Interrogatorio en la comisaria

Una mujer es acusada de ser complice de unos atracadores. Una sargento se encarga de comprobar si dice la verdad o no.

Cap. I

Estás en la sala de interrogatorios… no has hecho nada, solo estabas en el lugar equivocado en el peor momento.

Te han sentado en una silla de la sala. Solo tienes una mesa delante de ti y un gran espejo que seguro sirve para ser observada desde el otro lado. Llevas tu zapatos de tacón negro, tu traje chaqueta de color gris y tu blusa blanca. La chaqueta esta abierta y tu camisa tiene un botón de más desabrochado, lo que hace que tus pechos se vean más de la cuenta y brillen por el sudor. Hace calor, mucho calor.

Las manos a la espalda, esposadas. Llevas 20 min esperando. Un agente te ha dejado allí y te ha dicho que el sargento vendrá a interrogarte. Tu cabellera rizada, larga hasta los hombros te tapan la mitad de la cara. Con el forcejeo llevas el pelo alborotado. Tu piel morena brilla. Tus piernas fuertes y bien contorneadas se mantienen firmes, esperando tu interrogatorio.

Finalmente se abre la puerta. Para tu sorpresa no es un hombre, sino una mujer. Es de color, alta, con el pelo largo recogido en una cola de caballo. Tienes unos pechos impresionantes, grandes. A pesar de ello su cintura contrasta con su cuerpo por ser bastante estrecha, ya que sus anchas caderas siguen la misma línea que sus pechos. Su corta falda muestra sus negras rodillas y sus increíbles pantorrillas, anchas y fuertes. Sus tobillos, como su cintura, elegantemente estrechos, termina en unos pies que se enfundan en los zapatos reglamentarios de la Policía. Cierra la puerta y te mira fijamente.

Piensas que has tenido suerte por ser una mujer… no sabes lo equivocada que estás. Esta es la historia de lo que te sucedió:

..

Bien, muchacha, ni tu ni yo queremos perder el tiempo. Dime que hacías en el Banco justo en el momento del atraco. No eres de por aquí, y es extraño que una chica tan mona como tu venga a este pueblo.

Oiga, perdone, se trata de un error, yo… venía por que trabajo en una inmobiliaria y me pidieron que viniera a ver las ofertas de casas de la zona. Yo

La sargento se acercó lentamente a la prisionera y se sentó en la esquina de la mesa, dejando a la vista de Lara un increíble muslo, grande pero a la vez musculoso y duro, fuerte.

¡Cállate zorra! ¿Piensas que no se que mientras tu distraías al guarda de seguridad tus compañeros no aprovechaban para vaciar la caja del banco?

Una manaza negra cruzó la cara de la chica que casi cae al suelo. La pierna de la policía lo impidió justo a medio camino. En un alarde de fuerza la volvió a levantar y la dejó de nuevo sentada en la silla.

La mujer de color acercó su pierna a la silla apoyando la suela del zapato justo encima de la falda de Lara, a la altura del coño. Ella miraba el pie con atención, siguiendo la mirada hacia arriba y admirando aquella pierna que la aguantaba. Justo cuando su mirada llegó a la entrepierna de la negra, otra bofetada le cruzó la cara. Esta vez, no cayó porque el pie la sujetaba firmemente. Una serie de reveses la dejó medio inconsciente en la silla, con las piernas bien separadas para aguantar el equilibrio y respirando con dificultad. Sudaba por todos los poros de su piel. La sargento también, tanta actividad la había acalorado.

La policía puso su mano en la espalda y cogió algo de su cinturón. Eran dos esposas. Se bajó de la mesa y se puso en cuclillas en frente de Lara. Cogiendo uno de sus tobillos, lo ató a una de las patas de la silla. Acto seguido, hizo lo mismo con el otro. Acariciando las piernas de la chica, le paso la lengua desde la pantorrilla hasta justo la mitad del muslo de una de sus piernas… Lara se medio despejó y notó como un escalofrío corría por sus cuerpo. La poli la estaba pendiendo cachonda. Además, los muslos de aquella mujer se intuían aún más enormes al estar flexionados. La piel sudorosa brillaba bajo los focos de la sala de interrogatorios.

La sargento volvió a sentarse frente a ella, esta vez más centrada y sacó su enorme porra del cinto. Se dedicó a chuparla un rato frente a la cara de Lara, de forma muy lasciva. Ella no podía dejar de mirarla, a pesar de estar aterrada por las intenciones de aquella mujer. Efectivamente, una vez la porra quedó bien húmeda, empezó a deslizarla lentamente por debajo de la falda, rozando con la cara interior de los muslos constantemente y tocando con la punta las braguitas rosas que empezaban a estar muy húmedas.

¿Todavía no piensas decirme el nombre de tus compañeros? – Le dijo la mujer que empezaba descaradamente a buscar el clítoris de la sospechosa con movimientos rítmicos.

Yo…. No.. se nada… se lo jurooooo…. Hummmmm.

Pues yo pienso que si… y me lo vas a contar todo, morenita.

Con una habilidad fuera de lo normal, la policía consiguió apartar la goma de las bragas y apuntar la punta de la porra a la entrada del coño de Lara. Sus intentos por cerrar las piernas eran inútiles, estaba bien atada a las patas de la silla que, por cierto, le mantenía las piernas bien separadas.

La improvisada "porra" empezó a introducirse lentamente en la gruta de la chica, entrando y saliendo de forma rítmica. Mientras hacía esto, la sargento se estaba empezando a tocar los muslos lentamente, subiendo hacia un entrepierna. Acomodándose bien sobre la mesa, abrió más las piernas y su falda subió casi hasta la cintura.

Lara tenía en frente suyo unas enormes bragas blancas con una gran mancha en el centro que, a pesar de su tamaño, eran incapaces de tapar aquella mata de pelo que coronaba el monte de Venus de la negra. Sus imponentes muslos, sus pantorrillas perfectas se balanceaban mientras su mano acariciaba su coño por encima de la tela lentamente, sin prisa.

Paralelamente, la porra iba ganando terreno en el coño de Lara, de forma que la mezcla de placer y dolor combinada con la visión de esa mujer frente a ella la estaba poniendo a cien y la situación era insoportable, al no poder ni tocarse ni cerrar las piernas para impedir su violación.

Bien, veo que no tienes intención de hablar. Usaremos tu boca para otras cosas más productivas.

Diciendo esto saco la porra de golpe del coño de la chica y se la llevo a la suya, chupando los jugos (que no eran pocos) que había recogido en su penetración. Cogiendo a Lara de la camisa la acercó a la mesa, arrastrándola la silla por el suelo. Cogiéndola del pelo, la inclinó hacia delante, haciendo que la prisionera cayera al suelo de rodillas. Seguía sin poder cerrar las piernas porque las patas de la silla se lo impedían. Ahora estaba arrodillada frente aquella mujer enorme que la miraba con los ojos desencajados, pensando mil barrabasadas para hacer que la chica hablara.

Lara seguía con las manos esposadas a la espalda, con lo que poca cosa podía hacer. La policía fue acercándola a su coño, agarrándola de los pelos, al mismo tiempo que iba cerrando sus muslos alrededor de la cabeza de Lara.

Aquel coño que olía fatal se acercaba a su cara lentamente. Ahora podía apreciar mejor el tamaño de aquel chocho que a duras penas cabía en las

bragas de la negra. La luz se iba apagando porque aquellos enormes muslos la iban aprisionando y le impedían cualquier tipo de movilidad. Finalmente su cara se hundió en aquella gruta teniendo que soportar el olor de hembra caliente aplastado en su cara, así como los jugos que traspasaban la fina tela de las bragas que se mezclaban con su saliva al intentar respirar por la boca, ya que su nariz se había sumergido en la raja de la negra que la absorbía por momentos. Su carcelera cruzó sus tobillas justo sobre la espalda de Lara, asegurándose bien que no pudiera escapar.

La policía disfrutaba del contacto de Lara en su coño, mientras veía sus enormes muslos rodeando la cabeza de la chica, con sus manos a la espalda forcejeando por soltarse y sus bonitas piernas en el suelo, esposadas a las patas de la silla. La sargento apretaba con fuerza mientras le tiraba del pelo para intentar un mínimo movimiento de rozamiento en su coño que le hiciera sentir placer, no mucho, el suficiente para disfrutar del momento pero sin prisas… quedaba aún mucho rato de interrogatorio.

Cap II.

La situación empezaba a ser insoportable. Lara no podía prácticamente respirar y se estaba mareando por la falta de aire. Justo en el momento crítico en que todo le daba vueltas, la mujer la liberó de su martirio y separó las piernas.

Ella empezó a toser, a inhalar bocanadas de aire como pudo mientras se recuperaba del momento crítico que acaba de pasar.

Veo que esto no te ha devuelto la memoria… bueno, probaremos de otro modo, a ver si así resulta.

Lara cayó de bruces al suelo, justo debajo de la mesa, mientras intentaba recuperarse del esfuerzo. Tenía los brazos medio dormidos y las rodillas le dolían bastante. Aún le quedaron fuerzas para mirar de reojo y ver como, la sargento, dejaba caer su falda al suelo. Seguidamente sacaba los pies del interior y la camisa seguía la misma suerte. Ella sólo veía los pies de aquella mujer y sus enormes pantorrillas. No tardó en caer también el sujetador, cuando se acercó a ella y la cogió del pelo, levantándola y colocándola de nuevo erguida, de rodillas frente a la mesa.

De golpe se despejó cuando vio aquella mujer desnuda frente a ella. Su cuerpo de piel oscura brillaba por el sudor, sus piernas parecían aún más grandes y fuertes al desnudo. La cintura fina contrastaba con aquellas enormes tetas que, a pesar del tamaño, se mantenían erguidas desafiantes ante la mirada de Lara. Tan solo sus bragas estaban en su sitio provocando un contraste escandaloso entre la piel y el color blanco del tejido. Durante unos segundos sus miradas se cruzaron. La mujer de color sonrió maliciosamente y le dijo:

Bien, pues mientras intentas recordar, descansaremos un poco porque el interrogatorio está resultando agotador.

Diciendo esto se dio media vuelta y mostró su enorme culo a la chica. Las bragas resultaron ser un tanga que se perdía inevitablemente entre aquellos grandes glúteos. Lentamente fue caminando hacia atrás, acercando su trasero a la cara de Lara. Ella iba retrocediendo su cuerpo hacia atrás, mantenido sus piernas fijas en el suelo ante la imposibilidad de moverlas por las esposas que la encadenaban a la silla.

Finalmente topó con el asiento y no le quedó más remedio que apoyar la cabeza encima de él, lo que la convirtió en un cojín para ese enorme culo que de nuevo se proponía asfixiarla igual que anteriormente había hecho la entrepierna de aquella sádica.

Apoyando las manos en el suelo consiguió aguantar el peso de aquella mujer como pudo, sin posibilidad de movimiento alguno. La sargento se acomodó de forma que la nariz de Lara quedaba justo en el culo de la mujer y su boca "besaba" el coño empapado de jugos a través de la tela.

Bueno, mientras reflexionas, te voy a registrar no sea que lleves alguna arma oculta, nunca se sabe… ¡Ja, ja, ja, ja!

Un objeto duro y frío empezó a rozar la parte de su cuello que quedaba libre del peso de aquella mujer. Lentamente fue bajando y con fuerza desabrochó la camisa de golpe, haciéndome saltar todos los botones. El pecho de la chica subía y bajaba por su respiración acelerada, fruto de la falta de aire provocado por su asfixia y por el nerviosismo y, por que no decirlo, la excitación que le provocaba la situación: Una mujer de color, fuerte y grande como un roble estaba sentada encima de su cara, desnuda, y la tenía completamente a su merced.

La porra (luego descubrió lo que era) empezó a juguetear con sus pezones, por encima de la tela del sujetador. La visión que debería tener la sargento debía ser increíble: un cuerpo perfecto delante suyo, arrodillado, totalmente sumiso y dominado listo para ser torturado a su antojo… esto no se encontraba cada día.

Los pezones iban creciendo por momentos ante el roce constante de aquel objeto duro e implacable. Las gotitas de sudor se deslizaban por en medio de sus pechos y caían sobre su ombligo unas, mientras que otras seguían su camino hasta el interior de la falda. Las caricias se alternaban con ligeros golpes sobre los pechos que provocaban sobresaltos de Lara; el único movimiento que podía hacer era levantar el torso, pero poca cosa más debido a su inmovilización.

Cuando se hubo cansado de jugar con sus pechos, la porra fue bajando hasta sus partes más íntimas. Lentamente se introdujo dentro de su falda y empezó a rozar la entrepierna de Lara por encima de la tela de las braguitas rosa. La mezcla de dolor que sentía en sus extremidades, con la falta de aire y el olor que desprendía esa hembra cachonda y el placer que le estaba provocando su torturadora la estaba volviendo loca. Hubiera dado lo que fuera por soltarse y masturbarse justo en aquel momento, pero estaba a su merced, no podía hacer absolutamente nada.

Por un momento Lara vio la luz de la bombilla que iluminaba la sala de interrogatorios, ya que la mujer se levantó un momento para acercarse a la falda de la chica. Tirando del corte lateral que tenía la desgarró y se la arrancó. Por unos instantes pudo aclarar la vista y ver ese enorme culo a un palmo de su cara y sus piernas en tensión mientras manipulaba la falda que, al parecer, le molestaba para su siguiente acción.

Los momentos de claridad se acabaron justo en el instante que aquella mujer volvió a sentarse sobre su cara, dejando caer todo su peso sin ningún miramiento. Automáticamente de nuevo la porra volvió a jugar con el coño de Lara, pero esta vez la sensación fue diferente. Parecía como si la porra estuviera justo en perpendicular frente a ella, como una polla lista para penetrarla. No entendió mucho esta sensación pero luego comprendió que se trataba de una de esas porras que tienen un mango más pequeño justo en uno de los extremos, por donde se agarra, unido perpendicularmente al grande. De esta forma, la sargento había cogido la porra por el extremo que había rozado cada rincón del cuerpo de la detenida y ahora estaba jugando justo con el mango más pequeño que quedaba perfectamente encarado en su coño.

Mientras llegaba a esta conclusión notó como el palo separaba la tela de sus braguitas e iniciaba un movimiento de roce con su clítoris, lentamente y con una precisión que la sorprendía, al mismo tiempo que le hacía perder la poca conciencia que le quedaba.

Sin demasiados preámbulos la improvisada "polla" se introdujo en su coño lentamente, pero sin pausa, hasta llegar al límite, justo hasta donde le permitía la porra a la que estaba unida. Entonces la sargento inició un movimiento de arriba abajo y de dentro a fuera de forma rítmica que llevó a Lara a un punto de excitación sin precedentes. El fuerte olor que desprendía su coño y el poco aire que le permitía respirar la mareaba y le permitía que no fueran tan intensas las sensaciones, lo que provocó que el movimiento no le permitiera llegar al orgasmo deseado.

Después de un buen rato de rozamientos y penetraciones, la sargento levantó el sostén de Lara y acomodó la porra entre sus dos tetas, volviéndolo a poner en sus sitio e impidiendo que esta se saliera. De esta forma la chica quedó penetrada sin posibilidad de expulsar la polla de madera de su coño.

La negra se levantó y puso sus brazos en jarra, mirando a Lara mientras ésta recuperaba el aliento.

Chica, las he visto resistentes, pero como tu pocas… ahora me dirás lo que quiero saber, ¿Verdad?

¡Cof!, ¡Cof!... no… no se nad…. Nada, se lo he dicho… ¡Cof!, ¡Cof!

Bueno, pues probaremos una cosa más… y si lo resistes, quizá si que me estés diciendo la verdad, je, je, je.

Con un movimiento de caderas muy sensual y pasando solo un dedo de cada mano por la goma de las bragas, la sargento se las bajó dejándolas caer al suelo. A diferencia de del resto de su ropa, las recogió y la olió. Su propio olor le hizo arrugar la nariz, pero supo que estaban en su punto.

Acercándose a Lara, se colocó justo en frente de ella, con una pierna a cada lado de su torso. Haciendo una bola de su prenda íntima, obliga a la chica a abrir la boca y a metérselas en su interior. Ella se resistió inicialmente pero un tirón de la porra que seguía introducida en su coño le hizo desistir de su negativa. La sargento separó el pelo sudado de su cara y le apretó bien las bragas para que quedaran completamente en su boca.

Lentamente, la mujer fue dejándose caer sobre la cara de Lara, pero esta vez mirando hacia el respaldo de la silla. La visión de la chica fue espeluznante: Un cuerpo enorme con unos muslos que le tapaban la visión lateral se acercaba a su rostro. Ese coño que había visto tapado varias veces muy cerca de su nariz ahora lucía con todo su esplendor y brillo por la excitación, acercándose a su cara lentamente. Las tetas casi le tapaban la cara a la sargento, pero permitían ver su rostro de satisfacción al mirar los ojos aterrados de Lara que debía prepararse para una nueva tortura.

Finalmente la mujer se acomodó sobre su cara, haciendo que la nariz de la chica quedara justo a la altura de su clítoris y su boca estuviera lista para tragar todo tipos de flujos vaginales que, a buen seguro, empezarían a brotar más aún si cabe de lo que lo estaban haciendo ya.

Bien, ahora serás mi consolador, guapita. No hay cosa que me guste más que masturbarme con la cara de las chicas que no quieren contarme la verdad y son malas, muy malas. Espero que esto te haga cambiar de opinión.

Cogiéndose del respaldo inició un movimiento rítmico, muy lento, de forma que toda la cara de Lara servía de herramienta masturbatoria para aquel enorme coño que estaba cada vez más mojado. La mujer se soltó su cola de caballo y dejó caer su pelo negro sobre el cuerpo robusto y sudado, dándole aún una mayor imagen sensual y de poder que ponía a Lara más y más caliente por momentos. Sus movimientos pélvicos eran tan insinuantes que realmente era un lujo tener un asiento en primera fila para verlos, aunque esto le provocara una medio asfixia cada vez que el coño de la sargento le tapaba prácticamente los ojos.

Poco a poco la sargento fue acelerando el vaivén, hasta que soltó una de las manos del respaldo y cogió el extremo de la porra que quedaba entre las tetas de Lara, moviéndolo al ritmo al que ella cabalgaba sobre su cara. Ahora el placer ya era mutuo para las dos y sólo era cuestión que la sargento llegara al orgasmo final.

Mientras aceleraba el ritmo, la presión sobre la cara de Lara era mayor. Sus jadeos aumentaban y prácticamente gritaba cada vez que restregaba el coño sobre la cara de la chica y la nariz le rozaba de lleno su enorme clítoris.

Unos minutos más tarde el clímax llegó para la mujer de color que se cogió de nuevo al respaldo y soltó un grito aterrador mientras llegaba a un orgasmo que daba tanto miedo como ella. Por unos momentos, Lara no sabía si lo aguantaría, porque la sargento apretó su cuerpo con fuerza a su cara y el orgasmo se le antojó como el más largo que jamás había visto en una mujer.

Segundos más tarde la presión se aflojó y la sargento retiró ligeramente su cuerpo para que su presa pudiera respirar. Su cara era un poema, completamente empapada de los flujos de aquella mujer que respiraba con dificultad por el clímax alcanzado.

Bueno… uf… uf… veo que… ufffff decías la verdad… en ningún momento me pediste que parara para contármelo todo… tendré que creerte.

Lara escupió como pudo las bragas de su boca e intentó decir algo entre balbuceos:

¡Cof!, ¡Cof! Ya…. Se l.... lo …. ¡Cof¡ dije….

Lara apoyo la cabeza sobre la silla, ladeándola porque ya no podía ni siquiera aguantarla de frente.

La mujer se levantó y desapareció por unos segundos. De golpe, Lara notó como la porra salía de su coño y en su lugar se introducía una lengua muy húmeda y caliente que empezaba a jugar con su clítoris de forma salvaje. Reunió las pocas fuerzas que le quedaban y levantó la cabeza: pudo ver a la negra arrodillada ante ella, cogida a sus muslos y haciéndole una comida de coño que jamás olvidaría. Su lengua era larga como una serpiente y se movía con una maestría que jamás había visto. Lara no podía hacer nada más que jadear y gritar mientras aquella mujer que, segundos antes casi la ahoga, la estaba llevando a un placer jamás imaginado.

A los pocos instantes no aguantó más y el orgasmo inundó todo su cuerpo provocando rampas en sus piernas y pinchazos en los músculos dormidos de sus brazos. Gritó como nunca para disfrutar de ese orgasmo tan intenso que le había proporcionado su interrogadora.

Finalmente la mujer se medio incorporó, todavía de rodillas, y apoyó su cuerpo sobre el de Lara para obsequiarle con un beso usando esa lengua que instantes antes la hicieron tocar el cielo.

..

Lara salió de la ducha de los vestuarios de la policía, con ropa limpia y aseada después de una buena ducha.

Cuando fue a recoger sus cosas la recepcionista le preguntó si deseaba realizar alguna reclamación. Mirando a la sargento que estaba en la mesa redactando su informe, sonrió y dijo: "No, me han tratado de fábula, quizá vuelva otro día por aquí". Una sonrisa también apareció en el rostro de la sargento que no la miró para no levantar sospechas pero un lazo de complicidad se había establecido entre las dos.

Unos meses más tarde quedaron juntas para ir a comer y recordaron la escena del interrogatorio juntas y se rieron profundamente… justo antes de ir a casa de la sargento para ajustar alguna cuenta que, según Lara, estaba todavía pendiente. Pero esto… ya es otra historia.