Intimacy 06: penumbra

Un cuentecillo iniciático, a oscuras.

Solo es vídeo. No tiene sonido. Se ve a duras penas una imagen imprecisa en blanco y negro. Distingo su cuarto. Ella está tumbada boca arriba. Él, sobre su cuerpo, se mueve arriba y abajo, como si la empujara. Parece que le duele. Su cara está contraída, y agarra las sábanas con fuerza.

  • Eso es que están follando. Les oigo desde mi cuarto. Algunas veces, no hace falta ni apoyar la oreja en la pared.

  • ¡Eres un cerdo!

  • Y ella una puta.

  • ¡Joder!

  • Él la llama puta, y ella gimotea, y le dice que así, y que más, y chilla como una guarra, como en los videos porno.

  • Cerdo.

Tiene el pijama empapado mientras lo mira. A veces se la toca. Está enorme. Me causa inquietud verlo, como un cosquilleo. ¿Cómo lo ha grabado? No quiero saberlo.

  • Una noche les vi. Se dejaron la puerta entornada y me asomé. Mamá estaba a cuatro patas y papá la follaba por detrás. Jadeaba como una perra, y él resoplaba. Le colgaban las tetas y se le movía el culo entero. Lo tiene grande y blanco.

Sé cómo lo tiene. Nos vemos desnudas en el baño casi cada mañana. Mamá se ducha mientras me lavo los dientes. Tiene unas tetas enormes, muy blancas, y el culo ancho. Parece que está duro. Ahora pienso que cuando se frota tanto… Me da asco pensarlo. Jose es un cerdo. Yo me parezco a ella, pero tengo casi treinta años menos. A veces pienso si no debería… Nada. Tengo que ir a confesarme otra vez. Me da vergüenza contarle esas cosas al padre Ángel.

  • Lara.

  • Lara, despierta.

  • ¿Qué?

  • Ven.

Me lleva a su cuarto de la mano medio dormida. Parece excitado. Tiene ese bulto en el pantalón. Me hace una seña que apenas veo en la penumbra que provoca la luz de la farola para que me calle. Nos arrodillamos sobre el colchón. Se escucha. No es un sonido muy notable: un chirrido rítmico, un jadeo que parece ajustarse al chirrido. A veces un susurro que no es fácil interpretar.

  • La está follando.

  • ¡Shhhhhh!

Me da pánico que puedan oírnos. Me aterra. Puedo imaginarlos: mamá boca arriba; papá se la mete, como en el vídeo del cerdo de Jose. Noto que me excita y trato de despegarme de la sensación, de abstraerla. Es inútil.

  • ¿Oyes?

El sonido se hace más intenso. Ahora gime. Se la escucha gemir con claridad. Tiene las tetas blancas, y grandes. Un poco caídas. Puedo imaginarla a cuatro patas. Lo he visto en el ordenador. La puedo imaginar. Papá metiendo su polla grande y dura, sacándola… Tengo los pezones duros.

  • ¿Qué haces?

  • No seas tonta.

No sé por qué le hago caso. La tiene dura. Se ha bajado el pantalón y me ha llevado la mano hasta ella. La agarro sin saber qué hacer. Está mojada. Me da un poco de repugnancia, pero por alguna razón que ignoro sigo agarrada a ella. La tiene dura. Parece cubierta de una piel delgada, y, por debajo, se nota nudosa. Mueve un poco el culo, y corre en mi mano por debajo del pellejo. Me siento extraña, como mareada.

  • No, eso no, me duele.

Tengo los pezones esponjosos. No quiero que me los toque. Me duelen si me los toca. No digo nada cuando, en su lugar, hurga bajo mis bragas. Aprieta mi pubis como si le fascinara el vello. Me causa una sensación que no acierto a distinguir si es incómoda o agradable.

  • ¡Estás mojada!

  • ¡Shhhhhh…!

Ha encontrado la rendija húmeda entre los labios y su dedo la explora resbalando. Me pone muy nerviosa. Aprieto su polla entre los dedos. Ahora soy yo quien mueve la mano. Me hace un poco de daño. Mamá chilla en voz bajita. Ahora se oye respirar a papá como un animal. Le he oído llamarla puta. Me pregunto si yo también lo soy. ¿Cómo voy a confesarle esto al padre Ángel?

  • ¡Ahhhhhhhh…!

Se ha puesto más dura, aunque pareciera imposible, como inflamada. Palpita en mi mano y escupe. Noto los dedos de Jose clavándoseme con fuerza, como si quisiera hacerme daño. Me hace daño, pero no me aparto, ni la suelto. Me siento turbada y confusa. Mamá y papá jadean fuerte y gimen ahora. Y todo se queda en silencio de repente.

  • Anda, vete a tu cuarto, no nos vayan a pillar.

Me cuesta dormir. Estoy mojada y excitada, febril. Doy vueltas en la cama. A veces, apoyo la mano sobre mi vulva sin saber muy bien qué hacer. Me asusta. Los gemidos de mamá resuenen en mi cerebro. La polla de Jose. Conservo el recuerdo vivo de su manera de latir antes de aquel terminar abrupto. No he llegado a verla. Parezco ir a alcanzar el sueño. Siento envolverme la bruma y…

  • ¿Qué… qué haces?

  • ¡Shhhhhh…!

  • ¡Para! ¡Para! ¡No! Noooooo!

Está sobre mí, entre mis piernas. Sujeta mis muñecas con una mano sobre la almohada y pelea con mis bragas. Me las rompe. Tengo miedo.

  • ¡Para! ¡Por… favor! ¡Pa… raaaaa!

No me atrevo a chillar. Forcejeo. Me domina. Está entre mis piernas. La noto, dura, como antes, rozándome, como buscándome. Respiro agitadamente, aterrorizada. Él resopla. No me habla. Le pido que me deje, que pare. No responde. Me empuja con ella.

  • ¡Ahhhhhhhhhhh!

La tengo dentro. Ha acertado y la tengo dentro. No me ha dolido. Siempre pensé que me dolería. No me duele. Resbala dentro. Carga su peso sobre mí. No puedo moverme. La mete y la saca. Empuja con fuerza. Trato de apartar la cara y me persigue con sus labios. Me besa. Aprieta mis tetillas con su pecho y culea. Gimo. No puedo evitar separar más las piernas, ayudarle. Mi cuerpo parece responder con autonomía. Me digo que no quiero. Entre quejidos y jadeos, sigo pidiéndole que pare. Me ignora. Culea empujándome, y la noto deslizarse, entrar y salir sin parar, más deprisa cada vez. No me resisto. Aprieta mis tetas con las manos. La noto dentro. Entra y sale, entra y sale, entra y sale…

  • Te gusta…

  • ¿Eh?

  • Te gusta. Eres una puta..., como mamá.

  • ¡Cá… ca… llate!

Gimo. Muevo el culo como si la persiguiera. Me siento extraña. No es un mareo, es un calambre, un estremecimiento, un temblor. Le abrazo. Jadea en mi boca. Se le entrecorta la voz…

  • Te… gus… ta…

  • ¡Idio… ta…!

  • ¡Ahhhhh…!

  • ¡No… dentro… noooooooo!

La ha sacado y me arrepiento. Mezclado con el miedo, me recorre un escalofrío violento, una sucesión interminable de oleadas de placer que parecen estallar desde mi coño. Siento su lechita salpicarme en el vientre, en el pubis. La sacude con su mano y me riega, me cubre jadeando, y mi cuerpo tiembla, se crispa, se ablanda, se curva. Es una convulsión violenta, una sensación tremenda que parece adueñarse de la realidad y diluirla.

  • ¡Uffffff…!

  • Anda… vete… vete a tu cuarto…

  • Sí…

Sola, tendida, siento el frío donde las gotas de su esperma me han manchado. Todavía noto un hormigueo entre los muslos. Apoyo la mano. Ahora, no sé cómo, sé que hacer. Aprieto un poco. Muevo la mano como arrastrando la piel. Y vuelve a recorrerme aquel estremecimiento...