Irene, Irene (8: Tu noche de bodas)

La extraordinaria noche de bodas de Irene, la catalana con más morbo, con su marido en la habitación contigua. (Ilustrada)

Cap 8

Irene, Irene, que deliciosa estuviste en tu noche de bodas.

Allí estábamos los tres, en mi habitación, mirando cómo Félix, el recepcionista del hotel, te desnudaba para tenerte mientras tu marido dormía felizmente en vuestra habitación bajo los efectos del somnífero.

Te condujo suavemente a la cama y te estiró boca arriba. Se quitó los pantalones y los calzoncillos solamente. Tenía prisa.

Señora, está usted de sueño – te abrió las piernas y aplicó su boca a tu coño limpio y rasurado. Me vino a la cabeza la imagen de una mariposa blanca – nunca me he comido el coño de una novia y mira que pasan tías por el hotel.

Debía hacértelo bien porque gemías de forma que erizabas los pelos de la nuca.

Al cabo de unos minutos, Félix se incorporó y manifestó elegantemente lo agradables del sabor de tu coño. Tenía ya la polla erguida y comentó:

Señora, vamos a estrenar la novia, nunca he deseado tanto a una mujer como a usted ahora mismo - Se subió y cogida de las piernas te penetró con su polla. No debió costarle mucho, tu gemías y suspirabas y él te arremetía con ritmo mientras exclamaba el placer que le daba tirarse a una novia como tu.

Siguió follándote un buen rato, se puso encima de ti y fue delicioso ver cómo lo recibías una y otra vez, abierta, mientras él te iba diciendo lo suave y mojado que tenías el coño y lo buena que te encontraba.

Y nosotros disfrutando del espectáculo. Tu lo sabías y de vez en cuando nos mirabas con expresión arrebolada. Era extraordinario, recuerdo el morbo y excitación que producías en nosotros, blanca, novia debajo de un recepcionista medio vestido que te tomaba.

De pronto Félix dijo, con un cierto tono cómico:

Señora, felicidades por su boda. ¿Puedo preñar a la novia?

Evidentemente, no dijiste nada pero seguías moviéndote así que todos entendimos que tenía tu permiso. Él dijo, "permiso señora", pasó tus piernas por sus hombros, se clavó profundamente en ti y te penetró de nuevo, moviéndose ahora como un poseso.

Una novia ha de salir preñada de la noche de bodas – todos notamos cómo comenzaba a eyacular en ti. Evidentemente, nadie pensábamos que te quedarías preñada en serio, sólo nos excitaba la puesta en escena. Te oíamos musitar.

Uuuuuuuuummmmmmmm, si, si si, siiiiiiiiiiiii.

Al cabo de un ratito, cuando acabasteis de jadear, Félix se levantó, y mientras se vestía dijo: "LA HOSTIA, De puta madre, tíos, qué polvazo" Y, después se dirigió a ti y te susurró alguna frase que supongo cariñosa o de alabanza, no te pregunté, pero sonreíste y le besaste.

Cuando él salió te levantaste y te sentaste en el sofá, te dimos cava y te dijimos lo admirablemente atractiva y sexual que habías estado. Fuiste al lavabo.

En un momento, tus otros dos ex amantes estaban sobándote y besándote, diciéndote de todo mientras yo observaba y tú me mirabas de vez en cuando.

Qué hermosa estabas. Los besabas a los dos y reías.

No esperaron mucho tiempo para penetrarte. Enseguida se puso encima de ti y te penetro de un golpe. Gemiste fuerte, yo creo que un poco de dolor. Pero no tardo mucho en correrse, estaba muy excitado ya. Se descargó con una larga sarta de juramentos y palabras desordenadas, obscenas y soeces. Naturalmente, dijo algo de preñar a la novia, Félix lo convirtió en un clásico. Pero te gustó. Se derrumbó encima de ti.

Lo quitaste de encima y el otro te llevó a la cama. Vi cómo te ponía a 4 patas con el velo cayendo y te penetraba como una perrita. ¡Cómo me excitaba! Estuviste hermosa, y ninfa.

Como era de esperar, te dijo que te preñaba y tú aguantaste los envites con gemidos de placer.

Ya era el tercero en poco rato que eyaculaba en ti y se te veía un poco cansada así que los despedí a los dos, no sin antes escuchar cientos de veces alabanzas sobre ti y lo hermosa y excitante que habías estado.

-Bueno, kijanito mío, al fin solos. ¿Me vas a acabar? Estoy rendida – dijiste.

-¿ No te apetecería otro buen machote antes, Irene, putita? – contesté pensando en el camarero, un mulato joven y bien plantado – piensa que no tendrás nunca más tu primera noche de bodas.

  • Uffffffff, no sé si podré cariño, y se hace tarde.

Te besé suavemente en los labios, mientras te acariciaba el coño y me encontré con el semen abundante de los otros, "Ve al lavabo preciosa" Mientras estabas dentro llamé al camarero. En dos minutos estaba en la puerta, llamando, coincidiendo casi con tu salida del lavabo. Le hice entrar y te lo quedaste mirando, de pie, desnuda. Me miraste. Ele staba un poco nervioso. Dije,

No te quedes ahí parado, te he llamado para que te la tires –brusco, un poco bestia, como te gustaba, Irene – En el bar me dijiste que estaba buenísima, ¿no te apetece?

Si, claro, si, excelente, una buena chiquita para aliviar el estrés… - sentido del humor dudoso.

Previsible, como todos, se acercó ati y te comenzó a sobar y besar., mientras no paraba de hablar. Enseguida le respondiste. Era un cubano joven y musculado que vi que te agradó. Recordé que no habías practicado nada con al boca esa noche y te sugerí que se la mamaras. De rodillas, vestida de novia, Irene comepollas, encantadora, sexual. Al poco rato el chico te levantó te apoyó en la pared de espaldas a él mientras te llamaba cariño, amor, vas a ver que rico y bueno, etc. Y allí, de pie te penetró. Yo estaba excitadísimo y le incitaba. Parecía un caballo desbocado y yo su espoleador. Y tú correspondías jadeando y gritando, una orgía de sexo.

En medio de palabras obscenas te tiró, sí, te tiró en la cama y se echó encima, su polla dentro de ti, recibiéndola con impudicia, tú también desbocada.

Préñala, cabrón – dije

Bestial el clímax, no se si te corriste o lo hacías ver pero te aseguro que fuiste convincente, Irene. Os quedasteis abrazados, un ratito, exhaustos, de todos éste era el más cariñoso, te besaba te decía lindezas y tu estabas encantadora. Cuando se retiró, te quedaste quieta, casi inmóvil, abierta. Vi como su semen salía de tu coño.

Irene, cariño, voy a acabarte – y te cabé con toda la suavidad del mundo, tus gemidos suaves y tus besos hicieron que me corriera en muy poco tiempo, mezclando en ti mi semen con el del camarero cubano.

Te acompañé a vuestra habitación, tu marido dormía en la misma posición que le habíamos dejado. Hiciste rápidamente el traspaso mental a tu situación y me despediste rápidamente.

Has sido fabuloso Quijano, como esperaba de ti, pero ahora ya soy la señora de mi marido y esto se acabó – me besaste suave y cerraste la puerta.

Qué extraordinaria mujer, Irene.

Quería explicar todas tus ¿aventuras?, no, tu extraordinaria capacidad de gozar y dar placer. Me he dejado varios episodios de nuestra relación antes de casarte, que iré contando.

También explicaré que después de 10 u 11 años de casada, con dos hijos, volvimos a tener algunas relaciones, ya en la madurez de cerca de los 40, plenas y más conscientes. Tu sensualidad, aquella que me enamoró, la misma que me empujaba a hacer todo lo que cuento y que nunca he vuelto a repetir con ninguna mujer, no sólo no ha menguado sino que es más incitadora ahora, más morbosa.