IRUNE Prólogo y Cap.1 El secreto de M
La historia de cómo un hombre se convirtió en sumisa, de cómo el señor M pasó a llamarse Irune
Prólogo:
Lo que ahora os vo a contar es la historia de cómo un hombre se convirtió en sumisa, de cómo el señor “M” pasó a llamarse Irune, en definitiva, os voy a contar mi historia.
Ha sido un viaje fascinante y todo lo que en el ha acontecido SIEMPRE, y quiero dejarlo muy claro, ha sido consentido por mi, pactado entre las partes; sopesando los pros y los contras de cada una de las decisiones tomadas a este respecto.
Desde estas líneas, aviso a navegantes, quiero advertir que alguna decisiones o acciones aquí descritas pueden escandalizar o llegar a herir la sensibilidad de algunas personas. Si esto llegase a pasar, solo puedo disculparme humildemente. Y a los que no os sinais escandalizado disfrutad de la historia y, quien sabe, quizá algún día el destino nos lleve a compartir experiencias; o sirva para que algunos den rienda suela a sus instintos y asuman ese rol que anhelan en silencio y, casi siempre, en soledad.
Irune de Tarsis
CAPITULO 1 : “El secreto de M”
Recuerdo mis primeros zapatos de tacón: Unas preciosas sandalias de tacón fino, tiras estrechas aterciopeladas y color negro . Por aquel entonces tenía dieciséis años, era estudiante y me sacaba algún dinerillo repartiendo comida a domicilio con un ciclomotor para una conocida cadena de restaurantes de comida rápida.
Bajé el piso en el que había entregado el último pedido, salí del portal y ahí estaban, eran unas sandalias preciosas, llevaba el dinero del trabajo en el bolsillo. Noté que el sudor hizo aparición en mi frente y espalda; me decía a mi mismo: “Entra y cómpratelas, tío”, estaba atacado de los nervios y mantuve una guerra interior sobre que hacer, las deseaba. ¿Y si se pensaran que soy maricón? No, yo no soy de esos, a mi me vuelven loco las mujeres y solo de pensar que otro tío me acariciara….un escalofrío incómodo me recorrió la espalda. Lo cierto es que me encantaba vestirme de mujer, me excitaba con tan solo el pensamiento y allí estaba, a punto de comprarme mi primer par de zapatos de tacón, tan femeninos….. Estaba cansado de ponerme los de mi madre porque usaba tres tallas menos de pie que yo y……mientras pensaba en todo esto me sorprendí dentro de la tienda ya. Había entrado y el dependiente me miraba, se acercó a mi y se interesó por qué quería. Con la voz temborosa le indiqué que quería las sandalias del escaparate y me pregunto la talla. –El 39, por favor- contesté, su reacción hizo que me ardiera la cara de pura vergüenza porque se quedó mirándome los pies –Lo sabe- pensé, - Pensará que soy maricón- y lo terminé de fastidiar con la excusa clásica: - Son para mi novia- A lo que el respondió con una enigmática sonrisa. Me las entregó y salí como alma que lleva el diablo, metí la bolsa dentro del cajón de la comida del ciclomotor ¡¡¡ Ya eran mías!!! Mis codiciados primeros tacones.
A partir de entonces fui acrecentando, paulatinamente, mi colección de lencería y adquirí dos pares de zapatos de tacón mas, unas manoletinas y unos zapatos de salón negros. Me vestía en la intimidad y daba rienda suelta a mis fantasias. Pero pasado un tiempo el cuerpo me pedía ir un poco mas allá.
Poseía un fetichismo exacerbado; hasta el punto que no me atraían las mujeres por si mismas, sino de la manera que iban vestidas o maquilladas. Aprovechaba mis visitas a casa de mis amigas para curiosear en los cestos de ropa para lavar ,y aspirar la embriagadora esencia de sus prendas de lencería. Estos cestos solían estar en los cuartos de aseo, por lo que me excusaba, echaba el pestillo y de esa manera salvaguardaba mis actos. Nunca fui sorprendido hasta aquella tarde en la que conocí a Esther, catorce años después de la compra de mis primeros tacones.