Invitado en la noche

Un misterioso hombre se presenta en plena lluvia en la granja de una sencilla familia pidiendo refugio. Los hijos del matrimonio, dos gemelos adolescentes, se sienten atraido por el visitante desde el primer momento.

Había pasado un día ya desde que aquel extraño hombre entrase a las tierras de la granja de la familia ha pedir resguardo de las fuertes lluvias de Julio. En la noche anterior fue cuando apareció, interrumpiendo el final de nuestra cena, llamando fuertemente a la puerta. Teniendo la escopeta bien a mano tras la puerta, padre estuvo hablando con aquel visitante en la noche. Junto a madre, mi hermano Abraham y yo fuimos en seguida a asomarnos por el umbral del comedor. En seguida nos atrajo el halo de misterio que envolvía a aquel hombre que se presentó ante padre como el señor Doe. Era joven, aunque no tanto como Abraham, mi hermano gemelo, y yo que teníamos dieciséis, no, el rondaba mas bien la treintena de una forma hermosa, con una mandíbula fuerte y ancha que adornaba con una perilla que le daba una apariencia clásica. Pero esto era lo único que se vislumbraba a la luz del pasillo y el resto de su cara quedaba oculta entre las sombras del oscuro porche. Estaba empapado de pies a cabeza por el paseo sin resguardo bajo la lluvia y aun así no mostraba ni el más mínimo indicio de que le molestase sus ropas mojadas. Pero lo mas extraño de aquel hombre era su falta de equipaje aun habiendo dicho que viajaba a dedo por la carretera comarcal. Supongo que por eso padre se mostró desconfiado con él, incluso mas que de costumbre con los visitantes inesperados a los que ya de por si detestaba, y por esa razón le dijo que podía utilizar el viejo cobertizo en el que se encontraría a resguardo de la lluvia, donde podría descansar sobre un lecho de paja y pasar la noche. Aunque la lluvia no tenía pinta de que fuese a remitir al día siguiente lo suficiente como para que extranjero pudiera retomar su camino.

Corriendo escaleras arriba, mi hermano y yo nos disculpamos por no acabar la cena y entramos a nuestra habitación para ver desde la ventana como aquel hombre caminaba impasible bajo la lluvia en dirección al granero. A mitad de camino el hombre se giró y pareció mirar directamente a nuestra ventana, mas que eso, pareció mirarnos directamente a las caras, algo imposible ya que no habíamos encendido luz alguna en la habitación y nos encontrábamos asomado en la ventana en la penumbra. Con un sudor frío recorriéndonos la coronilla, escuchamos a padre reunirse en la cocina con mamá, que ya se había puesto a fregar los platos, discutiendo sobre la visita del extraño invitado que teníamos ahora en el granero. Tumbándonos cada uno en su cama, Abraham y yo hablamos también sobre aquel hombre, llenos de curiosidad y de un fuerte instinto por mi parte, instinto que reprimí disimulando cuando Abraham me preguntó por que hablaba tanto de él físicamente, aunque veía en su cara también cierta curiosidad al respecto, pero no como yo lo hacía. Por eso, en la soledad de mi lado del dormitorio, en mi cama, aguardé a escuchar los ronquidos de Abraham para meter mi mano bajo los calzoncillos y masturbarme recordando aquellos labios, aquellos pantalones mojados que se le pegaban a la entrepierna en donde sus calzoncillos, también empapados, marcaban la simetría de su polla cayendo en reposo sobre sus huevos. Apretando la mandíbula para reprimir mis gemidos, sentí el impacto mojado y caliente de mi propio semen extendiéndose por mi mano.

Así fue como es que durante todo el día siguiente nada se pudo hacer afuera por la continuada lluvia. Padre andaba malhumorado por que no habíamos podido haber trabajado los cultivos, pero sabíamos que también era por lo poco que le agradaba tener a un extraño en nuestras granja. Miraba por la ventana a cada rato para ver si veía a nuestro invitado salir o entrar del granero pero nada de eso ocurrió. Fue a la noche que, cuando comenzamos a recoger la mesa tras la abundante cena, padre pidió a madre que pusiese en un plato algo del cordero que había sobrado junto con algo de puré de patatas y revueltos de alubias.

-Después de todo un día sin comer ese tal señor Doe, o le damos algo de comida o seguro que se muere de hambre antes de que la lluvia reduzca

Gruñó.

-En ese caso ¿Por qué no le deja entrar, cariño? Aquí estaría mas confortable, por no hablar de que enviar a un invitado al cobertizo no ha sido de buen cristiano

Le replicó madre.

-De ninguna de las maneras, ese tipo me da mala espina

Respondió padre, tomando la bandeja con el plato de comida, algo de pan y una jarra de agua y entregándosela a Abraham

Toma chico, llévale esto al señor Doe, pero no te quedes hablándole y regresa cuando antes, y cuando lo hagas sube directamente a dormir.

-Vale padre

Respondió hermano mostrando cierta alegría con la tarea encomendada pues deseaba tanto como yo conocer al señor Doe.

Desde el porche vi a Abraham correr bajo la lluvia todo lo rápido que le permitía la bandeja que había envuelto con un paño para que no se mojase. La oscuridad era demasiada y cuando ya se acercaba a la puerta del granero desapareció de mi vista por lo que volví adentro. El tiempo corrió rápido, sin que padre o madre se diese cuenta de que Abraham no había regresado. Yo en su lugar también habría aprovechado para hablar con aquel hombre por lo que me hice pasar por él desde la habitación cuando madre nos dio las buenas noches desde el umbral de su dormitorio. Pasó una hora mas, lo que sumada a las anteriores la hicieron cuatro desde que Abraham había marchado a llevarle comida al misterioso señor Doe. Asomándome por la ventana, miré en dirección al granero y vislumbre un resquicio de luz por el ventanal a medio cerrar. Tomé mi abrigo, poniéndomelo directamente sobre mi cuerpo medio desnudo, con intención de ir a buscar a mi hermano antes de que se metiese en un lío. Una a una bajé las escaleras y con mucho cuidado abrí la puerta de casa. La lluvia continuaba igual de mal que en las últimas veinte y cuatro horas, sintiéndola empapándome el abrigo y la cabeza cuando corrí en dirección al granero por el embarrado camino. Empujé la puerta tal como llegué a ella, corriendo, y penetré en el silo. Algo de madera y paja húmeda se olía en el ambiente. La única luz que provenía era la de un candil puesto sobre un tocón en el altillo que debía haber sido la que vislumbré de la habitación.

-¿Hola? ¿Abraham?

Llamé sin que recibiese respuesta alguna y sintiendo que los pelos se me ponía de punta por aquel silencio que no debía ser.

Alcancé la escalerilla de mano para subir. Las telarañas en las vigas desprendían extrañas sombras a la luz del candil, aumentando mi miedo. Nadie parecía haber allí hasta que al bordear unas balas de paja encontré a Abraham tirado en el suelo totalmente desnudo. Parecía muerto, o eso parecía su mirada vacía, así como su nulo movimiento de pecho al respirar. A plena vista, su cuello mostraba dos hendiduras de la que brotaba un reguero de sangre que ya parecía haber parado. A punto del grito, una figura humana emergió de entre las sombras de al fondo con tranquilidad. Era el señor Doe al que ahora contemplaba en su totalidad por que andaba desnudo. Sonreía con colmillos antinaturales asomándole por la boca, mirándome con mirada relajada aunque penetrante con aquellos ojos negros que tenía. Era muy guapo, e incluso en aquella aberrante situación no pude evitar sentirme fuertemente atraído por él. Emanando desde su boca caía por su cuerpo desnudo un reguero de sangre que bajaba lasciva por su fuerte cuello, por la senda que se formaba entre sus abultados pectorales, retorciéndose por entre sus abdominales, empapado su vello púbico y tiñendo de rojo tanto su miembro como sus testículos, enormes incluso para ser los primeros que veía que no fuesen los de mi hermano, ahora muerto frente a mí. Empujando todo mi cuerpo a un lado, conseguí separar los pies del suelo y correr hacia las escaleras. Salté cuando ya estaba a mitad de altura y corrí hacia la puerta pero entonces algo a bastante velocidad me agarró por el cuello del abrigo, haciéndome girar y poniéndome de espalda contra la puerta. El brazo del señor Doe zumbó junto a mi cabeza y escuché sus uñas clavarse como garras en la madera. Su cuerpo se pegó a mí, acorralándome como un depredador solía hacer. Estaba aterrorizado, pero incluso así no pude apartar de mi cabeza la sensación de sentir su desnudez a un escaso palmo.

-Pensaba que sería tu padre el que aparecería buscando a su hijo

dijo con tono frío como el hielo pero caliente y provocativo al mismo tiempo

Supongo que si no es así es por que no sabían que estaba aquí

Sintiendo como mi barbilla temblaba, asentí lentamente

Bueno, en ese caso me da tiempo a divertirme contigo antes de que tus padres se den cuenta que sus dos preciosos hijos han desaparecido.

-Señor Doe… - Balbuceé sin saber como continuar.

-¿Piensas aún que ese es mi verdadero nombre?

Preguntó pegando su boca tanto a la mía que olí la sangre que manchaba su barbilla

¿Cómo te llamas tú?

-Sa… Samuel

Tartamudeé.

-¿Sabes Samuel? Escucho tu sangre fluir por tus arterias y tus venas, pero no al ritmo que debiese

Pegando sus dedos por mi pecho descubierto, fue bajando por mi cuerpo tan lentamente que sentía que estaba quemándome. Al sentir su mano por el vello de mi pubis, adentrándose por mis calzoncillos, dio fin su viaje cuando topó con mi miembro duro y tan erguido arriba que casi daba con mi vientre. Agarró la punta, apretándola y llevándola todo lo abajo que permitió mi prepucio y haciéndome dar un suspiro que intenté disimular pero su sonrisa me reveló que no lo había conseguido

Mucho te tengo que excitar para haber conseguido tal erección incluso cuando acabar de ver a tu hermano asesinado.

-Aléjate de mí, no te acerques

Conseguí el valor para decirle, pero en respuesta solo conseguí ser lanzado como un muñeco de paja de nuevo arriba al altillo, cayendo junto al cuerpo desangrado de mi hermano.

-Tu hermano no era tan impertinente

Apareció el señor Doe de un salto

Vino con esa bandeja, sin saber que si me comía algo iba a ser a él, después al menos de divertirme un poco. Pero siendo gemelos él no era como tú. Me costó seducirlo hasta que al final fue cediendo, sobre todo cuando comencé a chuparle su polla. Debéis de estar aquí muy solos, sin mas gente que vuestros padres, sin una chica que saciase los instintos de tu pobre hermano ¿Sabes? Los chicos vírgenes tenéis una sangre taaaan dulce que la polla me arde tiesa al olérosla

Caminó hasta mí, agachándose de cuclillas y atrapando mi visión hacia su miembro colgante entre sus piernas, que como a voluntad se puso gordo, grande, duro al instante. Intenté apartarme pero tenía el cuerpo congelado por el miedo y dolorido por el impacto al ser lanzado. Mostrando una delicadeza inesperada, me deshizo del abrigo y rasgó mis calzoncillos hasta desnudarme del todo. Contemplando mi polla se pasó la lengua por los colmillos

Al igual que tu hermano tienes una polla enorme, gorda con la misma vena jugosa recorriéndola. Me había quedado con ganas de follar y de beber después de varias noches sin alimentarme pero que suerte la mía que por propia voluntad han venido a mi unos gemelos. Ahora te tengo a ti para acabar de saciarme del todo.

Me masturbó lentamente, con la mirada fija en mi cara hasta que pareció cansarse y entonces, poniéndose algo en pié, tomó mi cabeza de manera forzosa, acercando su polla a mi boca.

-¡Por favor!

Me resistí.

-Pero si lo estás deseando

Lo escuché decirme riendo.

Me agarró la cara, clavando sus dedos a los lados de mi mandíbula, consiguiendo que su polla entrase en mi boca y fuese circulando adentro y afuera, frotándose a todo lo largo contra mis labios. Una sensación como de sed se fue apoderando de mí contra mas penetraba mi boca. Él tenía razón, lo deseaba y mucho. Removiendo mi lengua, lamía su polla siempre que la tenía dentro, moviendo mi cabeza poco a poco sin que me diese cuenta. De ser él quien movía su cadera, era yo ahora quien adelantaba la cabeza y chupaba con fuerza su polla. Lo escuché respirar fuerte y seguido, cada vez mas seguido, hasta que su respiración pasó a ser mezcla de gemidos y un extraño rugido animal. Su miembro se puso a convulsionarse en mi boca, llenándome de un abundante líquido que no sabía como el semen, como a mi propia semen al menor, si no a hierro. Al ser liberada mi boca de su miembro, vi como todo su capullo manchado de brillante sangre que goteaba de la misma forma que restos de semen. A un lado, escupí un gran gargajo sanguinolento lleno de asco.

-Has hecho que me corra…

Comenzó a decirme tomándome por las mejillas muy cerca mía - …y por ello voy a hacerte un regalo. Antes de matarte voy a hacer que pierdas tu virginidad como hice con tu hermano, aunque con él me entró tanta sed que no pude esperar a que acabase. Pero a ti si que te dejaré correrte.

Yaciendo sentado, su cuerpo entero se echó también sentado sobre el mío, agarrándose a mis hombros y sintiendo mi miembro punzante contra su ano. El frío interior de su cuerpo se fue haciendo paso a medida que avanzaba mi miembro hasta que su culo golpeó mis caderas. Contra mi vientre sentía su polla, aun dura, pintajerreandome con restos de aquella sangre que había eyaculado. Sus ojos brillaron en contacto visual directo con los míos cuando mi corazón aceleró sus latidos. Ascendiendo, dejó salir poco a poco mi falo hasta que sobre salió algo mas de la mitad. Dejándose caer, volví a penetrarlo aunque esta vez no hizo pausa y continuó con aquel movimiento. Giré el rostro en todas direcciones aullando y jadeando de un placer que me superaba, que iba nublando mi razón y apoderándose de mí.

-Fóllame Samuel, fóllame como me folló tu hermano, disfruta en tus últimos minutos de vida

Lo escuché decirme con el tono mas lascivo y perverso que había empleado hasta entonces.

En un arrebato por escrutar todavía mas su culo con mi miembro, lo empujé adelante, tumbándolo de espalda con las piernas alzada y encogidas a los lados. Mi cintura, y con ella todo mi cuerpo, se dobló adelante para penetrarlo ahora a mi ritmo. Lo empujaba con todas mis fuerzas, haciéndome daño incluso yo mismo, pero a él en cambio nada le dolía e incluso le excitaba mas. Mezclándose con mis jadeos, él continuaba pidiéndome más, recordándome entre palabras obscena de que iba a morir una vez acabase y si no iba a poder evitarlo por lo menos iba a disfrutarlo. Sus uñas se clavaron superficialmente en mi espalda haciéndome sentir la sangre brotar de mi cuerpo, pero el placer de mi polla embistiendo las paredes de su esfínter se sobre puso a aquel dolor. Una tercera mano recorrió mi espalda en una cariñosa caricia. Me sobresalté y giré la vista tras de mí, llevándome un gran sorpresa cuando vi a Abraham sonriéndome, vivo y con su miembro duro. Pero no, en seguida lo percibí. Aquel no era él. Su mirada era tan negra como el señor Doe, su tacto era frío y unos largos colmillos sobresalían de excitación de entre sus labios. Las marcas de la mordida aun estaban en su cuello pálido, como el resto de su cuerpo.

-Mira quien ha venido ya de entre los muertos

Dijo el señor Doe que atrajo a Abraham y lo beso en la boca.

Regresó mi hermano tras de mí y sentí su miembro embestir mi ano. Quieto sobre el señor Doe, gemí dolorido al sentir aquella polla que al ser de mi gemelo era tan grande y gorda como la mía. Mi ano se fue desgarrando, pero el empuje de su cuerpo me hacía a su vez empujar al señor Doe, llenándome de placer que volvió a sobrepasar el dolor. Mi hermano me penetraba a un ritmo similar al que yo lo hacía, llenándome de un goce superior. Desde la punta de mi polla hasta el interior de mis testículos, una tensión amenazaba con ceder en cualquier momento. Apreté los dientes y comencé a ir mas rápido, y mas rápido, y más rápido, gimiendo tan alto que, cuando sentí mis miembro sacudir al paso de mi esperma, mi boca se abrió de par en par aunque no salió nada. Mi semen todavía brotaba en el interior del señor Doe cuando esté mordió mi cuello, sintiendo el ardiente pasar de sus colmillos por mi carne y la sangre siendo absorbida con un ansia animal. La sangre de mis venas abandonaba tan rápido mi cuerpo que mi erección descreció por la falta de esta. La visión, así como mis otros sentidos, se fueron nublando. Al borde de la perdida de la consciencia, sentí a mi hermano Abraham estremeciéndose abrazado a mi espalda ya eyaculando en mi culo. Luego ya no sentí nada, y un segundo después morí.

Muerto por dentro y muy vivo por fuera desperté confuso. La claridad con la que veía ahora las sombras hacia parecer que era de día, pero no lo era. Tardé en darme cuenta que estaba tumbado en el suelo, lleno de paja sucia y sangre, con Abraham y el señor Doe abrazados a mí a ambos lados a la espera de que despertase. Mi dentadura me dolía y no tuve que usar mi lengua para averiguar que era los colmillos. Por mi cuello sentía los restos de mi sangre que también olí en la boca del señor Doe, que ahora estaba mas manchado que antes.

-Ya has despertado, bienvenido

Me saludó el señor Doe o como se llamase.

-¿Cómo estas hermanito?

Me preguntó acariciándome el muslo Abraham ahora entendiendo mejor aquella liberación que había sufrido por que yo también lo había hecho.

-Tengo mucha sed

Dije con la voz áspera.

-Yo también

Se me unió mi hermano, mirando ambos al señor Doe.

-En vuestra casa tenéis dos suculentos manjares, iros a alimentaros

Nos dio permiso

Pero hacedlo rápido por que no queda mucho para que se haga de día.

Desnudo como estábamos, y manchados de nuestra propia sangre, corrimos sin esfuerzo hasta casa. Madre grito asustada al vernos en la puerta y nos invitó a pasar. Entre los la compartimos, luego subimos a por padre. Pasando por nuestras gargantas, y llegando a nuestras propias venas, la sangre de padre y madre fluía aún. El cadáver desangrado de padre descansaba inanimado sobre la cama. Buscando saborear mas deliciosa sangre, cada uno buscó la boca del otro y nos lamimos y besamos. El miembro del otro golpeaba tieso la del otro y allí mismo, en la cama de padre y madre, junto a padre, follamos una última vez aquella primera noche de nuestra nueva vida. FIN.