Intranquilo 30- Menos pollas, caperucita

Bueno, las cosas, ya lo sé, a veces no son lo que parecen, y quien parece que domina la situación acaba siendo víctima de esa misma situación...

LO QUE ME HA PASADO HASTA AHORA.- Ufffff... ¿cómo voy a resumir 29 capítulos en cuatro líneas? Bueno, lo que sí puedo decir es que Javier, mi... joder, no sé tampoco cómo llamarlo, bueno, es mi profesor de Lengua pero también es mi ¿novio?¿rollo?... el caso es que Javier está en un meadero de la facultad de derecho, mirándole la polla a un tío que fue el que empezó toda esta movida...

Como siempre me pasaba en las situaciones tensas, me quedé bloqueado, sin saber qué hacer, si intervenir o no, mirando cómo Javier fijaba descaradamente su vista en lo que Juan tenía entre sus manos, pero un segundo antes de que este, quizás molesto por la insistencia de mi profesor, girara un poco su rostro hacia el rostro de Javier, entré en la primera puerta que tenía más cerca.

Joder, el corazón en la boca, y qué mala suerte, había escogido, bueno, escoger es un decir, el retrete más asqueroso de los que habría en aquel lugar. Cerré la puerta y oí la voz de Juan.

  • ¿Qué coño miras, tío?

La voz de Javier sonó serena.

  • ¿Tú que crees?

Se hizo un breve silencio. Esperaba oír la voz de Juan gritando alguna barbaridad pero me equivoqué.

  • ¿Te gustan los rabos?

No oí a Javier. Lo que vino, de nuevo, era la voz de Juan.

  • ¿Te gustan los rabos universitarios?

  • Me encantan- oí por fin a Javier.

Joder, pero cómo podía hacerme eso, cómo podía preocuparse ahora del rabo de Juan cuando lo mío era mucho más importante. Qué cabrón, qué hijo de la gran puta, a la primera me la estaba dando. La hostia...

  • Pues si te encantan, este puede ser para ti. Ven .

De nuevo la voz de Juan, y después unos pasos y la puerta del retrete que estaba junto al mío cerrarse.

  • Una chupadita, 50 euros- se oyó de nuevo a Juan.

  • ¿50 euros? ¿No te parece un poco caro?

¡El cabrón de Javier se ponía a regatear! No podía creer lo que estaba escuchando.

  • Mira, tío, no te habrás comido una polla como esta en tu puta vida, así que...

Y no pude oír lo que vino después, bueno, lo que vino después sí lo oí, una especie de quejido, como el de un gato al que le pisan la cola, y unos golpes en la tabla que separaba aquel retrete del mío. ¿Qué coño estaba pasando allí al lado?

  • ¿Qué dices, ahora?- era la voz de Javier, un poco más alta que antes-. ¿Eh? ¿No dices nada, niñato? ¿Ahora quién pone las condiciones?

Juan no decía nada, sólo se oían sonidos extraños.

  • Me parece que tú no te enteras, pero para eso estoy yo, para enterarte. A ver si lo vas comprendiendo ¿lo vas comprendiendo?

Seguía sin oír lo que Juan decía, sólo aquellos sonidos entre el lamento y la queja. Se hizo otro silencio, y ahora solo escuchaba una respiración agitada.

  • ¿Conoces a Chema?- preguntó Javier.

  • ¿Qué Chema?- la voz de Juan se oía débil y casi llorosa.

  • Chema, el primo de Luis González.

  • ¿Luis? Pero... ¿qué coño...?

  • Mira, Juan- la voz de Javier seguía sonando serena y firme. Yo lo estaba flipando.- Chema tiene cogido a Luis como yo te tenía cogido hace un momento ¿lo entiendes? ¿lo entiendes?

No se oyó nada.

  • Y estoy aquí porque yo, a diferencia de ti, soy un buen amigo de Luis. Y como buen amigo, quiero ayudarle.

-¿Y qué tengo yo que ver en esto, tío?

  • ¿Que qué tienes que ver? ¿No te acuerdas lo que pasó hace dos sábados? ¿No te acuerdas de que intentaste que Luis se comiera tu polla? Te gustan que te la coman ¿no? ¿Pensabas también cobrarle 50 euros o le ibas a hacer una rebaja por el día del estudiante?

Joder con Javier, cómo se pasaba.

  • Yo... yo...- oí cómo balbuceaba Juan.

  • Mira, Juan, voy a ser bueno contigo, porque yo soy un tío tranquilo al que no le gustan los follones, además aquí esto ya apesta. Vamos a salir tranquilamente, vamos a buscar un sitio donde podamos hablar tú y yo, bueno, tú, yo y Luis. ¿De acuerdo?

  • Sí... sí... lo que tú digas.

  • Venga, pues adelante.

Se oyó la puerta abrirse.

  • Y guárdate eso, tío, que no es plan- oí a Javier.

Entonces decidí salir de mi retrete. La cara de sorpresa de Javier no era menor que la de Juan.

  • ¿Luis? ¿qué haces aquí?- me preguntó Javier.

Pero no podía responder, el corazón hacía un tapón en mi garganta.

  • ¿Os conocéis, verdad?

Miré a Juan y este clavó sus ojos en mí: estaba con el rostro muy colorado, el polo blanco por fuera de los vaqueros azules, apartó su mirada de mí inmediatamente.

  • Bueno, vamos a buscar un lugar tranquilo donde poder hablar los tres. Y diciendo esto se encaminó Javier hacia la puerta, yo a su derecha, Juan a su izquierda, un poco más retrasado. Seguía con aquel nudo en la garganta y me temblaban un poco las piernas. Supongo que a Juan le temblaban más. Salimos al corredor, aquello parecía más tranquilo.

  • ¿Ha venido hoy Chema?- le preguntó Javier a Juan.

  • No, no ha venido, pasa bastante de las clases.

Vaya, mi primo el perfecto estudiante universitario, por lo visto, no lo era tanto. Los mitos empezaban a caer.

  • Bueno, pues entonces vamos a la cafetería, creo que allí estaremos mejor.

Y eso hicimos, dirigirnos a la cafetería. Estaba claro quién mandaba allí, quién es el que tenía el poder, quién sabía cómo hacer que los demás le obedeciéramos. Javier no solo era mayor que Juan y que yo, es que también tenía las ideas muy claras.

La cafetería era un lugar bastante apacible, y aquello me sorprendió, pues esperaba encontrar el típico jaleo de bulla y ruido de los lugares universitarios. Pues nada, la gente hablaba bajito o repasaba apuntes o consultaba sus portátiles. Había un par de tíos muy atractivos, y es que uno nunca deja de darle al ojo. Nos sentamos y Javier nos preguntó que qué tomábamos.

  • Una cocacola- dije.

  • ¿De comer quieres algo?- me preguntó.

  • No, nada- contesté.

Tenía el estómago aún cerrado.

  • ¿Y tú, Juan?

  • Una cerveza.

Se alejó Javier hacia la barra y nos quedamos Juan y yo sentados a la mesa. Aquel silencio tenso me estaba poniendo malo. Ninguno de los dos se atrevía a mirar al otro a la cara; que él no lo hiciera, lo entiendo, pero que no lo hiciera yo, joder, él había sido el que me había intentado meter su polla. Ya sabéis que yo para romper el hielo, como que no. Y me sorprendió que fuera Juan el que hablara.

  • Luis- oí que decía mi nombre con cierto temblor en la voz.

Lo miré

  • Luis, yo... la verdad es que le he estado dando muchas vueltas a lo del otro día y...

Sus ojos iban de los míos a un punto indeterminado de la mesa; se pasaba la mano por el pelo, por el mentón; cuando las dejó sobre la mesa vi que temblaban ligeramente, ah, aquellas manos que yo había visto pajearse en tres ocasiones. Joder, algo en mi pantalón se empezó a estremecer, ya he dicho alguna vez que las reacciones de mi polla son completamente incomprensibles para mí, en un momento tan dramático y chungo, sobre todo para Juan,  mi polla iba a su puta bola, ¿o mejor debería decir a sus putas bolas?

  • Supongo que te debo una disculpa.

-¿Lo supones?- me oí decir con un tono que hasta a mí me sorprendió.

  • Bueno, quiero decir que te debo una disculpa, tío, que siento mucho lo que pasó aquel sábado y que... ¡Hostias!... no sé qué me pasó... Tú sabes que yo no soy así.

Le iba a responder que yo no sabía cómo era, que antes tenía una imagen de él muy distinta a la del sábado, que siempre se había preocupado por mí y había mostrado mucho interés en que yo no me quedara colgado, ya digo que aquella pandilla era la de mi primo, y todos eran un par de años o tres mayores que yo, todos universitarios, todos tan estupendos y tan guays. Eso es lo que yo pensaba pero no se lo dije, para variar.

  • Yo siempre- prosiguió él- me he preocupado por ti, tío, me caes muy bien, no sé... te veía ahí, en el grupo... el más chico... en fin, tan perdido... no sé... esa es la imagen que tenía de ti y me salía protegerte... Te puede parecer una coña pero era así... en serio... por eso lo del sábado, en casa de tu primo... hostias... no sé qué me pasó...

Se quedó callado, le costaba trabajo hablar, las manos seguían temblorosas y los ojos iban de los míos a cualquier otro sitio. No es que yo no le quisiera facilitar la tarea de disculparse es que no me salían las palabras, tan bloqueado estaba... Qué novedad, ¿verdad?

  • En fin... que entre el calentón con la peli y tu primo... el hijoputa de tu primo...

Aquel comentario sobre mi primo me sorprendió ¿no eran amigos? ¿a qué venía aquel insulto? Creía  que el derecho de insultar a mi primo solo lo teníamos Javier y yo, y ahora escuchaba cómo Juan le llamaba hijoputa .

  • Esto me resulta muy difícil, Luis, no sabes tú cuánto.

Menos mal que llegó Javier con las bebidas, porque lo estaba pasando fatal, no estoy acostumbrado a que me pidan perdón, casi siempre el que ha metido la pata he sido yo, y sé el trabajo que cuesta reconocer que uno no ha hecho las cosas bien.

  • Aquí tenéis- dijo Javier mientras dejaba las bebidas sobre la mesa.

Cada uno cogió la suya y empezó a beber. De nuevo aquel silencio. Y de nuevo iba a ser Javier el que lo iba a romper.

  • Bueno, vamos a lo que vamos ¿no?- empezó diciendo-. Y vamos a ser claros y directos. Todos, ¿entendido?

Juan y yo asentimos y al momento me di cuenta de que aquel todos no iba por mí, ni por Javier, que solo iba por Juan. Joder, qué pavo soy a veces.

  • Mira, Juan, Chema, el primo de Luis, tu amigo...

  • No es mi amigo- respondió Juan.

  • Bueno, pero lo conoces ¿no?

  • Desgraciadamente- volvió a intervenir Juan.

  • El caso es que Chema tiene un vídeo de Luis bastante comprometedor, no hace falta que sepas qué es, y lo está puteando, chantajeando, de tal manera que si dentro de seis días Luis no hace una cosa, Chema le va a dar publicidad al vídeo ¿me sigues?

Juan miraba a Javier muy serio, sus ojos castaños tirando a miel, fijos en los ojos negros de mi profesor. Cuando habló, me quedé de piedra.

  • Chema tiene un vídeo tuyo, Luis, pajeándote, un vídeo o que él te ha grabado o que él te ha robado, y ahora te propone que le grabes tres o cuatro vídeos pajeándote sin que se te vea la cara, a cambio de devolverte el primero. ¿Es así?

Joder con Juan.

  • ¿Tú tienes algo que ver con esto?- preguntó Javier.

  • Nada- respondió secamente Juan.

  • Entonces, ¿cómo lo sabes? ¿cómo coño sabes tú lo que Chema le está haciendo a Luis?

Antes de responder, Juan tomó su vaso de cerveza y le dio un buen trago. Le hacía falta, le hacía falta para explicarnos por qué él sabía lo de mi vídeo.

(continuará)