Intranquilo 26- Se cambia vídeo por tiempo.

Tiempo, tiempo, tiempo... joder, ¿no se dice que a los 18 años uno tiene la vida por delante? Bueno, pues yo me conformaba con una semana más. Y a cambio tendría que entregar un vídeo... pero vaya vídeo!!!!

LO QUE ME HA PASADO HASTA AHORA: Ufffff... tela. Pero lo más importante es que por fin he hablado con Javier, mi profe de Lengua, con el que he tenido dos encuentros bastante calientes, y le he contado todo lo que me pasa, sobre todo, lo del chantaje de mi primo Chema, quien a las doce de esta noche piensa colgar aquel vídeo que me quitó de mi móvil en el que me grabé yo pajeándome. Sí, una estupidez, ya, ahora es fácil decirlo. Lo sube antes de las doce a no ser que...

Cuando salía del instituto, oí la voz de mi hermano llamándome. Me paré y se puso a mi lado. Me acordé de su partido.

  • ¿Qué tal, enano, cómo ha ido ese partido?

  • Hemos ganado- me contestó.

  • Joder, dentro de nada te ficha el Madrid- le dije en plan broma.

  • Muy gracioso. ¿Ya se te ha quitado la pena?

  • ¿Qué pena?

  • Tú sabrás, esta mañana no estabas así.

Joder con el enano, se daba cuenta de todo, y además es que era verdad, desde hacía varios días no me sentía tan bien. Aún tenía que llamar a mi primo, lo que no me apetecía nada, y grabarme en vídeo pajeándome, bueno, lo de pajearse no se me daba mal y después de lo que había vivido aquella mañana con Javier, mi cabeza tenía material suficiente para una buena corrida y otras cien más. Pero grabarme y darle el vídeo a mi primo, si es que aceptaba el trato, eso me resultaba bastante repulsivo. No sabía lo que el hijoputa pensaría de mi propuesta, era tan cabrón que seguro que por hacerme la putada, pasaba de mí.

Llevábamos andando pocos metros cuando un clío azul pasó delante de nosotros, joder, era el coche de Javier. Al pasar justo por delante nos pitó. Y vi su cara sonriente y una mano extendida. Le respondí con un saludo.

  • Tu profe de Lengua- comentó mi hermano-. Con lo guay que es no le pega ese coche.

  • ¿Qué sabrás tú lo que le pega o no le pega?- le contesté, no pude evitarlo.

Noté una mirada un tanto rara en mi hermano. Pero no dijo nada, cosa extraña en él. Parece que no era yo el único que estaba cambiando en esa familia.

Llegamos a casa, almorzamos y me tiré en la cama. En mi cabeza, solo una idea: llamar a mi primo. ¡Pero me apetecía tan poco...! Aún me quedaba un examen, inglés, y tampoco me apetecía nada ponerme a estudiar. La mañana había sido tan intensa y había pasado tan mala noche que empezaba a notar cómo el sueño me iba invadiendo. Me dormí con la imagen de Javier sacando de mi polla hasta la última gota; claro, que también notaba cómo algo dentro de mis slips se movía, pero estaba tan cansado, estaba tan cansado y tenía que reservarme, tenía que reservarme...

Me desperté con mucha calor, y es que parecía que el verano había llegado y ya no habría forma de que se fuera. Estaba un poco aturdido, quizás porque había dormido muy profundamente y durante mucho tiempo, bueno, eso es lo que creía yo. Miré la hora en el móvil, quedaban quince minutos para la seis, tampoco había dormido tanto. Me levanté, fui al cuarto de baño y regresé a mi habitación. Tenía que llamar a mi primo, joder, no podía dejarlo pasar. En seis horas cumplía el plazo. Pero me apetecía tan poco... Venga, Luis, échale huevos, llámalo, me decía con el móvil en las manos. Busqué su nombre, Chemaprimo, y le di a la tecla verde. Tardó un poco en descolgarlo.

  • Vaya, ahora mismo estaba pensando en ti, mi primo favorito- así me saludó.

  • Mira, no tengo ganas de tonterías...

  • Uy uy uy, la princesa de boca de fresa está mosca ¿qué tendrá la princesa de boca de fresa?

Era evidente que pasaba de lo que yo le dijera, así que fui al grano.

  • Te propongo un trato.

Una carcajada se oyó al otro lado del teléfono.

  • ¿Un trato tú? ¿Un trato tú? Me parece que no te has enterado, Luis, ya te dijes que eras un poco lelo y parece que me lo quieres confirmar. No estás para trato, chaval. El trato está muy claro: o lo tomas o lo subo esta misma noche a las doce y un minuto.

  • Te grabo un vídeo, Chema- le dije-. Te grabo un vídeo y te lo llevas. Un vídeo haciéndome una paja, pero que no se me vea la cara.

  • Vaya, entonces aceptas ¿no?

  • Bueno, te grabo el vídeo y me das una semana.

  • ¿Una semana? ¿Para qué quieres tú una semana?¿Para hacerte cuatro pajas necesitas una semana? Seguro que en una tarde te haces más.

Mi primo y sus comentarios tan delicados. Opté por no hacerle ni puto caso.

  • Te grabo el vídeo y tú lo subes, si quieres esta misma noche. Y me dejas una semana hasta el siguiente.

Mi primo pareció dudar. Aquello le habría descolocado un poco, supuse, pero al fin y al cabo él iba a tener un vídeo, no los cuatro, solo uno. Que acepte, que acepte, que acepte, me repetía mentalmente.

  • No sé lo que tramas, pequeña, pero, en fin, para eso está la familia, para ayudarse. Flipas si piensas que te voy a dar el vídeo ese tan excitante que te grabaste tú mismo. Ese, hasta que yo no vea el cuarto vídeo, no volverá a las manos de su ilegítimo y marica dueño ¿entendido?

Tragué saliva.

  • Vale- respondí con un hilo de voz.

  • Por cierto, como he sido bueno contigo, espero que el vídeo que me vas a grabar hoy sea también bueno, quiero decir que no me vayas a grabar una paja en el cuarto de baño, eso está ya muy visto, quiero algo realmente excitante, algo que tenga muchas visitas, que me dé mucho beneficio. No sé si me explico.

Pues la verdad es que no sé a qué se refería, ¿qué coño quería que me hiciera, que me metiera el bote de champú por el culo? ¿que intentara chupármela yo mismo? (bueno, esto lo intenté una vez y no dio resultado) ¿Qué coño estaba pensando ese puto tarado? Como no podía contestarle siguió él hablando.

  • Seguro que se te ocurre algo; en esa mente tan asquerosa que tienes, seguro que hay algo que me sorprende. Si no es lo suficientemente caliente, subo el vídeo a las doce y un minuto. Sin falta ¿lo entiendes o te lo tengo que repetir?

Ni él esperaba una respuesta ni yo se la pensaba dar.

  • Así que tú verás. A las nueve me paso por tu casa. Hasta luego, princesita.

Y colgó.

Joder, aquella conversación había sido más difícil de lo que me esperaba, y aunque había conseguido convencerlo, su comentario final sobre lo de grabar un vídeo realmente excitante me dejó desconcertado. ¿Qué coño podía hacer yo que fuera realmente excitante? Estuve un rato dándole vueltas a la cabeza pero no se me ocurría nada. Lo único que se me ocurrió fue que le podía comentar a mi hermano que nos hiciéramos una paja juntos, ya había visto yo su destreza en el manejo del manubrio, y si a mí, que soy su hermano, me puso cachondo, seguro que a todos los pajilleros que visitaban aquella página los iba a poner cardíacos. No, no, ¿pero qué coño estabas pensando, Luis? Aquello sí que era un disparate, ¿qué iba a pensar José Miguel? ¿Qué iba a pensar no solo de hacernos la paja juntos sino de grabarlo? Bueno, podía grabarlo sin que se diera cuenta. Joder, Luis, controla un poco, no seas bestia, no la líes más, joder... Sí, sí, no podía hacerle eso a mi hermano, no solo porque era muy bajuno sino porque me preguntaría, le resultaría raro, me diría que no... Y ya tendría otro motivo para tenerme más agarrado, aunque últimamente se mostraba mucho más amigable. Los adolescentes y sus putos cambios de humor...

Mierda, no sabía qué hacer. Algo excitante, algo excitante, seguía dándole vueltas a la cabeza. ¿No le bastaba con una paja? Me acordé entonces de Juan, él se había grabado pajeándose, sí, en distintos sitios y con distinta ropa, ¿podía yo hacer lo mismo? No, aquello ya estaba hecho, ya había muchos vídeos de tío pajeándose en la ducha. ¿Qué coño podía hacer yo? Piensa, Luis, piensa, piensa en algo excitante, algo que te excite mucho, algo que te vuelva loco... Y en esas estaba cuando apareció en mi mente el rostro de Javier. Aquel tipo sí me excitaba, me excitaba y me gustaba cosa tremenda. Sí, Javier. Tenía que llamarlo, tenía que decirle lo que había pasado, seguro que él sabría qué tenía que hacer yo. Tomé el móvil y marqué su número. Era la primera vez que lo llamaba y mi pecho, como siempre que le hablaba o lo veía, empezó a saltar. Me colgó.

Joder, eso sí que era una sorpresa. No me lo esperaba. Menos mal que al momento mi teléfono empezó a sonar. Ah, ya, no querría que me gastara saldo. Joder, cómo era.

  • ¡Qué sorpresa, Luis!- oí su voz grave y varonil- No te lo vas a creer pero ahora mismo estaba pensando en ti, no sabía si llamarte.

Qué distinto me sonó ese ahora mismo estaba pensando en ti, que el del cabrón de mi primo.

  • ¿Has hablado ya con tu primo?

Le dije que sí y le conté su propuesta.

  • Tu primo es un auténtico cabrón- comentó Javier al oír lo que mi primo me pedía-. ¿Y has pensado algo?

  • No... bueno, en fin...- en mi mente lo de mi hermano, pero lo rechacé en seguida, a ver qué imagen se iba a hacer de mí Javier, ya tenía bastante con lo que le había contado por la mañana como para salir ahora con esas-. La verdad es que no, y no se me ocurre nada, estoy... estoy bloqueado.

  • Tranquilo- qué le gustaba esa palabra y qué bien me sentía a mí oírla.

  • Me ha dicho que a las nueve se presenta en casa para recoger lo que tenga que darle.

  • ¿A las nueve?- se sorprendió Javier-. No quedan ni tres horas, Luis.

Joder, no era esa la forma de tranquilizarme.

  • Bueno, mira, no te preocupes. Dime dónde vives.

  • ¿Dónde vivo?

  • Sí, dame tu dirección.

  • ¿Para qué?

  • Voy para allá.

  • ¿Para qué?

  • Confía en mí.

  • Pero...

  • ¿Hay alguien en casa?- me preguntó.

  • Ahora está mi madre y mi hermano, pero a las siete se van, y a las ocho menos cuarto, más o menos, llega mi padre.

  • Vale, estupendo, genial. Sí, tres cuartos de hora... bueno, un poco apretados pero...Dame tu dirección.

Se la di, sin saber aún qué es lo que se proponía.

  • A las siete y cinco llamo al portero electrónico. Si estás solo me abres ¿de acuerdo?

  • Pero...- intenté decirle algo, que tampoco sabía yo muy bien qué.

  • Y otra cosa, Luis, no hagas nada hasta entonces, me refiero, a que no... bueno, tú ya sabes.

Aquello me hizo gracia, por la mañana me había hecho una mamada impresionante y ahora no le salía la palabra paja. Y eso que era profesor de Lengua.

  • Vale- contesté.

  • Pues entonces hasta dentro de un rato. Tranquilo, Luis. Un beso.

  • Adiós- dije por toda despedida.

¿Un beso? Joder, se había despedido de mí con un beso y yo le había dicho adiós, no había sido capaz de decirle otro para ti, o uno más fuerte para ti, o … Vaya tío mierda que estaba hecho. En fin, así era yo entonces, un pavo de dieciocho años, que tenía mucho que aprender y mucho que soltarse.

Soltar lo que se dice soltar me solté a la hora más o menos de haber dejado huérfano el beso que Javier me había enviado.

(continuará)