Intimidades de un prostíbulo

Desfilan los distintos personajes. Putas y clientes.

Intimidades de un Prostíbulo.

Autor; Ricardo Erecto

Juan Manuel Vértiz era un sagaz empresario. Había formado la compañía La Joven Complaciente S.A. en 1997 y los resultados hasta el presente eran muy satisfactorios. Para que todo saliera como él quería, debía pasar muchas horas en el local donde se desarrollaban las actividades de la Empresa. Se turnaba con su socio minoritario (35% de la sociedad) Iván Fierro.

El edificio, ubicado en la calle Patalano 550, constaba de 15 habitaciones, una sala de espera para las trabajadoras con cómodos sillones, dos camarines para que se pudiesen cambiar con comodidad, todo en la planta alta. En la planta baja estaba la recepción, un bar con una barra y unas pocas mesas, una sala de entrevistas, la administración y el despacho de los titulares de la Empresa.

Actualmente contaba con más de 50 trabajadoras que hacían horarios tales que el local permanecía abierto las 24 horas. La tarifa promedio era de 150 dólares por una hora, 270 por 2 horas, 480 por 4 horas, 850 por 8 horas y 90 por hora adicional. Los valores oscilaban entre 60 dólares la hora para las más baratas y 1000 las más caras.

Para asegurarse la buena reputación del lugar, Juan Manuel había celebrado un convenio con el Dr. Casado para revisar todas las semanas a la totalidad del personal que laboraba en el lugar.

El Doctor Domingo Casado era el Jefe del Departamento de Vaginas de Alto Rendimiento y Profesor Titular de la Cátedra de Polvos Ocasionales de la Escuela de Medicina de la Universidad local. Su larga experiencia profesional tanto como Jefe del Departamento como el de Profesor Titular lo habilitan para asegurarse una certificación de salud del más alto nivel de las trabajadoras. Anteriormente había sido Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra Conchas Húmedas; Sexo Oral y Culos Abiertos y de la Cátedra Salud en las Putas.

Las mujeres del lugar eran modelos de desfiles de moda, artistas de televisión, bailarinas de teatro y otras figuras relacionadas con el mundo del espectáculo. Se contaban también algunas jóvenes estudiantes universitarias que costeaban parcialmente su carrera con el trabajo en el local, una o dos veces por semana. Las había casadas que de esa manera sumaban ingresos a sus hogares.

Para pertenecer al círculo de las elegidas para trabajar en el local, eran primeramente entrevistadas por Juan Manuel e Iván, debiendo tener acuerdo de opinión entre ambos socios. El paso siguiente era tomarle algunas fotografías, que incluirían en traje de baño, ropa interior y totalmente desnudas. De ello se encargaba un conocido estudio fotográfico con gran experiencia en este tipo de tomas. Todas estas fotos eran minuciosamente analizadas por los socios de la Empresa.

El examen final era tener una larga sesión de sexo con cada uno ellos para verificar su comportamiento en la cama. Si finalmente la aspirante salía airosa de todas las pruebas se acordaba los días y horas en que estaría disponible y el precio de venta de la hora. 50% era para la joven y 50% para La Joven Complaciente S.A

Las fotos que se habían tomado durante las pruebas eran las que integraban el álbum con todas las jóvenes disponibles. Se agregaban además datos de edad, medidas y alguna especialidad que tuviera alguna de las jóvenes. Para acceder a los servicios podía hacerse de dos maneras:

Como visitante, en cuyo caso pagaba la tarifa habitual y no tenía derecho a reserva de horarios o de jóvenes que lo atendieran o por el contrario como Socio, (abonando una cuota mensual de quinientos dólares) tenía derecho de reserva de horarios y de quién lo atendiera. Además gozaba de un descuento de 15% sobre los precios normales y todos los meses recibía una información actualizada de las jóvenes que se incorporaban (con sus respectivas fotos) y los horarios de atención de cada una de las jóvenes que integraban el plantel.

Entre los visitante asiduos podían encontrarse a conocidos políticos, funcionarios de alto rango, empresarios y algunos viajeros frecuentes a la ciudad.

Conchita García Álvarez era una españolita muy dulce y una de las más cotizadas. Su horario habitual era de seis de la tarde hasta las once de la noche de martes a domingo. Si era requerida hacía horas extras. Modelaba para una fábrica de prendas íntimas femenina, pero realmente disfrutaba cuando debía cambiarse las distintas prendas, ya que debía desnudarse, generalmente delante de los fotógrafos y asistentes que por estar acostumbrados, generalmente no daban importancia al hecho, pero el cuerpo de Conchita era algo especial.

Un cliente asiduo era un conocido empresario de 38 años de la industria de la construcción. Todos los viernes, a la salida de su oficina a las 6 de la tarde, se dirigía a la sede de La Joven Complaciente S.A y permanecía con Conchita hasta cerca de las 11 de la noche.

Sus prácticas sexuales eran muy variadas y con frecuencia tenía alguna novedad para hacer con su pareja y podemos afirmar que verdaderamente en un experto en cuanto a posturas y fantasías. Por razones de seguridad todas las habitaciones tenían una cámara de video que observaba constantemente lo que ocurría dentro de ellas, aunque no quedaba registro grabado. Un guardia estaba frente a varias pantallas que recorrían todas las habitaciones para asegurarse que ninguna de las pupilas sufriera la agresión de algún cliente.

Frecuentemente los viernes a la hora de trabajo de Conchita, Iván permanecía un rato frente la pantalla con vistas a instruirse en cuanto a prácticas sexuales para cuando debiera tomar examen a las postulantes. Después de las vistas con la cámara de video llamaba a

Jeannette Bishop y, si estaba libre, pasaba un rato con ella en alguna de las habitaciones, reproduciendo algunas de las posiciones observadas.

Pero volvamos a Conchita, que tenía su conchita bien depilada y predispuesta para los clientes. Menos ser castigada, cosa absolutamente prohibida en la Institución, aceptaba todo. Succionaba con una dulzura que era la envidia de sus compañeras y una de las cosas más solicitada por los clientes. Su lengua recorría la glande haciendo un cosquilleo que producía una erección muy fuerte y la salida de alguna gota de semen agradaba su paladar.

Había practicado el movimiento de músculos vecinos al clítoris y la vagina que hacía gozar a los hombres de manera indescriptible cuando era penetrada por la concha. Difícilmente pedía que usaran preservativo ya que le gustaba recibir la leche en su interior. Una espiral, colocada por el Dr. Casado, le aseguraba no embarazarse. Su boca también, con frecuencia, recibía buenas cantidades de semen que saboreaba con verdadero placer. Considerarla simplemente una puta era algo un poco duro. Que recibiera una paga por su trabajo de meretriz, como lo recibía mientras modelaba, era parte de su subsistencia. Disfrutaba de su trabajo como un marino navegando, un abogado en la Corte o un médico en el Hospital.

¿Alguno de Uds, critica al ginecólogo porque además de poner el dedo en la concha de las mujeres, éstas le pagan?. No, es su trabajo. El de Conchita también era su trabajo, que en lugar de poner el dedo en alguna parte, ponía alguna parte de su cuerpo en la mano o el pene de su cliente.

Una mañana, era un miércoles, fue elegida por un joven de 18 años estudiante, recién ingresado a la Escuela de Medicina. Revisó el álbum y le gustó la figura de Conchita, con su conchita depilada. Mientras la iba desnudando y acariciando sus partes, Conchita le acariciaba el pene, que ya estaba duro.

-Me dejáis que te chupe. Me encanta ponerme el pene de mis clientes en la boca y sobre todo de un muchacho tan joven como tú.-

Cuando comenzó su trabajo con lengua, el estudiante creyó que acababa allí mismo. Su excitación era increíble lo mismo que la habilidad de la españolita con su boca. No quiso esperar más y rápidamente penetró en la vulva que estaba húmeda y parecía sedienta de recibir un chorro de leche. Apenas con algunos movimientos el estudiante acabó en su interior.

-Voy a chupártela de nuevo para que se te pare. Me parece que estás con muchas ganas de coger y presiento que una buena chupada recuperará la capacidad de esta verga.- decía Conchita mientras llevaba el pene a su boca y comenzaba a succionar.

-Sigue, sigue chupando que quiero acabar en tu boca. Nunca antes me la habían chupado así.-

Conchita quería hacer durar el goce del joven. Veía que podía ser un futuro cliente asiduo y no había que desperdiciarlo.

-Que te parece si en lugar de acabar en mi boca acabas en mi culo. ¿Has probado alguna vez meterla por atrás?-

-No, realmente nunca sodomicé a nadie. Será una experiencia.-

-Espera que me ponga un poco de vaselina. Quiero que penetre bien, Luego cierro el culito y sentirás una nueva sensación.-

La penetró profundamente. Conchita cerró el culo todo lo que pudo para apretar el pene en su interior y comenzó el movimiento mientras el joven le hurgaba con los dedos de su mano en los labios depilados de su concha. Poco después acababa como si este fuera el primer polvo del día. Conchita estaba satisfecha. Hacía gozar a su cliente como éste no había imaginado. Realizar bien su trabajo era gratificante para ella.

-Descansemos un poco que quiero continuar cogiéndote. Tus agujeros son maravillosos. No pensé que metérsela por el culo a una mujer mientras le tocaba la concha fuese tan placentero.-

-Déjame que te siga chupando. Ese chorizo me gusta tenerlo en mi boca. Tú quédate recostado que yo hago mi trabajo.-

No tuvo objeción. Se recostó de espaldas en la cama mientras Conchita en algo similar a un 69 se engullía el pene dejando su vulva a escasos centímetros de la cara del cliente. No demoró mucho en que comenzara a mordisquear el clítoris que tenía tan a cerca de su boca. Su pene se endureció nuevamente.

-Ahora sí quiero acabar en tu concha otra vez, pero prolongando el bombeo.-

Conchita se puso boca arriba , separó las piernas y sintió la agradable sensación de ser penetrada. Comenzó a ejercitar el movimiento de los músculos vaginales que había usado en otras oportunidades. Lentamente llevó al estudiante al climax otra vez, que acabó, en esta oportunidad, con un débil chorrito. Conchita también acabó, por primera vez ese día, con un gozoso espasmo.

-¿Cuál es tu nombre? Te elegí por las fotos pero no reparé en tu nombre.-

-Conchita García Álvarez, para servirte.-

-Creo que el nombre es el más acertado. Esa conchita vale oro. Mira ahora debo ir para la Universidad pero creo que te visitaré frecuentemente. Creo que han sido los mejores polvos de mi vida. Veré si este fin de semana puedo desvirgar a mi novia y la próxima vez te cuento. Y si no quiere perder su himen, se la meteré por el culo. Me has dado una buena idea.-

-Si se la vas a meter por el culo, hazlo con cuidado y mucha vaselina. Mira que las primeras veces duele. Tú tienes un pene de buen diámetro y la pobrecita va sufrir mucho si no tienes cuidado.-

-Gracias Conchita por tus consejos. La semana que viene estaré otra vez por aquí.-

Este sería otro cliente asiduo. Eso le gustaba, seguía haciendo buen dinero, pero veamos el perfil de otra de las putas del burdel.

Carlota Larocca era una joven estudiante de arquitectura, de tez muy blanca, 1.60 metros de altura, unas tetitas muy firmes, un culito redondito y una vulvita chiquita y cerradita. Todo parecía pequeño en ella. Sus horas habituales de trabajo se adaptaban a los horarios de la Facultad, unos días por la mañana, otros por la tarde y, generalmente, el domingo todo el día. Por su cuerpo menudo y su cara de nena era frecuentemente requerida por los más jóvenes. Bajo ninguna circunstancia aceptaba ser cogida por el culo. Eso lo tenía reservado exclusivamente para su novio, también estudiante de arquitectura.

Del total del tiempo que permanecía en la sede de la Empresa, estaba ocupada unas 12 horas semanales que le reportaban un buen ingreso para mantenerse y pagar sus estudios. Si bien no le gustaba mucho su trabajo, tampoco le molestaba demasiado hacerlo y siempre se la veía de buen humor y bien predispuesta a desnudarse y abrir sus piernas. Con frecuencia pedía actualizar el álbum de fotos. Era una manera de ensayar nuevas poses fotográficas, desnudarse delante de varias personas y poder mostrar, de manera insinuante, su cuerpo. En una oportunidad sugirió a Juan Manuel incluir algunas fotos de ella jugando con vibradores, consoladores y otros adminículos. La idea no le pareció mala y se comprobó que luego de agregadas a su legajo, aumentó la demanda para llevarla a la cama.

Como se ha relatado anteriormente más de cincuenta mujeres concurrían semanalmente al local. Muy esporádicamente eran solicitadas de hoteles de primer nivel para que concurrieran a sus habitaciones. En general preferían que los clientes se dirigieran directamente a la calle Patalano. Ninguna de las mujeres pasaban los 30 años, pero la gran mayoría tenía entre 19 y 23 años. Para promoción entre los varones más jóvenes, si presentaban documentos que acreditaran que tenían menos de 20 años, tenían un descuento especial de 20 % sobre todas las acompañantes.

Así como Carlota se oponía a ser cogida por el culo, era la especialidad de Anita Enríquez. Tenía su recto siempre desocupado y el ano bien lubricado para una penetración rápida e indolora. Varios de sus clientes habituales le requerían esta especial predisposición. Quizás Anita era la que más se parecía a una puta de la calle. Si bien provenía de una familia de alta educación y ella misma podía comportarse como una dama, le gustaba utilizar un lenguaje soez y grosero. Expresiones tales como "Nene, metémela por el culo" "Mi concha está ansiosa de recibirla" "Vení que te la chupo toda" era frecuente escuchar cuando se estaba con ella. Especialmente un conocido abogado la visitaba asiduamente, gozando cuando se dirigía a él de esa forma.

Anita tenía tetas grandes y no eran rellenas con silicona. Simplemente era tetona natural, lo cual invitaba a los clientes a masajearlas mientras se la cogían por el culo. Por alguna rareza de la naturaleza tenía muy pocos pelos en el pubis que afeitaba rigurosamente todos los días. Esos labios sin casi sin sombra de los pelos rasurados excitaba a alguno de los parroquianos. Tampoco tenía inconveniente en ponerse en la concha cuanto objeto se le ocurriera al cliente de turno. Siempre complacía a todos. Así solía recibir propinas que acrecentaban su ganancia.

En general la vida era muy tranquila en el local. De todas maneras un par de corpulentos guardias estaban dispuestos a poner orden si alguno se pasaba de alcohol, drogas o simplemente era un busca líos. Las chicas podían estar tranquilas también porque eran vigiladas desde los monitores. Cualquier intento de violencia dentro de las habitaciones era inmediatamente detectada y los corpulentos entraban sin pedir permiso. De todas maneras muy pocas veces debieron actuar.

Luciana Treviño Concha, (Treviño por parte de su padre y, lógicamente, Concha por parte de su madre) era una joven de 22 años, 1metro 64 centímetros de altura, cabello negro y ojos celestes muy claros. Su busto, 91 centímetros, bien firme y parado le permitía no usar corpiño debajo su ropa de calle, cosa que se notaba. Lucía una delgada cintura 63 centímetros y un culo redondo, también muy firme y parado, de 95 centímetros de contorno, hacían de ella una mujer muy apetecible. Pasaba muchas horas en el edificio de la calle Patalano. Sus labios gruesos hacían presentir que sus mamadas serían algo imperdible. Todos aquellos que la probaron, coincidían en lo mismo. Eran unas mamadas magníficas.

A Luciana no le gustaba tragar la leche de sus clientes, por lo cual siempre buscaba la manera de evitarlo, aunque de vez en cuando se la tragaba, si era de un cliente conocido y frecuente. Usualmente comenzaba la chupada luego del primer polvo y para reavivar el miembro flácido del cliente justo luego de la salida del semen.

Su concha estaba rodeada de abundante pelo negro, muy fino y suave que invitaba a las caricias, cosa que justamente la calentaba muchísimo redundando en cogidas que gustaban a todos. Cuando la penetraban gozaba si al mismo tiempo le ponían un dedo profundamente hundido en el culo, acompañando el movimiento del pene de turno pero se negaba, siempre que le era posible, a que se la clavaran por atrás. Dedos si, vergas no. Le gustaba, y lo promovía, que le chuparan la concha, aunque siembre evitaba acabar así.

Carina Belgrado era una actriz de televisión bastante conocida y muy pocas veces estaba en el edificio si no era llamada específicamente. No tenía días u horas fijas y, como se dijo, esporádicamente estaba allí esperando algún cliente, pero cuando era requerida, se las ingeniaba para disponer del tiempo libre necesario para esa actividad.

Era principalmente requerida por algún muy alto ejecutivo o contratada por empresarios locales para atender a visitantes del exterior. Habla muy bien inglés y podía entenderse razonablemente bien francés y portugués. Por supuesto su precio era muy alto y difícilmente estaba más de 2 horas con un cliente. Su predisposición sexual era completa y no rehusaba ninguna práctica, posición, o adminículo para usar. Tenía la mente abierta, lo mismo que sus piernas, no limitándose por nada. Si se lo solicitaban entregaba a sus amigos una foto de cuerpo entero, en ropa interior muy sugerente con su autógrafo. Era el regalo adicional, además de su cuerpo,

que ofrecía sin dificultad.

Conociendo esta predisposición de Carina en sus relaciones con los hombres, frecuentemente antes de comenzar alguna serie o novela en televisión pasaba por el lecho de alguno de los responsables de los programas e incluso de sus compañeros de tareas. Nunca había tenido relaciones con otras mujeres. Era algo que rechazaba enérgicamente a pesar de algunas ofertas recibidas.

Respecto de Jeannette Bishop, podemos decir que era de ascendencia escocesa y a pesar de su apellido, no era muy religiosa que digamos. Pasaba muchas horas en la calle Patalano. Como queda dicho muchas veces debía servir a Iván pero sus 1 metro sesenta y cinco centímetros, su cara pecosa y pelo rubio entusiasmaban a más de un cliente, por lo que era requerida con frecuencia. Como promedio pasaban por encima de Jeannette seis hombres por día.

Si bien sus tetas no eran muy grandes, la naturaleza la había dotado de unos pezones más grandes de lo común que había hecho atravesar por sendas argollas de pequeño tamaño que sorprendía a sus nuevos clientes. Su culito, de tez muy blanca, era firme y redondo. Su iniciación sexual fue cuando tenía quince años con un compañero de escuela en un bosque, contra un árbol, un día de salida al campo. No había sido satisfactoria esta primera vez, pero insistió a los pocos días con otro compañero (esta vez en una cama) y antes de la finalización del curso ya había se había acostado con ambos jóvenes una veintena de veces.

Ahora, con veintidós años, tenía gran experiencia sexual. Había comenzado en La Joven Complaciente cuando tenía 19 años. Su trabajo le encantaba y lo hacía con verdadera dedicación y profesionalismo. Por ese motivo en sus visitas semanales al Dr. Casado, el que también había visitado sus intimidades pero no por motivos profesionales, se informaba respecto de la anatomía femenina y masculina y aspectos psicológicos con el fin de hacer mejor su trabajo. Su libro de cabecera era una recopilación de artículos reunidos bajo el título de " Manual de la Puta. Cómo Dar y Recibir Placer", complementado por la lectura de "La Concha Ansiosa" precisamente cuyo autor era el Dr. Casado.

En los ratos libres le gustaba describir minuciosamente el tamaño, forma y otros detalles de los penes de sus clientes y calculaba las dimensiones de los mismos con su boca. Tanta era la práctica que tenía que con algunos clientes frecuentes hasta podía medir la calentura por el diámetro y largo, siempre teniendo en cuenta hasta qué parte de su garganta llegaba la glande.

Las historias que se desarrollaban en el interior de la casa de la calle Patalano eran muy variadas y algunas, curiosas. Fue así que u

na calurosa tarde enero llamaron a Juan Manuel solicitando un turno.

-Juan Manuel, habla el gerente del Hotel del Río. Mañana llega el Director de la JCN, la compañía de Computación. Quiere para la noche algo de lo mejor. Recuerda que estuvo con alguien que era actriz. ¿Está contigo esa actriz de televisión que está tan buena?-

-¿Te refieres a Carina Belgrado?-

-¡Exactamente. No me acordaba el nombre! ¿Podrá estar disponible mañana a las 10 de la noche?

-Vamos a confirmarlo. ¿Cuánto tiempo querrá estar con ella?

-Calcula 3-4 horas. Es muy cara como para mucho tiempo. Por supuesto sería en tu reducto. No quiero líos en mi hotel.-

-Por eso no te preocupes, podemos enviarle un auto a buscarlo. Llamaré a Carina y en un rato te confirmo.-

-Bien, hasta luego.-

-Tres o cuatro horas de Carina siempre es interesante. Es una hora un poco complicada para ella pero veremos cómo nos arreglamos. Quizás Carina se acuerde, pero me parece que este cliente le gustan los juguetes. Habrá que tener algo preparado,- pensó Juan Manuel. De inmediato llamó a Carina quién no tuvo inconveniente.

-Si mal no recuerdo a este tío le gustan los juguetes. Por favor, ten preparadas unas esposas, un vibrador y vaselina. Recuerdo que le gustaba usar mis tres agujeros.-

-Así será Carina, hasta mañana.-

Unos veinte minutos antes de las 10 ya estaba Carina en la calle Patalano. Se duchó, se perfumó, se aseguró que su recto estuviera desocupado, se vistió de manera sugerente y se puso a esperar a su ejecutivo. A la hora prevista arribó el auto con su cliente.

-¡Carina querida, qué gusto de encontrarte otra vez! Se te ve cada vez más apetecible!-

-Muchas gracias, pero vamos a mi cuarto para ponernos cómodos. Tengo unos deseos bárbaros de tus caricias-

-¿Y nada más?-

-Por supuesto de lo que tienes entre las piernas. Creo que ya estoy húmeda...-

Se dirigieron al dormitorio. Sobre la cama había un juego de esposas, grilletes, vibradores y otros juguetes. Apenas los vio el ejecutivo le colocó las esposas a Carina con las manos detrás de su cintura y comenzó a recorrer con sus manos todo su cuerpo. Carina se movía cuál una serpiente mientras gemía de placer. Evidentemente era una buena actriz.

Poco después despojaba a la joven de todas sus ropas y comenzaba la penetración por los distintos agujeros. Carina continuaba gimiendo y moviéndose como si estuviera muy excitada. El empresario gozaba de los polvos y de tener entre sus brazos el cimbreante cuerpo de Carina. Era pasada la una de la madrugada cuando ya exhausto, da por finalizada la sesión. Los más de 3.000 dólares gastados en esas tres horas le parecen la mejor inversión de último semestre. Carina, vistió y se fue a su departamento a descansar de tanto fingimiento. Su trabajo era ser actriz.

Por razones de seguridad todos los movimientos eran seguidos a través de la cámara de televisión por el guardia, teniendo en cuenta algunos de los "juguetes" que estaban en la habitación. Como en otras oportunidades no pasó nada fuera de lo normal. Polvos, chupadas, penetradas, etc.

Esta situación, con algunas variantes, se sucedían con frecuencia en la vida de Carina, que veía así incrementados sus ahorros.

Ingrid Borj era una joven modelo sueca que había venido a la ciudad cuando tenía sólo 5 años. Había estudiado en buenos colegios y se había recibido de Bachiller con escasos 17 años. Alta, rubia de muy buenas formas comenzó a modelar antes de terminar el colegio. Los compañeros varones siempre la rodeaban en la esperanza de poder ocupar un lugar....entre sus piernas, cosa que algunas veces conseguían.

Finalizado el colegio, se dedicó de lleno a modelar. Su especialidad eran los trajes de baño y la ropa interior y si bien tenía bastante trabajo, tenía mucho tiempo libre que no sabía a qué dedicarlo. Fue por eso que para incrementar sus ingresos decidió relacionarse con La Joven Complaciente S.A. pocos días después de complir los 19 años.

Luego de las pruebas de rigor fue admitida en el plantel del establecimiento. No quería horario fijo ya que debía adaptarse a su tarea principal, por lo menos por ahora, que era la de modelo. Su primer día no fue muy brillante. Luego de permanecer más de tres horas en la calle Patalano, ninguno de los visitante la solicitó. Fue más afortunada al día siguiente que a poco de llegar fue elegida por un joven médico recién recibido.

Pasaron al cuarto de la planta alta y el médico le indicó que antes de cogérsela quería simular que fuese una de sus pacientes en el consultorio y así la trataría.

-Quítese la ropa de calle y quédese sólo con bombacha y corpiño.-le ordenó. La "paciente" obedeció de inmediato con las prendas indicadas.

-Acuéstese en la cama y levante las piernas. Quiero saber cómo se mete la bombacha en los pliegues del culo.- Ingrid obedeció de nuevo, mientras pensaba que era evidente el viejo adagio."sobre gustos no hay nada escrito".

-Ahora sáquese el corpiño que debo revisar esas tetas. Me parece que están un poco duras.- Decía mientras las masajeaba con insistencia.

-Efectivamente. Noto algo raro en estos pezones. Será mejor que le revise la vagina. Quítese la bombacha.- Por supuesto Ingrid obedeció de nuevo quedando totalmente desnuda. Ahora el joven médico le metió un dedo en la concha mientras con la otra mano hurgueteaba en el agujero del culo.

-Debemos profundizar esta revisión. No me queda más alternativa que cogerla para ver si la vagina está en buenas condiciones. Quizás también deba penetrarla por el culo.-

-Por supuesto, Doctor. Estoy ansiosa por saber si debo seguir algún tratamiento especial que Ud. me recomiende. Aquí tiene mi conchita dispuesta a que su pene la penetre.-

Parecía un diálogo de necios. Ingrid se divertía. Total lo que tenía que hacer era lo que podía imaginarse. Se preguntaba ¿Serían así todos los clientes de esta casa?. Mientras estaba sumida en estos pensamientos sintió una agradable penetración entre sus piernas. Era mejor gozar del momento. Acompañó el movimiento de su ocasional visitante.

Poco después se sintió inundada de la leche de su compañero. Había gozado de esta primer parte de su experiencia de sexo pago. El médico se dirigió al baño a higienizarse para volver a iniciar juegos que le permitieran una nueva erección.

-Te la voy a chupar que se te ponga bien dura y así comenzamos la segunda ronda.-Ofreció Ingrid. Su lengua pasaba una y otra vez por la glande mientras todo el pene comenzaba a endurecerse. Poco después estaba en condiciones de penetrar nuevamente.

-¿Me la quieres meter de nuevo o prefieres que te la siga chupando?- Preguntó la joven.

-Quiero metértela por el culo. En realidad nunca lo hice por allí pero una colega me insiste que lo hace y que ambos disfrutan mucho del sexo anal. Así es que vine preparado y aquí tengo un gel lubricante que facilitará las cosas.-

-Nunca me la metieron por el culo. Tengo noticias que es bastante doloroso para las mujeres. Póneme el gel pero éntrala muy despacio. Si me duele, la sacas.- Ingrid se puso en cuatro patas exponiendo el culo para ser lubricado

El visitante le pasó abundante gel en la entrada del ano. Finalmente apoyó la punta en la entrada y comenzó a empujar con cuidado. El trozo de carne penetraba sin dificultad mientras Ingrid se relajaba cada vez más excitada por esta nueva experiencia y por la ausencia de dolor. Finalmente ya estaba hasta el fondo, todo lo que podía penetrar.

-¿Te duele?. Creo que entró sin dificultad. Si te molesta te la saco.-

-¡No!. Muévete que quiero sentir el chorro adentro.-

Mientras le acariciaba los pezones con una mano, con la otra le tocaba el clítoris que lo notaba cada vez más húmedo e hinchado. Continuaron el movimiento hasta que poco después ambos se estremecieron en un orgasmo fenomenal.

-Mi colega tenía razón. Me gustó mucho cogerte por el culo. Tan apretado... Además eso de tocarte la concha mientras tanto, también me excitó.- Aseveró el doctor.

-A mí también me gustó. Creo que ahora soy una puta completa. Ya he sido penetrada por los tres agujeros. Doctor, su revisación creo que ha sido completa. ¿Cómo me encontró?-

-Bien, pero creo que deberé revisarla más a menudo. Tanto esa concha como ese culo deben recibir una atención profesional más a menudo. Por ahora me quedaré con su bombacha como recuerdo teniendo en cuenta que es la primera vez que examino una paciente por atrás como lo hice en esta oportunidad.-

-¿Me va a dejar que ande con pollera y sin bombacha?. ¿Y si el viento me levanta la pollera en la calle?-

-Pues será un regalo para los que puedan observar ese pubis y ese culito tan lindo.-

-Me da un poco de vergüenza andar así.-

-Una puta profesional no debe temer que le vean sus intimidades. Además es posible que tengas más clientes. Puedo recomendarte a alguno de mis compañeros para que te visiten aquí-

-Has mezclado las cosas. ¿Qué tiene que ver que me vean la concha en la calle con la visita de tus compañeros al prostíbulo?.-

-Nada que ver, pero igual les diré que te busquen y te la metan por el culo. Ahora me voy que se me hace tarde.-

Así finalizaba la primera vez como puta de Ingrid. No le había disgustado la experiencia. Al principio le pareció un tanto extraño el comportamiento, pero todo terminó bien. Esa metida por atrás, que había sido novedad para ella, había sido satisfactoria. Podía repetirse.

Ese día debió salir del establecimiento sin su bombacha, que se la había quedado el médico. No había viento, por lo que la falda no se levantaba, pero la salida del subterráneo era un poco más complicado. Las personas que ascendían detrás de ella sí podían ver que estaba sin ropa interior. Esta posibilidad la excitaba y mientras caminaba hasta su departamento pensaba que quizás esa fuera una práctica suya en el futuro. La falda directamente sobre la piel. Cuando usaba pantalones, entonces sí debía tener algo abajo, por elementales razones de higiene.

En definitiva ese día había tenido un solo cliente aunque las dos horas que estuvo con él le reportaron unos 900 dólares adicionales. Se puso contenta. Era una puta cara y se dejaría coger por cualquiera pero a 450 la hora. No estaba mal.

Otro de los días que estaba en La Joven Complaciente, esperando algún cliente, fue elegida por un señor de unos 55 años.

-Que sorpresa agradable cuando vi el álbum con fotos y encontrarte a ti. Te conocía de algunos desfiles de ropa interior. Soy exportador de prendas femeninas y las veces que te miraba en la pasarela, te imaginaba desnuda en la cama y ahora se dará la fantasía.-

-Yo no te recuerdo. Hay tanta gente en los desfiles...¿Quieres que haga un desfile privado para ti.?

-No, mejor yo te voy quitando todas las prendas hasta dejarte desnuda.- Dicho esto el hombre comenzó a acariciar mientras le quitaba las prendas que cubrían su cuerpo. Al sacarle el corpiño exclamó:

-Esas tetas son mejores que lo que podía imaginar. ¡Qué firmeza! Y esos pezones rosados duros y erectos, ¡Qué hermosura!-

Finalmente Ingrid quedó totalmente desnuda acostada en la cama. Sentía los dedos del hombre recorriendo sus muslos, su vientre, su concha, sus tetas. Sintió como un estremecimiento en todo el cuerpo. Le parecía que iba a acabar antes de ser penetrada.

-Me gusta que me besen la cabeza del pene antes de penetrar cualquier vagina.-

Sin vacilar Ingrid acomodó su cuerpo y comenzó a primero a besar, luego a lamer y finalmente a chupar el pene de su cliente, que se endurecía cada vez más. Llegó el momento en que ella sospechó que estaba muy cerca de acabar. Se acomodó nuevamente para recibir el premio en su interior. Al finalizar el tiempo pactado, había acabado tres veces en el interior de la puta mientras que Ingrid tuvo dos orgasmos que valían por cuatro.

-Cuando te vea en la pasarela no podré apreciar las prendas que luces. Te veré siempre desnuda. Esos pelos rubios que adornan tu bajo vientre concentrarán mi atención.-

-Para que te calmes, será conveniente que me visites aquí antes de los desfiles y te dejes llevar por la realidad en lugar de la imaginación. Te será más relajante.-, comentó mientras guardaba los cien dólares de propina que le dejó.

Ingrid quería asegurarse este cliente. Tenía dinero y contacto con la moda y podría impulsarla para modelar no sólo trajes de baño y ropa interior sino también otras prendas, aparte de sus honorarios como puta.

Luciana tenía clientes asiduos. Su largas horas de permanencia en el prostíbulo y su agradable figura hacía que varios de los concurrentes la eligieran. ¿Cuántos pasaban por semana por su interior? Difícil precisarlo pero se pasaba más tiempo desnuda que vestida. También estaba mucho tiempo arrodillada chupando, aunque como queda dicho no tragaba la leche. El movimiento de su lengua excitaba a los clientes hasta la locura y todo aquel que lo probara una vez, se lo pedía nuevamente cada vez que volvía a la calle Patalano.

Cada vez le gustaba más que le metieran un dedo en el culo, por lo que poco a poco comenzó a sugerir a sus clientes que también se la metieran por allí. Puede decirse que era una puta golosa que le gustaba y disfrutaba del sexo. Era su medio de vida y sabía que debía aprovechar sus años de joven, porque luego, invariablemente los clientes la requerirían menos. Llegado ese momento sería adecuado buscarse un marido. Tenía ideas definidas de lo que quería. Por ahora polvo y polvo y a embolsar dinero.

Una tarde debió satisfacer a un joven de apenas 18 años. Ya tenía cierta experiencia pero sin muchas vueltas fue al grano. -Bueno denúdate enseguida y chúpala. No tengo mucho dinero por lo que no estaré más de una hora pero quiero de todo.-

-Pareces apurado. Comenzaré con una chupada. Luego me la meterás en el culo.-

-Veo que eres una puta total. Ahora chupa y déjamela bien dura.-

-Es mi especialidad, a pesar que mi segundo apellido es Concha.- y comenzó a pasar su lengua por todo el miembro mientras él le apretaba los pezones entre los dedos. Muy poco después comenzó a sentir el gusto de algunas gotas de semen.. –Ahora métela por el culo que ya está preparado.-

Sin mediar casi palabra Luciana se inclinó hacia delante separándose las nalgas con sus manos mientras relajaba el ano aguardando el embate del pene de su cliente, que observaba con cierta sorpresa la decisión y premura de su compañera. Sin embargo avanzó y, con alguna dificultad, la penetró completamente por ese agujero. Era su primera experiencia en sexo anal. No le disgustó sentir la presión de penetrar tan estrecho canal.

Bombeó por unos minutos hasta que luego decidió entrar en la vagina. –Date vuelta que te le meto en la concha, puta.-

-Mira, no me gusta que me llames puta. Ya lo hiciste antes y no dije nada pero basta. Sé que soy una puta pero lo dices con desprecio y eso no lo soporto. Hago esto porque me gusta y porque gano dinero, pero no desprecies mi trabajo. Tu también lo estás aprovechando.-

-Bueno no te enojes. Si te portas bien te dejaré una propina. Tengo necesidad de acabar.-

Muy poco después un chorro de semen invadía el interior de la concha de Luciana Concha, que había conducido el dedo índice de su cliente profundamente en el interior de su culo.

-Déjame lavarme y comenzamos de nuevo. Veo que sigues caliente como para cogerme de nuevo. Te la voy a endurecer con otra chupada.-

-Tus mamadas son realmente muy buenas. Vamos que te la quiero meter por el culo otra vez. Sentí una sensación que nueva que quiero repetirla, pero ahora voy a acabar allí.-

Antes de la hora estipulada, el joven ya se estaba vistiendo para irse. –Debo reconocer que te has portado muy bien y me has hecho conocer cosas nuevas. Voy a volver y te prometo que no te llamaré más puta. Te pido disculpas por eso y ahora toma, ésta es mi propina,- mientras alargaba un billete de alto valor a Luciana.

-Bueno, te espero pronto. Ya sabes que mi lengua y mi culito están a tu disposición. Por supuesto también mi conchita quiere recibirte en su interior.-

Había pasado otro de los clientes de Luciana, que podía convertirse en una frecuente.

El caso de Carlota era un tanto especial. Quería ser arquitecta y estudiaba con mucha dedicación, pero necesitaba trabajar en algo que fuera flexible y se adaptara a sus horarios de estudio. Así surgió la idea con su novio que ingresara al plantel de La Joven Complaciente. Lo discutieron un poco y llegó a la conclusión que además de ser un trabajo redituable, a Carlota le divertía y su novio no tenía inconveniente. En particular se podía escuchar de sus labios. "Mi novia no es de jabón, que se gasta a medida que se lo usa. Por el contrario una mujer es como esas máquinas que cuanto más las usas, funcionan mejor".

Uno de los domingos que estaba en la calle Patalano, llegó un joven de alrededor de 30 años, buscando una chica con la cual coger. Luego de revisar el álbum de fotos eligió a Carlota a quién primero quiso conocer desnuda. Si bien no era una práctica usual, se le permitió pasar a una habitación en la cual estaba Carlota desnuda. Luego de observarla, quedó conforme y anunció que se quedaría unas seis horas con ella.

Lo prolongado del tiempo anunciado sorprendió a todos, pero, como el cliente es el que manda, Carlota estaría ocupada por ese tiempo. Nuevamente por razones de seguridad se comisionó a uno de los guardias a que vigilara el monitor. Podemos adelantar que nada que implicara actuar a Seguridad ocurrió en el tiempo programado.

Evidentemente el visitante no estaba apurado. Lentamente fue acariciando, besando y chupando cada centímetro de piel de Carlota, deteniéndose especialmente en los pezones. Luego de tanta preparación ella estaba muy caliente y su vagina y el clítoris estaban muy húmedos. Ya tenía ganas de recibirla en su interior, pero debió chupar y acariciar con su lengua el pene del cliente, cosa que no le disgustaba en absoluto.

Cuando ambos comprobaron que había alcanzado su máximo dureza, separó sus piernas y fue penetrada sin dificultad. Todo el tracto vaginal estaba muy bien lubricado. Esa primer acabada hizo gozar a ambos. De inmediato comenzó el segundo "round".

Nuevamente caricias y besos. Carlota comenzó a jugar con un vibrador y esa visión también calentó al visitante. Otra vez felatio y finalmente otra penetración. Ahora nada mejor que un descanso, por lo cual se abrazaron y así permanecieron en silencio un rato hasta que comenzaron a acariciarse nuevamente. El joven le propuso metérsela por el culo lo cual, como ya había sido advertido, Carlota se negó terminantemente. Ese agujero era para su novio.

Bailaron un rato en la habitación, así desnudos, mientras apoyaba su pene que se iba endureciendo contra la concha de Carlota y le acariciaba el culo con suavidad. Poco después ambos estaban calientes nuevamente pero demoraron mucho la penetración. Continuaban las caricias, los besos y las chupadas. Las tetas estaban más duras que nunca y luego de mordisquearlas decidieron hacer un 69 lo cual aumentaba la excitación.

-Este pene tiene un resorte adentro!- Comentó Carlota. –Pocas veces he tenido un cliente como tú.-

-Me gustan las cosas despacio y tu cuerpo es verdaderamente maravilloso. Me he acostado con muchas putas pero nunca he encontrado un cuerpo tan hermoso y acogedor.-

-Cogedor, querrás decir.-

-No creas. Cuerpos cogedores, como dices tú, hay muchos, pero tú eres muy dulce y me parece también que te gusta mucho sentirla adentro.-

-Para decirte la verdad hago este trabajo para ganar dinero y pagarme mis estudios, pero debo confesar que me resulta muy grato. Es cierto que a veces una se encuentra con cada uno... Pero en general son todos buenos chicos y yo la paso muy bien.-

-Qué te parece si empezamos de nuevo. Quiero aprovechar esa conchita, algo estrecha, al máximo. Chúpamela de nuevo.-

Así comenzó la última vuelta. Al final habían pasado las seis horas sin que Carlota lo notara. Ella También lo había pasado muy bien y estaba contenta. Esa noche, a pesar de todos los polvos, se acostaría nuevamente pero esta vez con su novio. Estaba caliente y quería sentirla ahora también en el culo. Esperaba que por hoy ningún nuevo cliente la requiriera.

Unos días después, por la tarde Anita recibió la visita de su frecuente cliente, el abogado. El trato ya era casi familiar. Así como podía ser grosera al dirigirse a alguno de sus clientes, también le gustaba que se dirigieran a ella de manera soez.

-¿Cómo está tu culo hoy, puta? ¿Has recibido varias en lo que va del día.-

-Sabes que mi culo siempre está a tu disposición y no importa cuantos han pasado por allí hoy. Metémela que te estoy esperando.- respondió Anita mientras se desnudaba completamente. –Dime, ¿has mandado hoy a la cárcel a alguna puta?-

-A la única puta que voy a mandar a la cárcel es a ti por dirigirte de esa manera a un magistrado. Me debes más respeto y me debes ese culo para que te penetre enseguida.-

-Sí Su Señoría, aquí está. Penetre allí que lo estoy esperando...-

Más o menos de la misma manera continuó el diálogo mientras Su Señoría la penetraba, masajeaba sus enormes tetas y le pasaba los dedos por la afeitada concha.

-Ahora te la voy a meter en la concha. Espero que siga cerrada como la tienes siempre,¿o te has puesto algún objeto de gran tamaño?-

-El único objeto de gran tamaño será el de Su Señoría que me hace gozar mucho.-

-Mira que eres una ramera de baja estofa! Separa esas piernas que estoy ansioso!-

Con pocas variantes concluyó el turno del abogado con Anita. Ahora iría a su casa y si su mujer estaba de ánimo, podía seguir cogiendo. Se había quedado con ganas.

Finalmente nos queda por relatar alguna historia de Jeannette Bishop. El autor debe repasar muchísimas historias de esta escocesa que atraía tantos clientes. En las fotos no aparecía con las argollas que ahora lucía en sus pezones por lo que resultaba muchas veces una sorpresa para sus nuevos clientes. Como habíamos comentado, la lectura del Manual de Puta le había aportado muchos conocimientos que le gustaba aplicar.

Quizás una de las historias más interesante es la relación que mantenía en el prostíbulo con un librero. Luego de varias veces de concurrir y elegir a Jeannette, además de cogerla, hablaban mucho y la joven le comentó sus lecturas de los libros "Manual de la Puta, Cómo Dar y Recibir Placer", y de "La Concha Ansiosa". En la visita posterior el librero apareció con un regalo para Jeannette. Por supuesto un libro. Era "La Concha de la Puta al Servicio de los Clientes", cuyo autor, el Sr. John White era un inglés que daba consejos de cómo satisfacer mejor a los hombres.

Jeannette le agradeció sinceramente el libro que también sería una manual de consulta permanente para ella.

-Estoy buscando otro que apenas lo consiga te lo traeré. se llama "Usando el Culo de la Ramera". Creo que te interesará también. Yo lo leí hace unos años y da muchos consejos sobre sexo anal, especialmente cuando uno se la mete en el culo a una puta.-

-A propósito Jeannette. Los británicos suelen ser muy estrictos con las putas. ¿Qué me puedes decir?-

-No lo sé. No he tenido relación con putas británicas. Si puedo contarte una historia que viví de cerca en el viaje que hice el año pasado a visitar a mi tío.-

-Cuéntame, me interesa.-

-Tengo una prima que en ese momento estaba próximo a casarse. Había quedado con el novio que se encontrarían en la casa de mi tío a las seis de la tarde. Yo estaba allí cuando llegó el novio, justo en hora, pero mi prima se retrasaba. Finalmente llegó a la casa algunos minutos pasadas las ocho de la noche.-

-Mi tío la reprendió porque había desobedecido a su novio, haciéndolo esperar y dirigiéndose al muchacho, le dijo: "Lévala al sótano. Ya sabes lo que debes hacer."-

-A mi prima se le inundaron los ojos de lágrimas pero sin decir una palabra se dirigió al sótano, seguida por su novio, quién me invitó a pasar para presenciar lo que iba a ocurrir. Llegamos al sótano y mi prima comenzó a desnudarse hasta quitarse la última prenda. El novio se acercó con una cuerda, le ató firmemente las muñecas y fijó la cuerda a una argolla en la viga del techo.-

-Mi prima gimoteaba. Estaba desnuda y a merced de su novio, quién tomando un látigo comenzó a azotarla hasta que su culo quedo totalmente rojo y pedía perdón. La dejó así atada unos minutos hasta que finalmente la desató y le permitió vestirse. Mi prima se frotaba el culo para calmar el dolor y palparse las marcas hinchadas que había dejado el látigo sobre su piel.-

-Cuando volvimos al living, no pude menos que preguntar acerca del sótano, las cuerdas y el látigo. Mi tío respondió: "He tenido que acondicionar el sótano para que su novio pueda castigar a tu prima. Ésta no es la primera vez que hay que aplicarle una corrección, pero mirando sus ojos me doy cuenta que ha sido muy benévolo con el látigo.-

-Sí Papá. Sólo me azotó en el culo, No me ha castigado ni en la espalda ni en las tetas.-

-Si seguimos así deberé comprar otros instrumentos para castigos más duros. Quizás un caballete dónde te pueda atar para azotarte mejor.-

-No sería una mala idea, dijo el novio. Quizás de esa manera comience a aprender a respetarme...-

-Yo no podía creer lo que había visto y esta conversación ahora. ¡Mi tío había acondicionado el sótano para que el novio de su hija la castigara cuando no se comportaba como correspondía. y todavía quería comprar un caballete!. Quise saber de estos castigo y le pregunté a mi otra prima, hermana de la primera.-

-Si quieres te muestro Jeannette. La semana pasada mi futuro cuñado me castigó a mí porque me demoré en sentarme a la mesa para la cena. Entonces, con permiso de mi hermana y de mi padre me llevó al sótano, me ató las manos arriba de mi cabeza me desnudó completamente y me comenzó a azotarme. Me quitaré toda la ropa para que veas las marcas que todavía tengo. Me azotó en el culo, luego siguió con la espalda, bajó el látigo a mis piernas y luego comenzó de adelante. Mira las marcas que tengo en el vientre. Por suerte en las tetas me dio sólo diez azotes, que son estas marcas que ves aquí. Abajo, en el armario hay varios látigos, paletas y pinzas. Creo que han pasado todos por mi cuerpo en distintas oportunidades. Un día me ató con los brazos en alto, que apenas podía apoyar la punta de los pies, me desnudó y me puso unas pinzas en los pezones y me dejó allí, en el sótano, dos horas -

-Jeannette, dijo el librero, esta es una historia extraordinaria. Nunca lo hubiera pensado. A ti ¿Te han castigado alguna vez así?-

-No, de ninguna manera Me pereció muy cruel y mucho más que el futuro cuñado castigue a la hermana de su novia.-

-¿Y esos anillos que tienes en los pezones?-

-Me los hice poner yo. Son un lindo adorno y a muchos de mis clientes les gusta.-

-Pienso en la historia que me contaste. Quizás en el futuro, el castigo que reciba tu prima menor incluya violación por parte de su cuñado. Me imagino que debe calentarse un poco ver ese cuerpo desnudo a su disposición, implorando piedad.-

-Puede ser. No he querido averiguar más porque creo que no me corresponde. Pero vayamos a lo nuestro.¿Quieres otra chupada antes de irte? Tengo hambre y me vendría bien tragarme tu semen.-

-Jeannette, sabes que a una chupadita tuya no me puedo negar. Anda, succiona hasta que acabe.-

El librero volvió muchas veces y, siempre que encontraba algún libro que pudiese interesar a Jeannette, lo traía de regalo. Era su contribución a la excelencia del servicio del personal de La Joven Complaciente S.A.

FIN