Interrogatorios (I): UNA MALA NOCHE.

Ella está pasando una muy mala noche. Él tiene una misión: hacer que sea aún peor. Entre ambos surgirá algo indefinible, contradictorio.

ÉL:

20:00, llego a la comisaría. Sí, soy policía. Turno de noche… Yo no pateo la calle, aunque a veces preferiría. En el fondo mi trabajo es ser muy cabrón… y lo hago muy bien. Entré en el cuerpo cuando rebajaron la estatura mínima… por un centímetro. Pasé las pruebas físicas por los pelos. En la academia fui campeón de tiro, sobresaliente en artes marciales… Un inspector jefe me vio presionar a un detenido y me recomendó para mi puesto actual. “Evaluador preliminar” me llaman… Cada vez que hay una detención, fichan al infeliz, le toman las huellas y hacen un informe con las pruebas disponibles. Yo leo ese informe y “evalúo” al detenido o detenida. En ese primer interrogatorio, la nueva legislación establece que no tiene todavía derecho a abogado. Tiene derecho a callarse pero me ha de oír recitándole los detalles de las pruebas y asustándolo con la condena que le va a caer. El objetivo es que confiese… ahorrarle tiempo a los tribunales. Le digo que la condena será menor, aprovecho cada detalle… no siempre les conviene pero casi siempre confiesan. Lo dicho, soy un auténtico hijo de puta.

03:00, me pasan una carpeta. Vaya, pensaba que hoy me iba a librar pero tenemos un “cliente”. No… una mujer. Una cena de empresa que acabó mal. No sé por qué hacen estas cosas cada Navidad. Es un buen método para hacer salir a la superficie todas las diferencias y rencores acumuladas durante el año… a veces, durante todo el año.

Local de copas después de la cena. La acusada increpó a la víctima… la acusó de acostarse con su novio, también empleado. El tipo estaba allí borracho y ni se enteró. La discusión fue a más… acabaron agarradas y a grito pelado. Un golpe seco, una patada certera… La víctima cayó muy mal, está inconsciente en el hospital. La agresora me espera en la sala de interrogatorios, la acaban de procesar…

Hay decenas de testigos. Conseguir una condena no va a ser difícil aun sin confesión… El resultado dependerá totalmente de las consecuencias… Si mañana dan el alta a la víctima, sólo será un par de meses de arresto… En el peor de los casos, el homicidio involuntario son diez años en el infernal penal de isla maldita.

Llego a la sala de interrogatorios. Como siempre miro por la ventana indiscreta. Dentro, la sala está muy iluminada. Yo estoy en un cuartucho oscuro tras un cristal… Ella no me ve… el reflejo hace que la ventana parezca un espejo. Yo sí la veo… la luz de dentro atraviesa el cristal y me trae su imagen.

Aún conserva su ropa. Después del interrogatorio la llevarán al calabozo y la vestirán con un mono gris y un par de chanclas. Lleva una blusa con escote barco… el pecho se adivina generoso, de cerca lo veré en su esplendor. Inclina la cabeza sobre el pecho, las manos esposadas delante de la cara, es una postura defensiva… está asustada, no puede creer lo que ha pasado.

Falda vaquera, veo sus rodillas, sandalias con cuña de esparto. Algo han hecho mal en el ingreso. Deberían haberle quitado el calzado. No importa mucho, aunque los pies descalzos sobre el suelo frío ayudan a confesar.

Levanta la cara, coloca las manos en las rodillas. Pelo negro, corto… cara de niño, sí de niño… No destaca pero sí me parece atractiva. Un poco gordita, de pie no llega al metro sesenta. Si yo hubiera estado en ese local, habría pensado en hablar con ella, en conocerla… Las tías buenas me intimidan, me gustan así normales, con defectos. Bueno, puedo decir que son más interesantes… no lo sé porque las aspirantes a modelos no me dirigen la palabra.

Mueve las manos nerviosa… intenta fútilmente liberarse de los grilletes. Sabe que no va a poder pero le molestan… Normal, debe llevar esposada alrededor de tres horas. Tiene que sentirse aterrada, impotente… ¿Será de las que confiesas a cambio de que le suelte las muñecas?

Preparo mi entrada… llamo a ingresos. Que venga una agente a quitarle los zapatos. Es tontería pero aumentará su terror. Su miedo es mi ventaja… ¿Dije que era un cabrón? Ahí fuera tengo pinta de pardillo… dentro de esa sala soy el puto Satanás.

Llega la compañera… se disculpa por su olvido… es nueva.

  • No importa… pero quiero que entres y te las lleves. Eso ayudará a que confiese.

Entramos… ella primera. Yo voy detrás. Sólo llevo dos cosas: la llave de las esposas en una cadena, colgando del cuello y un par de grilletes de tobillo. Dejo que la cadena de cincuenta centímetros caiga y hago que tintinee un poco… Quiero que la vea, que la oiga… Su miedo es mi ventaja.

  • Mi compañera te descalzará, no te preocupes, sólo es por seguridad.

Ella se tapa la cara y se deja hacer… Está paralizada por el miedo. Mi compañera se arrodilla, la descalza y se va.

Ella está en una banqueta estrecha… en el centro de la sala. No hay mesa delante, para qué… una mesa sería un parapeto, una defensa, un lugar donde apoyarse.

Hay una mesa pegada a la pared, con un ordenador viejo y una impresora. Dejo allí los grilletes haciendo ruido y me acerco a ella.

Baja la mirada… se tapa las piernas con las manos… poco puede tapar. Las piernas ya las vi bien desde la ventana… son bonitas y bronceadas. Me acerco… veo su senos desde arriba: tamaño notable, canalillo gracioso. Ella se da cuenta… pone mala cara pero no se mueve ni intenta taparse. Le han confiscado el sujetador… los dos pechos están descontrolados y llenan la blusa alocadamente.


ELLA:

¡¡¡Diosss!!! Me duele la cabeza… la tengo embotada. Es como si tuviera ya la resaca de todo lo que bebí… Sí, me he pasado… con la bebida. Tenía ganas de decirle cuatro cosas a esa zorra… Me quedé a gusto… Luego se descontroló. Nos enganchamos. Cuando nos separaron se me escapó una patada. No fui consciente, no sé por qué lo hice… la pateé con toda el alma. Cayó como un muñeco… el golpe fue seco, duro… Al caer se dio en la cabeza. “Está inconsciente, el golpe ha sido terrible”, fue lo que oí a los enfermeros cuando recuperé la conciencia. No recuerdo lo que pasó entre la patada y ese momento. Justo después de oír esa frase sentí algo doloroso en mi muñeca… Eran los agentes esposándome… fuertemente apretadas, las manos a la espalda. Es como una pesadilla… querría despertar pero va a peor.

Al llegar aquí me esposaron con las manos delante… No tan incómodo pero ya le llega, aun las llevo, va para cuatro horas. Me quitaron todo: abrigo, bolso, sujetador, pendientes, gargantilla... y me hicieron firmar una lista de objetos. Me tomaron huellas… Me hicieron leer y firmar mis derechos.

¡¡¡Mis derechos!!! No tengo por qué declarar nada… Puedo esperar al juicio. ¡¡¡Ahhh!!! Si sólo me pudiera librar de las esposas. Que me lleven a un calabozo, al menos podré tumbarme. Esta banqueta es muy pequeña… sin respaldo, casi no me cabe el culo. Paredes pintadas de blanco, cámaras en las esquinas, un espejo que no creo que sea un espejo… La lámpara justo sobre mi cabeza emite demasiada luz.

Entran dos agentes… hombre y mujer. Ella me quita los zapatos y se va… Me acabaran por desnudar del todo. Veo mis pies pequeños, frágiles… siento el suelo azulejado, frío. Él parece rudo, ha traído otros grilletes… Es una amenaza, lo sé… pero funciona. No es un hombre alto, con tacones no me sacaría mucho; pero así, descalza, me siento débil. Se acerca mucho… detiene sus botas militares cerca de mis deditos. Podría pisarme… Es ancho de hombros, fuerte. Sus facciones son agradables pero severas. Afeitado a medias, el pelo muy corto… Me encanta acariciar la cabeza de un chico rapado al uno, si lo hago seguro que le parece mal. Al menos no va armado… ni siquiera lleva porra. Aun así me da miedo.

Me mira de arriba a abajo… Sé que se detiene en mis tetas, después en mis muslos. Sin sujetador, mis pechos son dos masas descontroladas. ¿Tendré alguna oportunidad con este hombre?, ¿Lo podré camelar un poco?... ¿Camelar? Mejor: seducir. Nunca he sido una seductora pero sé que tengo armas… pechos, muslos, culo… Si no fuera fiel a ese imbécil, ligaría cada sábado y sería más feliz.

Este tío, vestido de paisano, seguro que no es repulsivo… ¡¡¡Dios!!! Me lo estoy imaginando desnudo… A lo mejor sirve para llevar mejor el interrogatorio.

  • Hay pruebas concluyentes contra tí -empieza a hablar el interrogador-. Hay al menos veinte testigos registrados. Existe una grabación de las cámaras del local. La agresión es innegable.
  • No tengo que declarar ahora, no -contesté.
  • No, pero yo tengo que informarte de las pruebas y de tus posibilidades. Las pruebas son irrefutables. Lo que no podemos saber es el delito.
  • ¿Cómo?
  • Hay que esperar a las consecuencias de la agresión. Si no hay secuelas, sería una agresión menor… unos meses en la cárcel municipal. Si muriera o quedara en coma, acabarías en el penal.
  • ¡¡¡El penal!!!
  • Dormir en un barracón que apesta a sudor con otras veinte infelices. Trabajar todo el día en un taller inmundo. Comida escasa y mala.
  • ¿Por qué me cuentas todo esto?
  • Porque debes saber lo que te espera… Pueden ser diez años si muere. En cualquier caso te conviene confesar ahora… La pena será hasta un treinta por ciento menor.

¿Tiene razón? ¿Me está engañando? A lo mejor puedo hacerme la loca… A lo mejor tiene razón.

  • ¿Qué pasará si no confieso ahora?
  • Llamaré a las celadoras y te llevarán a un calabozo, te darán ropa de presa. Te llevarán a la cárcel municipal en el primer transporte y te informarán del día del juicio cuando fijen la fecha.
  • ¿Y si confieso?
  • Yo redactaré un papel en ese ordenador. Lo firmarás y yo lo guardaré. Después llamaré a las celadoras y te llevarán a un calabozo, te darán ropa de presa. Te llevarán a la cárcel municipal en el primer transporte y te informarán del día del juicio cuando fijen la fecha.
  • ¡¡¡Lo mismo!!!
  • La diferencia estará en el juicio… si ya has firmado que eres culpable ahorrarás mucho trabajo y sólo tendrás que llorar un poco para que la reducción de la pena sea la máxima posible.

Me lo pienso… Él se da cuenta y se retira unos pasos. El silencio es terrible… cada segundo parece una hora. Mi cabeza da muchas vueltas y me pide decidir ya y descansar todo lo que pueda.

  • Si declaro, ¿Me soltarás las manos? -pregunto haciéndome la ingenua.
  • Sí… aunque si te suelto las manos, debo sujetarte los pies -al decirlo, coge los grilletes que dejó sobre la mesa del ordenador.

¿En serio? ¿Me quiere encadenar por los tobillos? Veo el artilugio… son como esposas enormes con una cadena larga.

  • Si no queda otro remedio, sea… -digo resignada.

Por señas me ordena levantarme y ponerme contra la pared. Me pide que me apoye en la pared con las manos y que levante una pierna… Noto el grillete en el tobillo. Me levanta la otra pierna… otro grillete. Ahora estoy totalmente indefensa…

Pone la banqueta frente al ordenador. Me sienta allí. ¡¡¡Ahh!!! Me suelta las manos. Froto las muñecas… me duelen pero vuelven a la vida.

Le cuento mi versión… Él la repite mientras va escribiendo. Imprime… leo y firmo. Le doy la hoja. No puedo evitar mover mucho los pies… noto los grilletes… molestan… con esto apenas puedo andar, mucho menos correr. Sigo descalza, tengo los pies fríos...


ÉL:

Cuando firma la declaración la meto en el buzón… una ranura en la pared permite guardar el documento en un buzón que sólo se puede abrir desde fuera de la sala. Puede ser un exceso pero una vez que un reo confiesa hay que asegurarse.

Sobre la mesa hay un mando a distancia… aprieto el botón rojo… se apagan las cámaras y los micrófonos. Ya no hace falta grabar más. Después de una confesión hay que llevar al prisionero a una celda cuanto antes… si se arrepiente, ya no la puede liar.

Me dirijo a ella, cojo las esposas que están sobre la mesa. Ella lo entiende… me mira con ojos tristes… No debo dejar que hable. Tomo su mano izquierda.

  • No, no me lleves al calabozo ahora… por favor… déjame descansar un poco. Déjame aquí… estoy encadenada no puedo escapar -dijo con voz tenue.

Sigue hablando… Dioss… debo esposarla ya. Me va a liar… Habla cada vez más suave, más, por así decirlo, encantador. ¡¡¡Ahhh!!! Me está tocando la entrepierna. Ya es demasiado… Un único golpecito del grillete con su muñeca y la mano izquierda ya está presa. ¡¡¡Ahhh!!! Ha metido la mano derecha en mi pantalón… Agarro su brazo derecho, en la otra mano tengo el grillete libre… un poco de fuerza y es mía. ¡¡¡Ahhh!!! Me mete mano… me mira con enormes ojos de cordero.

No aguanto… junto mis labios con los suyos… mi lengua llega a su campanilla. Se saca la blusa en un segundo… Me quita la camisa… Me lame… Me abre el pantalón… Baja un poco el calzoncillo. ¡¡¡Ahhh!!! Ha empezado a chupar… suave, lento...Está decidida a quedarse un rato aquí. Sigue, sigue… cierro los ojos… ¡¡¡Ahhh!!! Me voy a correr…

  • Para, para un momento -le digo mientras le acaricio el pelo.

Ella se retira un poco… Aprovecho, acabo de esposarla…

  • ¿Qué haces?, ¿Por qué? -me reprocha contrariada.
  • Porque me das miedo… -contesto.

Esto no ha acabado… La vuelvo a besar en la boca… Ella sigue sentada. Me arrodillo frente a ella… La recorro con la lengua… Pezones, ombligo…

La cojo por las axilas y la pongo de pie con suavidad. Le desabrocho la falda. La prenda cae a sus pies. Ella los levanta uno a uno y aleja la prenda con una patada. ¡¡¡Ay!!! La cadena se ha tensado y seguramente le ha hecho un poco de daño en el tobillo. Veo una pequeña expresión de dolor… Introduzco la mano izquierda en sus bragas y comienzo a masturbarla. La beso al mismo tiempo con la mano derecha en su nuca… Noto como tiembla, se retuerce… convulsiona, gime…

Tengo que arreglar algo. La braga no va a salir mientras tenga los grilletes en los pies. Sin dejar de masturbarla me arrodillo y cojo la llave con la mano derecha. Aun la tengo colgada de mi cuello.

Ella se retuerce cada vez más… Me acaricia la cabeza con sus manos… oigo continuamente el tintineo de las esposas. Un grillete abierto y al suelo… el otro también… Listo. Le bajo las bragas… Le acaricio un poco el culo. La acerco a mí cabeza… Saco la lengua y comienzo a lamer. Aparto un poco el vello con las manos y ahí está… húmeda, salada.

Lentamente, sin prisa, con cariño… Cada vez gime más, grita… Las paredes están insonorizadas, menos mal. Se retuerce, tira intentando separar las manos. ¿Le duele? ¿Un doloroso placer? Un oxímoron.

Paro cuando creo que está a punto del orgasmo. Nos tumbamos en el suelo. Yo sobre ella. Coloco sus manos extendidas hacia atrás. La penetro con cuidado… coloco mis manos sobre sus senos. Inicio lentamente… delante, detrás… Ella abre mucho las piernas… gime… disfruta… pide más… cada vez más… más rápido… más rápido… ¡¡¡Ahh!!! Lo noto… viene ahí… es como la lava subiendo por un volcán… Aguanto un poco… un poco más… ¡¡¡Ahhh!!! Ella se retuerce más que nunca, chilla sí, sí, sí… Me dejo ir. Expulso el líquido… ¡¡¡Ufff!!! Hemos llegado al mismo tiempo, está bien.


ELLA:

Despierto sobre el suelo. Desnuda, manos esposadas… malditas esposas. Él me rodea con un brazo a la altura de los pezones. Si es él el que me pone las esposas, me molestan menos. Está dormido, noto su cuerpo cálido pegado a mi espalda. Su sexo está duro y pegado a mi entrepierna.

Aprovecho… meneo el culete… rodeo su miembro con los muslos… lo froto… se pone más duro… Él acaba despertando. Me acaricia las tetas… con una mano… con dos… Una mano baja a mi chochito… Me masturba… ¡¡¡Ahhh!!! Me penetra por detrás…. lento… más rápido… muy rápido… ¡¡¡Ahhh!!! Me retuerzo… gimo otra vez. Ambos terminamos más rápido que antes… Pero sienta bien despertar así.

Ya es casi de mañana… Me quita las esposas y me pide que me vista. Cuando termino de colocarme la blusa medianamente bien, lo veo vestido, con las esposas en la mano. Extiendo las manos, sé que ahora debo ser sumisa.

Me pone los grilletes sin apretar y coge la cadena entre ellos. Tira suavemente…

  • Te llevaré yo -dice.

Me lleva a los calabozos. Una celadora me libera las manos y me obliga a desnudarme… Me hace vestir un horrible mono de presa y me lleva a un calabozo pequeño y sucio.

Paso allí todo el día… A ratos consigo dormir. La comida que me traen es vomitiva pero sé que debo comerla… necesito fuerzas de donde sea.

Paso toda la noche dando vueltas en el camastro. Por la mañana me informan: traslado a la prisión municipal. Me engrilletan de pies y manos. Mientras una celadora me lleva por un pasillo se oye una voz.

  • Déjame un momento, debo informarla.

Es él… el interrogador. La celadora se aparta y él me dice:

  • Ya está consciente y no hay secuelas. Será delito menor...

Navidad en una celda… no es muy buen plan. Juicio rápido. Seis meses en la cárcel municipal. No hay pena de trabajos forzados… Podría ser peor.

Aquí vives enterrada en vida. Dormir encerrada en la celda… al menos mi compañera no es mala gente. Todo el día en una especie de salón grande... puedes jugar a las cartas, charlar, si pides un libro: leer…

Una hora al día dando vueltas por el patio… A veces llueve y no salimos… Aunque haga frío se agradece… el aire, el sol allá arriba.

Hoy me liberan. La verdad es que la calle me da un poco de miedo. Me dan la misma ropa que llevaba aquella noche. La han enviado a una lavandería… la blusa parece un poco desteñida.

Salgo a la calle, casi me echan. La cárcel está en medio de la ciudad. Fue un antiguo convento… Allí en la calle a las nueve de la mañana. Aun tengo llaves en el bolso. Camino a mi apartamento… Menos la comida estropeada en la cocina todo sigue igual.

No puedo seguir en el mismo trabajo. Mi jefe se porta lo mejor que puede… me despide con indemnización. Me recomienda para otro trabajo.... Debo ir por allí dentro de una semana. Me acaba confesando que la puta esa es insoportable y una inútil trabajando…

Allí mismo, saliendo de la oficina, doy puerta al imbécil de mi ex-novio… que se quede con la puta. Borrón y cuenta nueva.

Al día siguiente… Muy temprano me planto frente a la puerta de la comisaría… Me siento en un banco de la calle y espero… Después de un rato lo veo. Sale caminando lentamente, vestido de paisano… Es él… mi interrogador.

  • ¿Te acuerdas de mí? -le digo asaltándolo por sorpresa.
  • Sí -responde, sorprendido.
  • Me llamo Alicia.
  • Yo Alberto.
  • ¿Tienes algo importante que hacer ahora?
  • No...

Estamos en una cafetería desayunando…