INVITACIÓN A SU CASA (Capítulo 3 Intercambios)

Nuestros esposos llegaron, nuestras sesiones de zoofilia y de lesbianismo quedaron para otra ocasión, pero con nuestros hombres todo fue más rico!

INVITACIÓN A SU CASA (Capítulo 3 Intercambios)

Emi y yo nos habíamos ingeniado para mantener a nuestros maridos fuera de casa ese sábado por la mañana ( Capítulo 1 zoofilia) . Los animamos para que fueran a presenciar el Rugby y se tardaran mientras ella y yo probábamos que Emi aceptara hacer sexo con Kaiser, el hermoso San Bernardo, pero apenas probábamos y llegó de visita Olga, la chica que trabaja con ellos desde hace años en el restorán, caliente y curiosa, y tengo que agregar, muy mal pensada. Lo pueden leer en el Capítulo 2 lésbico).

La espera de nuestros hombres no fue tan desperdiciada. Copitas de tequila la acortaron. Tratamos de vestirnos. Desgraciadamente los jeans de Olga habían caído sobre algo de la secreción del Kaiser, que por las carreras Emi no se dio cuenta de que los arrojó exactamente ahí. Rápidamente la llevé al lavamanos para quitarle la mancha, pero estaba ya medio seca y muy difícil de retirar. Le tallamos con detergente y hasta con jabón de manos, la mancha persistió. ¿Qué hacer? Ropa de Emi no se podía, Olga tiene la cintura más estrecha y después de la comida tendríamos que ir al restorán. Se probó mi muda extra que llevé, la cintura, aunque aún un poco apretada, la podría aguantar.

“¡A ver! Pruébate éstos pantalones.” Eran del extra que había llevado para Horacio. Le quedaron a la medida, sueltecitas de la cintura, pero le asentaban perfectamente en las caderas y su trasero se lo acentuaban envidiablemente, solo las piernas hubo que remangárselas un poco.

“¡Hasta más calientitos que los que traías!” le dije

“¡Además del calor que te va a dar al recordar que llevas los de Horacio, que al ponérselos él los calienta en su entrepierna!” Le dijo Emi.

“¿Te gustaría tentarle ahí a él, a ver si es cierto que está calientito?” Le preguntó la pícara de Emi. “Aquí está su dueña, ¿por qué no avanzas y le pides permiso?”

“Es un hombre que se antoja demasiado, lástima que solo su dueña lo goza y no se lo presta a desnutridas hambrientas como yo.” Dijo Olga.

“Falta de confianza, aquí está su dueña, sin que él lo sepa, ¿porque no haces un plan? ¡No dejes de considerarme en ese plan, yo también quiero participar!”

Todas reíamos, yo me sentía orgullosa de que a mi Horacio lo consideraban apetitoso.

“¡Es maravilloso, Silvia lo ha entrenado muy bien!” Emi, de paso, me hizo un elogio.

“¡¿CÓMO, TÚ YA LO HAS PROBADO? ¿COMO SABES QUE ES MARAVILLOSO?!” le preguntó.

“Bueno, que importa que lo sepas, sí, él es su amante.” Le dije

“¡Desde hacer un tiempo lo vengo sospechando, y Leo, eres tú su amante? ¡No me puedes decir que no, ya te ví cómo te manosea con la vista y con sus manotas! A llegado hasta a confundirme contigo, ya van varias veces que me llama Silvia, y, que es lo peor, hace unos días me detuvo de la cintura, estaba distraído, pero despertó de su sueño y se disculpó, pero me llamó Silvia, que inmediatamente corrigió, ya se había echado de cabeza.”

“¿De veras, se te hace que está muy bueno?”

“¡Cuando lo veas o lo llegues a tener dentro, vienes y me dices! ¿Lo prometes?”

“Primero que pueda verlo y luego que tenga la oportunidad de engüírmelo.”

“¡Bueno, bueno, yo les presto a Leo, ahí peléense quién se lo come primero, pero a mí déjenme a mi Horacio, que es un encanto! ¡Va a ser solo por una vez, ¿Entendido?” advirtió Emi.

“Tú dijiste que estabas tan caliente que hasta te dejarías por un perro, ¿sigue en pie tu observación?” le pregunté.

“No sé, creo que solo si llegara a mi desesperación. Me gustan los perros, pero no había pensado en dejarme de alguno  de ellos.”

Llegaron nuestros señores, el banquete que habían preparado entre Olga y Emi, esperaba. Les ofrecimos un tequilita antes de la bebida, los dos se lo bebieron de un jalón, se les sirvió otra ronda. Se asearon y alistaron para el banquete.

“¿Qué tal les fue, veo que Olga las acompañó?”

“Aquí, muy calmadas platicando de cosas sin importancia, cosas de mujeres.”

“¡Me imagino, cuando Emi dice sin importancia, esas cosas que dice sin importancia esas son bombas de tiempo! ¡Platíquenos de que hablaron!”

“¿Se arriesgan a oír?” les pregunté.

“Hicimos memoria de la fiesta de la Oktober Fest.”

“¡Si, me di cuenta de que sí la pasaron rete bien, entrando y saliendo al patio!” inició Leo acusándonos.

“Primero salió la jefa, arrastraba a su víctima. Lo ha de haber ordeñado y regresó a la carrera, para que nadie se diera cuenta.” Descubriendo a Emi.

“Pero al ratito salió la cantinera, después de haber platicado con la alcahueta, salió con Mario, el hijo de mi socio. Le ha de haber dado una cogida fenomenal, ella al entrar, que casi se cae, parecía borrachita, estaba de un destrampado que me pensé que algo fuerte le habían dado. Bailaba y se contorneaba.” Arremetía contra Olga.

“Pero lo peor fue la tercera, salió, como las otras, jalando a su víctima, salieron felices, pero tardaron mucho en regresar, pensé que algo le había pasado, pero cuando entró, toda desgarbada y despeinada solo pude pensar que le habían dado una buena traqueteada, pero como se veía feliz, la traqueteada le gustó.” Descubriéndome.

“¿Qué les hicieron, nos van a platicar?” preguntó ya Horacio.

Las tres callamos, no sabía cómo contestar, si aceptábamos o negábamos. Al fin aceptamos las insinuaciones:

“Tú nos hipnotizas con tus melodías en el acordeón, demasiado hermosas. Nos provocas excitación, pero mientras tocas no debemos interrumpir, pero no podíamos aguantar más, nuestras hormonas nos forzaron, ustedes son hombres, no se imaginan cómo es esto.”

La reunión estaba saliendo muy bonita, ellos y ellas dos también rieron.

“Pero Olga, ¿Cómo le hizo para volverse cómplice de ustedes?” preguntaba Leo.

“Desde que empezó a trabajar con nosotros, hace unos 10 años, se ha fijado en ti. Ella te desea y tú no lo puedes negar, hay veces que tu bola entre las piernas te traiciona. Hoy llegó en un momento muy oportuno y platicábamos de algo relacionado, tomó unas copitas y confesó. La introdujimos a la plática, dijo muchas cosas hermosas que te incluían. Sospechaba de nuestras relaciones, que solo le tuvimos que confirmar e, inmediatamente se descubrió preguntando por qué a ella no la habíamos incluido, que se le antojaba Horacio, que yo se lo había ganado. ¿Por qué no te comunicas con él y te lo ganas? Le dije.”

“¡Lo malo es que a Leo lo deseo desde que empecé a trabajar con ustedes!”

“¡Pues también a él lo puedes conquistar, le gustas mucho, una mujer como tú, con esa carita, esos pechos, cadera y piernas, derrite a cualquier témpano suizo o chino!”

“¡Dije que lo sin importancia de Emi era una bomba de tiempo, ¿Qué les parecen estas declaraciones?” dijo Leo.

“¡Hasta ya le quitaste sus pantalones a Horacio! ¿qué le vas a decir?” le dijo Emi a Olga.

“¡Sí, regrésaselos, pero pídele que él te ayude a quitártelos! ¡Y pídele a Leo que te preste los que él trae puestos, que los quieres calientitos!”

Así pasamos el tiempo felices, entre chises de doble sentido e indirectas, más directas que un flechazo.

Llegó el momento de preparar el regreso a trabajar, Horacio deseaba enseñarnos algo, antes de que nos separáramos.

“Quiero enseñarles algo, que no es importante, pero nos da mucho gusto y quiero compartirlo. ¡Miren, es un sobre que llegó por valija hoy! ¡Viene de la embajada China! Son dos contratos escritos por algún especialista, en perfecto inglés.”

“Desean que Silvia y la otra chica italiana que modeló con ella, firmen, en el primero, una autorización para que las fotos que les tomaron en el campo nudista los autoricen publicar en sus folletos. El segundo contrato piden que sus representantes firmen dándoles exclusividad de que las modelos solo trabajen para ellos.”

Todos estábamos muy alegres. Yo, haciéndome la interesante, servía, pero al moverme alrededor, en el comedor, me contorneaba, curveando mis caderas, haciéndome la señorita modosita. Felices todos haciendo comentarios muy hermosos.

“Si desean autógrafos míos, ¡me los piden a través de mi representante legal!”

“¿Cómo que posaste para una revista porno? ¡A mí me encantaría eso!” dijo Olga.

“¡No, no, solo posé para modelos de trajes de baño, bikinis y batitas para playa, pero cualquiera de ustedes dos lo podrían haber hecho, las dos tienen unos cuerpos muy hermosos, solo fue una coincidencia el que nos encontráramos con fotógrafos de esa compañía, que andaba en busca de modelos para su folleto promocional, nada de porno!”

“¡De posar con bikinis, yo hasta me desnudaría!” dijo Olga.

“¡También yo, pero no escenas porno!” aseguró Emi.

Si deseas conocer los detalles de los fotógrafos chinos para los que posé, ve en TODORELATOS/Interracial/DESDE ITALIA A UN CAMPO NUDISTA.

“¿Has recibido algún correo, o invitación de aquel lugar en donde te me entregaste, te han de haber filmado y van a publicar esos videos super pornográficos!” le preguntó Horacio directamente a Emi.

“¿No me dijiste que no había ninguna cámara?” yo le reclamé a Horacio.

“Uno nunca sabe, esos videos se exhiben en todo el mundo. Hasta en YouTube.”

“¡Órale, hasta expuse mi cara!” dijo Emi.

“La mía también, aunque la de los hombres no les importa, ¡imagínense si hubieran filmado!”

“¡Que fabuloso sería poderlas ver en este momento, me moriría de la emoción!” agregó Leo, que siempre se mantenía calladito y en silencio.

“¡A MI TAMBIÉN!” dijo Olga

“¿De veras? ¿Te hubiera gustado? ¿Aunque fuera yo con Horacio?”

“¡No me hubiera importado! ¿sabes que lo que me llama más es verte cogiendo con Horacio?” dijo Leo.

“¡Eres un encanto, pero nunca me lo habías dicho! ¡TE AMO, SOY TUYA, ¿PERO ME PERMITES HACERLO CON NUESTRO MEJOR AMIGO?” dijo Emi.

“¡Solo de vez en cuando, y tengo que aceptar que no te debo reclamar por lo de la noche de la Oktober Fest, lo tomo solo como una pequeña escapatoria, un rapidín de una gran señora caliente!” le dijo enfáticamente Leo.

“¿A Leo no se le puede echar en cara ninguna aventura extramarital, es el esclavo de su acordeón?” preguntó Olga.

Volteé a ver a Leo, y a mi marido, “¡Bueno, es un esclavo de su acordeón que usa para provocar un placer enorme con su música, pero cuando se da tiempo ¡ES UN COGELÓN DE PRIMERA! ¡Me consta y tengo pruebas!” les informé.

Ya todos estábamos un poco pasados de copas, decíamos lo que antes habíamos callado, así Olga, la más alegrita, dijo

“¡Llevo unos 10 años, o más, de limpiarme las babas y de secarme o cambiarme a entrepierna, porque se me ha hecho agua la boca de cogerme a ese acordeonista! ¡Lo veo, me derrito con su romanticismo, a veces le analizo ese bulto que se le hace debajo del acordeón y ¡ME MUERO DE ANSIAS! ¡NECESITO UN HOMBRE Y AQUÍ HAY DOS!”

Emi y yo nos arrimamos a ella, ya sentada en un sofá en la sala y Emi habló primero

“¡Te lo presto! ¿te gustaría? ¿lo quieres?”

Llorando le dijo a Emi “¡Siempre te he querido como hermana, con todo mi corazón, ahora más porque lo que estás diciendo es de tu corazón!”

“¡Quiero que Silvia nos modele, la deseo ver para que yo aprenda, aunque no tenga a quién enseñarle!” dijo Emi y la segundaron Horacio y Leo.

“¿Cómo le hago, no tengo ni bikinis, ni lencería apetitosa?” traté de distraerles su petición.

“Así como estas, solo te desvistes. Tus calzoncitos están coquetos y tu brasier hermoso, yo me lo quisiera poner, y que me quedara como  ti.” Dijo Olga.

“¡Es verdad! ¡Anímate, no tengo el acordeón aquí, pero imagínate la música del Can-Can!”

“¡Y que me la tocas solo a mí!” le dije.

Olga se puso de pie para ayudarme, pero ya no tenía equilibrio, la sentaron y solo me veía atentamente.

Entre todos me tarareaban la música del Can-Can, aunque yo no estuviera bailando Can-Can, solo me contorneaba para quitarme la ropa lo más provocativamente que me venía a la mente, también ya pasadita de copas, pero aún consciente. Caminaba como las modelo, un pie adelante, el otro frente al primero, apretando, como cuidando que las olivas dentro de la vagina no se vayan a salir.

“¡Enderézate los chones para que se te vean excitantes, así no van! ¿o quieres que yo te los enderece y te los deje como te los arreglé ahora que llegué y que te vestiste a la carrera para que no me diera cuenta, te los dejé de ‘Caerse la baba’ cualquiera de éstos dos se habría venido solo de verte esa cosita que tiene debajo y que se transparenta de los pantis. ¡COMO ME GUSTAS!” Me alcanzó a decir Olga.

Olga se desplomó y no alcanzó a abrazar mis piernas, y menos a arreglarme los pantis, pero la comprendí, yo estaba en un estado incontrolable. ¡Deseaba que mis hombres también lo estuvieran! Empecé a bailar, me fui despojando de la falda y luego de la sudadera, quedé en brasier y calzones, pero le dije a Emi que se reuniera conmigo, como cuando bailamos Lambada. ¡No se lo hubiera dicho, se deshizo de su falda, de su blusa y hasta se quitó el brasier!

Ella me bajó los calzones, jalándolos con los dientes, como depravada, me fue sobando mis piernas, dejó mis chones sobre mis tobillos y empezó a mordisquearme mi pubis. Descubrió mis labios menores y me los chupaba, mi clítoris me lo mordía con sus labios. Por primera vez se atrevió a introducirme uno, o dos dedos en el trasero.

¡Yo ya no me podía controlar, solamente me dejaba, y en eso Leo se acercó, se arrodilló y comenzó a succionarme en la vagina!

“¡Yo quiero!” gritó Olga. La habíamos ignorado, creíamos que se había quedado dormida, pero, aunque ya no se podía enderezar, estaba presenciando todo.

“¡Por favor, ayúdenme a quitarme estos pantalones, y los pantis!” Horacio y Leo se  ofrecieron, la desnudaron y Leo aprovechó para ser él el primero en hacerle sexo, pero ya Olga se quedó dormida en el sofá.

“¡Me estoy perdiendo de lo mejor, a Silvia se la van a acabar, pero antes de que quede como Olga, yo quiero disfrutar a Emi, aunque sea sin permiso, pero es que está muy buena, ¿verdad colega?” preguntó Horacio directamente a su colega Leo, se sentía socio copropietario de las dos.

Emi, que también estaba por explotar de caliente, se le abalanzó a su pene.

“¡Solo quiero un poquito de este pene, solo lo quiero sentir cerca de mi corazón en mi boca! ¡pero me tienes que entregar toda tu lechita dentro de mí, déjamela de tal manera que nunca se me vaya a salir, la quiero ¡TE AMO!” le dijo Emi.

A mí, Leo me colocó sobre el respaldo del otro sofá, frente de él, me puso sentada sobre el respaldo ancho. La parte de arriba de mi cuerpo, mi pecho, hombros, quedaba colgado dentro del asiento. Mi conchita sobresalía de altura, fácil para que él dispusiera de ella, y todavía me incliné más hacia atrás, más paradita se puso. Me abrió las piernas, su cabeza se ocultó entre mis piernas, ¡ME COMÍA! ¡QUE RICO! Era tan fuerte la sensación de placer que me estaba provocando que yo no podía reprimir mis gritos, creo que por primera vez en mi vida me corría acompañándome de gritos y expresiones que ni conocía, ni nunca había exteriorizado. Me resbaló un poco y en eso me vino lo más sabroso, me lo fue metiendo. Por la posición mis labios cerraban un poco la entrada, apretándoselo al entrar. “¡QUE BUENA QUE ESTAS! ERES LO MÁXIMO, QUE RICA, TU PEPITA ME JALA, ¡ME DESEA!” Me dijo.

Por la posición en que estábamos, en los momentos en que estaba bien dentro de mí su pene yo sentía una sensación divina en el ano, y dentro, como si lo tuviera yo dentro.

Sus palabras me excitaban todavía más, y yo, con mis gritos de violada seguía animándole descontroladamente. Ahí no alcance a pensar si llevarla despacio para lograr un inicio de orgasmo más tardío, o ya rápido. Su pene es tan rico, me rellena todas las cavidades que yo pueda tener dentro, provoca una sensación divina, ¡Qué bueno que Emi lo goce todos los días, así como yo ahora! A ratos los podíamos ver, a Horacio con ella, gozando sobre la cama matrimonial de ellos, en ese momento las piernas de ella se le veían sobre los hombros de él, pero no más, había que imaginarse cómo lo hacían y qué sentían, pero el morbo me lo decía y me hacía voltear a ratos, checando. Como acostumbramos, después él me lo contaría, y yo le contaría a él lo que este condenado de Leo le hizo a su mujercita. Se la cogía bien fuerte, pero como estaba guardando el equilibrio me dijo:

“¡Detente bien fuerte, no dejes que se te salga!” Lo abracé con mis piernas y apreté mi vagina contra su pubis para evitar se me escapara, sus vellos se me metían en la vagina y me provocaban más. Lo abracé también con los brazos y, besándonos, me levantó. Sobre los sofás no teníamos espacio y le pedí que me bajara sobre la alfombra. El seguía bien, en su lugarcito dentro de mí

Y LE DEJÓ UNA MUY BUENA CANTIDAD DE SUS SEMEN DENTRO, A LA MUJER DE SU SOCIO, ¡En ese PRECISO momento me estaba depositando!

“¡Eres linda, que rico me lo estas exprimiendo, siento muy bonito como me lo aprietas dentro!” me dijo incrementando mi orgullo, sé que solo pocas mujeres lo sabemos hacer y yo me esmeraba haciéndole algo para que siempre me vaya a tener en su mente, en su corazón.

“¡Te siento en mi corazón, no quiero dejarte!”

“¡Puedes quedarte ahí todo el tiempo que quieras! ¡Me haces muy feliz! ¡Mientras más tiempo me lo dejes dentro, más y más feliz me haces!” le dije, él ya se había vaciado dentro de mí, ya lo habíamos gozado en dos orgasmos seguidos, o uno muy largo, ¿quién iba a saber? Yo lo seguí sintiendo y él, aunque quietecito, me lo dejaba dentro y yo sentía de vez en cuando ligeras contracciones, yo las conocía y las identificaba como otras pequeñas eyecciones del sobrante que le quedaba y que con cariño me dedicaba.

Olga, que estaba recostada en el sofá adyacente estaba medio despierta y presenció cómo me había complacido Leo. Se enderezó y dijo que quería ir al baño, la tuve que acompañar para que diera con él. Regresó, le puse sus pantis y la recosté en el sofá, más tarde Emi le trajo una cobija, la envolvimos y nos olvidamos de ella.

Emi, LA MUJER DE SU SOCIO, y Horacio habían tenido lo suyo, ya me platicarán, pero lo nuestro había estado inolvidable.

Pasamos una tarde maravillosa, lástima que había que regresar a trabajar. ¿Y Olga? Cómo se le iba a hacer, ella es la encargada de las bebidas y de la caja.

“¿Y ustedes? ¿Qué van a Hacer? Nos preguntó Emi.

“Nada en especial.”

“¿Podrían ayudarnos, que Silvia se encargue de la cantina y caja y tú de ver que se atiendan a los clientes, o atenderlos, si se hace necesario?”

Nos consultamos íntimamente y les dijimos que sí.

Había que asearse, Emi me llevó a su regadera y ahí con el agua calientita nos enjuagamos con mucho tiento, lavábamos nuestras conchitas.

“¿Te queda algo dentro? Me preguntó Emi.

“¡Un titipuchal! Se ve que estaba bien cargado, ¿cuántos días lo tuviste en vigilia?”

“¡Mi cielo, el martes pasado lo hicimos!”

“¡Mira que rico me sale, pon tus dedos y siéntelo! ¡Qué suerte tienes, además de grande es también de los que producen mucho! ¡QUE RICO, ME QUIERO TRAGAR ESE SEMEN, ¡QUE RIQUÍSIMO!” Yo la dejé que ella me palpara, se arrodilló, acercó su boca a mi conchita y con su lengua me tomaba lo que me salía y me lo embarraba en mi pubis depilado.

Me causó mucho placer haberla sentido, así que yo también traté de extraerle con mi lengua todo ese néctar que le saliera. No fue tan poco, aún tenía restos de lo que le había salido al Kaiser antes de eyacular, se sentía más por el chorro del agua que nos bajaba por el vientre y nuestras barriguitas. Nos enjabonamos acariciándonos todas nuestras partes. Pero se iba haciendo tarde, en eso, nos dimos cuenta de que teníamos dos espectadores en la puerta del baño, el cancel de la regadera es transparente, así que les dimos un gran espectáculo. Ya nos dimos prisa y fuimos al restorán, allá me tuve que poner el Dirndle, con el brasier de mis pechos grandes y Horacio con su pantaloncito de cuero. Los cuatro socios. Faltaba Olga para ser las tres mosqueteros.