IRONÍAS - Capítulo IX (2/2)

Las idas y vueltas dentro y fuera de una desconocida para estos cuatro amigos...

PRIMERO QUE NADA, QUISIERA DEDICARLE ESTE CAPITULO A AQUELLAS PERSONAS QUE A PESAR DE TODO EL TIEMPO QUE PASÓ HASTA QUE VOLVÍ A PUBLICAR, SIGUEN ALLÍ, ESPERANDOLA, LA VERDAD NUNCA CREÍ QUE LO QUE LLEGARA A ESCRIBIR LES GUSTARA A TANTAS PERSONAS, QUE ME LLENA DE ALEGRÍA VOY A SHORAR ASÍ QUE ESTE CAP. VA PARA UDS. NEST, JAIME (me encanta el relato de Iker y Alberto), ELIAS, SETH, SINIKA, NUCLEARHEARTH, KEEGAN, EL GRIS, EN FIN A TODXS!! AHÍ LES VÁ! (me quedó largo)

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MAXIMILIANO:

Dios! No daba más, pero no quería dejar de sentirme así, tan vivo, tan eufórico y arriba, no, quería más y más. Mientras bailaba de una forma muy particular con aquella chica, no deseaba otra cosa más que bailar y seguir sintiéndome así y seguir bebiendo ese trago que me daba más y más energía. Poco me importaba mi relación con Jessica en ese momento y mucho menos me importaba el estar en ese lugar al cual nunca se me hubiera cruzado por la cabeza el frecuentar, sólo quería más.

Noté que Pablo, aunque llevaba puesta borrachera de campeonato, estaba no sé si feliz, pero ya no estaba gris como lo venía viendo estos últimos días, no, estaba diferente y así me agradaba, ya sé que es una locura pensar que mis amigos me agradan más en ese estado de ebriedad, pero es sólo que el vernos así me recordaba muchísimo a nuestras primeras salidas, en las cuales la diversión y la complicidad predominaban y nada más nos importaba, éramos felices, ebrios o sobrios y sin un peso en el bolsillo, viendo películas en mi casa o en la de cualquiera de los cuatro, pero felices y despreocupados por lo que sea, si eso me gustaba...

Tras dos nuevos vasos de trago, las chicas comenzaron a ponerse mucho más “alegres y sueltas”, yo no quería hacer nada mas allá de un baile, pero al parecer ellas iban con todo. En un momento, Cecilia se prendió del colorado y comenzó a comerle la boca, él apenas si podía seguirle el ritmo, ya que a tientas la abrazaba, en cuanto a Julieta, quien no se despegó de mí desde que llegamos, se movía cada vez más sugerentemente contra mi cuerpo. Como podía marcaba cierta distancia, ya que no olvidaba del todo que tenía novia, con algunos problemas en la relación, pero era mi novia al fin y al cabo.

Lo que sí me sorprendió fue ver que la morocha voluptuosa, Karina, también se apoderó del ser de mi amigo Pablo, el cual al parecer no esperaba el beso que le plantó la morena en los finos labios del rubio, al cual se le abrieron los ojos como platos y tras un momento de dubitación correspondió tímidamente, algo normal en él. El beso, aunque duró relativamente poco, creí que pudo haber sido por culpa mía, ya que me había quedado observándoles sin razón por un instante, pensaba que tal vez les había cortado el rollo.

No le di demasiada importancia y me giré en búsqueda de Julieta, la cual se movía junto al colorado y Cecilia. La noche estaba en su apogeo y el lugar estaba a tope, la música no dejaba de sonar y yo me elevaba cada vez más en los efluvios del alcohol. Todo daba vueltas, todo era risas… hasta que en un momento.

- Pablo!- escuché entre todo el bullicio del local a Lucas, el cual me empujó para hacerse lugar y llegar hasta un Pablo que yacía tendido en el piso, junto a Karina que se agachaba para poder tomarlo de los brazos y evitar que la multitud lo lastimara.

Una desesperación me sobrevino de repente y de la misma forma me abalancé a su lado, tratado de ayudarlo. Entre todos logramos levantarlo; yo pase uno sus brazos a través de mi cuello, al igual que Lucas, y lo llevamos hasta unos sillones que dos de las chicas lograron acaparar para que pudiéramos sentar a nuestro amigo que aun no lograba volver en sí.

Las palabras de todos se agolpaban en mi apelmazada conciencia y no podía entenderles, solo hacía lo que creía conveniente para mi amigo, intenté sentarlo y moverlo para que reaccionara, le di varias palmadas en sus blancas mejillas y no me daba respuesta. Logré entender lo que me dijo una de las chicas y junto a Lucas volvimos a levantarlo. Salimos entre los seis que éramos, ya que me había dado cuenta de que Marcos no estaba allí, hacia la salida de emergencia del lugar que daba hacia un tipo de patio al aire libre. Por suerte había un cantero en el que pudimos sentar a nuestro amigo que poco a poco comenzaba a reaccionar. Se veía muy mal, seguramente por todo lo que se había bebido. En cuanto quise decirle algo, se giró hacia unas plantas y sin pensarlo comenzó a vomitar. Dos de las chicas, a excepción de Kari, se alejaron un poco. Kari, mientras tanto, le decía cosas por lo bajo, pero como alentándolo a soltar todo y esperando que se recuperara. Mientras, mandé a Lucas a la barra para que consiguiera una botella de agua para despejar a mi amigo, pero al parecer, Pablo ya comenzaba a reaccionar favorablemente.

Tras un buen rato afuera, el cual nos sirvió a todos para recomponernos, volvimos a entrar al lugar, pero sólo después de que Pablo nos asegurara que ya estaba bien, que no había sido nada. Nos volvimos a ubicar en el lugar donde estábamos cerca de la pista aunque ahora sin la presencia de Julieta ni Cecilia, las cuales se habían ido, según Lucas, con un par de chicos que ellas vieron pasar. No les di importancia, me bastaba con que mi amigo se encontraba mejor. La que sí optó por quedarse en el grupo fue Karina, la que si bien se había ausentado unos minutos, luego regresó con nosotros, siempre manteniéndose cerca de Pablo.

Mi amigo Pablito, bailaba aunque muy desganadamente, aunque no era para menos, luego de ese casi coma alcohólico, se limitó a intentar bailar y seguirnos el ritmo.

MARCOS:

-Qué haces acá?- dije apenas me cercioré de lo que veían mis ojos era verdad.

-Disculpa? Vivo acá…- dijo con aires de cierta superioridad aquél chico que jamás pensé en volver a ver, mucho menos en un lugar así.- Cuánto tiempo… no cambiaste nada jajaja- reía en mi cara el muy

-Cuando volviste? A donde te habías metido??- intentaba sonar lo más claro posible, pero entre la sorpresa, la música de fondo y el alcohol, se me complicaba bastante.

- Estuve por aquí… un tiempito por allá… vos me conoces, no soy de quedarme quieto en ningún lugar. Y bueno… al parecer hice bien en volver a la ciudad en estas vacaciones…- decía, a medida que se acercaba a mi oído. – no…?- un escalofrío me recorrió la espalda, a la vez que se esfumaba mi ebriedad un poco.

Tras sonreírme de manera segura y triunfante, se alejó un poco, dejándome espacio en el rincón en el que yo mismo me acorralé junto a mi silencio. Me miró de pies a cabeza y volvió a sonreírme. Yo estaba de piedra, ya no sabía qué hacer o decir.

-Bueno Moro, fue un gusto el verte de nuevo… cinco años… ouch!- dijo con esa seguridad en sus palabras, un tanto arrogantes y ciertas, llamándome como hace cinco años… “el Moro…” sólo él se podría acordar. –Espero no sea la última vez…- dijo y tras mirarse en el espejo por un segundo, seguramente para ver mi irrisoria cara a través de él, salió sin más.

-El Moro y el Payo…- me dije a mi mismo al caer en cuenta de lo que había sucedido.

Me quedé un rato en el baño, recuperándome de lo sucedido. Que pasaría al salir? Lo volvería a ver en la pista o o peor aún, en mi vida?

Mierda… me lavé el rostro y salí en dirección a mis amigos. Al llegar me dí con que dos de las tres chicas ya no estaban aunque Karina todavía permanecía, siempre junto a Pablo, el cual bailaba desganado y algo pálido.

-Que te pasó?- le pregunté a los gritos para que pudiera oírme, pero sólo meneó negativamente la cabeza por respuesta.

Miré a Maxi y a Lucas, pero estos me contestaron con señas, que luego me contarían bien lo que pasó.

-Y vos donde te habías metido?- preguntó Lucas, el cual estaba sujeto de Maxi y a un vaso plástico.

-Me encontré a… un amigo… allá en el baño.- le dije nervioso-

- Aahh…- contestó con los ojitos idos el colorado.

-Las chicas se fueron…- habló Maxi, también a los gritos para que lo escuchara.

-A donde? Con quién?- pregunté yo.

-No sé… tras una billetera supongo jajaja- Lucas y yo reímos por el comentario.

Kari, la morocha de infarto que aun quedaba en el grupo, se despegó de pablo y se acercó a la barra. Esta chica sí que tenía aguante, los chicos y yo ya estábamos a full y ella parecía estar muy bien. Me acerqué a Pablo y él apenas si bailaba, su cara estaba un poco demacrada y su ropa algo mojada y no parecía ser sudor. No quise preguntar nada, al fin y al cabo, los cuatro estábamos en nuestro límite y se nos notaba.

Karina volvió, esta vez con una botella de champagne y varias latas de energizante en una hielera con varias copas, todo eso ella solita

Al ver la botella, supe que esta chica no era común y corriente y vi que aun tenía aguante para rato. Todos, a excepción de Pablo, nos servimos champagne y energizante en las copas, aunque dudosos, ya que nuestro estado etílico se encontraba ya muy cerca del límite, pero aun así y para no ser menos, seguimos con la ronda de tragos y baile, aunque a esas alturas yo intenté no beber demasiado para no dar algún espectáculo, como ser desmayarme o vomitar.

Pablo estuvo solo un momento bailando, y luego vi que se volvía a sentar en los sillones que teníamos cerca, sacó su celular y tecleó algunas cosas. Miraba a todos lados, de vez en cuando llevaba sus manos a la cara y se tocaba la nuca, no estaba bien. En un momento yo me acerqué hasta donde estaba a ver qué podía hacer.

-Estas bien?- le pregunté a los gritos para que pudiera oírme. Con un gesto me dijo que no y además se le notaba en la cara. –Vamos afuera un rato?- le pregunté. Nuevamente con un gesto afirmativo, nos levantamos y apuntamos a la salida, pero en ese momento y sin siquiera haberla visto, Karina se interpuso entre nosotros y casi de un golpe me arrebató a mi amigo, para volver a integrarlo al grupo, vi que le pasaba de su copa con la mezcla de champagne y energizante, prácticamente obligándolo a seguir tomando.

No sé que se traía entre manos esa chica, y no podía pensar las cosas con demasiada claridad debido a mi estado, pero un no sé qué me invadió. Puede que haya sido por todas las cosas que pasaron y por todas esas inquietudes que he tenido respecto a mi amigo, pero sentía claramente que algo olía mal y que a la vez me estaba adentrando en una especie de paranoia.

Vi desde mi lugar, como Pablo bebía de una forma que ya no era graciosa, ni siquiera parecía normal. Yo decidí no seguir estando en ese desenfreno, por lo que salí por mi propia cuenta a la parte de afuera del lugar. Encendí un cigarro esperando aclararme la cabeza, pero entre Pablo y aquel desafortunado encuentro que momentos antes había tenido en el baño, me tenían descolocado totalmente.

-Tenés fuego?- preguntó una voz por demás de conocida para mí. Dudoso le extendí de mi cigarrillo encendido, ya que no quería tener demasiada interacción con él. Me levanté con la clara intención de alejarme, pero él se interpuso en mi camino. Sus mejillas se veían rojas, seguramente se encontraba en las mismas condiciones que yo, respecto de la bebida.

-Qué pasó Marcos, ya te olvidaste de los buenos tiempos?- Decía arrastrando las palabras, su voz y su tonada comenzaban a mover un sinfín de recuerdos, pero interiormente yo me resistía, trataba de no caer en ellos. Fue una experiencia agridulce la que tuve con él hace ya cinco siete, cuando aún estábamos en la secundaria. Fueron muchas cosas las que vivimos buenas, nuevas, emocionantes, prohibidas… aunque luego muchas de ellas se tornaron dolorosas. –Yo nunca me olvidé de vos, “Moro”…- decía soltando el humo del cigarrillo, a la vez que una sonrisa. “Moro”… ése apodo me lo puso él, hijo de unos propietarios de tierras y haciendas en el interior. Según él, moros eran los caballos de color oscuro, y me lo puso a mí, haciendo referencia al color tostado de mi piel y mis rizos oscuros. Y a él lo llamé a partir de entonces “Payo”, siguiendo con los lunfardos de campo, payos eran los caballos de color claro, como un rubio o algo así.

Si bien nuestra amistad no fue como la que ahora tengo con Pablo, Lucas y Maxi, debo decir que lo que nos unía era una especie de complicidad para lo prohibido, ambos floreciendo en la adolescencia, descubriendo a cada día alguna cosa nueva en nuestro cuerpo, cada experiencia era en extremo excitante en el sentido del descubrimiento. Éramos cómplices en eso que muchas veces avergüenza decir o hacer, no así con los demás chicos, con los cuales la amistad que teníamos y aun tenemos, se basaba en el poder contar siempre el uno con los otros, pero no para “esas” cosas, para ello existía “El Payo”, de manera que “El Moro” existía para él.

Pero hubo un momento, en el cual todo cambió, no sé cómo sucedió, fue tan gradual y paulatinamente, que no me di cuenta hasta que me vi en uno de los mayores desconciertos de mi vida.

Con la aparición de los signos de la pubertad; vellos, más musculatura, voz grave y demás sorpresas orgánicas; aparecieron también varios instintos que nunca antes habíamos percibido. Se dio la casualidad de que ambos, con todas estas inquietudes encima, no nos animábamos a decirle a nadie lo que nos pasaba, tal vez por vergüenza o pudor, así que ambos nos confesábamos y aprendíamos de todo lo que nos pasaba, de la forma más clandestina que podíamos. Desconozco si en ese entonces  Pablo y los otros chicos se encontraban en una situación semejante a la nuestra, pero lo que sí sé es que nunca me había animado a preguntarles nada referido a eso a ellos.

El tiempo pasaba y siempre que podíamos hacíamos las típicas comparaciones junto con el Payo, en la privacidad de su casa en las afueras de la ciudad.

-Todavía no entiendo para qué son los pelos estos…- decía el Payo con la voz entre fina y gruesa a la vez de pasaba sus blancos y finos dedos por entre la incipiente mata de vellos color rubio, aunque más oscuro que el de su cabello.

-Tal vez sean para mantener el calor, no sé… pero lo cierto es que yo tengo bastante más que vos jajaja- decía yo, también enseñándole la gran mata de vello oscuro que coronaba la base de mi pija, formando un triángulo.

Cosas como el medir el largo y grosor de nuestras vergas, era cosa de casi todas las veces que nos veíamos. Confesiones acerca de las poluciones nocturnas o sueños húmedos, eran también habituales. Nada se escapaba a nuestra observación y posterior experimentación, aunque siempre manteníamos ciertos límites. Pero a medida que pasaba el tiempo, cuando por un lado mantenía una naciente y fuerte relación con los chicos, con el Payo también íbamos creciendo en experiencias y anatómicamente.

Un domingo, luego de ver una de las tres películas porno con las que disponíamos, en la privacidad de su habitación, nos quedamos un poco disconformes, como con un gusto a poco. Nuestras vergas lo confirmaban, apretadas en la tela de los shorts, mojando la ropa interior con aquella sustancia desconocida y agradable para nosotros dos. Con los títulos de fondo en el televisor, nuestras miradas se encontraban y se despegaban, ansiosas, algo temerosas, curiosas y pensativas. Ello, yo y superyó, todo se reflejaba en nuestros ojos.

-Voy a poner la otra, la de los alemanes…- dijo el Payo rompiendo el silencio, mas no esa especie de tensión que nos rodeaba. Yo asentí sin hablar. Mientras se levantaba de su cama, vi la tremenda erección que llevaba en el ligero short de verano que llevaba puesto, con una mancha marcada en la cúspide de aquella carpa de feria que se formaba en su entrepierna, al igual que en mi propio pantalón. Mientras cambiaba los VHS del equipo, pude ver como con una mano se apretujaba de vez en cuando las bolas y todo el paquete, marcando aún más su miembro, el cual no había vuelto a ver en algún tiempo.

-Hey Moro… estás bien?- dijo Ismael sacándome de mis recuerdos. Su voz cambió, su cuerpo cambió, pero algo en su ser aún estaba como lo había visto la última vez.

Sin hablar y sin saber bien qué hacer, me levanté de donde estaba e intenté caminar en dirección al interior de la disco, pero él fue más rápido y me tomó de un brazo. Su mano estaba caliente y seca, y no sabía por qué necesitaba sacármela de encima. No había razones, no tenía un argumento por el cual molestarme de su presencia. Cuando éramos más chicos, nuestras hormonas nos empujaban a querer probar y probar, siempre era así, cada descubrimiento era espectacular, cada sensación era única.

-Nunca lo hice, pero vi a mi hermano y a mi primo mientras lo hacían…- decía un joven Payo, con una inusitada seriedad y preocupación en su voz.

-No creo que sea tan malo… al fin y al cabo, se lo pasaron bien o no?- dije yo con cada vez mas curiosidad.

-Eso sí, porque cuando terminaron, estaban así como agitados y con la cara roja… Pero contentos por haberlo hecho… creo- dijo rememorando.

-Era con esta película, no?- dije yo extendiéndole la caja vacía de la película en VHS, la de los alemanes.

-Sí, era con esta…- dijo, mientras le daba play por enésima vez a aquella película que tantas alegrías nos había dado, pero siempre desde lo visual, ya que nunca habíamos hecho algo más que mirarla y mojar en pre seminal nuestra ropa interior.

Mientras la cinta corría, ambos no podíamos despegar los ojos de la pantalla. Aunque para entonces ambos ya conocíamos de principio a fin la película, no podíamos dejar de mirar, cada escena me llevaba, por lo menos a mí a un estado de completo bienestar, aunque algo de remordimiento se asomaba por el fondo al igual que el placer de saber que sabía que estábamos haciendo algo que no era correcto para dos chicos de nuestra edad, en teoría… Aunque el morbo estaba, aunque no definido como tal, sino como una especie de aventura clandestina que tanto el Payo como yo, ya habíamos comenzado a vivir desde hacía ya un tiempo.

Algo nos venía cruzando por la cabeza desde hace bastante tiempo, y eran las famosas pajas… Ya habíamos escuchado de ellas de personas más grandes que nosotros, pero aún no conocíamos del todo de qué se trataba ni mucho menos cómo se hacía o en qué consistían. Lo que sí es que el Payo, al tener hermanos mayores estaba como más cercano a esas prácticas, en cambio yo, que hasta entonces era hijo único, no tenía ese privilegio.

Es por eso que no dejaba de escuchar cada cosa que él decía acerca de aquél trabajo manual, y de forma aparentemente sutil intentaba que él me contara más, cada vez que ya no tocaba el tema.

-Eso… eso es una paja. Ves?- decía apuntando a la pantalla, en una escena en la que un enorme alemán, rubio como él, tomaba su pija de tamaño colosal con una mano, subiendo y bajando con fuerza en toda la extensión de aquel enrojecido miembro, mientas que con la otra preparaba el terreno en una sobre excitada y lubricada vagina, también rubia como su partenaire .

Yo no entendía muy bien, al fin y al cabo, él me dijo que vio a su hermano y su primo “pajeándose” mientras veían la cinta, y aquél europeo se pajeaba antes de cogerse a la rubia, o sea

-O sea que uno se pajea antes de metérsela a una chica?- pregunté descolocado. Él solo me miró con una media sonrisa y luego, como pensando algo, respondió.

-No, uno se pajea para que se le ponga más dura y así poder meterla - dijo moviendo las manos, como para ser más explícito. -…Pero si no tienes a quien meterla, te sigues pajeando hasta que te cansas y “te relajas”, como fue que les pasó a mi hermano y mis primos…- dijo dejándome con un sinsabor en la cabeza.

-Y uno tarda mucho en relajarse? O puede seguir sin parar?- me crucé de piernas en su cama, a la vez que el ponía pausa en el video y se acomodaba junto a mí en su cama.

-No sé, durante todo el tiempo que yo estuve espiándolos desde su clóset, ellos dejaron de pajearse casi al mismo tiempo, pero parecían agotados, así que me parece que paras cuando te cansas o cuando llegas a esa relajación…-

Yo asentí, aunque poco había entendido. No dudaba de sus palabras, puesto que yo sabía que a él siempre le había gustado husmear entre las cosas y la vida privada de su hermano mayor Rafael, pero esa desazón aún no se iba.

Un incomodo silencio se apoderó de nosotros, mirábamos de vez en cuando la pantalla, a la imagen congelada del alemán apuntando su desproporcionada verga en el agujero de la rubia.

-Moro…- dijo él con cierta timidez y con la voz apenas audible. –Y si vemos que tal es?- dijo, y yo me quedé algo sorprendido, por un lado porque no sabía en lo que estaba metiéndome, y por el otro, estaba de alguna forma expectante, ya que quería saber en qué estaba metiéndome

-Pajearnos?-  dije tímidamente, el término aún me daba cierto pudor.

-Sí, total… si no es como dicen, no lo volvemos a hacer más, dale?- dijo poniéndose frente a mí, con un brillo en los ojos, travesura, picardía, morbo, todo eso conjugado en su mirada.

-Bu…Bueno…- dije yo. Él saltó de la cama y salió de la habitación para cerciorarse de que no había nadie cerca, luego cerró con llave la puerta y se tumbó en la cama, cerca de mí. Yo, con el control remoto puse en marcha la película. Ninguno de los dos hacía nada, yo sólo observaba la pantalla y cualquier cosa que el Payo hiciera.

Luego de unos minutos de mirar la película, nuestras pijas se erguían en nuestros shorts y fue entonces cuando Ismael comenzó. Tomó sus pantalones y comenzó a bajárselos lentamente. Mantuvo su mirada siempre en la mía, esperando que yo hiciera lo mismo. Así que yo también empecé a imitarlo, con la misma lentitud iba bajando mis shorts, hasta quedar ambos en calzoncillos. Nuestros bultos se parecían, y en ese entonces ambos ya estaban humedecidos en la punta. Entonces él procedió a quitarse todo.

-Bueno…- dijo y se quedó en pelotas de la cintura para abajo.

Yo me corté un poco, no había visto su pija desde hacía casi un año, cuando habíamos comenzado a compararlas y sacarnos las dudas acerca de los vellos púbicos que empezaban a poblarlas. No sabía por qué habíamos dejado de mostrárnoslas hasta este momento.

Ciertamente me sorprendió el tamaño, color y grosor de su verga, distaba de ser la de hace un tiempo atrás, y el vello, al que tanto prejuicio le teníamos, se había convertido ahora en algo que se alejaba de ser algo desagradable, para ser algo llamativo y hasta varonil.

No me quedó otra opción que hacer lo mismo. Bajé mis calzoncillos blancos hasta mis rodillas y dejé al descubierto mi verga completamente parada y reluciente en la punta. Él también parecía haberse sorprendido por las características que ahora poseía mi instrumento. Mas grande, más gorda, más morena y superpoblada de vellos a su alrededor.

-Te creció más!- dijo mirando con deleite mi verga, a él le paso lo mismo que a mí, al parecer

-A vos también, y ya no es tan blanca como antes, y tenés más pelo ahí!.- dije señalando su pubis, ciertamente exaltado.

-Si, vos también, y en las piernas! Es como si todo el vello naciera desde allí…- dijo sin apartar los ojos de mi entrepierna.

-Y ahora?- dije yo con cierta duda. El se acostó en la cama y me hizo un lugar, se terminó de sacar la ropa interior por los tobillos y me invitó con un gesto a acomodarme cerca de él para estar en dirección a la pantalla. Como por inercia me ubiqué a su lado. Recuerdo el calor que desprendía su delgado cuerpo y la suavidad que sus finos vellos dorados prodigaban a mi piel. Su cuerpo era delgado y bien proporcionado y el tenerlo así a mi lado, me descolocó un poco. Una sensación que no supe describir me invadió. Sentí como mi cara ardía, mi pulso se aceleró de repente y mi mente se enrollaba en imágenes y pensamientos, y porqué no, sentimientos encontrados que en ese momento comenzaba a discernir.

Una enorme duda  e inseguridad, me invadieron de repente, no sabía qué hacer, y para colmo, la cara de tranquilidad de Ismael no me ayudaba. La delgada línea entre lo que era correcto y lo prohibido se estaba esfumando y yo lo único que hacía era pensar en que nunca había estado en una situación similar y no sabía lo que me deparaba el seguir con ello. Extendió su mano en dirección al control remoto y al hacerlo, su axila de vellos dorados pasó cerca de mi cara, dejando una estela de su aroma e incluso de su calor, una corriente eléctrica me recorrió la espina, llegando hasta mi pija que se puso como piedra.

Los sonidos provenientes del televisor comenzaban a mezclarse con las imágenes que mi mente procesaba, la proximidad de Ismael ayudaba a que una secuencia de sucesos que pasaron desde nuestro primer encuentro, tomaran sentido y se orientaban hacia algo que no estaba definido anteriormente, pero con lo que sucedía en esa habitación, tomaba forma en algo carnal y adulto.

Yo observaba cada movimiento que él hacía; si él estiraba las piernas, yo lo hacía, si él se mordía el labio cada vez que se frotaba el pene con la mano, yo también lo hacía. Me echó una mirada cómplice y una sonrisa pícara, como diciéndome que todo estaba bien, para luego comenzar a subir y bajar su mano de finos dedos a lo largo de su bien proporcionada verga, la cual estaba en su máximo esplendor y mirando al techo.

Yo lo seguí e imité de igual forma, debo decir que el roce de la piel de mi mano, con la suave textura de mi prepucio que subía y bajaba era una experiencia que me hizo tocar el cielo, cerré mis ojos y ya sin ver a mi partenaire, elegí por mí mismo el ritmo que debía seguir. Mientras recreaba en mi mente las escenas de la película, el cuerpo de mi amigo iba reemplazando los de los actores, y mi fijación en aquella fantasía estaba en el falo y la piel del Payo.

Escuchaba los suaves gemidos que Ismael soltaba de su boca y mi pija respondía poniéndose más dura. Un líquido viscoso manaba de la punta y yo lo restregaba a lo largo de mi verga morena haciendo más fácil la fricción. Miraba de reojo a Ismael, el cual con los ojos cerrados y la boca entreabierta, soltaba gemidos muy excitantes, mientras que yo acallaba los míos, mordiendo mi labio inferior.

La película seguía, por poco y me olvido que estaba puesta, miré y vi como la rubia le sobaba la verga y los enormes huevos rosados al rubio que tenía como acompañante, el cual bufaba y decía cosas entrecortadas, Ismael también abrió los ojos y ví que los tenía vidriosos, me miró y con una sonrisa tímida continuó con la faena.

-Esto, esto está muy bueno, n-no crees...- dijo con la voz suave y agitada, mientras se sobaba el blanquísimo pecho desnudo.

-Sí, no lo puedo creer… estoy… estoy en el cielo…- dije y seguí con la paja, mientras que con mi otra mano comencé a sobarme mis peludos huevos, que colgaban y descansaban en la cama. No desatendía el calor que me brindaba la piel y los vellos de la pierna de Ismael y al parecer a él no le molestaba, ya que subía y bajaba la flexión de su pierna, buscando más contacto de pieles.

La paja seguía al igual que la película, no sabía cuánto más iba a durar, pero yo esperaba que no terminara nunca, porque el sinfín de sensaciones que estaba viviendo era único. Mientras me recreaba tallando mi verga con la derecha, sentí una calidez en mi muñeca, abrí mis ojos y vi los penetrantes ojos verdes de el Payo mirándome con un brillo especial. Una línea de rubor cruzaba su rostro por debajo de sus ojos y su nariz perfecta, dándole un aire angelical. No supe qué hacer ni qué decir, sólo mantenía mi mirada fija en él, al fin y al cabo yo era el que menos idea tenía de nada en esa habitación.

Sin hablar, y sin dejar de mirarme, retiró con mucha suavidad y algo de nerviosismo mi mano de mi verga, la cual palpitaba erguida, mientras que la de él reposaba solitaria y morcillona en su muslo. Sentí su pulso en mi muñeca, iba a mil, pero aun así no dije nada. Dejó mi mano a un costado, y sin despegar sus ojos de los míos, procedió a tomar mi verga. El sentir mi piel en mi verga era una cosa, pero sentir el calor y la suavidad de la mano de Ismael en mi pija, me llevó directamente a otro mundo.

Cerré mis ojos y arqueé mi espalda al primer movimiento de su mano a lo largo del tronco. Mi cara estaba ardiendo y de mi cuerpo manaba sudor. Simplemente no podía hacer nada más que gozar, su mano subía y bajaba a un ritmo constante y mis manos se aferraban a las sabanas. La película sonaba bajito a lo lejos y ya ninguno le prestaba atención.

En ese instante y sin saber cómo o porqué, llevé mi mano derecha hacia su verga, la cual seguía semi dormida. La suavidad de esa piel me electrificó y sin cortarme, empecé a acariciarla. Isma resoplaba, y como me resultaba un tanto incómoda la posición, me coloqué de costado frente a él. El hizo lo mismo y por un instante cruzamos nuestras miradas, para luego desviarlas a la verga del otro.

Seguí dándole placer, al igual que él lo hacía conmigo, pero yo fui mas allá, con mi mano libre, comencé a acariciar sus huevos y en el instante que se los toqué y presioné levemente, soltó un largo resoplido. Él por su parte, comenzó a acariciar mi pecho, el cual estaba en desarrollo, tornándose ancho y poblándose de vellos a la altura del esternón.

Un estremecimiento vino desde la base de mis huevos, no sabía lo que era, pero nacía allí y se intensificaba en la punta de mi verga. Pero eso no detuvo a Isma, el cual se retorcía cada vez que aumentaba el ritmo o la presión. El placer aumentaba a cada roce, a cada subida y bajada de la mano de el Payo, yo ya no me contenía y gemía como si estuviera solo, y él también lo hacía. Con la cabeza, se acercó hasta quedar cerca de mi cuerpo, sentía su cabello rozando la piel de mi pecho, era agradable, su aroma me llegaba a la nariz y ya no veía esta experiencia como algo malo, sino como lo más puro que jamás pude sentir.

Ismael se movía y hundía su cara en mi pecho, cerca de mi pezón, gemía y su aliento chocaba en mi piel sudada. Yo cubría mis ojos con mi mano hasta que no pude contener más eso que me brotaba desde los huevos. Con un gemido quedo, liberé todo lo que mis cojones guardaban. Una enorme cantidad de un líquido viscoso y blanquecino chorreaba por los finos dedos de Ismael y por la morena piel de mi verga, contrastando peculiarmente.

Con mi mano fuertemente agarrada a la verga de el Payo, pude sentir cómo ésta se hinchaba, para luego hacer lo mismo que la mía: grandes chorros de esa espesa sustancia salían disparados de la punta de la pija de mi amigo, yendo a parar por todos lados; a su pecho, a mi brazo, a su abdomen y finalmente chorreando por el tronco. Hundió mas su cara en mi pecho, seguramente podía escuchar los latidos de mi corazón. Su aliento salía agitado de su boca, y llegaba a mi húmeda piel, yo con la mano que no estaba toda pringada de esa “leche” que nos salió, le acaricié sus cabellos y luego él con su otra mano, me acarició el pecho, quedandonos en esas posiciones por un momento que me pareció eterno, recuperándonos de aquella agitación.

Nos separamos y nos quedamos viendo las gotas blancas de aquello que fue la huella de nuestra primera (pero no última) paja. Ambos permanecimos en silencio hasta que fué el quien cortó la tension que se generó de repente.

-Y? qué te pareció? Estuvo bueno... no?- dijo con cierto nerviosismo, disimulado con una sonrisa tímida en los labios. El rubor que cruzaba su cara aún no se iba y me pareció en ese momento de lo más lindo.

-Si... estuvo... estuvo bien- dije yo recuperándome, sintiendo cómo las ideas se iban acomodando en mi cabeza. -Creo que deberíamos bañarnos, ¿no? Estamos todo sudados y llenos de esto...- dije jugueteando con los dedos en la mancha que ahora se volvia acuosa y transparente en la piel de mi estómago.

-Si, creo que es lo mejor... No te preocupes por las sábanas, que ahora las cambio... vé tu al baño, mientras ordeno todo esto- dijo poniéndose de pie, algo torpe, a la vez que se vestía a toda prisa. Yo tomé mi ropa y me metí al baño de su habitación.

En la ducha, mientras el agua mojaba mi cuerpo, pensaba en lo bien que lo habíamos pasado y de golpe una angustia que no supe interpretar me sobrevino. Al salir del baño, más calmado y fresco, me encontré con el Payo sentado en la cama, la cual ya había sido hecha y la television estaba apagada.

Ambos nos miramos por unos instantes sin decirnos nada, hubo cierta tensión en el aire, que luego él cortó con una sonrisa cómplice, para luego decirme que ahora él se iría a duchar.

Luego del baño, los dos nos fuimos a la piscina del patio de su casa, para chapotear, jugar y hacer de cuenta que nada había pasado, pero en realidad ambos sabíamos que a partir de ése día, el descubrir nuevas experiencias iba a ser cosa normal en nuestras vidas...

De vuelta a la realidad, rompí mi mutismo y le contesté sin mucho interés a Ismael, el cual me seguía intimidando fisicamente, ya que los años hicieron varios cambios en su fisionomía; ahora era todo un hombre, alto, rubio y con unos penetrantes ojos verdes, igual de profundos como hace años atrás, tez clara y finos vellos dorados en su pecho, brazos y seguramente desperdigados armónicamente a lo largo de su cuerpo, el cual ahora se notaba fielmente estilizado por el gimnasio seguramente.

-Yo tampoco me olvidé de vos, Ismael...- dije librando mi brazo del agarre de su mano.

-Pero entonces decime algo, qué fué de tu vida, tus cosas... - dijo sin borrar su media sonrisa.

-Qué querés que te diga, sigo en la ciudad, estudio, sigo yendo al Club, tengo nuevos amigos y nada... eso- dije manteniendo mi tono seco.

-Qué bien... y bueno, yo... anduve por varios lugares, estudiando, trabajando, también conocí gente, pero ya ves, uno siempre termina volviendo a sus raíces, no?- dijo sentándose en un cantero, mirando mi expresión, y a la vez como invitándome a hacerlo. Me senté, ya que no veía nada malo en eso e intenté sacar torpemente mis cigarrillos. Al ver cómo los tiraba al suelo por mi estado etílico, se agachó para recogerlos, al mismo tiempo que yo, quedando nuestras manos tocando la cajita y nuestros rostros muy cerca.

Él al ver mi aparente sonrojo, se alejó y me miró un poco cohibido, la franja roja que suele cruzarle el rostro apareció y en ese momento no pude evitar no sonreir un instante, para luego volver a mi finjida seriedad.

-Bueno Marcos, fué bueno volver a hablar con vos... voy a... voy a ver qué onda adentro... Nos vemos después.- dijo, mientras se levantaba, a la vez que yo, y luego quiso saludarme con un abrazo, que luego desarmó, para solamente estrechar su mano con la mía. El calor que sentí en esa mano hizo que algo en mis pantalones tuviera una especie de déjà-vu...

PABLO:

Era muy dificil entender qué pasaba en aquel lugar, todo se movía muy rápido, la música ya no tenía sentido, las luces, la gente... Mis sentidos estaban totalmente fuera de sí y la falsa alegría del alcohol inundaba todo lo que me rodeaba y que apenas podía discernir.

En el grupo pude identificar a Maxi, el cual estaba bailando sin ganas y algo perdido al lado de Lucas, el cual estaba aferrado a su hombro, pero aún así bailaba, y apareciendo de entre la multitud, estaba Marcos, el cual tenía los ojos idos y al parecer se le dificultaba moverse. A mi lado distinguí a la única figura femenina que nos acompañaba, Karina, la cual me tenía sujeto por un brazo, en su mano una copa de champagne se movía a su ritmo y yo al ritmo de ella.

Gritándo para que todos escucháramos, Karina dijo que fuéramos a recorrer el lugar, ya que al parecer quería conocer la parte superior, nosotros dijimos que lo mejor era quedarse en el lugar, ya que estábamos apenas, pero ella insistió. No nos quedó más remedio que seguir su figura, la cual mantenía su cordura aún después de haber bebido las mismas cosas que nosotros, pero mostrando un claro aguante.

Llegamos hasta las escaleras y a duras penas podía subir los escalones, que si bien estaban recubiertos por algún antideslizante, se me hacía como subir por una rampa llana de cristal. Al final de las escaleras, nos dimos con un gran numero de personas, todos bien vestidos ellos, y bebiendo en gran medida. Ella señalaba un lugar en esa planta, que al parecer le había llamado la atención. Marcos, Lucas, Maxi y yo nos mirábamos sin saber qué hacer o decir, pero al final terminamos siendo llevados por la morocha hasta ese lugar.

Era un apartado que ocupaba casi la mitad de la parte superior del lugar, la cual estaba recubierta de cristal y un cordón perimetral de cuero rojo, el cual era custodiado por un tipazo de casi tres metros, vestido de negro y con la leyenda “Seguridad” en el pecho. Tenía una carpetita en la mano y al vernos le preguntó a Karina si estábamos en la lista. Ahí entendí que se trataba del “V.I.P”, cosa impensada en la disco a la que íbamos habitualmente, o sea, Cu4tro...

-Noo, no estamos en la lista, pero podría dejarnos pasar un ratito? Para ver nada más... si?- Le decía la morocha al seguridad, el cual no cambiaba su expresión seca.

-No, si no están en la lista, no pueden pasar.- dijo cortante

-Ya fue, volvamos a donde estábamos...- dijo Marcos mirando desde donde estábamos a la parte inferior, donde se movía al ritmo de la música una masa de gente.

-Sí, creo que es mejor, allá estaba mucho más bueno que aquí...- dijo Maxi, arrastrando las palabras, claramente afectado por el alcohol.

-Volvamos...- dijo el colorado Lucas, echándose el cabello hacia atrás, notablemente transpirado y rojo por el calor.

Karina escribía en su celular en el momento en que iba a decirle que íbamos a bajar, la verdad que ya le había agarrado cierta familiaridad, pero sólo por haber pasado casi toda la noche con ella, ya que no sabía y mucho menos me importaba lo que pudiera pasar al otro día con ella.

Ella me miró y luego me tomó de la mano y me jaló para la entrada del VIP, el seguridad nos cortó el paso y entonces Karina se acercó a su oído, no sabía qué es lo que hablaban, pero cuando ví que el grandote sonreía, sentí que la tipa sabía lo que hacía y que ya tenía varias millas bolicheras en su haber...

El guardia soltó el cordón, para dejarnos pasar, ella me sujetó fuertemente de la muñeca y me tiró hacia adentro del lugar. Me giré para ver a los chicos, los cuales seguían mirando hacia abajo, ajenos a mi “rapto”, por lo que les grité, intenté zafarme de la mano de Karina, pero ésta no me soltó.

MAXIMILIANO:

-Chicoooos!!- escuché la voz de Pablo entre todo el bullicio del lugar, me giré para verlo, pero ya no estaba, mi estado alcohólico no ayudaba para reconocer a nadie, así que miré en todas direcciones.

-Y Pablo?- les dije a los chicos, los cuales miraban confundidos a su alrededor.

-Déjalo, se habrá ido con Karina jajaja ya es grandecito, déjalo ser...- dijo Lucas. Su comentario no me gustó.

-Boludo, no viste cómo estaba?- le dije claramente cabreado a Lucas, el cual reía y se agarraba de Marcos.

-Pero si los cuatro estamos iguales...- ironizó Marcos.

-A dónde se habrán metido estos dos.- me dije, y luego se me ocurrió que a lo mejor pudieron haber entrado al VIP.

Les dije a los chicos que vayamos a ver, y recuperando la cordura como pudimos, nos plantamos frente al de seguridad, el cual hablaba por un walkie-talkie. Nos miró e hizo como si no estuviésemos y siguió hablando. Lucas y Marcos estiraban sus cuellos intentando ver por los vidrios si es que lograban divisar a Pablo.

-Disculpá, queremos saber si es que nuestro amigo entró aquí- le dije seriamente al guardia, el cual me miraba de arriba a abajo.

-Está en la lista?- preguntó sin modificar el tono desinteresado que mantenía desde un principio.

-No! si fuiste vos el que nos dijo que nos largáramos por no aparecer en esa lista!- mis nervios hacían que empezara a desesperarme por saber de Pablo y el levantar el tono era una clara señal de ello.

-Ah si, pero alguien de adentro los dejó pasar, a él y a la chica...- concluyó volteando y dándonos la espalda.

Alguien de adentro los dejó pasar? Quien! A lo mejor Karina consiguió que algún idiota se dejara llevar por ella y terminara dejándola pasar... No, no tenía sentido, ya que de ser así, allí no encajaría Pablo... Salvo que quien los dejó pasar, conociera también a... Pablo.

Volví a acercarme un tanto brusco a la entrada y el guardia me cerró el paso.

-No entendiste? Aquí sólo pasan los que están en la lista... - dijo algo cabreado el guardia por nuestra insistencia, como si fuese que a mi me importaba estar en ése lugar rodeado de snobs ricos y sin sentido de la realidad.

-Escúchame, sólo queremos hablar con el chico que entró, es amigo nuestro y queremos hablar con él, nada más...- dije impacientándome. Lucas y Marcos intentaban mirar por entre los vidrios, pero adentro de ese lugar todo estaba iluminado con luz negra y láseres, así que distinguir a alguien era casi imposible.

Mientras el guardia volvía a hablarme, seguramente para decirnos que no podíamos pasar, pude divisar la figura inequívoca de Pablo, siendo llevado de la mano por Karina hacia una parte que tenía unos sofás blancos bajo una lámpara de LED roja, en el que se veían varias personas sentadas.

-Pablo! Eh PABLOOO!!- comencé a gritarle, Lucas y Marcos al ver que había encontrado a nuestro amigo, se sumaron a los gritos, comenzando un alboroto en la puerta de aquél VIP. Intenté acercarme lo más que pude a la entrada, pero inmediatamente el guardia se abalanzó sobre mí, pretendía voltearme, pero no contaba con que yo era un acérrimo rugbyer de años y le fue imposible el tirarme, pero tenía bastante fuerza.

Al ver lo que intentaba el guardia, algo tambaleantes por el alcohol, Lucas y Marcos se unieron al forcejeo. Al notar la desigualdad de fuerzas, el tipo intentó comunicarse por walkie-talkie , pero de un manotazo se lo hice volar, yendo a parar el aparato a la pista de abajo.

Noté que varias personas de adentro del VIP se acercaban curiosas a la puerta a ver qué sucedía. Entre ellos alguien a quien no esperaba ver en ése lugar, pero por el que pude entender cómo es que Pablo había podido acceder a ése apartado.

-Ey, ey ey! Qué pasa, qué es todo esto?- preguntó Ezequiel separándonos con sus manos al guardia y a mí. Me separé inmediatamente de su contacto y miré por todos lados buscando a Pablo.

-Pablo está ahí dentro?- pregunté indiferente a Ezequiel, quien nos miraba de arriba a abajo al igual que el séquito de acomodados que tenía a los lados, inspeccionándonos como si fuéramos bichos raros de feria.

- Sí, yo lo dejé entrar, está todo bien- dijo Ezequiel de manera tranquila.

-Queremos hablar con él...- dije hablando por todos. Lucas y Marcos sólo miraban lo que hacía.

Un silencio incómodo se instaló, nadie decía nada, yo fijé mi mirada con la de Ezequiel y él la sostuvo, el guardia miraba a ambos y pude notar que Lucas y Marcos se miraban incómodos con los amiguitos de Ezequiel. Entonces el guardia se dirigió a Ezequiel y éste le dijo que no había problemas en que pasemos.

A regañadientes el guardia se hizo a un lado, no sin antes echarnos una mirada fulminante, una mezcla de odio y superioridad de su parte. Nosotros entramos dudosos por el pasillo, atrás de Ezequiel y su gente.

Adentro, se podía decir que era un monumento al exceso, todo era excesivamente insoportable para los sentidos; todo estaba decorado como si fuera un privado de algún bar de strippers, luz negra, lámparas rojas, sofás de cuero blanco y algunos camareros ligeramente vestidos, yendo y viniendo de las mesas bajas, ocupadas de gente de todo tipo: desde cuarentones no asumidos, bronceados exageradamente con tatuajes y ropa ceñida, chicos y chicas besándose entre sí, y alguna cosa rara y estrafalaria de pestañas de colores y tacones monumentales.

Divisé a Pablo sentado en un sillón blanco, Karina no estaba con él. Pablo estaba sentado con las piernas abiertas y los codos apoyados en esta, sujetándose las sienes con las manos. Ezequiel se acercó hasta él, le acarició el hombro y le dijo algo al oído.

Al vernos, su imagen me hizo sentir algo muy raro y profundo en mi interior, me dio mucho dolor el ver sus ojos ensombrecidos, la ropa algo maltrecha y rodeado de gente bizarra. Me acerqué a él y en un instinto que no supe describir, lo abracé por un momento, para luego separarme y tomar con ambas manos su rostro.

Lucas y Marcos recorrían en lugar con la mirada, pero luego se acercaron hasta nosotros.

-Estás bien?- le dije arrastrando las palabras, aún estaba bastante tomado como para hablar entendiblemente.

Él me miró con los ojos encogidos por el alcohol y asintió, pero con una cara que denotaba otra cosa.

-Me preocupé porque no te vi cerca de nosotros, no sabía dónde te habías metido…- le dije de forma suave, esta vez tocando su hombro.

-Ezequiel… Ezequiel nos vio desde adentro y nos hizo pasar.- dijo también Pablo, de forma suave.

-Sí, y me sorprendió mucho, ya que no sabía que ustedes venían a ésta disco también…- dijo Ezequiel, poniéndose atrás de Pablo. Su proximidad hacia mi amigo me inquietaba un poco.

-Si bueno… sólo pasamos a ver, pero ya nos vamos.- dije otra vez hablando por todos, Lucas y Marcos observaban sin hablar, pero detrás de mí.

-Ya? Pero esto recién se está poniendo bueno, créeme, a esta comienza la verdadera fiesta, no es así chicos?- dijo Ezequiel con una amplia sonrisa, a la vez que todo su séquito afirmaba a los gritos.

-No, creo que para nosotros esto ya fue suficiente. Vamos Pablo?- le dije mirando fijamente a Pablo.

Pablo se volteó y se quedó viendo a Ezequiel por un momento, no hablaban, pero por lo poco que pude ver, era como si hablaran un idioma visual, ya que con una sonrisa y un enarqueo de cejas, Ezequiel le comunicó algo a Pablo, el cual volteó hacia mí, y tomándose la frente con una mano, soplaba y miraba al piso.

-Todavía… no… no me quiero ir- dijo, como si le costara mucho decirlo.

No me esperaba eso, esperaba que nos fuéramos los cuatro de ése lugar y tontear por ahí, como solíamos hacer a la salida de la disco, pero no

-N-No?- dije sin entender. –Pero Pablo, mirá como estás, cómo pensás volver así a tu casa? Dale vamos, creo que esta noche ya terminó para los cuatro.- dije tratando de convencerlo.

-Sí, Pablo, dale…- dijo Lucas apoyándose en mi hombro.

-Vamos amigo, podemos seguirla por ahí… - dijo Marcos acercándose hasta él, tocando su hombro.

-Pero por eso no hay drama, yo lo llevo sin problemas hasta su casa- dijo Ezequiel, pasando su brazo por encima de los hombros de Pablo, el cual miraba al piso. Tensé mi mandíbula y miré fijamente a Ezequiel.

-Él salió de su casa con nosotros y con nosotros se viene, ok?- le dije en el tono más intimidante que me salió.

-Creo que ya te dijo que todavía no se quiere ir…- dijo Ezequiel en un tono seguro y con una sonrisita que empezaba a enervarme.

-Y a vos quien te preguntó, Pablo se viene con nosotros y listo.- le dije a Ezequiel, acercándome hasta quedar enfrente de su cara. Sus seguidores se aproximaron hasta quedar detrás de él, e inmediatamente Marcos y Lucas se pusieron a ambos lados de mí.

-Y vos quien carajo te pensás que sos para decidir por él?- Él ya te dijo que no se va a ir, así que respetá eso…- dijo, y en sus ojos pude ver una sombra que no veía desde hace mucho tiempo, lo cual hizo que algo en mi interior se removiera. Nuestros rostros estaban muy cerca y la tensión que había se podía sentir claramente. Sus amigos como los míos, estaban atentos a saltar en cualquier momento, y en mi interior esperaba que Ezequiel hiciera algo, para cobrarme varias cosas.

El seguridad que custodiaba la entrada del VIP, se acercó y trató de separarnos, miró a Pablo y como si fuese un mediador, le preguntó que qué es lo que iba a hacer, ya que debía mantener cerrada la entrada de ese VIP.

Pablo se mostraba dudoso y muy nervioso, y eso me molestaba. Porqué quedarse? Qué le habíamos hecho para no querer volver con nosotros como lo hacíamos siempre? A lo mejor tenía plan con Karina y no quería decírnoslo, pero tampoco le encontraba sentido a su actitud, además de que tampoco veía a Karina por ningún lado.

Me acerqué hasta él y tomándolo del hombro, le dije en el oído que no fuese así, que cualquier cosa que le estuviera pasando, que nos lo diga. Pero no dijo nada, dio un paso hacia atrás y mirándome con el rostro neutro, dijo que se iba a quedar, que después vería cómo volver.

-No… Dale Pablo, vamos, la seguimos por ahí, los cuatro, o llama a Karina si quieres, pero vamos, dale…- dije tratando de que cambiara de opinión.

-Vayan, yo… mañana los veo…- dijo agarrándose la nuca, claramente ebrio.

No esperaba su respuesta, me sentí decepcionado, y me dolió, aun en mi estado pude sentirlo y me dolió bastante. Sentía mi cara arder, verdaderamente estaba cabreado.

-Es lo que querés?... Esto es… lo que querés?- dije mirando con desdén a Ezequiel y a sus amistades.

Pablo se cerró en su mutismo y no volvió a hablar.

-Bueno… está bien… que lo pases bien entonces.- dije con una media sonrisa, pero muy dolido en mi interior.

Marcos y Lucas me miraban incrédulos, y le echaron una mirada lapidante y con cierta decepción, sin decir nada.

-Mándanos un mensaje cuando llegues a tu casa…- dijo Marcos, sin cambiar su rostro serio, enrojecido por el alcohol. Pablo asintió.

Tras echar una última mirada al grupo con el que se quedaba Pablo, los tres emprendimos la marcha, con un sinsabor en nuestras nubladas conciencias, la verdad que ahora temía al día de mañana, aun en mi estado, temía a lo que me iba a tener que enfrentar al día siguiente.

-Tampoco costaba mucho entenderlo, no?- dijo y rió irónico Ezequiel, su voz se clavó como cuchillas en mi conciencia y no lo toleré.

-Qué mierda hablas? Pedazo de pelotudo, a ver… Decime en la cara lo que tengas para decirme, la puta madre que te parió!-  le dije a Ezequiel, tomándolo del cuello de la camisa. Mi adrenalina iba en aumento y me sentía con una fuerza y bronca extraordinarias.

Intentó zafarse y me dobló la muñeca, el dolor me obligo a soltarlo, pero inmediatamente lo tomé del hombro para aplicarle una trompada, la cual pudo esquivar con facilidad. Mi estado etílico no ayudaba en esos momentos.

El de seguridad inmediatamente me tomó de la cintura jalándome, pero en ese instante, Marcos y Lucas saltaron a separarme del gorila, agarrándolo de ambos lados, prácticamente inmovilizándolo. Mientras tanto, Ezequiel y yo seguíamos forcejeando.

Dos chicos amigos de Ezequiel fueron por él, mientras que Lucas me agarró y me inmovilizó. Vi que una chica y un chico joven tomaban a Pablo y lo llevaban al interior del VIP, Ezequiel lo vio, y volviendo a sonreír, se separó del agarre de sus amigos, emprendiendo la retirada. Al parecer, la bronca que se armó, se acabó en ese instante.

Me había quedado con las ganas de darle sus buenas trompadas al estúpido de Ezequiel, pero seguramente ya habría ocasión de cobrármelas. Pero aun así estaba el hecho de que estaba dejando a Pablo en compañía de ese lobo disfrazado de oveja, el cual había encantado al a veces iluso y confiado de Pablo, sin saber lo que podría llegar a ser en realidad.

Lucas, Marcos y yo bajábamos las escaleras, custodiados por dos tipos de seguridad que aparecieron al ver el alboroto, hasta llegar a la puerta del lugar.

Caminamos en silencio hasta la camioneta del colorado, como derrotados de alguna forma, decepcionados, con un sabor amargo en la boca. Necesitaba aire, necesitaba golpear algo, estaba enfurecido. La bronca me exudaba de los poros y la rabia emergía en forma de atroces pensamientos, necesitaba soltarlo. Me apoyé en el capó de la camioneta de Lucas respirando por la boca, a la vez que unas ganas terribles de vomitar me abordaron.

Me hice a un lado del vehículo y lancé un poco de todo lo que había tomado, odiaba la sensación, eran muy raras las veces que llegaba al vómito, pero creo que esta vez era por algo más. Seguí lanzando hasta que ya no tenía más para sacar. Escupí y me limpié la boca con el puño de la camisa, recosté mi cabeza en mis brazos apoyados nuevamente en la camioneta, dando un golpe de puño al capó. Apretaba mis dientes y sentía el calor de unas lágrimas descendiendo por mi rostro, para luego sentir las manos de mis amigos en mis hombros y en la espalda.

-Ya está, déjalo… esto va a pasar, vas a ver…- me animaba Lucas.

-Él está confundido, yo lo pude ver y sentir, está pasando por algo y tenemos que apoyarlo.- decía Marcos sobándome la espalda.

-Pero porqué hace esto? Qué mierda le hicimos nosotros? Yo daría la puta vida por ustedes! No lo entiendo… no lo entiendo… - lloraba y la voz se me cortaba, sentía una bronca e impotencia, nunca antes vividas.

-Esto va a pasar…- decía Lucas con cierta decepción en su mirada.

-Es cuestión de ver cómo sigue esto…- dijo Marcos alejándose un poco, mientras pateaba una lata vacía de cerveza.

-Ya está… qué más podemos hacer?- dije, incorporándome y secando mis lagrimas.

-Esperar…- dijeron ambos, mirándose entre ellos.

PABLO:

No esperaba que las cosas se hayan dado de la forma que pasó, esperaba que ellos, sobretodo Maximiliano entendiera, pero al parecer siempre será el motivo de mi incertidumbre.

Al llegar hasta el VIP, descartaba la opción de que pudiéramos pasar, pero de repente apareció Ezequiel en la puerta y tras hablar con el guardia, entré junto a él y Karina a este apartado, el cual desbordaba de toda clase de excesos.

Nos sentamos en unos sofás blancos y tras las presentaciones de rigor con los amigos y amigas de Ezequiel, me quedé a su lado. En un momento pude ver que Karina se saludó con todos, especialmente con Ezequiel, el cual le regalaba una sonrisa amplia, y tras guiñarle un ojo, ella desapareció. Se la seguía viendo igual de lúcida que en un principio, y no volví a verla otra vez.

Me extrañó, ya que por un momento creí que Ezequiel y ella se conocían, pero descarté la idea al recordar que ella y las otras tres chicas supuestamente no eran de la ciudad.

Durante toda la noche, unos camareros ligeramente vestidos, me ofrecieron tragos, los cuales rechacé amablemente, ya que en mi estado no me cabía ni una gota de nada, así que para no dar otro espectáculo, preferí mantener la boca cerrada.

-Me alegra que por fin estés acá conmigo…- dijo Ezequiel acercándose a mi cuello, aspirando mi olor.

-Fue de casualidad…- dije yo sintiéndome un poco cohibido al estar tan cerca de Ezequiel y de su grupo de amigos.

-Si yo te dije que iba a estar aquí, esperándote por si llegabas a cambiar de parecer…- dijo, poniendo su mano en mi rodilla, yo intentaba mirarlo a los ojos, pero instintivamente observaba a mi alrededor, esperando que los amigos de Ezequiel no se dieran cuenta.

-No te preocupes por ellos, que saben de lo mío…- dijo acercándose hasta mis labios, besándome en la comisura.

-No nos van a decir nada, así que relájate…- y volvió a besarme, esta vez en toda regla. Yo correspondía tímidamente, ya que me sentía incomodo de estar rodeado de tantas personas, besándome con un chico en un lugar público.

-Estas tenso, mi amor…- dijo apretando su mano en mi cintura –Esto te va a ayudar…- dijo pasándome una copa de lo que parecía champagne.

-No… de verdad, ya no quiero más… después…- dije colocando la copa en la mesa.

-Estás fatal amor… cómo pudiste terminar así?- dijo Ezequiel mientras recorría con sus labios mi cuello.

-No… no pude evitarlo, no sé controlarme…- decía yo entre suspiros.

-Wow… así que tenés un problema de autocontrol ?- decía mientras me acercaba más a su cuerpo. Los amigos de Ezequiel se levantaron y dirigieron a bailar en una pista iluminada en medio del VIP, junto a otras personas, dejándonos solos.

-Un poco… bah… no sé- decía yo, dejándome llevar por la electricidad de sus dedos en mi cuerpo.

-Dónde estaban tus amiguitos, que dejaron que termines en este estado?- decía con voz seductora, mientras metía su mano caliente bajo mi camisa.

-No… no sé.- dije, pensando en las palabras de Ezequiel. Dónde estaban?

En ese momento escuché que en la entrada del VIP, me llamaban por mi nombre, Ezequiel y yo nos levantamos y nos dirigimos hasta la puerta, seguidos de varias personas.

Allí en la puerta estaban Marcos, Lucas y Maxi, forcejeando con el guardia del lugar, hasta que intervino Ezequiel.

Tras hablar un poco, Maxi estaba empeñado en que me fuera con ellos, pero las palabras de Ezequiel aún resonaban en mi aturdida cabeza.

-Dónde estaban tus amiguitos?...-

Le dije a Maximiliano que me quedaría, y esperaba que lo entendiera, pero fue al contrario de lo que pensaba, ya que mostró una rara insistencia, por lo que tuve que ponerme firme en mi decisión. Me iba a quedar.

Mientras miraba cómo se iban, Ezequiel al parecer dijo o hizo algo que molestó a Maximiliano, ya que horrorizado veía cómo este agarraba del cuello de la camisa a Ezequiel, con rabia en los ojos. Todo fue como un remolino, varias personas cercanas a Eze, me agarraron y me metieron adentro, mientras veía como Ezequiel y Maximiliano eran separados y contenidos por personas de ambos bandos. Estaba paralizado, sin saber qué hacer o decir, miraba como un espectador lo que sucedía, estaba aturdido, lo último que vi, fue entrar a Ezequiel, seguido de los suyos, mientras que Marcos, Maxi y Lucas eran acompañados por dos tipos de seguridad a las escaleras.

-Mi amor… estás bien?- Escuche la voz de Ezequiel hablándome suavemente, mientras me acariciaba una mejilla.

-S-si… creo…- dije recobrando la conciencia, aún estaba adormecido por el alcohol, y todo me daba vueltas. Creí que la pelea que tuvieron Ezequiel y Maximiliano fue producto de mi borrachera, pero al ver el cuello maltrecho de la camisa de Ezequiel, me di cuenta de que sí pasó en realidad.

-Qué pasó con los chicos?- pregunté.

-Se fueron… o los sacaron, no sé…- dijo restándole importancia al asunto .-Lo que me importa es que vos estas bien y estás conmigo…- dijo besándome en los labios, correspondí de igual forma, pero en mi interior tenía unas ganas terribles de llorar.

-Querés agua o algo para tomar?- me preguntó.

-Si… agua está bien- dije, y vi como se levantó hasta la barra, trayéndome una botellita de agua mineral, le di un sorbo que me supo a gloria y luego otros tantos, pero inmediatamente me dieron unas ganas de vomitar otra vez.

-Do-donde hay un baño?!?- pregunté con urgencia.

-Vení, vamos!- dijo Ezequiel, tomándome de un brazo y llevándome rápidamente hasta el final del salón, hasta llegar a unos bien decorados baños.

Entramos a un cubículo, que extrañamente olía  bastante limpio, en el que me arrodillé y largué todo lo que mi organismo me demandaba soltar.

Ezequiel me acariciaba la espalda y movía los cabellos que se me iban a la cara y la frente.

-Mirá como quedaste… mirá como te dejaron.- decía con voz suave.

Vomité todo lo que tenía, me incorporé con la ayuda de Eze y me fui hasta los lavabos para lavarme la cara, enjuagué mi boca con un poco de agua y lo miré con mucha vergüenza.

-Perdón…- fue lo único que me salió decirle, estaba realmente apenado porque me viera en esas condiciones.

-No importa mi vida, ya estas mejor… vamos- dijo, llevándome nuevamente hasta los sillones. Alrededor nuestro, la fiesta estaba en su apogeo, los cuerpos sudados bailaban y se movían muy cerca y el calor subía como un vapor embriagador. Ezequiel se dedicaba a besarme con desesperación, pinchándome con su barbita de varios días, devorándome el cuello y la boca, metiendo sus manos por debajo de mi ropa. Yo intentaba seguirle el ritmo, pero no podía, tocaba su torso definido y el camino de vellos que se perdía en su pubis, saboreaba el resabio salado y dulce de su cuello con mi lengua y labios, lo cual hacía que empezara a soltar gemidos y resoplidos.

Mi verga respondía a los estímulos poniéndose a tope, y creo que la de él también, ya que sentía su dureza a través de sus jeans, presionando mi muslo.

En un momento nos separamos para vernos a los ojos, y con una bella sonrisa me volvió a repetir que me amaba y que le encantaba estar así conmigo.

De su bolsillo sacó una especie de pomo plástico de color negro y lo llevó a su nariz, para aspirar rápida y profundamente de él, luego abrió los ojos como platos y me miró con una gran sonrisa.

-Y eso?- pregunté sin saber qué era eso.

-Es un estimulante, no te preocupes, para estas ocasiones…- dijo y se lanzó a devorar mi cuello. Frotaba con sus manos mi entrepierna y las llevaba incluso más allá, llegando hasta la raya que separaba mis nalgas, como queriendo penetrar esa zona a través de la tela, las caricias, algo fuertes, me estaban excitando, pero no podía seguirle el ritmo, la borrachera no se iba y estaba sintiendo mucho sueño.

Ezequiel parece que se dio cuenta, ya que mermó la intensidad de sus caricias, para dedicarse sólo a besarme y hablarme para que no me quedara dormido.

-Te estás durmiendo bebé… no es para menos. Tomaste alcohol como un vikingo…- dijo, su comentario me dio gracia.

-S-si… no doy más… quisiera estar como vos, para no dejar de besarte nunca.- decía yo arrastrando las palabras.

Entonces Ezequiel se levantó, y me tomó de un brazo, ayudándome a levantarme, caminamos a través de la pista sin yo saber bien a dónde nos dirigíamos. Entonces se detuvo en frente de uno de los chicos que estaban con él en un principio, el cual estaba vestido con una camiseta de tirantes blanca y de marca, con un pantalón a tono, llevaba gafas de pasta de color violeta y el cabello corto y en punta, teñido todo de color violeta oscuro.

Ezequiel le hizo una seña y luego le hablo al oído, el chico me miró con una cara de incredulidad y luego sonrió. Ezequiel me seguía sosteniendo de la mano y junto con ese chico, volvimos a entrar al baño. Yo no sabía que es lo que pasaba ni qué es lo que Ezequiel tendría en mente, pero no dije nada al respecto.

El tipo de las gafas se ocupó de cerrar la puerta y limpiar con muchas toallas de papel, una esquina de la mesada de mármol negro en la que descansaban los lavabos. Una vez limpia y seca esa superficie, extrajo de su bolsillo, una bolsita con un polvo blanco en su interior.

Lo reconocí al instante y por un momento sentí cierto pánico. Miré a Ezequiel y él debió haber leído en mi rostro mi preocupación, pero suavizó su rostro, besándome y diciendo que estaba todo bien, y que no pasaría nada.

El chico sacó una ínfima porción de polvillo y la extendió en el mármol, lo alisó con una tarjeta plástica, dándole forma y fraccionándolo, dejando tres rayas finas, como de cuatro centímetros.

Luego sacó un billete de cinco pesos y lo enrolló, dejándolo en forma de tubo muy fino. Nos miró y nos sonrió, para luego llevarse el billete a la nariz y aspirar rápidamente una de las tres líneas. Mientras lo hacía, miré nuevamente a Ezequiel, el cual miraba sin más cómo aquel chico lo hacía.

-Esto te corta la borrachera, te deja como si no hubieses tomado alcohol en toda la noche…- dijo Ezequiel sin mirarme, viendo como aquel chico acababa la línea, incorporándose y limpiándose la nariz.

-Pero… yo estoy bien…- dije un poco asustado, ya que nunca había tenido un encuentro tan frontal con las drogas.

-Mírame… así es como se hace, pero no te preocupes que esta dosis es muy inofensiva como para que te pase algo, sólo hará que se te pase la borrachera.- dijo mirándome a los ojos, tomándome con ambas manos el rostro, yo lo miraba preocupado. Luego tomó el billete y se acercó hasta el mármol, colocando el tubito al principio de la línea blanca. Yo lo miraba con angustia, ya que estaba sucediendo todo tan rápido, que temía por él.

Entonces aspiró como lo había hecho el chico, el cual ahora sonreía y se veía más vigoroso que en un principio, alentando a Ezequiel, el cual ya terminaba de aspirar todo el polvillo.

Ezequiel se incorporó, se limpió la nariz y se acercó hasta mí. Me abrazó y me besó con voracidad, con deseo y lujuria contenida, me agarró de los hombros y me estampó en la pared. El otro chico sólo observaba y sonreía. Ezequiel comenzó a frotar su bulto contra el mío, para luego voltearme, dejándome de espaldas hacia él. Restregaba su verga dura por mi culo, yo sólo suspiraba, ya que no me agradaba mucho la idea de estar con espectadores, a lo que Ezequiel parece haber entendido, por lo que con un gesto de cabeza, hizo que el chico saliera rápidamente del baño, cerrando tras de sí la puerta.

Me colocó nuevamente frente a frente, para comenzar a devorarnos las bocas, pero luego se detuvo. Levanto su mano, dejando a la altura de mi rostro el tubito hecho con el billete, yo miré al tubo y luego a él, quien no despegaba sus ojos pardos de mí.

-Tranquilo, no te va a pasar nada, sólo te vas a sentir mejor, confía en mí, vas a ver…- dijo, mientras comenzaba a besar mi cuello, punto débil por excelencia, comenzando mis piernas a temblar.

Un montón de cosas difusas pasaban por mi cabeza, todas con y sin sentido, cosas del hoy y del ayer, cosas que se remontaban al futuro también, un sinfín de cosas que me estaban carcomiendo la cabeza.

Pero al final, tomé el tubo, algo tembloroso, y me dirigí ante la atenta mirada de Ezequiel hacia el mármol negro donde descansaba la última línea blanca. La miré y tragué saliva, intentando no pensar, confiando en las palabras de mi novio, el cual me observaba cruzado de brazos, con los ojos en mí y una sonrisa en sus labios.

-Te amo…- dije antes de ponerme el tubo en la nariz, tapando el otro orificio nasal, aspirando profundamente, recorriendo el largo de la línea, la cual desaparecía por la fuerza de la aspiración, perdiéndose en mi interior, llegando hasta mi cerebro, el cual sentía un extraño dolor soportable, que luego daba paso a una desconexión total y momentánea con las ideas.

Todo pasaba en cámara ultra lenta, Ezequiel se acercó hasta mí, mientras me incorporaba algo aturdido, pero recuperando de a poco todos los sentidos que anteriormente habían estado adormecidos por el alcohol. Me sentía más lívido, más consiente, más fresco y con mayor captación de las cosas. No veía elefantes rosas ni colores estrambóticos, no… estaba como si nunca hubiera tomado alcohol esa noche.

MARCOS:

-No podés manejar en ese estado Lucas, nos vas a matar a todos…- le dije al colorado, el cual insistía en manejar y llevarnos a Maxi y a mi hasta nuestras casas.

-Estoy bieeennn… qué sabes vos?- decía Lucas en un deplorable estado.

-Hola? Jess? Dónde estás?- decía Maxi, quien ya se había calmado y estaba sentado en la vereda, hablando con su novia al parecer .-Yo estoy en el centro... vos dond- hola? Me escuchas?- insistía mi amigo.

-A lo mejor también salió…- le dije yo, sentándome a su lado.

-Jessica, me escuchas? Donde estas?!? Hey! Como que no podés hablar?! HOLA!- tras un silencio, Maxi colgó. Su cara denotaba una impotencia por dos y no era para menos.

Pablo nos sorprendió a todos con su actitud de hoy, pero lejos de sentirme decepcionado o enojado con él, siento que tengo que averiguar con mas urgencia qué es lo que está pasando con él, ya que nada cierra con nada en esto que está pasando entre los cuatro y Ezequiel, el cual esta noche volvió a ser el gran protagonista de nuestro encontronazo. Lo que me preocupaba ahora es cómo es que Maxi iba a reaccionar ante él y Pablo cuando volvamos a vernos allá en el Club, porque ésta, Maxi  seguro que no se la olvida

-Son las 05:30- dije viendo la hora en mi celular. –Vos Lucas olvídate que vas a manejar así, te vas a matar, y vos Maxi, cambiá la cara y llama un taxi, que ya es hora de irse…- de dije encendiendo el último cigarro que me quedaba.

Los tres nos sentamos uno al lado del otro en la vereda, mirando a la nada, asimilando la noche con variedad que tuvimos, esperando el volver a vernos, seguramente.

-Convidame…- dijo por fin Maxi, saliendo de su mutismo, dándole una profunda calada al cigarrillo, cosa rara en él, quien siempre me echaba en cara lo de fumar

-Y a mi…- dijo el colorado, el cual también fumaba lo que quedaba del cigarro.

-Vamos, que ahí viene un taxi… - les dije, ayudándolos a pararse- aun no se recuperaban de la borrachera y les costaba mantenerse en pie.

Nos subimos los tres al taxi, dejando la camioneta en una zona segura del lugar, para ir a buscarla al otro día (siempre y cuando, algún comedido no llame a una grúa), y le indiqué la dirección de la casa de Maxi, quien es el que estaba más cerca.

Al llegar a su casa, lo ayudé a bajarse y a entrar, el taxista nos esperó, Lucas roncaba y babeaba en el asiento de atrás. Una vez adentro, me despedí de Maxi, y partimos en dirección a la casa de Lucas.

Al llegar, lo desperté; él a tientas me dio las llaves de su casa, abrí la puerta y me aseguré de que entrara, por suerte su hermana andaba despierta a esas horas, por lo que le pude encargar que se ocupara de él. Luego de recibir un comentario sarcástico de la niña dark, salí de su casa, pero no en dirección a la mía, sino que me fui hasta el centro, a una plaza. Ya eran las 06:20, y a lo lejos se veía que el alba despuntaba. Los trinos de los pájaros terminaron por despertarme y me acerqué a un puesto de diarios a comprar cigarrillos.

Me quedé sentado en un banco de la plaza, con la borrachera desvaneciéndose de a poco, pero con los recuerdos claros en mi mente, recuerdos que me sabían más amargos que el humo del cigarrillo y que me hacían doler en el interior. Ver así a Maxi, llorando, me hizo dar cuenta del gran sentido de la amistad que tiene y los valores con los que se maneja, pero también me resultaba imposible el culpar a Pablo de todo, ya que seguramente tenía sus razones, aunque el que no nos las diga, y se empeñe en ocultarlas, eso es lo único que se podría condenar, ya que no le veo la necesidad de tener que hacerlo.

Me levanté del banco y caminé un par de cuadras, ya eran como las 07:00am y varios negocios comenzaban a abrir sus puertas, entre ellos un bar, el cual me atrajo por su irresistible aroma a café recién hecho. Al entrar, me dirigí hasta la barra y le dije señor que se encontraba allí que me sirviera un café cargado.

El viejo tomó mi orden y me fui a esperarlo en una mesa que estaba al lado de un ventanal que daba hacia la calle. Me dolía un poco la cabeza, era la resaca que empezaba a manifestarse.

Tras unos minutos, un chico, al cual no me detuve en observar, ya que me sujetaba la cabeza con ambas manos, me dejó en la mesa el café y además un sándwich tostado de jamón y queso. Al verlo, le dije que no había pedido ningún sándwich.

-Creo que lo vas a necesitar… Parece que fue heavy la borrachera que te alzaste, no Marcos?- dijo el joven, su voz me era muy familiar y al levantar la vista, vi que se trataba de Enzo.

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espero no se hayan cansado de leer, me quedó larguito jeje XD No se olviden de comentar y valorar, que de eso depende nuestro salario (?) jajaja mentira. Saludos!!