Introducción
Me bajé los pantalones y los calzoncillos acariciando la piel que acababa de salir a la luz. Sólo que ya no eran mis manos las que me tocaban, sino las de otra persona, a la que en mis pensamientos veía sin una cara definida.
Cogí mi guitarra y empecé a tocar. Sin ningún objetivo fijo, solo escuchar las notas salir del viejo instrumento que mi padre había dejado en casa antes de irse para no volver. Creo que solo necesitaba un ruido de fondo para dar rienda suelta al monólogo interno que desde hacía unos días seguía pendiente de las frases que me dijo mi cuñada por la noche, en un bar:
“Proyectas en todos los chicos que conoces una carga romántica, que te aleja de ellos, impidiéndo enamorarte de cualquier persona que conozcas, no puedes enamorarte de nadie”
Había interpretado sus palabras de todas las maneras inimaginables, lo que había acabado por reafirmar mi comportamiento, y sentirme un poco mejor conmigo mismo. Empecé a repetir lo que estaba tocando en la guitarra, me había gustado. No poder enamorarme de nadie. Ese era justo mi problema, que me pillaba del primer chico que me hiciera caso. Pero a la vez sabía que no podía enamorarme de nadie, que mi cuñada tenía razón.
No sabía, ni aún sé porque desde hacía una temporada que se extendía un par de años, tenía como una sordina puesta sobre mis emociones, empañandolas, dejándome en un punto muerto en el que ni era triste ni feliz ¿Y qué vas a hacer si no sabes ni que te pasa? Dejé la guitarra en la mesa, y me tumbé en la cama de mi pequeño cuarto.
Estaba nervioso, el Lunes empezaría el primer curso de carrera en la universidad. Casi todos mis amigos habían empezado ya las suyas, pero sus intentos de mensajes tranquilizadores solo causaban en mi un mayor sinvivir. Miré el móvil, nada nuevo. Puse música y lo apagué. Miré mi cuarto una vez más, como los rayos dorados del sol de crepúsculo se recortaban contra la persiana frente a mí. Cerré los ojos y puse mis frías manos sobre mi vientre, levantándo mi camiseta hasta los pectorales, para dejarlas reposar sobre mi ombligo. Empecé a deslizarlas hacía mi pubis mientras sentía la diferencia e incremento de temperatura bajo mis manos que seguían heladas. Las introduje sin problemas bajo mis pantalones y el elástico de mis calzoncillos, dejándolas ahí mientras notaba como la nueva presencia generaba respuestas en la anatomía local. Me bajé los pantalones y los calzoncillos acariziando la piel que acababa de salir a la luz. Sólo que ya no eran mis manos las que me tocaban, sino las de otra persona, a la que en mis pensamientos veía sin una cara definida. La música sonaba tranquila, ajena a mis movimientos rítmicos y susurros que iban en aumento. Seguí con mi paja mientras en mi mente me besaba con el desconocido mientras él seguía con mi polla en su mano, acelerando los movimientos a la que profundizaba con su lengua en mi boca. Tomé aire y cogí la suya, Dios, se sentía tan bién. Seguí asi un tiempo, hasta que acabé por correrme en mi mano, levantándome para ir a limpiarme al baño. A pesar del reciente orgasmo seguía con un ánimo bajo que se dejaba ver en el reflejo que me devolvía el espejo de mi cuarto de baño.
“
No puedes enamorarte de nadie”