Interrogatorios (II): LA ESPÍA.

Europa 1913, la situación política es explosiva. Ella es atractiva, inteligente y preparada. Su país la envía a una misión secreta. No se supone que los agentes locales sean un gran obstáculo… Subestimar al rival es siempre un error.

FRIDA:

Norlandia… Una isla de forma circular situada en el atlántico. Entre la costa sur de Inglaterra y la costa cantábrica española. Independiente durante toda su historia… ni siquiera los romanos intentaron dominarla. No sé si es que no interesa atacarla o que se teme una encarnizada defensa… Hoy es una república neutral.

Neutral… en el fondo neutral no es nadie… Europa está a punto de estallar y todos lo sabemos. Por supuesto, me han enviado aquí por algo importante. Como todos los países insulares, los norlandeses poseen una potente flota. Mucho más potente desde principios de este año. En todos los noticiarios de cine ha aparecido la grabación… Sus ingenieros militares han desarrollado algo formidable. Un torpedo que navega a gran velocidad a quince metros de profundidad. Se dispara bajo el agua en tubos lanzatorpedos sumergidos. Indetectable, imparable… cuando pasa debajo de una gran masa de metal un mecanismo magnético lo hace emerger y explotar sin piedad. Los más poderosos cruceros pueden ser reventados fácilmente con esta arma. Nuestros primeros espías afirman que están instalando esta arma en todos sus barcos, en los más grandes el tubo es giratorio…

Ellos dicen que lo mantendrán como arma disuasoria ante el clima prebélico que se vive actualmente. Por eso me han enviado… Debo hacer lo que sea para conseguir los planos de tan diabólico artilugio. No es mi primera misión… la he preparado bien… conozco el idioma, tengo una buena tapadera…

Me he informado sobre sus agentes secretos… No parecen muy preparados. Los dirige el coronel Montoya… Un tipo gris de origen español. Llevo dos meses aquí y no parece que nadie me haya seguido nunca. No me pusieron pegas a la entrada…

Hoy es el día… Me dirijo a la fiesta del ministro. Con fondos y una buena tapadera fue fácil hacerme un hueco en sus juergas interminables. Linda, la hija del ministro tiene un pequeño “defecto”. Bueno, no estoy segura de que sea un defecto pero lo voy a aprovechar… le gustan las chicas. Le gustan mucho… Sé que me ha invitado porque quiere que le coma el coño con cariño… Lo haré sin duda. Eso me permitirá llegar al despacho de su padre. Allí, en una caja fuerte inglesa que él cree segura, guarda una copia de los planos. Mientras Linda duerme la mona, podré actuar.

Todo va según el plan… La maravillosa morena de pelo rizado que es Linda se pega a mí desde que llego. Hablamos, reímos, bebemos… hago que ella beba, que beba mucho… cuando no me ve vacío la copa, ella lleva el doble que yo. Deshinibida y medio inconsciente, le pido ir a un lugar privado pero que dé morbo. Me lleva a la oficina de su padre.

Se lo merece… le voy a dar lo que quiere… La beso… la desnudo… me desnudo. Bajo la ropa interior tiene un hermoso coño flanqueado por una fuerte mata de pelo negro. Me lo como… con toda la lengua fuera… con un torrente de saliva… lentamente… sin prisa… con cariño. Ella llega a un gran orgasmo, retorciéndose, reprimiendo los chillidos para que no nos descubran. Cuando paro, cae rendida… jadea un poco y en menos de un minuto se queda completamente dormida. Perfecto.

Cuando duerme, actúo sin dudar. Puedo abrir la caja “impenetrable” con un estetoscopio. Allí dentro en una carpeta está lo que busco. No necesito todos los papeles… Llega con el esquema del detonador y el del tubo de lanzamiento. He estudiado cómo podrían ser… los reconozco, los sustituyo por otros falsos, de un torpedo común. Todo bien…

Vuelvo con Linda… ahora es cuando podrían cogerme… me hago la inocente. Salgo de allí por la mañana. Voy al hotel donde llevo viviendo todo este tiempo. Me cambio… un vestido rojo no es nada discreto. Me visto de chica del pueblo, casi de criada. Me dirijo al puerto… Un agente me espera allí… tiene billete en el primer ferry que sale hoy.

Llego a tiempo… Le paso los documentos y se va. Lo veo embarcar… Yo me vuelvo al hotel. Debo quedarme hasta nueva orden. Pienso en el inútil del ministro que sólo guarda una copia para sentirse importante… realmente, él podría estudiar los planos durante meses y no entendería nada.

Sigo viviendo vida de rica heredera ociosa y sin mucha actividad. Una vez a la semana voy a la oficina de correos vestida de incógnito. Allí recojo, con nombre falso, un telegrama con órdenes. Parecerían frases sin sentido… corresponden con un código predefinido. Sé que estamos fabricando torpedos según los planos que robé y que se probarán en breve.

Un día a la salida de la oficina ocurre... ¡¡¡Qué!!! Dos guardias uniformados me dan el alto en la puerta. Me piden documentos… Bueno, los tengo. ¿Qué?, ¿Orden de arresto inmediato?, ¿Qué es esto?

Protesto mientras me sujetan las manos… Usan unas curiosas esposas de bronce. El mecanismo se adapta diabólicamente a las muñecas humanas. Me llevan al puesto de policía más cercano y me encierran en un minúsculo calabozo. Apenas un metro cuadrado… un duro banco de ladrillo al lado de una letrina de olor inmundo.

Sí, algo no va bien. Pasan horas… Hambre, cansancio, calor… estoy sudando. Sigo esposada y no puedo evitar retorcer las manos fútilmente en busca de una liberación imposible.

La puerta se abre… Dos soldados. El que lleva insignia de cabo me informa:

  • Se te acusa de espionaje. Desde ahora pasas a la jurisdicción militar.

Inmediatamente veo con terror como sacan una capucha de tela… como un pasamontañas sin agujero. En el borde tiene trabillas como las de un cinturón y un cordel con un nudo corredizo… un pequeño nudo de horca.

Está claro lo que pasará… me tapan la cabeza… sujetan la capucha con el cordel. Ese nudo no permite retroceso… no lo apretaron mucho pero sí lo suficiente, ahora sólo se podía quitar cortándolo.

Obviamente, no veo nada. Puedo respirar a través de la tela pero me cuesta.

  • Oficial, puedes recuperar tus grilletes.

Oigo el ruido metálico de la llave y, por un momento, siento libres las manos. Sólo un momento… siento como con gran fuerza me colocan las manos a la espalda y me sujetan fuertemente con un cordel… Debe ser un lazo hecho con el mismo nudo de ahorcado.

Así, indefensa me arrastran a un vehículo, me sientan en lo que debe ser la parte de atrás y lo oigo arrancar. Siento vibraciones fuertes y oigo el motor con un ruido similar a un fuerte ronquido.

Debimos recorrer kilómetros, el vehículo vibra fuertemente y no deja de atronar. Por fin se para… Ciega y con las manos atadas a la espalda, noto como me introducen en algún edificio.

¡¡¡Ahh!!! han cortado el cordel de la capucha. Me la sacan de un tirón… Me cuesta abrir los ojos… empiezo viendo borroso. Estoy en una habitación pequeña y casi vacía… Paredes pintadas de blanco que necesitan un repintado. Una bombilla sucia luciendo en el techo…

Frente a mí una mujer de mediana edad, ancha, fuerte y de cara severa. Se acerca a mí y corta las ataduras de mis manos… ¡¡¡Ahh!!! Ahora soy consciente de como me duelen las muñecas.

  • No tenemos todo el día… desnúdate -me dice agresivamente mientras me froto las muñecas.

Obedezco… me quito todo. Iba vestida vulgarmente. Falda, camisa, chal por encima. Calcetines, botines… Me quedo en ropa interior. Ella insiste… Continúo… sé que la resistencia no sería buena idea. Cuando estoy completamente desnuda me da un camisón de color kaki… tela áspera, sin mangas, tirantes sujetos con botones en la parte delantera. Por abajo me llega a la parte superior de las rodillas.

La mujer saca un par de esposas igual al que había usado antes la policía. Resignada extiendo las manos, oigo los clicks metálicos mientras me aprisiona.

Después abre la puerta… a un grito suyo entran dos soldados. Uno lleva un grueso par de grilletes. Esto va a peor… Me dan la vuelta y me obligan a arrodillarme. Siento como me encadenan los tobillos. Los grilletes cierran con una especie de tornillo, lo aprietan fuertemente.

Por último, me enseñan una correa de cuero… parece un collar de perro. Lleva un número recién escrito con tinta gruesa. Me la colocan al cuello y la aseguran con un candado… No esperaba que me trataran bien… Me han entrenado para resistir si era capturada pero esto acojona a cualquiera…

Me sacan afuera… Hay un patio con suelo de tierra. Me obligan a caminar descalza y encadenada. Hay varios edificios blancos. También veo una muralla de piedra con torreones que rodea todo. Sé dónde estoy… lo estudié. Es la prisión militar de “El Castillo”... un auténtico infierno.

Me llevan a otro edificio… pasillo oscuro. Me encierran. Unos dos metros y medio de fondo por metro y medio de ancho. Un colchón tirado en el suelo, un taburete bajo de madera, una letrina inmunda al fondo, junto al cabecero del colchón… Un agujero en el suelo y dos soportes para los pies.

No me han soltado las manos… esto es horrible. Recuerdo cómo trataban a los espías en mi país y era peor todavía.

Dejan pasar el tiempo… Tengo pánico al momento en que me saquen para interrogarme. Parece que me quieren “madurar”. Los carceleros sólo se comunican conmigo abriendo una ranura en la puerta. Dos veces al día, me quitan las esposas y me dan de comer… La comida es inmunda, pero debo comerla… hay que aprovechar toda la energía posible. Me dejan media hora… Devuelvo el plato y me vuelven a esposar. Voy perdiendo la noción del tiempo.

Hoy me han sacado por la mañana y me llevaron a la ducha. Me soltaron las manos y me tuve que duchar desnuda con agua apenas tibia. Una celadora con un palo colgado a la cintura me estuvo vigilando… vigilando y mirando.

Acabo la comida… En nada vienen, me piden el plato vacío. Ya sé lo que viene, me piden las manos. Siento el inconfundible ruido metálico de las argollas apretándose sobre mi piel. Pero esta vez hay algo más… Me dan dos periódicos… ¿Qué es esto?

Uno de ellos es de mi país… ¿¿¿Qué??? Las pruebas de un nuevo torpedo han acabado en desastre. Explosión inesperada durante la prueba. Un barco hundido, varios muertos. ¡¡¡Dios!!! ¿Qué ha pasado?

El otro periódico es local. Un agente extranjero fue localizado en el puerto. Lo siguieron a una vivienda y la rodearon. Un comando completo de cinco agentes fue exterminado por la policía. Cuando intentaron entrar, recibieron disparos a los que respondieron.

Comprendo la terrible verdad. Lo sabían desde el principio… Me pusieron un plano falso… Similar al real pero falso. Localizaron al agente al que yo se lo entregué… Ayer volvía a su base y masacraron a todo el comando. Y nosotros pensábamos que eran unos inútiles.

¡¡¡Nooo!!! Me quiero morir… Mi “trabajo impecable” se ha convertido en un desastre. Me capturan, entrego planos falsos, provoco un desastre naval, aniquilan un comando de cinco hombres que llevaba camuflado un año… Si lograra volver a mí país, me procesarían por traición, me guillotinarían…

La puerta se abre. La celadora me llama con un grito. Coge la cadena de mis esposas con fuerza y me lleva a tirones por el pasillo. Me lleva a una sala vacía… En el centro hay una cadena que cuelga del techo. Me coloca junto a ella y usa un candado para enganchar el eslabón central de las esposas. La celadora se dirige a una esquina. Allí acciona una especie de manivela… Un juego de poleas hace que la cadena suba obligándome a levantar las manos. Impotente, indefensa, veo mis manos subir sobre mi cabeza. Me veo obligada a ponerme todo lo derecha que puedo… No sólo derecha, sigue y me obliga a ponerme de puntillas. Estoy descalza, encadenada de pies y manos y con todo el peso descansando sobre los dedos de los pies. Si me dejo ir un poco hacia abajo, siento el dolor en las muñecas.

La celadora se va… Deja la puerta abierta. Pasan unos minutos, unos minutos eternos. Entran dos personas… Hombre y mujer. Se colocan delante de mí… Él uniformado, lo he visto en fotos. Sí, el coronel Montoya. La otra es una mujer de piel morena, pelo negro rizado y bien vestida… ¡¡¡Linda!!!

  • Te veo incómoda, Frida -dice Linda.
  • Desde que mi padre tomó posesión me dijeron que debía informar de todas mis nuevas amistades -continúa-. Y yo suelo ser obediente, ya lo sabes.

Linda habla con el coronel… Le dice que sólo necesita unos minutos a solas conmigo.

  • Lo que quieras… te lo debemos -dice él, acto seguido se dirige a la puerta.

Por un lado me alivia quedarme con ella… por otro lado me da miedo. ¿Querrá vengarse? Yo la engañé… Se me acerca. Desabrocha el botón que sujeta mi tirante derecho…

  • ¿Qué vas a hacer? -le digo.
  • Sólo devolverte lo que me diste en nuestro último encuentro.

Desabrocha el otro botón… el camisón cae… No me dejan llevar ropa interior. Quedo completamente desnuda con el camisón enredado en mis pies. Ella aparta la prenda obligándome a levantar un pie y luego otro, luego la lanza lejos…

Se pone de pie… Es tan alta como yo, y yo rozo el metro setenta… Me besa, introduciendo la lengua hasta la garganta… Me sujeta la nuca con una mano… ¡¡¡Ahhh!!! Me acaricia la vulva con la otra mano… Intento apartarme… no puedo… Me dejo ir… No es que no me guste… sólo no es apropiado. ¡¡¡Ahh!!! Sí que me gusta… ¡¡¡Ahhh!!!

Ella se arrodilla delante de mí. Comienza a comerme el coño lentamente, cariñosamente... ¡¡¡Ahhh!!! Comienzo a retorcerme incontroladamente. Así, de puntillas empiezo a doblarme como un junco. No puedo parar de gemir como una loca... Mis brazos tiran hacia abajo y las esposas me duelen horrores. Es tal la avalancha de dolor y placer simultáneos que empiezo a sentir como una avalancha de calor en mi interior... Como un río de lava ascendiendo por la chimenea de un volcán. Oigo el tintineo de las cadenas arriba y abajo, no me gusta pero no lo puedo parar... siento sus manos en mi culo... sus uñas clavándose sin piedad en mi piel. Finalmente, me corro en un gran espasmo. Grito como una loca durante un rato...

Ella se levanta y se va, sin mediar palabra. Me ha dejado aquí allí colgada, desnuda, de puntillas, encadenada, caliente y húmeda...

Han pasado al menos veinte minutos... Sigo aquí, inmóvil, indefensa... Me gustaría estirar las articulaciones, limpiarme, ponerme algo encima... Empiezo a sentir frío.

Oigo pasos a mi espalda... Podría volver la mirada con gran esfuerzo pero no podría defenderme de quien venga, por eso ni intento mirar. ¡¡¡Ehh!!! Oigo la manivela, la cadena baja un poco. Mis pies vuelven a posarse por completo en el suelo. Mis piernas están agotadas y empiezo a ser consciente de que me duelen. Mis manos descienden hasta la altura de mis ojos.

Veo al coronel... Es él quien ha relajado mi tormento. Trae un taburete pequeño, lo pone delante de mí. Me fijo en su cinturón... cuelgan unas esposas de bronce, iguales a las que tengo puestas, también lleva amarradas varias llaves. Él coge el manojo de llaves y ¡¡¡Ohh!!! me suelta las manos. ¡¡¡Ahh!!! Me froto las muñecas... la piel está hundida en ellas; de hecho, es de otro color, parece oscura, mugrienta... Daría lo que fuera por un baño.

El coronel me señala la silla, yo me siento... Me da un pañuelo, me lo paso por la cara, por las muñecas...

  • Vamos límpiate ahí abajo.

Lo hago... deseaba hacerlo. Al terminar me da un poco de beber en una cantimplora.

  • ¿Puedo ponerme el camisón? -pregunté, intentando aprovechar el momento de piedad.
  • Depende...
  • ¿De qué depende?
  • De si respondes a mis preguntas...
  • Juré no responder ninguna pregunta.
  • Entonces no podrás, y te pondré otra vez un par de pulseras -dijo, cogiendo las esposas del cinturón.

Mi mente es una terrible contradicción. Debo aguantar y callar, pero lo más inteligente es hablar, contarle todo, inventar mentiras si no le llaga la verdad... Había fracasado, podrían creer que era una traidora... qué más daba hablar.

Casi inconscientemente extiendo las manos con las muñecas pegadas en gesto de sumisión. Él aprisiona la izquierda, no apretó mucho, pero en un rápido movimiento se pone tras de mí y lleva mi mano a la región lumbar. Después agarra con fuerza mi otra muñeca y la aprisiona junto a la primera... Me ha esposado con las manos a la espalda. Acto seguido se coloca delante de mí... Siento con miedo como me mira de arriba a abajo. Mis senos están a su entera merced, ahí según baja la vista... Siento los pezones levantarse con el frío, no quiero reconocerlo pero hay algo en esta situación que me excita. Junto los muslos todo lo que puedo para evitar mostrar el sexo... Desde arriba veo sobresalir parte del vello púbico... una pequeña mata de pelo rubio del mismo color pajizo de mi melena.

  • Nombre y filiación -me dice secamente.

Eso es lo único que debo contestar… Lo hago:

  • Frida Guderian, servicio de información, teniente.
  • Muy bien, teniente, cuénteme, ¿Robó los planos de casa del ministro?
  • No puedo contestar…
  • Por favor, teniente, conteste.
  • No lo sé...

El coronel saca un documento del bolsillo. Lo pone delante de mi cara y me pide que lea en voz alta. Lleva el sello del servicio de información… del mío. Según el coronel eran órdenes que traía mi compañero en el ferry. Dado el fracaso de las pruebas, sospechaban mi traición… Les ordenaban capturarme, secuestrarme y hacerme confesar. Se les autorizaba a utilizar la tortura. ¡¡¡La tortura!!! Mi gente estaba dispuesta a arrancarme las uñas… eso todavía no lo había hecho el enemigo.

  • No puedo hablar -digo llorando.
  • Venga conmigo, teniente -dice él, al tiempo, me toma por una axila y me levanta con cierta suavidad.

Me conduce a una esquina de la habitación. No me disgustaba que me llamara teniente, no lo hacía con desprecio, por contra había cierto respeto militar. Con las manos sujetas a la espalda, iba indefensa, como un muñeco… No, como un fardo. Al llegar a la esquina, veo una cadena sujeta a la pared. El coronel la usa para unirla al collar de cuero de mi cuello. El collar iba cerrado con un candado y eso usó para sujetarme.

  • Lo siento, si no hablas, permanecerás así hasta que lo hagas.

En mi país usarían agua o aceite hirviendo, navajas, alicates… Podía ser más humano dejarme desnuda y atada como una perra pero, desde luego, era duro. Me quedaba una baza y la iba a jugar. Aquel hombre no era del todo repulsivo, además llevaba tiempo viendo como le atraía mi cuerpo desnudo. Tal como estaba, con las manos atrás, me echo sobre él… busco su boca con la mía en una maniobra desesperada, esperando que me tratara mejor a cambio de sexo.

Llegué a juntar mis labios con los suyos… por un momento no hizo nada… Entonces lo noto… Respondió con su lengua… cálida, húmeda… Noto su mano acariciando mi pelo en la nuca. Noto otra mano sobre los pezones, ¡¡¡Ahhh!!! Me dejo ir… me caigo hacia atrás… la pared me sujeta. Estoy entre él y la pared. ¡¡¡Ahhh!!! Su mano en mi chocho… ¡¡¡Ahhh!!! estoy húmeda, caliente… quiero más. Aunque me condenen a cadena perpetua, aunque me ahorquen… ahora quiero más.

Sigue masturbándome un buen rato… La verdad necesito poco, Linda me lo comió muy bien hace un rato. Me tumba en el suelo… sí… quiero eso, que me penetre. Me penetra desde atrás… con los grilletes en los pies, no podemos hacerlo de otra forma. Empieza despacio… con cuidado. ¡¡¡Ahhh!!! Sí, sí, tengo hambre de hombre… Acelera, acelera poco a poco… me retuerzo, chillo… Acabamos los dos al tiempo en un impulso final.

Oigo un ruido metálico… me suelta las esposas… ¿He conseguido rebajar el tormento? Me sienta en el suelo… Me trae de comer, de beber.

Y yo hablo… hablo sin que me pregunte… Cuento todo. Como me empeñé en ser la primera mujer que estudiara derecho en mi ciudad. Como me reclutaron en la facultad. Como me enviaron, con la misión de robar los planos… Todo, dije absolutamente todo…

Me llevan de nuevo a la celda. Esta vez no me esposan las manos. Seguí allí encadenada durante meses. La comida mejoró, me dejaban salir ratos al patio. Pedí ver al coronel y, sí, ha venido a verme… Después de prometerle que no intentaría escapar, me quitaron los hierros de los pies. Ha seguido viniendo… Es 29 de julio de 1914, el coronel entra en mi celda y trae un periódico.

  • Ha comenzado la gran guerra -dice.
  • ¿Seguís siendo neutrales?
  • Claro, y cuando la guerra termine serás indultada.

Soy optimista… mi país, aun sin el nuevo torpedo, tiene un armamento demoledor. La guerra será rápida y victoriosa.

FIN