Irrealidad virtual
Cómo interactuaremos en el futuro entre nosotros es aún un misterio, ésta es sólo una de las infinitas posibilidades. Una chica accede a un recuerdo para poder vivir una fantasía.
Mor llegó cansada a su apartamento, dejando la bolsa de trabajo junto a la puerta, la cuál se cerró automáticamente al pasar ella con un sonido seco. Se llevó la mano a la nuca y desconectó el collar de procesamiento para no recibir ninguna llamada. Se temía que aquel chico que vio la semana pasada quisiera llamarla de nuevo y no tenía ánimos para dar excusas.
El ordenador del apartamento se acercó flotando, impulsado por sus servomotores que sonaban como chorros de aire, para darle la bienvenida, pero pronunciando el código de desactivación también se libró de él. Para lo que tenía en mente no le quería siguiéndola a todas partes y seguía teniendo el temor de que grabase más de lo necesario. Se desnudó en el salón habiendo bajado previamente las persianas con un gesto de su mano y descalza se encaminó a la sala de virtualidad. Las luces se activaron a su paso y la camilla del centro de la aséptica habitación se desplegó como una orquídea que florece, dejando una cavidad con la forma de ella en el centro y los sensores táctiles hacia fuera. Se tumbó con más ansia de la quería reconocer y la camilla la envolvió al terminar de apoyar todo su peso como si de un traje se tratase. Sintió las microlentes apoyándose en sus ojos, los audífonos entrando en sus oídos, los tubos olfativos abriendo sus fosas nasales y la presión de la camilla calibrándose. Era un proceso algo desagradable que la empresa DomoV había prometido paliar en el siguiente modelo. Tras unos instantes una imagen se dibujó en sus retinas y en su cerebro de una manera tan real que era imposible diferenciarla con lo que era, una fantasía virtual. Una playa desierta, el rumor de las olas, el olor a sal, el tacto de la arena en sus pies desnudos y el tacto del bañador contra su piel. Sabía que la camilla estaba produciendo todas aquellas sensaciones gracias a la última tecnología en dispositivos virtuales, pero a ella le encantaba olvidarse de aquello y dejarse llevar. Durante unos minutos se dedicó a correr por la playa y a gritar, daba volteretas en la arena y patadas a las olas, olvidando el día de trabajo. Pero había un recuerdo que quería retener y que la había llevado hasta allí. Con un gesto de la mano invocó un panel holográfico que se materializó en el aire. Una lista de programas y aplicaciones se dibujaron en un listado. Bajando hasta el final del listado seleccionó uno que se llamaba EEReal. Tras unos instantes cargando el programa en la memoria de la camilla la playa desapareció y se vió en un pasillo decorado con tenues luces de neón rosa y azules, y un sin fin de salas etiquetadas con los nombres más diversos.
-Grabaciones diarias - enunció con claridad.
El pasillo se movió como una centella ante sus ojos y bajo sus pies y se ralentizó al llegar a una sala etiquetada como “Grabaciones diarias”. Entró, dejando que la puerta automática se abriese y cerrase a su paso. Allí una gran colección de revistas holográficas se extendía por las paredes, cada una mostrando un vídeo que se repetía en bucle de distintos momentos que Mor había grabado desde hacía años. Con una breve pausa para recordar en que día se encontraba enunció la fecha: 20 de Marzo de 2086. La gran mayoría de las revistas desapareció a excepción de una que mostraba una escena en la lluvia y otra una escena en un ascensor. Con un gesto de la mano seleccionó la escena de la lluvia. En un instante se encontró dentro de un recuerdo tan vívido como el resto de lo que producía la camilla. La lluvia caía en una calle bastante concurrida. La gente del centro de la ciudad cogía autotaxis que se introducían a una velocidad vertiginosa en los conductos que conectaban la urbe. Delante de ella había una pareja cogiendo uno. Ella era bajita y de mirada dulce, como una pequeña muñeca, y él era alto y de complexión atlética. El peinado y la ropa de ambos dejada ver claramente que no eran de la ciudad y parecían embrujados por las cosas nuevas que ésta les podía ofrecer. Tal vez recién casados, pensó Mor, ahora que tenía más tiempo para contemplar la escena de nuevo. La lluvia caía inclemente mientras la puerta del autotaxi se abría y él se había quitado la chaqueta de fibras para taparla a ella, por lo que la camiseta blanca que llevaba debajo se estaba empapando, pegándose a su cuerpo, y dejando ver el cuerpo de un hombre acostumbrado a una vida más rural. Los músculos no estaban tan definidos como los de la gente de ciudad que dedicaba gran parte de su tiempo libre al gimnasio, pero su postura corporal protectora dejaba ver la tensión de sus brazos y de su torso. Miró a la chica de nuevo y con algo de desdén la dijo:
-Lo siento, guapa, pero va a ser mío esta noche.
Con un gesto de su mano la escena se paralizó y con otro ella sustituyó a la chica, desapareciendo ésta y encontrándose Mor bajo la chaqueta del chico y cerca de su cuerpo. Pudo ver los ojos acerados de él en una mirada dulce y serena como los imperturbables rascacielos en un día claro. Con una mano cauta recorrió la piel mojada de aquella estatua y sintió su calor y bajo ésta la fuerza. Mor era más alta que la chica a la que había sustituido por lo que tenía que doblar la cabeza para permanecer bajo la chaqueta, pero con un gesto de la mano el programa recalculó parámetros y la chaqueta le quedaba a una altura adecuada. Le acarició el mentón, que aunque sin ser muy marcado, le agradó notar una barba de un día. Los chicos de la gran ciudad la erradicaban al llegar la pubertad con láser y no se tenían que preocupar de afeitarse, pero aquel chico de campo tenía una piel suave pero con el detalle áspero del pelo cortado creciendo de nuevo.
De nuevo con un gesto de su mano un panel apareció listando atributos físicos del hombre que tenía delante. Probó a cambiarle un poco la musculatura a algo más definido, pero no convenciéndole, la devolvió a los parámetros naturales. Examinó en el panel holográfico el tamaño del pene que había estimado el ordenador por el contorno de la ropa y sonrió. Es lo que ella andaba buscando, un chico de campo bien dotado. Sin embargo, la personalidad no se quedó inalterada. Los valores de cariño y protección los bajó rápidamente con un gesto y la dominación, la pasión y la deshinibición fueron aumentados con dedos juguetones sobre el panel.
Durante unos minutos lo contempló, estático, detenido en el tiempo, con gotas como dardos cayendo a su alrededor. Su mirada albergaba algo distinto a lo que ella estaba acostumbrada y eso es lo que le había llamado la atención cuando los vió por la mañana al ir al trabajo.
-No me defraudes, chico de campo.
Un golpe de muñeca y la escena cobró vida de nuevo. El primer contacto fue la mano de dedos largos de él posándose en su cadera, invitándola a entrar en el vehículo. El color que desprendía traspasaba el fino vestido que llevaba ella y despertó un escalofrío por todo su cuerpo. Entró en el ancho vehículo donde un sillón diáfano y un cristal, tintado desde fuera pero que dejaba ver la ciudad desde dentro, era todo lo que estaba visiblemente a su disposición. Él se metió tras ella y con una voz suave y profunda dió una dirección del otro lado de la ciudad. Al menos veinte minutos de trayecto. Del suelo apareció una pantalla que empezó a relatar las últimas noticias, y mientras Mor la miraba su acompañante no perdió el tiempo y, sentado a su lado, alargó su brazo por su hombro e introdujo la mano dentro de su melena, separando el cabello con sus dedos hasta sujetar la parte posterior de su cabeza y tiró de Mor con firmeza hacia él. Antes de que el beso ocurriese se volvió a fijar en sus serenos ojos acerados. Los labios de él estaban mojados por la lluvia pero desprendía calor y una pasión contenida palpable. Empezó con un beso largo, firmemente atraída hacia él por su mano aún en la parte posterior de su cabeza, pero la otra mano se dirigió a sus caderas y atrajo hacia él el resto del cuerpo de ella. Mor posó sus esbeltas piernas sobre las pantorrillas de él y puso su pálida mano en la camisa mojada, notando el poderoso palpitar del corazón del chico de campo. A su mente vino que las estrellas de los cielos debían orbitar con esa cadencia serena alrededor de los pozos oscuros. Notó como la mano de él se colaba por el bajo de su camisa y rozaba la piel de sus caderas, la cuál se erizó al sentir su fuerza y determinación. Los labios de él se abrieron y mordieron suavemente los de ella, primero el inferior, elongándolo unos segundos, y después el superior en suaves bocados. Y luego su lengua, entrando en la privacidad de su boca con determinación. Ella respondió dándole la suya, jugueteando, enroscándose y mezclándose en aquel calor. La mano de él recorrió en sentido ascendente su espalda, suave al tacto, hasta llegar al sujetador. Fácilmente encontró el botón que hizo que las cintas se contrajesen contra las copas y éstas, tras unos instantes de desafiar a la gravedad, cayeron por dentro de la camiseta de ella. Pasando la mano por debajo de la axila, acarició primero la parte inferior de su pecho pequeño y desafiante, dibujando la curva bajo éste, antes de subir, con la mano abierta, colocando el erecto pezón entre su dedo corazón y anular. Comenzó a bajar y subir la mano, y con la fricción de sus dedos estimulaba el pezón, que a la vez se contraía, crecía y se endurecía. Su lengua, mientras tanto no daba clemencia y cada vez entraba más llena de ímpetu y pasión en su boca. Y la otra mano no dejaba lugar a separarse. Notaba la respiración de él acelerarse.
Él se separó un momento y Mor pudo ver un fuego calmado en su mirada. Puso sus firmes manos sobre sus hombros y sin apenas hacer fuerza, pero venciendo toda resistencia, la epujó para que yaciera en el asiento. Mor pudo ver cómo las luces de la ciudad pasaban raudas y la lluvia golpeaba el cristal con un sonido apagado mientras él retiraba los zapatos de ella y luego levantaba la falda. Apareció ante ella de nuevo, cogiendo con ambas manos su rostro como si fuera una copa y bebiendo besos de ella cada vez con más pasión contenida. Ella notaba su cuerpo encima y comenzaba a acompasar la respiración de él con movimientos de espalda y cadera. Pero de nuevo el se echó hacia atrás y lo perdió de vista, pues se metió bajo la falda del vestido, con sus anchos hombros sujetando abiertas sus piernas. Se llevó una sorpresa pues esperaba que él retirase la ropa interior, pero no fue así, sintió una calidez húmeda contra sus bragas, y se dio cuenta de que la chica a la que había sustituido llevaba ropa interior de tela, en vez de las nanofibras que estaban de moda en la ciudad. La lengua de él se apoyaba contra sus labios mayores por encima de las bragas y ella notaba su fricción caliente sobre su carne. Empezó a acompañar los movimientos de él con sus caderas. Aquello no era de por sí placentero, pero la anticipación estaba tensando su cuerpo y calentándola. Notó como apartaba las bragas y un labio exterior a un lado con un dedo y con el corazón rozaba levemente sus labios interiores y su clítoris. Gimió al sentir sus dedos implacables en su sexo. El dedo corazón marcaba una cadencia lenta pero implacable y comenzó a concentrarse en el clítoris, en su parte inferior, dando golpecitos hacia arriba y hacia un lado. Mor se dio cuenta de que había empezado a gemir muy bajito. En un momento en el que ella no se lo esperaba él bajo su dedo corazón y torciendo la muñeca lo introdujo levemente en su vagina, rozando la parte rugosa de ésta que queda al principio. Mor no pudo contenter un suspiro cuando notó la lengua de él golpear su clítoris lenta pero inexorablemente, saboreándola, mientras el dedo la acariciaba con un movimiento muy suave por dentro. Las manos de Mor se posaron sobre la cabeza de él, animándole a que siguiese, y éste comenzó a aumentar poco a poco el ritmo a la vez que introducía un segundo dedo en el interior de ella. Sus dedos se curvaban hacia arriba dentro de ella, acariciando sus sensibles rugosidades, mientras su extensa lengua hacia largas pasadas por sus labios interiores que acababan en rotundos golpes en su clítoris.
Sin previo aviso él se retiró y ella pudo ver cómo se desvestía. El cuerpo de él, con algo de vello pero cuidadosamente recortado se perfiló ante ella. Tenía el vientre plano pero no definido y unos pectorales grandes. Un pene ancho y largo se erguía ante ella, desafiante. Él se colocó al lado de su cabeza, y volviendo a poner su mano en su nuca la atrajo hacia su miembro. Ella abrió la boca para acogerlo mientras notaba que la otra mano de él volvía a su entrepierna para seguir acariciando su clítoris. La carne de él llenaba su boca y ella hacía lo posible por envolverla con la lengua y disfrutarla. Puso una mano alrededor del tallo, que empezó a bombearlo con suavidad y la otra en su glúteo para atraerlo hacia sí. Los movimientos de ambos se fueron acelerando paulatinamente durante un tiempo indefinido. El placer y el morbo recorrían a Mor y la iban llenando. Él se retiró al cabo y se tumbó sobre ella, sujetando las muñecas contra el asiento y poniendo su peso sobre ellas la inmovilizó mientras Mor abría sus piernas para darle la bienvenida. Notó como la húmeda carne se iba abriendo paso entre sus labios, introduciéndose en su vagina y llenándola completamente. El cuerpo de él tensándose de fuerza y poder y ella a su merced. Comenzó a moverse lentamente dentro y fuera, y acercó su boca a uno de los lóbulos de ella para empezar a mordisquearlo. Ella notaba sus pezones duros clavándose en el pecho potente de él, que subía y bajaba con el esfuerzo. Aquel enorme pene entraba y salía de ella, llenándola por completo y luego dejando una sensación de vacío. Su cuerpo acompañaba los movimientos de él. Él aceleró los movimientos y dejó de ser precavido en sus embestidas, poseyéndola con fuerza. Retiró la cabeza de entre su cabello y la miró a los ojos. Mientras que todo su cuerpo reflejaba ímpetu y pasión, sus ojos permanecían serenos, lo cuál enloquecía a Mor, sin saber ella por qué. Ella le ofreció su lengua y él la sostuvo entre sus dientes mientras recorría punta con la suya. Las embestidas no paraban y las caderas de él amartillaban contra la piernas abiertas de ella. Mor cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás dejándose llenar.
Él se retiró y con vigor la colocó de lado, él detrás de ella, sujetándola con un brazo el torso, apretando con su mano uno de sus duros y pequeños pechos erizados. La otra fue a su entrepierna y abriendo sus labios con los dedos introdujo de nuevo el glande y gran parte del tronco en su vagina con un empujón seco. Ella aulló por lo inesperado, pero enseguida su experto dedo comenzó a masajear su clítoris mientras las embestidas volvían, violentas y decididas. Mor puso una mano en la cadera de él, apretando, animándole a continuar, y la otra, echando el brazo hacia atrás, fue a parar a la parte posterior de su cabeza, invitándole a acercarse a su cuello desnudo. Él aceptó la invitación de nuevo con los dientes sobre su piel suave, su lengua acariciando y sus dientes arañando. Empujón a empujón él se abría paso hacia el placer, abriendo todas las defensas con sus dedos sobre su clítoris.
Una alarma en el autotaxi les avisó de que quedaba poco para su destino, y Mor lo escuchó a duras penas a través de la neblina que precede al orgasmo.
-Vamos, cabrón, ni se te ocurra parar -le ordenó entre dientes-, fóllame con fuerza.
El abrazo de él sobre su torso se intensificó, así como las embestidas se hicieron más profundas. Sus dedos no daban tregua y de ahí comenzó el orgasmo, estallando hacia su vagina y propagándose como una onda expansiva a todo su cuerpo, que se tensó como un rayo mientras las acometidas no cedían. Placer en cada fibra de su cuerpo. Puede que gritara. Puede que le arañase. Los dientes de él se clavaron cerca de la clavícula con más furia que antes en el momento en el que el orgasmo era más intenso y tras ello se escurrió, diluyéndose fuera de su cuerpo, que quedó tambaleante y perdiendo fuerzas por momentos mientras su compañero detenía sus movimientos.
Cerró los ojos y se dejó mecer por el efecto del orgasmo durante un tiempo indefinido. El recuerdo del placer en sus músculos, tras sus párpados, en su boca y en su entrepierna temblorosa.
No quiso abrir los ojos. Hizo un gesto para cerrar la aplicación. No podía soportar ver de nuevo esa mirada y saber que no sería suya si no era mediante aquella irrealidad virtual. La camilla se desconectó de sus sentidos como una ventosa que deja su asidero y Mor sintió frío y desamparo por unos instantes mientras volvía a la realidad. La sala se le antojó extraña e irreal. Permaneció tumbada aún otro rato, hasta que se llevó una mano a la clavícula. Asustada, se levantó y se dirigió al pasillo donde tenía varios espejos. Con estupefacción se miró en uno de ellos. Unas marcas de mordisco se mostraban claramente sobre su piel, como un retorcido coral carmín sobre una playa de fina arena. La camilla DomoV no dejaba nunca ningún tipo de marca física. ¿Qué significaba aquello?