Investigación policial

El inspector Martín y la teniente Herrero tienen una misión que cumplir, aunque no les hace gracias compartirla, deben tratar de atrapar a un importante narcotraficante, pero sus método los llevará mucho más lejos de lo que nunca han imaginado y lograra que se impliquen más de la cuenta.

El dossier era lo suficientemente claro, pero aun así, el capitán quería explicarme por qué una inspectora de la central tenía que acompañarme en esta operación especial. Estoy acostumbrado a trabajar solo, a lo sumo en un equipo propio, pero no a tener un perro de presa detrás, eso es lo que menos me gusta. El capitán Monegro, me observaba por encima de sus gafas de pasta.

-Inspector Martín, se que estás acostumbrado a trabajar en operaciones importantes tu solo, pero te puedo asegurar que esta puede llegar a ser la más importante de tu carrera.

La voz de este hombre era firme, como siempre, pero notaba cierto tono de preocupación, como si no confiara del todo en mi.

  • Perdóneme mi capitán, pero llevo cinco años trabajando en el cuerpo y soy un policía brillante, no lo digo yo. Eche un vistazo a mi hoja de servicios.

Su sonrisa ladeada indicaba que además de conocerme de estos cinco años trabajando juntos, ya lo había hecho personalmente, pero aun así, no se fiaba.

  • Te repito Martín que esta operación es importante, muy importante. Pero ojo, no solo para ti, sino para toda esta comisaría. Tanto, que puede catapultarnos o hundirnos irremediablemente. Además, la orden no la doy yo, esto viene de la central y punto. Es necesario que vayas acompañado por la teniente Herrero. Ella es una experta en narcóticos.

Sin más discusión me entregó el billete de avión y la reserva de hotel para esa misma noche.

-Martín – me dijo cuando ya estaba abandonando su despacho.

  • Dígame.

-Recuerde. Sean discretos. Tendrán dos habitaciones separadas, pero acudan juntos a todas las áreas del hotel, es vital para la operación que parezcan una pareja, ya sabe, que no se note que son dos polis, ¿de acuerdo?

  • Genial. Lo que me faltaba.

  • ¿Cómo dice?

-No, nada, que genial, mi capitán.

Miré el reloj por enésima vez, el Inspector Martín llegaba tarde. Miré el panel, aún quedaba una hora para que saliera el vuelo, y pensé que si el inspector no llegaba pronto, no nos daría tiempo a facturar y embarcar, no me gustaba llegar tarde. Cuando bajé la vista del panel le ví, estaba en el mostrador que había frente a mi. Le vi sólo de espaldas, pero enseguida me di cuenta que era él. Era un hombre alto y con un cuerpo bastante atlético, me acerqué a él con paso firme y tras darle unos toquecitos con el índice en el hombro, el inspector se giró.

  • Ya era hora - le dije.

  • La teniente Herrero, supongo - me preguntó  el Inspector Martín.

  • Sí, llega tarde - dije con cierta molestia.

  • Lo siento, pero el taxista se equivocó de camino, el mundo está lleno de incompetentes - contestó el inspector, mirándome de arriba a abajo y pensando que...

Lo que menos me esperaba al llegar a la terminal del aeropuerto era encontrarme con esa impresionante mujer. No es que tuviera una idea prefijada de ella, pero la verdad es que lo último que podía pensar es que mi compañera del operativo fuera ese bomboncito. No llegaba a los treinta, pelo moreno largo hasta media espalda, embutida en unos vaqueros ajustados, unas botas de tacón y una chaqueta que moldeaba su cuerpo.

Dudamos ambos por un momento, pero al final decidimos que darnos la mano era lo más profesional, aunque dos besos no hubieran estado nada mal. Me echó la bronca por mi tardanza, supongo que merecida y fue entonces cuando pasó por mi cabeza imaginar cómo llegó a ser teniente tan joven. Quise borrar de mi mente ese pensamiento arcaico y creer que su rango era absolutamente merecido, sin tener que habérsela chupado a nadie.

Nuestro camino hasta los mostradores de facturación fue un poco tensa. Yo creo que a ninguno de los dos nos hacía gracia el hecho de tener que ir acompañado en esta delicada operación. La observé disimuladamente y disfruté de sus tetas botando al caminar a mi lado con su porte elegante y sexy a la vez. No me había percatado hasta entonces, pero mi erección empezaba a ser molesta bajo los pantalones. La dejé pasar delante para que fuera la primera en facturar su pequeña maleta y al tiempo disfrutar de su redondísimo culo.

Me pareció sentir su mirada sobre mi culo y me giré, nuestros ojos se cruzaron, pero volví a mirar hacia el mostrador, más que nada porque la chica  me estaba preguntando:

  • ¿Qué quería señorita?

Le dí el billete a la chica y esta me preguntó:

-¿Cuantas maletas serán?

  • Un...- iba a decir cuando el Inspector me cortó respondiendo.

  • Dos, señorita, a nombre de Sr. y Sra. Martínez

  • De acuerdo, pueden depositarlas en la cinta del escáner.

Ambos depositamos nuestra maleta, y al hacerlo noté como el inspector se acercaba peligrosamente a mí, y me rozaba el culo con... No podía creerlo, estaba empalmado, excitado. ¡Me maldije una vez más! ¿Por qué todos los hombres tenían que verme como a un objeto sexual? ¿No podían ver más allá de sus narices y de la imagen que tenían delante? Llegar hasta donde estaba no me había resultado  fácil, precisamente porque muchos hombres habían querido aprovecharse de mí. Pero a base de trabajo lo había conseguido y no quería echarlo todo por la borda, y menos cuando me enfrentaba al caso más importante de mi carrera; sólo porque a mi compañero de turno, le pusiera a mil mi culo o mis tetas. Traté de serenarme, me aparté del inspector y oí como este se excusaba:

  • Perdón.

No le dije nada, decidí que por esa vez lo dejaría pasar como una simple anécdota, aunque en realidad, el Inspector Martín, era guapo y atractivo. Y no podía negar que en cierto modo, su gesto, saber que le resultaba atractiva, me halagaba y hacía que yo también me excitara.

Cuando las maletas estuvieron facturadas, nos encaminamos hacía la puerta de embarque y entonces le dije al Inspector Martín:

  • Aunque tengamos que disimular y hacer creer que somos marido y mujer, lo mejor para el bien de este caso y que podamos resolverlo sin complicaciones será mantener las distancias, ¿no crees?

  • Por supuesto que sí teniente, me parece perfecto.

  • Gracias, pero en adelante no me llames teniente y por favor, tutéame, no vayamos a meter la pata por una tontería.

  • Ok.

Se notaba que era un mando con mando, toda una profesional acostumbrada a tratar con hombres y a ponerlos en su sitio. En otro momento me hubiera molestado, pero en ese mismo instante lo único que estaba viendo eran esos labios gordezuelos moviéndose mientras hablaba. Era una delicia observar a esa mujer.

A la puerta de embarque estuvo atendiendo su móvil durante un buen rato, lejos de mi posición, momento que aproveché para recrear la vista de esa impresionante mujer. Al fin nos metimos en el avión, y volví a disfrutar de la vista de mi teniente cuando se despojó de su chaqueta. La imagen no podía ser más espectacular, pues en su posición junto a la ventanilla, le obligaban a abalanzarse ligeramente sobre mí, para ofrecer ante mis atónitos ojos un canalillo divino embutido en una blusa que era como su segunda piel. No observé marcas de su sostén, pero podía ser uno de esos bien adaptados. El caso es que debí estar mucho tiempo mirándola, pues su cara seria indicaba que me estaba pasando tres pueblos. Más todavía cuando sus ojos se fueron a mi entrepierna, que voluminosa, intenté tapar con el periódico.

Si había algo en este viaje de trabajo que me gustaba, era sin dudarlo, la teniente Herrero, que por más que yo quisiera verla como una compañera, su endiablado cuerpo me hacía ver otras cosas.

Su cara de deseo me molestó enormemente, y más me molestó cuando observé el evidente bulto entre sus piernas, aunque en el fondo debo confesar que me sentía halagada y a la vez atraída por aquel hombre elegante, guapo e inteligente. Además su voz tenía un tono tan perfecto, tan bien modulado que me embrujaba y me hacía imaginar cosas que no debía, como sus labios susurrándome al oído hermosas palabras de amor. Traté de quitar aquellos pensamiento de mi mente, y para ello saqué el informe del caso de mi maletín, y aunque me lo sabía de memoria volví a repasarlo. Mientras él inspector leía una revista que le había ofrecido la azafata.

Pensé que por fin estaría tranquila y traté de sumergirme en el informe, cuando sentí una mano sobre mi rodilla y todo mi cuerpo se erizó, quité la vista del  informe, pero la mano no estaba sobre mi rodilla como  me había parecido sentirla, sino sujetando la revista que leía el inspector Martín. Volví al informe y otra vez esa sensación, otra vez observé, pero nada. ¿Podía ser que me lo estuviera imaginando? ¿Podría ser que los siete meses de abstinencia sexual, desde que dejé a Mario mi último novio, me estuvieran pasando factura? No sabía que pensar, pero empecé a sentir un extraño calor y muchas ganas de desnudarme. Me desaté un botón de la blusa y traté de darme aire con el informe. De nuevo, el inspector Martín, me miraba con deseo y entonces al mirarme a mí misma me di cuenta, se me veian el nacimiento de los senos que evidenciaban que no me había puesto sujetador. El calor seguía aumentando y yo sentía que la ropa me molestaba, quería quitármela, así que le pedí permiso al Inspector para pasar y salí corriendo hacía el baño. El inspector salió detrás de mí preguntándomee:

  • Ana ¿qué te pasa?

Mientra yo me encerraba en el baño.

Por un momento me asustó ver su cara descompuesta, que achaqué al miedo a volar,  pues noté como sus carrillos estaban rojos, sus manos temblaban y mostraba bastante nerviosismo. Cuando por fin volvió del baño, me mostró una sonrisa ligeramente forzada, pero que me indicaba que se le había pasado ese sofocón.

Aprovechamos el resto del vuelo para comentar el informe, muy profesionalmente ambos, discutiendo algunos detalles en los que no parecíamos estar de acuerdo en la manera de actuar, pero al fin y al cabo no me quedaba otro remedio que obedecer sus órdenes, tal y como me había indicado mi capitán. Por mucho que me disgustase, ella era la jefe de la operación, pero en el fondo debo confesar que no me disgustaba nada que lo fuera, pues me atraía demasiado como para verla como a una jefa, la veia más como una mujer increíblemente bella, con un cuerpo de infarto.

Disfrutar de una compañía tan espléndida era beneficio por todos los lados, como descubrir que todos los hombres se quedaban flipados con ella y yo era su único acompañante. Dudé por un momento, cuando nos dirigíamos a coger un taxi en la terminal, si debía agarrarla por la cintura para sentirme aún más feliz y dichoso, pero lo descarté inmediatamente, evitando que ella se molestase y lo tomara por acoso o algo parecido.

Llegamos por fin, al hotel y el recepcionista fue otro de los que no pudo evitar el nerviosismo, al encontrarse con la presencia de mi espectacular compañera preguntando por nuestras reservas. Le pareció bastante extraño que hubiésemos pedido dos habitaciones contiguas, pero viendo a la preciosa teniente, debió pensar que unos “aparentemente recién casados” iban a jugar a mil aventuras, follando en ambas camas todo el día, en el ala norte, en el ala sur y hasta en el ascensor si se terciara, al menos eso era lo que mi mente calenturienta quería.

Tras el mal rato que pasé con el ataque de pánico que me había cogido, discutir con el inspector algunos detalles del caso, me hizo volver a la tierra y ver todo de otra manera. Incluso me halagaron sus miradas de excitación, y deseé que fuera un poco más allá, ya que empecé a fantasear, preguntándome como se sentiria una mujer siendo abrazada por aquellos poderosos y torneados brazos. Pero el Inspector se mantuvo a raya, mirándome sólo de soslayo y disimulando cada vez que  descubría sus miradas sobre mí.

Cuando llegamos al hotel, el recepcionista nos miró entre sorprendido y extrañado, supongo que ver que eramos recien casado y teníamos habitaciones separadas le sorprendió. Aún así cogimos las llaves y subimos a la habitación. Habíamos cogido dos habitaciones contiguas que se comunicaban a través de una puerta, en el piso número cinco. Así que subimos en el ascensor, con nosotros subieron otras dos parejas, pero ambas se quedaron en pisos inferiores. Al llegar al cuarto piso, el ascensor se detuvo, y pesar que de apreté el botón, el ascensor ni siquiera se movió.

-¡Oh, no puede ser! - gemí

  • Sí, me temo que nos hemos quedado atrapados.

  • No, por favor, no me digas eso, tengo claustrofobia, no podré soportar mucho rato aquí encerrada.

  • No te preocupes, enseguida nos sacarán de aquí - me dijo el inspector tratando de tranquilizarme, pero yo no podía, y cada vez me sentía más nerviosa.

Empecé a sudar y sin poder evitarlo me abracé al Inspector suplicándole:

  • ¡Sácame de aquí, creo que empieza a faltarme el aire!

Y realmente era así, sentía como si me faltara el aire, y respiraba dificultosamente, empecé a sentir que me flaqueaban las piernas y sino llega ser por el inspector me hubiera caído al suelo.

Me pilló por sorpresa su reacción, porque francamente no me la esperaba y  agarré a mi compañera que casi cae desvanecida. El caso es que aunque me pareciera mentira, la teniente de policía Herrero temblaba como una hoja y estaba muy asustada. Esa fue mi ocasión para abrazarla y es cuando sentí un montón de sensaciones, tantas que no podía contenerlas en una sola. Por un lado me parecía bastante cómica la situación, hasta ridícula, pero por otra, era la mejor de las suertes que me podían tocar. Esa preciosa mujer estaba abrazada a mi y yo intentando calmarla, era todo muy extraño y placentero a la vez. Intenté no ponerme muy de frente a ella, pues sabía que si lo hacía mi erección se notaría seguro.

  • ¡Sácame de aquí por favor! - insistía ella.

  • Tranquila, todo va bien. ¿No me digas que tienes claustrofobia? - pregunté con algo de sorna.

Ella se quedó en silencio, pero seguía temblando bajo mis brazos. Llamé al timbre de alarma, pero no parecía responder nadie a nuestra llamada ni a los golpes que daba contra la chapa de ese cubículo. Cogí mi móvil y el único número que se me ocurrió era el del capitán, pues no había uno de emergencias en el ascensor.

  • ¿Qué pasa Martín? - Preguntó al otro lado mi jefe.

  • Perdone señor, pero nos hemos quedado encerrados en el ascensor.

  • ¿Con la teniente?

  • Sí - contesté y no pude evitar una sonrisa, imaginando lo que pensaba mi jefe de ese encierro forzoso con una espectacular mujer.

  • Voy a llamar urgentemente al hotel para que les saquen, intente calmarla - dijo alarmándome.

  • Pero ¿ocurre algo?

  • Ya le daré más detalles, pero la teniente Herrero no puede estar en sitios cerrados, estuvo secuestrada durante días por una banda de narcos en un zulo en plena selva colombiana.

En ese momento comprendí todos sus miedos y me abracé mucho más fuerte a ella. Ahora no la veía como una policía, sino como una mujer que había sufrido lo que nadie desearía ni a su peor enemigo.

  • ¿Nos sacarán? - Preguntó.

  • Si, tranquila, parece que ya vienen - dije intentando calmarla.

Mientras la temperatura de aquel ascensor subía por momentos, yo notaba como las gotas  de sudor caían por mi frente y poco a poco por el resto de mi cuerpo. Parecíamos estar en una sauna. Abrazados y empapados en sudor.

Ambos sudábamos a mares, pero yo estaba muy nerviosa; estar en un lugar tan pequeño encerrada me traia muy malos recuerdos y malas sensaciones. Por lo menos no estaba sola y eso me tranquilizaba un poco. Me abracé con fuerza al inspector y ambos tratábamos de disimular, pero entre nosotros había algo más. Nos miramos a los ojos y sentí la necesidad de besarle, así que lo hice, acerqué mis labios a los suyos y le besé. Pero inmediatamente oímos unas voces desde el exterior.

  • Tranquilos, enseguida les sacamos.

Y efectivamente, el ascensor enseguida empezó a funcionar y bajó hasta la planta baja. Las puertas se abrieron y allí estaban un par de guardias de seguridad y el recepcionista esperándonos.

  • ¿Están bien? - preguntó uno de los chicos de seguridad.

Yo no podía ni responder del sofocón y lo mal que lo había pasado, pero el inspector sí:

  • Sí, estamos bien.

Enseguida apareció el jefe de seguridad:

  • Lo siento mucho, no sé que ha debido pasar, el ascensor es muy nuevo, pero...

  • No sé preocupe - le dijo el inspector Martín - estamos bien. ¿Quieres tomar algo?

  • Bueno - respondí mirando al jefe de seguridad y agradeciéndole con la mirada la ayuda.

Allí en el hotel, sólo el equipo de seguridad sabían quienes éramos  en realidad, por eso el capitán Monegro les había llamado a ellos para que nos sacaran del ascensor.

  • Gracias por todo - les dijimos al inspector y al equipo de seguridad y ambos nos dirigimos hacía el bar del hotel.

Nos sentamos en la barra del bar y en el mismo momento en el que ella quería contarme el por qué de sus miedos en el ascensor o quizás para disculparse por ese beso, por el que desde luego no había por qué hacerlo, le puse el dedo entre sus labios.

  • No hace falta que digas nada. ¿Vale? Ya pasó todo. - le dije.

Podía haberle dicho que mejor estuviera abrazada continuamente a mí, que lo ideal sería volvernos a besar para tranquilizarnos, pero sabía que en el fondo ese beso había sido producto de un momento extremo y no quería aprovecharme de esa situación.

  • Habrás pensado que toda una teniente de policía es... - intentaba decirme ella hasta que yo la volví a detener.

  • Ana, está todo dicho, no hace falta ningún tipo de explicación. Ante todo, somos compañeros y sabemos lo que es este trabajo. La vida no es como en las películas y no te voy a contar las veces que me he cagado de miedo en alguna operación.

Mientras nos tomamos la copa, intenté desviar el tema hacia otras cosas para que ella se sintiera mucho más tranquila.

  • Ana, ¿tienes hambre?, podemos pasar al comedor y cenamos algo.

  • Es que estoy hecha un desastre, después de todo el susto, tendría que subir a ducharme y cambiarme.

  • Ok, subamos y nos cambiamos.

El trayecto en el ascensor fue puro silencio, pero notaba que la teniente estaba muy tensa. Estuve a punto de abrazarla, esta vez no con un ánimo sexual, pero me contuve. Al fin el ascensor llegó a su destino y ella pareció respirar tranquilamente.

Nos dirigimos a nuestras habitaciones y en la puerta ella me comentó:

  • Inspector Martín, quedamos dentro de, ¿media hora?

  • Perfecto Ana - contesté - pero con una condición.

  • ¿Cual?

  • Que no me llames inspector Martin, llámame Sergio.

  • Vale, Sergio.

Ella sonrió creo que por primera vez, de una forma maravillosa y un instante después entró en su habitación.

Me metí en la ducha, dejé que el agua resbalara por mi cuerpo, mientras cerraba los ojos tratando de olvidar la última media hora y procurando concentrarme en otra cosa. Y sin saber por qué, quizás porque lo necesitaba, en mi mente se dibujó la silueta desnuda de Sergio. Su cuerpo hermoso y bien musculado, bronceado por el sol; su sexo erecto, apuntando hacia mí, que desnudo me observaba desde el exterior de la ducha.

  • Ven aquí - le supliqué.

Necesitaba aquel hombre, necesitaba sentirle dentro de mí, besarle, abrazarle. Y así, inmersa en esa imagen mis manos recorrieron mi cuerpo, amasaron mis senos, firmes y voluminosos, resbalaron por mi cintura y una de mis manos se posó sobre mi sexo húmedo y deseoso, me acaricié el clítoris con suavidad excitándome sobre manera, luego descendí hasta mi vagina y me introduje un par de dedos. Gemí excitada, abrasada por un fuego que me quemaba por dentro. Mis manos recorrieron mi cuerpo, mis dedos me follaban  liberando toda la tensión acumulada, mientras en mi mente se dibujaba la imagen de Sergio haciéndome el amor en aquella ducha, acariciando cada centímetro de mi piel, pegando su cuerpo al mio, besando mi boca, mis senos, mi sexo, e introduciéndose insondable en mí. De repente, oí unos golpes que me despertaron de aquel sueño erótico. Cuando por fin pude distinguir que los golpes provenían de la puerta y recobré el sentido, recordé que había quedado con Sergio y busqué el reloj que había dejado junto al lavamanos. Ya había pasado la media hora y yo aún no me había vestido. Como pude cogí la toalla y me envolví en ella y salí hasta la puerta abriéndola.

Después de haberme duchado y haber imaginado las escenas más tórridas con la teniente Herrero, y haber disfrutado de ellas con una masturbación memorable, lo que menos podía imaginarme es que me abriera en ese momento la puerta ataviada únicamente con aquella toalla. Si no me caí de espaldas fue porque estaba agarrado al quicio de la puerta. Esa preciosa mujer llevaba una toalla blanca diminuta que cubría sus senos por la parte justa y hasta la parte más alta de sus muslos. Si había una imagen de ella de lo más erótica, era sin duda la que tenía ante mis ojos: Su pelo mojado, las gotitas recorriendo su morena piel, sus ojos verdes más brillantes que nunca, su boca voluptuosa, su cuerpo envuelto en esa pequeña toalla en la que yo me quería convertir, le hicieron suponer a mi mente calenturienta que ella también estaba excitada con la situación.

  • Oh, eres tú, pasa, me estaba duchando. - me dijo.

  • Perdona Ana, mejor vuelvo luego...

  • No, no, pasa hombre, termino en dos segundos. Ahora mismo salgo.

Se dirigió al baño y me quedé flipado con su caminar felino, que me pareció provocador, dejando entrever sus hermosas piernas y casi el nacimiento de sus nalgas. Esa mujer, a la que a priori no quería ver ni en pintura, me parecía lo mejor que podía haberme pasado en mi vida y no quería alejarme de ella ni un segundo.

Me senté en su cama y me fijé que tenía a los pies la ropa preparada para vestirse después. Había elegido para la cena un vestido negro muy sexy que puesto sobre su cuerpo debía ser sensacional y un tanga diminuto también de color negro. Cogí esa pequeña prenda entre mis dedos, imaginando lascivamente como quedaría después puesta sobre ella, cuando en ese preciso momento volvió a abrirse la puerta del baño pillándome con su íntima prenda en la mano.

Cuando le ví con mi tanga entre las manos y aquella cara de deseo, lo primero que pensé fue en echarme sobre él, besarle y hacerle mío como hacía unos segundos había soñado debajo de la ducha. Pero enseguida recuperé la cordura y recordé que por el bien de nuestro trabajo habíamos decidido mantener las distancias, así que me acerqué a él tratando de mostrarme enfadada y dispuesta a hacerme la digna, subí mi mano por encima de mi cabeza dispuesta a soltarle un sonoro bofetón cuando él se levantó, sujetó mi brazo con tal fuerza, que ambos caímos sobre la cama, de modo que me quedé sobre él, y entonces sí que nuestros labios se juntaron irremediablemente en un largo y apasionado beso.

Era evidente que entre nosotros existía una atracción y aunque tratáramos de evitarla nos empujaba a besarnos, abrazarnos y... Así fue como rodando por la cama, envueltos nuestros cuerpos el uno al otro, perdí la toalla y me quedé totalmente desnuda. Sentí el sexo de Sergio, pegado al mío, grande, erecto, y ansioso por poseerme.

  • No, Sergio, esto no puede ser – traté de decirle, recuperando la cordura después de aquel beso.

  • Sí, tienes razón, no puede ser, no deberíamos, pero...

Sus manos acariciaban mi piel desnuda, haciendo que todo mi cuerpo se erizara y mi sexo palpitara.

Sentir el cuerpo desnudo de Ana sobre mí era un regalo divino, un sueño imposible, era increíble aquella situación, sentir claramente su sexo sobre el mío,  a pesar de llevar yo mis pantalones, poder acariciar esas curvas y detenerme en cada una de ellas, disfrutar de tanta belleza para mi solo, nublando mi vista y mis oídos, cuando ella me repetía que aquello no podía continuar, que me detuviera. La agarré con fuerza la mano con que  trataba de zafarse de mí, mientras que mi otra mano alcanzó la parte baja de su sexo notando su humedad que impregnó mis dedos. Aquello me gustó, porque me demostró que ella estaba tan excitada como yo a pesar de querer negarlo con su lucha sobre mi cuerpo.

De pronto el teléfono móvil de Ana sonó sobre la mesilla y ella se separó con más fuerza de mi, logrando levantarse e ir corriendo desnuda a coger la llamada y dándose la vuelta, mostrándome su preciosa espalda... su increíble y redondo culo.

  • De acuerdo mi capitán, ahora mismo bajamos - dijo, para a continuación colgar.

Se giró y permaneció observándome durante unos segundos retadora, momento que aproveché para seguir disfrutando de su esbelta desnudez.

  • Tenemos que bajar, Sergio. Nuestro hombre está entrando en el comedor. Me acaba de informar el capitán. Espérame abajo, por favor.

  • Ana, yo...

  • ¡Es una orden! - dijo casi gritando, pero sin dejar de ofrecerme sin pudor ese cuerpo desnudo que me extasiaba.

Abandoné la habitación totalmente alucinado recordando el cuerpo de Ana, cuando me di cuenta que llevaba su tanga en mi mano. Me lo metí en el bolsillo y bajé al comedor a esperarla.

Me vestí rápidamente, tratando de grabar en mi memoria cada uno de los segundos vividos con Sergio momentos antes. Porque a pesar de todo, me sentía fuertemente atraída por él, y  a pesar de haber intentado zafarme de sus brazos, de sus caricias, debía reconocer, que me había gustado sentirme deseada por él.

Busqué mi tanga por todas partes, pero no pude encontrarlo y entonces recordé que la última vez que lo había visto, lo tenía Sergio en sus manos. Así que decidí bajar sin él.

Una vez llegué al comedor, Sergio me esperaba sentado en una mesa, tras la cual estaba el jefe del grupo de traficantes al que buscábamos. Era un hombre alto, guapo, de unos treinta y tantos años, moreno y de intensos ojos verdes. Sino fuera porque sabía que era un narcotraficante probablemente me hubiera sentido atraída por él. Mientras pensaba en la estrategia que seguiríamos, me dirigí hacía la mesa en que estaba Sergio. Me senté frente a él y tras darle un beso en la boca que creo le pilló algo por sorpresa le dije:

  • Hola cariño, perdona que haya tardado pero no encontraba mi tanga.

Sergio me sonrió picaramente y no dijo nada. Oí que el narcotraficante hablaba con sus compañeros, pero no decían nada importante, lógico al estar en un lugar como aquel donde había tanta gente alrededor. Por eso aproveché ese momento para preguntarle a Sergio en voz baja al oído:

  • ¿Tienes mi tanga? - conocía de sobra la respuesta pero necesitaba saber cual sería su reacción.

Todavía estaba alucinando con el cuerpo de Ana embutido en aquel vestido negro, que parecía como su segunda piel, cuando se había presentado en el restaurante con sus andares tan sensuales, pero más alucinado cuando me preguntó por el tanga, que provocó que tuviera una erección inmediata, imaginando que no se había puesto nada debajo.

No respondí a su pregunta. Simplemente me limité a acariciar su cadera y parte de su culito por debajo de la mesa para comprobar de primera mano, que efectivamente iba sin braguitas. Ella se puso colorada, pero por su sonrisa, sabía que estaba excitada tanto como yo por esa situación.

Cenamos tranquilamente, eso sí, cruzando nuestras miradas en más de una ocasión, intentando ver en nuestros ojos la señal del deseo mutuo, pero guardábamos las formas y vigilábamos al mismo tiempo a nuestro hombre que estaba situado detrás de nosotros. Unas cuantas veces me di cuenta que no quitaba ojo a Ana, lógico por otra parte, hasta que cuando estábamos acabando la cena se acercó hasta nuestra mesa.

  • Disculpad, sois recién casados ¿verdad? - nos preguntó.

  • Sí, estamos en nuestra luna de miel  - contestó inmediatamente Ana agarrando con su preciosos dedos mi mano y acariciándola con ternura, haciendo que mi erección fuese más grande aún.

  • Vaya, enhorabuena pareja. - apuntó el narco al que teníamos que investigar. - Me gustaría invitaros a una copa en el pub del hotel. Mi nombre es Toni.

Aceptamos, naturalmente y el mafioso comentó algo a sus hombres que abandonaron el restaurante quedándonos solos los tres. La ocasión era perfecta, pues entablando amistad con él, todo el proyecto iría sobre ruedas y seguramente podríamos avanzar en la investigación más de lo esperado y destapar a ese  tipo que se había hecho rico con la droga y por ende con extorsiones, estafas y posiblemente crímenes peores. Sin duda que nuestro hombre estaba contento de admirar a mi “supuesta esposa” y no era para menos, porque desbordaba sensualidad por los cuatro costados. Nos dirigimos al pub y allí solo había disponible un sofá para los tres, pero era muy pequeño, por lo que Ana me invitó a sentarme y a continuación lo hizo ella sobre mí, dejando el otro espacio para Toni y a mí totalmente flipado.

Sentada sobre las piernas de Sergio empezamos a hablar con Toni. Era evidente que yo le atraia y sobre todo mis tetas porque no dejaba de mirármelas. Unas cuantas veces entre copa y copa, mientras hablábamos, traté de tocarle suavemente para intentar atraerle aún más. Era algo arriesgado, sin duda, pero de eso se trataba, de arriesgarse, hasta que al empezar a sonar una canción melódica el narco le pidió a Sergio:

  • ¿Me dejas bailar con tu preciosa mujer?

A lo que Sergio sólo pudo responder:

  • Claro que sí.

Salimos a la pista. Toni pasó su brazo por detrás de mi cintura y me abrazó a él con fuerza. Pude sentir su erección inmediatamente, fue cuando se hizo evidente que estaba atraido por mí. Sergio desde el sofá nos observaba sin perder detalle.

  • Es una pena que estés casada - me susurró al oído Toni - sino fuera así ya te habría llevado conmigo a uno de los reservados.

  • Pero no podemos hacer eso, mi marido nos está mirando, y se pondría muy celoso.

Me apreté contra Toni, y su erección se hizo aún más evidente.

  • Creo que el fondo eres una chica mala - me dijo tras aquel gesto.

  • ¡Uhmm! puede ser, en realidad, me gusta ser una chica mala y poner celoso a Sergio, mira como nos mira - dije maliciosamente.

  • Y además seguro que se está poniendo a cien.

  • Ni lo dudes - añadí- seguro que en cuanto terminemos de bailar querrá subir a la habitación para hacerme el amor - le susurré al oído a Toni.

Sergio no perdía detalle de la situación y nos observaba desde el sofá, hasta que la canción terminó y Toni y yo nos separamos para volver al sofá donde estaba Sergio.

Ese baile entre Ana y Toni me dejó totalmente flipado y evidentemente con una erección espectacular, que ella notó enseguida cuando miró hacia mi entrepierna.

  • ¿Quieres bailar tú ahora, cariño?

A continuación posó sus blandos labios sobre los míos mirándome con toda la sensualidad. No hizo falta que le respondiera, Ana tiró de mí y nos acercamos a la pista, ante la atenta mirada de nuestro mafioso.

El escultural cuerpo de Ana se pegó al mío restregándose nuevamente con toda la intencionalidad, mientras bailábamos en el centro de la pista percibiendo notablemente mi paquete duro en su entrepierna, por no hablar de sus tetas, que sin sostén movía sobre mi pecho.

  • Le tengo cachondo perdido - me dijo al oído.

  • Y a mí también - respondí.

Ella sonrió y creo que se sonrojó. Una vez acabó la canción nos dirigimos  de nuevo al sofá, donde nos esperaba Toni.

  • Tienes una mujer preciosa - alcanzó a decir este, cuando ella volvió a sentarse sobre mí y a mover sus caderas lascivamente provocándole y provocándome.

Me agarré a sus caderas y acaricié el lado externo de sus muslos.

  • Claro que es preciosa, por eso me casé con ella. - afirmé

  • Quisiera invitaros mañana a mi yate y acercarnos a una isla que casi nadie conoce. ¿Os apetece?

No hizo falta que nos insistiera mucho, pues ella enseguida aceptó su invitación. Nos despedimos tras tomar la última y Ana y yo subimos a nuestras habitaciones. La acompañé hasta su puerta y allí hice intención de besarla agarrándome a su cintura, pero extrañamente ella puso su dedo índice sobre mis labios.

  • No Sergio, esto no forma parte del plan.

Me gustaba mucho Sergio, demasiado, pero no quería estropear la operación. Por eso necesitaba mantener la mente fria y despejada y por tanto mantenerme lo más alejada de él que pudiera.

Entré en mi habitación arrepintiendome un poco de haberle dicho que no, pero feliz también porque al día siguiente tendría una buena oportunidad de ponerle a mil tanto a él como a Toni; estaba ansiosa por ver cual sería la reacción de ambos en el yate.

Al día siguiente me levanté temprano. Me puse un bikini y un pareo, me dejé el pelo suelto y cuando Sergio llamó a la puerta, yo ya estaba lista.

  • Buenos días - me saludó Sergio mirándome de arriba a abajo

  • Bueno días - le respondí.

  • Estás impresionante - me dijo Sergio.

  • Gracias, es lo que quiero. Impresionar a Toni.

  • Pues seguro que lo haces. ¿Vamos?

  • Sí, vamos

Bajamos al bar del hotel y allí en una de las mesas nos esperaba Toni, elegantemente vestido, aunque eso sí, con un estilo bastante deportivo.

La boca abierta de Toni al ver llegar a Ana era digna de foto, como supongo que había sido la mía momentos antes.

Ese bikini verde pistacho prometía, porque Ana tenía unas tetas preciosas bajo ese ajustado sostén, pero además ambos esperábamos ver lo que se escondía bajo el pareo con ansiedad,. Ella, sin duda, sabía cómo encadilar a los hombres, se notaba que en eso era una artista, pero además quería camelar a nuestro mafioso a toda costa con la intención de sonsacarle toda la información posible. Sin duda ella era toda una profesional con múltiples recursos. Lo que seguramente no sabía es que a mi me tenía más que camelado, igual que a nuestro hombre, nos tenía a ambos flipados.

Llegamos al barco que Toni tenía atracado junto al muelle del hotel y despidió a sus matones nuevamente diciéndoles que él manejaría el timón del velero, que cogieran un bote y nos siguieran a una distancia prudencial.

A los pocos minutos estábamos tomando rumbo sureste y navegando hacia la isla solitaria prometida. Toni llevaba el timón, y Ana y yo estábamos en la proa del barco. De pronto, ella se despojó del pareo y no pude más que alucinar al verla con esa braguita minúscula del bikini verde. Un tanguita que tapaba lo justo y necesario. El culo era precioso y se ensalzaba con esa pequeña prenda. Aunque ya había tenido la gran suerte de ver durante unos segundos a Ana desnuda, debo decir que en bikini estaba igualmente divina. Nuestro investigado también parecía estar atento a la anatomía de mi compañera.

  • Creo que le tengo en el bote. Nuestro hombre está nervioso ¿No te parece? -  me susurró Ana disimulando y mirando de reojo a Toni.

  • Naturalmente que sí.

  • Pues vamos a ponerle más nervioso. Siéntate sobre la cubierta.- me ordenó.

Asi lo hice. Obedecí a mi preciosa jefa, cuando ella de repente abrió sus piernas a cada lado de las mías y lentamente fue sentándose sobre mí. Mi erección volvió a su punto máximo ipso facto y ella la incrementó restregando su sexo contra mi miembro. No podía creérmelo.

Sentí como la polla de Sergio se ponía dura, cosa que me excitó, pero más me excitó ver la cara de deseo de Toni. Sus ojos nos miraban con deseo y envidia. Entonces, acerqué mis labios a los de Sergio y le besé. Fué un beso largo, nuestras lenguas se buscaron la una a la otra y por un momento creo que ambos nos olvidamos que estabamos en el Yate de Toni con él como espectador.

Cuando nos separamos, la cara de Toni era un poema.

  • Esta celoso perdido - le dije a Sergio.

  • Me parece que nos estamos pasando - dijo Sergio

  • Para nada, se supone que somos un matrimonio de recién casados, y eso es lo que Toni debe pensar, así que nada mejor que demostrarselo - sentencié.

Tras eso me levanté, y paseé un poco por la cubierta, tratando de que Toni me viera por completo. Caminé lentamente, moviendo exageradamente las caderas, mientras sus ojos me seguían. También los de Sergio me seguían y eso me encantaba, ser admirada y observada por dos hombres sabiendo que se les caía la baba por mí era una sensación maravillosa.

De repente decidí bajar al camarote en espera de que alguno de ellos me siguiera. Enseguida oí unos pasos tras de mí siguiéndome, y al girarme... era Sergio. Se acercó a mí, me rozó los labios con su mano y luego acercándose a mí, pasó su mano por mi cintura, acercó mi cuerpo al suyo pegándolo totalmente, y me besó. Fue un beso dulce, lleno de pasión, de lenguas que se buscaban la una a la otra y se saboreaban, un beso sublime, que casi me hizo olvidar donde estábamos y qué hacíamos allí, pero de repente los pasos de Toni bajando la escalera me sacaron de aquel sueño.

-          Parejita, siento interrumpiros, pero es que hemos llegado a la isla. - nos dijo Toni.

Lo cierto es que estaba tan ensimismado besando y abrazando a mi preciosa compañera, que ni me había percatado de que el barco estuviese detenido.

  • Supongo que en la playa podéis terminar lo que habéis dejado a medias - añadió Toni señalando mi erección que parecía una montaña en mi bañador.

Ana rió ante la ocurrencia de Toni, en parte algo avergonzada y por otra triunfante por estar consiguiendo que ese hombre cayera en sus redes, porque yo definitivamente estaba más que enredado con la impresionante Ana.

Nos subimos los tres a la zodiac después de haber echado el ancla del yate y nos dirigimos a la orilla. Era un lugar paradisíaco, una isla pequeña, con una playa de arena fina alrededor y un pequeño bosque en el centro. Era todo un paraíso.

Me bajé primero de la lancha y el agua me llegaba por la cintura, entonces Ana me echó los brazos y agarrándose a mi cuello y yo a su cintura se pegó a mí como un koala a un árbol, volviendo a unir su sexo contra el mío. Tuvo que notar mi erección al instante pues su blanca sonrisa lo confirmó. Así, abrazados avanzamos hasta la orilla para envidia de nuestro anfitrión.

Mientras Sergio me llevaba abrazada hasta la orilla, decidí que lo mejor para poner aún más a tono a Toni, era darle un beso, pero uno de esos de película. Por eso acerqué mi boca a la de Sergio y le besé apasionadamente. El trataba de corresponderme y a la vez avanzar hasta la orilla, pero a medio camino, caímos los dos al agua pero puesto que yo estaba sobre él aproveché para seguir besándolo y restregar todo mi cuerpo contra el suyo. La erección que tenía entre las piernas, creció algo más o eso me pareció a mí. Y Toni que pasó por nuestro lado protestó:

  • Tortolitos, que en la isla hay algunos matorrales en los que os podeis esconder para....

Me separé de Sergio riendo a carcajadas y cuando Toni se había alejado unos pasos y no podía oírnos, mientras tratábamos de levantarnos, Sergió me regañó:

  • Estás loca, me estás poniendo a mil y de paso le pones a mil a él, vas a salir trasquilada de está isla jovencita.

  • Es parte del plan, amigo. Le tengo en el bote, está loco por quedarse a solas conmigo e intentar algo, estoy segura.

  • Si quieres os dejo a solas con cualquier excusa – me dijo Sergio, aunque en su tono de voz noté cierto halo de tristeza y celos.

  • No, antes será mejor que nos vea en plena faena – dije mientras avanzábamos los pocos metros que nos quedaban ya para llegar a la isla.

  • Definitivamente estás loca – argulló mi compañero, mientras veíamos como Toni se adentraba entre la vegetación – No sé si podré resistirlo.

Ana me besó una vez más y en esa ocasión no estaba Toni delante para darle celos. Su cuerpo estaba completamente adherido al mío y poder abrazarla así, era uno de los sueños que cualquier mortal desearía. Desde luego Ana, tenía un cuerpo excepcional, rezumaba erotismo por todos los poros de su piel y para colmo besaba como los ángeles. Su lengua atrapaba la mía en su boca, conseguía morderme al mismo tiempo los labios y mirarme con esos ojazos que me derrumbaban.

Nos separamos y mi erección evidentemente no bajó ni un ápice ante la mirada pícara de Ana, que señalaba orgullosa a ese punto de mi cuerpo.

  • Vamos a desnudarnos, antes de que vuelva Toni - dijo de pronto Ana.

  • ¿Cómo dices? - pregunté atónito a sabiendas de que la había oído a la perfección.

En un instante, Ana se quitó el sostén de su bikini y me mostró esas preciosas tetas de nuevo. A continuación, moviendo sus caderas se bajó sensualmente la braguita quedando desnuda ante mí. No podía creérmelo. Tenía delante a esa impresionante mujer, completamente desnuda con su maravilloso cuerpo delante de mis ojos. Sus preciosos pechos morenos, su cintura, sus divinas caderas y ese sexo rasurado, que me sorprendió más aún, pues cuando tuve oportunidad de verla desnuda en la habitación llevaba un triangulito de vello en su pubis. Ahora se había preparado a conciencia para la ocasión. No podía dejar de admirarla.

  • Venga Sergio ¿A qué esperas? - preguntó impaciente.

Sergio me miró atónito, sorprendido y también excitado, luego me dijo:

-           Estas completamente loca.

-            Vamos, querido, desnudate ya. Tenemos que ponerle a mil, sólo así lo tendré comiendo en mi mano y de ahí a que me desvele todos sus negocios va sólo un paso.

Sergio me hizo caso por fin, creo que ambos estábamos excitados ante la situación y ambos lo deseábamos, quizás la cosa no fuera como habíamos soñado, pero era necesario por el bien del caso y para atrapar a aquel narcotraficante, hacer lo que estábamos haciendo. Desnudos y excitados, todo resultó más fácil, nos besamos apasionadamente y sentí ganas de tener a Sergio dentro de mí, era algo que deseaba desde hacía tiempo y pensar que además podíamos tener un espectador aún me excitaba más. Vi que unos matorrales se movían y tras besar a Sergio en el cuello le dije:

-           Creo que Toni nos está observando así que ponle pasión - le advertí.

Y antes de que pudiera darme cuenta, sentí el sexo de Sergio restregando mi vulva con suavidad. Gemí, pues aquel pequeño roce me excitó aún más. Me alcé un poco y acariciándolo con la mano lo llevé hasta la entrada de mi sexo, descendí sobre él y entonces miré hacia los matorrales, y vi la cabeza de Toni entre ellos observandonos.

-           Nos está mirando – le susurré a Sergio de nuevo, mientras me movía sobre su sexo erecto y le besaba en el cuello.

No me lo podía creer, pero en tres segundos Ana había colado mi miembro en su sexo y se había insertado a la perfección. Su boca mordía mi cuello y notaba su respiración agitada en mi oído. En un momento en el que me agarré a sus posaderas para aguantarla, nuestros sexos se separaron durante un instante. Recuerdo la mirada de Ana como una de las más cargadas de pasión que haya visto nunca.

  • Métemela Sergio, hagamos que parezca real. - dijo ella susurrando a mi oído. A continuación con sus dedos agarró mi erecta verga para introducírsela de nuevo en su cálida cueva.

¿Que parezca real? Pero si estábamos follando con todas las ganas del mundo. Ana se movía como si le fuera la vida en ello y yo naturalmente estaba disfrutando el mayor placer de mi vida. En ese instante no me importaba Toni, ni la investigación, ni nada más en el mundo. Solo seguir follándome a Ana sin parar, sentir como sus piernas se enredaban en mi cintura, como su culo seguía ubicado entre mis manos, como su boca besaba y mordía mi cuello, como su lengua jugueteaba con la mía, como sus pechos rozaban mi pecho, como su coño abarcaba mi miembro y me hacía ver las estrellas.

Gemí excitada y en ese momento me dí cuenta, que no hacía aquello sólo por conseguir que Toni cayera rendido a mis pies, sino porque lo quería, porque deseaba a Sergio más que nada en el mundo y necesitaba sentirle dentro de mí, porque desde que nos habíamos conocido había sentido una atracción hacia él que no había podido controlar y porque le deseaba más que a nada en el mundo. Todo lo demás, Toni, la situación, el lugar en donde estábamos eran sólo una excusa para no aceptar ante Sergio la verdad.

Cerré los ojos y traté de sumergirme en las sensaciones que aquella polla que me penetraba me proporcionaban, sentía como se introducía en mí, como salía, como volvía a entrar, como todo mi sexo se estremecía y la estrujaba, como se llenaba de jugos inundándola por completo, como las manos de Sergio me sujetaban por el culo y hacía que me excitara aún más imaginando que uno de sus dedos se adentraba en mi ano. Por un momento me olvidé de Toni, hasta que abrí los ojos, miré hacía los matorrales y le vi. Estaba de pie,  desnudo completamente, con su polla entre las manos cascandosela a nuestra salud. No me lo podía creer.

  • Sergio, se la está cascando – le susurré al oído a mi amante ocasional.

  • Perfecto, has conseguido lo que querías.

  • ¿Y si le decimos que venga, que necesito otra verga que me de más placer? – le pregunté a Sergio, enajenada por el placer que me estaba dando, porque no podía ser otra cosa más que locura lo que había hecho que se me ocurriera aquella descabellada idea.

  • Tu estás loca y nos vas a volver locos a los dos – dijo Sergio sin dejar de arremeter contra mi sexo, excitado también ante la idea que yo acababa de proponer.

Ana me ordenó que la descabalgara, que quería provocarle un poco más. Al separarnos ambos gemimos, pues esa separación forzada nos causaba la sensación de que algo estaba inacabado. Sin duda, los dos queríamos acabar y estaba convencido que Ana no estaba montando un teatro para camelarse al investigado, sino que estaba tan cachonda como nosotros dos.

Me ordenó que me tumbara sobre la arena mientras ella con ambas piernas abiertas, con sus pies colocados junto a mis caderas  me miraba con lujuria.

  • Acércate Toni. - dijo ella con toda la insinuación acariciándose el sexo que también obedeció como un corderito acercándose junto a nosotros.

Esa increíble mujer nos tenía a ambos a sus pies o en este caso a mi tumbado sobre la arena con una erección de caballo y a Toni masturbándose a nuestro lado. Ella se acariciaba todo el cuerpo como una diablesa perversa.

  • Toni ¿Te gusta vernos follar? - dijo a nuestro hombre acariciando su pecho y bajando su mano hasta su miembro, sustituyendo la mano de este por la suya.

  • Sí. - contestó entrecortadamente Toni.

Ana se agachó lentamente sin dejar de acariciar la verga de Toni e introduciéndose mi miembro de nuevo hasta el fondo de su depilado chochito.

Gemí al sentir el sexo de Sergio entrando en mi de nuevo, luego acerqué mi boca al sexo de Toni, lamí el glande mirándole a los ojos. Su cara era un poema, entre excitada y sorprendida. Pero yo disfrutaba viéndole, sabiendo que le tenia en mis manos. Me sentía llena y sumamente excitada, tenía a dos hombres para mí sola, dispuestos a cualquier cosa. Toni, una vez hubo superado el sentimiento de sorpresa, enredó sus manos en mi pelo, y empujó mi cabeza para que su sexo entrara más en mi boca. Yo lo recibí excitada, mientras Sergio empujaba dentro de mí, una y otra vez, sus manos acariciaban mi culo, y repentinamente, se sentó, pegando su cuerpo al mío y acariciando mis senos, que se bamboleaban al ritmo de sus embestidas. Los tres estábamos excitados, y ansiábamos más y más. Creo que por un momento olvidamos quienes éramos y nos centramos sólo en lo que sentíamos, en el calor, el deseo, el sexo, el placer.

Gemí sintiendo cada una de las embestidas de Sergio y como el sexo de Toni crecía en mi boca, sentí las primeras gotas de su líquido preseminal, y ansié que se vaciara en mi boca, igual que ansié que también Sergio me regalara su orgasmo. Estaba a mil, ni yo misma me reconocía; parecía una puta disfrutando de su más preciado manjar.

No había ninguna duda de que allí todo el mundo estaba gozando de lo lindo y que no había montado ningún tipo de teatro, solamente el de sentirnos dichosos los tres de vivir una sensación tan placentera y excitante. Ana me cabalgaba y cerraba los ojos sintiendo como mi miembro se adaptaba a su sexo, al tiempo que seguía chupando la verga de Toni. Ella gemía y no parecía para nada que fingiera estar trabajando para el operativo, sus caderas botaban incesantemente sobre mí, sus pechos se mecían al mismo ritmo y su sexo seguía atrapándome en cada embestida. Además verla chupar el miembro de ese otro hombre le daba todavía más morbo a esa situación y no estaba muy seguro de si iba a poder aguantar, pues aunque quise aguantar, estaba al borde del orgasmo.

Sentí como Sergio empujaba cada vez más fuerte, mientras gemía placenteramente, era evidente que estaba al borde del orgasmo, también Toni lo estaba, pues apretaba mi cabeza con fuerza hacía su sexo, lo que hacía que también yo me sintiera sumamente excitada y al borde del orgasmo. No tardé en sentir como ambos hombres se vaciaban en mí y me llenaban con su semen, primero fue Toni el que lo hizo, llenándome la boca de su amargo sabor y luego Sergio, eso precipitó mi propio orgasmo y una vez liberada mi boca pude gemir como nunca antes lo había hecho, lanzando un sonoro:

  • ¡Aaaahhh! – que seguramente se oyó en toda la pequeña isla.

Tras eso caí rendida sobre Sergio, el cual me abrazó. También Toni, cayó exhausto de rodillas, sobre la arena.  Él fue el primero en decir algo:

  • Gracias chicos, me habéis regalado el mejor momento de mi vida.

-Es que mi mujercita es toda una fiera en la cama – dijo Sergio en su papel de marido. Luego me besó en la mejilla.

  • Quería que vierais algo en esta isla, pero no esperaba algo así...

A pesar de estar exhaustos, creo que los tres queríamos que aquello no se acabase nunca. De hecho, a pesar de haberme descargado en el interior de mi preciosa compañera, no quería desengancharme, deseaba tenerla metida para siempre, sentir que esa belleza era sólo para mí, pero tampoco me importaba compartirla con Toni, si eso significaba la excusa para follármela una y mil veces.

  • ¿Habrás visto Toni, que mi mujer la chupa como los ángeles? - le dije a Toni sin saber realmente cómo lo hacía, pero no había duda que debía ser cierto, pues el hombre estaba pletórico tras esa mamada de mi compañera.

  • Ya lo creo - contestó este - nunca me habían hecho una mamada como esa.

  • Pues aun no la has visto follando. - añadí.

Sergio se había metido completamente en el papel de esposo desinhibido que deja que su mujer se lo monte con cualquiera, y con sus palabras no hizo más que incitarme a que hiciera con Toni, lo que él estaba realmente deseando. Porque se veía en sus ojos que me deseaba, que se moría por poseerme.

  • ¡Uhm, sí, pero será mejor que eso lo reservemos para otra ocasión! .- añadí yo, exhausta.

Además quería que Toni me deseara aún más, para que el momento en que me poseyera, fuera espectacular e inolvidable para él y así conseguir que me contara todo lo referente a sus operaciones de narcotráfico.

Por eso me levanté y me alejé de ambos hombres diciéndoles:

  • Necesito un baño, chicos, me voy al agua.

Caminé sensualmente hasta el mar y despacio y con la misma sensualidad, me metí en el agua, hundiéndome poco a poco, hasta que el agua me cubría por el cuello. Entonces hundí mi cabeza y mirándoles a ellos, salí echando hacía atrás mi pelo y volví a salir despacio, enseñándoles mis erectos pezones. Sin duda, quería provocarles y dejarles luego con la miel en la boca. Me gustaba la sensación de ser admirada por aquellos dos hombres.

  • Tienes una mujer preciosa y que me ha hecho ver las estrellas - me comentó Toni - pero además que bueno que seáis tan liberales, es alucinante.

  • Sí, la verdad es que Ana es genial, en todos los sentidos.

  • Ya lo creo, es una mujer fantástica, de una belleza deslumbrante, pero además parece una amante ideal, estarás satisfecho.

  • Sí, mucho, es un ángel. No quisiera perderla nunca - dije esto último pero con cierto convencimiento, pues era verdad, después de haber estado dentro de Ana, no quería nada más en el mundo y deseaba que aquello durase para siempre.

  • Me encantaría poder follármela, Sergio, espero que no te moleste.

  • Claro que no. Si ella quiere placer, hay que dárselo, porque no llegaremos a devolverle tanto como el que ella nos da.

  • Eres realmente generoso, Sergio. Me gustaría que pudiésemos entablar una buena amistad, pareces un tipo en quien se puede confiar. Si eres capaz de compartir a tu mujer, lo demás queda todo dicho. Me gustaría que hablaras con ella y la convencieras para poder hacer el amor con tu preciosa esposa.

En ese momento Ana, comenzó a salir del agua, con esos movimientos premeditadamente sensuales y logró que ambos tuviéramos una nueva erección.

Vi como ambos hombres hablaban y pensaba que qué sería lo que estaban diciendo, pero obviamente, pensé que luego Sergio, cuando estuviésemos a solas me lo diría. Salí del agua, y me acerqué a ellos, en ese momento ambos se quedaron callados.

De repente, vimos que el yate de Toni se acercaba a la playa. Y yo exclamé:

  • Vaya, que pena que se acabe esta visita tan agradable y debamos volver al hotel.

  • , es una pena, pero podemos volver cuando queráis, tengo una pequeña cabaña para poder pasar el día ahí, si queréis. – nos informó Toni

  • Guau, sería perfecto – dije, imaginando la de cosas que podríamos hacer los tres en la cabaña, y sobretodo que a solas en un lugar como aquel sería superfácil sonsacarle cualquier tipo de información.

Miré a Sergio y le guiñé un ojo, mientras cogidos de la mano nos dirigíamos a la zodiac.

  • Sólo hace falta que os traigáis algo de ropa y poco más, y podríamos pasar aquí un par o tres de días. Y a mí me iría de perlas poder desconectar un par de días del trabajo, siempre que quiero hacerlo vengo aquí y paso unos días en la cabaña, sólo

  • ¡Ay, pobrecito, tu solo y sin compañía! – añadí acercándome a él y acariciándole la espalda.

  • Sí, ya ves, no he encontrado a la mujer adecuada, pero acabo de conocer a una, que podría serlo – se me insinuó.

  • Lo siento, yo quiero mucho a Sergio y nada me separará de él. Lo que hemos hecho contigo, no lo hacemos muchas veces, la verdad. Pero a veces, si como en este caso, encontramos a un tercero adecuado, pues...  – Le informé.

Luego subimos los tres a la zodiac y emprendimos viaje de regreso hacía el yate.

En el trayecto de regreso en el yate, apenas pudimos hablar Ana y yo, porque estaba Toni cerca,  pero por la sonrisa de ella y alguno de sus guiños, me daba a entender que todo iba sobre ruedas, tal y como estaba planeado. Estaba convencido que si había alguien capaz de sacarle información a ese tipo, era Ana, desde luego.

Me preguntaba si realmente ella se tomaba tan en serio su trabajo como para ser capaz de tirarse al sospechoso y sonsacarle, o simplemente estaba disfrutando tanto como él y evidentemente también como yo. A mi entender, sus gemidos y sus jadeos en la playa no parecieron fingidos.

Toni nos dejó en la puerta del hotel y nos comentó que nos recogería al día siguiente para volver a la isla. Nos dirigimos a la habitación de Ana y al cerrar la puerta, la agarré por detrás sosteniendo su estrecha cintura entre mis manos.

  • ¿Qué haces Sergio? - me preguntó.

La solté de inmediato, pensando que en ese momento la que se dirigía a mí era mi jefa y no la misma Ana con la que había follado en la playa. Estaba totalmente confundido, pero más cuando le noté cierta sonrisa en su rostro. Me estaba torturando y yo estaba a su merced.

  • Es mejor que guardemos fuerzas para mañana - le dije tratando de resistirme - Le tengo comiendo en mi mano, si mañana me dejas a solas con él creo que podré empezar a sonsacarle información.

Sergio me miró de arriba abajo con cierta decepción, pero era mejor seguir con aquel juego que lanzarnos de cabeza a la piscina. Cabizbajo y sin decir nada, Sergio salió hacía su habitación, mientras yo entraba en la ducha, necesitaba despejarme del largo día y aclarar mis ideas, trazar bien el plan.

Tras la ducha pedí que me subieran algo para cenar y después me acosté dispuesta a descansar.

Por la mañana me levanté como nueva, descansada y con las ideas claras, sabiendo que si ponía a Toni a cien, conseguiría sonsacarle mucha información. Me puse el vestido más sexy que encontré, uno muy corto y con un escote en la espalda de vértigo, ajustado que también dejaba a la vista parte de mis apretados senos. Cuando Sergio me vió se quedó embobado...

No podía creer lo que tenía ante mis ojos, pero mi dulce compañera, se había vestido arrebatadoramente sexy, tanto que mi erección quedó en evidencia ante su mirada y su pequeña risita.

  • Dios Ana, vaya vestido y vaya contenido.

  • Muchas gracias - contestó halagada y pasando su mano por el bulto que dejaba mi pantalón.

  • Eres preciosa.

Nos dirigimos al restaurante y nada más entrar, todo el mundo se quedó prendado de mi compañera que además de estar para comérsela, ella lo sabía y se movía con escandalosos movimientos. En el buffet yo no estaba a elegir el desayuno, sino más bien a disfrutar de los pechos que asomaban por su escote y a sus interminables piernas.

  • Sergio, vamos a desayunar, que te veo desconcentrado- dijo sonriendo.

  • Es imposible poder concentrarme - contesté.

  • Recuerda que estamos en una misión - añadió con un mohín más serio en su rostro.

Ana conseguía confundirme cada vez más, pues yo ya no estaba muy seguro si todo aquello formaba parte del trabajo y ella se dedicaba al cien por cien, o realmente lo estaba disfrutando tanto como yo. Nunca antes había perdido tanto los papeles ante una mujer, pero ella seguía con su doble juego y para colmo logró sacarme realmente de mis casillas cuando tomó una fresa entre sus dedos y la llevó a sus labios para chuparla con toda la insinuación del mundo.

Aquella provocación lo puso a mil, estaba segura, por lo que repetí la operación con otra fresa. Me divertía verle excitado y loco de deseo por mí, además de que mi plan con él consistía en ponerlo a mil para que luego con Toni, diera lo mejor de sí y todo pareciera convincente. Tras el desayuno en que no dejó de mirarme el canalillo y los labios, nos fuimos a recepción, donde nos esperaba Toni. Llevaba unas gafas de sol, bermudas blancas y camiseta amarilla que hacían destacar su piel morena por el sol. La verdad que Toni estaba buenísimo, y era una pena que un chico tan guapo estuviera tan corrompido por la droga y el dinero que de ella sacaba. Me acerqué a él caminando sensualmente, moviendo mis caderas, con una sonrisa en los labios que me humedecía a conciencia tratando de provocarle como había hecho con Sergio y las fresas.

No había podido bajar mi excitación ni un segundo durante la presencia de mi compañera. Creo que nunca antes había estado tan colgado por una mujer, me sentía totalmente dominado por mi jefa y hubiera sido capaz de cualquier cosa que me hubiera ordenado. Ahora empezaba a comprender que su plan era perfecto, porque sus dotes, su preparación y su inteligencia lograban todos sus objetivos uno por uno. Cada cosa que hacía estaba minuciosamente medida. ¿Realmente estaba fingiendo? ¿Estaba haciendo solamente su trabajo? ¿No sentía absolutamente nada por mí? ¿Y por Toni? ¿Solo intentaba sacar información?

Toni fue el que me sacó de mis pensamientos cuando al salir a la calle me entregó las llaves de su deportivo descapotable.

  • ¿Te gustaría llevarlo?

Claro que me apetecía, menudo coche, nunca había tenido la oportunidad de dominar tantos caballos, sin embargo no era consciente que lo que Toni quería era sentarse en el estrecho asiento de detrás junto a mi “amada esposa”.

Sergio cogió las llaves del deportivo, y abrió el coche, Toni cogiéndome de la mano me dijo:

  • Las señoras primero.

Y yo me senté en el asiento trasero del deportivo, y junto a mí se sentó Toni, cosa que creo, sorprendió un poco a Sergio. Sergio se sentó en el asiento del conductor y tras arrancar, nos dirigimos al puerto. Por el camino, Toni empezó pasando una de sus brazos por detrás de mis hombros pegándose a mi con la excusa de que:

  • Es estrecho el asiento de detrás. Pero si te sientas junto a una mujer tan excitante como tu no parece tan estrecho.

Y tras eso, besó mi cuello, haciendo que toda mi piel se erizara. Luego dirigió su boca a la mía y me besó. Fue un beso largo y apasionado, de lenguas devorándose. Sin duda se sentía muy atraído por mi.

No podía evitar sentirme celoso de ver aquella imagen a través del espejo retrovisor. Ana se estaba comiendo la boca de aquel tipo al que presuntamente estábamos investigando y no parecía hacerle ascos precisamente, ni cuando las manos de él avanzaban por su espalda, su culo y se colaban bajo el vestidito y sobaban con descaro sus muslos, su entrepierna....

Casi tuvimos un accidente cuando perdí la vista de la carretera observándoles a través del espejo. Ambos me miraron tras el volantazo que di y luego siguieron con su descarado morreo.

Las manos de Toni abarcaban todo el cuerpo de mi supuesta mujer, sus tetas, su cintura, su culo, su sexo, sin dejar un centímetro de su cuerpo sin acariciar.

De pronto empezaron a hablar pero muy bajito, apenas podía oírles cuchichear. Tan solo la voz de Ana un poco más alta cuando de pronto dijo con cierto tono de enfado:

  • No, eso no Toni.

  • ¿Pasa algo?  - preguntó Sergio.

  • Nada cariño, que Toni quiere que lo hagamos aquí y yo no quiero, después del volantazo que has dado antes, solo nos faltaría eso, sé cuanto te excita verme con otro, es mejor esperar a que lleguemos.

  • O podemos parar en algún apartado de la carretera, me encantaría follarte ahora, no puedo esperar - propuso Toni besando mi cuello de nuevo y con su mano metida entre mis piernas acariciando mi clítoris.

Sergio y yo nos miramos a través del espejo retrovisor y él afirmó con la cabeza. Estaba a mil y en este momento, me importaba un bledo la dichosa investigación solo quería sentir una polla entre mis piernas, me daba igual cual. Sergio no tardó en encontrar un apartado en la carretera donde poder parar el coche y así lo hizo. Toni no había dejado de sobarme y besarme y me estaba quitando las braguitas.

  • ¡Oh, Ana, no puedo mas, quiero poseerte!

Le desabroché la cremallera del pantalón y busqué su sexo, que estaba totalmente hinchado. Vi por el rabillo del ojo, como Sergio se acomodaba en su asiento, desabrochándose también el pantalón.

Desde luego Toni estaba como un toro desbocado, pero yo no lo estaba menos. En un abrir y cerrar de ojos me había sacado la polla del pantalón y estaba masturbándome en la parte delantera del coche, espiando como mi jefa sobaba la verga de aquel tipo sin que ella dejara de mirarme a través del espejo. Su obsesión era dar placer a nuestro hombre, pero al mismo tiempo sin dejar de observarme con una mirada cargada de magnetismo. ¿Qué se proponía? ¿Formaba parte de un plan o era simplemente por provocarme? ¿Realmente quería excitarme? ¿Realmente la excitaba yo? Estaba hecho un lío y aquella mujer tan extraordinaria me gustaba cada vez más.

El bueno de Toni sobaba las tetas de la teniente Herrero sin cesar que ya habían hecho aparición por encima del escote de su vestido, mientras su otra mano se colaba por debajo y lE metía mano entre sus muslos. Envidiaba a Toni, quería ser yo el que sobara aquellos muslos, el que chupara aquellos pezones el que fuera merecedor de unas dulces caricias por aquellas suaves y maravillosas manos….

Me sentía tan excitada, las suaves manos de Toni sobre mi cuerpo estaban causando estragos a mi resistencia y no podía parar de gemir sintiéndome excitada. Miré de nuevo a Sergio, se estaba masturbando mientras nos observaba.

  • Vamos nena, métetela ya, quiero sentir el calor de tu sexo - me susurró Toni al oído.

Y no pude resistirme más. Me puse de espaldas a él, mirando a Sergio, cogí el erecto sexo de Toni y me lo introduje suavemente en mi húmeda vagina. Sergio acercó su mano a una de mis tetas y la acarició sin dejar de masturbarse con la otra mano, acerqué mis labios a los suyos, y lo besé, mientras sentía como Toni sujetándome por las caderas empujaba dentro de mí excitado.

  • Luego seré tuya - le dije a Sergio y nos besamos con un suave beso.

  • Oh no, ven aquí Sergio, vamos a follarla los dos - dijo Toni.

Aquella afirmación me alarmó un poco, jamás había sido follada por dos hombres a la vez, y a pesar de que me excitaba el hecho de que pudiera pasar, también me asustaba. Sergio debió ver mi cara de susto porque enseguida me dijo, mientras se trasladaba a la asiento trasero con nosotros:

  • Tranquila - y dirigiéndose a Toni añadió: - eso será mejor dejarlo para otro momento y lugar en que estemos más cómodos y tranquilos.

  • Tienes razón - aceptó Toni, sin dejar de penetrarme despacio y con calma una y otra vez.

La imagen de Ana follando por Toni era increíble, más aún cuando la tenía tan cerca, sintiendo su extraordinario cuerpo pegado a mí, sintiendo su respiración entrecortada, sintiendo el calor de sus caderas rozando las mías, sintiendo la dureza de sus pezones con mis dedos, sintiendo la dulzura de sus labios sobre los míos cada vez que me pedía que la besara con tan solo una mirada.

Miraba a Toni de vez en cuando y disfrutaba por él, imaginando que era yo quien penetraba a esa preciosidad. Ana me miraba entre beso y beso que nos dábamos y sus ojos brillaban, estaba resplandeciente, disfrutando sin duda de aquel polvazo que le estaba echando el desdichado de Toni. Aquello no era fingido, sin duda, primero porque a ella se la veía totalmente entregada y porque Toni debía estar haciéndolo bastante bien.

  • Dame tu polla - Dijo Ana de pronto. - quiero sentirla en mi boca. - repitió entre gemidos.

No lo dudé ni un instante y mientras ella arqueaba su cuerpo agachándose, facilitando la posición, se mostró dispuesta a tragarse mi miembro, que le entregué entusiasmado.

Acerqué mi boca al miembro erecto de Sergio, y lamí el glande. Luego me lo introduje en la boca, era maravilloso sentir a ambos hombres a la vez. Toni siguió empujando dentro de mí, lo que hizo que mi cuerpo se moviera hacia Sergio y su pene entrara en mi boca más profundamente. Cerré los ojos y me sumergí en el mundo de sensaciones que ambos hombres me ofrecían. Sentí la polla de Toni taladrándome cada vez más fuerte, más rápido, sus jadeos de placer y sus manos sujetando mis caderas. Y en mi boca, sentí como el pene de Sergio se hinchaba. Los jadeos placenteros de ambos hombres se mezclaban en mi cabeza. La sensación de placer era cada vez mayor, estaba a punto de alcanzar el orgasmo. Ambos hombres empujaban con fuerza, y en pocos segundos sentí como Toni se derramaba en mí, haciendo que  mi orgasmo se precipitara también hacia el ansiado éxtasis. Sergio gimió y se descargó también en mi boca, traté de tragar lo que pude. Levanté mi vista hacia Sergio y le ví con la cabeza echada hacía atrás, señal inequívoca que estaba disfrutando del momento. Cuando los tres nos calmamos, el silencio llenó el coche. Toni salió de mi y se sentó en el asiento, al igual que yo y que Sergio.

Caí exhausto sobre el asiento después de la impresionante mamada que me regaló Ana, consiguiendo que mi cuerpo temblara después de que su maravillosa boca y su extraordinaria lengua me hicieran ver las estrellas.

Sin duda que Toni sentía lo mismo, pues se le veía pletórico y exhausto después del polvo que le echó a mi compañera.

  • Sergio, cariño, vámonos ya, estoy reventada- me dijo de pronto la teniente guiñándome un ojo.

Me repuse la ropa y me senté en el asiento delantero conduciendo el coche de camino hacia el puerto, sin dejar de observar a través del espejo retrovisor a la parejita que tonteaba, reía y se besaba en el asiento posterior. Así permanecieron durante todo el trayecto, con sus charlitas que yo no podía oír con el ruido del motor, pero que debían ser muy entretenidas. Parecían conocerse de toda la vida y supongo que ese era el objetivo de la teniente, pues había conseguido que Toni comiera de su mano.

Llegamos al puerto y tras abrazar la nuca de Toni le dio un soberano morreo, luego subimos al yate de Toni y este entró en la cabina para arrancar el yate, mientras nosotros bajábamos a la cubierta inferior donde había un par de habitaciones. Nada más atravesar la puerta del salón y sabiendo que Toni no podía oírnos, Ana se abrazó a mí.

  • Sergio, esto es genial - me dijo sonriente con su cuerpo completamente pegado al mío.

Naturalmente pensaba que se estaba refiriendo a las buenas sesiones de sexo que nos estábamos pegando durante estas mini vacaciones pagadas por cuenta del Estado, pero lejos de eso, lo que estaba diciéndome es que había conseguido sacarle aún más información al traficante, con datos muy valiosos, sus madrigueras, sus hombres,  y algunos de sus planes que me fue relatando mientras Toni arrancaba y sacaba el yate del puerto.

Estaba eufórica y feliz por haber conseguido aquella valiosa información. No podía creer que Toni estuviera en mis manos, y que el sexo lo convirtiera en un corderito. Me abracé de nuevo a Sergio y cuando oí un ruido tras nosotros lo besé.

  • Podéis entrar en uno de los camarotes - dijo Toni - no tardaremos mucho en llegar a la isla, pero seguro que uno rapidito podéis hacerlo.

Sentí como la polla de Sergio se ponía rígida al oír aquellas palabras y sentir mi cuerpo pegado al suyo.

  • ¡Eh, ¿que?! no - dijo Sergio saliendo de su ensoñación - yo no…

  • Venga no seas tonto, tu mujer está a mil, ¿no lo ves? Anda, aprovechad vosotros que podéis.

Sergio me miró con cara de circunstancias, y yo sin pensármelo dos veces, me separé de él, lo cogí de la mano y me lo llevé a uno de los camarotes. Delante de Toni, no podíamos titubear o se daría cuenta de la farsa, asi que cerré la puerta del camarote y volví a besar a Sergio. Y al separarme le dije en voz baja:

  • Delante de Toni, no podemos dudar, recuerda que para él somos un matrimonio feliz y liberal. Y ahora que le tengo comiendo en mi mano, no podemos fallar.

Sus manos recorrieron mi cuerpo por encima de la ropa mientras me contestaba.

  • Tienes razón.

Comencé a besar el cuello de Ana, que en ese momento se veía tan entregada, a pesar de que ya no fingíamos delante de Toni, estábamos solos en el camarote.

Los dedos de mi compañera se enredaban en mi pelo y parecía ronronear agradecida con mis besos y caricias.

  • Sergio, quiero agradecerte todo lo que estás haciendo por esta misión. - me dijo de pronto cuando nuestras miradas se cruzaron.

Ana me agarró la cara con ambas manos y me plantó un beso largo e intenso, que me pareció cargado de ternura.

  • Supongo que ninguno esperábamos tener que pasar por esto. - añadió

  • No.- contesté sonriente, pues ella sabía que era un auténtico placer para mí y entendía que también para ella.

  • Lo importante es que no olvidemos que esto es solo una misión y que debemos centrarnos en ello a pesar de que en algunos momentos parezca que perdemos la cabeza. - me apuntó seria.

Sus palabras me descolocaron, pues por un lado la veía tan ardiente y cachonda que dudaba en saber si estaba disfrutando de lo lindo o sin embargo seguía interpretando un papel.

Volvió a besarme, esta vez abriendo su boca y buscando frenéticamente con su lengua la mía, que atendió a sus peticiones gustosamente. Me miró fijamente a los ojos con un brillo intenso y dijo casi en forma de gemido:

  • Fóllame, Sergio.

Estaba tan excitada, que no podía esperar más. Deseaba a Sergio como nada en el mundo. No sabía si era por la situación vivida hacía unos momentos o porque realmente y aunque me costara admitirlo, Sergio me gustaba. Me tumbé sobre la cama, y cogiéndolo de la camisa, lo atraje hacía a mí y volví a besarlo. Sus manos empezaron a acariciar mi cuerpo por encima del vestido. Apartó la falta subiéndomela hasta la cintura y se colocó entre mis piernas, pegando su sexo al mío. Estaba tan duro y erecto que no pude evitar sentirme excitada, le deseaba, deseaba tenerle dentro, por eso bajé la cremallera de su pantalón y metiendo la mano, busqué su pene erecto. Lo saqué y lo dirigí hacia mi sexo, apartando las braguitas.

  • Vamos, métemela - le dije loca de deseo.

No se hizo esperar y empujando levemente me penetró. Un suave:

  • ¡Ah! - salió de mi garganta al sentir como entraba.

Nos miramos a los ojos cuando Sergio empezó a empujar dentro de mí una y otra vez. Acaricié su mejilla y lo besé suavemente. Me sentía en el cielo y de repente, sentí como si todo hubiera desaparecido y sólo existiéramos él y yo y aquel excitante momento.

La cara de Ana mostraba su lado más salvaje, el de esa mujer que ya no estaba interpretando un papel, sino disfrutando de lleno de nuestra sesión mágica, del mismo modo que yo, que aun me costaba creerlo. ¡Estábamos follado!

Por eso de vez en cuando miraba hacia nuestros sexos observando si realmente estaba penetrándola o era todo fruto de una alucinación. Pero ella volvía a besarme, sosteniéndome por el cuello y jugando con su lengua en mis labios, lo que me hacía volver a esa realidad que vivíamos y de la que ya no cabía ninguna duda: esa mujer estaba entregada a aquel polvo, tanto  o más que yo.

Me encantaba oírla gemir, suspirando en cada embestida, sintiendo que el calor de su sexo se reflejaba en mi miembro hinchado.

Las manos de mi compañera se metían bajo mi camisa acariciando mi espalda, pellizcando mi culo.

Eso  fue el detonante y me corrí en el interior del sexo de mi amada entre gemidos…sin que ella dejara de besarme.

Sentí como se corría dentro de mí lo que hizo que también yo llegará al orgasmo, mientras besaba sus labios. Nos quedamos abrazados unos segundos y luego, Sergio se apartó tumbándose a mi lado.

-¡Uf, ha sido increíble! - exclamó.

Yo aún me sentía como en una nube, dentro de mí sentía que me estaba enamorando de él, y tenía ganas de expresarle esos sentimientos. Pero la situación en la que estábamos me obligaba a callar. Me levanté de la cama tratando de apartar mis sentimientos y pensamientos de mi cabeza y me puse bien el vestido diciéndole:

  • Venga, vamos arriba, seguro que ya estamos llegando a la isla.

Salí del camarote y le dejé allí arreglándose la ropa.

Al salir a la cubierta, me dirigí hacía el timón donde estaba Toni, que al verme me preguntó:

  • ¿Qué tal el polvete?

  • Bien - le respondí recordando ese momento.

  • Ya se nota, tienes cara de felicidad. Se os ve muy compenetrados, ojala pudiera encontrar a una mujer como tu.

Me puse roja como un tomate y no sabía que hacer cuando vi a Sergio que aparecía por la escalera. Y entonces Toni anunció:

  • Ya estamos llegando a la isla. Ya veréis que bien nos lo vamos a pasar.

Toni y yo ayudamos caballerosamente, uno de cada mano, a bajar a Ana hasta la zodiac. Era fácil admirar a esa mujer, en cada movimiento, en cada gesto, en cada uno de sus bien distribuidos atributos y seguir soñando con estar haciendo el amor con ella continuamente. Ambos la observábamos embobados. Ella tenía, sin duda, un poder de atracción fuera de lo normal, pero seguramente con puntos de vista diferentes para Toni y para mí. Coincidíamos, fijo, en la atracción sexual que irradiaba, sin embargo, yo creía estar mucho más enganchado. Esa mujer me estaba atrapando en todos los sentidos, en lo físico, en lo sexual y en lo emocional….  sin duda estaba empezándome a enamorar.

  • ¿Sabes Sergio? .- Tienes mucha suerte de tener a Ana - me comentó Toni justo antes de que nos uniéramos con ella en el pequeña zodiac.

  • Si, desde luego. Soy muy afortunado-  respondí.

  • Os deseo mucha suerte y ojalá seáis una pareja tan unida como se os ve ahora. Realmente os envidio.-

Nos acercamos en la lancha hasta la orilla en silencio, pero yo sin dejar de pensar en las palabras de nuestro engañado acompañante, que por cierto, me estaba empezando a caer francamente  bien, mucho más de lo que hubiese imaginado, parecía un tipo afable, simpático y educado. No tan horripilante como lo pintaban los informes.

Sin embargo, fue otra vez la teniente Herrero en su papel de jefe de policía la que me hizo despertar de esa estúpida idea cuando se lo comenté. Nos separamos un momento lo suficiente de nuestro amigo, que estaba enfrascado en recoger las cosas de la zodiac en la orilla, cuando ella me confesó todo lo que había descubierto de él y su banda en la conversación que mantuvieron en el coche  e incluso cosas aún por descubrir que no aparecían en el expediente.

  • Sergio, necesito que entretengas a Toni durante un rato. - Me ordenó la teniente - Llamaré a la central y vamos a empezar con el operativo, solo me falta una última confesión y será nuestro. -

Vi como Sergio iba hacía donde estaba Toni, recogiendo algunas cosas de la lancha. Yo me encaminé hacía la cabaña que Toni tenía allí y me fui hacia la parte trasera. Llamé a mi jefe y le conté que habíamos llegado y que suponía que aquella noche Toni acabaría de confesarme todo, asi pues por la mañana podrían venir ya para detenerle. Mi plan era que aquella noche con la ayuda de Sergio le dejaríamos exhausto de sexo, momento en el que más vulnerable era, y entonces podríamos tener su confesión.

Volví a la parte delantera de la cabaña. Toni y Sergio se acercaban con los bultos. Al llegar junto a mí, me acerqué a Sergio y le dí un apasionado beso en los labios:

  • Esto es genial, vamos a pasarlo muy bien los tres - le dije.

Toni, se quedó embobado mirándonos así que cuando me dí cuenta, me acerqué también a él y le dí otro apasionado beso a él.

  • ¡Guau! - exclamó cuando me separé de él - Creo que a este paso, voy a pedirte que seas mi amante - dijo.

  • Pero si es solo el aperitivo a lo que nos espera esta noche - le dije.

Toni abrió la cabaña y entramos, nos indicó:

  • Podéis quedaros en esa habitación, yo estaré en la otra.

  • Bien - me encaminé hacía la habitación asignada y Sergio me siguió.

Una vez dentro, cerré la puerta y vigilando que Toni no pudiera oírme le conté a Sergio lo que me había dicho el capitán Monegro sobre como se desarrollaría la operación.

  • Asi que ya sabes, después de la cena trataré de ponerle caliente, debes colaborar, tratarme como a tu verdadera esposa, ya sabes que el sexo lo vuelve loco y le hace perder los papeles, así que tendremos que acceder a todo, esta noche será la noche en que me fólleis los dos, es lo que él quiere y tenemos que hacerlo, asi después cuando esté con la guardia baja, le haremos confesar.

Esa mujer me fascinaba cada vez más, no solamente por su belleza y por ese cuerpo divino o por lo extremadamente buena que era en el sexo, sino por su inteligencia, ahí es donde me demostró que había llegado a ser teniente merecidamente, pues sabía como llevar una operación como esta con una gran profesionalidad, volviendo a dejarme lleno de dudas, pensando si todo lo hacía por la misión o algo más le llevaba a disfrutarla como lo estaba haciendo yo y evidentemente nuestro investigado mafioso.

Toni se acercó a mi, en un momento en el que Ana estaba en nuestra habitación:

  • Sergio, ¿puedo preguntarte algo? Es delicado, pero prefiero hacerlo con franqueza.

  • Claro Toni, hay confianza entre nosotros… - le contesté.

  • Verás, seré directo. Me volvería loco follarme el culo de tu mujer.

  • Toni, pero es que….-  dudé unos instantes en lo que proponía.

  • Sergio, por favor, es algo que me está dando vueltas a la cabeza en estas últimas horas, poder hacerlocon tu esposa, incluso que los dos podamos follarla a la vez.

Debo reconocer que sus palabras hicieron que me empalmara de repente, pero no estaba muy seguro de si ella estaría dispuesta a esa locura.

  • Déjame que se lo pregunte,  ¿vale? - le dije

  • Por favor, Sergio, convéncela y te daré lo que me pidas. - insistía Toni con desesperación.

Sergio entró en la habitación con cara de preocupación.

  • ¿Qué pasa? - le pregunté.

  • Toni, quiere…. uf, no sé como decírtelo. Quiere…. follarte el culo. Que te lo hagamos los dos a la vez - me dijo Sergio nervioso.

Me quedé un poco sorprendida, pero a fin de cuentas, era lo que queríamos, lo que necesitábamos para conseguir su confesión.

  • Esta bien, será como él quiera, lo que él quiera. Así será más fácil que baje la guardia y confiese. Ahora distráelo, llévatelo a la playa o donde sea que tengo que colocar los micrófonos, enseguida iré con vosotros.

  • Sí, voy - dijo Sergio saliendo por la puerta. Creo que él estaba tan sorprendido como yo de como se estaba desarrollando la operación. Pero Toni era un traficante de drogas, por su culpa había muerto mucha gente, incluido mi hermano mayor, y debíamos pillarlo, debíamos… “Esto lo hago por tí, hermanito” Me dije a mi misma tratando de superar todas las reticencias que tenía hacia Toni y lo que esa noche iba a pasar.

Salí al saloncito y vi que Sergio y Toni estaban en la cocina, me dirigí hacía ellos y le propuse:

  • ¿Por que no vais a tomar el sol o a pasear? Yo me pongo cómoda y me reúno con vosotros en la playa en unos minutos.

Ambos me miraron de arriba a abajo, supongo que imaginándose mi cuerpo bajo un escueto bikini.

  • Bien, sí, vamos. No tardes - dijo Sergio.

  • No, enseguida estaré con vosotros - dije guiñándole un ojo a Sergio y luego a Toni. Y vi como ambos hombres salían de la cabaña en dirección a la playa.

Ana me pareció muy valiente, tras la propuesta de Toni, por aceptarla casi sin titubear, pero en el fondo noté en su cara cierta preocupación. Desde luego estaba llevando esta misión mucho más allá que por pura profesionalidad, sin duda quería obtener su objetivo costase lo que costase, aunque tuviera que poner su culo para ello. No entendía sus razones, pero por sus palabras no dejaba lugar a dudas, si dijo que lo haría, no había discusión.

Sin embargo yo le daba vueltas al tema pensando en decirle a Toni que descartase esa idea, que en el fondo, ya le estábamos dando todo lo que quería y que el culito de mi chica solo me pertenecía a mí. En el fondo eso debía ser lo que quería yo y que nadie más lo hiciera. Estaba celoso de Toni, eso era evidente, porque Ana estaba empezando a formar parte de algo muy importante para mí y no  era solo  una simple compañera de trabajo.

Toni y yo nos sentamos en la playa y esperé nervioso que me preguntase por la petición de sodomizar a mi compañera. En ese instante Ana salió de la cabaña sonriente, con un bikini blanco que tapaba lo mínimo y acercándose a nosotros nos dio un piquito a cada uno.

  • ¿Así que Toni, quieres usar mi culito? - dijo de pronto, sin dejar de sonreír a nuestro hombre.

  • Sí - contestó efusivo Toni -

  • Bien, con una condición. Que primero sea mi marido quien lo haga… ¿vale?

  • Esta bien - me contestó Toni.

Vi cierto alivio en la cara de Sergio. Le di un beso en la boca y me senté entre ambos.

  • Bueno, pues esta noche toca cena y luego… - dije expectante - todo a mi cargo. Ya veréis, va a ser una noche memorable.

Luego me levanté y me fui hacia el agua, estaba anocheciendo ya. Sergio me siguió mientras Toni se quedaba en la playa.

  • ¡Oh, nena, eres una caja de sorpresas! - me dijo Sergio - ¡Ojala fueras de verdad mi mujer!

Me quedé sorprendida ante aquellas palabras, que creo le salieron espontáneamente, casi sin pensar, y entonces me dije a mi misma, que no podía seguir sin decirle lo que de verdad sentía, sin decirle que cuando terminara todo quería seguir viéndole, y tratar de averiguar que sentíamos realmente el uno por el otro.

  • Sergio, quizás este no sea el mejor momento para decirte esto, pero tengo que hacerlo. Porque quizás más tarde no pueda. Tú me gustas mucho, y quizás con Toni haya fingido todo, pero contigo… contigo no, tú, no sé, estoy sintiendo por ti cosas que nunca había sentido por nadie y me gustaría que cuando  todo esto termine podamos seguir viéndonos y quien sabe si…

Parecía que Sergio iba a decirme algo en ese momento, pero oímos la voz de Toni a escasos metros de nosotros, diciéndonos:

  • ¡Eh tortolitos, ¿vamos a cenar?!

Ana me dejó sin palabras y loco de contento. Nunca hubiera imaginado que todos esos sentimientos que tenía hacia ella acabaran siendo recíprocos y que ella estuviera tan enganchada a mí como yo a ella. Caminamos de la mano hacia la cabaña, al tiempo que Ana y yo cruzábamos nuestras miradas más que cómplices. Su dulce sonrisa y el brillo de su mirada delataban que decía la verdad, aquello me hizo ser el hombre más feliz del mundo.

Toni se había esmerado en la preparación de la cena y lo cierto es que no sé en qué momento organizó todo, pero había decorado la cabaña con un montón de velas, una mesa con un mantel blanco, unas flores en el centro y una cena repleta de exuberantes ensaladas y abundante marisco.

  • ¡Vaya Toni, qué bonito! - dijo Ana abrazándole, al tiempo que le besaba durante un tiempo que se me hizo interminable.

Aquella imagen era excitante, pero al tiempo mi cuerpo se rebelaba y me sentía cargado de envidia y celos. Esa mujer me gustaba demasiado…. estaba enamorado. Sabía que aquello estaba llegando a su fin pero la misión era lo que menos me importaba, quería estar solo con ella.

Nos sentamos a cenar y tuve a Ana frente a mí. La luz de las velas iluminaba la estancia, pero yo no veía nada más,  a mi me parecía que todo giraba alrededor de ella. Estaba preciosa. El color tostado de su piel, el brillo de sus ojos, su pelo recogido en un improvisado moño que se sostenía con dos palillos, su blanca sonrisa que se veía aun más brillante cuando nuestras miradas cómplices se cruzaban…. Me lanzó un besito en un gesto enternecedor y muy sensual a la vez.

La cena fue estupenda, ambos hombres estuvieron pendientes de mi en todo momento. Y al terminar, tras recoger la mesa. Toni puso música lenta. Cogí a Sergio de la mano y lo llevé al centro de la sala poniéndome a bailar con él. Le pedí a Toni que también se acercara y empezamos a bailar los tres lentamente. Yo  me quedé entre los dos hombres sintiendo sus cuerpos pegados al mio, rozándose con el mio. La excitación fue subiendo poco a poco. Me colgué al cuello de Sergio y lo besé, luego hice lo mismo con Toni, mientras Sergio me bajaba los tirantes del vestido, dejando mis senos desnudos ya que no llevaba sujetador. Toni aprovechó entonces para acariciármelos, mientras las manos de Sergio me subían la falda para meter su mano entre mis piernas y acariciar mi sexo por encima de la tela de las braguitas. Enseguida empecé a sentirme excitada. Y pedí a ambos hombres que nos sentáramos en el sofá.

Ana llegó al sofá ataviada únicamente con aquellas braguitas diminutas, y con una palmada sobre los cojines nos invitó a Toni y a mí a sentarnos a cada lado. Mi compañera me miró con ese brillo tan especial de sus ojos y a continuación me besó acariciando mi cuello con una mano, y sobando mi miembro a través de mi pantalón con la otra.  Dio una lamida a mis labios con su lengua, me sonrió y se giró para hacer lo mismo con Toni. Yo quería aprovechar ese momento para acariciar todo su cuerpo. Mis manos iban de sus caderas a su cintura, pasando por su vientre, acariciando su ombligo y lentamente rozando sus pechos, para sobarlos con suavidad y firmeza al mismo tiempo, jugar con mis pulgares sobre sus pezones.

Ella giró su cabeza y ronroneó como una gatita, tras aquellas caricias que yo le proporcionaba por detrás, mientras Toni acariciaba su sexo introduciendo la mano a través de la braguita.

  • Chicos, desnudaros - ordenó ella - quiero ver esos cuerpos.

Ambos hombres se pusieron en pie, y al compás de la música me hicieron un striptease. Estaban bien dotados, con un cuerpo bastante atlético, aunque el de Sergio estaba mejor. Toni obscenamente se tocó la polla, mientras me miraba desafiante, me acerqué a él mientras Sergio nos observaba. Cogí a Toni del brazo y lo hice sentar sobre el sofá. Luego me arrodillé entre sus piernas, mientras mirando a Sergio le hacía un gesto de que viniera hasta donde yo estaba. Sentí su cuerpo pegado al mío, y me giré para besarle apasionadamente. Luego, le pedí que me acariciara, mientras mirando a Toni, cogía su verga y empezaba a lamerla y chuparla. Empecé a sentirme excitada, sobre todo cuando Sergio, metió su mano entre mi cuerpo y el suyo, y empezó a masajear mi clítoris. Todo mi cuerpo se convulsionó. Sentí, entonces, las manos de Toni enredándose en mi pelo y empujando mi cabeza para que chupara su polla, marcándome el ritmo, mientras gemía extasiado.

Ver a Ana chupando la verga de aquel tipo me causaba ciertas contradicciones, por un lado me sentía celoso de que no fuera la mía la que estuviera atrapada en esos maravillosos labios, la que fuera merecedora de esas caricias ofrecidas por su juguetona lengua y al mismo tiempo me excitaba la escena, era algo muy extraño y excitante.

Mis manos jugaban con su silueta, bajando por su cintura hasta sus caderas, subiendo por sus pechos, mordiendo su cuello sin que ella dejara de mamársela a Toni con total vehemencia. La imagen de mi compañera era digna de una peli porno, pero hasta para eso era una artista y una diosa de la elegancia, por no hablar de su cuerpo, su cintura, sus caderas acompasando cada lamida, su cabellera adornando su espalda y aquella braguita que cubría levemente su culo, me sentí dichoso y feliz por poder participar en aquel endiablado juego y vivir esos momentos con mi amada compañera.

Después de unos cuantos masajeos en los pechos, la cintura y las caderas de ella, no pude evitar la tentación de introducir mi mano por su braguita y descubrir su calentura. No me equivoqué, pues su sexo irradiaba mucho calor y me empapó los dedos enseguida. Aquello hizo que Ana se estremeciera de gusto y Toni lo debió notar porque ella se tragó entera su polla. Después se la sacó de la boca soltando un largo gemido.

  • Ahora le toca a mi maridito - dijo entonces ella, tras acariciarse los pechos e indicándome que me sentara en el sofá.

Sergio se sentó en el sofá y yo me puse entre sus piernas, su sexo estaba erecto, hinchado como nunca antes lo había visto. Se notaba que aquella situación le excitaba. Cogí su verga con una mano, acerqué mi boca y lamí el glande, mientras notaba como Toni se levantaba del sofá y se ponía detrás de mí. Sentí sus manos en mis caderas y como me bajaba las braguitas. Me introduje la polla de Sergio en la boca y le miré, estaba excitado. Empecé a chuparla mientras Toni lograba quitarme las braguitas, e introducía sus dedos entre mis piernas y acariciaba mis labios vaginales. Me convulsioné sintiendo aquellos dedos acariciándome, sentía mi sexo llenándose con mis jugos, mientras seguía chupando la polla de Sergio, a la vez que él gemía.

Sentí como Toni introducía un par de dedos dentro de mí, y volví a estremecerme. Sin duda, los tres estábamos a mil, excitados como nunca. Miré a Sergio y sentí que Toni acercaba su cuerpo al mío y acariciaba mis labios vaginales con su glande. Sin duda, estaba dispuesto para penetrarme.

Los tres estábamos muy excitados, se oían nuestros gemidos y nuestras respiraciones en aquella cabaña y parecíamos que estábamos solos en el mundo.

Ana estaba haciéndome una mamada increíble, su boca era una maravilla, por no hablar de su lengua, que jugaba incesante en mi glande, en mi frenillo, en toda mi verga.

Ella se levantó de pronto y volvió a tomar las riendas. Ordenó a Toni que se tumbara en el sofá, ella se puso sobre él y a mi me indicó que me pusiera tras ella. Se notaba que era jefa y lo llevaba a todos los terrenos, incluido el sexo.

Se agarró fuertemente al pecho de Toni, estirando sus brazos y se introdujo su pene hasta el fondo. Su gemido fue largo, para después empezar a cabalgar sobre él. Yo mientras, seguía abarcando con mis manos todo su cuerpo: sus caderas, su cintura, sus pechos bamboleantes en plena cabalgada. Después ella se tumbó sobre el pecho de Toni sin que él dejara de penetrarla con fuerza. El culo de Ana se me ofreció por entero y yo interpreté que era el momento de hacerlo.

Sentí las manos de Sergio abriendo mi culo, mientras Toni me besaba y me mantenía pegada a él. Gemí, realmente ambos hombres me estaban excitando al máximo, porque estaba haciendo realidad una de mis fantasías sexuales preferidas. Sentí como Sergio empujaba su verga, enfundada en un condón, dentro de mi culo, lo hacia despacio, tratando de no hacerme daño. Yo me sentía en el cielo, por un momento olvidé el porque estábamos allí. Besé a Toni, y llevé sus manos hasta mis senos para que los amasara. Cuando por fin Sergio logró meter toda su polla dentro de mi culo, empezó a moverse despacio. Y entonces Toni exclamó:

  • ¡Oh Dios, que excitante! Gracias por este momento chicos.

Tras lo cual, me volvió a besar apasionadamente. Creo que en realidad, Toni se había enamorado de mí. Empezamos a movernos los tres al mismo tiempo y la sensación de sentir como entraba uno y salia el otro de mi y ambos acompasaban sus movimientos era maravillosa, y me hicieron perderme en un lago de placer, del que solo la voz de Sergio me despertó.

  • ¡Ana!

No pude controlar el orgasmo que me vino tan de repente, casi sin tiempo a saborear ese maravilloso momento, pero aquel culito tan delicioso, tan estrecho y caliente, y sobre todo aquella escena tan cachonda, fueron el detonante de ver miles de estrellas, de sentirme como en el cielo, como si el mundo se fuera a terminar en ese preciso instante.

Aun estuve así, con mi verga insertada en su orificio posterior cuando Toni pareció llegar también al máximo del placer, para acabar corriéndose mientras mi compañera cabalgaba entre gemidos encima de él.

  • ¡Chicos! - gritó ella - No os salgáis.

A continuación fue Ana la que empezó a convulsionarse, momento que aprovechamos Toni y yo para besarla, acariciarla, morderla, chuparla…. y entonces ella llegó al orgasmo entre grandes suspiros y algún que otro grito de placer.

Me quedé rendida, sentada entre Toni y Sergio. Había sido un momento lleno de placer y erotismo. Estuvimos unos minutos descansando, hasta que de pronto Sergio se levantó.

  • ¿Dónde vas, cielo? - le pregunté.

  • Al baño - dijo Sergio - Vosotros podéis seguir con lo vuestro - dijo, guiñándome un ojo.

Aun quedaba una parte del trato, para acabar de encandilar a Toni, asi que me arrimé a él y empecé a besarle. Toni muy receptivo correspondió a mis besos. Me senté sobre sus piernas y seguí besándolo, sus manos acariciaron mis senos desnudos y me dijo:

  • Ha sido increíble ver tu cara de placer mientras te follábamos Sergio y yo.

Deslizó sus manos por mi cintura hasta mi culo y apretándolo añadió:

  • Ahora ese culito será mío.

Y sentí como introducía un dedo en él. Gemí y por encima de la cabeza de Toni, vi a Sergio que salía del baño y se quedaba de pie en la entrada del salón observando.

  • Eres maravillosa Ana - comentó Toni acariciando el culo de mi compañera al tiempo que ella le masturbaba suavemente.

Toni parecía hipnotizado y la verdad, no era para menos, pues ella era una auténtica campeona, dándole una sesión de pasión difícil de olvidar y un placer que seguramente ninguno de los dos habíamos vivido antes.

  • Me gustaría poder estar más tiempo con vosotros - añadió entonces Toni dirigiendo su mirada hacía mi, que les observaba tomando una taza de café desde otro sillón.

  • Pues para eso nos tendrías que retirar - le comenté entre bromas.

  • Eso está hecho. - dijo serio Toni - sería un placer para mí, poder compartir estos momentos con vosotros muchísimas más veces, siempre que ambos queráis.  Decid el sitio y el dinero, os aseguro que por mi parte hay un cheque en blanco.

Ana seguía masturbándole y mirándome fijamente, pues sabía que ese era el momento en el que nuestro hombre iba a confesar. Estaba preciosa, desnuda en un perfil increíblemente armonioso, sentada a horcajadas sobre Toni, sin dejar de acariciar su miembro. Dirigió sus ojos a él y le plantó un beso.

  • ¿Y a dónde nos llevarías? - preguntó mimosa.

  • A Brasil, es un país precioso y desde allí puedo controlar mis negocios en Colombia, tengo una casas preciosa en Rio de Janeiro, en Copacabana - me dijo Toni correspondiendo a mis besos, y poniéndome luego en cuatro  sobre el sofá. Besó mi columna vertebral, desde el cuello y trazando un camino hasta mi culo. Gemí al sentir sus labios sobre mis nalgas y sus manos hurgando entre mis piernas, palpando mi sexo y dirigiendo luego sus dedos hasta mi agujero posterior.

Miré a Sergio, en sus ojos se dibujaba el deseo, afirmó con la cabeza como si diera su permiso y Toni dirigió su polla a mi ano y empujó. Gemí al sentir como entraba y empujé hacía él. Quería que aquello terminara ya, pues ya teníamos la confesión de Toni completa, de donde tenia su centro de operaciones y los nombres de todos sus contactos. Toni me cogió por las caderas y empezó a empujar.

Sergio seguía observándonos. Mientras Toni empujaba y gemía excitado hasta que sentí como su polla se hinchaba y explotaba en un orgasmo. Fingí llegar también al orgasmo justo después de él y nos derrumbamos los dos sobre el sofá. Sergio aplaudió diciendo:

  • Delicioso espectáculo.

Aquella era la señal para los hombres que estaban fuera esperando, entraran. Me aparté de Toni y vi como Sergio se levantaba del sillón en el preciso instante en que la puerta se abría violentamente.

El susto fue tremendo y aunque sabía que ese momento se iba a producir, no esperaba que fuera tan repentinamente. Sin duda, Ana lo tenía todo pensado y en el momento en el que Toni parecía más vulnerable, pulsó la alarma de dentro de su bolso y la dotación de hombres irrumpió en aquella cabaña.

Me cubrí con vergüenza mis genitales cuando entraron mis compañeros, sin embargo la teniente Herrero estaba de pie, completamente desnuda y apuntando con su arma reglamentaria a nuestro sospechoso. Estaba preciosa, permanecía con sus tacones puestos, y su extraordinaria desnudez, sus piernas ligeramente abiertas y sosteniendo firme su pistola entre ambas manos. Aquello no pareció pasar desapercibido por todos los hombres que entraron, casi una docena, que pudieron admirar estupefactos a su monumental compañera desnuda.

  • Toni, estás detenido. - dijo ella al fin con voz firme.

Nuestro hombre no daba crédito a lo que sucedía y seguía mirando fijamente a Ana, con una leve sonrisa de incredulidad y de admiración,  pensando que había conseguido engañarle con todo el arte del mundo. Ella seguía impasible, continuando en esa postura que me parecía super erótica y leyendo los derechos a Toni:

  • Se te acusa de varios crímenes, extorsión, posesión de armas, tráfico de estupefacientes y diversos delitos más. Tienes derecho a guardar silencio…

Allí me quedé admirando a Ana, que después de terminar con su tarea y esperar a que los compañeros esposaran a Toni, giró la cabeza hacia donde yo estaba y me dirigió una preciosa sonrisa.

Recogí el vestido del suelo y me lo puse mientras escuchaba la voz de Toni diciéndome:

  • Eres una puta, me has estado engañando todo este tiempo.

  • No puedo decir que no era mi intención, pero te lo merecías - le dije sin mirarlo, y pasándole sus pantalones a Sergio le dije: - Vamos cielo, los chicos se ocuparan de esto tu y yo tenemos que hablar.

Entramos en la habitación y tras cerrar la puerta, me abracé a Sergio y le dije:

  • Gracias, sin ti no hubiera podido hacerlo - y le di un apasionado beso en los labios.

  • Yo tampoco hubiera podido hacerlo sin ti.

  • Bueno, tendremos que recoger y…- traté de soltarme del abrazo de Sergio.

  • Espera, supongo que sabes que no suelo trabajar con un compañero, pero quiero decirte que, para mí has sido la mejor que he tenido y que voy a pedir que me asignen como tu compañero. No quiero separarme de tí. Quiero ser parte de tu vida, tanto personal como profesional, aunque solo si tu quieres.

Sus palabras me sorprendieron precisamente porque sabia de sus reticencias a tener un compañero con el que trabajar, y además porque al haberle expresado mis sentimientos antes de la cena sólo había pensado en continuar nuestra relación en el plano personal, nunca en el profesional.

  • Esta bien, sí, claro que quiero ser tu compañera, para todo, en el trabajo y en la vida, aunque ¿sabes que no será fácil?

  • Lo sé, pero aceptaré el riesgo - sentenció besándome apasionadamente.

Pom,pom pom, sonaron tres golpes sobre la puerta.

  • Tenemos que irnos ya, chicos - dijo el capitán Monegro.

FIN