IRUNE Cap.2 Esther
Mi vecina de abajo, Esther
CAPITULO 2: “Esther”
Mi vecina de abajo, Esther, era una joven que por entonces contaba con 27 añitos, tres menos que yo. Era, y es, una preciosidad de pelo negro ondulado, ojos marrones avellanados y una tez clara, bien surtida de pequeñas y casi inapreciables, pero encantadoras, pequitas. Trabajaba como procuradora en un bufete de abogados de la calle Prim en Madrid capital, cuyo nombre no viene al caso; y siempre la admiraba al ir a trabajar, pues vestía muy, pero que muy femenina y provocativa, pero elegante. Esas faldas, escotes, esos tacones y esas medias……
Nunca había hablado con ella mas allá de la mera cortesía del saludo y me decidí, aquel día, a conocer mas de ella, por lo que tramé una excusa, bajé un piso y, con algo de nerviosismo, toqué su timbre; unos segundos después oí el crujido de la cerradura, ya estaba.
-Hola vecino- me dijo con una maravillosa sonrisa -¿Te puedo ayudar en algo?- A esta pregunta mi cerebro caviló infinidad de cosas maravillosas e indecorosas, a partes iguales, que podría hacer para ayudarme. –Si- Contesté, -Estoy preparando un proyecto para el trabajo y me he quedado sin café, si tuvieras…..- Te traigo un vaso- atajó ella y se dirigió a la cocina. Mientras esperaba su vuelta en el recibidor, detecté con la mirada, tirados y hechos una bola en un rincón , unos pantis de color carne. Un ansia poderosa de por tocarlos y olerlos vino a mi, pero luchaba contra ese “demonio interior” ante el aterrador miedo a que me sorprendiera haciéndolo. Al final, me pudo, me arrodillé y me los acerqué reverencialmente a la nariz y me deleité con ese olor suave a zapato de piel y piel divina de pie femenino. Sentí su presencia, levanté la mirada y allí estaba ella, con gesto duro, clavando su mirada en mi ser, me sentía morir de vergüenza, insignificante; y empecé a balbucear una excusa pero ella alzó la voz y me dijo, imperativamente: -¡¡COMETELOS!!. Me quedé estupefacto, notaba la sangre bullir en mi cara, me temblaban las rodillas de pura adrenalina, sentía los latidos de corazón martillear en mi pecho. Entonces lo hice. Introduje los pantis en mi boca y sentía una erección como jamás antes la había tenido. Creía que el miembro me iba a reventar de tanta presión. Como podréis imaginar, era algo imposible de tragar y Esther me ordenó que me lo fuera tragando a trozos pequeños, que previamente tenía que arrancar con mis dientes. Y eso hice; cuando llevaba tragado el equivalente a la zona del pie aproximadamente, Esther me ordenó que me detuviera y me dijo duramente – Ya vale. Llévatelos a casa y te las terminas de comer allí, o haces lo que quieras con ellos. Mañana preséntate a las 18 horas con unos nuevos para sustituir a estos, ¿no pensarás que me iba a quedar sin medias?-
Me levanté rojo como un tomate, asentí y cuando cruzaba al puerta de salida me indicó que quería que fueran Wolford. -¿Qué? Contesté. –Los pantis que te has comido son de la marca Wolford, no me vayas a traer unos pantis de mierda. Trae unos Wolford o de calidad similar- Asentí con la cabeza y subí a mi piso a toda velocidad; me senté con aquella joya entre las manos, la olfatee y me bajé los pantalones parea aliviar la lívido que empezaba a matarme.