Intranquilo 18- ¿Maricavoyeaurpedófilo? Uffffff...

Mi hermano me sigue dando sorpresas, pero a veces la gran sorpresa es uno mismo...

LO QUE ME HA PASADO HATA AHORA (a grandes rasgos): Bueno, pues sigo castigado sin salir y sin internet, aunque “gracias” a la generosidad de mi hermano José Miguel, que me ha “prestado” su ordenador por 7 euros, puedo bichear un poco por internet, meterme en el perfil de Alberto José y ver (y disfrutar) de otro vídeo porno de Juan, visionado que termina en una estupenda e interrumpida corrida: mi hermano acaba de irrumpir en mi habitación y acaba de meterse en mi cama. No, no es lo que pensáis ;), es simplemente que mi padre ha aparecido para darnos las buenas noches y, claro, no era plan de que me viera con su ordenador. Me podía caer una buena. Aunque buena la sorpresa que me voy a llevar con mi hermanito del alma...

Al final, se levantó mi hermano de mi cama y antes de que le diera yo su ordenador, me tiró la camiseta que había utilizado para limpiarme. La coloqué sobre el ordenador y se lo di. No era plan que volviera a ver mi mandado, que seguía rojo y un poco hinchado. Antes de que desapareciera de mi vista, lo llamé.

  • Josemi...

Giró su cuerpo de adolescente futbolista y me miró.

  • Gracias- le dije.

  • De nada, para eso están los hermanos ¿no?- me dijo mientras salía de mi habitación.

Dormí bastante bien y bastante tiempo, y es que me hacía falta, después de la semana que llevaba tan agitada.

Tenía por delante todo un sábado, un sábado en el que no podía salir, estaba castigado, ni tampoco podía usar el ordenador, lo tenía prohibido, aunque si mi hermano se enrollaba como la noche anterior, a lo mejor, previo pago de siete euros, podía entretenerme un rato, ¿me habría contestado Alberto José? ¿Cómo habría terminado aquella paja que se estaba haciendo Juan en la ducha y que quedó interrumpida por mi hermano? En fin, tenía todo el sábado para averiguarlo.

Me levanté, desayuné y me puse a estudiar, no podía descuidarme con los exámenes, los últimos ya, aunque tenía tres asignaturas que no sabía yo si al final las aprobaría o no, bueno, de mí dependía, de mí y de mi esfuerzo. Y a eso me puse, con una concentración, no voy a decir ganas, la verdad, que me sorprendió, no solo a mí sino también a mis padres. Hice un descanso para comer, me eché un rato en la cama, y por la tarde volví a mi tarea.

Mi hermano no volvió a proponerme el negocio, para él, claro, de prestarme el ordenador, y casi ni lo eché en falta. Ya digo que estaba bastante concentrado en mis estudios. Además me venía bien desconectar un poco y centrarme en una de las cosas que más podían importar a mis padres.

Así pasó el sábado, sin mucho más que contar.

El domingo se preveía más o menos igual. Me levanté más pronto que el resto de la familia. Cuando mi padre se despertó y vio que ya estaba yo sentado frente a la mesa de mi cuarto estudiando, lo flipó.

  • Coño, Luis, ¿te pasa algo?

Estaba apoyado en la puerta de mi habitación, recién levantado, con ese calzón estrecho que le marcaba el paquete y el torso desnudo.

Levanté la vista y sonreí.

  • Buenos días- dije.

Mi padre se acercó a la mesa y se puso a mi lado, podía sentir el calor de sus muslos y de su entrepierna. Me puso una mano en el hombro y me besó en la cabeza. Al acercarse más sentí el roce de su paquete sobre mi brazo.

  • Así me gusta, que estudies y que te esfuerces. Lo primero es el trabajo y luego lo demás llegará.

Mi padre y sus sabias frases.

Estuve estudiando hasta el mediodía. Durante el desayuno mis padres nos habían comentado que ese día nos iríamos a la parcela a comer y a darnos un bañito. La parcela estaba a unos veinte kilómetros de casa, en medio del campo, en una urbanización de chalets de gente como nosotros. A mi padre le gustaba ir mucho, y a mí también, cuando era pequeño. Ahora me aburría un poco, la verdad. Pero al menos iba a salir de casa y me iba a pegar un buen baño, que con el calor que hacía apetecía bastante.

Así que sobre la una y media toda la familia nos montamos en el coche en dirección a la parcela. Lo que yo no esperaba es que también irían mis tíos, los padres de mi primo, y posiblemente él también. En fin, nunca el plan es perfecto.

Llegamos a la parcela y nos pusimos el bañador. Aquel baño me sentó de maravilla, no solo porque apetecía mucho bañarse sino porque me lo pasaba muy bien jugando en la piscina con mi padre y mi hermano.

Estuvimos casi una hora haciendo el chorra, jugando a la pelota, jugando a ver quién aguantaba más debajo del agua, haciendo competiciones de natación... En fin, como unos críos. Mi padre también estaba disfrutando de lo lindo. Llevaba, no podía ser menos en él, un bañador de esos de natación, de los pequeños, de los que, si tienes un buen culo, te lo marca bastante, y si tienes un buen paquete, ya ni te cuento.

A él le gustaba ese tipo de bañadores, a mí me daba lo mismo que los llevara mientras se lo pusiera en la parcela, pero cuando íbamos a la playa de vacaciones, la verdad es que me daba un poco de corte que me vieran a su lado.

Mi hermano en eso había salido a mi padre, también llevaba uno de esos bañadores pequeños. Yo era el único que llevaba unas bermudas de estilo surfero, que son las que suelo ponerme.

Mientras estábamos a lo nuestro, llegaron mis tíos y, sí, también mi primo Chema. Menos mal que estaba en la piscina, así me ahorré saludarlo. Pero, claro, luego, durante la comida sí lo tuve a mi lado, aunque no le dirigí la palabra.

Terminamos de comer y mis padres dijeron que los chicos teníamos que colaborar y recoger la mesa y fregar los platos. Bueno, era lo normal. Así que nos pusimos mi hermano, el capullo de mi primo y yo a quitar la mesa. Mi hermano se escaqueó de fregar, era un artista en eso del escaqueo, así que me puse yo solo con los platos, los vasos y demás. Mientras estaba fregando solo en la cocina, se me acercó mi primo por detrás, y dándome un cachetazo en el culo me dijo:

  • Vaya, se te da muy bien hacer cosas de mujeres.

El muy gilipollas. Estuve a punto de refregarle el estropajo por la cara, pero, como siempre, o me contuve o me faltó valor. No quería estropear la reunión familiar. Si le hacía algo, seguro que me la cargaba, y últimamente las cosas en casa no me iban mal, así que mejor no estropearlo.

  • Vete a la mierda, cabrón.

  • Uy uy uy, que la nena se ha ofendido- volvió a decir.

Pero no le eché cuenta. Seguí frotando la paellera donde aún quedaban restos de arroz churruscado.

  • Vaya, qué vicio tienes frotando- continuó en su provocación.

La imagen del vídeo que me grabé pajeándome apareció en mi cabeza.

  • Te recuerdo que tienes hasta el martes, por si se te había olvidado. Hasta el martes, si no quieres ser el chico más popular del mundo y hasta posiblemente de tu instituto.

Ya no me aguanté más. Me giré y le lancé el puto estropajo, pero el muy cabrón, algo se esperaría, que lo esquivó, y dándose media vuelta desapareció de mi vista.

Seguí con el fregado, y ahora la paellera sufría las consecuencias de mi cabreo. La dejé como un espejo. Mi madre se iba a poner muy contenta cuando la viera.

Terminé de fregar y salí al jardín. Mis padres y mis tíos charlaban de sus cosas y mi primo estaba también con ellos, haciéndose el adulto. No me apetecía estar allí, así que me volví silenciosamente para dentro, mejor tirarse un rato en la cama, pensando en Javier, recordando lo que pasó el viernes, solo de pensarlo ya me estaba poniendo cachondo. Además el día anterior, el sábado, no me había hecho ninguna paja, y eso no podía ser; tenía que practicar para el lunes, ese día pensaba abordar a Javier, y si él quería...

Al pasar por el cuarto de mi hermano vi la puerta entreabierta, pensaba echarle la bulla por su escaqueo, pero me quedé quieto cuando vi lo que estaba haciendo, bueno, no vi nada entonces, pero me lo imaginé.

Ya digo que la puerta estaba entreabierta, quizás un palmo o menos, no sé, pero sí lo suficiente para ver la parte inferior de su cama, sobre ella sus pies y parte de las piernas, más abajo de las rodillas, y alrededor de los tobillos, el bañador rojo de natación, su bañador rojo, hecho un pequeño lío. Bueno, a lo mejor simplemente se había desnudado, aunque nadie se desnuda y se deja el bañador entre los pies o los calzoncillos. El caso es que me dio la curiosidad y pegué el oído a aquella pequeña abertura. Sí, se oía un roce de carne, como si alguien se estuviera rascando allí dentro de la habitación. Fuera oía las voces y las risas de los mayores. Seguro que mi hermano había pensado que yo estaba con ellos.

En fin, que me entró la curiosidad y, por qué no decirlo, un poco de morbo, así que con mucho cuidado me agaché y fui abriendo poco a poco la puerta, con mucho cuidado y muy despacio, muy despacio. Conforme la puerta se abría, iban apareciendo más partes del cuerpo de mi hermano: las rodillas, un poco más arriba de las rodillas, ahora había flexionado un poco las piernas, me detuve, quizás se había dado cuenta de que la puerta se iba abriendo lentamente, no, no, el sonido aquel, que me la estaba poniendo un poco morcillona, prosiguió, y yo también seguí con mi tarea.

Ahora ya le veía los muslos, el mamón tenía unas buenas piernas, a pesar de no ser muy alto, tenía las piernas bastante musculadas, sobre todo los cuádriceps, el fútbol... supuse. Seguí abriendo la puerta y sí, se la estaba cascando. Joder, con el enano.

Tenía un buen rabo que le sobresalía por arriba de la mano, una mano que no detenía su movimiento, una mano que subía y bajaba por aquel rabo largo y, joder, bastante grueso. Y no solo el nabo llamaba la atención, también unos huevos gordos y colgones, y bastante peludos, habría salido a mi padre, que chocaban y se bamboleaban al ritmo que la mano imprimía al cipote. Bueno, pensé, eso suele pasar, es decir, cuando los adolescentes se desarrollan parecen todos que tienen unos nabos enormes, y lo que ocurre, es mi teoría, claro, es que tienen nabos de tíos en cuerpos que aún no han terminado de desarrollarse. Eso supuse que le pasaba a mi hermano.

No sabía yo si seguir intentado abrir más la puerta o dejarla así como estaba. Pero la curiosidad, como dicen, mató al gato, y volví a mover un poco más la puerta: ya podía verle el vientre, el ombligo, una mano pasaba de vez en cuando por allí. En esas estaba, cuando de pronto paró. Joder, seguro que me ha visto, instintivamente me agaché aún más y me escondí detrás de la puerta. La he cagado, lo que me faltaba, ahora mi hermano me acusaría, además de marica, de voyeur, o de pedófilo, o de marica voyeaur pedófilo... Se me puso el corazón en la garganta, podía sentir perfectamente sus latidos, pero otra vez el sonido, ahora mezclado con otro sonido de roce, me hizo entender que mi hermano seguía a lo suyo.

Volví a asomarme: se había dado la vuelta, ahora estaba de espaldas. Ya el bañador lo había tirado, tenía las piernas más flexionadas, y subida la cadera. Un culo pequeño aunque muy bien formado, y blanco por la marca del bañador, subía y bajaba con movimientos desiguales y descompasados, debajo una mano seguía frotando aquel rabo que, si lo viera mi padre, sí se iba a sentir orgulloso. No quise abrir más, no fuera a darse cuenta. Además ya estaría a punto de correrse, pensé, aunque no sabía el tiempo que llevaba meneándosela.

Joder, con el enano, me estaba poniendo cachondo, y eso no podía ser, era mi hermano, mi hermano pequeño, pero yo era un tío, un tío al que le gustaban los tíos, no le veía la cara, así que podía imaginarme que era cualquier tío, bueno, cualquier niñato, en fin, yo qué sé... Mejor no pensarlo.

Aumentó el ritmo de su mano y el de su culo, y entonces le oí que decía algo, algunas palabras, quizás eran dos, no sé, las repetía mucho, como en un susurro, no se oían bien, a veces me llegaban como ahogadas, supuse que tendría la cara contra la almohada. Joder, con el chaval. Ya notaba yo mojado mi bañador, y no de la piscina, evidentemente. Y entonces empezó aquel medio cuerpo a dar pequeños espasmos, mientras aquel rabo largo y gordo descargaba contra las sábanas, de nubecitas y aviones, un buen chorro de leche joven.

Lo oí suspirar, momento que aproveché para, agachado como estaba, irme hacia mi cuarto. Una flecha que apuntaba hacia delante dentro de mi bañador me indicaba el camino.

(continuará)