Irene

Creyendo ser muy listo, resulto ser muy tonto

No sabía muy bien de que iba toda la movida. Si me hubieran preguntado si me llevaba bien o mal con mi hermana, no hubiera sabido qué decir; ni bien ni mal sino todo lo contrario. Ella es un poco mayor que yo, se supone que mucho más madura, pero lo que ha pasado no me deja lugar a dudas, porque todo ha sido obra suya, planeado por ella y no por mí, como en un principio me había parecido.

Desde siempre hemos sido los dos liberales en nuestras conversaciones; recuerdo una en que, no sé a santo de qué, acabamos preguntándonos si ya teníamos vello púbico. Yo tenía 13 años, así que ella ya tendría 14, cerca de 15. Le contesté que sí, que ya me había salido y, en un arranque, me bajé un poco el pantalón y ropa interior enseñándoselo. Le hice la misma pregunta a ella  y también me lo mostró, sólo el vello, naturalmente.

Ahora que lo pienso, cualquier chica a los 14 tiene un felpudo considerable así que, lo que debía de pretender es verme ella a mí ¿Por qué? ¡Ni idea!

Entiéndase, no estábamos hablando de temas sexuales continuamente, ni siquiera teníamos una relación estrecha, pero si surgía, yo por lo menos era totalmente sincero.

Conforme iba pasando el tiempo, Irene se iba interesando por mi desarrollo y mis conquistas. Tengo un desarrollo normal y unas conquistas nulas, supongo que como muchos españolitos de a pie. Me empezó a mosquear este interés de ella en mis cosas y me volví más reservado.

Sin embargo, consiguió que se despertase en mí algún tipo de bestia dormida porque, a partir de entonces, nació una obsesión por mi hermana que nunca había tenido.

Me dedicaba a verla andar, moverse, comer…etc. de una forma distinta. Me fijaba en sus tetas, culo, ademanes… Me la imaginaba desnuda… Es curioso porque, hasta entonces, jamás me hubiera planteado una actitud así.

Teniendo yo ya 15 años, me preguntó un día de esos de confidencias sexuales si yo me hacía pajas. Aseguraba que todos los chicos lo hacían, que eso se sabía. Me mosqueó un poco bastante, así que, por primera vez, no le dije la verdad, asegurándole que, excepto contadas ocasiones, nunca me tocaba. (Mentira cochina.)

De paso, le pregunté lo mismo y me asombró que me contestara que sólo alguna vez para ver qué se sentía.

-¿Y qué se siente? – No pude por menos que interesarme.

-Pues… No sé, es agradable, pero tampoco es lo que dicen por ahí, que sientes un gustazo enorme que hace que hasta te tiemblen las piernas. –

Del asombro pasé al pasmo, a mí sí me temblaban las piernas cuando me corría y, según me había contado un compañero de clase, los orgasmos femeninos eran hasta más fuertes, que las chicas hasta gritaban de gusto. A saber  qué había de verdad en todo esto.

Sin embargo, se me ocurrió otra idea…

-Oye Irene, ¿Tú estás segura de que lo haces bien? A mí me han comentado que sí, que da mucho gusto. A lo mejor es que no te tocas en su sitio… –

No sé ni cómo le solté semejante chorrada, ella tenía 16 o 17 años y, de pajas o dedillos, debería saber un huevo.

Se quedó pensativa un momento…

-¿Y tú Luis, se lo has hecho a alguna chica? A lo mejor sabes más que yo.

Más pasmo todavía.

-¿Quién, yo? ¡Que va! ¡Qué más quisiera! Sólo sé lo que me han contado. – Le contesté.

-Pues hijo, parece que estás más enterado que yo del tema. ¿Alguien te ha contado cómo se toca una chica? – No sabía ni dónde meterme, o  mi hermana era gilipollas o me estaba tomando a mí por tal… o me quería engatusar para algo.

-Pues… No sé, dicen que hay que tocarse el clítoris o meterse un dedo. ¡Yo que sé! No soy tía. – Me estaba empezando a rayar y no sabía donde quería llegar mi hermana.

Sin embargo, Irene parecía tener otras ideas; se subió una camiseta larga que llevaba, se bajó las bragas y se abrió de piernas encima del sofá.

-A ver Luis, dime… ¿El clítoris? ¿Es esto, no? – Dijo señalándose el coño.

Ahora lo tenía depilado, sonrosado… A parte de pelis porno o pequeños cortos bajados de internet, no había visto uno al natural nunca. Me empalmé de inmediato, si no lo estaba ya, me quedé mirando embobado…

-¿Qué haces? ¿Estás chalada o qué? – Medio balbuceé.

-No, es para que me enseñes.- Me cogió la mano y me la puso en su monte de Venus. – Venga, házmelo tú, a ver si siento distinto. –

Me temblaba el cuerpo entero, me corrí sin tocarme, sólo de la impresión; me puse perdido. Entonces tuve un momento de lucidez. Se va a enterar, pensé.

Empecé a rozarla son suavidad a lo largo de los labios, conforme iba pasando los dedos se fueron dilatando y abriendo, poco a poco. En un ratito tenía la humedad suficiente para introducirle una falange por su hoyito virginal, esparcir un poco de flujo y frotarle el clítoris.

Allí estaba yo, haciéndole una paja a mi hermana. Después de haberme corrido estaba satisfecho, por lo que pude concentrarme totalmente en ella. Por debajo de la camiseta le metí una mano hasta sus pechos… Me miró asombrada.

¿Qué haces? – Me preguntó ante lo evidente.

-Es que me han dicho que así da más gusto. –Le contesté mirándola a los ojos.

-Ah, vale. – Y se repanchingó más en el sofá.

Estaba ya prácticamente tumbada, una pierna en el sofá y la otra colgando, bien abiertas. Tuve que acomodar mi postura, cogí un almohadón, lo puse en el suelo y me arrodillé sobre él, de lado a mi hermana. Con la mano derecha le sobaba el coño y con la izquierda las tetas.

No tenía mucha práctica en el tema, pero teoría un montón. Fui capaz de ir aplicando todo lo que había leído en muchos relatos eróticos y visto en muchos vídeos. Acariciaba con cierta delicadeza, estimulaba los pezones de unas tetas encantadoras… Me alucinaba cómo se iban hinchando las areolas. Por lo que sabía, era otro síntoma de excitación.

Irene tenía ya la camiseta por el cuello, estaba cada vez más despatarrada, más húmeda. Cerraba los ojos y jadeaba quedamente…

-Mmmm, Luis, sigue que me está dando un gustito… - ¡Hombre! Eso ya lo sabía yo. Su cara era un poema...

Cuando sus jadeos se hicieron más roncos y profundos, supe que iba por buen camino y que aquello no iba a durar mucho más. Decidí aprovecharme de la situación. Intuía que Irene me había llevado a hacerla esto “by the face”. Seguro que se había hecho dedillos hasta la saciedad.

No me imagino a una chica como ella, muy mona por cierto, preguntándole a su hermano pequeño cómo se tiene que hacer una paja. Estaba seguro de que lo había provocado adrede y pensé en darle una auténtica sorpresa. Iba a ver quién era yo de verdad.

Me quité, disimuladamente, los pantalones y calzoncillos, me subí al sofá sin dejar de meterla mano, situándome entre sus piernas. Ella, simplemente se dejaba hacer como yo había supuesto. Sin previo aviso, me estiré como pude y estampé mi cara en su tierno bollito.

Dio un respingo mientras intentaba meterle la lengua en la vagina todo lo que daba de sí. Levanté la vista viendo que me miraba con cara de sorpresa. Ataqué su pequeño nódulo de placer, lo chupé con ahínco, ella dejó caer la cabeza y suspiró. Me agarró del pelo con las manos mientras gemía.

Sabía que estaba cerca del clímax por sus gemidos más rítmicos, por pequeños calambres en las piernas… Y se corrió ¡Joder, cómo se corrió! ¡Y cómo lo disfruté!

Se me encendió la bombilla conforme se me encendía el nabo, o al revés, la cuestión es que, en un arranque, mientras Irene se recuperaba de un devastador orgasmo, me tumbé encima de ella y, ayudándome con una mano, se la enchufé.

Bueno, la verdad es que introduje sólo el glande, Irene gritó, la sujeté fuerte contra mí, ella pataleó, yo estaba entre sus piernas…

-¡Luis! ¡Luis! ¡Eso no! ¡Eso no! – Gritó.

¿Cómo que no? Si me lo estás pidiendo a gritos, cacho zorra… Pensé.

Apretando tanto como pude, le fui introduciendo poco a poco la polla, en pequeños vaivenes, hasta que estuve enterito dentro de ella. La sensación fue gloriosa, notar sus labios vaginales apretar la base de mi miembro era algo que superaba todas mis expectativas… Aflojé un poco la presión con la que la tenía sujeta mirándola a la cara…

La pobre sollozaba, no pensé en si había desvirgado o no. ¡Bueno, La pobre! ¡De pobre nada, que había sido ella! A mí no se me hubiera ocurrido provocar toda esta situación ni en broma. Pero quien juega con fuego se acaba quemando, así que, remordimientos por mi parte, ninguno.

-¿Qué, estás bien? – Se me ocurrió preguntarle a Irene con tono irónico.

-¡Cerdo! ¡Me has violado! – Me dijo lloriqueando –Yo solo quería que me enseñaras…

Lo dicho, debía de creer que yo era imbécil.

-Pues ya te estoy enseñando –Le contesté –Te estoy enseñando donde está el clítoris, la vagina y mi nabo. ¿No era eso lo que querías saber? –

Había permanecido quieto dentro de ella. De entrada, a mi me bastaba con eso pero, el instinto es el instinto y empecé a moverme, un poco torpe al principio, hasta que conseguí cierto ritmo de mete saca, no muy rápido.

Estaba muy orgulloso de cómo me estaba saliendo mi primera vez. Le besaba el cuello a Irene, le mordía las orejas, habiendo soltado mi abrazo le sobaba las tetas, le chupaba los pezones… También veía que me faltaba muchísimo para correrme. Seguí con la misma cadencia, mi hermana gemía quedamente.

Aunque me encontraba en la gloria, se la saqué, me incorporé de encima y me tumbé como pude en el sofá al lado de ella. Me miró muy sorprendida, le alargué los brazos invitándola y no se hizo rogar. Se subió sobre mi vientre, cogió mi virilidad con una mano, dejándose caer encima de ella, ensartándose hasta la matriz.

Y fue ella la que, empezando un movimiento alucinante de atrás hacia adelante, se inclinó y me besó. Ahora el sorprendido fui yo, no esperaba que me besara, que me mordiera los labios, que introdujera su lengua en mi boca…

La besé la cara, sorbí sus lágrimas, acaricié su cuerpo entero… Sincronicé sus movimientos con los míos, ella aceleró, se frotó más fuerte contra mí  y volvió a correrse, más fuerte que antes…

-Ahhh, así, así, si, Luis, así…

Seguí a lo mío, aceleré un poco más… Sin haberse relajado del todo volvió a tensarse…

-Otra vez, otra vezzz, ahhh, así… Luisssss – Lloraba, creo que de emoción o felicidad. Lo digo por la sonrisa que tenía en la cara. A mí, que soy un sentimental, se me cayó la baba. Si me hubieran preguntado en ese momento, con mi hermana corriéndose, con mi polla metida hasta el fondo, hubiera dicho que estaba enamorado. Una sensación de infinito amor y ternura me envolvía…

Se me saltaron a mí las lágrimas, no lo pude evitar

-Te quiero Irene, te quiero más que a nada en el mundo. – Aunque ahora parezca cursi, lo sentía hasta el fondo de mi corazón.

-Yo también a ti, tonto –Y me volvió a besar. Escondió la cabeza en mi hombro, me mordió en el cuello volviéndose a correr. No pude aguantar más, me dejé llevar; sin grandes gemidos, sin grandes alharacas empecé a soltar mi carga en su interior, golpe a golpe. Irene no intentó salirse en ningún momento y a mí ni se me pasó por la cabeza. No sé el tiempo que estuve dentro de ella. Después de inundar su vagina de semen, seguí así durante un buen rato, hasta que mi polla, poco a poco se desinfló.

-¡Cuánto te quiero, Irene! ¡Si supieras lo que te quiero! ¿Pero, por qué has hecho esto? –

Me besó en los labios otra vez. Seguía encima de mí, levantó la cara y mirándome a los ojos me contestó.

-Aunque seas mi hermano, te quiero más que eso. Quería jugar un poco contigo. No quería llegar tan lejos, te has pasado un poco cuando me has hecho esto, follarme quiero decir… Pero no me arrepiento de nada, todo lo contrario…

Pasaron los días y yo si empezaba a arrepentirme de lo que habíamos hecho. El momento mágico del polvo había dejado paso a la pura realidad y en ella yo no estaba enamorado de mi hermana ni de broma. No quise decírselo, Irene parecía más cercana a mí que nunca, aunque alguna noche la oí llorar; decía algo así como

-¿Por qué a mí?  ¿Por qué a mí? ¿Dios mío, por qué me ha pasado esto? –

Lo que pasó es que un tiempo después ya era más que evidente que estaba embarazada. En casa se montó un follón tremendo, pero ni por lo más remoto supuse que yo tenía algo que ver con el tema, ella tampoco se lo dijo a nuestros padres. Al final me lo contó a mí, me dijo que nunca había estado con otro chico excepto conmigo.

Pasmo absoluto, me dieron ganas hasta de vomitar mi primera papilla. ¡No te jode! ¡Ahora me quería cargar el mochuelo a mí!

Cumplí los16, aIrene le faltaban un par de meses para los 18 y prácticamente lo mismo para dar a luz. Mis padres seguían con un cabreo de alucinar, no había momento en que no intentaran saber la verdad y, creo, debían de sospechar que yo sabía algo del tema.

Mi actitud hacia Irene había cambiado algo; eso de esperar un hijo mío me hacía estar más pendiente de ella, la intentaba cuidar… Al tener menos tiempo, mis notas bajaron un poco, pero no lo suficiente como para levantar sospechas.

Sin embargo, a veces pienso que las tías son gilipollas del culo o los seres más inteligentes del planeta, son chismosas a tope y raramente son capaces de mantener la boca cerrada. En un arranque de ternura materno filial o en plena revolución hormonal o simplemente porque era imbécil, Irene le soltó a mamá la paternidad del rorro que esperaba.

Si alguien ha pasado por las puertas del Averno, por el Hades, el Infierno o como le llamen en cualquier sitio, sabe donde me mandaron. La que se montó, ni en la guerra de Cuba. La cantidad de ostias que me soltaron fue tal que no creo que haya en el mundo ordenador capaz de hacer el cálculo. Mi padre tuvo que comprar cinturones nuevos del uso que les dio conmigo.

¡Y yo que no había hecho nada! ¡Un simple polvo! Vale que con la tía equivocada pero ¡La zorra de mi hermana me había llevado al huerto! ¿Qué culpa tenía yo de su embarazo? ¿No hay píldoras del día después?

Después de pasar por el hospital donde dijeron que me había peleado con alguien (no sé como mis padres convencieron a la policía), volví a casa casi dos semanas después. Mi única idea era pirarme de allí, irme lo más lejos posible. Mis viejos ni me hablaban y la zorra actuaba como si yo fuera el culpable de todo. Lo malo es que no tenía nada de pasta ni manera de conseguirla a corto plazo.

Y, sobre todo, seguía sin saber por qué el putón verbenero me había seducido de esa manera, porque lo de quererme más que a un hermano o lo de querer jugar conmigo no se lo tragada ni dios.

Pero aunque la vida raramente es justa, me acabé enterando de todo. Esa cacho puta, Irene, se había acostado con un macarrilla al que mis padres no podían ni ver, preveía que se podía quedar preñada (sigo sin saber porqué no tomó una pastillita de esas), así que montó toda la fiesta sabedora de que yo iba a caer como un “pringao”.

Y tuvo razón, que es lo que más me jode, me convenció del todo. Hasta sus lloros en su habitación eran fingidos (creo). Se había dado cuenta de mis pequeñas maniobras de observación y espionaje así que vio el cielo abierto. Seguía sin cuadrarme el porqué tenía que ser yo la pareja de este baile, hasta que por fin vi la luz.

Siendo yo el culpable, no la obligarían a casarse (mis padres son muy estrictos en eso). Lo que no me había quedado nada claro es si el niño era del macarra o mío, yo creo que ni siquiera ella lo sabe.

Sí me quedó claro que “tira más pelo de coño que maroma de navío”. Ella, a pesar de tener a la cría, hace lo que le sale de los ovarios, son mis padres los que se encargan de ella casi siempre. Dicen que no va a estropear su vida por culpa de un hermano pervertido… ¿Para follar no hacen falta dos? ¿No era ella la mayor? Pues, ni modo.

Y para más inri, no pude volver a tocarla el pelo ni de lejos. A ella no parece afectarle el que no nos hablemos, pero todo llegará, solo estoy esperando el día, quizás hasta tarde años pero, eso seguro, mi venganza será terrible.

(quién sabe si esto continuará)