Intranquilo 16- Tratos con mi hermano pequeño

Vivir en una familia normal tiene a veces sorpresas, por ejemplo, que entre tu hermano pequeño, tiene 15 años y le gusta mucho jugar al fútbol, en tu habitación y te proponga un trato que, joder, no están tan mal...

LO QUE ME HA PASADO HASTA AHORA (más o menos): Es viernes, mi primer viernes de castigado, el castigo me ha caído porque el sábado pasado llegué tardísimo a casa, cuando mis padres no me esperaban pues creían que iba a quedarme a dormir en casa del cabrón de mi primo Chema, sí, el mismo que me está haciendo chantaje con un vídeo mío que me quitó del móvil. Un marrón que tengo sobre mi cabeza... Mi padre, que no es un mal tipo, intenta buscar mi cercanía y quitarle un poco de hierro al asunto del castigo (él no sabe nada del vídeo, ni de cómo es realmente Chema, y menos, de que soy gay y que he tenido un rollo con mi profesor de lengua, Javier ... joder, es muy “machote”, así que creo que  es mejor que no se entere). Para buscar, ya digo, cierta complicidad filial y como le daré, en el fondo, pena, me ha invitado a su gimnasio, a entrenar con él. Hacía tiempo que no entrenábamos juntos, y ya no me acordaba yo lo que supone ir al gimnasio...

Llegué al fin a mi taquilla y empecé a vestirme, cuando fui a ponerme los slips allí estaba mi pobre polla, colorada e hinchada del trajín que le había dado, trajín que no había servido para nada. Cuando estaba poniéndome las zapatillas, noté una sombra que pasaba por el pasillo. Era el chaval del champú. Nuestros miradas se cruzaron, volvió a sonreírme y se llevó la mano a su entrepierna, allí donde la toalla mostraba una curva muy excitante. Aquello volvió a dejarme desconcertado. Desde luego que pensaba cumplir mis propósitos de empezar en el gimnasio una vez que terminaran las clases.

Estaba ya vestido para irme cuando apareció mi padre, como no podía ser de otra manera, desnudo... ¡Lo que le gustaba exhibirse! Le iba a decir que lo esperaba fuera, en la puerta, cuando empezó a hablar él.

  • Coño, macho, vaya cómo se está poniendo esto.

No sé a qué se refería. Cada frase que decía yo solía interpretarla de una manera, una manera que venía a meter más confusión en mi joven cabeza. ¿Se referiría a su nabo, que mostraba un aspecto más llamativo, por decirlo de alguna manera, del que hasta entonces le había conocido?

  • Pues no tenía en la ducha de al lado a un marica...

Fue su comentario. Como siempre, completamente inesperado.

Me quedé callado. ¿A quién se refería? ¿Al chaval del champú?

  • La hostia- continuó mientras abría su taquilla- Estoy enjabonándome y veo que un tipo, un chaval joven, uno que estaría en la ducha de al lado, al pasar por delante de donde yo estoy me echa una mirada... Coño... Desde que les ha dado a los maricones por los gimnasios ya no sabe uno dónde va a tener que ir a entrenar.

Se estaba poniendo sus bóxers, y maniobraba allí dentro, supongo que colocándose el paquete.

Como aquel discurso tan homófobo ya me lo tenía muy escuchado, decidí salir afuera y esperarlo en la calle.

  • Te espero fuera.

  • Vale, hijo. No tardo ni cinco minutos.

Salí fuera, pero no a la calle, hacía demasiada calor, a pesar de que quedaba poco para las ocho. Me quedé en recepción, charlando con Susana, que me pareció muy simpática y divertida. Hablando con ella, pasó el chico del champú, pero no me miró o si me miró no me di cuenta, llevaba unas gafas de sol que le ocultaban los ojos.

A los pocos minutos apareció mi padre. Nos despedimos de Susana y fuimos andando hasta casa. Al llegar ya estaban allí mi madre y mi hermano José Miguel, el otro chantajista de la familia. Menudo plan.

Cenamos en familia y sobre las diez y media me metí en mi cuarto. Cogí los apuntes de matemáticas y me puse a repasar. Pero tenía la cabeza en otro lado. Así que por más que lo intentaba no se me quedaba nada. Una mierda.

Estaba tumbado en mi cama cuando asomó por la puerta la cabeza de mi hermano José Miguel.

  • ¿Qué quieres, enano?- le pregunté con todo el desprecio del mundo que fui capaz.

  • ¿Te aburres?- me preguntó.

  • No. Estoy estudiando.

  • Entonces es que te aburres- él y sus respuestas inteligentes.

  • Bueno, enano, y si me aburro ¿a ti qué coño te importa?

  • Me importa, Luis, me importa. Eres mi hermano y no me gusta que te aburras.

La verdad es que no sabía por dónde me iba a salir, pero estaba claro que algo se traía entre manos.

  • ¿Me vas a decir de una puta vez qué es lo que quieres?

José Miguel entró en la habitación y se sentó en el borde de la cama. Joder, no sé qué tenía últimamente el borde de mi cama que todo el mundo acababa allí sentado.

  • Te quiero proponer un negocio.

¡Otro con un negocio! ¡Joder, parece que algunos miembros de mi familia solo pensaban en ganar dinero! Y a mi costa, seguro.

  • No quiero negocios- le contesté.

  • Espera a escuchar mi propuesta y luego ya me dices.

En fin, qué remedio, mi hermano había heredado de mi padre posiblemente esa insistencia y esa cabezonería. La verdad es que mientras lo veía allí sentado, junto a mí, me entró una especie de melancolía, pues hasta no hacía mucho tiempo nos habíamos querido mucho y nos habíamos llevado muy bien. Yo era su hermano mayor y como tal había ejercido algunas veces, lo había defendido de algunos compañeros chulos y había ido a verlo a muchos partidos, le encanta el fútbol y juega en un equipo de la ciudad, dicen que promete... Viéndolo allí, un chaval de quince años, con un cuerpo en el que se podía apreciar su gusto por el deporte rey y un rostro bastante guapo, había salido a mi madre, me sentí un poco capullo, por tratarlo tan mal, aunque él no se quedaba corto, su última jugada era una putada de campeonato. Quizás venía a arreglarlo. No sé, tendría que darle una oportunidad.

  • Bueno, venga, di.

En el rostro de mi hermano apareció una sonrisa.

  • Mira, que he pensado que como estás castigado sin internet y sin salir, a lo mejor tienes ganas de usar un rato el ordenador.

Mis ojos estaban fijos en los suyos, esperando el desenlace de la historia.

  • Seguramente en esta semana tengas muchos correos y te hayan dejado muchos mensajes en el facebook. ¿No te apetecería verlos?

Vaya con el mamoncete. Sí que le daba al coco.

  • Bueno, quien dice el facebook dice otras páginas...

Ahora una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro, un rostro aún en el que ya se iba adivinando unos rasgos más adultos.

  • Eso a ti no te incumbe- fue lo único que se me ocurrió decirle.

  • Desde luego, desde luego- se apresuró a darme la razón-. Lo he estado pensando y no es algo que me importe. Bueno, al grano, que si quieres te dejo mi ordenador por un rato.

Al fondo se oía la tele puesta en el salón.

  • ¿A cambio de qué?- pregunté, porque estaba claro que no me lo iba a dejar por la cara.

Volvió a sonreír mientras se desperezaba. Un vello fino y oscuro le sombreaba las axilas. En aquel gesto de desahogo podía ver cómo su cuerpo joven y en desarrollo mostraba una tensión muscular realmente envidiable.

  • ¿A cambio de qué, enano?- volví a preguntar viendo que no me contestaba.

  • 10 euros.

  • 5- dije yo.

-9- bajó él.

  • 6- repliqué.

  • 7- volvió a bajar.

  • 6- insistí.

  • 6'5, una hora entera.

  • Trato- dije al fin.

Me extendió la mano y se la estreché; el cabrón apretaba, pero yo apreté más, aunque él no se quejó.

A los dos minutos estaba de nuevo en mi cuarto, con su ordenador portátil.

  • Si te pilla papá, yo no sé nada- me dijo antes de irse, con un billete de cinco y dos monedas de euro en la mano. Cincuenta céntimos de propina.

  • Cabrón- le dije en un tono cariñoso.

Y sonriendo se dio la vuelta. Me quedé mirándolo, aquel cuerpo se estaba poniendo bastante bien, unas espaldas recias, una cintura estrecha, y un culo respingón que llenaban muy bien las calzonas negras que lo cubrían. Joder con el puto niñato, me dije.

Pero no quería perder tiempo, tenía una hora para usar el ordenador. ¿Dónde ir primero? ¿a facebook? ¿a la página de vídeos pornos? La imagen de Juan pajeándose parpadeó en mi cabeza. Si ya había visto dos vídeos, posiblemente había un tercero, me dije. Ya empezaba a sentir aquel conocido cosquilleo en la entrepierna. Abrí el mozilla y me dispuse a navegar, a la búsqueda de emociones que me sacaran del aburrimiento de estar un viernes por la noche en mi casa, seguro que mi polla me daba aquella alegría que tanto echaba de menos.

Salió mi hermano por fin de mi habitación y me levanté a cerrar la puerta. Hacía calor pero era preferible pasar calor a que mi padre me sorprendiera con el ordenador de José Miguel. Últimamente se mostraba muy cariñoso y cercano. Quizás si veía que había hecho yo trampas, es decir, que no había sido consecuente con el castigo que me había impuesto, esa especie de buen rollo que últimamente había entre los dos, se podía ir al carajo. Y no tenía yo ganas de más problemas.

Me puse por fin a trastear en el ordenador. Y lo primero que hice fue abrir la página de facebook. No tenía muchos mensajes, solo uno de Lolo, mi compañero de clase, preguntándome que cómo estaba, que qué me había pasado esta mañana, que si necesitaba un amigo que contara con él... En fin, tonterías. Y digo tonterías porque aunque Lolo y yo no nos llevábamos mal, tampoco es que fuéramos muy amigos. Ya he dicho que me llevaba bien con todos mis compañeros aunque ni me planteaba llamarlos para salir o para irme de marcha. Con Lolo, lo mismo, bueno, lo mismo no, aquel amaneramiento que tenía me ponía bastante nervioso, no sé, no quería que me relacionaran con él, así de simple.

Si no tenía mensajes sí hubo algo que me sorprendió, tenía una solicitud de amistad; cuando pinché para ver de quién era, mi corazón pegó un bote: era de Alberto José, mi antiguo amigo, aquel chico colombiano al que le había hecho una paja inolvidable hacía unos tres años, más o menos por esta fecha; la historia de esa paja ya la conté más arriba, así que no voy a repetirla, aunque su recuerdo empezó a cosquillearme allí donde empieza el deseo: entre los huevos y la base de la polla.

Acepté por supuesto su solicitud y entré rápidamente en su perfil. Me fui directamente a las fotos. No tenía muchas pero algunas eran muy buenas, algunas eran geniales, por lo menos para recrearme un poco en ellas.

Sobre todo aquellas en las que salía en algunas competiciones, con el escueto bañador de competición. Joder con Alberto José, exclamé en voz más alta de la normal. Yo ya había intuido, cuando lo veía alguna vez por los pasillos, que se había desarrollado muy bien, de hecho, cuando le hice aquel pajote ya tenía un cuerpo espléndido, así que después de tres años de más entrenamiento, aquel cuerpo ya estaba completamente hecho y dispuesto para dar placer. Qué suertuda la que se lo lleve, pensé mientras me recreaba en una de las fotos, una en la que se le veía, justo antes de saltar a la piscina, poniéndose las gafas, los brazos levantados, el torso tan amplio, con esos dorsales que sobresalían, los pezones oscuros y tan deliciosos, las axilas limpias, las piernas firmes y un bulto que destacaba sobremanera en la tela celeste del bañador.

Ya empezaba a empalmarme otra vez, cosa que no era de extrañar viendo aquellas fotos. Había otra que también me puso cardíaco: esta se le veía de espaldas, charlando o escuchando a otros compañeros, todos, por cierto, bastante apetecibles, pero menos que Alberto José. Se le veía de espaldas, el cuerpo apoyado sobre una pierna, y lo que más me ponía era ver cómo el bañador se le había subido un poco por la cacha derecha, y a pesar de ser él bastante moreno, se distinguía una carne algo más pálida, una carne curvada y tensa. Me estaba poniendo palote viendo aquellas fotos, pero no quería empezar a pajearme aún, prefería sentir mi polla dura contra el algodón del slips y recrearme y bichear por todas las demás fotografías.

Estuve un buen rato trasteando por su perfil. Había más fotos de él, aunque en bañador solo otras cuatro. Las demás se le veía, siempre sonriente y feliz, con otra gente, la mayoría compañeros del instituto, tipos que yo conocía de vista, algunos también habían sido mis compañeros hacía tres años, pero con los que no tenía ya ninguna relación.

Ver las fotos de Alberto José de marcha y divirtiéndose con sus amigos, me deprimió un poco, pues imaginaba que su vida era mucho más divertida y feliz que la mía, y lo sería, seguro, simplemente por tener esa cara y ese cuerpo ya sería mucho más feliz. Además todo el mundo parecía quererlo o si no, todo el mundo parecía querer ser su amigo.

Seguí rebuscando en su muro y en su perfil. En muchas fotos aparecía con alguna chica, pero casi siempre eran distintas, pensé que no tenía novia, y que preferiría enrollarse cada fin de semana con alguna de aquellas que tan sonrientes y felices posaban junto a él. Joder, yo también posaría así de feliz y sonriente si lo tuviera a mi lado.

En fin, que eché un buen rato paseándome por su perfil. No sabía si mandarle un mensaje, no sé, me daba como corte. Al final decidí escribir uno. Era un tipo estupendo, del que guardaba muy buen recuerdo, y tanto, y del que quería seguir siendo su amigo, ahora que ya apenas tenía, quizás podíamos retomar aquella amistad que tuvimos hacía tres años. Así que le escribí.

¿Qué pasa, tío? Me alegra verte por aquí. Espero que también nos podamos ver fuera. Un abrazo. Ah, y suerte con la selectividad.

Sabía yo, porque él mismo me lo había dicho la mañana del martes, cuando nos encontramos en un pasillo del instituto, que se estaba preparando para la selectividad. Posiblemente hasta que no terminara los exámenes no iba a tener oportunidad de quedar con él.

Dejé el facebook y abrí otra página, la de los vídeos pornos gays de aficionados, aquella en la que me había encontrado dos vídeos protagonizados por Juan, el amigo de mi primo Chema, el tipo aquel que me quiso meter su tremendo rabo en mi boca, hacía ya casi una semana. Joder, cómo pasa el tiempo.

Aparecieron en la pantalla un montón de vídeos. Pensé que aquella página debía tener mucho éxito, claro, no me extrañaba, como tampoco me extrañaba que mi primo quisiera llevarse una parte del pastel, pero no a mi costa, desde luego.

En la tercera página, lo volví a ver: allí estaba su torso moreno y atlético, su torso de jugador de tenis. En los dos anteriores vídeos aparecía en lo que supongo era su dormitorio, en uno sentado frente a una mesa de escritorio y el otro, aquel que se le veía espléndido, tirado en la cama. En ambos se hizo una paja bestial.

El corazón empezó a acelerárseme, como siempre pasaba cuando lo veía en estos vídeos. Por una parte no podía dejar de pensar en su mirada tensa y un poco asquerosa de aquel sábado, pero por otra, la belleza de su cuerpo y lo bien que sabía él darle placer podían conmigo. Pinché en el vídeo y este se abrió en otra página, lo maximicé y empezó la acción. La calidad del vídeo, como la de los otros dos, era la típica de este sitio: una calidad doméstica, incluso un poco chapucera, pero aquello también le daba un morbo especial, supongo que es lo que los pajilleros de todo el mundo, los pajilleros como yo, era lo que íbamos buscando.

Ya digo que empezó la acción: ahora estaba en el cuarto de baño, como en los demás vídeos no se le veía la cara, pero yo ya me conocía bastante bien su cuerpo fibroso y moreno, y sus brazos bien formados, cubiertos de un vello oscuro, y sus piernas fuertes, también cubiertas de vello oscuro. Iba con unos calzoncillos de estos de tela, rayados, a medio muslo, y ya se podía ver en ellos un importante abultamiento. Se oía el grifo de la ducha. La cámara estaba muy cerca de su cuerpo, pensé que posiblemente el que lo grababa era el cabrón de mi primo, no había duda, seguro, lo que aún no sabía era cómo Juan podía haber cedido a su chantaje, ¿acaso también era gay? No, no lo creía, seguro que había otra explicación, pero no era ahora el momento de descubrirla, ahora era el momento de gozar con lo que mis ojos veían.

Allí estaba Juan, su cuerpo bastante cerca de la cámara, se veía su torso nervudo, cubierto también de un suave vello oscuro sobre el pecho y bajándole un poco también por un vientre terso y plano. Su mano recorría ese torso que ya me habría gustado a mí tocar, así que como ya estaba poniéndome bastante palote, empecé a imitar sus gestos: mi mano empezó a recorrer mi pecho no tan amplio como el de Juan, pero igual o más joven, y mis dedos se empezaron a entretener en una de mis tetillas, dándole pequeños tirones que empezaron a ponerla dura. Dura tenía ya la polla que me combaba los slips. Joder, cómo se podía estar tan caliente, me preguntaba a mí mismo.

En la pantalla Juan, mientras seguía sobándose el pecho, se agarraba el imponente paquete que destacaba sobre aquella tela de rayitas; al cogérselo se le veía grande y poderoso. Bajó la mano con que se estaba sobando y se la metió por dentro del calzoncillo; la cámara se acercó un poco y se podía ver ahora aquella línea de vellos oscuros que bajaban desde el ombligo y se perdían allí donde la mano seguía manipulando. Yo empecé a hacer lo mismo: me metí la mano dentro del slip y toqué mi polla larga y fina que estaba dura como un martillo, al tirar de ella, salió del slip la parte de arriba, un capullo con su pellejo en el que ya asomaba un hilito de baba blanca y deliciosa.

Juan, se había bajado por fin los calzoncillos y ahora, casi en un primer plano, su polla gorda y oscura, cabeceaba, con todo el glande en primer plano, como un animal que se asomara a una ventana. Joder, ver aquel vergajo tan cerca, me volvió a recordar la noche del sábado. Pero ahora eran otras las circunstancias y ahora sí me encantaría poder acercar mis labios a aquel bicho que me apuntaba desde la pantalla del ordenador. Se alejó la cámara y se dio la vuelta Juan: por primera vez pude ver su culo, un culo bien levantado y duro, con esa dureza de los que practican habitualmente deporte. Me estaba poniendo cardíaco y mi mano había empezado ya a subir y bajar por mi polla que apuntaba hacia mi pecho. Entró Juan en la ducha y ahora la cámara se había alejado. No había duda, aunque estaba de espaldas, era él, el mismo color y corte de pelo.

Se metió bajo la ducha y empezó a cascársela. La cámara se había vuelto a acercar. Juan se la estaba cascando a saco. Había inclinado el cuerpo sobre la pared de la ducha, estaba de perfil, sobre un brazo la cabeza y con la mano libre no paraba de darle gusto a aquel miembro que se iba poniendo cada vez más oscuro. Todo su cuerpo se mostraba tenso y espléndido bajo el agua que le caía encima. La cámara estaba lo suficientemente cerca para que yo me pudiera recrear en lo que estaba viendo: su torso mojado, cubierto de un vello que se le pegaba deliciosamente a la piel, el vientre terso y más abajo una mano que subía y bajaba con voracidad por una polla que sobresalía bastante, unas pelotas oscuras y velludas se movían al compás de aquel movimiento, chocándose con los muslos también mojados y brillantes.

Intenté aguantar la corrida, como siempre hacía, porque quería verlo correrse a él antes de correrme yo, pero no pude, no pude parar aquel torrente de leche caliente que me salpicó sobre el pecho y sobre mi estómago. Se me nubló la vista y eché la cabeza hacia atrás. Tan aislado estaba en aquellas sensaciones que no sentí cómo la puerta de mi cuarto se abría de repente, por eso cuando vi aquellos ojos fijos en mí, pegué un grito.

(continuará)