IRIS, la VECINITA CACHONDA 2ª (Iris & Raquel)

Después de la delirante mañana que ha pasado junto a Silvia, Alex y Noelia, (las tres cerditas) Mateo regresa a su edificio pensando en su joven vecina. La hija de Ernesto está con una amiga, en la piscina. Para sorpresa de Mat, se trata de Raquel: la moza que conoció en la bolera hace una semana.

No soy un amante de la comida rápida, pero, ¿qué quieres que te diga?

La orgia del lago me ha despertado el apetito.

No, en serio: !ya son las tres!

Después de zamparme un par de menús, en el burguer, regreso paseando a mi casa. No puedo dejar de pensar en lo que ha ocurrido en nuestra fervorosa estancia en el parque Lázaro. Noelia, Silvia, Alexandra… Creo que estas nenas cachondas han marcado un hito insuperable en mi pobre historial sexual. Puede que, de ahora en adelante, no me sienta tan culpable cuando piense en la eterna deuda que arrastraba con mi miembro viril.

¿Te cuento una anécdota graciosa relacionada con mi polla? Me la estaba enjabonando bien, solo, en los servicios del Burguer, cuando ha entrado un cliente de improvisto y me ha sorprendido con las manos en la masa. Menudo careto a puesto. Le digo: "lo siento" casi murmurando, y va y, sin mediar palabra, entra en uno de los compartimentos privados donde están los inodoros.

Soy un tipo muy pulcro y, aunque me la he frotado bien en el lago, necesitaba rematar mi limpieza con un proceso jabonoso. No es que me de asco el culo de Silvia, que va; ya sabes tú que no, pero, aun así… Supongo que es algo más bien psicológico.

En cuanto meto la llave en la cerradura de la puerta de mi edificio, Iris vuelve a aparecer en mi mente. Ayer no la vi en todo el día. De hecho, no he pensado demasiado en ella desde que me crucé con las tres cerditas. Tengo una sensación extraña ante esta realidad, pues está claro que tenemos un asunto pendiente; y no es un tema menor, que digamos.

Mientras subo en el ascensor, me miro en el espejo y me veo algo diferente. Realmente me siento pletórico. Da igual lo que haga durante toda la tarde. Ya te digo ahora que esta jornada se coronará como el mejor día del verano.

!Vaya! Ya se ha vuelto a parar el ascensor. Pensaba que ya lo habían venido a reparar. Suele pasar, a veces. No es grave, pero, cuando tienes prisa es molesto. Suerte que soy el paradigma de la filosofía Slow. Ernesto, en cambio, creo que ya se ha acostumbrado a subir por las escaleras para no quedarse preso.

Será mejor que no toque nada. A ver si pulsando los botones todavía estresaré más el sistema y tardará más en funcionar.

Resulta que, cuando hay un fallo, se cuelga y se reinicia un protocolo informático que tarda unos minutos en arrancar. No me preguntes más; son cosas que escapan a mi conocimiento.

Durante mi serena espera, escucho la voz efusiva de mi adorable vecinita de arriba. No está sola. Otra voz femenina, igual de juguetona que la suya, discute con ella sobre la disfuncionalidad del ascensor y la necesidad de bajar a pie:

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-Puede que lo esté usando alguien, ¿no? Espera un poco, Iris-

-Que se ha colgado, Raquel. Siempre pasa. No hace falta que esperes. !Vamos!-

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!Jah! ¿Te imaginas que esta Raquel fuera la misma que conocí en la Bolera, hace unas semanas? Bueno… Podrían tener la misma edad y, aunque Fuerte Castillo es grande, a ella la encontré cerca de aquí. Aunque… … no. "Raquel" es un nombre muy común. Si fuera "Briseida" o "Calitxo"…

Ya no escucho la voz de Iris. Sus palabras se han perdido en la lejanía mientras hablaba de toallas, protector solar, bikinis… No hay duda de que se dirige a la piscina junto a su amiga.

Sí que tarda, ¿no? El ascensor no da señales de vida. A ver si voy a quedarme atrapado aquí durante horas. No puedo evitar sonreír en cuanto vuelvo a mirarme en el espejo. Parece que nada pueda afectarme ya en el día de hoy. De todos modos, tengo ganas de ver a Iris. Podría bajar a la piscina ahora que sé que ella estará ahí. ¿Qué mejor manera de encontrarme con ella? No tengo su número y, si subo a su piso, luego, es muy probable que sea Ernesto quien me abra la puerta.

!Ahora! Ya está arrancando de nuevo. Vaya avería más tonta. Creo que es mejor que baje por las escaleras, no sea que vuelva a quedarme atrapado de nuevo.

La campanilla de la puerta del ascensor, al abrirse, adquiere las funciones de un pistoletazo de salida. No es que tenga prisa, pero resulta más urgente salir de este cubículo metalizado cuando llevas un buen rato atrapado en él; parece más urgente emprender mi camino cuando sé que, abajo, me espera una preciosa adolescente a quien, tarde o temprano, me voy a tirar.

Una vez deshecho el camino previamente recorrido, con mi ascenso vertical, bajo un piso más para acceder a la parte trasera del edificio, donde se encuentra una piscina comunitaria que no suelo frecuentar.

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YO:    !Iris!

IRIS:  !Hola, Mat!

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Ya sentada sobre el césped que rodea la piscina, y cerca de una de las palmeras del jardín, mi vecina me saluda alegremente mientras me acerco a ella con fingidos andares despreocupados.

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IRIS:  Siéntate en la toalla de Raquel, ella se pasa el día dentro del agua.

YO:    Vale… … Oye, ¿estuviste por aquí ayer? No te vi ni te escuché.

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Tras saludar a la chica morena que nada en la piscina, a pocos metros, me centro en la rubia al tiempo que me siento en una colorida toalla de los osos amorosos.

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IRIS:  ¿Es que me andabas buscando?

YO:    Mm… … No, pero eres tan escandalosa que se te echa de menos cuando no estás.

IRIS:  Aaaah… … Mentiroso. Confiesa que intentaste encontrarme.

YO:    Bueno, sí, ¿y qué?… … Ni siquiera me diste tu número el sábado.

IRIS:  Qué locura lo de esa noche, ¿no? De poco nos pilla mi padre, ¿te imaginas?

YO:    Ahora está trabajando, ¿no?

IRIS:  ¿Y?

YO:    Podríamos aprovechar mientras no está.

IRIS:  Estoy con mi amiga Raquel, a la que no veía desde que éramos pequeñas.

YO:    ¿Desde el año pasado?

IRIS:  Ja… … Ja… … Jah.

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La pausada pronuncia de la niña se mofa, desdeñosamente, de una broma que no ha tenido gracia alguna.

Espera, espera. Raquel me está mirando con cierta insistencia. Ahora que se baña más cerca de nosotros, me inundan las dudas. Es cierto que solo veo su cabeza rotando sobre estas aguas cloradas, y que lleva el pelo mojado, eclipsando parte de su rostro, pero: ¿seguro que no se trata de…?

Como si quisiera responder a mi pregunta, la chica nada hasta las escaleras metálicas más cercanas a nosotros y, después de peinarse el pelo hacia atrás, emerge con reluciente esplendor.

¿Te lo puedes creer? !Es ella! !Es Raquel! !Mi-Raquel!

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-Hola… … Raquel-   le digo al tiempo que le cedo su toalla.

-Hola-   contesta con un tono notablemente tímido mientras se tumba al lado de Iris.

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Mi pulso se ha intensificado de mala manera. Cada uno de mis agresivos latidos parece querer acabar con mi integridad física. Me da a mí que Iris se ha percatado de algo.

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IRIS:         ¿Qué pasa? ¿Te gusta mi amiga, Mat?

RAQUEL:  !Tía!

YO:           … … Claro, claro que me gusta. ¿Cómo no?

IRIS:         Pues no la mires tanto, que se gasta.

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Percibo cierta hostilidad de la boca de mi vecina, pero no sé hasta qué punto se trata de otra de sus pícaras vaciladas.

Sentado sobre el césped, al lado de Raquel, noto como Iris intenta maniatar mi mirada mediante una censura creciente. A pesar de ello, consigo captar las sutiles consignas furtivas de su amiga, quien, bocabajo, esgrime una leve negación con la cabeza, casi imperceptible, fijando sus ojos en los míos.

No quiere que lo cuente. Iris no lo sabe y no tiene que saberlo. Tengo que actuar con normalidad; como si no hubiera visto nunca a esta nena caliente que yace mojada a mi lado.

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YO:    Así que… … ¿sois amigas de la infancia?

IRIS:  Sí… … Íbamos juntas a clase. ¿Por qué?

YO:    A, no; por nada.

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Iris sigue incómoda con mi actitud. ¿Tú crees que está celosa? Quizás lo estaría si supiera lo que pasó; o si supiera lo que he estado haciendo esta mañana.

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YO:    A lo mejor prefieres que me vaya y os deje hablar de vuestras cosas.

IRIS:  Haz lo que quieras.

YO:    Lo digo porque, si hace tanto que no habláis, igual queréis poneros al día.

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Sin proponérmelo, acabo de soltar una indirecta muy incisiva que solo Raquel, discretamente callada, podría interpretar.

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IRIS:  Estuve con ella ayer, y anteayer. Cuando te dicho que hacía mucho que no la veía hablaba a grandes rasgos; me refería a que quiero aprovechar el tiempo que tenemos antes de volver a desaparecer durante años.

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El móvil de Iris empieza a sonar, interfiriendo en el confuso ambiente que se estaba estableciendo entre nosotros.

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  • ¿Sí?

  • No, tía. Te dije que no se lo dije. ¿Es que no me crees?

  • Yo que sé. Se lo habrá dicho alguien. La zorra de tu amiga pelirroja.

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Iris se ha levantado, y anda hacia el edificio en un eficaz intento de buscar intimidad para su turbulenta charla.

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YO:           ¿Es que no vas a contárselo?

RAQUEL:  Claro que no. No se lo he contado a nadie, ¿vale?

YO:           Pensaba que las buenas amigas os lo contabais todo.

RAQUEL:  ¿Tú sabes que soy virgen?

YO:           ¿En serio? No lo pareces. ¿E Ingrid?

RAQUEL:  Ingrid también lo es. ¿No ves que somos muy pekes?

YO:           ¿También es amiga de Iris ella?

RAQUEL:  No. Con ella nos hicimos amigas cuando Iris ya se había marchado.

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Menuda racha llevo: Ingrid, Raquel, Iris, Noelia, Silvia, Alex… ¿Es que de pronto he adquirido el magnetismo sexual que he echado en falta toda mi vida? ¿No te parece mucha coincidencia?

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YO:           Ahora tienes las nalgas más morenas.

RAQUEL:  No me mires el culo, ¿quieres?

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A lo lejos, Iris nos observa con desconfianza, sin dejar de parlotear aceleradamente con su amiga. Su bikini gris de hoy no es tan atrevido como el amarillo del otro día, pero eso no le quita una pizca de encanto a su corta estatura de tapón adolescente.

Raquel, en cambio, lleva un bañador más colorido que apenas supera la categoría de tanga en su parte inferior. Sus infartantes nalgas quedan totalmente expuestas, sacudiendo mis ventrículos coronarios como si no hubiera un mañana.

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YO:           Me la has vuelto a poner dura como una piedra.

RAQUEL:  Yo no he hecho nada. Eres tú que eres un salido.

YO:           Culpable.

RAQUEL:  Deberías ir a una clínica y recibir tratamiento.

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La chica, con ambos codos apoyados sobre su toalla, consulta su móvil como si en el pudiera encontrar algo más interesante que nuestra animada conversación. Parece como si me estuviera autorizando para babear, impunemente, sobre su culo.

Sus pies alzados, de puntillas, se balancean distraídamente ejecutando una sugerente coreografía inconsciente mientras algunas de las gotas de su piel mojada siguen derramándose hacia el naif estampado algodonado de la tela que la protege de las inclemencias del suelo.

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RAQUEL:  ¿Era Estefi?

IRIS:         Sí… … La muy tonta se pensaba que me había chivado de lo de Tomás.

RAQUEL:  Si supiera cerrar la boca cuando se emborracha no le pasarían estas cosas.

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Sintiéndome ignorado, me quito la camiseta para ser más receptivo a los rayos solares. Las dos niñas fijan su vista en mí. No creí que mi maniobra pudiera llamar tanto la atención.

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IRIS:  ¿No te bañas, Mat?

YO:    Tengo el bañador arriba.

IRIS:  Pues sube a buscarlo.

YO:    Puede que sea una buena idea.

IRIS:  Al final, pagaste la cuota, ¿no? La del mantenimiento de la piscina.

YO:    Pues sí. La pagué a regañadientes.

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Nadie más nos acompaña en este radiante lunes de finales de junio. Tenemos la piscina toda para nosotros, puesto que los demás vecinos con ganas de remojarse prefieren ir a la playa.

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RAQUEL:  Joh. No me queda batería casi.

IRIS:         La otra ya estará cargada, ¿no?

RAQUEL:  Sí, pero me da palo subir ahora. Si sigue colgado el ascensor…

IRIS:         Son tres pisos. No seas vaga.

YO:           El ascensor ya funciona. Lo he usado justo antes de encontrarnos.

IRIS:         Que vaya Mat a buscarte la batería.

RAQUEL:  Da igual. Es que… … quiero cambiarme el bikini. Aquí hay mucho mirón suelto.

YO:           ¿En serio? ¿En serio me lo estás diciendo?

IRIS:         No lo dice solo por ti. Antes estaba el señor Alberto y… … tela.

RAQUEL:  Menudo baboso ese viejuno. Seguro que ahora está con los prismáticos.

IRIS:         Es que tú también… … No puedes quejarte con este modelito que me llevas.

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!Gracias! Menos mal que no soy el único que lo piensa. Empezaba a creer que Raquel tenía razón y que yo necesitaba recibir un tratamiento de shock ingresado en un psiquiátrico.

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YO:           Bueno, pues entonces… … Voy a por el bañador… … ¿Subes conmigo, Raquel?

RAQUEL:  Emmm… … No sé.

YO:           Puedo defenderte si te encuentras con otro vecino baboso.

RAQUEL:  ¿Más baboso que tú?

YO:           Wenoh… Como quieras… … Luego no llores si alguien se te pone impertinente.

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Me levanto con aires ofendidos y me encamino hacia el edificio con premura. He tenido suerte de que Iris no me mirara, pues se hubiera percatado del notorio bulto que deforma mis pantalones; no veas. En cuanto ya estoy pisando las baldosas de piedra, al pie del edificio, oigo que Iris me llama la atención:

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-!Mat!-   me grita sin levantarse de su toalla   -!Espe r a!-

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Me volteo y me encuentro con Raquel ya muy cerca de mí. Todavía no sé cómo interpretar el confuso trato que me dedica.

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YO:           Al final… … puede que no te caiga tan mal, ¿no?

RAQUEL:  Nunca he dicho que me caigas mal. Solo me faltaría eso.

YO:           Entonces… … ¿Te gustó lo que ocurrió ese día, en la bolera?

RAQUEL:  Apuesto a que a ti te gustó más.

YO:           Te corriste. No digas que no. Noté cómo te estremecías.

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La expresión de la niña se escandaliza mientras ojea su alrededor con gran urgencia.

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-Sh h hhhhh; ¿quieres bajar la voz?-   me pregunta indignada.

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Ya estamos dentro del edificio, pero nos hemos detenido un momento para tratar este asunto tan delicado.

Yo sigo descamisado y ella se ha limitado a calzarse unas chanclas que son poco más que unas delgadas suelas negras.

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RAQUEL:  Me da mucha vergüenza lo que ocurrió. Imagino la impresión que te quedó de nosotras; sobre todo de Ingrid. Se le fue la olla.

YO:           No será peor que la impresión que os quedó de mí. ¿Cuál es la diferencia?

RAQUEL:  Lo sabes perfectamente: tú eres un tío.

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Los argumentos de esta chica me recuerdan mi discusión mañanera sobre las desigualdades de género, con Noelia, Silvia y Alexandra, que les ha suscitado el apodo de "las tres cerditas"; solo que ellas se referían a la opinión pública y Raquel está aludiendo a las consideraciones de quienes fuimos protagonistas.

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YO:           No seas tonta, Raquel.

RAQUEL:  No soy tonta, ¿vale?

YO:           No tiene que importarte lo que opine yo o lo que piensen los demás.

RAQUEL:  Sí, claro. Eso es fácil de decir para ti.

YO:           ¿Te arrepientes? Dime: ¿te arrepientes de ese gustazo que nos dimos?

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La seriedad de la muchacha se quiebra, al fin, con una sonrisa algo vergonzosa. Está claro que no lamenta lo que ocurrió. Sin embargo, siente la necesidad de cambiar de tema.

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RAQUEL:  De verdad: creo que alguien me espiaba desde el primer piso.

YO:           Podría ser. No me extrañaría. Yo mismo no podría despegarme del cristal.

RAQUEL:  ¿En serio? ¿Cómo es posible? Ni que fuera desnuda.

YO:           En el primero vive don Alberto, así que…

RAQUEL:  !No me jodas!

YO:           Seguro que se estaba matando a pajas a tu costa; como un mandril.

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Con esta nueva temática esquizofrénica, hemos reemprendido el paso para alcanzar la puerta del ascensor.

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YO:           No es solo por tu bikini, Raquel. Estás tremenda, ya lo sabes.

RAQUEL:  ¿Qué dices? ¿De verdad te parezco más guapa que Iris? Ella es muy bonita.

YO:           Mmm… … No estoy seguro de eso. Pero no me estoy refiriendo a… … belleza.

RAQUEL:  ¿Entonces?

YO:           Tienes un culazo, niña. Tan redondo y tan… … grande.

RAQUEL:  Eh, oye: córtate, ¿no? … … La verdad es que… … he engordado un poco.

YO:           Nooh. De eso se trata. Ninguna gorda tendría tu cinturita. ¿Es que no te ves?

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Ya en el interior del compartimento, y tras pulsar el botón luminoso de la segunda y de la tercera planta, insto a mi acompañante a que se mire en el espejo que tenemos enfrente; me obedece, pero no tarda en mirar mi reflejo.

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RAQUEL:  Tú hablas mucho de mí, pero… … tienes un cuerpazo, ¿eh?

YO:           En verano siempre me adelgazo.

RAQUEL:  Espera, !¿estás empalmado?!

YO:           ¿Cómo quieres que no lo esté? Apenas puedo controlarme si estás cerca.

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“Catacro0ok“

Lo sabía. Nunca pensé que una avería pudiera alegrarme tanto. Parece que el destino quiera echar más leña al fuego, pues el ascensor se acaba de calar entre la primera y la segunda planta. Ya he pensado que podría suceder, por eso mismo he preferido tomar el ascensor con Raquel. Qué listo, ¿no?

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RAQUEL:  ¿Pero que…? ¿Es que esto ocurre siempre que alguien lo usa?

YO:           Ven aquí, pequeña.

RAQUEL:  Noo, espera… … ¿Qué haces?

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Esclavo de irreflexivos impulsos pasionales, me he apoderado de ella dándole forma a un indecente abrazo que se focaliza en sus preciadas nalgas expuestas; manoseándolas con entusiasmo. Raquel se resiste, pero sus urgentes susurros no son demasiado categóricos, y el leve empujón que interpone entre nosotros no resulta un verdadero impedimento para mi fogoso arrebato.

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YO:           Cinco minutos, Raquel. Lo menos tarda cinco minutos.

RAQUEL:  ¿Y qué? ¿Qué importa eso?

YO:           Vamos a repetir lo de la bolera. Tú misma admites que te gustó.

RAQUEL:  ¿Es que quieres volver a meterme el dedo en el culo?

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A pesar de tener el cuerpo prácticamente seco, tras unos diez minutos fuera del agua, el pelo de Raquel todavía está mojado, al igual que su bikini, y su suave piel alberga cierto frescor salpicado por las gotas que todavía desprende su melena negra.

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YO:           Quiero meterte algo más.

RAQUEL:  No0o, te digo que soy virgen.

YO:           Seguirás siendo virgen cuando acabemos, no temas.

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Llevaba un buen rato queriendo magrear este glorioso trasero como lo estoy haciendo ahora mismo; deseando comerme a besos a esta niña tan apetitosa. Ansío aprovechar la oportunidad que me brinda esta azarosa coyuntura para follarme a Raquel por el culo, salvajemente y sin contemplaciones.

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-No. No qui e ro que Iris se entere-   dice ella al tiempo que le libero las tetas.

-No se enterará, no s e lo diremos-   acorralándola en la esquina.

-Ya per o … … esto no… … no quiero-   mientras me da la espalda.

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La endeble oposición física de la chica no se corresponde con su molesto discurso de mojigata.

Enfervorizado, no atiendo a razones y sigo persiguiendo mi codiciado objetivo carnal. Tras desabrocharme mis pantalones, libero mi grueso trabuco endurecido con la vil intención de apuñalar el vasto culo adolescente de Raquel, quien, sujeta a la barandilla, ya parece mentalizada para afrontar el ineludible destino que la persigue.

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RAQUEL:  Cuida d o, ¿eh? Ten cuida d o, por fa v or.

YO:           Ya verás, R aquel… … Ya verás que bie n .

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Con las prisas pisándome los talones, le bajo la parte inferior del bikini y encauzo mi polla venosa entre sus nalgas para afrontar una abrupta penetración que promete ser complicada.

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RAQUEL:  Ayayayay… … No… … Espera.

YO:           Poco a poco, pequeña. Con calma.

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Estos pocos minutos son interminables cuando los espero en soledad, pero ahora se auguran insuficientes ante el laborioso cometido anal que tengo entre manos. Mi caballerosidad se difumina en pro de un firme ingreso que apenas empieza a servirse de una lubricación todavía incipiente.

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YO:           Asíi í … … Así i íií… … Sí… … Adentro… … A dentrooo.

RAQUEL:  Ah… … Me dueleeh… … M m mmh… … Uuuuuuh

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Los lloriqueos de Raquel me ponen sobremanera, y me instan a follarla aún con más apremio, forzando mi profunda incursión.

Finalmente, consigo meterle la totalidad de mi miembro enrojecido al tiempo que mi vientre plano aplasta su culazo.

Sujetándola fuertemente por la cintura, empiezo a dotar mi trayectoria fálica de un creciente ritmo redundante que hace gemir a la chica, quien rompe una aconsejable discreción, pues alguien podría estar escuchándonos desde el rellano.

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RAQUEL:  Ooh… … mmmmh… … o0Oh… … mmmh… … mmmmmmh.

YO:           To m aah… … hhh… … tom a aaah… … hhh… … síi í ií… … por f iiin.

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Ya con mi polla oportunamente lubricada, acelero mi obsceno compás apoderándome de sus pálidas tetas turgentes.

No sé si tú tienes la costumbre de hacerlo frente a un espejo, pero para mí es una experiencia completamente nueva. Me resulta algo intimidante, pero esta sensación dista mucho de suponer el más mínimo inconveniente para que siga enculando a esta niña con todas mis fuerzas, haciendo chocar nuestras carnes desnudas de un modo frenético.

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RAQUEL:  Aaah… … hhh… … A a Aaah… … hhh… … M m Mmh… … hhh… … o0oOh…

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En medio de este desenfrenado coito anal, se me escapan algunos pensamientos que hacen alusión a nuestro cubiculado emplazamiento metálico. Como si de un acelerado paso de diapositivas se tratara, recuerdo todos los vecinos con los que he coincidido en él; subiendo y bajando; de día y de noche.

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RAQUEL:  OoOh… … oO0h… … hhh… … Síiíi íh … … O 0OoH… … hhh… … M m mhm…

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!No! El ascensor se ha recuperado y empieza a subir de nuevo. Es demasiado pronto, pero también es demasiado tarde; tarde para detener el urgente folleteo con el que estoy desvirgando el culo de esta entregada jovencita.

La puerta corredera se abre exponiendo nuestro truculento altercado carnal a quien pudiera aparecer por la segunda planta. No obstante, Raquel permanece sometida a mis vehementes empujes traseros y, pese a ojear su entorno llena de temor, no logra detenerme. Afortunadamente, el pasillo está desierto y no hay motivo para desistir de nuestro obsceno trajín.

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RAQUEL:  Parah… Mat… hhh… no ves que… que… … hhh… … ¿Es que… no lo ves?

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A palabras necias, oídos sordos. No puedo detenerme ahora. Necesito correrme en el culo de Raquel como lo he hecho, por la mañana, en el de Silvia.

Me arrimo más a ella y le meto los dedos por delante para terminar de persuadirla. La niña no suelta la barandilla y se contonea de un modo que contradice sus urgentes protestas.

La puerta ha vuelto a cerrarse y nuestro lujurioso escenario vuelve a ascender hacia su segundo destino. Tras unos instantes de extasiante fornicación, la campanilla del ascensor vuelve anunciar una nueva apertura. Esta vez, nuestra disparatada intimidad sí que se ve profanada por la estupefacta mirada de doña Josefina. Te hablé de ella, ¿la recuerdas?

Horrorizada, la viejita se tapa su arrugado rostro mientras Raquel y yo seguimos follando como posesos; sin atenuar nuestros primarios encontronazos carnales, y sin siquiera dejar de gemir, eróticamente, esclavos de nuestro propio gozo.

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RAQUEL:  OoO0Oh… … Síiíií… … hhh… … AaaAh… … MmMmh… … hhh… … oOo0h…

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Puede que mis jadeos no sean tan explícitos; ni siquiera podría describirlos con palabras, puesto que son más propios de un animal que de una persona, pero puedo asegurarte que mi voz también ha conseguido ofender los oídos cristianos de esta venerable anciana como lo hacen los gemidos de la chica, y como lo hacen las sonoras palmas que pronuncian nuestros choques.

Reaccionando al nulo tráfico que la atraviesa, la puerta del ascensor termina cerrándose a modo de telón que finiquita nuestra actuación; pero no se trata del fin: ya ajenos a nuestra única espectadora, seguimos con lo nuestro sin descanso.

A falta de un botón que inhabilite el mecanismo, he pulsado el nueve para disponer de los pocos segundos que me faltan para desbordar mi férreo tercer orgasmo de la jornada. Lo noto llegar a medida que empujo, una y otra vez, insistentemente.

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YO:   To0Oma… … tomah… … hhh… … Síiíií… … me  vengoOh… … Yaaah.

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Raquel no ha requerido de una prórroga, pues, calladita, me ha tomado la delantera y ya se está corriendo.

Finalmente, consigo eyacular, coronando mi último empuje. ¿Qué puedo decirte? No se me ocurren las palabras para que te puedas hacer una idea del deleite que inunda todo mi ser.

No hay posibilidad de relajarse. Por lo visto, se ha solicitado el ascensor desde el octavo piso. Ni siquiera tenemos tiempo para restablecer nuestras respectivas vestimentas antes de que unos nuevos espectadores puedan asistir a nuestra procaz función. Esta vez se trata de un público más familiar; unos turistas ingleses que solo estarán un par de semanas.

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-Sorry-   pronuncio avergonzado accediendo al pasillo, ya vestido.

-Oh, my God-   susurra la madre mientras le tapa los ojos a su hijito.

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El padre me mira con el ceño fruncido; con un desprecio ofendido pintando la expresión de su rostro. No le dedica mejores muecas a Raquel, quien, a mi lado y totalmente ruborizada, no puede levantar la mirada del suelo.

Ambos nos sentimos aliviados en cuanto se cierra la puerta, automáticamente, para aislarnos de la censura de esta formal familia norteña.

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-!Dios!-   se exclama Raquel   -¿Pero qué me pasa?-

-No te preocupes. No los conoces ni tienes porque volverlos a ver-   la tranquilizo.

-!¿Y la abuelita?! ¿Es q ue at i n o t e d a v ergüenza n ada? !Son t us v ecinos!-

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Me encojo de hombros, sonriente, para quitarle hierro al asunto. La verdad es que será un corte volver a cruzarme con doña Josefina. Puede que no vuelva a mirarme con sus amables ojos de abuelita, pero creo que ese es un precio pequeño al lado del polvazo que acabo de protagonizar junto a esta niña.

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RAQUEL:  No se lo digas a Iris, ¿vale? Ni se te o curra.

YO:           No, no. Ni por asomo. Me da a mí que se enfadaría mucho conmigo.

RAQUEL:  ¿Contigo? Y, ¿conmigo?

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Esta vez no vuelvo a coger el ascensor; no sin Raquel. Me he enfundado mi viejo bañador, después de enjabonarme bien la polla de nuevo, y estoy bajando por las escaleras con la intención de pegarme un buen bañito con las chicas.

En cuanto vuelvo a acceder al césped, me encuentro a Iris sola, tomando el sol, pendiente de su inseparable móvil.

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YO:    ¿Dónde está Raquel? ¿Todavía no ha bajado?

IRIS:  Me está escribiendo ahora. Dice que se ha ido.

YO:    ¿En serio? ¿Por qué?

IRIS:  Dímelo tú.

YO:    ¿Yo? ¿A qué viene esto?

IRIS:  Algo le habrás hecho.

YO:    Qué va; si soy un caballero.

IRIS:  Pues será que le has caído muy mal, porque esto… … esto no es normal.

YO:    Pero… … ¿te ha dicho que se va por mi culpa?

IRIS:  No. Dice que le ha salido algo y que ha tenido que marcharse.

YO:    ¿Entonces?

IRIS:  No me fio de ti, Mat. He visto cómo la mirabas y sé lo salido que eres.

YO:    Tiene gracia que seas tú, precisamente, quien me diga esto.

IRIS:  ¿Perdona?

YO:    ¿Quién me pidió que me quedara porque "tenía miedo", el sábado por la noche? ¿A quién se lo olvidó que no llevaba bragas y me enseño el culo? ¿Quién me dijo que me sacara la camiseta? ¿Quién me hizo una foto despelotado? ¿Quién me pidió que le enseñara la polla tiesa?

IRIS:  ¿Quién me suplicó que se la tocara?

YO:    ¿Quién me preguntó si tenía un condón? Es que, de verdad, Iris: parece mentira.

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Ni siquiera yo podía prever una victoria tan aplastante cuando he empezado a recitar, uno a uno, los recientes recuerdos de esa noche delirante. Consciente de su patente derrota, Iris sonríe con la primera mueca que atenúa su confusa hostilidad desde que se ha dado cuenta del interés que su amiga despertaba en mí.

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YO:    Aquí estás, por fin.

IRIS:  ¿Qué?

YO:    Esta es la Iris sonriente que me hizo perder la cabeza la otra noche.

IRIS:  Esa noche no pensaba que preferías follarte a mis amigas antes que a mí.

YO:    !Pero qué disparate! ¿En serio piensas eso?

IRIS:  ¿Ahora me dirás que estoy paranoica? Raquel es muy guapa y tiene un culazo…

YO:    Pero tú eres… … eres una preciosidad; además, te conozco desde pequeña y esto me da mucho morbo; el hecho de que seas mi vecina, la amistad con tu padre…

IRIS:  ¿Entonces? ¿Me prefieres a mí que a cualquier otra?

YO:    Iris, desde el sábado no dejo de pensar en ti, en las ganas que te tengo, ni siquiera se me ha pasado por la mente intimar con ninguna otra chica que no seas tú.

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No me juzgues. Iris se irá pronto y puede que no la vuelva a ver. No le haría ningún bien saber que hoy ya me he follado a cuatro muchachas antes de pretenderla a ella.

Puede que sea porque no la conozco demasiado, pero la sonrisa que esgrime para dar respuesta a mi impostada afirmación me resulta indescifrable, y no tengo la menor idea de hasta qué punto desconfía de mí.

Sin verbalizar réplica alguna, Iris se levanta y se encamina hacia las aguas domésticas de nuestra piscina comunitaria.

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IRIS:  ¿Vienes?

YO:    Sí, claro. ¿Cómo no?

IRIS:  Sientan muy bien estos bañitos en un día tan caluroso.

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No le falta razón. Sin la benévola sombra del sauce llorón que nos cobijaba en la orilla del lago, el sol de este penúltimo lunes de junio me parece más sofocante aún que el del mediodía.

Para no caer en el ridículo amanerado que supondría una sufrida entrada progresiva, me lanzo sin contemplaciones, salpicando a diestro y siniestro.

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-!Aaaah! !Tío!-   protesta Iris   -!¿Qué haces?!-   afectada por mi onda expansiva.

-Perdone usted, señorita-   con tono burlón.

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A diferencia de mí, la chica intentaba eludir el impacto de un chapuzón repentino; de aquí su enfado sobredimensionado.

Pronto me acerco a ella con lascivas intenciones. Entre risitas y cosquillas subacuáticas, no tardo en percatarme de la inquietud que le suscitan las ventanas de la parte trasera del edificio.

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YO:    ¿Qué te pasa?

IRIS:  Creo que nos vigilan.

YO:    ¿Don Alberto otra vez?

IRIS:  Podría ser. Aunque hay muchas ventanas a nuestro alrededor.

YO:    ¿Y eso no te pone más?

IRIS:  Pocas bromas, Mat. Si mi padre se entera de lo nuestro nos mata a los dos.

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Me rehúye constantemente, con despiadada crueldad, privándome de los manoseos que tanto ansío.

A estas alturas, mi nueva erección ya me resulta un poco dolorosa. No hay duda de que mi pene no está acostumbrado a tantos ajetreos carnales, pues, como ya te he contado en alguna ocasión, son pocos los polvos que he echado a lo largo de mi vida. A decir verdad: tengo que confesarte que mis coitos se podían contar con los dedos de mis manos; hasta hoy.

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YO:    ¿Qué quieres de mí, Iris?

IRIS:  Quiero que te portes bien.

YO:    Creo que eso es mucho pedir.

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Wenooh. Me acaba de hacer la cobra, así: como quien no quiere la cosa. Pero qué mala es esta chica.

Puede que tenga razón: aunque su padre no esté en casa, las lenguas viperinas de los potenciales testigos furtivos de este húmedo flirteo podrían jugarnos una mala pasada.

Resignado, intento relajar mis ansiosos impulsos lujuriosos. No puedo dejar de mirarla; la encuentro tan guapa… Parece mentira que, después de todo lo que ha pasado hoy, me sienta tan encandilado por esta niña traviesa.

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YO:    Qué guapa que eres.

IRIS:  Déjalo. No conseguirás nada de mí con tus mentiras.

YO:    No, no, no. Iris, en serio: tienes una sonrisa que… … me tiene loc0.

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¿Por qué no me cree? ___ Tienes razón. Hoy he dicho más mentiras que en la última década de mi vida; pero esto es verdad.

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YO:    Tengo una idea.

IRIS:  A ver que me sueltas ahora.

YO:    Vamos a la esquina y… … hagamos algo por debajo del agua.

IRIS:  ¿Algo?

YO:    Algo que no se pueda interpretar desde fuera. No te voy a besar, te lo prometo.

IRIS:  No sé si sé a qué te refieres.

YO:    ¿Te acuerdas de lo que me hiciste el sábado?

IRIS:  ¿Te acuerdas de lo que tú no me hiciste el sábado?

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Creo que sé a lo que se refiere. Preferiría que fuera ella quien me pajeara, pero no tengo ningún reparo en aplicarle mis dedos. Me apetece mucho poner en práctica tan morbosa idea.

Con seria mirada desafiante, se arrima al borde más cercano al edificio y deshace los nudos laterales que mantienen la compostura de la parte inferior de su bikini gris.

Me acerco y, con sumo disimulo, me dedico a explorar su intimidad vaginal con intrusivos tocamientos digitales.

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IRIS:  Así… … Buen chico… … oOh…

YO:    ¿Siempre te depilas? ¿O solo para las grandes ocasiones?

IRIS:  ¿Insinúas que debo verte como a una gran ocasión?

YO:    No insinúo nada. Pero está claro que sabías que algo así ocurriría pronto.

IRIS:  Estás muy seguro de ti mismo ¿no?

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Iris es tan diferente a las otras chicas que me he follado hoy…

Sivy es tramposa, lanzada, salvaje…

Alex va de santa, pero en cuanto se excita, es la más cachonda;

Noe es una romántica, aunque necesita ser la víctima siempre.

Raquel se hace la estrecha, de buen principio, pero se calienta igual que las demás y termina sometiéndose gustosamente.

Por el contrario, Iris es la más peleona. Ansía llevar las riendas y no duda en usar todas las armas que están a su alcance para conseguirlo; sea bromeando traviesamente, como Silvia; quitándose la máscara de castidad cuando ya no puede más, como Alexandra; acusándome de sus tribulaciones, como Noelia; mostrándose apática, como Raquel… Todo sea por tener el poder.

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-Ah… … mh… woOh… … mnoOh-   gime discretamente   -Pero que maña tienes, ¿nOh?-

-Si… … no es mi primera vez-   respondo aventajado.

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No te aburriré con detalles de mi pasado, pero tuve un ligue que me enseño la mejor manera de andarme por estos lares.

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IRIS:  ¿Es que se lo tocas a muchas chicas?

YO:    No, que va… … ¿Te vas a poner celosa? ¿como antes?

IRIS:  No me he puestoOh… … OoOh… … no me he puesto celosa ¿VAleEh?

YO:    Entonces no te molestará que quede con Raquel luego, ¿no?

IRIS:  Ni se te ocuraAh-ah… … jodeer… … pero ¿qué me estáAás haciendoOh?

YO:    No sé, pero creo que voy a parar. No quiero que te corras tan pronto.

IRIS:  No, no, pares… … no pares por favor… … oOh.

YO:    No te mereces que sea tan bueno contigo.

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Iris se sorprende un poco al verme hiperventilar; se trata de una maniobra premeditada. Súbitamente, y tras una honda inspiración, me zambullo muy cerca de ella. La niña no tarda en sentir mi lengua en sus partes más íntimas.

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IRIS:  oO0h… … Dios… … Jodeer… … J ode e eer… … m mm mh…

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Incluso desde bajo el agua, consigo percibir algunos de sus quebrados sollozos agudos rebosantes de placer.

Durante casi un minuto entero, me esmero en ofrecerle las mejores atenciones orales, pero por muy entregado que esté a mi cometido, sigo necesitando oxígeno para sobrevivir.

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IRIS:  Nononono… … ¿Dónde vas?

YO:    Es que hhh… … hhh… … Es que quieres… … hhh… … que me ahogueeh.

IRIS:  Respira… … no hables… … respira hondo, vaah.

YO:    Estás perdiendo los papeles, peke… hhh… ¿No querías que me portara bien?

IRIS:  Eso-eso… … Eso es lo que quiero: que sigas portándote bien debajo del agua.

YO:    Pensaba que no iba a conseguir nada con m i s mentiras.

IRIS:  Noh… … joh… … C on tus m entiras no… … Con t u lengua…

YO:    Tú pri m ero… … Quiero q ue me la toques ot r a vez… … como e l sábado.

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A la chica no le gusta demasiado tener que ser obediente, pero creo que mi petición no la ha disgustado del todo. Con gestos abiertamente impacientes, se acerca a mí y se apodera de mi nabo ya liberado de modo preventivo.

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-¿Esto es lo que quieres? ¿Eh?-   me pregunta casi sin despegar sus dientes.

-Sí, sí… … pero… … o0h… … ¿Puedes hacerlo con más cariño?-   le ruego sobrepasado.

-Tú lo que qui e res es durar más-   recuperando su airado tono peleón.

-¿Y tú no? ¿No qui e res que duUure?-

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Consciente de que se está tirando piedras a su propio tejado, Iris suaviza su frenética paja apresurada. Tras unos instantes más reposados, se dedica a calibrar el tamaño de mis huevos, haciendo que basculen entre sus dedos.

¿Cómo puedo tenerle tantas ganas a esta niña? Después de lo que he vivido hoy, no sería disparatado darme por satisfecho; sin embargo, me comporto como si llevara años sin echar un polvo.

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YO:  Dime una cosa, Iris… … ¿de verdad eres virgen?

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Mirándome fijamente con sus preciosos ojos castaños, asiente silenciosamente. Está muy, muy cerca de mí. En mi humilde opinión, cualquier vecino que nos observara desde su ventana podría intuir que algo inmoral está ocurriendo debajo de la superficie de las frescas aguas que nos dan cobijo, pero, si te digo la verdad, a estas alturas, mis prioridades no giran en torno a la discreción de nuestros calenturientos tocamientos.

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YO: N o, no te creo.

IRIS:  Cree el mentiroso que todo el mundo es de su condición.

YO:   "Cree el ladrón", tonta. ¿No ves que sino no rima?

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Un doloroso apretón de huevos me da mi merecido como respuesta a tan impertinente reproche.

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YO:    Nonono. No eres tonta. Eres un angelito celestial.

IRIS:  Me he enrollado con algún chico; incluso he estado a punto de…  pero no.

YO:    Pues entonces, ¿voy a ser yo quien…? Esta sería una gran ocasión.

IRIS:  Una buena historia para contar.

YO:    Mejor que la de tu amiga, con Petter la Anguila. ¿Te acuerdas?

IRIS:  Ja, ja, jah. Sí. Bueno… … Creo que Noe no se lió con ese al final.

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Siento que mi cabeza me va a explotar: !¿Noe?! !¿Noelia?! No, no puede tratarse de la misma chica. Ella tendrá un par de años más que Iris, ¿no? Aunque, bien pensado, eso no impide que puedan ser amigas. ¿Tú qué opinas? Sería muy fuerte que, después de la coincidencia de Raquel, ahora resultara que… ¿Quién sabe? Al final podría ser que las cinco se conocieran.

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IRIS:  ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

YO:    No, nada. Es que… … estaba pensando: le enviaste una foto de mí, ¿no?

IRIS:  Sí, ¿por? ¿Tienes miedo de que se haga viral? Ja, ja, jah.

YO:    No, pero… … a ver si un día me reconocerá por la calle; si me la encuentro.

IRIS:  Qué flipado. Como si fueras un tipo tan inolvidable.

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Es verdad, hoy en día hay miles de caras en los móviles de cada usuario. Aunque se tratase de mi Noelia, está claro de que ella no se acordaría de mí. Esto noOh… … oOh, Dios… … qué pajote.

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YO:    ¿Es que quieres que contamine las aguas de la piscina comunitaria?

IRIS:  ¿A caso vas a sacar muchos litros de tu leche?

YO:    No lo dudes. Hace rato que mis glándulas trabajan a pleno rendimiento.

IRIS:  ¿A sí? ¿Y yo soy la culpable de eso?

YO:    Ya te digo. Si sigues ordeñándome así vas a dejarme seco.

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Desde su firme estrujada testicular, la niña no ha dejado de tocármela, pero es en estos instantes cuando más intensos y definidos son sus masajes masturbatorios.

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-Quiero que me folles, Mat. Aquí y ahora-   me exige seriamente.

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Sin eludir su firme acoso visual, asiento seriamente. No se me ocurre hacer alusión a las posibles miradas furtivas que puedan estar al acecho. Dado el calentón que llevamos encima, eso carece de importancia y, en cualquier caso, todavía le da más morbo a nuestra húmeda escena vecinal.

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YO:    ¿Esta vez no quieres que suba a por un condón?

IRIS:  ¿Es que no te acuerdas de lo que ocurrió la última vez?

YO:    Tú padre todavía tardará un rato en llegar, ¿no?

IRIS:  No puedo esperar. Tú córrete fuera y ya, ¿vale?

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La niña se quita la parte de arriba, para quedarse completamente desnuda entre mis brazos. En cambio, yo sigo con mi bañador a medio muslo.

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YO:    Qué tetas más tiernas, Iris.

IRIS:  A ver qué dice, ¿eh? Todavía me están creciendo.

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Este último comentario me hace sentir como un depravado; no obstante, lejos de atenuar mi febril ardor concupiscente, tan sucia sensación aún encumbra más a mi libido desbocado.

Tengo la espalda contra la pared. Iris me abraza fogosamente y me come la boca sin ningún reparo. Mis manos recorren su cuerpo flotante sin que la gravedad las condicione en modo alguno. Me parece estar fundiéndome con ella en el preciso momento en el que empiezo a penetrarla delicadamente.

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IRIS:  Oh… … mmmh… … cuidadoOh… … cuidadoOh.

YO:     Sí… … de s pacio… … así… … así.

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Su rostro está tan cerca al mío que ni siquiera puedo focalizar mi mirada. Me limito a sentir su íntima cercanía: su limpio aliento agitado, sus infantiles gemidos rotos, su lengua lamiendo mis labios intermitentemente… sus nalgas rellenando mis manos…

Todo ello aliñado con los ingredientes ambientales a los que suelo renunciar por ser un tipo tan casero, alérgico al verano: el sol en mi piel, las caricias de la brisa estival, el fresco abrazo acuático de la piscina, su olor a cloro, mis pies sobre los azulejos…

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YO:    ¿Te duele?

IRIS:  Sí… … p e ro… … e s tá bien… … oO0h… … N o te p r eocup e s.

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Ahora veo más claro que Iris dice la verdad. Ni siquiera Noelia hubiese querido hacerlo con tanto cuidado. De repente, siento el peso de una gran responsabilidad, pues tengo muy presente lo importante que son las primeras veces.

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IRIS:  Que bie n … … oOh… … hhh… … síiíiíií… … que ganas tenía…

YO:    No m ás de la s que ten í a yo… … prec i osa.

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Los besuqueos son constantes, y la efímera ternura que ha aparecido entre nosotros me hace sentir el hombre más afortunado del mundo. No puedo imaginar una mejor manera de completar mi repóker de hoy, pues, a pesar de saber que los embriagadores estragos amorosos del erotismo son engañosos, he decidido creerme sus mentiras como aquel que disfruta de los efectos del narcótico más placentero y alucinógeno.

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-Me corro-   susurra Iris con voz temblorosa   -Me estoy corriendo-

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Me congratula sobremanera el gozo desmedido que le estoy provocando a la hijita de mi vecino Ernesto, pero todavía noto muy firme mi erección. Ni siquiera su intenso abrazo agradecido puede acercare a mi propio final feliz.

Iris desenfunda y empieza a besarme de nuevo. Parece realmente satisfecha por la flamante extinción de su virginidad. Recuerdo cómo me marcó a mí mi primera vez, y me siento agasajado por poder tener una incidencia semejante en la incipiente memoria sexual de tan joven muchacha.

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IRIS:  ¿Te falta mucho a ti?

YO:    Un poco, pero no quiero machacarte. Debes de estar dolorida, ¿no?

IRIS:  Sí, pero a lo mejor podría hacer algo, ¿te viene alguna idea?

YO:    Déjame que te la meta por el culo.

IRIS:  Pero… … ¿qué dices?… … Eso es una guarrada.

YO:    Qué va. Eso no… … Está muy bien, ya verás.

IRIS:  No sé. Es que yo nunca eh…

YO:    Hoy es un día de primeras veces. Yo nunca…

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Casi se me suelta la lengua y le cuento lo del ascensor, lo del lago, lo de mi combo de adolescentes… ¿te imaginas?

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YO:  Date la vuelta, anda.

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Tarda un poco en obedecer mi directriz, pero, tras mirarme fijamente durante unos instantes, termina volteándose.

Ambos supervisamos las numerosas ventanas de nuestro edificio intentando vislumbrar algún que otro fisgón, pero no detectamos a nadie. Puede que don Alberto, la señora Josefina, Monchu, o algún que otro turista eventual nos esté espiando; aunque, de momento, no tenemos ninguna constancia de ello. A decir verdad, lo único que me preocupa es que alguien pueda estar registrando imágenes que puedan llegar a ojos de Ernesto.

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-!Oye!… … ¿Qué haces?-   pronuncia en cuanto nota mis dedos profanando su ojete.

-… … … … Solo te preparo, tranquila-   contesto muy arrimado a ella.

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Antes de que pueda dar continuidad a nuestra peculiar charla, ya se la estoy metiendo por detrás. Mi firme erección sigue doliéndome un poco, pero se trata de un dolor estimulante; una sensación que ya quisiera tener más a menudo.

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IRIS:  Oo0h… … Jodeeer… … ¿De v e rdad?… … M m mmh…

YO:    ¿También er a s virgen de c ulo?

IRIS:  Ya te digo… … Esto es u n… … un extraaah… … ¿no?

YO:    No lo sé… … No lo séh… … hhh… … oOh…

IRIS:  Cómo0h… … Cómo aprieta… … hhh… … e stoy m uy, muy llenaah.

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El prieto culo de Iris ya está acogiendo toda mi longitud fálica, una vez tras otra, al tiempo que nuestro ritmo se acelera.

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IRIS:  Qué gorda, Mat… … qué grande la tienes… … hhh… … m m mh.

YO:    Es tu ojete que… … hhh… … que es pequeñito.

IRIS:  Pero ¿qué dices?… … oOoOh… … Jodeer… … hhh… … cómo quema.

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Se está creando un oleaje circular a nuestro alrededor. Le estoy dando más caña que antes; no en vano, soy consciente de que no estoy rompiendo ningún himen anal.

Empiezo a notar más asequible mi propio destino orgásmico, pues no hay nada que me ponga más que encular, furiosamente, a una preciosa adolescente mojada, menuda y demasiado joven.

Sí, lo sé: Iris no es una cualquiera; eso lo hace aún más especial.

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YO:  Tomah, Iris… … hhh… … Tomaah-tomaah… … oOh… … hhh… … qué bieeen.

IRIS:  Oo0oh… … cuidado0Oh… … hhh… … Vas a romperme el culo0h.

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Ya estoy fuera de mí. Aunque el mismo Ernesto apareciera, bien encabritado, sobre el césped del jardín, no podría parar de follarme a su hijita. !Dios! Y a c a s i. !Ya me corro!

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IRIS:  Aaah… … !Mat!… … hhh… … A a aaah.

YO:    Me v e ngooh… … Iris… … hhh… … m e veng o Oo0oOh.

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Ya sin las amenazas biológicas que conlleva el sexo formal, me corro dentro de ella sin dejar de imprimir mi último empuje. La repentina disolución de todas mis ansiedades lujuriosas se traduce en el mayor de los desahogos mientras se esfuma mi virilidad en pro de una flacidez ya definitiva en el día de hoy.

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YO:  !Pero que  gustaz0!

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Mi pronuncia se interrumpe, abruptamente, en cuanto me percato de la presencia estupefacta de doña Josefina muy cerca de nosotros; pisando el césped con sus vetustos atuendos de bañista piscinera. Horrorizada, la abuelita octogenaria se coloca bien las gafas, con sus temblorosas manos, y termina huyendo despavorida como si la persiguiera el mismísimo demonio.

A pesar del mayúsculo bochorno de nuestra comprometida situación, Iris, ruborizada, no puede parar de reír.

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epílogo:

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- ANIVERSARIO -

Puede que yo sea el tipo menos ceremonioso que conoces, pero acabo de encender una vela a modo de celebración, pues hoy se cumple un año de la licenciosa singularidad que colmó de orgasmos el primer lunes del verano pasado; un día irrepetible digno de ser recordado e incluso relatado en la palabra escrita.

A pesar de la insistencia con la que me follé a su hija, por esas fechas, Ernesto nunca se percató de nuestro idilio veraniego. Iris me sigue escribiendo desde la distancia; es alguien muy especial.

Raquel, Ingrid, Noelia y Alexandra no han vuelto a morder mi anzuelo, pero sigo quedando con Silvia para follar a espaldas de su novio; esa niña es insaciable y muy muy fogosa.

Todavía me siento incómodo cada vez que me cruzo con doña Josefina. Nunca más ha vuelto a dirigirme la palabra.

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[Iris; la vecinita cachonda 2ª]

-por GataMojita-