Intranquilo 19- ¿Seré un pervertido?

Más preguntas y muy pocas respuestas. La verdad es que hay cosas que uno ve o siente o sueña que hacen que dudemos de lo que somos.

LO QUE ME HA PASADO HASTA AHORA (más o menos): El primer fin de semana que paso castigado sin salir y sin ordenador está siendo, como casi todo lo que me pasa últimamente, un poco raro: la visita al gimnasio con mi padre, el tema del ordenador de mi hermano y su actitud protectora y, ahora, esta jornada dominical en la parcela del campo, con la presencia siempre molesta del cabrón de mi primo Chema, y sobre todo, lo que más me ha sorprendido: ver cómo mi hermano José Miguel se la cascaba en su habitación. Joder, eso es lo que más confuso me ha dejado, no solo por haberme metido en su intimidad sino porque esa imagen no acaba de quitárseme de la cabeza...

Cuando llegué a mi habitación lo primero que hice es cerrar bien la puerta, eso sí, con cuidado, y echar el pestillo, que en esa casa sí había. Y luego, tirarme en la cama, quitarme las bermudas y empezar a meneármela.

Joder, estaba muy caliente, caliente como un mono, y como un mono me hice una paja de estas que apenas si te das cuenta, pues me corrí enseguida, creo que ni estaba completamente empalmado. Pero la necesitaba.

Ahora estaba más tranquilo, aunque mi cabeza seguía confusa, no solo la imagen de mi hermano pajeándose se me aparecía continuamente, sino que, sobre todo, estaba desconcertado por mi reacción, por cómo me había puesto de cachondo y cómo, después de mojar las bermudas, había llegado a mi cuarto y me había hecho un pajote con la imagen de mi hermano en mi cabeza.

Joder, ¿me estaría convirtiendo en un pervertido?

Intenté tranquilizarme y lo conseguí más o menos. Al cabo de unos minutos, alguien llamó a mi puerta. Me limpié el pecho y el vientre, en los que había gotas de semen, y me puse las bermudas. Abrí. Allí estaba mi hermano, con su bañador rojo puesto.

  • ¿Te apetece un baño, Luis?- me preguntó.

El mamoncete estaba realmente guapo, con ese aire como de cachorro medio despierto, medio dormido, y todo el esplendor de sus quince años.

  • Venga, vamos- le dije.

Y le pasé la mano por el hombro. Al momento, como si me hubiera dado un calambre, la quité. Él me miró sorprendido, íbamos por el pasillo. Entonces fue él quien, levantando el brazo, lo pasó por detrás de mi cuello. Podía sentir el calor de su costado sobre el mío, y su mirada sobre mi rostro. Como estaba cortado, sin saber por qué o sí, miré hacia abajo: la licra roja del bañador se le curvaba quizás más que otras veces. No me extraña, pensé, con el meneo que le has pegado...

Y otra vez, una nube oscura cruzó por mi mente.

¿No me estaría volviendo un pervertido?

Salimos al jardín y nos tiramos a la piscina, de nuevo habíamos recuperado aquella complicidad que teníamos de niños. Empezamos a jugar y a hacer tonterías. Mi hermano José Miguel se agarraba a mi cuello e intentaba darme ahogadillas, pero no podía, yo era más alto que él y aún más fuerte, podía sentir su cuerpo de adolescente apretarse contra mi cuerpo, y a la altura de mi culo, el bulto aquel que le ceñía su bañador rojo de nadador. En esas estaba, volviendo a sentir aquel desconcierto que tanto últimamente ocupaba mi mente, cuando logró por fin hundirme. No paraba de reírme y con la risa, claro, me aflojaba. Como me tenía bien agarrado y no me dejaba subir a la superficie, le eché mano a lo primero que vi. Debajo del agua el rojo destacaba mucho, así que hacia allí dirigí mi mano, casi sin pensarlo, le agarré bien el paquete y por fin me soltó.

Cuando salí a la superficie lo tenía a mi lado, y a pesar de que pensaba que me iba a empezar a insultar o algo de eso, lo que encontré fue una mirada cómplice y algo traviesa. Le iba a pedir perdón pero un movimiento brusco de su cuerpo que ahora se abalanzaba contra el mío, me lo impidió. Volvió a agarrarse a mí, y yo volví a hundirme. Debajo del agua, sin esperármelo, sentí cómo su mano cogía mi paquete. Sentí un estremecimiento extraño. Mi hermano pequeño y su mente ágil y rápida había consumado su venganza.

Seguimos un poco de más tiempo en el agua, hasta que apareció mi primo. Iba con un bañador de estos de rayitas, de tela, a medio muslo, de una de las marcas pijas que él solía vestir. Estaba muy delgado, el pecho hundido, se le notaban las costillas, y unos vellos oscuros y largos le sombreaban el torso y las piernas, también muy delgadas. Vamos, que si fuera el último tío de la tierra, antes prefería tirarme a un ladrillo... Se lanzó al agua muy cerca de nosotros, salpicándonos y riéndose con esa risa suya de hiena repulsiva. Y ya se jodió la cosa. Quería jugar con nosotros pero todo lo que hacía lo único que conseguía es que tanto mi hermano como yo nos cabreáramos más. Y es que le gustaban los juegos un poco agresivos, o tal vez es que no tuviera medida de lo que es un juego y de lo que es una putada.

Mi hermano fue el primero en salirse, y al minuto le seguí yo.

  • ¿Ya te vas, reina?- oí que me preguntaba mientras salía yo por el bordillo de la piscina.

No le eché cuenta. Me alejé de la piscina y fui donde estaba mi hermano, echado en una de las tumbonas que teníamos en el jardín. Su cuerpo, completamente mojado, brillaba con el sol. El mamoncete se estaba poniendo realmente bueno. A ver si no se estropea, pensé, porque muchos chavales están muy bien a esa edad, el metabolismo acelerado y el deporte que practican, les pone unos buenos cuerpos, en versión reducida.

Me tumbé a su lado, en otra tumbona. Mi pecho se movía un poco acelerado.

  • Vaya gilipollas que es Chema- comentó mi hermano.

  • No lo sabes tú bien- le dije mientras cerraba los ojos sintiendo cómo el sol me lamía la cara.

¿Era aquello una invitación a hablar? ¿Y si le contaba a mi hermano lo que me estaba pasando? Tal vez él me entendiera y me pudiera ayudar. Siempre había sido el listo de los dos, el que iba bien en los estudios, el que nunca había dado problemas. A lo mejor él, con sus quince años, era más maduro que yo con mis dieciocho. Joder, podía abrirme a él y decirle por lo que estaba pasando. Pero no, no podía, no estaba seguro de que me entendiera ni de querer contárselo. El enano aún no era de fiar. Sí, últimamente se mostraba más cercano y el detalle del viernes, cuando entró mi padre en mi habitación, fue un punto por su parte, pero...

Seguimos los dos tomando el sol que poco a poco se iba escondiendo, sin nada en que pensar, sin nada por lo que preocuparnos. Un poco de tranquilidad no venía mal.

A las nueve empezamos a recoger. Mis tíos y mi primo se despidieron antes.

  • Recuerda, Luis, lo que tenemos pendiente para el martes- me dijo el cabrón de mi primo en medio del grupo de despedida: sus padres, los míos, mi hermano, él y yo.

No contesté. No estaba dispuesto a seguirle el rollo.

Mi madre me miró con ojos interrogantes.

  • ¿Vais a quedar el martes?

La miré pero no dije nada.

  • No sé si podrá- continuó mirando ahora a Chema-. Está castigado por llegar tan tarde el otro día.

Chema miraba a mi madre y me miraba a mí.

  • No seáis malos, tíos. ¿Quién no se ha pegado un pasote siendo joven, eh?

Mi padre intervino.

  • Una cosa es un pasote y otra que te dejara tirado y preocupado. Eso no se hace. Además no sabes tú cómo llegó a casa. Y encima había perdido el móvil. Menos mal que tu amigo Juan lo encontró.

Ahí estaba el listo de mi padre, con su bañador corto marcándole todo el paquete y sus recios brazos cruzados por su pecho velludo. Estaba claro, entre mi primo y yo, mi padre se quedaba con mi primo.

  • Bueno, para eso está la familia ¿no?- concluyó Chema su representación. Un óscar le tenían que dar, hombre.

Llegamos a casa sobre las nueve y media. Ponernos cómodos y cenar. Antes de acostarme estuve repasando un poco aunque me encontraba muy cansado, al día siguiente tenía examen de matemáticas.

Me metí en la cama sobre la una. Dormí de un tirón, aunque cuando me levanté, tenía en mi cabeza el recuerdo extraño de un sueño, un sueño en el que aparecía mi hermano José Miguel.

No lo recordaba bien, pero el vago recuerdo que estaba sintiendo  hizo que mis labios se esponjaran. Sí, en el sueño aparecía mi hermano, desnudo, empalmado, tal y como lo había visto yo la tarde anterior, pero ahora, en el sueño, no estaba solo, yo estaba a su lado. Joder, le estaba agarrando la polla, una polla que sobresalía de mi mano, y él me la estaba agarrando a mí. Nos estábamos pajeando en su cuarto, ¿o no era su cuarto? Bueno, no sé, los sueños son así, raros, mezclados...

Ahí estábamos los dos dale que te pego, yo tenía ganas de besarlo pero no me atrevía, bastante tenía ya con menear aquel rabo que apenas me cabía en la mano. Entonces noté que no estábamos solos, ni estábamos solos ni estábamos en su habitación, ahora estábamos en el jardín, tumbados, como habíamos estado por la tarde, pero ya digo que no estábamos solos, o por lo menos yo notaba que había alguien más, entonces lo vi, joder, era Alberto José, que salía de la piscina, el cuerpo rotundo de nadador, la piel brillante por el agua, el bañador celeste de competición marcándole un bulto imponente. Al verlo me quedé cortado pues la situación me sobrepasaba, si ya da corte que te vean pajeándote, imagínate lo que es que te pillen haciéndotelo con tu hermano... en fin, es lo que tienen los sueños.

Alberto José me miró y se sonrió, y empezó a tocarse por encima del bañador. Joder, cada vez me estaba poniendo más caliente. Ahora se acercaba a donde estábamos mi hermano y yo, creí que vendría hacia mí pero se puso al lado de mi hermano, el paquete a la altura del rostro de José Miguel. Yo seguía meneándosela pero mi hermano había dejado de pajearme: su mano tocaba el bulto hinchado del bañador de Alberto José, un bulto que seguía aumentando de tamaño, un bulto que era la polla gruesa y oscura de mi excompañero que salía ahora botando del bañador, una verga deliciosa que apuntaba hacia el ombligo, un nabo apetitoso que ahora mi hermano se metía en la boca... Joder con el sueño.

Ese era más o menos el recuerdo de aquel sueño, un recuerdo y un sueño que me estaban desconcertando mucho, recién despertado, después de aquel fin de semana tan raro. Me eché mano al paquete y noté algo tieso el slips, tieso y con una mancha oscura y grande. Había tenido una polución nocturna. Y una pregunta volvió a rondarme:

¿Me estaría convirtiendo en un pervertido?

(continuará)