Invocando un demonio

Relato que describe una experiencia con un demonio que va mas allá de los placeres mortales

A altas horas de la noche un joven está sentado frente a su ordenador. Su nombre es Carlos, tiene 20 años. Es un chico delgado y pálido de piel debido a que no sale mucho. Hace tres meses dejó la universidad y desde entonces no sale de su casa más que para comprar comida dos veces a la semana. Vive solo en un piso pequeño que pagan sus padres que aun creen que asiste a clase.

Carlos llevaba jugando dos horas a videojuegos y empezaba a aburrirse. Cerró el juego y abrió el navegador. Siempre que se aburría y no sabía que hacer acababa visitando la pagina de 4chan, donde siempre encontraba algo interesante. Empezaba visitando el tablón random, tenía un poco de todo, humor, fotos sugerentes, videos porno... Para Carlos era como un calentamiento. Cuando ya había visto todos los mensajes le llamó la atención el último mensaje del tablón, una imagen con un círculo con caracteres sobre un fondo negro. El texto que acompañaba la imagen decía "Como invocar a un demonio". Le pareció interesante y pinchó en la imagen para ver toda la información. Era un tutorial que explicaba como invocar a un demonio para pedirle favores. Carlos lo leyó todo y pensó que podría hacerlo, no creía en estas cosas pero se aburría tanto que pensó que por lo menos estaría ocupado un rato. Buscó todos los materiales necesarios, velas, un espejo e incienso. Las velas y el espejo los encontró rápido pero el incienso tuvo que buscarlo más. Recordaba que una anciana le dió un paquete a cambio de unas monedas una de las últimas veces que salió a comprar. Finalmente encontró el incienso. Fue corriendo a su cuarto y dispuso todo como decía el tutorial.

El cuarto estaba inundado de velas, había impreso unos símbolos y los había puesto en el suelo. Carlos estaba sentado en el centro y en frente tenía un espejo. Toda la habitación olía a incienso y hacía que costara respirar. El siguiente paso era leer una especie de oración varias veces. Leyó las palabras con un poco de dificultad ya que el calor de las velas y el incienso le habían secado la boca. Todo quedó en silencio al terminar, la habitación estaba en penumbra apenas iluminada por las velas. Carlos solo escuchaba su respiración cada vez más costosa, expectante a que algo acurriese. Se estaba impacientando y cuando pensaba levantarse y dejarlo todo escuchó una voz profunda.

-¿QUIÉN ME LLAMA?

La escuchaba como si surgiera dentro de su cabeza. El terror se adueñó de Carlos, no esperaba que funcionara. Había leído que lo más importante era descubrir el nombre del demonio para poder tener control sobre él. Pero el miedo le impedía hablar.

-¡HABLA MORTAL!

-Mi nombre es Carlos. -Había hablado tan flojo que casi ni él escuchaba sus propias palabras.

-¿POR QUÉ ME HAS LLAMADO?

-¿Cúal es tu nombre? -Carlos recordaba que lo principal era descubrir su nombre.

-NO TE DARÉ MI NOMBRE, NO PERMITIRÉ QUE UNA SIMPLE ALMA MORTAL ME DOMINE.

Se fijó en el espejo. En lugar de reflejase, una sombra ocupaba su lugar. Tenía forma humana pero no se podía distinguir sus rasgos.

-TE PROPONGO UN PACTO. SI ANTES DE QUE SALGA EL SOL NO HAS EYACULADO TE DARÉ LO QUE QUIERAS, EN CAMBIO SI EYACULAS ME QUEDARÉ CON TU ALMA.

Carlos no sabía que decir o hacer, le daba miedo decirle que no y que le pasase algo malo. No entendía muy bien a que se refería con eyacular antes del amanecer. La última vez que miró el reloj eran las tres de la madrugada y como mucho había pasado una hora. No amanecería hasta las seis y media, solo debía esperar dos horas y media.

-Acepto el trato. -Intentó sonar seguro pero la voz volvió a fallarle y sono más como un quejido.

De repente la luz se hizo mucho más tenue, como si las llamas de las velas fueran a extinguirse. Notó como si el aire se moviera en su nuca. Ahora el espejo reflejaba su figura, ya no había ninguna sombra. Carlos respiró tranquilo, pensó que todo había pasado. Se levantó y al darse la vuelta vió una figura. Era un ser alto y esbelto. Tenía el pelo largo y unos ojos con una mirada profunda. Estaba desnudo y carecía de vello corporal. Su pene era enorme.

-¿TE GUSTA?

Ahora la voz no salió de dentro de su cabeza, era ese ser el que estaba hablando. Su voz era muy bella como de otro mundo. El demonió acarició el brazo de carlos, su tacto era como seda.

-DESNÚDATE.

Carlos se sorprendió al darse cuenta de que estaba quitándose la ropa sin querer hacerlo. Estaba excitándose pero no entendía por que se sentía así. Desde el brazo que el demonio había acaricado se extendió un calor por todo su cuerpo, tenía los vellos de punta. El demonio avanzó hacia él y lo besó.

-No -dijo Carlos suspirando.

-TU BOCA DICE NO PERO TU CUERPO DICE LO CONTRARIO.

Carlos miró hacia bajo y le sorprendió ver su pene erecto. Nunca se había sentido atraído por un hombre. Sintió vergüenza y miedo.

-VAS A SENTIR MÁS PLACER DEL QUE UN MORTAL PUEDE SOPORTAR.

Sus palabras encendieron la llama que carlos sentía dentro. No entendía como podía excitarse tanto en esa situación. Le estaba dominando y a él le gustaba. Quería parar pero no podía evitar seguir.

El demonio pasó sus brazos por detras de la cabeza de Carlos y le acarició toda la espalda y al llegar al culo le dio un ligero apretón. Carlos gimió, el tacto del demonio era suave pero a la vez como fuego. Le miró a los ojos y vió una oscuridad y una profundidad que le hicieron sentir minúsculo. Bajó la mirada sumiso.

Las manos pasaron del culo a sus pezones, los acariciaba y Carlos sentía que no podría soportarlo más, el placer le nublaba la vista. De repente apretó los dedos y pellizcó los pezones. Carlos notaba como si tuviera ascuas en ellos, sentía dolor pero a la vez un placer enorme. Pellizcaba cada vez con más fuerza, parecía que el dolor era insoportable, entonces aumentaba más. Carlos lloraba no sabía si de dolor o de placer. El demonio liberó sus pezones y la calma llenó su mente. Empujó a Carlos a la cama, que cayó boca arriba. El dolor y el placer le habían dejado tan débil que apenas podía abir los ojos. Notó una brisa en sus pies descalzos y de repente sintió un dolor en sus plantas como si le hubieran dado un latigazo. El dolor era insoportable pero ese dolor le daba placer, con cada latigazo su espalda se arqueaba y su pene palpitaba. Sentía las plantas de los pies ardiendo como si caminara sobre brasas, y ese calor se expandía por todo su cuerpo en oleadas dándole un gran placer. Cuando parecía que estaba al límite del dolor y del placer todo cesó. Solo se escuchaba su respiración agitada, el corazón latía muy fuerte. Notó un cosquilleo debajo de él y una sensación de ingravidez, estaba flotando. Empezó a sentir un calor en la garganta que cada vez era más molesto, le costaba respirar. Un dolor agudo recorrió su espalda, era como si ahora le dieran latigazos en la espalda. Cada pocos segundo sentía un dolor en algún lugar de su cuerpo, pecho, piernas, cuello, cara, nalgas y la sensación de ahogo fue a más. Era como si le hubieran tapado la boca y no pudiese respirar. Los golpes eran cada vez más fuertes y el no poder casi respirar parecía que amplificaba todo el dolor, que se convertía en placer casi enseguida. Se encontraba en un estado de trance por el placer que todos los golpes le estaban provocando. Cayó sobre la cama abrúptamente respirando libre al fín.

Abrió lo ojos y el demonio le miraba fijamente.

-PODEMOS PARAR AHORA O SEGUIR TÚ DECIDES. -Su voz sonaba calmada como si no hubiera hecho ningún esfuerzo.

Carlos trataba de recuperarse de todo lo que había pasado. Sentía fuego en todas las partes de su cuerpo y una pasión irrefenable le hacía temblar. Se levantó y se puso frente al demonio.

-Quiero morir de placer, te daré lo que sea, mi alma, todo. -Se puso de rodillas frente a él y empezó a besarle los pies movido por un sentimiento de sumisión absoluta.

-ASÍ SEA.

El demonio agarró a Carlos por el cuello y lo volteó, sujetándolo por las muñecas. Carlos sintío fuego y dolor en su culo, el demonio le estaba sodomizando y él gemía cada vez más fuerte. Otra vez la sensación de ingravidez. Notaba oleadas de placer y de pronto comenzó a sentir otra vez el ahogo que le impedía respirar. Sentía los golpes por todo el cuerpo como si le dieran con diez cinturones a la vez. También en los pezones y en las plantas de los pies sentía las brasas inflingiéndole un dolor insoportable. Aullaba y temblaba de placer, cada penetración era como una explosión de energía. La saliva chorreaba de la boca de Carlos y caía al suelo junto con el líquido que salía de su pene. Una última estocada profunda hizo estallar a Carlos que gritó sin emitir ningún sonido. Sintió un placer superior, cada célula de su cuerpo vibraba mientras eyaculaba a chorros. Era como desvanecerse.

Un rayo de sol iluminó la habitación. Todas la velas estaban apagadas y no había nadie allí, tan solo un leve olor a azufre.