Irene conoce a su Amo

Irene nunca ha sido dominada realmente y ahora se enfrenta a su primer encuentro real con su Dueño.

Irene conoce a su Amo.

Eran las once y media de la noche pero Irene no tenia nada de sueño. Simplemente estaba demasiado nerviosa. Cuando se bajo del autobús en la estación de Oviedo, recogió su maleta y fue directamente a los servicios. Tenía unas ganas terribles de orinar pero Juan se lo había prohibido, así que se limito a entrar en un reservado para cambiarse de ropa. Se desnudo completamente.

  • Debo estar loca - Pensó para si.

Tal vez lo estuviera, pero también se sentía terriblemente excitada. Nunca pensó en llegar tan lejos con alguien como Juan. Lo había conocido al mandar un mensaje algo subido de tono a un ligue ocasional. Intercambiaron algún mensaje más hasta que se dio cuenta de que había equivocado el número de teléfono. A pesar de la sorpresa y la vergüenza iniciales siguieron intercambiando mensajes y al día siguiente hablaron por teléfono.

Resultó que Juan era un dominante, un amo. Alguien al que le gusta someter y humillar a mujeres sumisas y hacerlas disfrutar através de su sumisión y sometimiento a un dominante. Ella le contó todo sobre sus gustos en la cama y que por conversaciones con sus amigas sabía que se salían un poco de lo normal. Incluso que a veces se sentía un poco puta. Juan le explico que no era una puta ni nada por el estilo. Simplemente era sumisa y todo lo que le gustaba era fruto de su deseo de ser sometida y humillada. A ella todo eso la impresiono y le dio que pensar. Todo lo que  él le contaba acerca de sus gustos y las practicas que llevaba a cabo le excitaba profundamente, pero también le causaba algo de recelo. Desde fuera, el mundo que él le describía le asustaba a la vez que le atraía.

Él le mando textos sobre los fundamentos y las reglas más básicas del BDSM, fotos y relatos. También hablaron mucho sobre las dudas que a ella le iban surgiendo. Él le propuso que le hiciese una visita y a pesar de sus miedos, se dejo llevar por su instinto y acepto. Y ahora estaba aquí. Desnuda en los servicios de una estación en Asturias. Nerviosa y excitada. Pero sobre todo excitada. Juan le había prohibido masturbarse sin su permiso y hacia tres días que no se lo daba. A pesar de la presión en la vejiga sentía la necesidad de acariciarse. Se toco los pezones con una mano y los noto duros y sensibles. Casi dolían. Se paso los dedos por la vulva y la noto húmeda e hinchada

-          Joder que ganas….- Pensó. – Lo necesito ya…-

Pero no hizo nada. Había aprendido a disfrutar de esa sensación de no ser dueña de su propio cuerpo ni de algunas facetas de su vida. Depender de otra persona para poder gozar. Aunque a veces le cabreaba y le soliviantaba, lo que sentía cuando mandaba un mensaje a su Señor pidiéndole permiso para masturbarse, era indescriptible.

La primera vez que le escribió, “Mi Señor, su puta le pide permiso para masturbarse” en un mensaje, casi no atinaba con las teclas del teléfono de los nervios en el estomago y las palpitaciones de su coño. La respuesta llegó enseguida. Casi se corre al oír la señal de un mensaje nuevo. “Hazlo puta. Pero quiero que mientras lo hagas tengas metido un par de dedos en el culo. Cuando termines límpiate ambas manos con la boca, zorra”. Irene cumplió las órdenes al pie de la letra. Hacia tiempo que no disfrutaba tanto masturbándose. Cuando termino le escribió “Orden cumplida Mi Señor”.

A veces la contestación tardaba en llegar lo que la excitaba y cabreaba a partes iguales. Incluso una noche él no contesto lo que le produjo una mezcla de frustración y cabreo. Estuvo a punto saltarse las normas pero sin saber muy bien por que, no lo hizo. Como una niña pequeña a la que no le dejan hacer algo que le apetece mucho y se enfurruña, pero sin atreverse a desobedecer.

A la mañana siguiente, él le mando un mensaje. “Lo hiciste o fuiste obediente puta”. Ella le contesto que no había hecho nada pero que no le había gustado.

-“Si te digo que si a todo, la que mandas eres tu. Yo mando y tú obedeces. ¿Está claro furcia?”-

  • “Si Mi Señor”-

Entonces le ordeno que estuviera donde estuviera se fuera inmediatamente al baño y se frotase el coño hasta correrse. Y ella obedeció. Pero a Juan no le gustaba la dominación a distancia. No le gustaba por que las sensaciones que proporcionaba eran descafeinadas. Le contó que nada era comparable a dominar a una sumisa realmente y que cuando ella experimentase la sumisión de primera mano todo iba a ser mucho mas intenso. Por eso él la invito. Por eso ella estaba aquí.

Cogió su móvil y  mando un mensaje a su Dueño. “Ya he llegado Mi Señor”. Abrió la maleta y se puso solo una camisa y una falda larga con mucho vuelo, sin nada debajo. Se calzo unas sandalias sin tacón. Las instrucciones y limitaciones acerca de su ropa eran muy claras. Nada de pantalones, ropa interior, pantys ni cualquier prenda que dificultase el acceso a sus pechos y orificios. Debía de procurar que sus pies estuviesen siempre a la vista si no hacia demasiado frió. En lo que respecta al pelo lo tenía recogido en una cola y apenas se había pintado los labios y puesto un poco de sombra de ojos.

Salió de los servicios y cuando estaba en la puerta de la estación le llego la contestación. Él terminaba ahora su turno e iba a buscarla. Tardaría media hora. Deambulo por la estación haciendo tiempo y al final se sentó y saco una revista de su maleta. La hojeo mirando a su alrededor, sin poder concentrarse en nada en concreto. Después de un rato interminable sonó el móvil.

  • Hola putita. ¿Dónde estás? –

  • Dentro de la estación, ¿y tú?...¿Y usted …Mi Señor? - A Irene se le puso la cara roja.

  • Tranquila. Estoy fuera, en la entrada principal. Un Seat Toledo verde. ¿Sales? –

Bueno, había llegado el momento. Guardo la revista y se dirigió a la salida. Fuera aún era de noche y la avenida estaba desierta. Miro a ambos lados y lo vio, más allá de un par de coches vacíos. Se encamino hacia donde él estaba. Juan la esperaba fuera del coche. Cuando estaba casi a su altura él se acerco a ella con una sonrisa.

  • ¿Me dejas la maleta? – No le saludo. Simplemente le cogió la maleta y la llevo a la parte de atrás del coche.

Irene le miraba y no sabia que decir, solo temblaba de los nervios. Era como en las fotos. Estudiaba su manera de moverse. Analizando todo eso que las imágenes fijas no dicen de una persona. Juan cerró el maletero y se acerco a ella con las manos en los bolsillos.

  • Hola preciosa, ¿te acuerdas de las normas? – Hablaba muy suave sonriendo.

Ella dio un respingo. Se agarro los codos por detrás de la espalda y bajo la mirada. Juan se acerco a ella y le agarro por la cintura.

  • ¿Qué tal el viaje putita? –

  • Bien….. Mi Señor – Casi en un susurro. Él le empujo suavemente la barbilla hacia arriba. Sus miradas se encontraron por un instante pero ella recordó sus instrucciones y aparto la  vista.

  • Mírame. ¿Estás nerviosa? – Ella agito casi imperceptiblemente la cabeza arriba y abajo mientras miraba sus ojos. No consiguió ver nada malo en ellos. Parecían entre divertidos y tranquilos. – No lo estés, ¿vale?, y si algo te supera, dímelo, ¿de acuerdo? –

Le creyó y asintió con la cabeza, mientras sentía como deslizaba la mano por su cuello y se lo agarraba suavemente pero con firmeza. La atrajo hacia él y le beso. Al principio solo los labios, con dulzura, luego mordisqueándolos. Luego le introdujo la lengua en su boca y le acaricio la suya, mientras seguía mordisqueandole a ratos los labios y tirando suavemente de ellos para volver a entrar en su boca. Con la mano en el cuello dirigía su cabeza. Era un beso tierno y dominante a un mismo tiempo. Irene se dejo hacer con los ojos cerrados.

  • Date la vuelta, putita mía – Ella abrió los ojos como saliendo de un trance y se giro.

Juan se adelanto y le abrió la puerta del coche pero cuando iba a subir él le mando que esperase. Irene se quedo en el hueco de la puerta y él se pego a ella por detrás y comenzó a desabotonarle la camisa.

  • ¿Has traído ropa interior o has sido obediente zorra? –

  • No llevo nada debajo Mi Señor- Se puso nerviosa mirando a su alrededor. Él noto como se envaraba contra su pecho.

  • Tranquila. Ya he mirado yo. A esta hora no hay nadie y además no se te puede ver. Tienes que aprender a confiar en mí, ¿de acuerdo?  – Era cierto, nadie la podía ver en el hueco de la puerta pero todo era demasiado nuevo e iba demasiado rápido para ella.

  • ¿De acuerdo? – Insistió.

  • Si Mi Señor –

Juan siguió abriéndole la camisa mientras metía su cara en el hueco de su cuello y empezaba a besarlo y mordisquearlo. Irene se relajó un poco y se dejo hacer. Cuando Juan llego al último botón, le abrió la camisa a la altura de los pechos y jugo con los pezones. Estaban duros, mucho. Ella tenía la cabeza caída a un lado y empezó a gemir suavemente. Él le cogió el pelo y le empujo la cabeza hacía delante besando y mordiendo la piel de la nuca. Muy lentamente le acaricio con la lengua el nacimiento del pelo. Después de un rato él se separa un poco de ella.

  • Date la vuelta zorrita – Ella se gira. Sigue con las manos a la espalda. - ¿Bien? – Le sonríe mientras le acaricia la mejilla. Irene asiente y se contagia de su sonrisa. Él se separa aún más de ella.

– Súbete la falda - Ella abrió mas los ojos sorprendida sin dejar de sonreír. Empezaba a disfrutar del juego.

  • Obedece furcia –

Irene obedeció y se recogió la falda hasta dejar al descubierto sus muslos, parte del vientre y el coño perfectamente depilado, todo ello enmarcado por la tela que caía a los lados. Estaba roja como un tomate y miraba a su Amo torciendo la mandíbula con una expresión entre avergonzada y divertida.

  • Eres preciosa – Ella sonrió mordiéndose la lengua y apartando la mirada. Él se le volvió a arrimar hasta pegar su frente a la de ella, cogiéndola por la nuca con una mano e apoyando la otra suavemente en su coño con la palma hacia arriba.

  • Joder….estas chorreando puta…-

  • ¿Sí?....no me había dado cuenta Mi Señor…..- Se rieron los dos.

No entendía nada pero ya no se sentía nerviosa, solo excitada, con muchas ganas de que se la follase allí mismo, y además empezaba a divertirle el juego.

  • Guapa –

-Gracias Mi Señor –

Él pego su mejilla a la de ella y le susurro al oído. – ¿Estas dispuesta a ser mi propiedad mientras estés aquí? –

  • Si Mi Señor – Casi gimió al decirlo.

  • Hare contigo lo que yo quiera y si no te comportas bien y obedeces sabes que te castigare – Le masajeo el coño con la mano.

  • Ahh….si..mi…señor –

  • ¿Estas segura? Aún puedes echarte atrás – Ella acerco aún mas sus labios a su oído.

  • Quiero hacerlo…..Mi Señor – Froto su mejilla con la de él. Juan se separo de ella.

  • Sube – Cerro la puerta detrás de ella y rodeo el coche.

Cuando se puso al volante vio que ella había apartado la falda para que nada se interpusiese entre su coño desnudo y la superficie sobre la que se sentaba. Mantenía las piernas separadas y los labios entreabiertos para tener sus orificios siempre accesibles. Juan sonrío al ver que seguía sus instrucciones al pie de la letra.

  • Saca la cartera del bolso – Ella lo hizo.

  • Enséñamelo – Obedeció y le dio un papel que saco de la cartera.

Era un trozo de papel recortado cuidadosamente de un folio. En él, escrito a mano ponía:

“Soy sumisa. Me gusta ser sometida y humillada. Disfruto siendo emputecida y usada como objeto sexual.”

Estaba firmado por ella. Hacía algún tiempo que, cansado de la vergüenza que ella sentía siempre que hablaban sobre su sexualidad, sus gustos y sus fantasías, él le ordeno escribir ese texto a mano, firmarlo y llevarlo siempre junto a los billetes en su cartera. E Irene cumplió la orden, obediente, aunque le pareció una solemne tontería. Se limito a anotar mentalmente que tenía que tener cuidado al sacar un billete de la cartera y que no se le cayese el papelito de marras. Si alguien lo leía se hubiese muerto de  la vergüenza.

Ese día estuvo ocupada y no se acordó más del asunto. Solo cuando salió a la calle sintió una ligera excitación morbosa por su pequeño secreto. Pero entonces entro en un supermercado a comprar algunas cosas. Cuando llego a la cola se empezó a poner cada vez más nerviosa. Mientras esperaba su turno coloco varias veces los billetes y el papel para asegurarse que este no saliera disparado al pagar. Y cada vez estaba más avergonzada y excitada.

Entonces comprendió lo que él perseguía. Que se humedeciese pensando en él através de sus órdenes. En cualquier lugar y en cualquier momento. Y lo había conseguido. En mayor o en menor medida, cada vez que pagaba con billete en algún sitio, sola o con sus amigas le pasaba lo mismo. En una ocasión se le cayó el papel sin darse cuenta. Un hombre mayor detrás de ella lo recogió y le dio un golpecito en el brazo. Cuando ella vio que aquel hombre le tendía el papelito doblado casi se muere de la vergüenza. Farfullo un agradecimiento con la cara roja y se alejo rápidamente. Cuando llego a casa y recordó el episodio se puso muy tensa y nerviosa, pero se dio cuenta de que tenia la entrepierna empapada. Mando un mensaje pidiendo permiso para masturbarse y al poco él le mando otro, permitiéndoselo. Cuando ella le contó lo que le había pasado, se rió.

Juan le devolvió el papel y arranco – Muy bien puta, guárdalo. Hecha un poco el asiento hacia atrás y deja al descubierto las tetas y el coño – Ella obedeció.

Él condujo por las calles desiertas. Ella veía pasar la ciudad sin preocuparse de que alguien la viese de esa guisa, medio desnuda, con el coño a la vista y las tetas separadas por el cinturón de seguridad. A esa hora no se veía apenas a nadie por la calle, salvo algunos rezagados de vuelta a casa después de una noche de viernes. Juan dirigió el coche fuera de Oviedo, en dirección a Avilés. Llevaba apoyada su mano izquierda en el muslo de Irene y lo acariciaba suavemente dejando que su meñique rozara descuidadamente su clítoris.

  • Cruza las manos por detrás de la cabeza puta – Ella lo hizo y las tetas se le irguieron un poco. Ladeo la cabeza cerrando los ojos mientras disfrutaba de sus caricias. Empezaba a sentir sueño y se relajo disfrutando de la situación. Él levantaba la mano a veces y rozaba sus pezones con el dorso, pellizcándolos con los nudillos. Irene gemía cuando lo hacía..

Condujo así durante un buen rato. Una vez pasada la desviación para Gijón, Juan la miro y la vio adormecida.

  • ¿Estas bien zorrita? -

  • ummmhhhhh…..si….- Seguía medio adormilada.

  • ¿Te gusta? –  Comenzó a hacer mas precisas sus caricias.

  • mmmhhh….-

  • ¿y tienes ganas de orinar puta? – Ella asintió con la cabeza con mucho énfasis. Volvía a estar excitada y empezaba a mover la cadera en pequeños círculos.

  • Muy bien, quítate la falda, rápido –  Irene tardo un poco en reaccionar pero empezó a quitarse la falda. Unos kilómetros adelante Juan tomo la salida a un área de servicio. Detrás de la gasolinera se veía un aparcamiento con algún camión débilmente iluminado y a la derecha una vía estrecha y sin iluminación que llevaba de nuevo a la autopista. Juan la tomo y en la parte más oscura, detrás del restaurante paro el coche y lo apago dejando las luces encendidas. Se inclino sobre ella, la cogió por el pelo y la beso. Ella se dejo hacer.

  • Sal del coche, ponte en cuclillas con las piernas bien separadas mirando hacía el coche y orina para mí. Cuando termines espera mis órdenes. ¡Vamos puta! –

Ella salio del coche mirando a su alrededor. No se veía nada ni a nadie a su alrededor, solo la porción de asfalto iluminada por las luces del coche. Volvía a estar en tensión además de cachonda. Se puso en la zona iluminada y se agacho con las rodillas todo lo separadas que pudo. Hecho la camisa a los lados del cuerpo para que su Amo pudiese verle bien las tetas y agacho la cabeza. Empezó a hacer fuerza pero la situación no lo facilitaba. Le costaba mantener el equilibrio. Sintió como empezaba a salir la orina y el chorro golpeando contra el suelo. Notaba las salpicaduras en los pies por entre las tiras de las sandalias. Perdió un poco el equilibrio y apoyo una mano en el suelo. Al final termino inclinada hacia atrás con ambas manos en el suelo. Dejo caer la cabeza hacia atrás y levanto bien las caderas, mostrándose bien a su Amo. Era una sensación maravillosa. Mientras meaba se sentía libre y excitada. Cuando termino se quedo en la misma postura. Oyó como él salía del coche y se acercaba a ella.

  • No te muevas guarra, lo has hecho muy bien – Se inclino sobre ella, le metió un par de dedos en el coño y se los llevo a la boca. Los saboreo mientras la miraba a los ojos. Sabían a coño bien lubricado mezclado con el sabor de la orina.

  • Sabes muy bien putita - Entonces la cogió por el pelo y la obligo a incorporarse.

  • Las manos puta – Ella se cogió los codos por detrás de la espalda y bajo la mirada.

  • Hace un momento, en el coche me has contestado sin utilizar la formula correcta, ¿verdad puta? – Ella bajo la mirada.

  • Si Mi Señor –

  • Te voy a castigar. Te parece bien unos azotes –  Irene torció el gesto.

  • Mi Señor…..- El la mantenía cogida por el pelo.

  • Tranquila. No será tanto como crees y sabias que iba a ocurrir antes o después – Ella no decía nada pero se le veía un poco alterada. – Han sido tres malas respuestas. ¿Qué te parece tres azotes de cinto cada por cada una? – Se removió, pero sin cambiar la postura.

  • Mi Señor por favor….-

  • ¿Qué te he dicho muchas veces? Mírame –  Ella levanto la vista y le miro a los ojos.

  • Que confíe en usted Mi Señor –

  • ¿Y que mas? –

  • Que nunca me va a pedir más de lo que puedo dar Mi Señor –

  • ¿Entonces te parecen bien nueve azotes puta?- Asintió con la cabeza.

  • Si Mi Señor – Juan la puso contra el capo del coche y le hizo apoyar las tetas en el con las piernas sin flexionar y las manos a la espalda. Se saco el cinturón y lo doblo a la mitad.

  • ¿Te acuerdas de la formula zorrita? -

  • Si Mi Señor –

Juan balanceo el cinturón y lo impulso muy suave contra el culo de Irene acompañando el movimiento con el brazo. El golpe fue muy suave y apenas sonó. Ella dio un respingo, mas por nervios que por otra cosa.

  • Uno Mi Señor – No fue tan doloroso como esperaba. Volvió a sentir otro golpe. Este un poco más fuerte también le dolió algo más.

  • Dos Mi Señor – Los azotes se fueron sucediendo despacio e Irene los contaba uno a uno. Juan apenas aumento la fuerza de los golpes. Al final ella sentía un calorcillo en el culo y algo de dolor.

  • Métete los dedos en el coño – Ella lo hizo y lo noto completamente encharcado.

  • ¿Ha sido para tanto zorra? –

  • No Mi Señor –

Estaba totalmente mojada. Necesitaba que la montase ya. Que la follase por el coño, por el culo, algo, pero ya. En vez de eso Juan la cogió de nuevo por el pelo y la metió en el coche. Irene adopto la misma postura que antes sin que él le dijese nada. El resto del trayecto lo hicieron en silencio, con la mano de Juan entre los muslos de ella. Cuando se iba a terminar la autopista, él le ordeno que se vistiese. Entro en Avilés y tardo poco en llegar a su zona y aparcar el coche.

  • ¿Estas bien?, espera…- No la dejo contestar. Se bajo, rodeo el coche, y le ayudo a salir. Luego cogió su maleta y la guió a la casa.

Cuando entraron él desapareció con la maleta pero antes le ordeno desnudarse y quedarse en la primera postura de espera en el recibidor. Una vez desnuda se arrodillo apoyándose en los talones de manera que al separarse estos por el peso le abriesen bien el coño y el culo. Separo las rodillas y puso las manos apoyadas en los muslos con las palmas hacia arriba, la espalda erguida y la vista hacia abajo. Él apareció con un collar de perra en la mano.

  • Mírame zorra – Y se lo puso. Le engancho una traílla al collar y dio un par de tirones. Instintivamente ella le siguió a gateando y entraron en la sala de estar. Una librería ocupaba toda una pared y parte de otra. Enfrente estaba el sofá y a un lado una mesa con cuatro sillas. Era acogedora. En realidad no sabia como esperaba que fuese la casa de un amo pero al mirar a su alrededor no vio nada anormal. Se tranquilizo un poco. Se fijo en una mesa baja de forja y cristal que había en una esquina. Sobre ella, Irene vio algunas cosas que apenas pudo identificar pero pudo distinguir una fusta y un látigo de varias colas. En el centro una mesa pequeña y redonda de un metro de altura. Estaba claro que no era su sitio y la había puesto ahí adrede. Juan cogió algo de la mesa de cristal y se arrodillo junto a ella. Eran unas muñequeras y tobilleras de cuero. Se las ajusto.

  • ¿Duele? – Se incorporo con la traílla en una mano.

  • No Mi Señor – Solo veía sus botas al lado de sus manos.

  • Lámelas zorra – Lo hizo. Se inclino y lamió las botas de su amo. Primero una y luego la otra.

  • Ábrete el coño y el culo puta – Ella apoyo una mejilla y las tetas en el suelo y con ambas manos se abrió por detrás para él. Vio como se le colocaba detrás y entonces sin previo aviso sintió un escupitajo en el anillo del culo. Dio un respingo. Juan empezó a frotar la yema de un dedo contra el ano de Irene mientras le metía dos dedos de la otra mano en el coño.

  • Esta encharcada puta. Eres una guarra –

  • …si Mi Señor…- Sintió como su esfínter cedía y el dedo se introducía hasta el fondo de su culo. Metió y saco unas cuantas veces los dedos en sus orificios. De repente los retiro y en cuclillas al lado de su cara le metió en la boca el dedo algo manchado por su propia mierda.

  • Límpialo puta – Lo hizo. Juan se incorporo y dejo caer un buen escupitajo en el suelo al lado de su boca. – Límpialo también – Ella obedeció. Saco la lengua y lamió la saliva del suelo. Pensó tanto estos últimos días en todas esas cosas. Cuando Juan le contaba algo de lo que pensaba hacerle, ella le contestaba que no sabía si seria capaz. Y ahora aquí estaba. Ni siquiera lo había pensado. Era tal como Juan le había dicho, “no te preocupes, cuando estés en el sitio te dejaras llevar por la situación y lo harás. Y encima te gustara, ya veras”. Y era cierto, simplemente hacia lo que él ordenaba y la sensación de sentirse usada y dominada la excitaba cada vez más.

Él cogió algo de la mesa y se inclino sobre su trasero expuesto. Ella sintió una presión sobre su ano de nuevo y algo más grande que un dedo empezó a introducirse en ella. De repente sintió su culo lleno, la presión disminuyo y lo que fuese que le había introducido quedo sujeto en su orificio. Juan se incorporo y apoyo una bota en la cara de ella. Tenía en la mano el mando a distancia del dildo que le acababa de meter en el culo. Lo acciono e Irene dio un respingo. Funcionaba bien, solo se oía un sonido de vibración apagado. Lo desconecto y la cogió fuertemente del pelo, incorporándola. Ella puso las manos atrás.

  • Espera aquí – Desapareció y volvió enseguida con una manta bastante grande. La puso bien doblada en la mesa redonda del centro. Aún doblada, la manta era más grande que la mesa y caía por el borde. Volvió a cogerle por el pelo y la “manejo” hasta colocarla de espaldas a la mesa.

  • Déjate caer hacia detrás – Él la cogió con una mano por detrás del cuello y la otra la paso por su entrepierna hasta cogerle el culo. La levanto en vilo y la dejo con la espalda apoyada en la manta.

  • Relaja el cuello – Irene dejo caer la cabeza. Él se agacho y unió las muñequeras con un mosquetón por dentro de las patas de la mesa. Hizo lo mismo con las tobilleras. Ahora Irene estaba apoyada en la mesa boca arriba y con las extremidades y la cabeza caídas. El pelo le caía casi hasta el suelo y lo veía todo al revés. No se podía incorporar si hubiese querido. Sintió como le ponía una pinza en cada pezón y respiro hondo.

  • Relájate. Vuelvo ahora. Si te pones nerviosa o te mareas llámame - Juan conecto el dildo con el mando a distancia y luego desapareció un rato. Irene sintió como vibraba en su culo. Cuando él volvió estaba desnudo. En su mano Irene vio una especie de micrófono mas grande de lo normal, azul con el mango blanco. Él se inclino y enchufo el cable que salía del mango. Oyó un zumbido y cuando lo apoyo directamente en el coño ella dio un respingo y se puso en tensión. De no haber estado inmovilizada se hubiera caído.

  • ¡….aaaAAAHHHH…! – Cerraba los ojos con fuerza. ¡Joder!. Era indescriptible. Le subió un calambre de placer por la espalda.

  • Relájate puta, y acuérdate de no correrte sin mi permiso -  Pero ella casi ni le oía. Juan apago el vibrador y se lo apoyo en el vientre. La cogió fuerte del pelo y le dio una bofetada. Ella abrió los ojos con la respiración agitada. Él dildo del culo seguía vibrando y causándole un placer sordo.

  • ¿Me has oído puta? Abre la boca – Le soltó el pelo y le cogió por el cuello. Se agacho un poco y le metió la polla en la boca. Irene se puso en tensión.

  • Relájate puta, relájate. Demuéstrame lo bien que la mamas – Despacio pero con firmeza se la metió hasta el fondo. Entonces la mantuvo así un rato. Cuando ella empezó a removerse la saco despacio. Se inclino sobre ella y le escupió en la cara.

  • ¿Todo bien puta? – Ella asintió con la cabeza y él le dio una bofetada. – ¿Seguro zorra? –

  • Si Mi Señor – Él volvió a metérsela en la boca hasta el fondo mientras cogía el vibrador, lo conectaba y se lo apoyaba en el coño de nuevo. Su reacción fue la misma que antes. Se retorcía de puro placer. Sentía como la polla de su amo entraba y salía de su boca una y otra vez.

Cuando se la metía hasta el fondo le lagrimeaban los ojos y sentía arcadas y la falta de aire mezclado con el enorme placer subiendo de su coño. No tardaría en correrse.

Con la otra mano Juan le agarraba por el cuello para follarle bien la boca a su puta. De repente Irene empezó a farfullar. Él se retiro de su boca.

-  ……me voy a correr Mi Señor….- Él retiro el vibrador

  • ¿Cómo estas puta? ¿Te gusta? – Irene tenía la respiración agitada.

  • Bien Mi Señor….si, mucho…Mi Señor - La polla de su Señor le hacía salivar mucho. La saliva  se le escapaba por las comisuras de la boca y le corría por sus ojos y la frente. Tenía los ojos enrojecidos y tosía medio atragantada.

  • ¿Lista puta? – Sonreía.

  • Si Mi Señor –  Juan le escupió y le dio una bofetada. Ella le miraba a los ojos y se dejaba hacer. Tenía la cara cubierta de su propia saliva y la de él y llena de chorretones de rimel.

  • Guarra – Ella se río y él le dio otro bofetón. Irene abrió un poco más los ojos sin dejar de sonreír. Le había pillado por sorpresa. Estaba disfrutando del juego. Mirándole a los ojos abrió bien la boca, retándole.

  • Que puta eres… – Él le escupió en la boca y le metió la polla hasta el fondo. Conecto de nuevo el vibrador y se lo apoyo contra su coño. Estuvieron así un buen rato. Juan le follaba despacio la boca pero hasta el fondo. Cuando ella sentía que no podía aguantar más, se lo hacía saber y él apagaba un momento el vibrador sin dejar de follarle la boca. La saliva le empapaba el pelo y caía al suelo. Después de un buen rato Juan se salio de su boca y no quito el aparato cuando ella le aviso. Le dejo correrse. Ella sintió un intensísimo orgasmo. Se retorcía de placer contra las ataduras. Libero toda la tensión sexual de las ultimas horas, los nervios, todo. Él apago el vibrador y desconecto el dildo. Se arrodillo junto a su cara. Le beso en la frente mientras le acariciaba las mejillas. Estuvieron un rato así mientras se apagaban los últimos temblores del orgasmo.

  • ¿Bien puta? – Ella le miraba a los ojos.

  • Si Mi Señor- Juan la soltó y la ayudo a incorporarse. Se sentía algo mareada al recuperar la verticalidad.

  • Arrodíllate. Con cuidado – Ella lo hizo. Él aparto la mesa con la manta y cogió el mando a distancia del dildo que le había metido en el culo. Se sentó en el sofá con las piernas estiradas y empezó a masturbase. Acciono el aparato e Irene dio otro respingo. Sentía el dildo vibrar bien metido en su culo.

  • Ponte a cuatro patas puta y limpia toda esa saliva del suelo. Quiero verte la cara mientras lo haces – Irene se puso a cuatro patas sin darle la espalda y comenzó a sorber la saliva del suelo. Sufrió un espasmo cuando sintió como el dildo alojado en su culo volvía a la vida. Mientras cumplía la orden mantenía la cara ladeada para que él se la pudiese ver.

  • Que cara de golfa y de guarra tienes puta – Ella sonrió mientras sorbía la saliva del suelo. Cuando acabó se quedo y a cuatro patas mirándole.

  • Orden cumplida Mi Señor –

  • Ven aquí y chupame los pies – Irene gateo hasta él y se metió el dedo gordo de uno de sus pies en la boca. Chupaba y lamía, pasando la lengua por entre sus dedos. Sentía una necesidad acuciante de tocarse el coño, meterse los dedos. El dildo la estaba matando. Él la miraba hasta que no pudo aguantar más.

  • Súbete aquí y móntame puta – Se puso encima de él y se clavo su polla. Juan sentía el dildo vibrar contra su polla.

  • Las mano zorra….- Ella puso las manos atrás y él le cogió por el cuello y el culo. Le mordisqueaba las tetas y los pezones mientras le hacía botar encima de él. Irene empezó a sentir otro orgasmo.

  • Mi Señor, me voy a correr….- Él no dijo nada, solo siguió moviéndola encima suyo.

  • Mi Señor, permiso para correrme….-

  • Hazlo puta – Irene se corrió con sus dos agujeros llenos. Esta vez con él dildo funcionando. Entonces él también se corrió. La atrajo con fuerza contra él y le mordió un pecho. Ella le abrazo. Estuvieron un rato así hasta que el se separo y se dejo caer contra el respaldo. Entrelazo sus dedos con los de ella y se quedaron mirándose un rato. Juan miraba a su puta, su propiedad. Le gustaba mucho. Era muy morbosa y muy sumisa. Y además era preciosa. La obligo a mantenerse como estaba un buen rato, mirándola retorcerse ligeramente con el aparato trabajándole el culo.

  • ¿Qué tal?- Ella asintió.

  • A cuatro patas puta. Quiero usar tu boca como retrete – Irene lo miro interrogándole con la mirada, sorprendida pero se irguió y se puso a cuatro patas delante de él. Juan estaba sentado en el borde del sofá y su polla quedaba a la altura de su zorra.

  • Ya se que esto no lo habíamos hablado así que si no quieres hacerlo no te voy a obligar. Tú decides puta. Pero si accedes, tendrás que bebértelo, ¿de acuerdo? – Ella le miraba a los ojos. Se veía la duda en su mirada.

  • Bien puta, ¿Qué dices? – Ella bajo la mirada.

  • No puedo Mi Señor, no por mi misma…..- Él le cogió por el pelo.

  • ¿Quieres que me imponga como amo guarra? –

  • ….si Mi Señor…- Juan le dio una bofetada e inclinándose hacia ella le escupió en la cara. El escupitajo le dio en la frente y la saliva comenzó a resbalar a por la cara de la zorra.

  • Muy bien puta, voy a mearte dentro de la boca y te lo tragaras todo, ¿entendido guarra? –

  • Si Mi Señor - Le atrajo la cara hacia su polla. Ella la acogió en su boca metiéndosela hasta el fondo. Juan se relajo con la mirada perdida y dejo escapar un chorro de orina en la boca de su propiedad. Irene hizo ademán de retirarse y algo de orina cayó al suelo pero él le sujetaba con firmeza la cabeza. Ella se relajo y trago toda la orina de su Amo. Habían hablado mucho sobre beberse la orina de su Propietario y aunque ella no estaba muy convencida tampoco lo rechazaba de plano.

Era una de esas cosas que ambos sabían que Irene no haría por si misma pero que tampoco se negaría a hacer si su Amo le obligaba. Juan siguió soltando pequeños chorros de orina en la boca de su guarra. A Irene se le escapaba un poco de líquido por las comisuras y caía al suelo o le resbalaba por el cuello hasta las tetas. Después de un rato su Amo se retiro de su boca y le dio unas palmaditas en la cabeza.

  • Muy bien furcia, eres una autentica guarra. Ahora apoya la cara y las tetas en el suelo – La puta obedeció y sintió su cara y las tetas mojarse con la mezcla que se había derramado en el suelo formada por su propia saliva y la orina de su Amo. Juan fue a terminar de orinar en el baño. De regreso observo un rato a su puta, obediente sobre su orina, sin moverse.

  • Límpialo con la lengua furcia –

  • Si Mi Señor - Ella apoyo las manos en el suelo y comenzó a sorber la mezcla de fluidos del suelo. Cuando quedaba poco término lamiendo el suelo hasta dejarlo limpio. Sintió como su Amo le cogía por el pelo y le obligaba a incorporarse.

  • ¿Cómo estas puta mía? -

  • Bien Mi Se…-

  • Shhhh….Déjalo ya. ¿Te duchas y desayunamos? –  Le ofreció la mano y la ayudo a ponerse en pie.

  • Vale – Él preparo el desayuno y recogió la sala mientras Irene se aseaba. Cuando terminaron se acostaron.

  • Quiero que duermas a mi lado atada, ¿de acuerdo? – Ella dudo un momento pero se encogió de hombros y asintió. Juan le puso unas esposas con un forro acolchado y apago la luz. Normalmente hacía casi dos horas que debería estar durmiendo así que no tardo en coger el sueño.

Se despertó sin saber cuanto tiempo había pasado. Sintió a Irene removerse a su lado inquieta.

  • ¿Qué te pasa preciosa? – Le puso una mano en el hombro.

  • No puedo dormir así…por favor Mi Se..-

  • Tranquila – Le quito las esposas y la atrajo hacía él pegando el pecho contra su espalda. Ella se acurruco contra entre sus brazos.

  • ¿Mejor así guapa? –

-Si….- Froto el culo contra su entrepierna y se acurruco entre sus brazos.

  • Duerme putita mía -

FIN

17-05-2011

NEUROMANTE (cronopaisaje@hotmail.es)