Iria y el pago en especies
De como una pequeña reparación se convierte en el mejor cunnilingus jamás realizado por mi parte.
Iria y el pago en especies.
Ella quería que alguien le echase una mano con el ordenador y con esa excusa llevábamos unos días hablando y tonteando por wassap. Al fin un día fue necesario que me pasase por su casa y quedamos para última hora del día al salir del trabajo.
Insistía en que debería cobrarle la visita y el trabajo, yo insistía aprovechando las picaditas del wassap en que si me recibía con un bonito camisón me daba por cobrado, pero ella por toda respuesta siempre me dejaba un emoticono sonriente.
Iria era una mujer preciosa, todos en la pandilla la catalogaban de MILF.
De 1´70 de altura, media melena rubia, cara redondita con unos bonitos ojos ligeramente verdosos y unos labios carnosos que siempre estaban dibujando una sonrisa, solo verlos daban ganas de comérselos.
Sus grandes y turgentes pechos culminaban un bonito cuerpo, empezando por sus piernas bronceadas con generosos muslos, un buen culo redondeado y hermosas curvas delimitando sus caderas.
Llegué a su casa hacia última hora como habíamos acordado, ella me abrió la puerta asomando simplemente la cabeza y me hizo pasar con una sonrisa.
Mi corazón y algún miembro más de mi anatomía dieron un vuelco cuando tras cruzar el umbral me giré para saludarla y allí me la encontré con un ligero camisón negro ajustado a su precioso cuerpo solo sustentando por dos minúsculos tirantes y con un largo que no dejaba prácticamente nada a la imaginación.
Por supuesto iba sin sujetador y su pecho pugnaba por liberarse de aquella poca opresión que ofrecía el camisón.
Me ofreció asiento en su sofá con una sonrisa que no dejaba duda de que aquello a ella le gustaba tanto como a mí.
Entre configuración y explicación yo no dejaba de mirar su escote y cada vez que bajaba mi cabeza para teclear en el portátil mis ojos se iban rápidamente a ver sus piernas e intentar otear un poco más allá para adivinar si llevaba ropa interior.
El trabajo se demoró algo más de lo debido, supongo que entre otras cosas porque yo no tenía ninguna prisa en terminarlo y daba explicaciones y más explicaciones mientras seguía mirando para el canalillo de su escote y sus bonitas piernas.
- Bueno, listo esto está terminado, todo OK dije yo.
- Tendrás que cobrarme algo a mayores, al menos por lo largo que se te hizo el trabajo, comento Iria.
- Sabes que lo hago con gusto, además las vistas son espectaculares, ese camisón te sienta genial. No quiero abusar más, si quieres darme una propina puedes bajarte esos tirantes y dejar tus hombros al aire pues sería algo muy sensual, o subírtelo un poco más pues tus piernas son preciosas también y no me importaría ver donde terminan.
Ella sonrió y entre dientes soltó un “que puñetero” a la vez que dejaba caer los tirantes y la blancura del inicio de sus pechos empezaba a asomar sobre su camisón. Igualmente se llevó las manos a la parte de abajo del camisón y lo subió prácticamente hasta el final de sus piernas dejando entrever un pequeño tanga negro que intuí taparía simplemente un pequeño trozo de su sexo.
Mi polla que llevaba en un estado semi-erecto desde que había entrado en su casa ya no pudo resistirse más y empezó a crecer rápidamente ante tal morboso espectáculo.
Yo creo que ella se dio cuenta de mi excitación y mirándome a los ojos deslizó un poquito más para abajo el camisón dejando entrever el inicio de las areolas.
Aquello era irresistible, su mirada lasciva, su sonrisa tentadora, sus pechos casi desnudos totalmente al alcance de mis manos…mi polla dio otra sacudida en el interior de mis pantalones pugnando por liberarse.
Y por fin el paraíso, ella viendo mi estado de agitación, terminó de bajarse el camisón dejando sus enormes y turgentes pechos ante mi. Diosss, debí de quedarme quieto al menos un minuto grabando aquella magnífica escena en mi retina, su cara sonriente, sus pechos desnudos, sus sonrosadas y grandes areolas que guardaban unos todavía pequeños pezones.
Ese fue el pistoletazo de salida, sin pensármelo dos veces me acerqué a su boca y la bese, un beso suave al principio, rozando sus labios y tentando con mi lengua en espera de su reacción que no se hizo esperar, ella abrió sus labios y su lengua buscó con fruición la mía entablando un combate de idas y venidas, mordiscos y lametones se fundían en uno solo y durante unos breves minutos el mundo desapareció para nosotros.
Pronto mis manos se sumaron a la batalla y buscaron sus pechos, sopesándolos y agarrándolos fuertemente, rodeándolos enteramente con ambas manos primero uno y luego otro, pellizcando suavemente sus pezones hasta conseguir que empezaran a erizarse.
Ella besaba extremadamente bien, imponía un ritmo frenético a las embestidas de su lengua contra la mía, mientras yo era un poco más pausado y descansaba mordisqueando sus labios.
Poco a poco nuestras lenguas se fueron cansando y se exigía respirar un poco más, con lo que aproveché para ir bajando por su cuello dejando besos húmedos en el, luego cerca de su hombro bajando hacia el inicio de sus pechos y finalmente mi boca encontró su pezón. Lamí con deseo, mi lengua rodeaba su pezón erecto y con mis labios lo succionaba suavemente mientras con mi mano acariciaba su otro pezón. Sus primeros suspiros llegaron a mis oídos, Lamía, mordisqueaba y besaba constantemente, alternando entre sus pechos, los cogía y apretaba a la vez que chupaba y su respiración cada vez sonaba más y más agitada.
Intuí que era el momento de dar un paso más y sin preámbulos mis manos bajaron hasta sus caderas y subieron el camisón hasta su cintura dejando al descubierto el pequeño tanga negro, ella se recostó en el sofá dándome libre acceso a sus partes más íntimas.
Abrió ligeramente sus piernas para que yo buscase acomodo entre ellas y empecé a besar sus muslos de abajo hacia arriba llegando a la altura de su sexo todavía tapado.
Ella respira más y más agitada con cada envite de mi lengua cerca de su sexo y no la hice sufrir más, en una de mis embestidas dejé que mi lengua totalmente húmeda siguiese su curso muslo arriba y pasase por encima de su tanga presionando ligeramente sobre sus labios al recorrerlos. Su reacción fue instantánea y sus caderas se arquearon al notar mi lengua en su sexo obligándome a dar nuevas pasadas, primero lentamente para luego terminar lamiendo su sexo sobre su tanga.
Rápidamente lo aparté, dejando a la vista su sexo totalmente depilado, sus labios eran pequeños y prácticamente no sobresalían de su pequeña rajita, mi lengua recorrió todo su sexo libre al fin un par de veces y poco a poco fue tentando la abertura de sus labios para introducirse en su interior.
Su sexo estaba húmedo, ligeramente salado pero totalmente apetecible.
Uno de mis dedos se introdujo suavemente en su interior mientras mi lengua procedía a realizar círculos sobre el pequeño botón que protegía su clítoris.
Su agitada respiración pronto se convirtió en pequeños gemidos y otro de mis dedos se introdujo en su interior para seguir con el rítmico vaivén de entradas y salidas mientras mi lengua se afanaba en lamer suavemente su clítoris ya totalmente hinchado por la excitación.
Cada vez más rápidas y profundas las embestidas de mis dedos hicieron que su sexo rezumara humedad, pronto sus jugos se mezclaron con mi saliva y me lengua procedió a penetrar en su interior, ahora eran mis dedos los que frotaban rápidamente su clítoris excitado mientras mi lengua follaba su sexo totalmente humedecido.
Sus gemidos aumentaron en intensidad, cada vez más acelerados y cada vez más sonoros, estaba a punto de correrse y esa sensación de poder hizo que mi polla no aguantase más tal excitación y explotase en un pequeño orgasmo corriéndome sin necesidad de que ella llegase a tocarme. Justo en ese instante sus manos agarraron mi cabeza obligándome a parar mientras su cuerpo convulsionaba un par de veces ligeramente y un tímido “me corro” salió de su boca.
Fue el mejor sexo oral que jamás propiné a una mujer o ella fue la mujer más agradecida a un sexo oral…quien sabe.