Ir por lana...y salir trasquilada
Una chica acude a una fiesta en busca de sexo...y acaba teniendo más diversión de la que puede controlar.
IR POR LANA…Y SALIR TRASQUILADA
Estoy al otro lado de la calle. Solo tengo que cruzar, y entrar en el instituto que tengo delante de mí. Mi ropa es provocativa, pero sin desentonar con el ambiente festivo que hay en el edificio. Con pintas de colegiala perversa, cruzo y entro en el edificio. Mi corazón palpita con fuerza. El miedo me excita, y me envalentona. La sala de fiestas que usan es enorme, llena de gente. Una sonrisa pícara cruza mi rostro. Con tanta gente, será difícil que me reconozcan. Hay una mesa dispuesta para los comensales, música alta y de discoteca y mucho ambiente. Dudo que los profesores se paren a ejercer su labor en un día de fiesta como hoy. Entre las caras de las chicas reconozco alguna que otra. Mis amigas me miran y me guiñan el ojo con complicidad. Se alegran de verme allí y no dirán nada. En seguida me pongo a lo mío. Con tantos chicos buscando rozarse con las chicas, tengo de sobra para elegir. Pronto me fijo en uno, con pinta de triunfador. Típico deportista engreído que se las da de conquistador. Clavo mis ojos en los suyos y consigo que se fije en mí. Nos acercamos a bailar y pronto le dejo claro lo que quiero.
El chico no es tonto, se conoce todo el instituto como la palma de su mano, y al poco de salir de la fiesta central, me lleva al cuartucho de gimnasia, donde se guardan potros, colchonetas y demás cosas. Mira mi ropa y de inmediato reconozco el calor de su mirada en los muslos de mis piernas: calcetines blancos medio doblados, zapatitos a juego, con faldita de cuadros plisada, con una camisa blanca anudada por encima del ombligo combinado con un top por debajo para no insinuar demasiado. Incluso decidí a convertir mi melena negra en dos sendas coletas, con mis gafas de montura transparente jugando a hacerme la inocente. Me dice que se llama Lalo, pero poco me importa. Sus ojos revelan lo loco que mi cuerpo le vuelve. Me aprieta contra él y me soba el culo con ambas manos, clavándome su lengua en mi boca. Busca con desesperación que participe y le bese, pero me dejo hacer. Le susurro que he venido en secreto buscando diversión, y que haré lo que él quiera porqué no delate que no soy de este instituto. Él asiente, me saca la camisa, me sube el top y sus ojos se abren de par en par. Mis tetas de nacarados pezones sonrosados lo dejan atónito. Redondeados, duros, bien firmes y juveniles. Por eso no siempre llevo sujetador. Por eso esta vez no quise ponerlo.
Me las come a placer. El sabor de mis pezones, que están firmes y enhiestos, lo enloquecen tal y como a mí me gusta que perturben a un hombre. Separo un poco mis piernas, y él cuela la suya por en medio. Me roza y acerca su bulto. Noto ese palpitar en sus pantalones y me humedezco. Me encanta sentir su excitación. Entre tanto beso, una de sus manos baja su cremallera. Saca su herramienta y me la da a probar. Dura y tiesa, como a mí me gustan. Cuando me agacho a chupársela, me aparta por sorpresa, me dice que eso es de maricones, que se la sacó para que se la meneara. Intento convencerle de que las chicas también somos de chupar pollas y de que eso nos encanta (aunque jamás lo digamos en voz alta), pero no logro hacerle entrar en razón. No quiero discutir, y se la empiezo a menear. Él baja una de sus manos y me la pone encima de mi húmedo coñito para masturbarme. Noto mis piernas temblar de placer, el masaje clitoriano que me hace me derrite como a la mantequilla. Cuando ya no puede más, me lleva hasta una pila de colchonetas, me tumba allí y se me sube encima. Me hubiese gustado que estuviese un poco más jugando con mi coñito pero el deseo le puede. Me la mete casi como enfadado y comienza a bombear dentro de mí. Lo abrazo, lo beso, me soba y me trajina usando esos aires de triunfador de instituto. Es un buen macho, sabe como ponerme a punto. Mi chochito recibe su miembro con vítores de alegría. Le pido que por favor no me lo eche dentro, que ya me ocuparé yo de lo suyo. Él no lo entiende, pero no importa. Cuando le noto cercano al clímax me salgo de él y antes de que él pueda reaccionar me la meto en la boca y se viene en ella. Me lo trago todo y le aplico una mamada, la primera de su vida, que le deja con cara de tonto. Incluso cuando deja de emanar su fuego líquido sigo chupándola más y más hasta lograr arrancarle otro orgasmo (cosa que me llevó lo suyo). Con cara perversa pregunto si ahora le parece que una mamada es cosa de maricones. Lalo se ríe, acabar de limpiar su armatoste y se la mete en los pantalones. Yo me arreglo y me recompongo lo mejor que puedo. La tarde no ha hecho más que empezar.
Volvemos por separado a la fiesta, él primero, yo algo después. Me siento como nueva. Ha sido un polvo algo rápido, pero ideal para coger el ritmo e ir a por otro más. Aún faltan muchas horas para que la fiesta termine. Tengo tiempo, y me sobran ganas. Vuelvo a la pista de baile y busco un nuevo amante. Encuentro otro que me resulta de lo más atractivo. Tiene pinta de reprimido. El clásico tímido y retraído, marginado social. La idea de que sea virgen me vuelve loca. ¿Le habrían dejado sus compañeras acercarse lo bastante a ellas como para comerse un rosco?. Según lo miro, veo que debo llevar la voz cantante. Ese empollón es mío, lo quiero. Me acerco a él y le saco a bailar, guiando su torpeza para que disimule y no llamar la atención. Él chico parece alegrarse, y en su cara veo su extrañeza de que una chica como yo se le acerque. A mitad de baile, inicio el juego de alejarme de la fiesta. Él me sigue cual perrito faldero. Volvemos al cuarto de las colchonetas, y cuando ya estamos a solas, hago lo que no pude hacer con Lalo: llevo mi mano a su pantalón para sobarlo y ponérsela dura. Nada me excita más que ver a un hombre que se toca su entrepierna. Esos bultos son mi perdición. Reyes, que así me dice que se llama, es un manojo de nervios. Yo lo sobo y le digo que se relaje, que se lo va a pasar mejor que nunca. Me acerco y casi le pongo las tetas en su cara, le dejo que me mire mi escote y hago que me desnude de cintura para arriba. La prepotencia de Lalo da paso a la inexperiencia de Reyes. Es un novato. Cuando acabe con él, será un veterano.
Me subo la falda y me pongo en pompa para que me acaricie el culo. Reyes posa sus manos en mis nalgas y las acaricia. Su torpeza lo hace aún mejor. Con la yema de un dedo acaricia mi chochito por encima de mi tanga. Su forma de tocar causa estragos en mi excitación, mi calentura se desata del todo. Quiero matarlo a polvos, hacerle cosas que seguramente solo habrá visto en películas X, pero me espero a que pare de tocar mi tanga. Cuando lo hace, noto que sus dedos apartan mi tanguita y entonces toca mi rajita húmeda. Me muevo para quedar pegado a él y que me sobe mis tetas. Me incorporo, me pongo de espaldas a Reyes y me pego a él, rozando mi culo contra su paquete, con su mano por dentro de mi tanga y la otra en mis tetas. La imagen es morbosísima, todo mi ser se alienta ante la imagen de un hombre poseyendo a una mujer, aun sabiendo que soy yo quien dirige el show. Giro mi cabeza y busco besarlo, le enseño a usar la lengua al roce con la mía. Su mano derecha en mi chochito adquiere confianza, y la izquierda me mete mano en las tetas calentándome más aún. Su bulto me roca el culo y al notarlo tan duro sé que ha llegado el momento. No puedo esperar más: le bajo los pantalones y admiro la maravilla de verga que tengo ante mí. Ya le gustaría a Lalo tener la vara que se gasta Reyes. Irresistible es la tentación de llevármela a la boca.
Apoyado en la pared, Reyes se deja llevar por mí. Sorprendentemente no cierra los ojos, se me queda mirando fijamente. Mis ojos se cruzan con los suyos, y en vez de cerrarlos como hice con Lalo, mantengo una pugna de miradas que no había descubierto hasta ahora. La lujuria asoma por su rostro y verle mirándome fijamente con mi polla en su boca me llena de orgullo y perversión. Muevo mi cabeza y con una mano agarro la base de su miembro para ayudarme a chupar. Se la aspiro con fuerza como si quisiera arrancarle la vida de su cuerpo, lo exprimo bien exprimido y chupo con ganas. Llevada por la lujuria le invito a que aprenda a disfrutar de una almejita como la mía. Lalo había rechazado comerme el coño, y me dio rabia porqué adoro una buena lengua dentro mío. Mis recatos de niña mona y educada van al olvido cuando me pongo caliente…y ahora estoy que ardo. Me pongo en las colchonetas y separo mis piernas para que él se deleite con la visión de una chica totalmente vestida, y a pesar de eso enseñando lo más íntimo de ella. Reyes echa en el otro lado de la colchoneta, acerca su cara…y empieza lento y tembloroso a besarme mi cosita húmeda. Sus besos son cálidos, su lengua jugosa, y su combinación de lametón y beso es ideal para encenderme más. Llega un punto en el que siento que voy a volverme loca pero loca de verdad, estoy a punto de perder la cordura por esa infernal boca lujuriosa. Pulso mis manos en su nuca, le incito a que me chupe más fuerte y profundo. Necesito más. Quiero más. Lo quiero todo.
Con una timidez que encandila mis sentidos, me confiesa su virginidad. Con una sonrisa y un guiño, le revelo que con su actitud en la fiesta ya lo había intuido, y que por eso no iba a permitir que terminase el curso sin perder la virginidad. Se echa encima de mí, y malamente apunta su falo hacia mi vulva palpitante. Finalmente lo logra, y con la tensión propia de su primera vez, me va penetrando muy pero que muy lentamente. Casi noto como me entra milímetro a milímetro. Nunca había sentido nada igual. Su primera penetración es tan lenta que me siento morir en sus brazos. Enrollo mis piernas entorno a su cintura y estando totalmente vestidos, pero unidos como solo un chico y una chica pueden estarlo, comienza a balancearme adelante y atrás. Su vaivén es endiablado. No encuentro palabras que describan lo que siento. En su inocencia, me trata como a una diosa que hubiese bajado del cielo para convertir al chico en un hombre…y sin saberlo, me da el mejor polvo que he tenido en muchísimo tiempo. No tiene prisa por acabar, y a mí me importa poco si ese es el último polvo de la tarde. Me siento desfallecer al ritmo de sus embestidas dentro de mi ser. Toda la mala uva y el descaro de Lalo no pueden ni por asomo compararse al cariño de Reyes. El chico es un campeón y no lo sabe, es un fuera de serie. Acomete dentro de mí con tal gana que me siento indefensa y desarmada ante él. De pronto él se hace grande…y yo me hago muy muy pequeña.
Esa sensación de que un hombre me domine es un aliciente que ningún hombre sabe valorar. La seducción es un arte tan perdido…y al mismo tiempo, tan valorado por nosotras. Reyes me sigue dando caña, me besa, me acaricia, observa mis tetas y hace lo que pueda por lamérmelas mientras sigue perforándome con su taladro. Me siento como si me fuese a partir en dos, como si me fuese a desgarrar y hacer pedazos…y yo deseo que lo haga, quiero que él me lleve a la locura y que me remate. La lujuria y el vicio que sentía antes con la idea de quitarle su virgo al empollón de la clase se desvanecen ante la forma que el empollón está follándome. Paso mis manos por su camisa y por encima de ella clavo mis uñas para indicarle que siga, que me enloquece su manera de llevarme al éxtasis. Su manubrio es arrebatador, su martilleo es constante y procura en mí unas sensaciones del todo alucinantes. Con ganas y con deseo sigue bombeando dentro de mí hasta que no soy capaz de resistirme a sus encantos y soy presa de un maravilloso y soberbio orgasmo, seguido por el suyo poco después. Al igual que con Reyes, y en un alarde de prudencia, Reyes se sale de mí por el riesgo de embarazo al no haber usado preservativos, y al igual que a Lalo, le sorprendo con otra buena mamadilla en que me trago todo lo suyo. Me encantan las malteadas, sobretodo si son malteadas de macho.
No puedo evitar reírme cuando Reyes me pide mi tanga como recuerdo de lo que acabamos de hacer. Accedo y me lo quito, enseñando mis piernas que él acaricia y mira con deseo. Se lo doy y como un novato que es, se lo lleva a la cara para captar mi olor a mujer. En un alarde de valentía, y tras ese fantástico primer polvo, hago con él lo que en mi vida hice con otros: le doy mi número de móvil para que me llame y así quedar otro día. A Reyes se le ilumina el rostro e intuyo sus pueriles pensamientos sobre que yo sea su novia y sobre una relación romántica. Sonrío y por dentro pienso lo infantil que es, y lo mucho que disfrutaré haciéndole madurar…a base de polvos. Reyes guarda en uno de sus bolsillo el tesoro que le he dado, que seguro conservará como oro en paño, y los dos nos volvemos poco a poco a la fiesta, que sigue a buen ritmo. Aunque deseo encontrar otro semental y luego irme a casa, mi encuentro con Reyes me ha dejado más satisfecha de lo que podía imaginarme. Bailoteo un poco en la pista para desconectar del meneo al que mi cuerpo se ha sometido y algo más tarde decido que ya es hora de volver a casa para descansar de mis correrías. Cuando llego a la puerta, una mano inesperadamente me coge por el brazo. Veo a un chico algo mayor, quizá del último curso. Me mira con desprecio, casi con odio. No entiendo nada. Intento irme, pero no me deja.
Perra, me llama. Me dice que me ha estado observando, que sabe que he venido de incógnito en busca de hombres, y que si polla es lo que he venido a buscar…polla es lo que me dará. Se me pega al cuerpo como si siquiera bailar conmigo y con disimulo me soba el culo delante de todo el mundo, actuando como si fuese mi novio. Susurra en mi oído que me prepare, que no sabe la que me espera, y me lleva justo de donde salí un poco antes. Observo que Reyes, ensimismado acariciando el bolsillo de su chaqueta por fuera (de donde, si alguien metiera la mano, sacaría mi prenda íntima que le regalé), no nos ve. Mi corazón da un vuelco cuando llegamos de nuevo al almacén: otros 3 chicos nos esperan, al parecer amigos suyos. Mi secuestrador me presenta ante los demás y les dice que soy una golfa de la calle, una “putita pendeja”, que se ha colado en la fiesta en busca de hombres. Me asusto, y no es para menos. Son cuatro, y yo solo una. No tengo quien me ayude, no puedo justificar mi presencia en ese instituto que no es el mío. Me doy cuenta que estoy a merced de sus deseos…y sé, porqué en sus ojos lo veo, que voy a pagar mi cara mi travesura. Un escalofrío recorre mi cuerpo y tiemblo de arriba abajo, un gesto que mi secuestrador interpreta no de miedo si no de placer ante la idea de que me van a dar mi justo merecido.
Uno de ellos, el más bajito (y el único de pelo negro), pregunta por mi edad. El otro, el rubio, le desaira por tonto diciéndole que eso da igual, que ahora las niñas de 13 pueden aparentar 18 años, y las 25 pueden aparentar tener 15, que no hay forma alguna de saberlo y que desde luego no van a preguntar por la mía. De sus conversaciones saco sus nombres: Cele (de Celestino), que es mi secuestrador; Satur (de Saturnino), el rubio; Osvaldo, un fornido mulato, y finalmente Pedro, el de pelo negro. Cuando Cele sube mi falda para enseñarles lo que tengo, se sorprenden de que no lleve tanga y me acusan de ser una golfa. Por desgracia no puedo explicar que sí lo tenía, pero que Reyes se quedó con él. Mi apariencia de guarrilla no puede ser más explícita, y Celes casi me rompe mi camisa para sacar mis tetas de su prisión. Delante de los tres me toca en mi conejito, se dedica a masturbarme para enseñarles lo zorrita que soy. Su imagen de mí es algo que no puedo rebatir. Tras dos buenos polvos mi cuerpo, aunque algo débil, es muy sensible y a la mínima se enciende. Los demás empiezan a tocarse sus bultos y Celes me obliga a mirar como se palmean sus pantalones. Un corrientazo, esta vez de placer, me recorre. Me relamo pensando en esos bultos, verlos tocándose por mí despierta mi vicio. Veo su excitación crecer…y mi sometimiento solo acaba de empezar.
Entre todos cogen el otro de madera (de los que se usan para poner las manos encima y saltarlo) que está en un rincón y le quitan un par de niveles de la base para reducir su altura. Dicho y hecho, queda a la altura justa para tumbarme y que me follen por todas partes. Me ponen boca arriba y me quitan la ropa. Toda. Soy un juguete en sus pervertidas manos. Uno a uno los veo desnudarse y sacar sus miembros. Celes, Satur, el bueno de Pedro…y entonces veo que la fama de los negros está justificada. Veo la que me espera y no sé si sentirme asustada o terriblemente excitada. Celes comenta que me vio irme con Reyes, y los demás ríen diciendo que poco podría hacer con un mariquita como él (si ellos supieran…), que una nenaza como esa es poco para una perra como yo. Su forma de dirigirse a mí sí que me excita. Nunca me han tratado de una forma tan humillante y vejatoria. Osvaldo y Pedro se lanzan a por mis tetas, se ríen diciendo que las tengo duras como la buena putita que soy, mientras Satur alardea de mis morritos de chupapollas y Celes me come mi dilatada conchita. Se me turnan y rifan como en una feria, las bocas y las pollas van pasando en un desfile de hombres a cual peor. Todos son como unas malas bestias que han visto en mí la ocasión perfecta de hacer lo que quieren con una chica a sabiendas de que ella no puede defenderse. Pienso en ello, y la idea me produce sudores.
Celes me mueve ligeramente para que mi culito quede un poco a la esquina del potro. Me abre las piernas y sin mediar palabra me penetra. Osvaldo, cuyo rabo genera en mí una imposible mezcla de deseo y miedo, se me acerca y me obliga a mamársela. No puedo meterla toda en la boca, y no puedo ayudarme con las manos. Pedro y Satur se me ponen a los lados, y llevando mis manos hacia ellos, me obligan a pajearlos esperando su turno. No lo puedo creer: se me están follando cuatro tíos a la vez, me he visto metida en medio de una brutal orgía sin comerlo ni beberlo. La forma de Celes de barrenarme hace que me ponga tan berrionda como nunca lo he estado antes. No es su forma de follarme solamente, si no el saber que los demás pasarán por caja después de él. Hasta me cuesta respirar con la polla de Osvaldo en mi boca, pero hago lo que puedo para aguantar ese endiablado pacto común de los cuatro amigotes que me cepillan de la manera más amoral que existe. Celes aprieta el ritmo, me folla a estocadas secas pero de lo más rítmicas, le veo con ganas de venirse pero cuando va a hacerlo se sale de mí y lo hace sobre mis tetas. Me pringa y lo esparce todo. Entonces se turnan en sentido de contra el reloj, y es Pedro quien pasa a follarme, mientras que con la mano izquierda se la meneo a Celes, con la boca se la chupo a Satur y con la derecha, meneo a Osvaldo. El número de orgasmos que alcanzo entre follada y follada es demencial, pierdo la cuenta y el sentido de cuantas veces me corro mientras se me están beneficiando. Algunas veces gocé a mitad de polvo, en otras al final, y en otras justo al penetrarme, y el resto fue solo una larga espera a que mi macho de turno terminase.
No sé cuanto tiempo pasa hasta que deciden “aleccionarme” de una forma aún más severa. Me asusto cuando me sacan del otro, o mejor dicho, me ponen boca abajo. Al notar un dedo en la entrada en mi ano intento resistirme y decir que no, que yo nunca me he dejado hacer eso, pero a ellos les da igual. Están decididos a probar un culo (¿el primero de sus vidas, quizá?) y me ha tocado pagar el pato. Celes quiere ser el primero por ser quien me “secuestró” para que todos se me gozasen. Los demás se quedan a ver el espectáculo, no quieren perderse detalle, y por supuesto, no me dejan descansar. Sigo con pollas en mis manos, las cuales me hacen soltar cuando empiezo a agarrar con una fuerza que ya no les es agradable. Rechino entre dientes. Me duele. Mucho. Jamás de los jamás imaginé algo así. Celes presiona para vencer a mi resistencia corporal y varios intentos después, logra su objetivo. Mi cuerpo grita, se retuerce y protesta contra la gran invasión de mi culito hasta entonces virgen. Los demás chocan las cinco y se regocijan mutuamente por el triunfo de Celes. Antes de darme un segundo para asumir lo que me está pasando, comienza a encularme. Me sigue doliendo que no puedo ni gritar para que sepan lo que siento. Al notar que me quedo desmadejada en el potro, llevan mis manos a sus pollas para que vuelva a masturbarlos, y otro me la endiña de nuevo en la boca. Ya no soy una chica: soy una muñeca hinchable…pero en vivo.
Mi cuerpo se mueve de adelante a atrás a cada embatida que me hacen dentro de mi poco a poco receptivo orto. La verga de Celes me va taladrando sin piedad hasta que consigue lo que quiere. Me encuentro sin capacidad de moverme, ni lo intento tampoco. Mi amante (¿violador, quizá?) sigue a lo suyo dale que te pego, me porculiza como le viene en gana y yo no me resisto, claro que tampoco me quedan muchas fuerzas. Mis tetas se estrujan contra el potro, mis piernas cuelgan a ambos lados de Celes y éste sigue martilleándome en aquel agujero estéril al que nadie había dejado jamás entrar. Cuando finalmente se desfoga, esta vez no se sale y se viene encima de mi cuerpo como antes lo habían hecho todos, pringándome el vientre, mis pechos y un poco mi cara. Ahora me lo echa todo dentro, sabedor que haciéndolo no hay sorpresas de las que tardan unos nueve meses en salir. Ríe y les dice a los demás que soy tan putita que hasta tenía mi culito tan limpio como la patena, a la espera de un macho que me lo perforase. No era por eso que lo tenía tan limpio, pero no tengo fuerzas para explicarme. De nuevo contra reloj, se me turnan, uno detrás de otro todos pasan por caja por segunda vez, siendo Osvaldo quien finaliza mi tanda de enculadas. Apenas logro creer que algo tan grande se me cuele en algo tan pequeño…pero después de tres pollas anteriores, mi ano ya aceptaría incluso el miembro de un pony o un caballo adulto. Estoy casi comatosa de tanto sexo, no puedo pensar, no pueblo hablar ni gemir, solo dejo que me usen hasta que se harten. Siento mi culito rezumar de malteada de macho como nunca pensé que podría sentirlo.
Logro sonreír un poco pensando que todo acabó, pero de nuevo me equivoco. Al bueno de Celes no se le acaban las ideas perversas. Esta vez me llevan a las colchonetas, me cogen en brazos y me depositan allí, aunque yo no entiendo porqué. Pronto descubro el motivo: no contentos con todo lo que me han hecho, deciden darme una última tanda de sexo, pero esta vez, de dos en dos. Con Satur debajo de mí y Osvaldo encima, se las apañan fácilmente y me penetran al mismo tiempo por mis dos agujeritos, que se tragan sus miembros sin el menor problema. Puesta a cuatro patas, me dejo hacer por ellos. En tanto que Celes me hace pajearlo con dos manos, Pedro me obliga a chupársela. Nunca me dejan un segundo de respiro, y se me cambian de postura, tanto ellos como yo, pues a veces me dan la vuelta para, en la misma postura, cambiárseme de agujero. Jamás me creí que pudiera sentirme tan utilizada de ese modo. Me comen mis tetas y las pellizcan y mordisquean con mucha malicia. No me dejan marcas, pero desde luego no se cortan un pelo en usar mi cuerpo para su propio placer. Mi culo se me queda como el túnel del Canal de La mancha, entre unos y otros me lo abren de una forma descomunal. Después de esto, cualquier podrá hacérmelo por detrás, yo sí que he pasado de novata a veterana en una sola sesión. Me digo a mí misma que después de esto ya lo he visto todo, que ya nada me sorprenderá….pero 30 segundos después, salgo de mi error.
Mientras estoy a cuatro patas boca abajo, con Celes fornicando mi culo y Pedro dándome caña en mi vulva, mis ojos ven a Satur, que está también a cuatro patas, con las manos apoyadas en la pared. No entiendo nada, pero en seguida descubro porqué. Si no lo veo no lo creo: el dotado Osvaldo se pone detrás de él y se lo empieza a trajinar. Así, sin más. Celes, que lo ve, responde airado como si lo hubiese visto antes que está harto de verlos en plan maricones y que paren, pero Satur le protesta que si no acepta su bisexualidad que se vaya al infierno, que tanta calentura le ha hecho desear un hombre, y parece que Osvaldo es el elegido (¿otro bisex, quizá?). Aquella imagen me saca de mi agotamiento: de pronto mi culo ya dejado de doler, me encuentro paralizada mientras se me follan. No puedo apartar la vista de esa increíble escena. No logro aceptar que todo ese pollón de mulato pueda meterla en un culo estrecho como el de Satur…pero entra a las mil maravillas. Ni en las películas X que acostumbro a ver me he encontrado jamás con algo así. Me gusta. No puedo negarlo. Me gusta ver a dos hombres follando. A mis ojos de chica, tiene un morbo fatal, me excito, me caliento sin poder evitarlo. Soy presa de mis impulsos y cobro nuevo brío. La forma de Osvaldo de follarse a Satur se parece a la que Celes usa para encularme a mí. Me muevo poco a poco y le hago saber que ver a sus amigos enrollándose por su cuenta me devuelve en algo las fuerzas. Él se percata y comienza a darme fuertes bombeos en el culo. Después de tanta polla como ha pasado por él, soy consciente por primera vez de que siento cosas nuevas que ignoraba. Se me ha sensibilizado mi ano…y quiero aprender a disfrutarlo.
Mi tortura se ha convertido a la fuerza en nuevo placer. Celes me da la vuelta en cierto momento, quiere mi coño y toma posesión de él dejando que Pedro sea su revelo en mi culito abierto. Con las manos sobre las colchonetas y mi espalda encorvada, veo cabeza abajo la tremenda follada de Osvaldo a Satur. No logro ver la cara de Satur pero no importa, sus gemidos hablan por él. Lo está gozando al máximo. Osvaldo lo penetra y se lo cepilla como un loco a la vez que Pedro y Celes me cepillan a mí. Es la enésima penetración que me hacen, y así logro mantenerme de una pieza mientras agotan todas las fuerzas de mi cuerpo. Quizá sea por ver a dos hombres gozando entre ellos, no lo sé y tampoco me importa. Solo qué que deseo que todo acabe y me dejen irme a casa. Haré lo que sea por volver a casa. Me dejo de mis dos folladores mientras veo a Osvaldo no solo follarse a Satur, si no acariciarlo y hasta hacerle girar la cabeza para besarse con él. Es una verdadera follada en toda regla, y por los movimientos de su brazo derecho, me da en la nariz que Osvaldo se la está meneando a su amante mientras lo penetra. Ya no puedo contenerme por más tiempo, mi orgasmo no-sé-cuantos me sobreviene más por ejercer de mirona de los chicos montándoselo que del trío que me estoy montando, y en lo que oigo, Satur parece estar al borde del orgasmo al igual que yo. Por muy poco soy quien acaba primero, luego Satur, y después Osvaldo se lo echa dentro lo mismo que me lo hace Celes, pero no Pedro, que me lo echa en la cara tras salirse a tiempo de mí. Ya no doy más de sí, no puedo, estoy exhausta…y ellos aprovechan para masturbarse una última vez y venirse (gotitas, a ese extremo) todos encima mío. Con un último saludo socarrón, Celes me dice que si deseo recordar lo que es un macho de verdad que no lo dude y vuelva, que encantados estarán de darme otro repaso. No puedo ni contestar a su oferta. Tan solo lo miro con cansancio como se visten y se van.
Me dejan desnuda, impregnada de su malteada, con toda mi calentura aletargada y dormida después un tiempo que se me hizo eterno (no tengo reloj para saber cuanto he estado bajo su dominio) y de satisfacerse de todas sus perversiones. Mi ropa, tirada por el suelo, no está rota. Poco a poco vuelvo a vestirme, y apoyándome en la pared, logro a duras penas salir de ese cuartucho que seguro se quedará en mis sueños durante largos años para llegar a un cuarto de baño donde disimular un poco mi desaliñado aspecto. Al salir de allí nadie diría que acabo de salir de una orgía que no sé si calificar de violación o de consentido. Veo que la fiesta está apagándose poco a poco, y desde luego que no tengo ninguna gana de quedarme más tiempo. Salgo del instituto, cruzo la calle y con la tarde casi caída logro volver a mi edificio y a mi casa. Por suerte tengo ascensor porqué me es imposible subir las escaleras hasta el cuarto piso donde vivo. Saco la llave para abrir la puerta y veo que mis padres no han llegado aún, y que mi hermano tampoco está en casa. Estoy sola. No lo dudo ni un momento: derecha a la ducha, a sacarme todo el olor a macho que me han dejado mis seis amantes a lo largo de una tarde interminable. A conciencia me limpio mi parte posterior y compruebo que en efecto, si bien me libré de sangrar, me duele de una forma inenarrable al igual que el resto del cuerpo. También compruebo que es sensible a mis propias caricias, que me doy para sacar la malteada de Celes y sus amigos. Con el calor del agua casi me duermo. Hasta que no me limpio por completo no salgo de la ducha. Tengo un hambre atroz.
Ceno en familia casi en silencio, incapaz de decir nada. Mi hermano me mira de forma acusadora, con sus ojos intrigados. Papá y mamá están enfrascados en sus vidas de adultos, y no se dan cuenta de mi estado somnoliento, fruto de un agotamiento que con toda probabilidad no vuelva a conocer jamás. Cuando más tarde me meto en cama, caigo boca abajo sin fuerzas, y recibo mi mullido colchón con un sentimiento de euforia colosal. No veía la hora de irme a dormir, y por fin ocurre. Me arropo hasta el cuello para sentirme en la gloria y me duermo…pero no para siempre. Un peso en el lateral de mi cama me saca de mis incipientes ensoñaciones. Me giro y veo a mi hermano. Me dice que papá y mamá ya están dormidos, que nada los despertará y que quiere saber que me ha pasado. No sé por donde empezar a contar. Se lo cuento todo de principio a fin. Todo, con pelos y señales. A medida que va sabiendo los hechos, inevitablemente el bulto de su pantalón le va palpitando cada vez más. Mi mano derecha, por instinto, sale de debajo de la colcha y se posa justo encima de sus pantalones, para notar su bulto. Está que revienta. Mi hermano no reacciona, se queda quieto dejando que le sobe su garrote por encima del pantalón. Entonces se ríe y piensa en voz alta sobre qué pasaría si mis “violadores” hubiesen sabido que la chica a la que se trajinaron fue desvirgada por su propio hermano y que es su putita particular, y que fue idea suya que yo acudiese a la fiesta a buscar hombres. Arqueo una ceja divertida, y hago un leve encogimiento con los hombros, diciendo entre risitas que hay cosas que es mejor no saber.
Mi hermano descorre un poco la colcha, me abre el pijama y observa mis pechos al aire. Yo logro bajarle lo justo el pantalón para sacar su miembro y masturbarlo. Solo deseo ayudarle a desahogar, no tengo ganas de más sexo aparte de ese, no tras todo lo que me han dado ya. Un último trabajito para rematar un día de esos que nunca se van a poder olvidar. Mi mano se mueve mimosa arriba y abajo acariciando la tranca de mi hermano mayor, mi único hermano (hermanas no tengo). Me acaricia los pezones con esa forma especial que tiene de hacerlo, y nos besamos. Le susurro que por favor no me haga más, que solo quiero hacerle gozar e irnos a dormir, pero veo en sus ojos que eso no va a pasar. Está salido, salido de esa manera en que sé que no hace caso a nadie. Al cabo de varios minutos de estar haciéndole una buena manuela me quedo desnuda ante él. Descorre mi colcha y admira mi cuerpo. Se saca la ropa con rapidez y se recuesta a mi lado. Insisto que me deje descansar, y que mañana le haré todo lo que me pida, pero él no cede a mis súplicas. Sé que me va a follar, y después del relato que le conté, sé que me va a encular. Mi último amante del día, y resignada acepto mi destino. No tengo fuerzas para negarme a lo que pide pero no importa. Cuando despierte mañana (con mi cuerpo ya recuperado) lo haré con una gran sonrisa en los labios, la misma que ahora tengo recordando todo lo que me hicieron mis seis amantes. La misma sonrisa que tengo sabiendo que esta noche gozaré como nunca he gozado antes con él, que después de ser follada por mi hermano voy a dormir radiante de felicidad como una bendita…