Irene, Irene (7: Noche de tu boda)

Irene, la reina del mosbo de Barcelona, se casa y su noche de bodas se prepara demoníaca, lasciva... (ilustrada).

CAP 7

Antes de irme al hotel te dije que me continuabas teniendo loco, Irene, locamente enamorado de ti, que no entendía como podías casarte con él después de lo que habíamos vivido juntos. Me respondiste que lo sabía desde el principio, que no me habías engañado (totalmente cierto) y que me había comprometido a no cuestionarlo nunca (cierto también). Me callé un momento, sonreí contra mi dolor. "¿Y qué pasará con mi Irene Comepollas, la chica que ha disfrutado de la Barcelona masculina de todas las maneras? ¿Quien te llenará de morbo y semen?" "Eso acabó, Kijanito mío, ahora soy una señora casada, fiel, y pronto quiero tener niños" "Irene, preciosa, pongamos que a partir de mañana, hoy aún eres Irene, la Irene de mis ensueños, la musa de todas las pollas" Reíste, pero tus ojos brillaban, "Estás loco, no podrás montártelo esta noche, es demasiado incluso para ti" "Esta noche serás mía vestida de novia Irene. Y además te gustaría y te excita, ¿verdad?, Sería como el colofón del morbo, la novia, ....ummm" "Eres un demonio, Kijano, me conoces demasiado"

Si preciosa, te conocía bastante, al menos en algun aspecto, aunque no en todos ya que no conseguí nunca, ni ahora mismo, once años después de tu boda, entender ni un poco, por qué te casaste y sigues casada con él. Pero eres Irene y Irene es así.

Fui hacia el Hotel con mi plan marcado, necesitaba la complicidad de alguna gente. Iba a tener que aflojar la mosca, pero tu noche de bodas lo valía. Primero intenté atraer al recepcionista de noche, era un chico de unos 30 años, necesitaba logística y cobertura y él era un elemento clave. Después de un rato de conversación, vi que ya había visto muchas cosas yque no era tonto así que entramos al trapo. Dinero. Pedía mucho. No era fácil y se jugaba el puesto. Seguimos hablando y vi que quería algo más. Le ofrecí tu cuerpo, Irene. Me excitó hacerlo. Era perverso y decidido. Me gustó y aseguré mejor que con dinero su participación entusiasta. Necesi tábamos engatusar también al barman. No era imperscindible pero nos aseguraría el éxito. Él se encargó de plantearlo y después fui yo a detallar los aspectos que quería. Había dos barmans, costó pero llegamos a un acuerdo. Pagué la mitad por adelantado, un pastón. Les excitaba el proyecto. "Joder, tirarse a la novia en la noche de bodas sin que el marido se entere, mola un montón".

Creía que ya lo tenía todo preparado así que me pedí una copa de cava y me senté a esperar que llegáseis. No pude evitar volver a mis recuerdos. Después de Oscar, el profesional que nos inició en el juego de la sumisión-humillación que tanto te excitó, Ginés me aconsejó cambiar el palo. "Seguro que le excitaría hacer de puta a ella, pero al revés, cobrando". Maquiné muchas cosas, pero no me decidía. Ginés vino en mi ayuda. Me presentó a un tipo que tenía pasta y que le gustaban las jóvenes universitarias. Él podía hacer de intermediario y presentármelo. "Pídele bastante pasta, si no pensará que es una pelandusca. Le he dicho que sois un matrimonio que tenéis problemas y que necesitáis pasta parta sobrevivir y que por eso ella accede a estar con él pero que tu has de estar presente". Yo iba loco, excitado y nervioso, no sabía qué dirías tu aunque pensaba que no te resistirías demasiado. Fue de un morbo bestial. Y tal como supuso Ginés, lo hiciste de maravilla, con convicción y timidez, como correspondía. El se quedó encantado. Hizo que se la mamaras en el coche, un mercedes con chófer. Ibas elegantísima, yo te veía y el chófer también, amorrada a su polla, hasta que tragaste su semen.

Le encantó humillarte, humillarnos. Y en realidad, disfrutaste haciendo de puta. Hiciste que yo te follara casi de inmediato, cuando el se marchó, tuve que penetrarte en la calle y te corriste dos veces, muy rápido. Estabas mojadísima.

Al cabo de un par de días me llamó otra vez para que estuvieras con un chico amigo suyo, Vi que era muy perverso. Quiso y pagó para que follaras con un chico que debía ser su amante o algo así delante de él y, por supuesto, delante mío. Así que estuvimos los dos mirando cómo nuestros amantes follaban. ¡Cristo Irene, te empleaste a fondo! ¡Qué manera de mamar y follar! ¡Qué grandiosa puta! Mi puta.

Nos presentó al chaval como marido y mujer y le preguntó si tu le gustabas. Naturalmente que le gustabas.

Os desnudasteis y el se estiró en la cama, era muy joven, estaba nervioso. Te estiraste a su lado y el comenzó a sobarte y besarte mientras mirábamos. Estabas preciosa en sus manos. Sacerdotisa del amor a punto de oficiar el rito. No me gustaba que te besaran aunque me excitaba ver como te amasaba las tetas y te comía los pezones. Le costaba concentrase, así que pronto te dispusiste a ayudarle con tu boca en su pene.

Cuando la tuviste bien erguida, aunque no era demasiado grande, ni mucho menos, te clavaste encima, de cara a él. Le vimos disfrutar de ti. Cambiaste de posición y te pusiste de cara a nosotros pero clavada en su polla, con sus testículos contra tu clitoris, bambolenado tus tetas, mirandonos, el chaval te palmeaba el culo y tu ponías esa expresión de golfa que tan atractiva te hace.

Tu mujer folla de cojones, tío, qué golfa. – me dijo el "pagano".

Después te pusiste a cuatro patas y le dijiste al chaval que te penetrara como una perrita. Finalmente te abriste boca arriba y le dijiste que se vaciara en ti. El chaval hacía como un loco lo que le decías. Vimos cómo te la clavaba y se echaba encima. Al poco gimió y se empezó a correr y tu gemías como si te corrieras también, con expresión de éxtasis.

Le dije al pagano que no volveríamos a repetir, que no nos dedicábamos a ello y que sólo había sido un paréntesis en nuestra vida. Se contrarió un poco porque le gustabas mucho, pero le dije que eso era lo que había y se resignó.

Se marcharon y nos arrojamos a follar como locos, tu coño lleno de semen del chico, que me ponía loco.

Cariño, ¡qué bien me follas! – dijiste y me corrí como un berraco.

Puta – te dije – eres una puta. La más puta.

Tu puta, Kijano – me dijiste – Me encanta ser puta y tu eres el mejor chulo.

Tú insistías en que me quedara el dinero que había cobrado por entregarte al lenocinio, porque eso es lo que hace un chulo, pero no quise nunca. La verdad es que te lo gastaste en ropa sexy y en cenas conmigo.

Creo que éramos felices. Al menos, yo.

Y, en cambio, te casaste con él, con tu novio. Misterios de Irene que renuncié a entender.

Ya lo tenía todo preparado. Estaba en el bar del hotel haciendo tiempo y llegaron los dos amantes tuyos que también habías convidado a la boda. Me había olvidado de ellos. Me saludaron y vinieron hacia mi. ¡Joder!, pensé, no entran en mis planes. Pegaron la hebra y no había manera de sacudírselos de encima. Yo no me podía ir del bar, era necesario que al llegar los novios yo estuviera en el bar y estabais a punto de llegar.

Llegasteis y el recepcionista envió al botones a avisarme, con tan mala suerte que los otros dos lo oyeron.

Joder, Kijano, te estás montando algo sin nosotros. Pues o cuentas con nosotros o te lo desmontamos.

Ok, ok, - no tuve más remedio que aceptar. Pensé que aún sería más memorable tu noche de bodas.

El recepcionista (siguiendo el plan) les dijo que en el bar tenían alguien que le quería dar una sorpresa. Los barmans ya tenían una botella de cava Gran reserva de Gramona helada y las copas preparadas. Evidentemente, una copa tenía algo más y ellos sabían para quién era. Vinisteis al bar y nos encontrasteis. Risas, besos y....brindis. Tu marido me hizo sufrir porque decía que estaba saturado. Fue necesaria la intervención del barman que dijo que no había cava como aquél y que no podía tirarse. Se ganaba la pasta que me levantaba. Y además, todos estaban palpando el morbo. Creo que lo hubieran hecho gratis cuando te vieron, como una diosa, preciosa, blanca, sexy.

Te susurré al oído que fuerais a la habitación pero que no te quitaras el vestido de novia y que en unos minutos llamaría a tu puerta. Estás loco, me dijiste. No te preocupes, te dije, tu marido dormirá como un bendito. Como tenía previsto, el empezó a decir que necesitaba ir a la habitación, os despedisteis y marchasteis.

Al cabo de 10 minutos me despedí de los otros, intentando ver que se había acabado, pero no se lo creyeron. Subieron conmigo. El recepcionista me había pasado ya una llave de tu habitación. Llamé y como supuse, no quisiste abrir. No se oía nada. Abrí con cautela y pasé. Allí estabas tu, sentada en el sofá, vestida de novia, fumando un cigarrillo. En la cama, tu marido estaba absolutamente dormido, en calzoncillos. Nos miramos.

Estás loco, Kijano –dijiste, pero sonreíste – y eres un demonio.

Es mi manera de despedirme de ti, Irene. ¿No me digas que no te apetece ser mi puta vestida de novia, esposa de otro y hembra de todos?

¿De todos? – me miraste extrañada.

Cuatro o cinco Irene, ya veremos. Anda, ven a mi habitación. A tu marido le quedan un par de horas como mínimo antes que se le pase.

Dudaste unos segundos, miraste a tu marido, suspiraste, me miraste y apagaste el cigarrillo.

Vamos Kijano. Soy tuya. Por última vez. ¿4 ó 5 has dicho? – te acercaste a mi y te besé con pasión, me devolviste el beso, las lenguas se trababan – eres un demonio, Kijano, me has excitado, deseo tener esos hombres –seguíamos abrazados

Vestida de novia Irene – sonreíste con lujuria, obscena. – tendrás nuestro semen en tu noche de bodas.

Fuera estaban los otros dos, que nos acogieron con efusiones, sobre todo contigo. Tuve la precaución de cerrar bien la puerta de vuestra habitación. Entramos en la mía los cuatro. El alcohol nos desinhibía. Te sentaste en el sofá, esperando. Nosotros te mirábamos. De pronto, tu presencia era majestuosa, con tu traje de novia. Tuvimos sensación de ultraje, tan inmaculada y angelical era tu imagen.

Estás preciosa Irene. – sonreías, coqueta. Los otros dos, también ex amantes tuyos se acercaron a ti y se sentaron uno a cada lado. Tu les morreabas alternativamente mientras ellos te acariciaban, te subieron la falda y comentaban lo buena que seguías estando y expresiones picantes que fueron caldeando el ambiente. Vi como, estirada en el sofa, Julián te separaba las piernas y te metía mano, mientras gemías en la boca de Sergio. Te ibas calentando, reconocía esos gemidos. La imagen era extraordinariamente morbosa por contradictoria. Una novia en manos de dos hombres. La virginidad prostituída. Llamaron a la puerta y se detuvieron en seco.- Sin problemas – dije – es el convidado especial.

Era el recepcionista que venía a cobrar su parte. Tu frunciste el ceño, pero solamente por un momento.

Chicos, os presento a Félix, sin el cual esto no sería posible. Tengamos la deferencia de concederle el primer lugar, además tiene que irse pronto.

Señora – dijo – es usted más guapa de cerca- te dio la mano y te levantó, te besó con suavidad pero largamente y tu te relajaste. Comenzó a deslizar tu vestido desnudándote, mientras tu lo besabas. Grandioso Espectáculo el de tu cuerpo poco a poco desnudado descubriendo tu ausencia de sujetador, y tu ropa interior blanca, contrastando con el moreno de tu piel. Tu culo era esplendoroso. Gemiste suavemente cuando el vestido cayo al suelo.

Todo iba bien, me relajé.

Pensé en la cantidad de veces que te había visto hacer lo mismo, pero esta vez ibas vestida de novia. ¡Qué extraordinaria visión! Una novia puta.