INVITACIÓN A SU CASA (Capítulo 1 Zoofilia)

La dueña del precioso San Bernardo se preocupaba porque su cachorro no conseguiría novia y ya estaba mayorcito, se ofrecía ella misma, pero por falta de valor me pidió que yo ayudara a calmarlo.

INVITACIÓN A SU CASA (Capítulo 1 Zoofilia)

Emi, como era de esperarse, me llama a diario. Me agrada que lo haga y entre sus llamadas y las de Gloria me distraen y ya ni necesito ver televisión, ni me queda  tiempo. Ambas tienen temas diferentes, pero las dos son muy divertidas y me hacen pensar.

Gloria vive feliz atendiendo su pequeño club deportivo en una ciudad fronteriza al que concurren personas de ambos países. Su interés es saber cuándo nos llegará la visita de un técnico de Aruba, colega de Horacio. Ya le aseguramos que cuando vaya a venir, a ella la va a mandar traer Horacio. Está desesperada porque ya suceda.

Emi me platica de muchas cosas relacionadas con su grupo de conocida. Casualmente supo de mi amiga Ilse, descendiente de suizos, que vivió algún tiempo siendo vecina mía en el mismo pueblo. Fue con ella y por ella que tuve mi primer contacto de sexo con perros, pero a Emi no se lo he dicho que fue exactamente con ella, aunque ya leímos ese, mi primer relato

(TODORELATOS/zoofilia/Mis amigos Ilse y Tibo),

claro que a Emi le mencioné su nombre y apellido real. Ilse misma me animó a escribir ese relato y publicarlo, después de que ella lo censuró y depuró. No importaría que Emi supiera quién es, o que hice con ella, pero considerando la pequeñez del grupo de sus paisanos, mejor que ella lo viva y, si quiere lo cuente.

Platicamos de que Horacio estaba yendo a partidos de un deporte poco conocido, Rugby, a lo mejor Leo conoce ese juego. A veces me invita a que lo acompañe, pero no me llama la atención, sobre todo estar de pie hasta casi 3 horas. Ha ido muy pocas veces, casi 2 o 3 veces al año, pero como no lo animo ya no va, además de que siempre le tengo planes para los sábados.

Ayer le platiqué a Emi del Rugby, en la llamada de hoy me comentó que le había platicado a Leo del Rugby, que se molestó y le dijo

“¿Por qué no Horacio me dice a mí del Rugby? ¿Qué hablas directamente con él?”

“Fue plática entre mujeres, si quieres, porque no le llamas y le preguntas.”

Casualmente le marqué a Emi y Leo contestó y me pidió más datos de la actividad de Horacio en el Rugby, me mencionó que él conocía bien de cuando joven.

“¡Llámale y pregúntale directamente, te aseguro que le dará mucho gusto!”

Se llamaron y quedaron en ir al deportivo a presenciar el juego este próximo sábado. Nos querían incluir a nosotras, pero nos negamos.

Inmediatamente Emi se alegró e hizo planes para que nos reuniéramos solo las dos en su casa. Horacio y yo nos pusimos de acuerdo, yo me iré con el coche a la casa de ellos, Leo pasará por Horacio, van al juego y regresan juntos hasta su casa, allá comemos y nos regresamos a la casita Horacio y yo juntos. Todo perfectamente bien planeado.

Pero Emi no decía cuál era la razón para estar juntas. Yo ya sabía, era para dar un paso más a su intención de darse a su perro. En verdad, aún no se decidía a dejarse montar por su Kaiser.

“Veo al pobre, sigue buscando pareja y a mí se me arrima demasiado, son perros muy especiales y aquí no vamos a encontrarle una perrita de su misma raza, sigo con la duda de ¿qué podría hacer yo por él?” me decía, con mucha tristeza, Emi.

“Tienes razón, puedes dejar que lo castren, pero pobre, le negarías parte de su vida.” Fue lo único que se me ocurrió decirle como para que ya se dejara  de tonterías y aceptara cruzarse ella con su perro.

“¡Nunca lo haría, primero voy a ver si se me quita ese egoísmo y lo pruebo en mí!”

Casi todos los días me decía algo parecido y yo siempre le contestaba que tenía razón. Hasta le di la idea de buscar a alguna mujer que lo quisiera, yo, pensando en mí, o en alguna otra amiga mía que sabía estaría más que disponible. Con ésta idea mía la provoqué más y hasta dijo que ella estaría dispuesta, que eso no. No se arriesgó a pedírmelo a mí, pero esas eran sus intenciones ocultas. ¡Al fin, primera vez que sí se ofrece ella misma!

“¡Vamos a ver, me arriesgo, pero solo si tú me ayudas, me guías!” me pidió.

A la noche anterior, todavía me preguntó “¿Si no lo hago yo, tú estarías dispuesta?”

“¡Rete claro! Pero él debe de estar con la persona que ama, y esa eres tú, conmigo solo sería para él como una aventurita, solo para desahogarse. ¡Me encantaría tenerlo dentro de mí, pero solo después de su ama! ¡Se me antoja mucho ese muchacho tan lindo!”

“¿De veras lo deseas?”

“¡Mucho, así como a Leo lo deseo y no te los quitaría, me excita mucho tener en cuenta de que estoy usurpando propiedad de otras!”

“¡Bárbara! ¡yo también lo siento así cuando hago uso de nuestro Horacio, lo deseo un día, al siguiente me complace cumplirle a Leo, al otro día vuelta con Horacio, el siguiente te lo prestaría, y así! Qué caliente me he vuelto, ¿verdad? ¡Antes era yo la mojigata, medio virgen, ahora soy o una ninfómana, o una puta!”

Iniciamos el sábado llevando a cabo nuestro plan. A su casa llegué con unos chocolatitos de regalo y flores, al estilo de ellos. El plan incluía comida en su casa a la hora que llegaran nuestros maridos.

Al llegar, los dos perros me reconocieron, el Kaiser sí dio muestras de estar medio excitado al verme. Me daba vueltas alrededor y me llevaba su cabeza a mi entrepierna. Yo llegué vistiendo pantimedias y una falda amplia, encima, y como blusa una camiseta-sudadera gruesa con una flor grabada al frente. Llegué también con mi maletín pequeño, con otra muda para mí y otra para Horacio que me la pidió. Como accesorio íntimo mío llevé unas toallitas sanitarias y una cánula con sus accesorios, por si se hacía necesaria.

Caminamos un rato en su jardín, admirando las plantas que Emi cuidaba con mucho cariño. Entramos a su casa, directamente a la sala. Los perros recibieron permiso especial para entrar, la Creta se acurrucó en su esquina, pero el Kaiser deseaba estar junto a nosotras, se sentaba a veces a los pies de Emi, otras me empujaba y se recargaba en mis piernas. Lo acariciaba y se echó frente a nosotras dejando que le sobáramos el vientre. Discretamente yo le sobaba lo más cerca de su envoltura, se sentía muy complacido y hasta levantaba su pata, como para que le alcanzara más, hasta su bolsita que contiene su huevos. Emi entendió, se inclinó y con las manos lo sobó y éste inmediatamente mostró su punta roja y se dejó que le acariciáramos por un buen rato.

Se puso de pie y primero inició a darle empujones a Emi con su hocico. Como estábamos sentadas, primero los golpes eran contra los muslos e Emi, que en ese momento vestía una falda larga, las de su traje típico y un saquito de franela, hasta la cintura.

“¡Levántate la falda y deja que te meta la cabeza por ahí, entre las piernas!” le dije.

“¡Pero tu quítate las medias, vamos a ver qué hace Kaiser!” Veladamente insistía en que yo estuviera disponible.

Ni tarde ni perezosa, yo inmediatamente me despojé del pantimedias junto con mis pantis, que llevaba encima. Me los quité y los dejé aventados en otro asiento. Yo seguía cubriéndome con la falda, como si estuviera cohibida, sin enseñar mi piel.

“¡Tú eres la que debe de estar descubierta! ¿Cómo quieres que te busque tu conchita si ésta le queda envuelta debajo de tantos trapos? ¡FUERA TRAPOS!” y le jalé la falda.

La cabezota del Kaiser inmediatamente se le metió entre las piernas. Le lamía intensamente y empezó a gritarme:

“¡Me está lamiendo, sigue, que rico, me está babeando, AY, AY, AY, ¡lo quiero más! ¡Sí es rico, se siente precioso!”

Aunque me estaba volviendo loca de lo excitada que me estaba poniendo de verla y darme cuenta de que a ella me la estaba enloqueciendo nuestro amorcito, le propuse se resbalara un poco en el sofá y quedara con sus pies en el piso, calculando que así el Kaiser la buscara y le entraría fácilmente.

Emi se estaba acomodando, el Kaiser descubrió otro manjar disponible y vino a mí.

¡QUE RICURA, QUE RICO LAME EL KAISER! Me lamió por un rato dejándome toda mi vagina llena de sus babas. Emi ya estaba lista y en la posición para que la atacara de frente. Días antes, cuando estuvimos jugando en mi casa al hacerlo con Dino, nos dimos cuenta de que lo mejor era de que ella levantara su cadera, así le podían apuntar el pene, más directo. Le puse un cojín en las nalgas y el Kaiser inició su conquista, Emi que ya sabía que al principio el pene era tan duro como un palo de escobas, dejó que la lastimara. Afortunadamente ésta raza de perros es algo lenta, pero rete buena puntería.

Con pocos intentos el Kaiser logró insértaselo, ella lo sintió y le gustó. Aun siendo tan callada y seria le pedía a su martirizador

“¡Qué lindo eres mi Schatzie, síguele despacito!”

pareció que el Kaiser le entendió, pero continuó con sus embestidas que hacían que Emi se bamboleara. Olvidé ponerle algo en las patas al Kaiser, para que no la rasguñara, que fue lo que le hizo, una herida muy marcada en su costado, pero le puse una cobija y ni se quejó y ya no la arañó más.

Como siempre, el Kaiser se le desprendió chorreando su secreción. La dejó embarrada, pero contenta.

“Ya vendrá en unos momento más a concluir su acto real, te la volverá a introducir y sí, ahí te enseñará lo que es un buen acto sexual perruno, ¡te encantará!”

“¡Sí es verdad, se siente divino! ¡Eso es lo que yo ansiaba ver y sentir! Pero dices que falta, como es que falta, ya se vino, es medio calmado, y ya me dejó su semen dentro.”

“¡No, eso que te dejó es solo una especie de presemen, que servirá para lubricar bien la entrada de su bola en tu vagina! Lubrica tus labios, así se te resbalará para adentro.”

“¿Cómo es eso de que su bola entra en la conchita? ¿Tú lo has hecho ya? ¿Te ha entrado fácilmente esa bola? No me platicaste bien la última vez, o no me podía imaginar cómo entra. Todavía no sé cómo te puede entrar ahí, tu hoyito es pequeño, el mío también ha de ser igual, solo se abrirá cuando se da a luz un bebé. ¿Entra primero y ya dentro se infla?”

“¡Ya lo verás, el Kaiser ya está de nuevo listo!”

“¡Queridita mía, cariño! ¿te puedo pedir el favor de que te lo meta a ti primero y yo aprendo? ¿Si? ¡Por favorcito! Tú me dijiste que te gustaba y que sentías muy bonito, ¡porfa! ¡Hazlo por mí esta vez! ¿Sale?”

A quién le dan pan que llora, pues me dejé convencer, aunque haciéndome un poco de rogar, solo para disfrazar mi ansiedad. No sé por qué, desde el primer día que nos vimos, el Kaiser se inclinaba por mí, Así que, al estar ya lista, con cariño lo llamé, creo que comprendió que él también iba a hacerlo solo para enseñarle a su ama. Al principio estábamos las dos sentadas en un sofá de la sala, una junto a la otra, con las conchitas descubiertas y frente a lo que el campeón quisiera hacernos. Se nos acercó, lamió a Emi y la excitó, creí que la había animado, pero solo fue un calentoncito, Emi no lo acarició, el vino a mí y encontró el cariño que buscaba. Le acaricié el hocico, me resbalé un poquito para arrimar mi cosita, para ponérsela práctica para que la disfrutara. Me lamía, pero no se me montaba. Ya estaba bastante excitado, su pene estaba parcialmente de fuera. Subió sus patas delanteras y me las colocó a los costados, yo ya me había protegido con mi sudadera, me la eché encima, pero no hizo intentos y se bajó.

“¡Ven, cariñito lindo! Eres un macho muy guapo y yo te deseo. Emi nos va a ver, estará junto. ¡Ándale, ven aquí con tu amante, compláceme!”

“¡Ponte en cuatro!” me dijo Emi. Le obedecí. Ella me puso el cojín en mi panza y mi conchita se elevó. Abrí mis piernas y en eso el Kaiser se sintió feliz, se me montó, me apresaba con sus patotas delanteras, no me arañaba, me abrazaba como cariñosamente, o por lo menos eso es lo que yo apreciaba. Se dejó caer sobre mi espalda, pesadísimo, ¡SIN HACER MOVIMIENTOS!

“¿Qué se creyó éste? ¿Estará cómodo y calientito? ¿Le estará gustando mi espalda?” ¡No sé, parte de su pene ya estaba fuera, solo lo tenía que poner más paradito, apuntarlo y metérmelo! ¡Paciencia, paciencia! Se acomodó, su pene que yo ya sentía calientito, lo dejó descansar sobre mis asentaderas, bien acomodadito en la mera rajada.

“¡A ver, por favor quítame el cojín de mi panza!” Me lo quitó y por arte de magia ¡COMO QUE REVIVIÓ! Se resbaló, ahora sí, su pene me quedaba más cerca de mi hoyito que lo esperaba ansiosamente. Lo de siempre, bombeó perezosamente una vez, volvió al rato, sin hacer mucho esfuerzo. ¡YA LO SIENTO CASI EN MI LUGARCITO! Sentía su pene que se movía alrededor de la entrada de mi vagina, pero como si lo único que trataba de hacer, era acariciarme esa parte de mi cuerpo que ya estaba muy mojada por mis secreciones, o las suyas.

Emi le tomaba el pene y me lo restregaba en mi hoyito, apuntándolo, pero el Kaiser no le hacía caso, solo lo mantenía rozándome la piel.

¡QUE LOCURA! ¿PERO YA MÉEETEEEMELO PORFIS! Con la esperanza de que también a mí me obedeciera y me lograra dar ese orgasmo que prometía.

Con toda su pachorra, pero que ricura, sin pensarlo ni buscar apuntarlo,

¡VA PARA ADENTRO, HASTA EL FONDO! Como que sí hubiera anclado la cabecita de su pene en algún lugar dentro de mí. Se movía, hacia movimientos de meter y sacar, pero su cabecita no se movía, solo sentía el cuerpo de su pene que se hinchaba y me rellenaba todos los pliegues y huequitos que tengo dentro en mi vulva, lo iba yo analizando y contándoselo a Emi, que solamente me abrazaba y me acarició la frente quitándome los pelos de los ojos. Me vio por detrás, creo que para confirmar si estaba dentro su pene, pero su bola todavía no lo estaba y el Kaiser seguía dándome empellones, reforzando que su pene estuviera bien acomodado, pero llegó el momento de meterme su bola.

Pujó varias veces. “¿Podrá metértela?” preguntaba Emi.

“¡Ya verás, ya una vez te enseñé como me cabía, la bola de Kaiser es del mismo tamaño!” En esas estábamos, ya no le di más explicaciones, el Kaiser apoyaba sus patas traseras en la alfombra, ¡EMPUJABA Y EMPUJABA! Emi creyó que, deteniéndome de los hombros, ayudaría. Pero ¡logró entrar, la sentí claramente, con bastante dolor, pero no se lo dejé ver a Emi!

“¡Ahí lo dejamos un rato! A lo mejor se va a querer voltear para quedar con su cola hacia mí. ¡Ten paciencia, este tiempo es en el que los perros tienen su orgasmo y a sus parejas las dejan sentirse en las nubes, para que les vuelva gustar copular! A una también la hacen soñar a la hora en que eyaculan dentro de ti,

¡como ahorita!”

Emi me acariciaba la cabeza y a su perro también, me besó repetidamente la majilla, tuvo mucha paciencia, el Kaiser se tomó todo el tiempo que quiso, inyectándome bastantes veces de su lechita. Cada vez que yo sentía su pulsación mi cuerpo daba un brinquito. En un momento, el Kaiser pasó una de sus patas encima de mi lomo, dejándome su cola a la vista, pero no se me despegó. Emi se dio cuenta y dijo ¡Que padre has de estar sintiendo, te llena y te llena más y más, a cada rato! ¿Te sientes bien y contenta que te eche tanto?”

“¡Si mi vidita! ¿Por qué no quisiste que fuera a ti a la que satisficiera?”

¡En eso, una emergencia!

“¡Trae un trapo que no importe, al desabotonarse éste, me va a salir mucho de lo que me dejó dentro!” Efectivamente se me despegó el Kaiser. Todavía le chorreo algo en el piso, se lo lamió y fue a su rincón a limpiarse sus fechorías.

Estábamos las dos abrazadas, sentadas en la alfombra, cuando Emi oyó que alguien abría la reja de la calle. Yo estaba totalmente extenuada, me costaba levantarme.

“¡Condenado Kaiser, me apretujó, m apachurró y remolió como quiso, me ha dejado toda molida, hecha una papilla, pero toda contenta!

“¿Ya serán nuestros hombres? Es muy temprano, pero cúbrete rápidamente, yo voy y me pongo algo para disfrazar, el Kaiser se distraerá ¿A ver si no nos echa de cabeza?”

Yo alcancé a ponerme la falda, en eso tocó a la puerta, era Olga. La recibí y le expliqué que Emi solo había ido a cambiarse de ropa, que regresaba inmediatamente.

La continuación la podrás disfrutar en mi próximo relato INVITACION A SU CASA (Capítulo 2 Lesbianas). También esta muy lindo ese capítulo, y el 3 también.