Intranquilo 17- Mi hermano me echa una mano

A veces quien menos esperamos viene y nos echa una mano, y a veces también a un gesto inesperado le sucede otro no menos inesperado...

RESUMEN DE LO QUE ME HA PASADO (que ha sido mucho, así que abrevio): Después de entrenar aquella tarde con mi padre en su gimnasio, y después de volver del entrenamiento y cenar, como sigo castigado sin salir y sin ordenador por el tema del sábado, me voy a mi habitación, allí se presenta mi hermano José Miguel, el enano, a “alquilarme” su ordenador, siete euros me sale el asunto. Total, que entro en facebook, le mando un mensaje a mi excompañero Alberto José, aquel colombiano tan guapo, y bicheo un poco por su muro y flipo con sus fotos, joder, cómo está el tipo, y luego me meto en mi página favorita de vídeos gays de aficionados, donde ya he localizado algunos vídeos de Juan, el amigo cabrón del cabrón de mi primo Chema. Joder, el último vídeo que ha colgado me deja casi sin habla, bueno, casi sin habla y casi sin respirar me quedo cuando de golpe se abre la puerta de mi cuarto y...

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¡Hostias, Josemi! ¿Qué coño haces aquí?

Sí, era mi hermano, mi hermano pequeño, José Miguel, quien había entrado corriendo en mi cuarto y se dirigía, también corriendo hacia mi cama.

  • Échate a un lado, capullo- me gritó, mientras me pegaba un empujón.

Me quedé bastante aturdido, no me había recuperado de la paja ni del susto y ahora recibía un empujón y veía cómo mi hermano se sentaba en mi cama, junto a mí.

  • ¿Pero qué coño haces, enano?- pregunté de nuevo.

Los ojos brillantes de mi hermano se clavaron en mi torso y un poco más abajo, allí donde mi polla aún soltaba un pequeño hilo de semen que se enredaba en unos pelos oscuros y rizados.

Con un movimiento rápido, como todo lo que él estaba haciendo, José Miguel se quitó su camiseta y la restregó por mi pecho y mi vientre. ¿Qué coño estaba haciendo? ¿Limpiándome? Claro que me estaba limpiando, pero a qué coño venía tod...

La cara de mi padre apareció por la puerta.

  • Hombre, estáis aquí los dos- comenzó a decir.

Entonces lo entendí todo, bueno, casi todo. Con un movimiento ágil coloqué el portátil encima de mi polla, que, tan asustada como yo, se había encogido bastante.

Allí estábamos, mi hermano y yo, los dos en mi cama, con su ordenador sobre mi entrepierna, podía sentir el cuerpo de mi hermano junto a mi cuerpo, que intentaba recobrar una naturalidad muy forzada, podía sentir cómo los ojos de mi hermano se fijaban en la pantalla del ordenador donde Juan seguía agitando su polla mojada y a punto de estallar. La voz de mi padre, cada vez más cercana, me hizo levantar la vista.

  • Así me gusta, que compartáis vuestro tiempo. Los hermanos se deben llevar bien. Un hermano es más que un amigo.

Se había plantado mi padre a menos de un metro de donde estábamos nosotros. Vestía solo unos pantalones cortos de algodón, ya digo que hacía calor, estábamos a mediados de junio.

Antes de que se acercara más pude minimizar la pantalla, no me iba a pasar como con mi foto, ya estaba yo desarrollando una práctica digital que para qué, el cuerpo desnudo de Juan y su tremenda erección desaparecieron, dando lugar a que volviera a reflejarse en la pantalla el perfil de facebook de Alberto José.

Notaría algo extraño mi padre pues su gesto, tan amable cuando nos sorprendió a los dos hermanos compartiendo cama y ordenador, se tornó serio.

  • ¿Qué haces con el ordenador?- me preguntó clavando una dura mirada en mis ojos- ¿No habíamos quedado en que estabas castigado?

Tragué saliva y me disponía a inventarme cualquier excusa, que, por cierto, no se me ocurría cuando oí la voz de mi hermano.

  • Es mi ordenador, papá. Estaba en mi cuarto y vi el perfil de Alberto José, ¿te acuerdas?

Mi padre se acercó hasta ponerse a nuestra altura. La verdad que impresionaba tenerlo allí, tan cerca, aquel torso imponente, los muslos no menos imponente, y el calzón corto, demasiado estrecho como casi todos los que usaba, que le marcaba un bulto algo exagerado.

  • ¿Alberto José?, ¿el amigo colombiano de tu hermano?

Asentí, intentando seguir el rollo que tan bien mi hermano, era listo el mamoncete, había empezado. Desde luego que lo de mentir se nos daba bien en esa familia.

  • El otro día lo vi en el hiper, se me acercó a saludarme. Un chaval muy agradable. ¿Te acuerdas que te lo comenté?- preguntó fijando su mirada en mí.

  • Sí, claro que me acuerdo- respondí.

Clavó mi padre la vista en la pantalla, allí estaba Alberto José, en aquella foto en la que se estaba colocando las gafas de natación, dispuesto a tirarse a la piscina.

Mi padre, en un gesto que me llamó la atención, se dio un pequeño toque en el paquete que destacaba en su entrepierna.

  • Bueno- dijo después de un breve silencio- Me parece muy bien que compartáis el tiempo, pero creo, José Miguel, que si tu hermano está castigado, no debes venir a su cuarto con tu ordenador ¿no te parece?

Mi hermano bajó la cabeza y con voz débil respondió.

  • Sí, papá. Pero ha sido solo un momento...

  • Bueno, está bien. Pero, anda, vete a tu cuarto, además ya es tarde. Tu madre y yo ya nos vamos a acostar.

Iba a coger mi hermano el ordenador que seguía sobre mi entrepierna cuando, o porque notó mi cuerpo tenso o porque era más listo que yo y se dio cuenta de lo que podía pasar si me quitaba el ordenador, casi nada, que me dejara en evidencia delante de mi padre, volvió a hablar.

  • Ya voy, papá. Un momento solo, que estábamos chateando con Alberto José. Por lo menos, decirle adiós ¿no?

Sonrió mi padre acercando su mano ancha a la cabeza de mi hermano y despeinándole un poco aquel pelo tan negro y tan lacio que tenía.

  • ¡Pero qué educado eres!- exclamó-. Así me gustan mis hijos: buenos hermanos y personas educadas.

Y diciendo esto acercó sus labios al rostro de mi hermano, le dio un beso, y luego otro a mí.

  • Venga, despediros ya de ese chaval y cada uno a su cuarto. Ya está bien por hoy.

  • Buenas noches, papá- dijimos los dos a la vez.

Cuando desapareció por fin de mi cuarto. Mi hermano se volvió a mí.

  • ¡Coño, Luis, que llevabas ya más de una hora! Menos mal que me di cuenta de que apagaban la tele y se iban a acostar...

Sí, menos mal que mi hermano había estado atento, si no, la que se hubiera liado, y yo no estaba para más lío.

Me quedé mirándolo: era bastante guapo, ya lo he dicho, más guapo que yo, tenía un rostro fino, con una nariz pequeña y unos ojos bastante rasgados, casi como de oriental, de hecho, en el instituto, sus compañeros le habían puesto el mote de “chino”, cosa que no le molestaba en absoluto, chinofutbolista13 era el nick que utilizaba siempre. Tenía quince años, le gustaba y practicaba fútbol, era muy buen estudiante y nunca le había dado problemas a mis padres. Sí, es cierto que había intentado chantajearme, y que me había sacado siete euros por prestarme el ordenador, pero lo que acababa de hacer era una buena prueba de su cariño hacia mí. Podía haber pasado perfectamente de avisarme. Y ahí estaba el tío, a mi lado, después de haberme sacado las castañas del fuego. No pude menos que abrazarlo y darle un beso. Sentí cierta tensión en su cuerpo, quizás porque no se lo esperaba, ¡hacía tanto tiempo que no lo besaba!, y también sentí el calor y la dureza de aquel cuerpo joven que tan bien se estaba desarrollando, un cuerpo que, yo aún no lo sabía, iba ya buscando sus propios caminos hacia el placer. Pero poco tardaría en enterarme.Muy poco.

(continuará el lunes 15)