Irene (4/4)

Preparándolo todo para el gran fin de semana...

Ya llevaba despierto más de una hora, creo que la curiosidad consiguió que madrugase en festivo, ¡Ja, ja, ja! Tal y como me desperté, fui directo al ordenador, esperando ansioso a leer el correo del que me había hablado Sergio. En efecto, ¡Aquel correo era acojonante! Si lo que Pedro contaba en él era totalmente cierto, auguraba un fin de semana no sólo divertido y salvaje, sino también incierto. Me explico: normalmente era capaz de planear una reunión, quizá podría surgir algún percance o alguna falta inesperada, pero más o menos era organizable. Pero éste, no sabía cómo abordarlo… Era consciente de que podría ocurrir cualquier cosa.

Por otro lado, estaba pletórico al pensar que en menos de 48 horas, volvería a reunirme con mis colegas. La última quedada había sido seis meses atrás, en esa ocasión el motivo fue una fiesta de bienvenida a la chica de Pedro, que se trasladaba desde la otra punta del país. En esa ocasión, Sergio no pudo asistir por motivos personales, con lo cual no conoció a Irene. Sí, aquella había sido también la primera reunión de Irene… aún podía recordarla, tan nerviosa y tan perdida… como una adolescente en una fiesta universitaria.

En comparación, en seis meses se había convertido en toda una señorita. Es cierto que seguía tropezando con la misma piedra una y otra vez, pero había que reconocerlo, había cambiado notablemente: Había perdido la vergüenza, sabía comportarse, controlaba mucho mejor las situaciones subidas de tono y a nivel puramente sexual, había mejorado mucho. Además, cuando tenía que arreglarse, ya no vestía como una niñata calentorra, sino con estilo, y se había quitado ese color negro del pelo que la hacía parecer tan fría. No es por nada, pero desde que Irene es "mi pelirroja" está para caerse de espaldas.

Miré la hora: las nueve. "Hora de levantarse…" Apagué la pantalla del ordenador y fue hasta a la habitación. Sobre la cama, Irene dormía profundamente, con el pelo tapándole la cara. Levanté la persiana de un tirón:

  • ¡Arriba número nueve! - dije, con energía – Que el tiempo pasa y tenemos mucho que hacer.

Ella giró la cabeza hacia mí y, tapándose de la luz con una mano, entreabrió los ojos.

  • ¿Ya es de día? – preguntó, adormilada - ¿Qué hora es?

  • La hora de "Tu Amo te ha dicho que te levantes" – añadí, con sarcasmo – ¡Tres minutos y abajo desayunando! Te tengo que explicar todo el planning de hoy.

Ella pegó un brinco y se levantó en un santiamén, yendo rápidamente hacia el baño.

Efectivamente, en un instante bajó y desayunamos tranquilamente, aunque la notaba un tanto distante. Sin embargo, tampoco procuré darle mucha importancia, después de lo de anoche, no esperaba que hoy estuviese tan risueña como de costumbre a primera hora de la mañana.

  • A ver pelirroja – comencé a explicar – En cuanto acabemos de desayunar, te arreglas mientras yo voy solventando temas, luego iremos al centro de compras, comeremos y después de comer, repasaremos todo para mañana: nombres, gustos, modales y haremos un… "ensayo". ¿Alguna pregunta?

  • ¿De compras? – preguntó, con curiosidad.

  • Ay... las chicas a veces sólo escucháis lo que os interesa – dije, negando con la cabeza – Sí, iremos de compras. Quiero que elijas zapatos y vestuario nuevos, para estrenar mañana.

  • ¿Y los podré elegir yo? ¡Qué bien! – dijo entusiasmada.

  • De momento, termina de desayunar. – añadí yo - Todo en su momento.

Me sonrió y continuó desayunando. Bueno, al menos ya no estaba tan tensa


"12 del mediodía. Centro de la ciudad. Miles de personas reunidas en el mismo lugar. Un sol que te mueres. Y yo… en medio de todo el follón para ir de compras con Irene. ¿No es para morirse de la alegría?"

Reconozco que las compras no me apasionan, de hecho me saturan totalmente. Mi idea era entrar en un local, esperar a que Irene eligiera y largarnos de allí lo más rápido posible.

Prescindiendo de grandes superficies y tiendas de moda, nos dirigimos directamente a una pequeña tienda que había en el centro. Ya habíamos acudido allí alguna vez, solían tener ropa femenina bastante extremada, pero sin rozar la línea con el mal gusto. Justo lo que quería. Entramos y como un rayo, me senté en un sofá que tenían en la entrada.

  • Irene: todo tuyo. Cuando encuentres algo, me avisas. Quiero darle el visto bueno.

  • ¡Genial! – dijo ella, desapareciendo entre los percheros.

Mientras mi chica rebuscaba entre las montañas de vestidos, aproveché para revisar la lista que había hecho. Todo parecía estar en orden. Al poco, mi nombre resonó por toda la tienda, mientras una mano se agitaba impaciente al fondo del local.

  • ¡¡Toni!! ¡Ven un momento, por favor!

Me acerqué hasta allí. Irene sujetaba un par de vestidos, uno en cada mano.

  • Me gustan estos dos – comentó Irene - ¿A ti cuál te gusta más?

Miré los vestidos. " Um… buen escote, cortos, cogidos al cuello… aunque me parecen casi iguales…"

  • Me gustan los dos, aunque me parecen prácticamente iguales – le comenté.

  • ¡Lo son! – dijo Irene, consiguiendo que la mirara extrañado – Yo quería saber qué color te gusta más. El rojo me gusta mucho, pero el verde también

  • Creí que te había informado de todo, pero ahora veo que no: No tienes que elegir uno, sino cuatro.

  • ¿¡Cuatro!? – preguntó anonadada.

  • Si, necesitamos cuatro vestidos. Así que puedes coger dos rojos y dos verdes si quieres… - dije con ironía.

  • O… - añadió Irene, tramando algo - ¡Ja, ja! No, nada, nada

  • ¡No, no! ¿Qué ibas a decir, pelirroja? – pregunté, divertido, viendo que tramaba algo.

  • Puedo coger estos dos, otro azul y otro amarillo… ¡Y seríamos como las fichas del parchís!

  • ¡Ja, ja, ja! – no pude evitar reírme de su idea.

  • Crees que es una tontería… - dijo ella, poniéndose colorada.

  • No te creas… – respondí, divertido – Creo que es una buena idea, ¡sí señora!

  • ¿¡Y crees que a las otras les hará gracia!? – preguntó, animada.

  • No – contesté – ¡Por eso me gusta la idea…! ¡Ja, ja, ja! Y ahora, pídele a la dependienta que te ayude a buscar zapatos a juego para los cuatro vestidos y nos vamos.

  • ¡De acuerdo! – dijo contenta, alegre de comprar los vestidos de colores.


Seis de la tarde. Todo listo. Sólo queda el repaso con mi pelirroja, aunque sea su segunda vez, no quiero que meta cagadas de más. Esta vez tiene que demostrar su mejoría:

  • Irene, empecemos con el repaso – dije, en tono serio.

Ella, que estaba en el sofá leyendo una revista, levantó la mirada sorprendida:

  • ¿Ahora? – preguntó, desconcertada.

Me acerqué hasta ella y tirándola de pelo, la puse de pie.

  • Volveremos a empezar. – comenté, levantando el tono de voz – Cada vez que digas algo fuera de lugar o te equivoques, volveremos a comenzar desde el principio. ¿Está claro?

Ella asintió con la cabeza.

  • Empecemos. Ponte de rodillas.

Ella se arrodilló frente a mí, sonriente y con las mejillas coloradas. "¡Me encanta, le da vergüenza, pero le gusta hacerlo!"

  • ¿Cuál es el trato correcto para Pedro? – le dije, como si fuese una pregunta de examen.

  • Tengo que hablarle de usted – contestó Irene.

  • ¿Y si te pide una bebida? – volví a preguntar, levantando una ceja, esperando su respuesta.

  • ¡Sin hielo! – contestó enérgica,

Esa era una pregunta trampa, haciendo referencia a la última reunión, cuando Irene se confundió y le trajo la bebida con hielo. Pedro, al ver los cubitos, me sonrió con sorna, los cogió y se los devolvió, metiéndoselos en el coño y diciéndole: "Gracias, pero esto no me hace falta". ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Para no acordarse!

  • ¡Ja, ja, ja! – me eché a reír. – Correcto. Vamos a por Sergio. Es la primera vez que lo vas a ver, ¿así que…?

  • Cuando me presente, no me aparto haga lo que haga – dijo Irene, bajando su tono de voz.

  • Y cuando estemos los tres, ¿qué tienes que hacer?

  • Tengo que

  • Shh, shh, shh – la interrumpí, frenándola – No me lo expliques, enséñamelo.

Irene, de nuevo sonrosada, asintió, un tanto despistada. Se levantó del suelo y se quitó la ropa rápidamente. Desnuda frente a mí, solamente con sus zapatos, se acercó y se dio la vuelta, levantó sus brazos y los puso en la nuca, quedando de espaldas con su culo y su coño expuestos frente a mí.

  • ¿Era… así? – preguntó nerviosa, sin moverse.

  • No ha estado mal – contesté – Aunque puedes quitarte la ropa sin prisa, disfrutando un poquito de ello. Ahora te ha quedado como si estuvieses en un probador del Zara, pero bueno

Manteniéndose quieta, la escuché reírse por mi comentario. Pasé una mano por su culo, acariciándolo. Ella dio un suspiro.

  • ¿Quieres…? ¿Quieres que lo… vuelva a hacer? – me preguntó nerviosa, con las piernas temblorosas.
  • No… de momento no – contesté, haciéndola dar un par de pasitos hacia atrás, acercándola más a mí - ¿Crees que podrás estar quietecita?
  • Sí… - respondió, con voz asustada.

La cogí con ambas manos por la cadera y pasé mi lengua por su coño expuesto, con delicadeza. Ella soltó un gemido, pero lo ahogó, intentando mantenerse en silencio.

  • Lo siento, lo siento… - dijo nerviosa , disculpándose – No volverá a

  • Irene… - le dije sonriente, mientras pasaba un dedo por su entrepierna – Grita lo que quieras y gime todo lo que necesites. Lo único que quiero es que no te muevas.

Dicho esto, volví a acercar mi lengua a su coño, pasándola por toda su entrepierna. Irene volvió a gemir, esta vez, de un modo bastante más pronunciado. Cogiéndola por las caderas, hundí mi cabeza lamiéndola una y otra vez sin parar, no dejando ni un solo rincón de su coño sin lamer. Sus jadeos me encantaban, sus temblores, lo mojada que se iba poniendo cada vez que mi lengua pasaba o jugueteaba con su clítoris. Seguí moviendo mi lengua y metí dos dedos en su coño. Ella dio un grito:

  • ¡Ahh…!

  • ¿Qué pasa… pelirroja? – pregunté con ironía, poniéndome más cachondo con cada gemido. - ¿Quieres que pare?

  • ¡¡NO!! – gritó, histérica – Ahora no, por favor, por favor

Notaba como se encorvaba y sacaba su culo y su coño todo lo que podía, estaba mojada a reventar y teniendo en cuenta la facilidad de Irene por ponerse cachonda, que llevase la semanita sin nada de nada, la tenía al límite.

Quise comprobar algo gracioso: dejé los dedos dentro de ella quietos y seguí lamiéndola, observando sus movimientos. En efecto, al instante, ella misma de balanceaba de adelante a atrás, clavándoselos en su interior una y otra vez, ansiosa perdida.

  • A ver si con tanto vaivén te vas a caer… - dije con sarcasmo, mientras me ponía de pie y la cogía – Ven aquí, sobre el sofá.

La coloqué sobre el sofá, abierta de piernas. Desde esta postura, podía disfrutar de sus tetas. ¡Madre mía, qué tetas tenía Irene! Nunca he sabido por qué, pero las chicas bajitas con tetas grandes me volvían absolutamente chiflado. Y esas tetas, moviéndose al compás de mis lametones, era una visión espectacular. Añadí un dedo más, jugando con su clítoris, mientras los otros dos seguían entrando y saliendo. La pelirroja empezó a respirar cortadamente, sus jadeos se hacían más intensos y levantaba sus caderas. Estaba a punto de caramelo

  • Irene, mírame… - le dije, seriamente, clavando sus ojos en los de ella - ¿Quieres correrte?

  • Ajá… - dijo, entre gemidos.

  • "Ajá" no es una respuesta y delante de Sergio o Pedro sería una MUY mala respuesta – la corregí – ¿Cómo lo pediría una buena sumisa?

  • Por favor… Señor… deje que me corra… por… por… favor – dijo, llegando a su límite.

  • Muy bien, ¿ves como sí que sabes pedirlo? – dije, sonriente – Córrete, pelirroja, pero no dejes de mirarme.

Moví mis dedos con velocidad y al instante, Irene empezó a convulsionarse como una loca, arqueando su espalda y agarrándose al sofá con fuerza. Tenía bastante dificultad mantenerme la mirada, pero valía la pena. El brillo y la fuerza que tenían sus ojos cuando se corría, era un espectáculo único. Como una muñequita sin energía, Irene me miraba sonriente, derrumbada sobre el sofá.

  • Gracias, Toni… - dijo con una sonrisa amplia – Muchas gracias.

  • Así me gusta – concluí – Además de preciosa, agradecida.

Ella se encogió de hombros, como avergonzada y sonrió.


¡¡ATENCIÓN!! ¡¡ATENCIÓN!!

Pese a que la historia de Irene termina aquí, pronto podréis seguirla en el próximo capítulo, titulado: "EL ESPERADO FIN DE SEMANA (1/5)".

¡Un fin de semana en casa de Toni! ¡Y estáis todos invitados! ¿Por qué no os animáis? Además, seguro que encontráis muchas caras conocidas… De momento, sabéis que van seguro Toni, Irene, Pedro y Sergio


¡¡Gracias por leerme!!

Un saludo a los comentaristas (tanto por mail como por aquí) y gracias por puntuar.

¡Un saludo!

Susana.