Invitado en casa (Parte 4)
Por fin llegó el trío tan esperado.
Esa misma noche, cuando cenamos, dije de ver una película y fui a por una, evidentemente era la cinta que era. Coloqué el DVD en el aparato y nos sentamos a verla. Antonio miró asustado cuando comprobó que era nuestra habitación.
Vio como era yo quien le chupaba la polla y los pies, en lugar de mi mujer.
―
Pero, ¿cómo habéis podido?
―
Antonio parecía enfadado, aunque su polla crecía debajo del pantalón del pijama.
―
Nos encanta jugar
―
dijo Carmen.
―
Ha sido una de las mejores mamadas de mi vida y no he podido ver quién me la chupaba
―
dijo Antonio en un tono más jocoso.
―
¿En serio?
―
dije.
―
Me ha encantado.
―
Vaya, no sabía yo que ibas a aprender tan rápido, cariño
―
dijo Carmen.
―
Tengo una buena maestra
―
dije.
―
¿Sabes? Desde hace años he querido comerme una polla, ¿me permites?
―
Antonio me había sorprendido muchísimo.
―
Claro
―
dije.
―
No quiero perderme detalle
―
dijo mi mujer, que se hizo a un lado en el sofá.
A
ntonio me besó con lengua, algo que me puso aún más caliente. Bajó y me sacó la polla sin quitarme del todo los pantalones. La agarró con la mano y la miró.
―
No sé si podré hacerlo
―
dijo dudoso.
Mi mujer le cogió la cabeza y la empujó contra mi polla metiéndola en su boca. Antonio no hizo ademán de resistirse y empezó a chupar y a saborear mi polla dura. La metía y la sacaba con torpeza pero con ganas.
―
Te veo muy verde, niño
―
dijo Carmen
―.
Anda, Juan, enséñale cómo se hace, un 69, corre.
Me desnudé por completo y Antonio hizo lo propio. Me tumbé en el sofá y él se colocó encima mío. Fue un placer para los sentidos ver cómo esa polla maravillosa bajaba hacia mi boca. Fui chupándosela mientras él hacía lo mismo. Fue impresionante. Nos corrimos cada uno en la boca del otro y nos quedamos tumbados y jadeantes.
―
N
o, no, no, yo no me quedo así. En pie ―dijo mi mujer.
Nos levantamos y ella se sentó en el sofá frente a nosotros. Nos acercó y juntó nuestras pollas, glande con glande, para poder chupárnosla a la vez. Estábamos recién corridos pero enseguida nos animamos. Mi mujer es una experta mamadora.
―
¿Quién se anima a dar por el culo al otro? ―dijo mi mujer.
―
Juan, dame, ya que estoy en esto quiero llegar hasta el final.
Antonio se puso a cuatro patas y yo empecé a lubricarle su agujero. Lo chupaba, metía un dedo, volvía a chupar, le escupía, metí dos dedos y así hasta meter cuatro dedos. Antonio dilataba de una manera asombrosa. Me puse un condón y se la fui metiendo poco a poco.
―
Ven aquí, ricura, cómeme el coño.
Mi mujer se tumbó delante de Antonio y éste comenzó a chuparle el coño con ansia mientras yo iba acelerando el ritmo de mis embestidas. Antonio jadeaba, mi mujer también y yo también.
―
Me voy a correr
―
dije.
―
Ven aquí, que esa leche es mía
―
dijo mi mujer, que apartó a Antonio para colocarse ella. Me quitó el condón y metí mi polla en su coño, lanzando dentro de sí varios chorros enormes de leche.
―
No me iba yo a quedar sin esto, ahora tú, nene.
Antonio se puso donde estaba yo comenzó a follársela sin condón en ese coño lleno de mi leche.
―
Qué rico, me encanta.
Me excité y me puse de pie en el sofá. Puse mi polla a la altura de la boca de Antonio y éste empezó a comérmela sin dejar de follar a mi mujer.
―
Así es, mis maricones, seguid así
―
decía mi mujer entre gemidos.
A
ntonio se corrió sin avisar dentro de mi mujer y ella, al notar la leche, tuvo un orgasmo importante. Entonces yo me bajé del sofá y se la clavé a mi mujer para que repitiera orgasmos, mientras Antonio le cedía su polla para que con la lengua limpiara el semen que le quedaba. Me iba a correr pero Antonio quería que lo hiciera en su boca, y así fue. Lancé un chorro de semen en su boca y éste se lo tragó.
Los tres nos quedamos sudando y cansados en el sofá. Antonio iba a quedarse dos semanas más. Seguro que iban a ser dos semanas muy intensas.
―
Pensaba en alquilar un piso o alojarme en una pensión, bendita la hora en la que acepté la invitación de Carmen. Así da gusto estudiar. Nunca olvidaré estas prácticas, os lo aseguro.
Nos besamos los tres, nos calentamos y ya se pueden ustedes imaginar qué sucedió después.
FIN