Intranquilo 23- Lolo vs. Mi padre

La gente y su manía de ponerse retos absurdos o disparatados. Con lo que yo ya tenía como para tener que aguantar otro reto... Uffffff

LO QUE ME HA PASADO HASTA AHORA ( muy brevemente y casi pá ná, mejor os leéis los 22 capítulos anteriores ;)): Lunes por la tarde, después de una asquerosa mañana en el insti, mañana en la que Javier, mi profe de Lengua, con el que tuve un encuentro muy caliente el viernes, me ha mandado a la mierda y me ha venido a decir que no puede confiar en mí... Por la tarde, viene Lolo, un compañero de clase muy afeminado y muy friki a mi casa, a estudiar para el examen de Naturales. Este compañero se queda casi muerto cuando se encuentra a mi padre por el pasillo, en pelota, pues acaba de salir de la ducha. A mi padre, curiosamente, parece que le cae muy bien Lolo, de hecho, le propone una cosa que no sé yo si...

El caso es que mi padre le propuso a Lolo, cuando termináramos lo exámenes, claro, que fuéramos una tarde los tres al gimnasio, a ver qué era más duro, si su entrenamiento o las clases de funkyjazzfussion de Lolo. Yo, que pensaba que mi compañero no iba a aceptar, me quedé sorprendido cuando dijo que sí, que encantadísimo, y que estaba dispuesto al reto.

  • Me gustan los retos, Luis, me ponen, por decirlo de una manera más directa. así que por supuesto lo acepto, no lo dudes, Luis– dijo clavando sus dos grandes ojos azules en los ojos de mi padre– Pero tendrá que ser después de los exámenes y si mi memoria no me falla, que uno es joven pero algo descuidado, el último examen es el de inglés y es el miércoles ¿no Luis?

  • ¿Eh?- yo estaba en lo mío–

  • Que si el último examen es el de inglés y el miércoles- volvió a repetirme Lolo.

  • Ah, sí, sí... inglés, el miércoles... sí- contesté al fin.

  • Bueno, pues, vamos a ver, el viernes tengo el estreno teatral de la obra que hemos montado este año el grupo del instituto, pero hablo con Mati, la de música, y le digo que no podré ir la tarde del miércoles al ensayo, ya me inventaré algo, total, si el papel me lo sé de cabo a rabo– y al decir esta palabra, noté, o serían imaginaciones mías, cómo la mirada de Lolo se detenía momentáneamente en un lugar indeterminado del cuerpo de mi padre– y de arriba a abajo y del derecho y del revés.

Lolo y su actuación teatral en el instituto. Su gran momento de todos los años. Porque si algo le gustaba a Lolo, además de bailar funfijazzfussion, de lo que me acaba de enterar, era el teatro, y la representación anual de fin de curso, que tendría lugar el viernes.

  • Estás invitado, por cierto– continuó Lolo– . Hacemos dos pases: uno por la mañana para los compañeros y profesores, y otro por la tarde, para los padres y todos aquellos familiares y amigos que quieran venir a vernos y pasar un buen rato, porque, Luis, te aseguro que este año la gente lo va a pasar muy bien. No como otros años, que las obras son un poco rarunas, y sale la gente así como un poco pillada. Este año no, este año la risa está asegurada, te lo digo yo, que salgo en ella.

Mi padre lo miraba con el mismo asombro que siempre se le dibujaba en la cara cuando Lolo hablaba.

  • ¿Y qué obra estrenáis si se puede saber?- preguntó.

  • Maribel y la extraña familia, de don Miguel Mihura.

Mi padre no tenía ni idea de quién era ni el autor ni la obra. Bueno, ni yo tampoco, claro.

  • ¿Y tú qué papel haces?

  • De puta, con perdón- contestó Lolo.

Y ahí el asombro de mi padre se convirtió en estupefacción. La misma que yo estaba sintiendo, pues me estaba enterando allí mismo.

  • Es un secreto que hemos mantenido toda la compañía, para no romper el efecto sorpresa. Ya vosotros me entendéis ¿verdad?

En fin, si  yo flipaba con Lolo más flipaba con mi padre y sus retos absurdos e infantiles. Allí estaba él, en medio de la cocina, feliz de tener un público, nunca mejor dicho, un público ante el que exhibirse.

Seguimos estudiando y cerca de las nueve y media Lolo se marchó a su casa, no sin antes despedirse de toda la familia, con gran ceremonia y protocolo. Durante la cena, cómo no, salió el tema.

  • Muy simpático tu amigo- empezó mi padre.

  • Es un compañero de clase- aclaré.

  • Bueno, compañero, amigo... ¡qué más da!- replicó-. Muy educado y eso, pero también, un poco raro ¿no?

  • Sí- contesté en un susurro. No sé por qué pero aquel comentario de mi padre sobre Lolo me sentó regular.

  • Es marica- intervino mi hermano.

  • ¡Josemi!- gritó mi madre.

  • ¿Qué he dicho?- replicó él.

  • Bueno, bueno... dejemos eso- intercedió mi padre, que es el que había empezado la charla- Que cada uno sea como quiera ser ¿no? Mientras sea buena persona.

Aquel comentario no me sorprendió mucho, mi padre era de esos tipos que parecen muy modernos en una frase, pero que a la siguiente, demuestra lo carca que puede ser. Lo que sí me sorprendió es que, por primera vez que yo recuerde, a esa primera frase no le siguió nada más. Joder, con mi padre, ¿qué le estaba pasando?

En fin, me acosté sobre las doce y pico, harto de repasar y con la cabeza embotada, pero, curiosamente, cuando me metí en la cama dispuesto a quedarme frito, no pude dormirme, me encontraba como nervioso, como agitado.

Estuve media hora dando vueltas en la cama, hacía calor, a pesar de tener la ventana abierta, de vez en cuando se oía un coche, alguien pasando por la calle... Por la ventana entraba cierta claridad, podía ver mi cuerpo delgado levemente iluminado, bueno, no estaba tan mal, y con el propósito de empezar a ir al gimnasio seguro que me ponía más fuerte... Allí estaba yo, tirado en la cama, viendo mi cuerpo, y el bulto que sobresalía en mis slips, y como no me podía dormir, pues me notaba muy nervioso, lo mejor era, pensé, hacerme una paja, que eso relaja mucho. Fue pensarlo y ya mi polla empezó a dar señales de alegría. Es lo que tiene los dieciocho años, que cualquier imagen, zaz, te la levanta. Y en mi cabeza había un buen repertorio de imágenes, pero la que más me ponía, como no podía ser otra, era la imagen de la polla oscura y profunda de Javier, aquella polla que yo le había comido hacía tres días.

Y con aquella imagen empecé a meneármela. Me mordía los labios, los recorría con la lengua intentando retener el sabor de su nabo, aquel gusto que ahora me resultaba difícil recordar. Joder, estaba caliente pero me estaba costando trabajo llegar a correrme, con las ganas que tenía, era como lo del sueño, estaba muy cansado pero no lograba dormirme.

Seguí dale que te pego, quien la sigue la consigue, era mi lema. Mi polla larga y fina respondía a los embates de mi mano, asomando su capullo oscuro en medio de la noche. Quizás si cambiaba de postura, quizás si dejaba de estar tan rígido, las piernas rectas y juntas, los slips a medio muslo. A tomar por culo los slips, joder. Levanté la cadera y me quité los slips, los arrojé, como si estuviera enfadado, sin saber por qué, a la otra punta de la habitación. Sí, ahora estaba mejor, más cómodo. Flexioné un poco las rodillas y seguí meneándomela.

Vamos, Luis, vamos, me animaba como si estuviera subiendo un puerto de montaña. Un poquito de ayuda, venga, vamos, esos dedos que ya empiezan a pellizcarte las tetillas, joder, eso siempre te pone muy caliente, sí, te estabas poniendo muy caliente, venga, mójate los dedos, un poquito de saliva, sí, ahí, con los dedos, sí, ahora a los pezones, sí, así, uy, cómo se ponen de duro con el fresquito de la saliva, eso es, joder, cómo te gusta eso, sí, son los labios de Javier que te los está chupando, joder, cómo sabe este tío lo que te gusta, cómo sabe, claro, es mayor, a saber lo que habrá follado... joder, no, ese pensamiento no, porque ese pensamiento me la bajó un poco...

No, no, no ha follado tanto, bueno, sí, pero con ninguno como contigo, joder, contigo él se esmera porque tú le gustas mucho , sí, sí, mira cómo vuelve a chuparte las tetillas duras ahora, se te han puesto como para cortar un cristal, joder... Así, levanta un poco las caderas, ¿qué vas a hacer, Javier? Tranquilo, te dice, como el otro día, el viernes, en el salón de actos, tranquilo, te levanta las piernas, ¿qué vas a hacer, Javier?, no se lo pregunto, claro, pero él sabe lo que estoy pensando, lo sabe porque te conoce muy bien, y te conoce muy bien porque te quiere, tú le vuelves loco, te lo dice al oído antes de bajar, joder, sí, bajar allí donde ahora sientes su lengua. Joder, Javier, que ahí nunca... nunca... yo... intentas decir mientras notas cómo su lengua te recorre aquello que ahora exploras con tu dedo, aquello donde tú intuyes que hay tanto placer, aquello que tienes reservado para él, y él que sigue con su lengua, poniéndote cada vez más cachondo, más caliente, más al borde de ese precipicio en el que, joder, tío, pero cómo me comes el culo, estás a punto de caer, sí, a punto, sí, ya, ya lo notas, ya, ya, ya estalla al fin tu polla en una lluvia de crema blanca que en la oscuridad brilla como estrellas fugaces y van a dar a tu pecho, a tu vientre, algunas, las primeras, incluso a tu cara.

Joder, lo necesitaba, necesitaba aquella paja.

Fue terminar de correrme, darme la vuelta en la cama, y quedarme frito como un bebé.

(Continuará)