrotipo” con vuestro permiso me presento para dejaros una historia en nombre de la protagonista “Isa”, ya pasaron muchos años desde que vivió aquello pero quiere que sepáis que fue el comienzo de todo su mundo.
La familia de Isa era muy humilde de modo que ella comenzó a trabajar muy pronto, con ventipocos años se caso completamente enamorada con su novio del pueblo, meses mas tarde partían casi con lo puesto a una gran ciudad en busca de prosperidad, sus dos hijos no tardaron en llegar y durante mucho tiempo ambos se dedicaron por completo a trabajar duro para salir adelante.
De aquellos comienzos ya había pasado bastante tiempo y ella ahora se acercaba a la cuarentena, había ganado en madurez y algún que otro kilo pero no había perdido el atractivo que siempre la caracterizó, no era muy alta pero tenía unas curvas bien definidas de anchas caderas y firmes glúteos, sus ojos eran enormes y negros como su largo pelo, de pechos perfectos, más bien pequeños, pero proporcionados con su cuerpo. Sonreía cuando recordaba como hacía mucho tiempo en una cena de empresa en la que acompañó a su marido, alguien se le acerco y sin venir a cuento le dijo que su problema era que irradiaba feminidad y por eso los hombres la miraban con esos ojos, haciendo una mueca que ella interpreto como una señal para que se fijase en cuatro tipos que no le quitaban ojo mientras se reían con los comentarios que se hacían entre ellos, acto seguido aquel tipo se volvió y se perdió entre congas y Gin tonics, no volvió a ver a ese chico de nuevo, pero jamás olvidaría aquellas palabras.
Con el tiempo consiguió montar una pequeña empresa de limpieza cuya única trabajadora era ella misma, poseía una clientela fija que confiaba en su buen hacer y ella se sentía satisfecha con lo que había conseguido con su esfuerzo y dedicación, sin embargo la vida de Isa era monótona y predecible.
Los años habían pasado y las esperanzas e ilusiones que antaño revolotearon por su cabeza se fueron esfumando, la rutina del día a día devoró sus sueños mientras sus juegos de niña se convirtieron en responsabilidades de mujer, una mujer que perdió la oportunidad de vivir su juventud.
Los Miércoles limpiaba en casa de Juan, uno de sus mejores clientes, que vivía solo en una magnifica vivienda de tres plantas situada a las afueras de la ciudad, ocupaba un buen cargo en una importante multinacional estadounidense, ella una vez lo describió como una persona amable y educada pero celoso de su intimidad, en todo el tiempo que se conocían sus conversaciones jamás habían sobrepasado el ámbito de lo profesional y sus palabras hacia ella solo se limitaban a instrucciones acerca de las labores qde ese día.
Se acercaba la primavera y el sol ya comenzaba a brillar despertando del letargo del invierno a todo lo que encontraba a su paso, ese Miércoles Juan ya salía por la puerta cuando ella llegó, vestía traje azul marino y corbata con gruesas rayas rojas, conforme Isa se iba acercando por el camino de entrada recordó lo mucho que le gustaban los hombres trajeados y sin lugar a dudas Juan sabia como llevarlo, el era bastante alto y aún conservaba una buena forma física pese a que pasaba de largo los cuarenta, a ella le gustaban sus manos, a veces sin que Juan lo supiese Isa se fijaba en ellas, grandes y firmes pero a la vez cálidas y de tacto suave igual que el caro cuero del porta documentos que aguantaba mientras se dirigía hacia el coche, su pelo negro y su piel morena le recordaban a su tierra, a la alegría de sus calles y la pasión de sus gentes, el también era del Sur y había tenido que partir para labrase un futuro alejado de sus raíces, aunque eso si, por un camino bien distinto al suyo.
Le dedicó una enorme sonrisa a modo de bienvenida, a los ojos de ella aquello lo convertía en un hombre enormemente atractivo. Isa volvió a preguntarse cómo era posible que nunca lo hubiese visto con una chica, pensamiento que se esfumó tan pronto como se encontraron a mitad de camino, el comenzó a hablarle.
Buenos días Isa, hoy salgo con prisa perdona el desorden, tengo una importante conferencia y debo prepararlo todo antes de que lleguen los clientes, por favor riega la plantas y ponme una lavadora con camisas, me quedan pocas limpias.
Buenos días Juan, claro no se preocupe ya sabe que puede contar conmigo.
El se quedo parado mirándola a los ojos pensativo, quería decirle algo pero le costaba decidirse.
Isa tengo que pedirte un favor, jamás lo haría si no fuese porque voy fatal de tiempo y hoy es un día muy importante para el futuro de mi empresa.
Claro no se preocupe, dígame ¿que necesita?.
Isa necesito que recojas un paquete que van a traer hoy a casa. Es muy importante para mi saber que ha llegado en perfecto estado.
No se preocupe me hago cargo, estaré atenta a cuando llegue el repartidor y –el la corto-
Lo se, lo se, pero necesito saber si llegó correctamente, por eso voy a pedirte que cuando lo recojas le quites el embalaje de la compañía de transporte y observes si el paquete original tiene algún desperfecto, sea como sea me envías un sms al móvil para quedarme tranquilo ¿de acuerdo?
...vale no se preocupe así lo haré – le respondió ella sin entender el gesto nervioso de su cara-
Gracias te debo una y te lo recompensaré pronto, hace mucho que nos conocemos y nunca he podido demostrarte lo importante que eres para mí -le dijo mientras le cogía la mano y le dedicaba la sonrisa más sensual que había visto jamás-
No se preocupe es mi trabajo. - respondía perpleja mientras el salía a toda prisa hacia la calle - .
Nunca la había tocado y menos aún mostrado algún gesto de cariño hacia ella, se quedó completamente desconcertada y hasta que no cruzó la puerta principal y la hubo cerrado tras de sí, no tomó consciencia del calor abrasador que nacía en su vientre, ascendiendo por su estomago hasta invadir todo su cuerpo, un ardor sofocante que la ahogaba y robaba el poco aire del inmenso salón que la rodeaba. Fue en ese momento cuando Isa descubriría la enorme atracción que sentía por Juan, una atracción que estaba latente dentro de ella y que había ido creciendo Miércoles tras Miércoles durante los últimos tres años.
Cuando consiguió coger aire y volver a las cuatro paredes que su mundo real, se apoderó de ella un enorme sentimiento de culpabilidad, era una mujer casada desde hacía casi quince años y tenía dos hijos, ¿cómo podía siquiera pesar en otro? menos aún siendo su empleada.
Durante toda la mañana siguió con su trabajo hasta que el timbre la saco de sus pensamientos, cuando abrió la puerta vio que se trataba un mensajero que venía a dejar un paquete, lo recepciono le dio las gracias y lo puso sobre la encimera de la cocina, se quedo mirándolo unos segundos preguntándose que contendría, como le ordenó Juan cogió unas tijeras y corto un lateral del embalaje del transportista para sacar el paquete original, era un sobre marrón de los que llevan burbujas en su cara interna, después de observarlo unos segundos confirmó que no tenia daños aparentes aunque se percató de que no estaba cerrado, la solapa seguía con el pegamento intacto y solo estaba doblada y metida dentro del sobre.
Le envió el sms a Juan indicándole que el paquete estaba en casa y parecía que no sufrió ningún daño.
A los escasos minutos el respondió:
“ok ponlo en 1er cajón de vestidor”
Mientras subía las escaleras hacia el cuarto de Juan miles de pensamientos asaltaban su cabeza, ¿Qué habría dentro? ¿Por qué tanto interés en que llegase intacto? ¿Por qué guardarlo junto a su ropa interior? ¿se daría cuenta si lo abría? Al fin y al cabo el sobre estaba abierto lo suficiente como para ver su interior.
Dicen que la curiosidad es el peor enemigo del hombre y ella no pudo resistirse, así que sentada en la cama sobre las sabanas revueltas de Juan miró en el interior con cautela mientras los latidos de su corazón golpeaban su cabeza, no hizo falta sacarlo, se veía claramente que el sobre contenía una foto elegantemente enmarcada de una chica bastante más joven que él, solo vestía unas medias negras de encaje con un bonito liguero a juego, adoptaba una postura sumisa donde sus caderas describían un lascivo arco que dejaba su sexo expuesto y su cabeza se apoyaba en una almohada, en negro a rotulador se leía en la esquina inferior derecha “cumpliré todos tus deseos”, su excitación había crecido de tal manera que sus manos temblaban y comenzaba a notar como su sexo se humedecía, sensación que fue palpable en el mismo momento en el que descubrió que esa foto había sido tomada en ese cuarto, sobre la cama donde ella ahora estaba sentada vulnerando la intimidad de Juan.
Después de un agotador día de madre y esposa trabajadora, cuando ya se encontraba en la cama junto a su marido, mientras los ruidos de la ciudad dormida despertaban y las sombras encontraban su sitio en las esquinas, volvieron sus fantasmas, condenados a vagar toda la eternidad por su mente, con nostalgia aparecieron sus recuerdos de juventud, todos aquellos anhelos e ilusiones, aquellos días en los que todo era posible. Esas mariposas que antaño revolotearon por su estomago terminaron convirtiéndose en crisálidas para nunca volver a revolotear.
Pedro, su marido, era un buen hombre, trabajador y buen padre pero nunca llegó a convertirse en quien colmaría por completo sus necesidades de mujer, con el paso de los años ella se conformó con la vida que le toco vivir y reprimió esa parte de Isabel que anhela ser saciada, esa hembra que se quedo presa dentro de la esposa de su marido, con la esperanza de que las personas cambian y que el tiempo todo lo puede, pero las cosas no suceden así, Pedro nunca sería el amante que despertaría sus más bajos instintos y ella no sería esa mujer que no palpita cuando le besan el cuello con pasión y ternura.
Esa noche mientras Pedro roncaba a su lado y los niños dormían en la habitación contigua, Juan entro por la ventana para apoderarse de las caderas de Isa, le susurro al oído palabras cálidas y lascivas, besó su cuello con pasión y frenesí animal, esa noche devoro cada gota de su excitación como nunca nadie antes, Juan acaricio cada centímetro de la piel Isa con sus grandes manos quemándole la piel a su paso, esa noche mientras todos dormían aquella mujer se abandonó a las caricias expertas de otro hombre y mientras ese hombre la acariciaba ella reprimía los gemidos de placer que brotaban desde lo más profundo de su ser para que su marido no los descubriese y mientras Juan exploraba cada pliegue de la feminidad de su adultera amante ella se mordía el puño por si un suspiro despertaba a su compañero de cama. Mientras el bueno de Pedro dormía ajeno a escasos centímetros de la piel en llamas de su esposa, el mundo de ella se derrumbaba y tomaba por fin sentido.
Con el tiempo Isa rememorando aquella noche me confesó:
“mientras mi vientre se convulsionaba presa del placer reprimido durante tantos años yo me aferraba a mi almohada para que mi marido no se despertase y viese como su mujer a solas se daba lo que él nunca había sido capaz de conseguir, despertar a la hembra que habitaba en el cuerpo de su esposa”