Investigando en Profundidad.
La agente Natasha Harper ha encontrado material que la hace sospechar que hay una red de prostitución relacionada con control mental. Incapaz de soportar tamaña injusticia, se pone manos a la obra para investigarlo.
Era la enésima vez que veía aquel metraje. Natasha Harper estaba profundamente repugnada por él. Habían descubierto hacía días aquel metraje. Al parecer pertenecía a una web de cams porno que había surgido en la Deep web en aquellas semanas. Lo que más aterraba a Natasha era pensar que aquella grabación era tan sólo una de muchas. Sin embargo, por más asco que le daba, era incapaz de apartar la mirada.
La grabación ya empezaba bastante rara, pues mostraba a una muchacha vestida con un traje de animadora. Tenía la piel muy pálida y pecosa. El cabello teñido de un vivo color rosa, aunque sus raíces y cejas revelaban que era rubia. Era algo menuda, pero tenía unas tetas bastante respetables. Su mirada estaba perdida y carecía de expresión. Su boca entreabierta. Babeaba sobre el uniforme y estaba completamente rígida. El vídeo prosiguió así durante al menos quince minutos hasta que se reflejó un sonido de conexión y una voz de hombre, tras aclararse a la garganta, tosió. Eso pareció “despertar” a la muchacha de su trance o “activarla” de algún modo, porque su rostro inexpresivo cambió por una sonrisa exagerada y sus pezones parecieron ponerse tan duros de golpe, que se marcaron en el uniforme, señalando que no llevaba sujetador.
_ Hola amo. _ Saludó, con una voz casi robótica. _ Le he echado de menos. ¿Cómo puedo satisfacerlo?
_ Enséñame las tetas. _ Respondió él, sin ceremonias. Su voz parecía estar distorsionada por un modulador.
_ Como desee el amo. _ Respondió ella, con la misma voz monocorde.
Se subió el top, dejándolo encajado de tal forma que, sin quitárselo, se quedaban perfectamente visibles las tetas.
_ Tócalas. _ Ordenó él.
_ Sí, amo. _ Respondió ella, complaciente.
Sin variar aquella sonrisa irreal, la muchacha comenzó a usar ambas manos para amasarse las tetas, que eran de buen tamaño. Si estaba disfrutando, no lo expresó en lo más mínimo, puesto que su sonrisa no varió un ápice.
_ ¿Has estado practicando como te ordené?
_ Sí, amo. Los dildos que me envió se han ido ajustando bien. Mi coño y mi culo estarán listos para su gran polla cuando usted pida el servicio especial.
Cuando habló de la polla del hombre fue el primer momento en que su expresión varió. Se convirtió en una mueca de deseo y lujuria. Se mordió el labio seductoramente y después le guiñó un ojo a la cámara antes de recuperar aquella horrenda sonrisa que Natasha detestaba.
_ ¿Cómo te sentiste al usarlo?
_ La primera vez dolió mucho. _ Respondió ella, aunque su expresión no lo denotara. Se pellizcó los pezones y gimió, pero muy ligeramente. _ Sangré muchísimo y dejé mi cama hecha un desastre.
_ ¿Qué te dolió más?
_ Estrenar el culo, amo… incluso aunque usé el lubricante que me recomendaste. _ Apretó intensamente ambas tetas al recordarlo.
_ ¿Acaso te arrepientes?
_ Sólo vivo para servirte mi amo. No puedo arrepentirme de nada de lo que tú me ordenes.
_ Buena respuesta. _ Respondió él, con una risita. _ ¿Los llevas puesto ahora?
_ Sí, amo.
_ ¿Con las bragas que te dije?
_ Sí, amo.
_ Bien, enséñamelo… quiero que te hagas un dedo mientras.
_ Gracias, amo. _ Respondió la muchacha, alargando aún más si cabe la sonrisa.
Lo siguiente que ocurrió era demasiado para Natasha. La muchacha recolocaba la cámara y mostraba sus bragas, que estaban completamente manchadas de sangre… la sangre que había producido cuando se rompió el himen con el consolador, justo como había dicho. Estaba reseca y Natasha apostaba a que su olor era repugnante.
Pero a ella le dio igual, pues empezó a tocarse furiosamente, y por los sonidos que emitía el hombre, más propios de un gorrino que de una persona, él también lo estaba haciendo.
_ ¡Suficiente! _ Dijo Natasha, apagando la grabación. _ Creo que ya hemos visto lo que necesitábamos.
Se volvió hacia el comisario, visiblemente alterada. Por un momento le pareció ver un enorme bulto en la entrepierna del comisario, como si aquella horrenda colección de imágenes realmente pudiera excitarlo… pero tuvo que haber sido una mala pasada de su mente.
_ Natasha… Ya hemos hablado de esto. _ Le dijo su jefe. _ La muchacha es mayor de edad. Por muy cuestionable que sea lo que hace… si no podemos demostrar que está cobrando por ello… o que la están coaccionando… no podemos hacer nada. Además, ni siquiera sabemos quién está al otro lado. Espera a que reunamos más pruebas.
_ Mientras reunimos más pruebas esa muchacha se está prostituyendo delante de la cámara. ¡Y no debe ser la única! Sam, por favor. Déjame hacer algo.
Sam suspiró, mirando a su agente. Natasha Harper era la mejor. Incorruptible, siempre responsable, decidida. Se había inscrito al cuerpo precisamente porque creía en lo que significaba ser policía. Una y otra vez había demostrado a los que la minusvaloraban por ser mujer o por ser negra que ella valía mucho más que todos ellos juntos. Era, a todas luces, la mejor agente con la que se podía contar.
_ Está bien, Sam. Hemos localizado a la muchacha. Tenemos su nombre y dirección. Si ella lo acepta, y sólo si ella lo acepta, puedes interrogarla. Está claro.
_ ¡Está claro! Muchas gracias, Sam. Te prometo que no te vas a arrepentir. _ Sonrió de oreja a oreja.
_ Ya puedes irte.
Natasha se dirigió hacia la casa de la joven subida en el coche patrulla. Normalmente tenía un compañero, pero estaba de baja aquellos días, así que estaba trabajando sola. Eso solía suponer que no le asignaban patrullas peligrosas ni misiones complejas. Llevaba esos días comiéndose más papeleo que en toda su carrera como policía.
Aparcó el coche patrulla frente a la casa de la joven. Pudo verla en el jardín y se estremeció. No se quitaba de la cabeza la imagen de aquella chiquilla, que no llevaba veinte años, tocándose con las bragas manchadas de sangre.
Y en aquel momento la veía tan normal, regando las plantas mientras canturreaba una canción que por lo que había estado escuchando Natasha aquellos días, era bastante popular. Se acercó a la joven y tosió para indicar su presencia.
_ Disculpe, ¿Es usted Elizabeth Jones? _ Preguntó, con tono comprensivo. _ Querría hacerle unas preguntas si no le importa.
La muchacha se había quitado los cascos al verla. Parecía algo nerviosa, pero eso era común entre la gente. El uniforme causaba impresión y la gente buscaba trapos sucios imaginarios aún cuando no tenían nada que ocultar.
_ Claro… pase a mi habitación.
La muchacha fue extrañamente colaboradora. Tenía una habitación bastante standard para una adolescente. Posters de grupos, algunos libros… nada fuera de lo común. Y un portátil, probablemente el mismo que había grabado el vídeo que había visto.
_ ¿Qué quiere de mí, agente…?
_ Harper, soy la agente Harper. Pero puedes llamarme Natasha si te hace sentir más cómoda.
_ Agente, por favor… Dígame qué ocurre.
_ Verás, hemos encontrado un metraje en el que se te hacer cosas que…
_ Entiendo… _ Por un momento se detuvo a mirar a Natasha de arriba abajo.
_ ¿Te están coaccionando, Elizabeth?
_ Ahora mismo no hay mucho que pueda contarle, agente Harper. _ La miró a los ojos. _ Escuche… yo apenas sé que me sucede.
_ ¿Disculpa?
_ Me despierto cada mañana con las bragas empapadas… doliéndome los pechos… a veces tengo vibradores dentro de mí… y siempre estoy cansada, como si hubiera pasado la noche en vela.
_ ¿Y por qué no se lo has contado antes a nadie?
_ No podía. _ Elizabeth se puso tensa. _ Literalmente no podía. Cuando intentaba abrir la boca, no me salían las palabras.
_ ¿Soy la primera persona a la que se lo cuentas?
_ Sí…
Natasha tragó saliva. Aquello sonaba muy grave.
_ ¿Tienes algo más que puedas enseñarme? ¿Algo que pueda ayudar?
_ Tengo el link de la web en mi historial… puedo enviártelo… Y esta noche puedes enterarte más de qué ocurre. Lo que sea que me pasa… empieza a las 10.
_ Está bien… _ Tragó saliva. _ Te prometo que llegaré al fondo de esto.
Elizabeth le escribió el largo enlace en su libreta y se despidieron. Natasha ya había salido por la puerta cuando la muchacha salió corriendo fuera y le habló.
_ Sesenta y tres… no sé qué es, pero es importante.
_ Lo tendré en cuenta.
Natasha redactó su informe a lo largo de la tarde. Se durmió durante la tarde para estar descansada para lo noche. No supo por qué, pero despertó con los dedos metidos en la boca. Eran las nueve y media. Cenó algo ligero y abrió el portátil a la hora acordada.
Se horrorizó cuando entró a la página y vio que había cientos de ventanas, cientos de cams de distintas chicas. Instintivamente buscó la cámara setenta y tres. Le saltó un pop up.
“Dispone de una prueba gratuita. ¿Desea usarla con la cam número 73?”
Natasha suspiró y pulsó “Aceptar”. Vio a Elizabeth al otro lado de la cámara, con su traje de animadora y aquella sonrisa artificial. Se estremeció al ver aquella mirada vacía y expresó un quejido. La muchacha miró levemente a cámara.
_ Es un placer conocerte, mi ama. _ La saludó, no parecía reconocerla. _ ¿Cómo puedo complacerte?
_ Quiero saber más sobre esta web. _ Natasha pestañeó rápidamente.
Había fallos en la imagen, la pantalla del ordenador temblaba y daba brillos extraños. No le dio demasiada importancia.
_ Temo que los detalles sobre la web son confidenciales. Puede revisar las condiciones legales en el link al fondo.
Natasha chistó la lengua, sabiendo que aquello sería inútil. Esas webs sabían bien cómo cubrirse las espaldas, no sacaría nada por allí.
_ Me gustaría saber más sobre la persona con la que hablas en el metraje filtrado. _ Natasha no pestañeaba. Le dolían los ojos, pero le resultaba imposible hacerlo.
_ Ese cliente es uno de mis muchos amos. _ Respondió ella, sonriendo.
_ ¿No tiene nada de especial? _ Preguntó, tensa.
_ Es el top en ingresos. Ha pagado importantes sumas para que me rompa el himen y me prepare el culo para él. Está pagando para asegurarse de que mi culo y mi coño sean estrenados por él. Sospecho que quiere comprarme.
_ ¿Comprarte? _ Se estremeció. _ ¿Esta web vende personas?
_ La web vende servicios de compañía de larga duración, para ser exactas. _ Mantenía la sonrisa, como si no fuera con ella.
_ ¿Y no sabes nada sobre él? Su nombre o dirección, me serviría cualquier cosa.
Elizabeth no respondió de inmediato. De hecho, se adelantó y tecleó un par de cosas. Se quedó quieta como una estatua durante más de un minuto en el que Natasha se fue poniendo cada vez más y más tensa. La sonrisa de Elizabeth se alargó de forma terrórifica.
_ Mi amo me ha dicho que te dejará saber su nombre si miras atentamente cómo me toco para ti. Si apartas la mirada… no tendrás nada. ¿Tenemos un trato?
Aquel desgraciado era un degenerado. Nada que sorprendiera a Natasha, que hizo de tripas corazón y respondió. ¿Quería jugar? Jugaría.
_ Sí, tenemos un trato.
Natasha cumplió su palabra. Mientras aquella chiquilla se desnudaba y se tumbaba en la cama, tomando un dildo y tocándose furiosamente con él. No apartó la mirada ni pestañeó, ignorando los muchos fallos en la imagen.
Natasha no se dio cuenta, pero a lo largo del tiempo su mirada se había ido quedando vidriosa, su rostro inexpresivo… un hilo de babas había bajado por la comisura de sus labios. Estaba extrañamente caliente con la visión de los pechos de aquella chiquilla siendo estrujados por sus manos.
Elizabeth se corrió violentamente, lanzando chillidos. Natasha no reaccionó en primer lugar. Se había quedado rígida, con las bragas ligeramente húmedas bajo el pijama. Elizabeth, que se estaba chupando los dedos empapados, se sentó de nuevo en su puesto inicial.
_ ¿Sigues ahí, Natasha?
_ Sí… _ Respondió, con voz sumisa.
Elizabeth adelantó la mano y chasqueó los dedos. Nat pestañeó rápidamente, recuperando la consciencia.
_ El nombre de mi amo es Samuel Williams. Estoy convencida de que lo conoces bien.
_ ¿Sam? ¿Tu amo es Sam? _ Gritó a pleno pulmón.
¿De verdad su jefe estaba detrás de todo aquello? No, no podía ser.
_ Así es. _ Respondió Elizabeth. _ ¿Te ha gustado el espectáculo, ama? ¿Deseas que hago algo más por ti?
Elizabeth miró directamente a la pantalla, de la forma más sugerente posible, mordiéndose el labio. Natasha cerró la pantalla del portátil directamente, sintiendo que el corazón se lo desbocaba. No lograba conciliar el sueño… se pasó toda la noche masturbándose.
Al día siguiente se dirigió directamente, a primera hora, a hablar con Sam. El hombre parecía estarla esperando, y eso la asustó.
_ Cierra la puerta, Natasha. _ Era la primera vez que la llamaba por su nombre.
Natasha cerró la puerta y se sentó frente a él. Estaba furiosa, pero por algún motivo se sentía muy pequeña delante de Samuel.
_ Veo que anoche descubriste mi pequeña relación con Elizabeth. _ Estaba demasiado relajado para lo que estaba confesando.
_ Así que… ¿Es verdad? Haces que esa chiquilla se toque para ti. _ Cerró los puños, furiosa.
_ Sí, sí que lo hago. _ Dijo él, sin darle menor importancia. _ Y ella me ha dado los mejores orgasmos de mi vida…
_ Sam… estás casado… tienes tres hijos. Y podrías ser el abuelo de esa chica. _ Natasha la miraba con asco.
_ Sí, todo eso es cierto, pero… _ Sam sonrió. _ No me importa. Adoro ver a esa chiquilla sometida, tocándose para mí, contoneándose… deseando escuchar mis órdenes.
_ Eres un cerdo.
_ Quizá… por suerte, tu opinión no es importante.
_ ¿Mi opinión? Te voy a denunciar, Sam. No sólo te van a quitar la placa. Te van a encerrar y te vas a pudrir en la cárcel.
_ No… no creo que pase nada de eso. _ Sam no perdió la calma.
_ ¿Qué no va a pasar? _ Natasha se puso en pie. _ Si crees que puedes amenazarme para que calle, estás muy equivocado.
_ No, no creo necesitar amenazarte. _ Sam se puso en pie. _ De hecho… me he cansado de esta conversación.
Sam adelantó la mano delante de él y chasqueó los dedos. Para Natasha fue como si alguien hubiera lanzado una bomba atómica dentro de su mente. Su cuerpo comenzó a convulsionar y empezó a emitir espuma por la boca. Se desplomó en el suelo y una mancha se formó en el pantalón de su uniforme. Parecía que se hubiera meado… y de hecho, en parte era cierto, pero sólo una pequeña parte era realmente orina. La gran mancha que se había formado en su entrepierna era mayormente flujo vaginal producto de unos diez orgasmos consecutivos.
La mujer se quedó tirada en el suelo, con la mirada perdida, respirando desacompasadamente. Sam la miró con deseo, sintiéndose victorioso de ver a esa hembra tirada en el suelo y sometida.
_ Agente Harper, Desnúdate.
La mujer tardó un par de segundos en reaccionar. Se puso en pie y se limpió los restos de espuma con la manga derecha.
_ Sí, amo. _ Respondió, obediente y sumisa.
Harper se quitó el uniforme sin demasiadas ceremonias, revelando su piel oscura, su cuerpo fibrado producto del entrenamiento policial, sus hermosas tetas cubiertas por el cabello rizado. Aquella belleza de ascendencia africana fue demasiado para Sam, que se encontró con la polla marcada sobre el pantalón.
_ Sobre la mesa. _ Ordenó.
_ Sí, amo. _ Le sonrió y se tumbó sobre la mesa, apretando las tetas contra la superficie, lo que la hizo gemir.
Sam se quitó apresuradamente el pantalón. Era sorprendente que a sus sesenta años aún se le pusiera así de dura. Con la energía de un chaval, apoyó las manos sobre las enormes nalgas negras de Harper y, sin más ceremonia, la penetró.
La gruta de Natasha estaba completamente lubricada y ansiosa por recibirle. Empezó a taladrarla como un poseso mientras la mujer gemía con fuerza. Natasha puso todo de su parte y se aferró a la mesa, gritándole a su amo lo grande que la tenía y lo bien que follaba. Ella se corrió ocho veces antes de que él la llenara con su semilla.
La mujer se quedó tirada sobre la mesa, lanzando alguna risa fruto de la adrenalina acumulada. Él sonrió, cansado, viendo el estropicio que había hecho. Se sentó en la silla y se tomó un momento para recuperarse. Cuando su polla se puso dura de nuevo, miró a la mujer que, sobre la mesa, le miraba como si fuera el hombre más sexy del mundo.
_ Natasha, chúpame la polla.
_ Sí, amo. _ Respondió ella, como si fuese una niña el día de Navidad.
Se metió bajo la mesa y se la metió en la boca, tragando con entusiasmo mientras se metía los dedos y formaba un charco bajo ella. Sam cogió el teléfono de su escritorio y marcó un número.
_ Sí, ha funcionado exactamente como dijiste. _ Se rio. _ Sí, me está chupando la polla ahora…
La miró.
_ La jefa quiere saber si vas a dar más problemas. No vas a causarlos, ¿Verdad? ¿Vas a causarme problemas a mí?
_ No amo, jamás amo. Vivo para servirte, amo.
Sam se estremeció.
_ Oh, joder… de verdad… _ Gruñó. _ Dime qué más puedo hacer por ti… Hechizaré a todo el cuerpo si me lo pides…
Hubo un silencio al otro lado de la línea antes de que una voz de mujer respondiera.
_ Sería un buen comienzo.